La Segunda Vida de Rebeca Capítulo 6

Continúa la historia de Rebeca, la cual da un giro inesperado.

CAPÍTULO 6

Esa noche estaba muy inquieta, lo que había pasado con Pablo que había sido tan inesperado, lo que Diego me advirtió y lo formal que se estaba dando todo lo que a negocios se refería con Pablo, aun así, me sentía extraña. Lo comenté con Lucía y su respuesta fue: vamos a tomarnos un trago y platicarlo. Me lo pensé mucho porque al día siguiente debía estar temprano en el despacho para recibir al nuevo cliente, pero estaba muy tensa y preocupada, sin siquiera saber bien porqué.

-Tienes que calmarte, Becky, mi hermano exagera, aunque diga que es muy liberal aún no se le ha quitado lo macho. –dijo Lucía tratando de atenuar la situación, mientras saciaba su sed con una margarita.

Observé a las parejas bailando en la pista, habíamos decidido ir a un club de salsa, tenía tantos años que no visitaba un lugar de esos, mis años de juventud parecían tan lejanos.

-¿Crees que tu hermano me juzga?

-No, pero piensa que por ser mujeres no podemos hacer lo mismo que ellos. Si supieras cuantas veces me ha reprehendido sutilmente por mi forma de ser jaja.

-Sí, al parecer no ha estado muy de acuerdo en cómo llevas tu vida.

-Vieras que me tiene sin cuidado, no le debo nada.

-Entiendo, pues yo siento lo mismo. No le debo nada a nadie, ni a Esteban, ni a mis hijos, solo a mí misma.

-Beck en eso coincido contigo y ya sabes que tienes mi apoyo, no escuches del todo a mi hermano, pero algo si te he de decir, no tiene por qué pasar con este muchacho Pablo, pero no está de más la advertencia. Disfrútalo cuanto quieras, pero si ves que las cosas se ponen turbias, emprende la huida.

-¿Lo de hoy no fue turbio?

-Mira quizá poco común, pero créeme puede suceder, no sé, quizá el día de mañana te lleves muy bien con un cliente y terminen follando.

-Jajajaja ¡Enferma! Eso jamás…

-No digas de esta agua no beberé…

-No es que eso ya es muy…

Nos interrumpió un mesero que nos había llevado dos margaritas más.

-Mis señoras, de parte del caballero de la mesa de allá. –dijo el chico entregándole una nota a mi amiga.

-Gracias muchas gracias. –respondió ella levantando la copa en señal de agradecimiento al caballero que había tenido el detalle con nosotras.

-¿Quién es ese tipo? ¿Lo conoces? –pregunté.

-No, pero es perfecta la ocasión. –y dio un sorbo a su bebida.

-¿Cómo aceptas bebidas de gente que no conoces?

-¡Ya Rebeca! Tu deberías hacer lo mismo y buscarte uno justo aquí.

-¿Cómo crees? Es gente desconocida.

-¡Mejor aún! Puedes no volver a verlos jamás, la vida es solo es una.

-Estás loca…te recuerdo que estás casada.

-¿Y qué? Mi marido está durmiendo con alguna sugar baby en estos momentos así que yo hago lo propio.

Iba a responder que eso no era justificación y que si esas teníamos pues que igual debería divorciarse para poder andar con quien quisiera, pero el tipo de las bebidas nos interrumpió. Saludó amablemente a las dos y sacó a Lucía a bailar. Y así paso toda la noche, bailando y bailando con el tipo, por momentos se sentaron y platicábamos, resultó ser un sujeto agradable, era cirujano dentista y un amante de los gatos igual que mi amiga, aunque admito que hubo momentos en los que sentí que yo estaba de más ahí y aunque tuve el impulso de irme, la música era tan agradable, que mejor me relajé me resigné a quedarme sentada y empecé a beberme todo lo que se me ponía enfrente.

Justo en esos momentos recordé a Pablo y que algún día podía pagarle porque me acompañara a un lugar de estos, sin necesidad de terminar teniendo sexo, solo pasarla bien. Empezaba a sentirme un poco mareada cuando Lucía ya completamente ebria se abalanzó sobre mi dándome un abrazo.

-¡Me voy con Gustavoooo!

