La segunda vez. No tan facil.

No era cierto, no me llevó hasta allá solo para besarme. Intentaría “abrirme las piernas”, pero no estaba dispuesta ceder, no en ese lugar, no como una cualquiera. No lo era.

Cerré mis ojos y me dispuse a dormir. No habían pasado ni 10 segundos cuando:

-Bueno, vámonos. –Me dijo Rafa.

-¿Qué? –Me levanté asustada y lo vi.

-Tenemos que irnos a la fiesta. Son las 8:00pm, hay que ir para estar aunque sea un rato y no sospechen.

Se levantó y encendió la luz. Rápidamente me agaché a agarrar mi playera y me tapé. Le pude ver su pene, lleno de bello, flácido, chico.

-¿Qué pasó? –Se rió. – ¿Por qué te tapas?

-Me da pena que me veas desnuda. –Medio dije.

-Pero si acabamos de hacer el amor. Hicimos algo desnudos.

-Sí, pero no es lo mismo. –No supe que decir. –Solo no quiero que me veas desnuda y ya. –Alegué

-Bueno. –Me lanzó una caja. –Servilletas para que te limpies. –Y se puso a buscar su ropa.

Andaba con naturalidad, no le daba pena que lo viera desnudo. Y yo no le quitaba la vista de encima. Era la primera vez que estaba con alguien y todo esto era nuevo para mí.

-Y vístete. –Me dijo, apurándome.

Reaccioné. Agarré mi ropa y me fui al baño. En cuanto cerré la puerta se me vinieron muchos pensamientos a mi cabeza:

“¿Así que esto significa hacer el amor con la persona que amas pero no estás casada? ¿Llegar a su casa a escondidas, hacerlo, medio limpiarme e irnos? Y sentirme sucia”

Luego pensé en algo que me dijo mi madre cuando le pedí permiso de tener novio:

“Hay que cuidarse mucho. Un hombre hará lo que sea, hasta fingir que te ama, para tener relaciones sexuales, debes tener eso en la mente. Y luego ya no quieren nada contigo. Por eso debes llegar virgen al matrimonio.”

Hace 5 minutos había entregado mi virginidad a la persona que amaba y que me amaba. Pero ¿si mi madre tenía razón? ¿Si solo había fingido amarme para estar conmigo?

De pronto me sentí de lo peor. Me vestí y nos fuimos a la fiesta. A pesar de estar con mucha gente, no se me iban esos pensamientos negativos. Llegamos a mi casa y nos despedimos como siempre lo hacíamos. Y eso me hizo sentir peor. Pero ¿Qué quería? ¿Algo diferente? ¿Qué? No lo sé. ¿Qué hacen los novios después de tener su primera vez? Me dormí con ese pensamiento.

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Desperté al siguiente día y en lo primero que pensé fue lo que pasó anoche. En Rafa, en lo que hicimos. Fue riquísimo; cada caricia, cada beso, la penetración, los movimientos. Y también pensaba en lo que me dijo mi mamá, y de nuevo me sentí mal. Tomé mi teléfono y vi que tenía un mensaje de mi novio.

“Te amo mucho mi amor. Lo de anoche fue espectacular. Estoy enamorado de ti pero después de lo de anoche siento que no puedo vivir sin ti. Eres lo mejor que ha pasado en mi vida. Quiero estar contigo para siempre. Te amo, te amo y te amo mucho Julia.”

De pronto empecé a ver colores a mí alrededor. Me sentía muy bien. Todas mis dudas se disiparon. Había tomado la decisión correcta el día anterior, ya no estaba nada arrepentida. Estaba muy enamorada de Rafa.

Pasaron muchos días, en los que no vi a mi novio, por las fiestas. Cada uno la pasaba con su familia. Solo lo vi el día después de navidad y fue para darme un regalo. Hasta que un día…

27 de diciembre del 2005

-Amor, mañana salgo de viaje y no regreso hasta un día antes de entrar a clases.

-Entonces ¿ya no te voy a ver hasta mediados de enero? –Le dije con un tono un poco infantil.

-Me gustaría verte hoy, si quieres. –Dijo Rafa. –No quiero pasar más días sin darte un beso.

-Yo también muero por darte un beso y abrazarte bebé.

-¿Paso por ti entonces en unos 30 minutos?

-Está bien. Te amo.

-Yo también te amo.

Me bañé y me arreglé. Luego de un rato llegó Rafa.

-Hola amor. –Nos saludamos con un beso en la mejilla y un abrazo.

-Hola Rafa. –Saludó mi mamá. -¿Cómo estás?

-Bien, ¿Y usted? Suegra.

-Bien. ¿No quieres cenar? –Preguntó mi mamá.

