La segunda vida de Rebeca Capítulo 4

Rebeca se hace un cambio de imagen y se vuelve a reencontrar con Pablo, quien la hace reflexionar sobre el rumbo que debería tomar su vida.

Hola a todos! Aqui estoy de nuevo retomando esta historia espero que mi regreso sea del agrado de todos, aqui las primeras partes del relato por si no lo han leido:

PARTE 1: https://www.todorelatos.com/relato/165105/

PARTE 2: https://www.todorelatos.com/relato/165145/

PARTE 3: https://www.todorelatos.com/relato/165279/

CAPÍTULO 4

Lucía estalló en sonoras carcajadas que hicieron sobresaltar a una de las empleadas de la estética a donde me había llevado a que me hicieran un cambio de imagen y que en ese momento se encontraba haciéndole pedicure. Habían pasado dos semanas de aquellos sucesos y les acababa de contar a ella y a las tres chicas que nos atendían toda la historia con Pablo y como había llegado ahí, si bien quería que todo fuera discreto un par de vasos de whiskey me hicieron soltar la lengua.

  • ¿Lo volverás a ver? –me preguntó Lucía con sumo interés.

-Esta noche.

Soltó una risotada mientras las empleadas ya no pudieron disimular sus risas.

-Te lo dije mana, era lo que necesitabas y aunado a tu nuevo look, vas a romperla como nunca antes.

-No sé cómo lograste convencerme de hacer esto.

-Tú misma sabes que te lo mereces y prepárate que todo este ritual lo haremos por lo menos una vez a la semana.

Suspiré a modo de conformidad, lo cierto es que, aunque había renovado por completo mi guardarropa con prendas modernas pero que no me hacían ver como una vieja ridícula intentando parecer una jovencita, si eran de un estilo que para nada se comparaba al que había tenido durante tantos años. Lucía podía ser lo que fuera, pero era una mujer elegante y de buen gusto, además que no dudó en aconsejarme y guiarme en esta transformación que siendo completamente sincera era necesaria para mi nueva vida.

Cuando vi mi nueva imagen reflejada en el espejo, me costó trabajo reconocerme, sabía que era yo, pero me veía muy diferente. Me atreví al corte cabello, después de toda una vida de usarlo a media espalda y ahora me caía a la altura de los hombros, rayitos rubios sobre una base castaña más clara que la de mi color natural, disimularía muy bien las abundantes canas, depilación de cejas, maquillaje, vestido de coctel, medias negras, zapatillas de aguja y tacón bajo. En verdad era otra mujer.

  • ¿Ya ves lo hermosa que eres? –oí decir a Lucía.

-Es como si hubiera muerto y vuelto a nacer…

-Así fue, la antigua Rebeca desapareció para darle vida a la nueva mujer, dispuesta a aventurarse y a disfrutar de nuevas experiencias, va a iniciar una nueva etapa con mucha energía y sobre todo con muchas ganas de ser feliz.

Me emocioné hasta las lágrimas, aun hoy después de que ha pasado un tiempo, mi cuerpo se estremece al recordar lo que sentí al verme transformada, pasar de ser una mujer “fea”, insípida, que pasaba desapercibida a una dama elegante, que atraía varias miradas a su paso. Esa noche había quedado con Pablo para nuestro segundo encuentro, en el lujoso Sheraton en Reforma, llevaba puesto un vestido negro con escote en V y manga larga transparente con una falda bajo la rodilla, estaba un poco ceñido a mi cuerpo, lo cual me hacía sentir un poco incómoda. Mi cabello estaba ondulado para la ocasión, el maquillaje un poco cargado…en verdad me veía fantástica.

Llegué al bar del hotel y busqué a Pablo con la mirada, pude darme cuenta que muchos caballeros me veían y alguno que otro me sonreía, lo que conseguía aumentar mi nerviosismo. Descubrí a mi cita de esa noche sentado en la barra, respiré profundo y me dirigí hacia él, estaba muy guapo, más que el día en que nos conocimos, no le mencioné de mi cambio, pero seguro él se imaginaba que al citarlo en un lugar tan elegante debía vestirse para la ocasión, así que fue ataviado con un traje negro que lo hacía ver como un galán de cine.

