La segunda vida de Rebeca
Rebeca Solares es una mujer de 48 años, inmersa en un aburrido matrimonio en el cual ya no queda ni rastro de amor. Un duro golpe de realidad le llega cuando descubre que su esposo tiene una amante. Este descubrimiento despierta nuevas sensaciones en ella...
CAPÍTULO 1
5:30 de la mañana, la alarma del despertador me trajo de nuevo a la realidad que desde hace mucho tiempo empecé a detestar, escuché a mi marido emitir un sonido muy parecido a un gruñido a modo de protesta, en claro desacuerdo con la interrupción de ese delicioso estado de paz que sólo el sueño es capaz de brindar. Lo siento removerse pesadamente sobre la cama, se da la vuelta dándome la espalda.
Me quedo inmóvil, tratando de recobrar la conciencia y poco a poco voy aterrizado en este plano sólo para comprender que es el inicio de un nuevo día, un día cualquiera, lleno de ocupaciones, insípido, vacío y de hueva. La alarma vuelve a sonar como un recordatorio de que levantarse es imperativo, me pongo de pie casi de un salto, le doy fin a ese ruido que tanto odio por interrumpir el único momento en el que puedo estar lejos de mi miserable vida.
Esteban se incorpora con mucha pereza, yo ni siquiera lo miro, ya hace mucho tiempo que no somos capaces de darnos los buenos días, de mirarnos a los ojos, ya ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que nos dimos un beso ¿y un abrazo? Sólo viene a mi mente el que nos dimos en año nuevo, que en realidad fue más por inercia que porque nos naciera del corazón. Tomo mi toalla para ir a darme una ducha y entonces le oigo decir:
-Hoy tengo que irme más temprano, dame chance de usar el baño primero.
Quise soltar un bufido a modo de fastidio, tendría que usar el baño de abajo, con una chingada…
Sin responder me dirigí a la puerta cuando nuevamente lo escuché:
-Oye…unos huevitos con jamón ¿No? Bajo en 10 minutos, tengo que salir antes de las 6:30.
Así es, ni siquiera un por favor, eso sólo consiguió aumentar mi ira, mi fastidio, mi hartazgo por compartir el lecho, la casa, la vida con un pinche wey que siempre me hacía dejar a un lado mis planes para que el pudiera realizar los suyos. Arrojé la toalla sobre la cama y salí de la recamara con ganas de que se desplomara la casa y nos matara a todos.
Pase por las recámaras de mis hijos, que contando con 19 y 23 años de edad aún seguían quedándose dormidos y siempre se les hacía tarde para ir a la universidad. Di dos golpes secos en las puertas de cada uno y bajé a la cocina tan rápido como pude, encendí la estufa, puse la sartén a calentar, comencé a hacer el desayuno y a tratar de calmarme, ésta era mi vida desde hacía buen tiempo y tenía que estar acostumbrada. Encendí la radio para despejarme.
“6:55 en la hermosísima Ciudad de México, que despierta con un cielo nublado, hay pronóstico de lluvia debido a una onda tropical que entrará por el pacífico y nos alcanzará durante todo el fin de semana que es puente ¡Ni modo! A tomar los paraguas y el abrigo, recuerden gente, seamos civilizados a la hora de ir a nuestro trabajo y a la escuela…”
Estaba en la aburrida faena de revolver los huevos con jamón y cebolla cuando escuché un sonido extraño que venía desde la barra de la cocina, volteé a ver y era el celular de mi marido que estaba vibrando insistentemente, lo ignoré. El aparato se quedó inerte, la llamada se había perdido, me serví una taza enorme de café, lo suficientemente cargado para que las siguientes horas del día fueran un chiste en lugar de un asfixiante sinsentido. Di un sorbo y el celular volvió a vibrar, subí el volumen de la radio.
Un antiguo éxito musical que me remontó a mis años mozos empezó a sonar, me animé un poco.
Soy un chico de la calle
Camino a la ciudad con mi guitarra
Sin molestar a nadie
Voy cortando cadenas
Estoy creciendo contra la miseria
Y alguna que otra pena
Así es como me sentía, pero en mi caso era envejeciendo contra la miseria de una vida monótona sin motivación y la pena de no sentirme feliz y plena desde hacía muchos años.