-¿Qué?

-Me invitó a su departamento y perdóname amiguita, pero no te podemos llevar jajaja

-¿En serio te vas a ir con ese tipo y dejarme aquí?

-No te preocupes Rebe, ahorita le dijo a mi chofer que te lleve a casa, tu tranquila.

-No hace falta, yo puedo pedir un uber.

-No no, yo le digo a Memo, ahorita que salga le digo.

Pude ver que Lucía estaba ya en otro plano, apenas podía sostenerse, me preocupaba que se fuera con ese tipo que no conocíamos, aunque él se veía igual de borracho que ella. No era la primera vez que lo hacía, no podía hacer nada para detenerla.

-Cuídate por favor, me hablas cualquier cosa.

-Shhh tu tranquila hombre…no va a pasar nada, ahorita le digo a Memo que se te vaya a dejar.

-No, me voy a quedar un rato más está muy buena la música.

-¿Segura? Bueno, de todas formas, le digo que te espere hasta que te quieras ir.

-Está bien, ve con cuidado.

Me dio un beso en la mejilla y me hizo una seña con la mano de que le llamara después, se fue abrazada con el tal Gustavo y yo rogándole a todos mis santos que el tipo no fuera un psicópata. Pedí otra margarita y me quedé ahí sentada escuchando la música, viendo a las parejas bailar, se veían felices, enamoradas, en plena complicidad. Quise recordar si yo alguna vez fui así y la verdad es que no. Con Esteban nunca me sentí en las nubes, aun me cuesta recordar porqué decidí casarme, si lo quise, pero jamás con ese amor del que habla todo el mundo, nunca me sentí en un cuento de hadas, viví con un marido autoritario que parecía más bien mi patrón que mi pareja sentimental.

Tomé mi bolso e intenté dirigirme hacia la barra, quería estar donde estaban todos los solitarios y beberme poco a poco mi soledad, sin parecer una novia de rancho, vestida y alborotada. Estaba cruzando la pista cuando la banda empezó a tocar “Idilio” y los efectos del alcohol empezaron a hacer estragos en mí, nunca me había pasado pero el ritmo invadió poco a poco mi cuerpo, tenía los suficientes tragos encima como para que me importara poco ser la única loca que bailaba sola en la pista y así fue, me solté y comencé a gozar mi danza solitaria, tan entregada estaba que no me di cuenta que alguien me observa y su mirada seguía uno a uno mis movimientos.

Se acercó a mi sin que yo lo notara y cuando nuestros cuerpos chocaron, abrí los ojos y lo vi delante de mí, un hombre alto, que, aunque las luces inestables de la pista ocultaban un poco sus rasgos pude ver que era un hombre un poco mayor que yo, calvo y con una barba espesa, los cristales de sus gafas reflejaban e hicieron que me mareara un poco más.

-¿Está usted bien? –me preguntó sosteniéndome del brazo.

-Sí…creo que el baile me mareó.

-¿Quiere que la lleve a sentarse? ¿Viene con alguien?

-No, vengo sola…soy una sola e indefensa mujer.

-Yo diría que una mujer que baila muy bien.

Sonreí.

-Es una de mis canciones favoritas

-¡Qué coincidencia! De las mías también. ¿Quiere bailar?

-Ya casi acaba…

-Si la siguiente le gusta podríamos continuar.

-Claro…bueno no sé muy bien como bailar en pareja, hace mucho que no lo hago.

-Si me permite, le ayudo a recordar.

Asentí y el colocó mi mano izquierda en su hombro y la derecha en su mano izquierda, su otra mano a mitad de mi espalda y así me fue indicando el ritmo, a pesar de estar algo mareada, pude llevarle el paso con facilidad, pero pronto la melodía llegó a su final. Nos soltamos para aplaudir a la banda y las luces dejaron de ser tenues para iluminar completamente y pude ver bien su rostro, era un hombre atractivo, ojos color avellana, barba castaña canosa, debía tener unos 50 y tantos, sentí atracción inmediata, por sus ojos expresivos, por su sonrisa franca. La banda entonó “Devórame otra vez”

-¿Le gustaría continuar?