Me acerqué y le toqué el hombro, él se dio la vuelta y cuando sus ojos se encontraron con los míos, no pudo contener su asombro. Su reacción me provocó una sonrisa, aun así estaba casi segura de que no sabía que era yo.

  • ¿Si sabes quién soy?

Se acercó un poco más para mirarme, tanto que nuestros alientos podían fusionarse, en sus ojos había dudas, pero si de algo estoy segura es que habíamos conectado de una forma muy especial y que yo no era una simple clienta para él…había cierta atracción.

-¿Rebeca?

-Sí…disculpa la tardanza, el tráfico está de locos.

-¿Pero qué te hiciste? ¡Te ves espectacular!

Y acto seguido me estrechó en sus brazos, mi cuerpo tenso se soltó poco a poco y correspondí a su calidez, lo abracé tiernamente mientras sentía que sus manos bajaban a donde la espalda pierde su nombre. Me dio un tierno beso en la mejilla, mientras aspiraba mi aroma, lo cual me provocó un delicioso escalofrío. Finalmente me soltó y procedió a besar delicadamente una de mis manos.

-Decidí cambiar un poco mi look

-Wow…de verdad que te sienta muy bien este cambio, resalta mucho tu belleza.

-Gracias, Pablo.

En ese momento tomó una rosa roja que descansaba en la barra del bar y me la entregó, sentí como mis ojos se aguaron, hacía muchísimos años que nadie tenía un detalle de ese tipo conmigo, yo sé que estaba pagando por sus atenciones, pero realmente tenía una forma muy especial de ser con sus clientas, hacían que cada peso valiera la pena.

-Espero aceptes este detalle, como muestra de esta nueva amistad.

-Muchas gracias, Pablo, eres muy amable.

-Gracias a ti, por permitirme acompañarte esta noche. ¿Quieres tomar algo antes de subir?

-Sí, por favor.

Me ayudó a sentarme y ordenó dos whiskeys mientras platicábamos de todo y de nada, me contó que el negocio del spa iba prosperando más rápido de lo que pensaba

,

que iba a necesitar que alguien le llevara la contaduría y todo lo relacionado con la declaración de impuestos, quería llevar ese negocio como Dios manda. Lo felicité por el éxito de su proyecto y le hablé de los servicios del despacho, ofreciéndole mi ayuda profesional.

-Me gustaría que pudiéramos manejar esto solamente entre tú y yo. –dijo a toda respuesta.

-¿Cómo?

-Sí, si me añades como un caso más al despacho, tendrías que dividir las ganancias con los demás. Me gustaría que este trabajo fuera solo tuyo y tú disfrutaras de lo que ganes sin tener que compartir con nadie. Hazme un presupuesto y yo te pagaré lo que me pidas.

Nos llevaron otra ronda de whisky y di un sorbo profundo, no sabía como interpretar lo que Pablo me estaba pidiendo.

-Yo te pago por tu compañía ¿Tú me pagarás por llevar tus asuntos contables y fiscales?

-Así es, negocios son negocios, querida.

-Es algo raro ¿No?

-No para mí, hago negocios con mis clientas todo el tiempo.

-¿Ah sí?

-Mi dentista, a quien le pago por sus servicios muy aparte de eso, me paga por darle los míos. Capitilismo puro y duro, hermosa Rebeca.

Sonreí.

-¿Entonces aceptas?

-Está bien, pues tendremos que ponerme al tanto de tu situación y partir de ahí.

-Genial, creo que eso lo veremos otro día…hoy deberíamos ocuparnos en pasarla bien.

Con una de sus manos acarició mi rostro, y me dio un beso en los labios. Di un respingo.

-¿Qué pasa?

-Pe…perdón, es que te dije que soy casada.

-Oh disculpa, por un momento lo olvidé.

-No pasa nada, es decir…ya no importa si alguien nos ve pero…la fuerza de ese maldito papel aun me puede.

-No eres feliz…

-No sé lo que es ser feliz desde hace mucho.

-¿Por qué sigues ahí? ¿Qué te ata? ¿Hijos? ¿Dinero? ¿El qué dirán?