Pero pierdo el control
Llego a casa y escucho su voz
Siempre la misma canción
Nene nene que vas hacer cuando seas grande?
Nene nene que vas hacer cuando seas grande?
Estrella de rock -n- roll presidente de la nación?
Nene que vas hacer cuando alguien apriete el botón?
El mugre teléfono no dejaba de vibrar, terminé de preparar los huevos con jamón y encabronada lo tomé para ver si podía atender a quien quiera que fuera y decirle que el señor Riojas no podía responder porque estaba muy entretenido lavándose los pliegues del culo. En la pantalla pude ver un nombre extraño: Ivt. ¿IVT? Cuando quise contestar la llamada se había perdido una vez más, iba a colocar el teléfono como lo había encontrado pero un sexto sentido me invitó a ir más allá.
Sabía que estaba irrumpiendo en la intimidad de Esteban, pero sinceramente me valía madres, iba a mandarle un mensaje a ese tal IVT para decirle que mi esposo lo llamaría en cuanto saliera de hacerse pato en el baño. Busqué en el whatsapp y vi que tenía ya un chat con IVT, para mi sorpresa no era un él sino un ella, en la foto de perfil pude descubrir la identidad de quien con tanta insistencia llamaba a mi marido.
Era una chica joven, de delicadas formas, cabello liso largo y negro, llevaba puesto un traje de baño que dejaban ver unas piernas bien torneadas que combinaban con una estrecha cintura y un par de discretos pechos que a pesar de no ser muy grandes armonizaban perfectamente con ese cuerpo de diosa. No debía tener más de 25 años.
No supe cómo reaccionar ¿Quién chingados era esta vieja? ¿Qué rayos hacia una cosa tan sexy llamándole a mi marido a estas horas? Abrí el chat porque no me iba a quedar con la duda.
Tenía varios mensajes diciendo:
¿Amor estas ahí?
¿Amor? ¿Pero qué chingados? ¿Por qué esta tipa le decía amor a Esteban? ¿Qué demonios estaba pasando? Seguí revisando los mensajes y pronto la verdad quedó al descubierto, Esteban, mi esposo, el hombre con quien llevaba 25 años de matrimonio, padre de mis dos hijos, tenía una amante.
Sentí que mis mejillas se colorearon, que mis orejas se encendieron y la piel me quemaba a tal punto que pensé que iba a reventarse, seguí leyendo los mensajes eran un montón, con fotos de la tipa en lencería, desnuda ¡De todo! Luego comprendí las ausencias, los viajes, las llegadas tarde que aún con todo me importaban un comino, Esteban y yo éramos peor que un par de extraños, como sombras que jamás llegaban a juntarse y podría jurar que algunas veces perdíamos la conciencia de la existencia del otro aun cuando nos tuviéramos de frente.
¡Vaya forma de enfrentarlo! Buscándose una amante…
-Hijo de su puta madre. -alcancé a murmurar en voz baja
Regalos muchos regalos, buenos restaurantes, dinero, buen sexo, amor mucho amor, le decía te amo, que era la única mujer que lo hacía sentir en el cielo, que pronto encontraría la manera de dejarme, de divorciarse, que sólo esperaba que los chicos terminaran la escuela. Tremendo hijo de perra, ahora resulta que le importan mucho los chamacos cuando ni los pela. Escuche pasos en las escaleras y de prisa cerré el whatsapp, bloquee el teléfono y lo volví a dejar sobre la barra. Traté de concentrarme en el desayuno cuando percibí el aroma de la colonia de Esteban, tenía tantas ganas de escupirle el rostro.
Sin mediar palabras tomó asiento en la mesa de la cocina, concentrado en su celular, seguro contestándole a su noviecita, no pude más, encima de que tenía que facilitarle todo a la hora que quisiera, soportar una vida de mierda donde me sentía completamente vacía, ahora tenía que servirle su desayunito como si fuera el esposo ejemplar, no estaba dispuesta así que me dirigí a mi recámara.