-Desde luego…

Y volvió a tomarme entre sus brazos, era un excelente bailarín, yo un poco torpe, pero el muy paciente sabía sacarle provecho a la situación, no tardamos mucho en acoplarnos, hasta que logramos parecer uno solo. Sonará loco, no sé si fue el alcohol, la compañía, la seguridad que él me brindó aun sin conocerlo, pero sentí un placer inmenso, como si no estuviera en este mundo, con cada paso que daba, envuelta en sus brazos, la música, la luces, su aliento, su aroma…una loción deliciosa, no sé qué más explicaciones dar de lo que pasó conmigo esa noche, que mi mano soltó la suya y me colgué de su cuello, sus manos bajaron a donde la espalda pierde su nombre…

-Qué delicia de loción tienes…-me atreví a tutearlo.

-One Million de Paco Rabanne. –respondió susurrándome al oído.

-Me encanta…

-A la orden.

Me sonrojé y el siguió guiando nuestro baile, que era una expresión de los deseos que estaban empezando a surgir entre nosotros. “Yo no sé mañana” llegó como presagio de lo que estaba por suceder y nuestros cuerpos se compaginaron aún mas, sus manos por fin tocaron mi trasero, las mías se deslizaron en su pecho, y sentí el cosquilleo de su barba en mi mejilla.

Yo no sé mañana, yo no sé mañana

Si estaremos juntos, si se acaba el mundo

Yo no sé si soy para ti si serás para mí

Si lleguemos a amarnos o a odiarnos…

Moví mi rostro buscando su boca y lo besé…el correspondió atrapando mis labios con los suyos, acariciando mi espalda, mi trasero, yo colgada de su cuello, abrazándolo, aferrándome, no sabía quién era, no me interesaba saber, quería comprobar lo que Pablo me había dicho, que realmente podía despertar un desmedido deseo en cualquier hombre, que podría ser bella para la persona indicada. Estaba en ese bar, sin buscar nada y encontré todo, mi yo ebrio no se comportaba para nada como mi yo sobrio, tenía cancha abierta para hacer lo que me diera la gana y decidí que iba a entregarme a un extraño, como lo hacía Lucía, quizá eso terminaría de convencerme que yo era todo lo que Pablo decía ver en mí.

Sostuvo mi rostro con sus manos y siguió besándome con una delicadeza casi sagrada, apenas recuperé el aliento decidí jugarme todo por el todo.

-¿Te gustaría ir a otro lado?

-A donde quieras.

-Un lugar para que estemos solos…-por un momento no podía creer lo que estaba diciendo.

-Conozco un lugar.

-Llévame.

Me dio otro beso en los labios y tomó mi mano, nos dirigimos a la barra y pagó por mi consumo junto con el suyo. Salimos a toda prisa del lugar, tanto que ni siquiera me di cuenta que Memo, el chofer de mi amiga me vio e intentó hablarme, pero yo hui con el desconocido para después abordar un taxi con rumbo desconocido.

Llegamos a una especie de Motel, llamado V Boutique, no era cualquier lugar, era de alto poder adquisitivo, una habitación preciosa, no tanto como la del Sheraton, porque era de otro giro, un ambiente muy sensual, pero sin perder la elegancia. Una luz roja apenas iluminaba la estancia, una cama King size, jacuzzi, la decoración muy sui géneris.

-¿Te gustaría tomar algo…? Perdón no sé tu nombre.

La verdad yo no quería tomar nada que no fuera a él.

-Rebeca.-respondí.

-Mucho gusto, mi nombre es Francisco…

Me acerqué a él y le di la mano, la sostuvo un momento y después la besó. Me aventuré a besarlo y mientras lo hacía, ayudarlo a deshacerse de su saco, sus manos sostenían mi cuello mientras me besaba el rostro, volviendo a mis labios y permanecer asa mientras desabotonaba su camisa. Sentí de golpe su aroma a Paco Rabanne, nunca me había excitado tanto con un olor, su pecho era una alfombra de vello rizado, oscuro contrastando con su blanca piel, era un hombre mayor, pero estaba en perfecta forma. Sus labios por mi cuello y yo desabrochando su cinturón, ya sin pudor alguno, quería llegar hasta las últimas consecuencias mientras me repetía en mi mente “Esta vez, solo esta vez”. Sus pantalones cayeron hasta llegar a sus rodillas.

