La segunda vez que ...
Segunda misiva de un hombre a su mujer.
Querida A:
La segunda vez que te vi follar con otro, o eso creo yo pues no tengo seguro si fue un sueño o no, fue en nuestra noche de bodas. Después del episodio de la discoteca, nuestra relación siguió sin ningún problema, por lo menos por mi parte. Seguimos de novios durante un año y medio más y después decidimos, bueno decidiste, que nos teníamos que casar. La verdad es que yo te lo hubiera propuesto mucho antes pero temía que tú me rechazaras, ya que solo me dejabas visitarte o quedar contigo una vez por semana y en el día que a ti te iba bien.
Estuvimos de preparativos durante varios meses tu escogías, seleccionabas y comprabas todo lo que a ti te gustaba para el día de la boda y los días posteriores de la vida que nos esperaba juntos. Yo te dejaba hacer como siempre y pagaba las facturas, como siempre.
Al fin llegó el esperado día de la boda. Estaba a la puerta de la iglesia esperando a la novia, mi novia. Llagaste en una limusina de color negro completamente adornada de flores y lazos, conducida por un enorme chofer negro, como la limusina.
Cuando te abrí la puerta del coche me quedé parado y con la boca abierta, estabas preciosa con tu vestido de boda, te cubrías la cabeza con un velo que te llegaba a la altura del escote en forma de corazón que se sujetaba por las dos buenas razones que tu tienes. El vestido se entallaba como un corsé decorado con bordados y pedrería, para luego pasar a una falda con vuelo, parecías una dama lista para los bailes de salón de mediados del S. XIX.
La ceremonia, el banquete y el baile fueron como tú deseabas. Solo hubo un pero y fue que me pasé algo con las copas. No recuerdo bien como acabé en la limusina de camino a casa, ni tampoco como conseguí salir de ella. Aquí mis recuerdos se vuelven muy nebulosos, no teniendo plana consciencia de la que verdaderamente pasó.
Recuerdo estar sentado o echado en un sofá de nuestro salón, tú estabas delante como bailando y yo te veía. Te encontraba maravillosa luciendo tu vestido, cuando algo pareció cambiar. Una sombra negra vino por detrás de ti y te abrazó. A mi me pareció como un fantasma y un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero a ti el abrazo pareció gustarte, es más, te giraste hacia la sombra dándome la espalda.
Lo siguiente que recuerdo fue que la falda de tu vestido de novia había desaparecido, dejando al descubierto tu precioso trasero y tus maravillosas piernas en fundadas en unas medias blancas, sujetadas por unos ligueros cosidos a tu corpiño blanco, y estilizadas aún más por unos zapatos de tacón alto blancos. La sombra negra seguía pegada a ti y sus brazos recorrían todo tu cuerpo acariciándote la cintura, nalgas, sobándotelas fuerte y abriéndolas mostrando la tira blanca del tanga que llevabas. Esos brazos oscuros recorrían también la parte superior de tus muslos e incluso alguna vez asomaban por entre tu entrepierna. En un momento te giraste y los brazos de la sombra destaparon tus pechos al mismo tiempo que los apretaban, los brazos eran muy rápidos, así estaban en tus pechos que bajaban a tu entrepierna, parecía que había media docena. Tú parecías no darte cuenta de que algo maligno te tocaba, sino que al contrario tu cara detonaba placer, un placer que creo que intentabas con tu mirada fija en mi pasarme.
En este paraje de la noche tengo una gran laguna, porqué cuando te volví a ver estabas casi desnuda, solo conservabas tus medias y zapatos, el resto de prendas había desaparecido y tú saltabas sobre la sombra a ritmo lento y acompasado, dándome la espalda. De tanto en tanto te girabas para observar si yo me despertaba o eso creía yo. La verdad es que creo que apenas podía abrir bien los ojos. Tus saltos sobre la sombra eran de cada vez más rápidos, hasta que al final te quedaste parada durante un buen rato, haciendo un escorzo con la espalda doblada hacia atrás.
Después de esta parada, te levantaste y te pusiste en medio de lo que parecían las piernas de la sombra, pero volví a perder la conciencia o a dormirme, cuando volví en si, estabas ahora mirándome de frente, volvías a estar sentada a horcajadas sobre la sombra y los saltos eran lentos y acompasados con los movimientos que hacia la sombra. Pero me di cuenta de que te metías dos dedos en tu coño, así que deduzco ahora, que te la sombra te estaba follando por el otro agujero, el del culo. Tu cara detonaba el gusto que estabas pasando, los ojos semi-cerrados cuando subías y abiertos cuando bajabas, te mordías los labios, ahora el de arriba y luego el de abajo, y sacabas la lengua mojándote los labios. Una de tus manos, no recuerdo si la izquierda o la derecha, como he dicho antes, tenía dos dedos metidos en tu coño, el medio y el anular, mientras los otros se quedaban fuera y aprovechabas para acariciarte el clítoris con la palma de la mano. La otra agarraba por la nuca a la sombra y de tanto en cuanto parecía que la besabas. La sombra manoseaba tus pechos, estrujándolos o estirándolos de los pezones.
Estuviste durante un buen rato así pero luego de repente te levantaste y te volviste a poner entre las piernas de la sombra y esta se puso de pie, pareció que algo manchaba tu cara y unos ruidos sordos y guturales parecieron salir de ella. Y volví a dormirme.
Cuando me desperté ya era de día, no hacia mucho que había amanecido y me levante entre dolores de haber dormido en un sofá y los dolores de una gran resaca. Tambaleando llegué a la puerta del dormitorio y allí estabas tú, casi desnuda, conservabas las medias y los zapatos, y tirada sobre una cama revuelta, completamente destapada, tumbada de lado y dándome la espalda, tenía una visión de tu hermoso trasero. Me acerque a ti y cogiéndote por un tobillo te di la vuelta poniéndote de espaldas. Ahora contemplaba tu estupendo cuerpo, la belleza de tu rostro, los esplendorosos pechos, que me parecieron un poco enrojecidos, sobre todo los pezones, tu cintura y tu vientre y bajando más la vista tu depilado coño, que se veía muy húmedo.
Noté un pequeño dolor en mi entrepierna y me miré, estaba completamente empalmado y me entraron ganas de follarte. Me bajé los pantalones y mi polla salto como un resorte, me coloqué entre tus piernas introduje mi polla en tu coño y comencé a follarte, tenías el coño muy, pero que muy mojado y caliente. Durante el mete saca abriste los ojos y me sonreíste, me agarraste por la nuca y me hiciste chuparte los pechos, o mejor dicho restregaste mi cara por ellos, cosa que aproveche para chupártelos. Me dijiste.
- ¿Te gusta como saben?
Y entonces caí en la cuenta y mi pensamiento fue muy rápido, tanto que me corrí enseguida. Tú me separaste la cabeza de tus pechos tirándome de los pelos y te vi sonreír y agregaste.
- Has regado sobre mojado, muy mojado.
Y volviste a meter mi cabeza entre tus pechos y allí me volví a dormir.