La Senda de Keith (2)

Segunda entrega.

-¿Estáis listo?

La figura asintió con la cabeza.

-¿Podéis correr?

El gesto se repitió.

Valandyl entendió que era pronto para saber si aquello de no cruzar palabra iba en serio, así es que se ahustó la correa del carcaj, miró a los ojos claros que le observaban impasibles y echó a caminar a trote ligero. El sonido de metal le siguió durante dos horas en silencio, sólo perturbado por algún que otro mochuelo que anunciaba su paso por las lomas desiertas. Antaño las colinas estaban jalonadas de pinos, abedules, olmos y arces, peor ahora sólo ramas resecas y negras parecían señalarles a su paso, como delatándoles a unos perseguidores que podrían aparecer en cualquier momento. No oyeron nada más ni vieron ninguna sombra extraña hasta pasadas tres horas, cuando al guardabosques le pareció que se acercaba la medianoche. Buscó un recoveco entre una pared de piedra vertical que se levantaba unos metros más allá del camino, lo suficiente lejos para no ser importunado por viajeros inesperados. Soltó su mochila en el suelo, apoyó el arco y el carcaj en ella y se giró hacia su compañero de viaje.

-Si os place, descansaremos aquí hasta una hora antes del alba.

El mismo movimiento de cabeza por respuesta. La alta figura se acomodó con la espalda contra la pared, y quedó inmóvil. Valandyl se recostó de lado, en el suelo. A la media hora, cuando sintió que el sueño le vencía, se levantó y dispuso un par de trampas alrededor del área. Luego, mirando a su compañero, todavía en la misma postura, se acercó a su mochila, sacó el ordre de agua y bebió dos largos tragos, esperando que la necesidad fisiológica de evacuar lo despertara temprano. Pensó en ofrecer agua al guerrero, pero desistió imaginando que la rechazaría.

Se tendió en el suelo, envolviéndose en su manta de viaje en posición fetal, con el arco presto con una flecha engarzada en la cuerda.

"Sin duda es Rurik...Alderbern está demasiado viejo para aguantar mi ritmo con esa armadura...¿pero qué diablos hace con un desconocido corriendo a una Hacienda perdida delante de dos nigromantes? ¿Porqué yo fui el elegido? Quizás no había alguien más estúpido en Ashford esta noche..vete tú a saber. Desde luego tienes un olfato peculiar para meterte en líos, y de los buenos. Y como siempre, por oro. Como si le sirviera de algo a los muertos. ¿Qué diablos hago contra una cuadrilla de rufianes gobernada por dos nigromantes? Si peleo, moriremos; si huyo, Rurik o quienquiera que sea este bellaco morirá en sus manos. Oh....ya estás pensando en el futuro otra vez. El miedo no aporta nada bueno al hombre, recuérdalo de una vez, cabezahueca."

Absorto en sus pensamientos, cayó dormido.

A la hora esperada, Valandyl despertó de un sueño inquieto. Había soñado algo, pero no lograba recordar exactamente el qué. Su padre aparecía en el sueño, aunque como una figura borrosa, un espíritu o algo así. "Bah, sueños de una mente atormentada por el pasado que ya no va a volver", pensó.

Al levantarse del suelo su acompañante permanecía exactamente igual que la última vez que lo miró, entre el sueño y la vigilia. Al verle moverse, el extraño se levantó y empezó a estirar las extremidades anquilosadas, presto a la marcha. El guardabosques plegó la manta de lana humedecida por el rocío de la noche y desmontó las trampas, todavía intactas.

-Hacia el este, hacia el sol, mi señor. Cuando estéis cansado no tenéis más que hacerme un gesto y buscaremos donde parar a reposar los huesos.

Nada ocurrió ese día, ni esa noche, que transcurrieron tan en silencio como la jornada anterior. Corrieron por los páramos asolados, viendo aquí algún grupo de carroñeros trampeando en busca de alguna presa y allá manadas de ojos ancianos que flotaban sobre el suelo, como patrullando en silencio un infierno de polvo y cenizas antaño llamado paraíso. Al mediodía del tercer día de marcha, llegaron a una meseta inclinada en una pendiente pronunciada, que se conocía como la Llanura de la Viruela. Se cuenta que allí surgió un gran brote de peste que arrasó a las gentes del lugar durante más de quince hojas. Los ascalonianos llamaban así a los años, midiéndolos con la caída otoñal, regida en la estación de Melandru, Diosa de la Tierra y madre de todos guardabosques, elementalistas de tierra y campesinos. Lo que antes fue una bajada llana salpicada de pinos y arbustos bajos ahora estaba gobernada en el centro por una gran depresión. De ésta surgían unas espinas cristalinas gigantes, como una gigantesca bola revestida de estiletes que se hubiera estrellado desde el cielo a toda velocidad, causando un gran mal. Al detenerse ambos a contemplar el paisaje, a Valandyl le invadió un sentimiento de tristeza. Y le pareció, o quiso que le pareciera, que el guerrero le acompañaba en el pesar. Tras unos segundos, miró más allá de la estrella semienterrada, escrutando un paso entre dos colinas no muy altas. "Por allí, no está lejos, llegaremos antes del anochecer, si es que Dwayna quiere que veamos anochecer hoy", se dijo a sí mismo reanudando la marcha. Un grupo de elementales de roca parecía excitado una milla más al sur, pero no le dió importancia.