-Te ayudo…-susurró mientras me volteaba para bajar el cierre de mi vestido y liberarse de su pantalón.

-Gracias…-observé mi reflejo en un amplio espejo que había frente a mí y definitivamente eran dos los desconocidos, Francisco un hombre al que acababa de encontrar en un bar y Rebeca, una mujer que nunca en mi vida había visto y que había llegado aquí esta noche, dispuesta a todo, a no dominar sus instintos, mucho menos sus deseos, iba a entregarme a este extraño e iba a ser lo que jamás imaginé en toda mi vida.

Bajó mi cierre lentamente, y sentí sus labios pasearse por mi cuello, mientras con sus manos se deshacía de la tela que me cubría, quedamos semi desnudos, uno muy cerca del otro, en mis nalgas sentí la dureza de una poderosa erección.

-De haber sabido me habría puesto algo más sexy…-exclamé sin tener conciencia de lo que estaba diciendo, mi estado de ebriedad me hacía expresarme todo tal cual lo sentía.

-Te ves hermosa.

Sonreí y el me abrazó por la cintura, ambos nos vimos al espejo y comenzamos a reír.

-Estamos pedísimos ¿Cierto? -Pregunté.

-Un poco, pero aun consientes.

-Creo…

Sus labios buscaron mi cuello, sus manos subieron a mis pechos, apretándolos suavemente, me di la vuelta y seguí besándolo, encaminándolo hacia la cama, nos sentamos en el borde y volví el mareo.

-¿Segura estas bien? SI quieres podemos parar y te pido un suero o algo…

-No…por favor, no esto no puede quedarse así.

-Me preocupa que te sientas mal…

-Pues hazme sentir mejor.

Sonrió y con sus manos acariciaba mis piernas, me beso una vez más, y poco a poco nos fuimos recostando en la cama, sus besos exploraban mi cuerpo, del cuello a mis pechos, mi vientre, piernas y al ponerse en medio de ellas di un respingo.

-Tranquila, si no quieres no lo hago.

-Perdón es que es algo a lo que todavía no me acostumbro jaja. -me reincorporé para sentarme.

-No haré nada que no quieras. Quizá estas un poco nerviosa, pero si quieres podemos parar.

-No quiero parar.

Me quité el sostén y dejé libres mis senos, él se recostó a mi lado y comenzó a acariciarlos, mientras me besaba. Era extraño porque aun cuando no lo conocía ni sabía nada de él, su sola presencia me daba una paz y seguridad absoluta, mis sobresaltos eran producto del alcohol, pero estoy segura de que si no hubiera sido por mi estado nunca habríamos acabado en ese motel. Sus besos eran suaves, tiernos, sus caricias más agiles, sus labios en mis senos, su lengua alrededor de mis pezones, me hicieron estremecer, si bien la sensación era muy distinta a lo que Pablo me había hecho sentir, no era para nada despreciable, era suave, como una brisa, su mano invadiendo mi intimidad, sus dedos introduciéndose delicadamente en su interior, logró hacerme lubricar aún más en cuestión de segundos.

Volvió a ponerse sobre mí y a besar mi pecho, mi vientre, hasta llegar a mi zona intima, despacio me despojó de las bragas y hundió su rostro en mi monte de venus, en mi entre pierna, besando, lamiendo, mordiendo delicadamente, solté suspiros prolongados, estaba como en un estado de trance, pero sentía perfectamente todo lo que él me hacía, no desatendía ninguna sensación. Con sus dedos abrió mis labios vaginales e introdujo su lengua haciéndome soltar un gemido tembloroso, continuó explorando mi sexo con su lengua, mientras yo recibía ese enorme placer, que me hacía arquear la espalda, suspirar, aprisionar su cabeza con mis piernas, empezaba a descolocarme y al mismo tiempo a relajar mi voluntad.

