La semana de Zoe II

Zoe y su padre siguen disfrutando de su experiencia en el camping nudista, profundizando en su singular relación.

Esa semana con papá fue sin duda la más feliz de mi vida. Practicábamos sexo continuamente, pero más como una necesidad vital, como comer o dormir, que como una pasión soterrada o una consecuencia romántica. Nuestra relación padre-hija no varió un ápice, es más, se profundizó en sus cimientos: la admiración mutua, la confianza, la sinceridad, y quizás la más importante, mi educación como persona. Raras veces era papá quien tomaba la iniciativa, pero respondía siempre a las mías. Y yo era en ocasiones incansable.

Una de esas tardes en nuestra cabaña, tumbados en la cama después de la siesta, hablando de nuestras cosas que no siempre tenían que ver directamente con el sexo, le dije con descarnada sinceridad:

— papá, como era mamá en la cama?

Inmediatamente me di cuenta que quizás había traspasado una línea roja, ya que raras veces me hablaba de mi madre.

— perdona papá, no debía haberte preguntado eso.

— no Zoe, has hecho bien en haberlo preguntado. No es ningún tema tabú, al menos por mi parte, aunque comprende que yo no te haya hablado nunca de ese asunto. Simplemente he esperado a que tú te interesaras.

— gracias papá. Uff, me has quitado un peso de encima. Oye, a ti te gustaba mamá? Quiero decir, físicamente.

— ya has visto las fotos. Tu madre era un tipazo de mujer. Has heredado sus bonitas piernas largas, su cintura y sus caderas.

— ya, y también su poquito pecho. Bueno, ella aún tenía algo, pero yo “na de na”. Seguro que comparada con ella soy un adefesio.

— has heredado muchas cosas bonitas de tu madre Zoe, pero eres mucho más guapa que ella, tu culo y barriga son más pronunciados, además de tus bonitos cabellos rubios y tu tez. Y olvídate del pecho. Ya vendrá.

— vale. Y dime, qué tal en la cama?

— mmm... sabes? Ella hacía sexo más con la cabeza que con sus genitales. Siempre era algo nuevo, distinto... muy excitante.

— ah, sí? Cuéntame la primera vez con ella.

— la primera es una sorpresa que luego te diré. La segunda, ya juntos, pues estuvimos toda la tarde y casi toda la noche practicando sexo oral.

— oral. Y qué es sexo oral?

La verdad es que me pilló así, de sorpresa. Debió de caer en la cuenta de que siempre habíamos practicado el coito. Lo hacía tan bien y yo disfrutaba tanto. Así que respondió a mi pregunta. Y de qué manera.

— sexo oral es más o menos así.

Y se subió sobre mí sonriendo. Simultáneamente me agarró de los costados y se dio la vuelta sobre su espalda y levantándome sobre él, empujándome hacia arriba, sin brusquedad... delicadamente. Yo era una muñeca en sus manos. Inmediatamente le pille la idea abriendo mis muslos y dándole mi vulva abierta, que ya empezaba a ponerse muy jugosa.

Nunca habíamos hecho sexo oral, y cuando su boca lamió mis labios, directamente y sin gemidos previos, jadeé. Cuando La punta de su lengua de vez en cuando se paraba en mi clitoris,  oprimiendo y aflojando, una y otra vez, o dándole vueltas, o hurgando en sus bordes... una oleada de sensaciones me subían por mi abdomen o me bajaban por mis muslos. Lo que más sentía y multiplicaba mi placer era que simultáneamente a su acción sobre mis genitales, Papá rascaba mi espalda y mi cintura. Yo ya daba grititos y jadeos. Y sudaba, sudaba... y de mi vagina manaba de todo, licor y saliva. Empecé con los temblores, más, más... hasta que reventé. O eso pensé. Y de nuevo papá no me dejaba escapar sujetándome por mis caderas. Y me fui, una, otra, otra vez.

Pasó la tormenta. Medio abrí un ojo.

— sabes papá, mamá tenía buen gusto.

Estaba derrotada. Feliz y apaciblemente derrotada, exhausta. Papá acariciaba mi cuerpo de niña, y yo ronroneaba respondiendo a cada caricia como una gata.

— mmm... papá, sigue contándome cosas de mamá.

— vale Zoe, pero nos estamos perdiendo una tarde preciosa. Hemos disfrutado de una siesta genial y un bonito despertar...

Le interrumpí.

— sobretodo yo.

— eso es mucho decir. Vamos a la piscina y te sigo contando.

Cogimos las chanclas y las toallas y nos aposentamos de nuevo en la hamaca doble. Un chapuzón, unas manitas disimuladas, unas descargas de envidia al ver al grupito de adolescentes, y nos tumbamos los dos.

— venga papá... cuenta.

Y metí mi mano debajo de la toalla para tocarle el pene. Papá no dijo ni pum y empezó su relato.

— bueno, mamá y yo tuvimos un comienzo difícil. Yo salía con una chica, amiga de ella. Y no sé cómo pero se liaron. Mi novia me decía que nos quería a los dos pero yo me enfadé mucho. No quería verla ni en pintura, pero finalmente acepté los hechos, e hicimos la paz.