Media hora más tarde jalonaron la estibación rocosa por el paso, y al mirar hacia el valle cercano Valandyl se detuvo en seco abriendo la boca como un niño que ve por primera vez un soldado con su armadura brillante: allí había todo un ejército. Un centenar de tiendas se levantaban, con la soldadesca en aparente desorden aquí y allá, trayendo armas, odres de agua y cestos de comida. No ardía ningún fuego, y todos hacían sus menesteres en silencio."Cerca de mil soldados, sino más", observó para sus adentros. Su acompañante se detuvo a su lado. Lo miró, y echó a andar hacia el campamento con calma. De repente, el silencio se rompió. Como si un resorte invisible hubiera actuado sobre los hombres, todos cogieron sus escudos y espadas y lanzas y las gopearon con fuerza. Los gritos eran de ánimo.

-¡Rurik! ¡Rurik! ¡Rurik! ¡Rurik!

"Con manchas y cuernos, es una vaca. Eso solía decir mi abuelo Haldor" pensó Valandyl, siguiendo sorprendido al Príncipe Rurik de Ascalon, pues este había sido efectivamente su silencioso acompañante durante cerca de tres días. Corrió un poco más para ponerse al lado del Príncipe.

-Pero mi Señor, yo...

-A su debido tiempo, mi muchacho.-dijo Rurik quitándose el yelmo.

Una amplia sonrisa confortó en parte las inquietudes de Valandyl. Rurik era más viejo de lo que la gente solía decir, rondaría los cuarenta años, diez más que él. Tenía el cabello largo y sudado tras la marcha embozado en el yelmo de acero, y la barba espesa y negra estaba desarreglada y polvorienta por las vicisitudes del viaje. Unos ojos claros revelaban una inteligencia fuera de lo común, pero lo que más le inspiraron fué confianza. Hacía al menos dos años que Valandyl no se sentía tan seguro con alguien, ejército aparte. Ya llegaban donde los primeros soldados, que abreron paso entre muros de cuero aromático, metal reluciente y rostros de esperanza. El guardabosques caminaba unos pasos por detrás de su Príncipe, y al pasar entre los soldados éstos le daban golpes afectuosos en la espalda y le revolvían el cabello, alentándole. "Bien muchacho.Chico, hoy te has ganado el favor de tu futuro Rey.", decían los rostros afables y admirados. Un grupo de seis o siete mujeres elementalistas lo contemplaron desde la puerta de una tienda de campaña, sonriédole. Valandyl se quedó mirándolas como si nunca hubiera visto una mujer, pero enseguida bajó la vista al suelo en un amago de timidez. Llegaron a una tienda en la que estaban varios generales reunidos, que agacharon sus cabezas en sañal de respeto a la llegado de su señor, y uno de ellos se adelantó a arrodillarse. Rurik lo hizo levantarse, estrechándose las muñecas con las manos.

-Señor, os esperábamos con ansia. Todo ha sido dispuesto según vuestros deseos.-dijo el capitán.

-Hama, me alegro de veros. A todos vosotros. Descansad ahora, mañana el día promete ser muy largos, aunque me nubla la razón pensar que puede ser muy corto para muchos de nosotros.

-Pero mi Príncipe, debemos...

-¿Podéis encargaros de que nos traigan algo de bebida y comida ahora? Estamos exhaustos tras la marcha, este diablo corre como un gamo...y me tiene realmente agotado.-interrumpió Rurik señalando a Valandyl con el pulgar por encima de su hombro. Luego os convocaré a todos para analizar la situación, aunque mucho me temo que está más que clara.

-¿Pero qué situación? Si se me permite, ¿qué está pasando aquí? No he avistado a nadie en millas a la redonda, y durante la travesía no...

-Luego Valandyl, luego. Comamos ahora. Y hazte un favor. O házselo a mis elementalistas.-contestó Rurik riendo divertido. Su boca se abrió mostrando unos dientes blanquísimos. Date un baño cuanto antes.

(Continuará...)