-Ohhh…así…

Y el continuaba comiéndome el coño, no tuve tiempo de compararlo con Pablo, me centré en el placer, acariciando su cabeza, sintiendo la piel y la textura lisa debido a la ausencia de cabello, la luz roja hacía que todo pareciera aún más surreal, con sus labios estiraba los míos, mordía ligeramente, su lengua entrando y saliendo hasta que logró encontrar mi punto G y con la punta de su lengua empezó a estimularlo gradualmente, cerré mis ojos, pidiéndole, suplicándole que no se detuviera, mi respiración entre cortada, mi cuerpo completamente tenso se preparaba para recibir un inminente orgasmo, que cuando llegó fue como un tsunami, arrasó con todo, con mis dudas, con el poco rastro de inseguridad que quedaba en mí. Esa era yo, una mujer que era atractiva para un hombre, un hombre al que no estaba pagándole por su compañía.

Sentí sus labios en mi rostro, besándolo, su nariz acariciando mis mejillas, la calidez de su mano en mi vientre, cuando recuperé la conciencia estaba junto a mí, iluminado tenuemente por la luz roja de la habitación.

-Eso fue increíble. –le dije. - muchas gracias.

-¿De qué? Fue un placer. -sonreía o al menos eso parecía.

-¿Quieres continuar?

-Sólo si tú quieres…

-Sii..pero, necesitamos preservativos.

-¡Claro!

Se levantó a hablar por el interfon y pedir a la recepción que nos llevaran unos, regresó conmigo, que ya me había sentado, cubriendo mi desnudez con las sabanas.

-¿Puedo pedirte un favor? .-me preguntó.

-Dime…

-Puedo encender la luz, me gustaría verte bien, por lo menos un momento. ¿O rompería el encanto?

Lo dudé por un momento, pero finalmente accedí, encendió la luz y nos tallamos los ojos, riendo, poco a poco los fuimos abriendo de nuevo y nos observamos, se acercó a mí, sonriendo, tan pacifico, tan tranquilo, como si me conociera de toda la vida.

-Eres una mujer muy bella, Rebeca.

-Gracias…-respondí sin evitar sonrojarme. - tú también eres guapo.

-Gracias, no tanto como tú…

Volví a sonreír, pero tomo mi barbilla y me beso en los labios, era increíble lo fácil que fluían las cosas entre nosotros, nos entendíamos muy bien para ser un par de extraños. El sonido de la ventanilla de servicio nos interrumpió y el acudió a recibir y pagar los preservativos.

-Creo que ya todo está bajo control…

-Sí.

-Que bella sonrisa, creo que esta es una noche que no olvidaré.

-Yo tampoco…-respondí intentando recordar su nombre, sin éxito.

Me dio pena preguntarle, así que mejor me acerqué a él, besándolo, colocándome encima, con toda la confianza del mundo, mis caireles caían en su pecho, como una lluvia, sonreíamos mutuamente, nos besábamos, sus manos en mi cintura, correspondiéndome plenamente, sin un interés de por medio, casi logro creer que yo le gustaba de verdad.

Le bajé los boxers negros, no sabía que iba a encontrar y ciertamente no era un pene enorme como el de Pablo, era bastante promedio, pero grueso y con una cabeza protuberante y rosada a mas no poder.

-No es muy grande. –me dijo sonriendo apenado.

-Es perfecta…

-¿Tú crees?

Y la introduje a mi boca a modo de respuesta.

-Oh, Rebeca…

Yo interpreté eso como algo positivo, así que continué deslizando su pene en mi boca, entrando y saliendo, empujándolo con mi lengua, lamiéndolo, succionándolo, noté como se hinchaba, como palpitaba al sentir mis caricias húmedas, era algo distinto, pero delicioso, excitante, sentía el relieve de sus venas, saboreé la cabecita rosada de la cual salió un poco de líquido pre seminal, que degusté sin ningún reparo.

-Ufffffffff… ¿Cómo haces eso? Una mujer tan hermosa como tu…que rico, eres una delicia, Rebeca.

Sus palabras me incitaban a ir por mas, deslizando mi lengua desde su frenillo hasta sus testículos, que, aunque tenían vello no era motivo para que los rechazara, los aprisioné en mi boca, estirando con mis labios la piel, mientras con mi mano lo comencé a masturbar. Todo aquello nuevo que había aprendido con Pablo, podía llevarlo a la práctica con quien ahora sé, se llama Francisco.