-Oye…¿Y mis huevos?
¡Ah me dio tanto coraje! Quise decirle: ¿Tus huevos? ¡Hace mucho tiempo que los perdiste hijo de la chingada! Pero no iba a perder la calma así que respondí secamente:
-Están en la sartén, sírvetelos tú.
Y acto seguido subí a mi recamara.
Juro por Dios que tenía tanta ira dentro de mí, sinceramente me valía un comino si estaba cogiéndose a una chamaca de 25 años, en ese momento me vino un golpe de realidad de que mi relación con Esteban se había ido al infierno hacía muchos años atrás y quizá se escuche trillado ¡Pero me vale madre! Es únicamente la verdad: mi marido me abandonó emocionalmente.
Entregandose de cuerpo entero a crear su compañía me convenció de que yo dejara de lado mis sueños y mis metas personales para dedicarme a nuestros hijos y a nuestro hogar. Por supuesto no fui tan pendeja como para darle gusto en todo, logré coservar mi empleo como contadora en un despacho donde he estado casi toda mi vida y debido a mis brillantes resultados, mis jefes me han ofrecido ser socia en más de una ocasión, pero he rechazado esa oferta porque implicaba estar mucho tiempo fuera de casa y descuidar a mi familia.
Se me fue la vida y la juventud, siento una patética empleada, siendo la sirvienta de Esteba y de unos de hijos que no son más que unos satélites lejanos, soy madre y esposa pero una criada sin paga, a quien no se dignan a mirar, a darle las gracias, un te amo, un detalle ¡Nada! Ah pero eso sí…para las putitas tiene todas las consideraciones el señor…Después de tantos años juntos siempre sacrificándome por esta pinche familia ¿Y así es como me paga? Maldita sea…
Estuve en mi recamara un largo rato, tratando de aguantar las lágrimas del coraje que sentía, dando vueltas y vueltas como una pantera enjaulada, estaba tan encabronada, tenía ganas de montar en cólera y hacer un espectáculo con Esteban pero me dije ¿Para qué? Nadie te quita lo que hace mucho dejó de ser tuyo, si bien mi matrimonio estaba jodido y solo estábamos juntos por “los niños” nada de caso tenía ponerme a reclamar si ya no valía la pena.
Miré por la ventana, mis hijos y el padre se montaban en sus coches para irse cada quien a la cita con su día a día, era obvio que el estúpido de Esteban iba a verse con su noviecita, pero ¿Y mis hijos? No me vieron en el desayuno y ninguno se preocupó, mucho menos vino a verme, a darme los buenos días, a despedirse…ya crecieron, ya no les hago falta; más que para lavarles los trapos sucios y hacerles de comer.
Necesitaba desahogarme así que le marqué a Diego, uno de mis jefes, un gran amigo y al que más confianza le tenía.
- ¡Hola Becky! Buen día… ¿Y eso que llamas?
-Necesito hablar contigo…
-Ahh…claro ¿Qué pasa? ¿Todo bien? Te escucho rara.
-Rarísima ni te imaginas, ya se me hizo un poco tarde, pero si llego en corto al despacho necesito que me ayudes con algo.
-Claro que sí mujer, pero adelántame...me da no sé qué oírte así.
-Mira sólo puedo decirte esto o más bien preguntarte ¿Sigue en pie la propuesta de hacerme socia de la firma?
Hubo un pequeño silencio seguido de una risa que expresaba satisfacción
-Becki ¡Pero por supuesto! ¿No me digas que ya te animaste? Mi papá y mi hermana se van a poner felices ya sabes que prácticamente te hemos rogado por años.
-Lo sé Diego y se los agradezco mucho. Ya estoy lista para por primera vez hacer lo que quiero hacer en mi vida, ya basta se sacrificar mis anhelos por cumplir los de otros…
-Becks ¿Qué pasa?
-Te cuento cuando llegue.
