La semana

...caigo en la cuenta que metí la pata otra vez al querer saber que porción de su corazón habito, conocer el porque del interés a mi persona, cuales eran sus motivos para estar conmigo...

La semana

Si fuera viernes este día, cuando el calendario me sorprende subiendo y bajando de mi nube, el sabor de tu piel morena estuviera pegado aún en la superficie de mi lengua. Tendría en el cuerpo restos del esplendor multicolor de las explosiones de mi sexo y los últimos movimientos ondulatorios que transportan los restos de energía y traen calma y reposo a cada terminación nerviosa. Estaría colmado de la bendita paz de mi deseo satisfecho.

Si sábado fuera, no me dolería tu ausencia porque tu recuerdo sería como un aroma suave y dulce. El último beso estaría flotando en mi cerebro, inundándolo con los olores y sabores de tus labios gruesos experimentados en alimentar los míos. En los últimos momentos de vigilia, antes de abandonarme por completo a la inconciencia, poco antes de dormir estarías conmigo, cuando recuento con avaricia cada caricia, cada palabra, cada movimiento de tu cuerpo bajo y sobre el mío. Que suerte de haberte conocido y recorrer juntos esta escalada al cielo.

Pero, si domingo fuera, como cada domingo que mil ocupaciones me tienen absorto, tuviera sin duda momentos en los que con placidez dejara cualquier ocupación solo para detenerme a pensar en ti, haciendo a un lado el diario matutino o abriendo un paréntesis en mi tertulia familiar, sonriendo sin causa a los demás cuando al soltar el humo aspirado del cigarrillo aparece tu sonrisa entre el humo flotante. O tal vez, en la noche mientras veo alguna vieja película y me olvido de la trama para continuar la escena contigo. Las historias de amor y desamor son tan comunes, tan semejantes...

Con resignación aceptaría la llegada del lunes, aun tranquilo porque por alguna razón desconocida jamás te vi un lunes y nunca en lunes escuché esa risa traviesa o esa voz trémula, ni siquiera a través del obsoleto hilo del teléfono. Así, conformado estaría si fuera lunes, añorándote ya pero sin esperarte, en mí solo está la espera de los días que han de transcurrir para que llegues otra vez a mí, aunque no puedo evitar la llegada de la noche en la que empiezo a conocer el descenso a los infiernos. Me consuela por instantes escuchar tu voz cuando despierte.

Cuando es martes, al despertar de mis sentidos con resaca, aparto mi rostro del sol, brinco de la cama porque tengo que adelantarme a la llamada, esta vez si que ganaré al ser yo quien llame primero y ser el primero en decir que te extraño aunque la mayoría de las veces es tu llamada la que me despierta. Quiero ser yo quien te despierte, quiero ser yo el que diga que mi cuerpo ya tiembla, quiero ser yo quien escuche también la sorpresa de "los buenos días", quiero ser yo quien involuntariamente y sin necesidad baje la voz al decir que quiero estar contigo y darme cuenta otra vez que al murmullo de nuestras voces nos aislamos un segundo de este mundo de todos. Instantes en los que solo existimos tu y yo.

Muy impaciente estaría si este día fuera miércoles, activo e inquieto pues la constante del día es pensar en ti y saturarme de actividad para disminuir la ansiedad por la proximidad del nuevo encuentro y quizás otra llamada sorpresa en el día, a cualquier hora. Abstraído en el trabajo y ocupado en apartarte de mi cabeza hasta encontrar un momento generalmente nocturno en el que pueda abandonarme a tu recuerdo aunque hacerlo me produzca febrilidad y aumente con ello la necesidad de tu cuerpo, de tu mirada, de tu olor. Abandonarme a ese recuerdo aunque esa noche sea de insomnio tratando desesperadamente de armar el rompecabezas de tu cuerpo desdibujado en mi memoria.

Agotado de esperar me llega el renovador jueves, trae la promesa no hecha, la seguridad incierta de que te veré al final del día. Jueves, día no pactado pero recurrente para nuestra cita clandestina. Sentado en el lugar de siempre, desesperado y lleno de deseo llegan las 9.30 de la noche, hora en que acostumbras aparecer con el distintivo único de la sonrisa que diriges en exclusiva a mí y que no deja de hacerme cosquillas en el estómago, ni de hipnotizarme al ver como tus pasos seguros devoran la distancia que nos separa.

Jueves martirizante que me recuerda lo vulnerable que soy a tus encantos y a mis emociones, día en que se alborota todo mi ser y único día en que encuentro la calma, aunque sea efímera.

Es casi la hora en que llegas y la urgencia de ti crece como mi sexo cuando en la mente brinca el recuerdo de tus manos furtivas explorando hábilmente mi bragueta en búsqueda apresurada de su caliente dureza, dando suave calma a la temblorosa y jugosa cabeza de mi anhelante miembro.

Nueve cuarenta y no llegas, quizá tuviste un contratiempo, me ensordecen las palabras mudas "espera" "espera" es jueves y vendrá, seguro. Es jueves como el día en que te conocí y puedo entretenerme todavía con los recuerdos del primer encuentro. No tengo ninguna referencia de alguna cita no cumplida. El reloj avanza y la duda se empieza a convertir en certeza, crece. No vendrá. Mi mente revela el motivo, desinterés. El anterior miércoles no llamó, el martes llamé yo y fue la llamada mas breve que hemos tenido, estaba por salir, te hablo mas tarde dijo.

Un vacío llena mi estómago, las manos se llenan de sudor frió, las palabras dichas me empieza a rebotar en la cabeza...

"porqué nunca me dices nada de lo que sientes" "porque así soy yo, no soy muy expresivo, nunca lo he sido", "te gusta estar conmigo" "no estuviera aquí si no fuera así", "me extrañas" "si, me acuerdo de ti" , "

Diez y diez de la noche, caigo en la cuenta que metí la pata otra vez al querer saber que porción de su corazón habito, conocer el porque del interés a mi persona, cuales eran sus motivos para estar conmigo. No obtuve respuestas y de cualquier modo, a modo de consuelo me digo, tenía que hacerlo, era necesario escuchar lo que mis sentidos no percibían aunque tal vez hubiera vivido otro poco con esa mentira. Solo que también hubiera querido saber el porqué del éxtasis apresurado siempre y la razón de olvidarse de mi ante la llegada de mi propio clímax...

Ese jueves fue cuando el peso de las palabras y acciones aclararon mis ideas. Aquel jueves que tengo tan fresco en mi memoria finalmente terminó como termina cualquier día excepto que no llegó y el viento frío de esa noche se llevó mi ilusión de ti y mi confianza.

Después de muchos jueves de espera sigo sentado a la misma hora en el mismo lugar. Sigo esperando ver la sonrisa que por instantes era solo mía. Sigo ahí porque un jueves nací y también un jueves renací al conocerle y porque mi horóscopo no pudo engañarme cuando me dijo que mi día de suerte era este, jueves.

Pepelot