-Si sigues así terminaré…

-Me gustaría, pero me gustaría más sentirte…

Sonrío y mientras lo masturbaba, el destapó el reservativo y juntos lo colocamos, me miró y sonreía, me besó casi indefinidamente, me recosté de lado y sus labios recorriendo todo mi perfil, mi espalda, mi sien, mis labios, así de lado, levantó mi pierna, buscó a tientas la entrada de mi vagina, que para ese momento seguía empapada, y poco a poco introdujo a cabeza de mi pene, sacudiéndola, rozando mi clítoris.

Mis gemidos se incrementaron al sentir su pene entrar por completo en mi interior, su mano subiendo y bajando acariciando mi vientre, mis senos, metiendo y sacando su verga de mi interior, que debido a lo lubricada que estaba, lo hacía con una facilidad deliciosa, después sus dedos descendieron a mi punto G y procedieron a estimularlo al compás de sus penetraciones, mis gemidos se descontrolaron y los suyos no se hicieron esperar.

-Rebeca, Rebeca, eres una delicia, Rebeca.

-Ahhhh, así…así cógeme, no te detengas.

-Todo lo que quieras, lo que me pidas.

Y continuó así todo lo que pudo, hasta que me subí a él, introduciendo su pene en mi coño, hundiéndolo lentamente, comencé a moverme, sus manos en mis tetas, sus labios buscando mis pezones, yo girando mis caderas, gimiendo, casi gritando, el aferrado a mis nalgas, comiéndome los pezones.

-Date la vuelta cariño.

-¿Qué?

Y así como estaba me hizo voltearme de forma de que quedara viendo hacia sus pies, sostuvo mis nalgas con sus manos y volvió a penetrarme, lo hizo con más fuerza, ese placer llenaba mi cuerpo por completo, mi vagina inundada hacía ruidos que me causaban más excitación, volvió a acomodarse y me coloqué en cuatro mientras empezó a embestirme salvajemente, sus manos en mi cintura, apretando, bajando a masajear mis nalgas, nuestros jadeos mezclados, disfrutando cada segundo de nuestro encuentro, nuestro cuerpos volviéndose uno solo, creí que iba a estallar en cualquier momento.

Pero el me dio tregua, recostándose sobre mí, volvió a buscar mi boca y nos comimos mutuamente, devoró mis pezones, como arrancando hasta la última gota de energía de mi cuerpo, y de nuevo sentí tu su verga invadir mi sexo, mis piernas en sus hombros, yo estaba incontrolable, jadeando a mas no poder, cansada, pero disfrutando, gozando ese que era mi primer encuentro sexual, de placer mutuo, sin pagos, sin compromisos, solo dos almas que se encontraron, se atrajeron y decidieron culminar la noche, juntos, unidos, disfrutándose, por el simple placer de hacerlo.

Sus embestidas aumentaron a ritmo casi animal, entrando y saliendo, mis piernas enredadas en sus hombros, sus manos amasando mis tetas, todo dejó de existir, podía ver su rostro, rojo, sudoroso, sus expresiones de placer, sus exhalaciones, gemidos, diciéndome lo mucho que estaba gozando hacerme el amor…y llegamos, llegamos juntos, y aun después de terminar, él no se detuvo, siguió dándome hasta desvanecer sus movimientos.

Cayó rendido a mi lado.

-¿Podrías abrazarme, Rebeca?

-Claro que sí…

Me había dejado sin aliento, pero lo abracé, estábamos cansados, todavía ebrios, me rodeo con sus brazos y nos enredamos bajo las sabanas, escuché recuperar el ritmo pausado de su respiración.

-Ha sido increíble, Rebeca…qué placer encontrarte.

Apenas pude oir lo que decía, pues me quedé dormida sobre la alfombra de su pecho.

Desperté sobresaltada un par de horas después…sentí un dolor de cabeza espantoso, poco a poco fui aterrizando en ese plano, miré a mi lado y había un hombre completamente muerto. Lo toqué con cierto temor, pero no se movió, me asusté un poco y me acerqué para comprobar si respiraba, lo hacía. Me alejé poco a poco hasta bajarme de la cama. ¿Qué demonios había hecho la noche anterior? Y vino a mi mente un flashback, Lucía, el bar, la borrachera que me puse, como había conocido a un hombre y habíamos terminado en ese cuarto cogiendo como nunca en la vida.