Diego se quedó muy pensativo después de que le conté todo el drama, ahí en su oficina me sentí en la completa libertad de alzar la voz, de soltar lágrimas de rabia, de maldecir y arrepentirme por todo lo que siempre quise hacer y no pude por darle prioridad a los sueños de mi ingrato esposo. Estaba exhausta, sollozante y me moría de la vergüenza de que alguien que apreciaba y admiraba me viera en ese estado. Mi amigo se levantó de su escritorio y se arrodilló delante de mí, tomando mis manos entre las suyas.
-Rebeca, no tienes idea de lo mucho que siento que estés pasando por esto. Yo mismo he sido testigo de lo mucho que has dado por tu familia y no es justo que Esteban te pague así por tantos años de apoyo, de ser su pilar…apenas y puedo digerir lo que me acabas de platicar.
-No sé qué hacer Diego, me muero de la vergüenza.
-Hey no…jamás te sientas avergonzada de algo que no fue tu culpa
-Pues no, pero dejar todo atrás por alguien que ahora me ve como un estorbo para encontrar su propia felicidad, me hace quedar como una payasa…
Y rompí a llorar. Diego me abrazó, era la primera vez que me veía así, hoy después de todo lo que ha sucedido no le he dejado de agradecer a Dios y a la vida el haber tenido el apoyo de un gran amigo como lo es el.
-Basta Rebeca, no eres ninguna payasa, quien falló a su compromiso, a los votos matrimoniales, al amor y la lealtad que te prometió fue él, Esteban es quien se debe sentir avergonzado, el payaso es el, tú no…ahora trata de calmarte y quiero que me digas ¿Qué piensas hacer? ¿Piensas divorciarte?
-No lo sé…
- ¿Cómo no sabes? Este cabrón te está poniendo el cuerno con una vieja que tiene casi la edad de Esteban Junior, estas a tiempo de retomar tu vida…tus hijos ya están grandes, ya no dependen de ti más que en lo monetario, puedes salir adelante tu sola sin ataduras ¿No lo has pensado?
-Claro que no…
- ¡Pues visualízalo! Ahora sin el estorbo que se ha vuelto Esteban para ti, podrías vivir como siempre lo has deseado, te haces socia, adquieres nuevos propósitos laborales, ¡Tendrías mucho éxito! Te sentirías mejor contigo misma y no sé…quizá podrías conocer a alguien…
Entorné los ojos, incrédulamente.
-Estás loco Diego, ya no estoy para esos trotes.
-Te equivocas. Si es verdad que le diste años de los años a tu marido, pero ¿A caso ya estás muerta? A caso no se te antoja vivir nuevas experiencias, conocer otras formas de amar, probar otros cuerpos…
¡Estás loco! ¿Cómo puedes decir esas cosas?
¡Pues porque es la verdad! Mira cuando yo me divorcié estaba devastado, lo sabes. Pero conforme fue pasando el tiempo fui abriéndome a nuevas posibilidades y lo disfruté mucho hasta que conocí a Perla y ahora estoy felizmente casado y enamorado como jamás en la vida.
Es diferente Diego, eres hombre.
¡No manches Becky! No me vengas con esas tonterías ahora, date cuenta, no tienes nada que perder. Manda al demonio a Esteban, tus muchachos ya están grandes pueden decidir con quién quieren vivir y si decidieran quedarse con su padre sería maravilloso y…
-Son mis hijos, no los puedo abandonar, así como así…aunque ellos ya lo hayan hecho.
-Pues nunca van a dejar de ser tus hijos, pero ahora es tu turno de ser mujer ¿A poco no se te antoja tu propio novio de 25 años?
-No te pases, cabrón…
Los dos nos reímos.
-Becky piénsalo ¿Hace cuánto no estás con otro hombre que no sea Esteban?
-Jamás he estado con otro hombre, ni antes ni después de casarme con Esteban.
Diego me miró asombrado
-Rebeca ¿Es en serio?
-Claro, me casé siendo virgen y muy por el contrario a él, jamás le he puesto el cuerno. Pero ni siquiera ahora que ya siento que no somos nada, que no nos une más que un simple papel.
-No mames…
Regresó a su asiento detrás del escritorio, sacó un cigarrillo y lo encendió.
- ¿Te resulta increíble?
-No tanto eso, solo que no me puedo imaginar el grado de frustración que debes tener ¿Qué tal es Esteban en la cama?