-Sinceramente no lo sé…creo que sólo es el miedo de enfrentarme a lo desconocido. Mis hijos ya son mayores, el dinero me da igual ya que tengo un buen empleo y el qué dirán…me siento más avergonzada de estar casada. Es algo complejo aun con todo eso.

Pablo un trago a su bebida y se quedó pensando.

-¿Cuál es tu historia Rebeca?

Solté un suspiro, pedí otro whisky y comencé a platicarle todo, desde el inicio y el desenlace de mi patético matrimonio, sentía tanto pesar, empecé a inquietarme, a incomodarme. Hablar de Esteban y mi vida a su lado me llenaba de negatividad, de enojo y frustración, no sabía que más decir al respecto, no tenía más que palabras de desprecio en contra de la persona que había sido mi pareja por 25 años. Pablo me escuchó atentamente, me acariciaba la mano, los hombros, sus ojos fijos en mí y yo me sentía importante para alguien, aunque sabía que estaba pagando por ello, era mejor que una terapia.

-Rebeca aun con mayor razón pienso que deberías poner fin a esa historia, por lo que me cuentas y escuchando como lo dices, ese matrimonio no es más que un lastre en tu vida, una pesada losa sobre tu espalda y creo que mereces más.

-No sé porque simplemente no puedo soltarlo y ya.

-Porque tú crees que eso es lo que tú eres, porque has estado inmersa en eso por muchísimo tiempo. Míralo así, es como extirparte un tumor que ha estado ahí de nacimiento, da temor quitárselo porque podemos pensar que nuestra vida puede estar en riesgo, pero en realidad es la solución que da como resultado una vida mucho mejor.

-Tienes razón, Esteban no es más que un asqueroso tumor en mi vida

Pablo soltó una carcajada que me provocó una amplia sonrisa.

-Se ve que lo odias, pero creme no deberías.

Lo miré con extrañeza

-Me vio la cara de idiota, Pablo, me hizo renunciar a lo que yo quería en la vida por apoyarlo y se olvidó de mí en el camino…no me pidas que no lo odie.

-El odio es un sentimiento negativo, no te deja avanzar, aunque te divorcies de él, aunque te vayas e inicies tu vida desde cero si sigues odiándolo no serás feliz. Perdónalo, deséale lo mejor y después déjalo ir. Es la única forma en la que sin pesares, ni rencores, sin un pasado cargado de impuestos podrás darle la bienvenida a la que podría ser la mejor época de tu vida y la verdadera felicidad.

Pablo hablaba con mucha madurez e inteligencia emocional, me sorprendía.

-Te doblo la edad y me das consejos que ni a mí se me habría podido ocurrir.

Él sonrió y me pidió que brindáramos por eso.

-Rebeca estas dolida y es natural, cuando estamos así no podemos ver mas allá, por eso es bueno pasar ese duelo acompañados, quizá tus amigos, un terapeuta, tus hijos incluso un servidor. Yo sé que tenemos una relación profesional pero eso no me quita que sienta empatía por ti. Eres una mujer maravillosa y si en algo puedo ayudarte aunque sea dándote una palabra de aliento lo haré.

Sonreí abiertamente, me encantaba hablar con ese chico, con ese hombre joven, maduro, interesante. No me importaba tener que pagarle, podía escucharlo toda la noche.

-Mi querida Rebeca, al final de toda la decisión es tuya, eres una mujer inteligente y sé que llegarás a una resolución por tu propio bien, mientras tanto aquí estoy para hacerte olvidar un momento tantas cosas que te aquejan, permíteme consentirte.

-¿Quieres que subamos?

-Me muero de ganas…

Después de dedicarme una sonrisa muy sensual, pagó por los tragos y de su brazo me condujo a los elevadores del hotel. Mi corazón palpitaba a mí por hora, no sabía si la segunda vez sería tan buena como la primera, llevaba esperando con ansias el día en que volviéramos a estar juntos, ciertamente esta faceta del sexo que yo no conocía hasta que estuve con Pablo era algo que me encantaba y no quería dejar de experimentar.