-Dios mío, no puede ser…-dije muy bajito para que el individuo no pudiera escucharme.

Busqué mi bolso por todo el cuarto, consulté la hora en mi móvil, eran 15 para las 6am ¡Imposible! En dos horas debía estar en el despacho con Diego y el nuevo cliente, una psicosis me invadió, sentimientos de culpa, arrepentimiento ¿Cómo pude hacer lo que hice? No sabía quién era ese tipo dormido a mi lado ni siquiera podía recordar su nombre, el dolor me taladraba el cerebro, no sabía qué hacer y resolví que la mejor idea era escapar de ahí, fue un shock, sin saber de qué estaba huyendo, me vestí a como pude, no encontré mis bragas por ningún lado así que decidí darlas por perdidas, di una última mirada al hombre que descansaba, era realmente guapo, suspiraba tranquilo, quizá él también se arrepentiría de haber estado conmigo, pero no iba a quedarme para presenciarlo, entonces pues sin hacer ruido y con zapatillas en mano, abandoné la habitación.

Como rayo entré a mi departamento, me empecé a desvestir antes de llegar al baño, hice el mayor de mis esfuerzos por ducharme a la velocidad de la luz, se me estaba haciendo increíblemente tarde, no tuve tiempo de secarme el cabello, apenas pude maquillarme para no parecer una momia, estaba desesperada, seguro el cliente ya estaba por llegar o era de esos que llegan una hora antes.

-¡No puede seeeeeeeeeeeer! ¿Pero cómo se me ocurre irme de borracha y acabar sabe Dios con quién?

Salí corriendo, no me sentía en condiciones de conducir, no sabía si tenía resaca o aún seguía ebria así que llamé a mi asistente para pedirle que me consiguiera unas aspirinas, un suero y algo ligero de desayunar, no había comido desde hace horas, me sentía terrible y aun no alcanzaba a comprender lo que había hecho, realmente era como si no hubiera sido yo, pero no tenía tiempo para seguir cuestionando mis actos estúpidos, debía llegar al despacho cuanto antes. El Uber me llevó hasta el despacho, y mi asistente me esperaba en la entrada con un café cargadísimo.

-Gina ¿Ya llegó el cliente?

-No, Contadora, pero el Licenciado Diego ya la está esperando.

-Se me hizo tardísimo me va a matar.

-Le dije que había llamado para avisar del retraso, la está esperando en la sala de juntas, tranquila que el cliente ni siquiera se ha comunicado.

-¿En serio? Son casi 8:30. gracias Gina.

Recibí el café, el agua y las aspirinas y subí tan rápido me fue posible en el ascensor.

-¡Por Dios Rebeca! ¿Dónde chingados estabas? Tienes suerte de que el Dr. Santaella no ha llegado ¿Qué pasó? No me digas que se te olvidó…

-Soy una estúpida, Diego, perdón, perdón, me quedé dormidísima. –respondí mientras me engullía las aspirinas y tomaba agua con desesperación.

-¿Estas cruda, Rebeca? ¿Bebiste?

-Diego no tienes idea de lo que pasó en serio que…

Pero teléfono sonó y era Frida, la asistente de Diego, anunciándonos que el Dr. Santaella había llegado, mi amigo dio la orden de que lo hicieran pasar.

-Por Dios Rebeca, eres un desastre...más te vale que me ayudes a convencer a este cliente.

-Claro que sí, claro…

Tocaron levemente la puerta. Diego acudió a abrir.

-Adelante, por favor Doctor, lo estábamos esperando. Mira Rebeca, quiero presentarte al Doctor Santaella, Doctor, ella es mi amiga y socia, la contadora Rebeca Solares.

En ese momento quería que la tierra me tragara, mis piernas temblaron como gelatina, mi lengua se secó y el dolor de cabeza se intensificó a tal punto que me vino un mareo. El doctor Santaella, era ni más ni menos, que el tipo con el que había pasado la noche y que me había hecho el amor como nunca nadie en mi vida.

-Francisco Santaella, un placer…