-Diego…
-Vamos Becky estas en confianza, sólo intento ayudarte…
-Pues no lo sé, hace mucho que no tenemos sexo, ya ni me acuerdo.
- ¿Alguna vez tuviste un orgasmo?
Me quedé callada ¿Qué podía responder? ¿Qué en mis 25 años de matrimonio jamás había experimentado lo que era un orgasmo? Qué vergüenza…
-Becky…
- …
-Tomaré eso como un sí.
Bajé la mirada, sentía tanta vergüenza, no pude realizarme como profesional y mucho menos como mujer.
-Rebeca mírame…mírame por favor.
Mi mirada se encontró con la suya y no pude contener las lágrimas.
-No es tu culpa, no es tu culpa no haber sido tratada como la reina que eres. Pero a partir de hoy eso va a cambiar, porque vas a buscar tu propia felicidad y más temprano que tarde vas a conocer a alguien que te haga feliz y en el camino puedes conocer todo aquello de lo que hoy no tienes ni idea…
-Cómo crees ¿Quién va a querer estar con alguien como yo?
- ¿De qué estás hablando?
-Es que ¡Mírame! Tengo 48 años, arrugas por donde quiera, una panza enorme resultado de dos embarazos, un cuerpo deforme que nunca tuve ni el más minino interés de cuidar después de los partos. Si mi marido se buscó una mujer mucho más joven que yo ¿Qué buscarán otros hombres de allá afuera?
-No tienes ni idea de lo que pueden llegar a buscar esos hombres que dices, de todo hay en la viña del señor y te puedo apostar mi honor a que más uno mataría por estar contigo.
-Claro que no, nadie en su sano juicio podría estar con alguien como yo…
-Ok ya basta, ven acá…
- ¿Qué?
Diego se puso de pie y me tomo de la mano para llevarme al baño, me puso delante del espejo y me dijo.
-Mírate
-No quiero
- ¿Porqué?
-Porque no me gusta lo que veo
-Mírate por favor…
Miré mi reflejo, no era ni la sombra de ayer, algunas arrugas, canas, bolsas en los ojos, semblante cansado, líneas de expresión de las tantas y tantas veces que me había molestado conmigo misma, con la vida, con la rutina. Por un instante comprendí porque Esteban había dejado de amarme, porque se había buscado una amante.
¿Rebeca quieres saber lo que veo?
¿Qué?
-Una mujer hermosa
-Ya párale.
-No. Veo una mujer hermosa, maravillosa, con mucho potencial y talento, talento que no ha querido llevar más lejos. Eres capaz de hacer lo que te dé la gana y de estar con quien te dé la gana. Mira esos ojos, sí, lucen cansados, pero siguen siendo enormes y bellos, tus pecas son muy tiernas. Este cabello…
Empezó a acariciarme la cabellera, hacía demasiado tiempo que nadie se tomaba el detalle de hacer eso por mi…
-Sí tiene algunas canitas sin importancia, nada que un tinte no pueda arreglar, un buen maquillaje, cambio de guardarropa… ¿No te gustaría? Consentirte un poco…no un poco ¡Mucho! Todo lo que te mereces…
-No lo sé Diego.
-A ver Rebequita, tengo una nueva condición para hacerte socia
Abrí enormes los ojos y pregunté:
- ¿Cuál?
-Debes hacerte un cambio de imagen, la socia de un importante despacho contable y fiscal no puede andar así, tienes que renovarte y te vas a sentir mucho mejor, ese será el primer paso de tu nueva vida.
Me quede pensando unos minutos ¿Qué podía perder? Diego tenía razón, me lo debía a mí misma.
-Está bien, acepto.
- ¡Maravilloso! Es la mejor decisión de tu vida. Entonces ¿Qué pasará con Esteban?
-No lo sé, eso es algo que tengo que pensar, pero mientras tanto quiero asumir mi cargo como socia, y poco a poco ir haciendo cambios en mi persona, en mi casa…en mi vida.
-Me parece bien…te prometo que no te vas a arrepentir.
Y no se equivocaba.