La habitación del Sheraton era hermosa, todo lo que mi dinero podía pagar, me encantaba la decoración, había champaña, fresas, velas por todos lados. Pablo había reservado la habitación y la adecuó muy a su estilo. El ventanal estaba libre de las cortinas y se podía apreciar las luces de la imponente CDMX, era el ambiente perfecto descrito en esas novelas eróticas, era tan increíble para mí que el solo hecho de contemplar algo tan bello hiciera que mi excitación y deseo incrementara.

Y ahí estaba yo admirando la ciudad que no dormía, cuando Pablo se paró detrás de mí y pude sentir sus manos recorrer mi vientre, sus labios sintiendo el aroma de mi perfume en mi cuello, besándolo, lamiéndolo. Empecé a sentir su miembro endurecerse contra mi trasero, su mano colarse en el interior de mi vestido, me recargué en su pecho y empecé a disfrutar sus caricias, tenía el alma dispuesta, sentía menos temor y nerviosismo que la primera vez.

Bajó poco a poco la cremallera de mi vestido, la inseguridad volvió a mí al recordar que llevaba una faja que ocultaba bien mi sobrepeso todo para poder usar bien ese vestido ceñido al cuerpo. Me sonrojé.

-Soy una tramposa

-Para nada, esto es normal. –respondió sonriendo.

Dejó caer mi vestido y quedé en ropa interior, poco a poco se fue deshaciendo de la faja y me contempló por unos instantes.

-Lo natural me gusta más.

-Me veo horrible.

-Claro que no…

Comenzó a acariciarme el vientre y a besarme en la boca, introduciendo su lengua, enredándola con la mía. Fue bajando a mi cuello y a mis pechos, que se hallaban escondidos en un sostén de encaje, idea de Lucía.

-¿Qué es lo que te preocupa Rebeca?

-Esto…-respondí sosteniendo mi lonjitas.

-¿Temes que no me guste?

-Pues no sé, al final te estoy pagando te guste o no.

-Mmmm a ver, ven…

Tomó mi mano y se sentó en el sofá que había en la habitación, hizo que me sentara en sus piernas, como una colegiala.

-Yo sé que me estas pagando y te daré el mejor de los servicios, pero no soy de palo. Yo elijo a mis clientas, si bien puedo estar con quien pueda pagarme, jamás he estado ni estaría con alguien que no me agradara.

Me quedé pensativa.

-¿Esto es lo que te preocupa? –me dijo mientras acariciaba mi abultado estómago. –esto se quita, con ejercicio, con esfuerzo, con un cambio de alimentación, con mucho empeño, con amor propio…y yo te puedo ayudar, como amigo.

-¿Harías eso por mí?

-Claro que sí, tenemos la suerte de que también me dedico a eso jaja

Reímos juntos y el volvió a besarme.

-Me gusta tu cuerpo, independientemente de que me pagues por hacerte sentir cosas deliciosas, pero tú no te gustas y eso lo entiendo, solo quiero que sepas que hay una solución que sería estupendo que llevaras a cabo, será parte de tu transformación.

Asentí. Pablo me pidió que me quedara sentada en el sofá mientras el bajaba, yo estaba más tranquila por sus palabras, pero aún muy excitada, tenerlo cerca tocándome me provocaba demasiado. Me puso al filo del sofá y se colocó en medio de mis piernas, comenzó a besarlas poco a poco, a lo largo y ancho de mis muslos, mi entrepierna hasta llegar al área de mi pubis aun atrapado en las bragas de encaje. Aspiró su aroma, lo llenó de besos y pasó su lengua por encima, lo cual me hizo estremecer y gemir prolongada mente, me fue quitando lentamente aquella barrera de suave tela que nos dividía del placer, y con mucho cuidado empezó a tocar mis labios vaginales, no pude resistirlo y empecé a lubricar muchísimo con cada ágil movimiento de sus dedos, mientras hacía esto seguía besando mi entrepierna y acariciándome, de un momento a otro, introdujo su lengua en mi vulva y comenzó a hacerme un oral muy lentamente, yo no podía con tanto placer, era incluso mayor al de la primera vez, porque ya me sentía más tranquila y en confianza.