— La paz? Quieres decir, que compartías a tu novia?

— quiero decir que acepté la situación de que lo sucedido con mi ex y mamá era algo ya inevitable, y que no había marcha atrás.

— tu ex? ¿Ya no era tu novia?

— ya no. En realidad nuestra relación no era de amor eterno. Éramos más lo que se dice ahora: amigos con derecho a roce. Seguíamos teniendo sexo pero sentimentalmente ella estaba ligada a mamá.

Esa revelación acabó de despejarme.

— uy uy... a ver. Dices que seguías follando con ella, pero ella era novia de mamá. Y mamá lo aceptaba? Quiero decir, que su novia follara contigo?

— sí, eso mismo. Y empezamos a salir los tres, bastante a menudo: al cine, a cenar, de copas.

— y a mamá le parecía bien eso. Que te unieras a ellas dos?

— aparentemente sí, respondiendo a tu pregunta.

— papá, ya me he hecho un lío ¿Qué pregunta?

Mi padre se estaba divirtiendo a mi costa, cosa que le encantaba, tanto como no me gustaba a mi. Era un maestro con estas cosas.

— Zoe, me encantas cuando te enfadas.

— ¿aunque no tenga tetas?

— eso es lo que más me gusta de ti.

— ya, que parezca una niña, no?

— no. Que seas una mujer que parece una niña. Y me preguntabas cuál fue la primera vez con mamá. Te he contado la segunda.

— ay sí, perdona. Estaba bajo los efectos del sexo oral. Uff...qué bueno. Sigue.

— la primera fue con las dos.

Me quedé de piedra.

— papá... con las dos? A la vez? No me lo puedo creer.

— pues sí, créelo.

— y como fue?

— fue tu madre, quien no?

Me estaba dejando alucinada. Qué tía. Le pregunté como lo hizo.

— la verdad es que para mí fue una sorpresa en parte. Mamá era muy atractiva, y un día que estábamos mi ex y yo en la cama le pregunté: oye, tu amiga (yo siempre la llamaba así con un poco de sorna) es muy viciosa? Me contestó — no, qué va— Me extrañó que no me preguntara el porqué le hacía la pregunta. Después me enteré que mamá le había propuesto acompañarla a mi casa.

— ¿así que fue todo idea de mamá?

— desde luego tuvo mucho que ver.

— oye, y como lo hicisteis?

— pues una tarde estábamos en un bar tomando unas cervezas y hablando de jugar una partida de trivial en mi casa. Antes de empezar mamá sugirió que jugáramos a prendas. Yo me puse un pelín borde, tu madre se apuntó y...

— tu ex tuvo que tragar. A que sí?

— efectivamente.

— cual fue la primera prenda. Tengo curiosidad.

— acerté el primer quesito y le dije a mamá que se quitara el vestido.

Casi me muero de la carcajada imaginándome la escena.

— mamá llevaría ropa interior, no?

— claro. Pero no tardó mucho en perderla. El que no llevaba era yo.

Nos estuvimos riendo mientras papá contaba cosas de esa partida memorable. Finalmente yo le pregunté.

— por entonces ya te gustaba.

— así es.

— y os enamorasteis.

— así es.

— y mamá dejó a tu ex y se fue contigo.

— así es Zoe.

— qué mujer papá. Oye, ¿y la primera vez qué hicisteis?

— ella ganó un quesito y me pidió que yo hiciera algo que le gustara. Yo ya estaba desnudo y ella conservaba las bragas. No quise ser demasiado atrevido y le pedí que se tendiera sobre sus rodillas y extendiera los brazos. Y le rasqué la espalda.

— hala, se quedaría muerta del gusto con lo bien que lo sabes hacer.

Seguí preguntando cosas sobre mamá. Detalles como qué era lo que más le gustaba, sus zonas más erógenas, como era su culo, su sexo... cosas así. Y volvimos al sexo oral.

— siempre empezabais así, con las boquitas?

— sí. A mamá le gustaba más que la penetración. Y a mí me encantaba besarle su sexo, así que a los dos nos iba bien. Bueno, también hacíamos coito, claro.

— ¿alguna vez lo hacíais anal?

— alguna vez, pero muy pocas. Le hacía daño. Pero le gustaba mucho que se lo penetrara con la lengua..

— ay sí. Eso es muy bueno papá. Oye, ¿tú crees que es obsceno imaginar que mamá, tú y yo lo hiciéramos?

Papá se rascó la cabeza. Se quedó mirando a una joven que pasaba. ¿Tendría mi edad? No sé, pero tenía un cuerpazo hasta allá.

— esa te gusta más que yo, eh..

— Zoe, me creas o no ninguna me gusta más que tú.

— te creo papá, pero me daría igual. Contéstame porfa.

— es difícil contestar a esa pregunta Zoe. Por lo que sé de mamá, desde luego no. Pero tú no habías cumplido tres años. Y no es lo mismo la relación padre-hija que madre-hija.