Mis gemidos llenaron la habitación, mis piernas aprisionaron sus hombros, su lengua seguía recorriendo mi sexo hasta llegar a la entrada de mi cueva, comencé a escurrir más y más, su lengua se abrió paso en el interior de mi vagina, sin darme cuenta comencé a gritar, a jadear, no me importaba nada más que el placer que estaba experimentando, todo dejó de existir alrededor, solo éramos el placer y yo, porque sí, me olvidé incluso del mismo Pablo, sólo podía pensar en el inminente orgasmo que se venía y que me arrolló con una intensidad casi aturdidora. Terminé en su boca y fue maravilloso.

Sus besos en mis pechos me hicieron volver a la realidad y pude sentir que lo tenía casi encima, no pude hacer más que desabotonarle la camisa mientras el intentaba desabrocharse el pantalón, yo estaba ciega de deseo, me desconocía pero no me importaba, tenía ganas de coger con ese hombre hasta quedar exhausta y cuando lo tuve desnudo frente a mí, no pude más que agradecer a mi propia valentía el atreverse a vivir algo así.

Esa enorme erección apuntando hacia el cielo de la habitación hacía todo porque la acariciara, tomé su pene con una de mis manos, era tan grande, tan perfecto, solo lo vi cerrar sus ojos, ahí en ese lugar a media luz, aún podía ver su bella imagen, comencé a masturbarlo siguiendo sus indicaciones. Tenía mucho que aprender y estaba dispuesta a hacerlo, el ritmo de la paja aumentaba, yo pocas veces había hecho esto, mucho menos el sexo oral era algo que siempre me había parecido asqueroso, pero en esta ocasión me moría de ganas por realizar.

-¿Puedo probarla con mi boca?

Él me miró asombrado, pero contento.

-Claro cariño…adelante.

Miré fijamente su pene que parecía palpitar entre mis manos y comencé a pasar lentamente mi lengua por su glande. Pabló soltó un suspiro, es lo que me encantaba de él, lo que me hacía saber que no estaba fingiendo, sentía el mismo placer que yo, sin importar estaba dispuesto además de dar, recibirlo. Recorrí su enorme verga con mi lengua, el de pie y yo sentada en el sofá, era una escena tan excitante y así poco a poco la fui introduciendo en mi boca, tenía años que no hacía esto, Esteban siempre me lo pedía pero a mí no me gustaba para nada, ahora entiendo que jamás supo cómo conseguir eso de mí, su sexo era aburrido y hasta abusivo, nada que ver con Pablo.

-¿Qué pasa Rebeca?

Saqué su pene de mi boca y respondí:

-Nada ¿Por?

-Te detuviste…

-Ah…pues es que no sé ¿No se hace así?

Pablo sonrió, seguro le causaba gracia que yo era una neófita en estas cosas, me metí su enorme cosa a la boca y me había quedado así sin más.

-Preciosa, tienes que meterlo y sacarlo, usando solo los labios, sin los dientes, vas empujando con tu lengua…asssiiii….

Comencé a acatar sus instrucciones, y le empecé a mamar el pene como nunca lo había hecho, era realmente delicioso, sentir como su dureza entraba y salía de mis labios, como la cubría con mi saliva, como luchaba por introducirla completamente, como la cabecita me rosaba la campanilla. Pablo tomo una de mis manos y la colocó en su pecho, en su vientre y entendí eso como una invitación a acariciarlo sin abandonar la mamada.

Ese increíble pene se eructaba mas, aceleré el ritmo de mis labios en ella, mi sexo estaba inundado en jugos, era increíble, no podía parar, me encantaba darle placer, era inexplicable pero al dar yo también recibía, estuve así por un buen rato hasta que mi boca comenzó a entumirse y lo saqué lentamente de ella. El comenzó a masturbarse con una mano y con la otra acercó delicadamente mi rostro a sus testículos.

-Eres increíble Rebeca, concédeme más por favor…

Sonreí pícaramente, estaba entrando en este juego, me estaba soltando, me la estaba creyendo y no saben cuánto lo disfrutaba.

Mi lengua recorrió sus testículos, grandes y llenos de ese líquido blanco y espeso, me pidió que los succionara y obedecí, lo escuche jadear mientras seguía masturbándose, tenía sus bolas en mi boca, todo lo que podía cuando sentí mi humedad escurrirse en el sofá. Sin abandonar mi faena, toqué mi vagina que en efecto estaba a más no poder, Pablo lo notó e hizo que parara.

-Ya está lista, querida…así que aquí voy.

Recogió un preservativo de la mesa de centro y me lo entregó después de abrirlo.

-¿Recuerdas cómo se coloca?

-Jaja eso creo…

-Te toca practicar.

A como pude le coloqué el condón, mientras reíamos un poco de mi torpeza, le daba risa el que yo dijera que no estaba acostumbrada a esa tecnología. Cuando por fin logré mi cometido, se sentó en el sofá y me pidió subir. Lo hice con mucho cuidado y poco a poco me fui sentando en ese enorme pene que tanto me hacía vibrar.

-Ahhhh…no puede seeeeeer, nada puede ser mejor que esto…-exclamé con la voz entre cortada.

-¿Esto te gusta, querida?

-No tienes idea de cuánto…

-¿Te gustaría moverte?

-Ay no sé cómo hacerlo

-Así lentamente, hacia delante, hacia atrás, despacio…

Me empecé a mover, sus manos desabrocharon mi brasier y comenzaron a amasar mis tetas mientras continuaba meneando mis caderas lo más que podía, hasta que sentí la humedad de su lengua rodeando uno de mis pezones, eso me hizo llegar a un nivel de éxtasis mas fuerte que los anteriores y comencé a moverme más rápido encima de su pene, recuerdo jadear, gemir, gritar hasta quedar casi afónica, sus manos recorriendo mi espalda, aprisionando mis nalgas, dándole pequeñas palmadas.

-¿Te molesta que lo haga?

-No..noo..

Yo no podía articular palabras, solo gozar de su cuerpo, de su miembro invadiéndome mientras no paraba de moverme encima suyo, con sus dos manos palmeaba mi trasero, comiéndome las tetas, hasta que tomo mis nalgas con fuerza y comenzó a embestirme con furia, ambos jadeando, gimiendo con locura, no pude y dejé que me invadiera un orgasmo tan potente como mis ganas de trascender en la vida, era el inicio, el inicio de algo que no podía detener. Miles de cosas pasaron por mi mente, mientras acababa, mientras me venía, arqueando la espalda, con los labios de Pablo en mis pechos y esternón, sentir como se ponía de pie conmigo en sus brazos, como una muñeca de trapo. Me llevó a la cama y me recostó lentamente sin sacar su dureza de mi interior.

Así al borde de la cama, subió mis piernas a sus hombros, y siguió penetrándome lentamente, yo trataba de recuperar el aliento que me había sido arrebatado pero Pablo no daba tregua, entraba y salía de mi sexo, yo no hacía nada por evitarlo, volteé a mi izquierda y las luces de la ciudad parecían tilitar, estaba en la cima de todo y de todos, con un increíble hombre poseyéndome a su antojo, era un cuadro alucinante, esa enorme ciudad que era un monstruo siendo testigo de cada uno de mis pecados y no me importaba, no había marcha atrás, yo no quería parar…quería coger hasta morirme.

Las embestidas de Pablo empezaron a tornarse brutales, mientras poco a poco empezó a quitarme las medias, a besar la piel directamente, a lamerla, morderla, yo sosteniendo mis pechos, en un intento desesperado de no ser arrastrada por ese huracán que me absorbía desde el borde de la cama y lo hizo una y otra y otra vez no pude evitar desplomarme en un orgasmo, cada vez era más fácil alcanzarlos.

-Esto es increíble, nunca había sentido esto…te lo juro

-Y lo que te falta por aprender, querida y no solo conmigo.

Me incorporé poco a poco tratando de asimilar sus palabras.

-¿A qué te refieres?

-No creerás que seré el único hombre en tu vida si es que te decides separar del nefasto de tu marido.

-Cómo crees que estaré con otros…si por eso te pago a ti.

-Lo sé, pero tienes que empezar a ganar confianza en ti, tienes todo para ser deseada por un hombre sin necesidad de que le pagues…

-No te burles de mí…

Le dije y me levanté de inmediato, Pablo había tocado una fibra sensible.

-Tranquila, Rebeca, no te molestes.