Callé. Tenía razón. Yo creo que nunca hubiera admirado a mi madre en la forma que lo hago con papá.

— papá... sabes porqué me gusta tener sexo contigo? No estoy enamorada de ti, y hay chicos que me gustan más que tú. En cambio tu me ofreces algo que el amor o el atractivo sexual no me pueden dar. Se llama sabiduría, seguridad, confianza, paciencia... solo mi padre, tú, puede dármelo en algo tan íntimo como el sexo.

Él se quedó mirándome, pensativo. Callaba y creo que otorgaba.

— y yo creo que tú has hecho de padre y de madre, y te lo agradezco, pero si mamá hubiera vivido esto no hubiera sido posible. Y, la verdad, todavia no entiendo muy bien porqué te gusta hacerlo conmigo. Eres atractivo y muy potente sexualmente. Por las novias que has tenido no creo que tengas dificultad en hacerlo con chicas de verdad, no como yo, que parezco un proyecto de adolescente.

Papá por fin habló.

— Zoe, solo tienes 16 años, y tu madurez a veces me asusta. Dices que no entiendes muy bien porqué tú y yo tenemos relaciones sexuales. Te lo diré muy claro, lo creas o no. Con tu aspecto, con tu físico, representas un poderoso atractivo sexual para mí y para muchas personas que carecen de hipocresía respecto al estado de pre-pubertad. Lo trágico de muchas de esas personas, muy mayoritariamente hombres, es que no tienen en cuenta que esas niñas y niños son eso, niñas y niños. Carecen de la madurez necesaria tanto física como intelectual para plantearse toda actividad sexual, tanto de palabra como de obra. Obligarlos a hacerlo, por la fuerza o por cualquier otro medio es un crimen. Ese no es tu caso, porque desde que murió mamá, asumí que tendría que adoptar los dos papeles, y que tu formación en el sexo era capital.  Mamá estaba muerta y tuve que decidir solo como hacerlo, y lo he hecho lo mejor que he sabido. Eso incluía no prohibir los aprendizajes y experiencias de la infancia, y dejar que las cosas fluyesen. Es verdad que tomar esa decisión dependía de nuestro nivel de confianza y sinceridad, que era óptimo. Eso incluía tus devaneos con otras chicas o el momento de tu primer coito. Eso sí, procurando mediante el diálogo sincero, sacar conclusiones y enseñanzas, como siempre hemos hecho. Cuando has cumplido la edad de decidir, ya hacía tiempo que tu mente estaba preparada. Como te digo tantas veces, eres una mujer con cuerpo de niña. Tú no tienes la culpa, ni yo tampoco. Así que he tenido que esperar para dar el paso, y lo he hecho porque tú así lo has decidido. Y el día que busques otros destinos yo me alegraré.

Conmovida no pude menos que decirle mientras manoseaba su entrepierna.

— papá, tú y yo nunca dejaremos de acostarnos juntos.

— Zoe... me estás poniendo nervioso.

— yo hace rato que lo estoy. Vamos a la cabaña?

Y allí fuimos los dos. Al cerrar la puerta un cálido ambiente nos envolvió. Nos abrazamos.

— papá, me dejas hacer una cosa.

No respondió. Solo se dejó hacer. Lo cogí de sus caderas y lo empujé al borde de la cama. Se sentó. Me arrodillé delante de él y abrí sus piernas. Su miembro estaba ya en erección. Me incliné rozándolo con mis pechos, moviéndome y moviendo su pene caliente y duro. Ojalá hubiera tenido pechos de verdad, pero su cara no mostraba echarlos de menos. Seguí con los movimientos: arriba, abajo, en círculo, vaivén. Aquello se estaba poniendo muy muy tórrido. Papá empezó a jadear y a nombrarme:

— Zoe... Zoe... qué bien.

Mi intención era ponerlo en mi boca pero papá parecía feliz con las caricias de mis no-pechos. Para variar me elevaba para que el roce llegara a mi vientre y hacer más largo el recorrido, aumentando las variantes de mis movimientos.

— así Zoe... así...

Aumenté la presión y cambiaba la velocidad y ritmo de la singular masturbación.  Y los efectos se hacían evidentes. El asta de papá tenía un tamaño y dureza que yo todavia no había visto.

Ahora jadeaba en lugar de hablar. Papá estaba totalmente a mi merced. Y lo sentí. Lo adiviné: Su verga me llamaba, a gritos... sin palabras, sin pedirlo. Entonces lo hice: abrí mis piernas y lo puse en mi puerta, preparada para él. Apenas me moví, solo lo suficiente para que su glande penetrara. Y dejé que entrara lo suficiente para que no me dejara mientras yo montaba sobre papá. Y entonces sí, lo llevé hasta el fondo de mi vientre. Y cabalgué, cabalgué... hasta que explotó dentro de mí entre convulsiones. Eché la cabeza atrás mientras seguía moviendo mis caderas, con el semen saliendo a borbotones de mi vagina, disfrutando del momento, con mis manos apoyadas en los pechos de mi padre, que reía del placer que su hija le había proporcionado, su hija... yo... feliz.

Continuará.../...