-Es que tú piensas que es fácil, me costó mucho aceptar que necesitaba esto en mi vida y como sé perfectamente que ningún hombre estaría conmigo decidí buscar a alguien que lo hiciera así tuviera que pagarle.

Pablo me miró fijamente y su semblante había cambiado a uno más serio.

-Ya para de menospreciarte así. Yo sé que estas herida, que tienes mucho que sanar y el primer paso ya lo diste, pero de ninguna forma voy a permitir que una dama hable mal de sí misma. ¿Qué te preocupa? ¿Tu edad? Te cambiaste el corte de cabello, te lo teñiste, estrenaste ropa, te hiciste manicura, pedicura, te ves hermosa, no importa tu edad. ¿Qué más te preocupa? ¿Tus kilos de más? Ya te dije que eso se quita con dieta y ejercicio, cambio de hábitos nada más. Y aun sin todo eso, habría hombres que desearían estar contigo, pero este cambio lo mereces tú, para amarte mas, para ver lo hermosa que eres en realidad.

Se acercó a mí lentamente y sostuvo mi rostro entre sus manos.

-Mírame a los ojos, Rebeca.

Yo no podía…

-Por favor, Rebeca.

Lo miré y no pude evitar derramar lágrimas, me abrazó.

-Tranquila, piensa que tienes el control de tu vida, que así como te entregaste a mí en este momento por el simple deseo de hacerlo, podrías estar con quien tú quieras y te quiera, debes fortalecer esa confianza y te voy a ayudar.

-¿Por qué haces todo esto por mí?

-Porque la vida no es fácil, Rebeca, porque todos necesitamos una mano amiga, porque no siempre tenemos que estar solos. Así que por favor déjame ayudarte. Tu entrega es hermosa, como tú y yo sé que en algún momento podrás llevarlo a cabo con otras personas, no sólo conmigo.

-No sabría cómo hacerlo…

-En su momento lo sabrás pero ahora estamos aquí y no sé tú pero yo quiero seguir haciéndote gozar.

Nos sonreímos y volvió a cargarme en sus brazos y me recostó en las almohadas de la cama, apagó las luces y comenzó a besarme todo el cuerpo, me dio la vuelta y sus besos cubrieron mi espalda, mis nalgas, mis piernas.

-Déjame mostrarte…

Y acto seguido sentí su lengua recorrer mis nalgas, las separó suavemente con sus manos y comenzó a lamer mi abertura vaginal, mis gemidos se hicieron presentes, mientras apretaba las almohadas ante tales sensaciones. Manipuló mi cuerpo de forma que me colocó a cuatro patas, algo nuevos para mí también, prosiguió acariciando mis nalgas una y otra vez y a saborear mi vagina hasta que llegar a mi ano, lo cual me hizo saltar.

-Tranquila, solo quiero probarlo con mi lengua, no haré nada que no quieras…

-Está bien.

La humedad de su lengua regreso a los pliegues de mi ano, los cuales empezó a lamer con mucha maestría, yo jamás había sentido algo parecido, nunca me habían tocado ahí así que no reprimí mi respuesta, gemía y gemía sin control, sus dedos se adentraron en mi vagina mientras que el seguía comiéndome la cola. Mi mente estaba invadida de estas situaciones tan excelsas, pero también pensaba en que el haberme decidido vivir esto habría valido la pena por cada segundo de placer que Pablo me proporcionaba. Después de un buen rato de darme placer por ahí, se cambió el preservativo y se colocó en posición.

-¿Te han dado de perrito, Rebeca?

-Nunca. Eres el primero

-Qué privilegio, va a encantarte te lo prometo.

Asentí y mientras me tomaba de las nalgas, fue introduciendo la cabeza de su verga en la entrada de mi vulva, solté un gemido que parecía interminable. Ese enorme falo abriéndose paso en mi interior, era tremendamente deliciosa esa sensación, fue llenándome poco a poco y aferrado a mis pompas Pablo comenzó a bombearme lentamente.

-¡Por Dios Pablo! ¡Qué delicia…!

-Pfff la delicia eres tú, créetelo.

-Dame más, por favor, no te detengas…

Y las embestidas aumentaron su intensidad, abriéndose paso entre mis nalgas, yo no dejaba de jadear, de gritar, de disfrutar ese pedazo de carne, Pablo me dio palmadas en las nalgas lo cual me ponía más y más.

-¿Te gustan las nalgadas?

-Si…

-¿Así?

-¡Asiiiiii!

-¿Más?

-¡Máaaaas!

Y cuando menos lo esperé, me penetró más y más fuerte, las palmadas se convirtieron en fuertes nalgadas que brindaban un dolorcito muy rico, el sonido de mis nalgas al chocar con sus piernas, el placer era desmedido, sentí su mano en mis hombros, atrayéndome hacia su cuerpo, enterrando su verga completamente, yo estaba como poseída, temblando, gimiendo, sin control, y él no se detenía, bufaba, aullaba, estaba gozando igual que yo, no estaba planeado, no lo habíamos pensado pero explotamos juntos, en un orgasmo, al unísono, sentí sus manos rodear mi cuello, mientras se descargaba, mientras mis jugos salían disparados, mojándome las piernas, mi rostro enrojecido, mi espalda empezó a recibir sus besos y poco a poco fue saliéndose de mí.

Perdí la cuenta de cuantas veces lo hicimos esa noche, era increíble, yo no tenía condición física pero el deseo me nutría y me hacía aguantar y la juventud y entereza de Pablo, hacía que su virilidad no pereciera ante nada. Me hizo suya, una y otra vez, hasta que los tenues rayos del sol empezaron a filtrarse desde la lejanía. No habíamos dormido nada, me recosté en su pecho y me abrazó fuertemente. Lo oí quedarse dormido y aunque yo también estaba siendo vencida por el sueño. Antes de caer rendida recordé sus palabras, nuestra conversación, que me había ofrecido su ayuda. Yo sí quería esta vida, quería sentir esto muchas veces, incluso me hacía ilusión tener una relación así con alguien a quien no tuviera que pagarle. Se supone que debía estar en casa temprano pero no me importó, esa casa ya no era un hogar, nadie me esperaba, a nadie le importaba, en cambio aquí en este lecho había un hermoso hombre que se había desvivido por complacerme ¿Realmente podía conseguir algo así totalmente gratis? Quería creer que sí. Me quedé dormida, no quería estar en ningún otro lugar.

Dormimos hasta pasado el mediodía, nuestro sueño se vio interrumpido por el sonido del teléfono, desperté para contestar, era la chica de recepción para avisarme que mi tiempo en la habitación estaba por terminar, no lo pensé y le dije que iba a quedarme un día más.

Cuando colgué me di cuenta que Pablo se había despertado y estaba mirándome adormilado.

-¿Te quedarás?

-No quiero ir a casa, a esa casa, ya no quiero regresar jamás.

-¿Cómo?

-Lo pensé bien, Pablo y tienes razón. No tengo porque seguir cargando esa pesada losa, voy a divorciarme. No voy a volver a casa.

Él sonrió como no creyéndosela.

-El despacho está aquí en Reforma así que podré quedarme unos días en este hotel en lo que saco mis cosas de allá y encuentro un nuevo lugar.

-¿Vas a salirte de tu casa?

-No es mi casa, es de ese tipo y sinceramente no me importa dejarlo, ya no me puedo permitir un segundo más ahí.

Pablo se acercó a mi y tomó mi mano para besarla.

-Estás tomando la decisión correcta, querida.

Le sonreí.

Me estiré para alcanzar mi bolso, saqué mi celular y le marqué a Diego.

-Amigo perdona que hable en Domingo pero quiero decirte que por fin lo decidí y quiero divorciarme, me ofreciste tu ayuda asi que por favor, quiero que iniciemos los trámites cuanto antes…sí, te lo juro que estoy hablando en serio.

Mientras hablaba con mi amigo y socio, Pablo comenzó a besarme el cuello, a acariciar mis piernas lo que me hizo perder la concentración.

-Sí Diego, por favor apóyame con eso, si…mira te tengo que dejar estoy un poco ocupada solo quería pedirte esto, hablamos después, chao chao…

Pablo abalanzó sobre mi…el resto es historia.