-De hecho vine a pedirle permiso para que dejara ir a Julia a mi casa. Mañana salimos de viaje y hoy mis papás están haciendo una cena con unos tíos y unos primos.

Mi mamá se quedó en silencio un rato. Me miró. Luego dijo.

-Son las 6:00pm, la quiero de regreso antes de las 9pm.

-Si suegra, gracias. –Dijo Rafa.

-Gracias mamá. –Dije.

Subimos al auto y nos fuimos. Antes de llegar a su casa se detuvo en una plaza. Me miró y se me acercó. Sabía lo que se venía, así que feliz me acerqué a él y nos besamos. Fue un beso que duró cerca de 10 minutos.

-No quiero dejar de besarte. –Me dijo.

No le dije nada. Solo seguí besándolo. A los 15 minutos sentí como su mano se puso sobre mi pierna y la empezó a acariciar. Rápidamente moví mi mano hacia donde estaba la de él y la quité.

-¿Qué pasa? –Me dijo un poco desconcertado.

-Nada. –Y lo besé.

A pesar de que esas caricias me gustaban mucho, sabía que no era el momento ni el lugar.

-Déjame agarrarte poquito. No nos vamos a ver en muchos días. –Dijo.

Lo dejé de besar y lo vi a los ojos. Me quedé un rato pensando.

-Ándale. –Insistió.

Lo pensé.

-Pero agárrame poquito y despacio para que no nos vean. –Le dije.

-Sí. –Me besó y me empezó a acariciar.

Por ratos tocaba mi pierna, luego subía su mano a mi cintura pero de manera despistada la pasaba por mi entrepierna. Cuando hacia eso, lo miraba a los ojos y solo soltaba una risa. Se excusaba diciendo:

-Solo es un rosón.

La verdad es que no era solo un rosón. Si bien no sentía mucho, el solo imaginar la noche en que estuvimos juntos y que metió sus dedos en mi entrepierna, provocaba que mi corazón latiera más rápido, que gimiera, que me calentara, que me mojara.

Seguíamos en nuestro faje. Al principio podía reclamarle y decirle que no me tocara de más, pero pasados unos minutos ya no podía detenerle y yo ya no quería que se detuviera.

-Separa un poquito las piernas. –Me susurró.

Cedí a la petición. Ya no podía decir que no a nada. Metió una mano por debajo de mi pantalón, y la guió hasta mi cuevita que ya estaba muy húmeda. No alcanzaba a llegar a la entrada pero me acariciaba arriba mientras besaba mi cuello. De repente siento que empiezo a soltar chorros, arqueo mi espalda y me olvido de todo por unos segundos.

-Vamos a un lugar más tranquilo. –Me dijo.

No respondí, estaba perdida en la sensación que acaba de tener. Gemía, me retorcía. Solo escuché que encendió el auto y arrancó. A medio camino reaccioné.

-¿A dónde vamos? –Pregunté.

-A un lugar donde estemos más solos para amarnos.

Me dio miedo. ¿A dónde? ¿A qué? No dije nada. Iba temblando. Se me subió la adrenalina.

Guió su auto fuera de la carretera para meterse entre las parcelas, se adentró hasta que el auto se perdió de la vista de la carretera.

-¿A dónde vamos? –De nuevo pregunté. Sabía la respuesta pero estaba nerviosa y necesitaba hablar.

Detuvo su auto en medio de la nada.

-Aquí nadie nos va a ver. –Se acercó a mí y me besó. Yo no le respondí. Estaba asustada, tenía miedo. –Vamos a pasar para atrás, estaremos más cómodos.

-Y ¿si alguien viene? –Dije nerviosa.

-Nadie nos va a ver, es algo tarde para que alguien ande por aquí. –Eso igual no ayudó en nada. Sabía lo que se venía y no quería, pero no sabía cómo decirle.

Se brincó al asiento de atrás.

-Ven.

Dudé. Insistió.

-Pero solo nos vamos a besar ¿Si? –Le dije.

-Si amor. –Me respondió.

No era cierto, no me llevó hasta allá solo para besarme. Intentaría “abrirme las piernas”, pero no estaba dispuesta ceder, no en ese lugar, no como una cualquiera. No lo era. Me pasé para atrás.

Me acostó y me separó las piernas, luego se puso encima de mí. Nos besamos. Rafa empezó a moverse como si me estuviera penetrando, sentía un poco su pene erecto. Empezó a gemir.

-¿Me la jalas? –Dijo.

-¿Qué?

-¿Qué si me jalas mi…? –Y apuntó hacia el medio de sus piernas.

-¿Cómo? No entiendo. –Dije. La verdad es que no entendía lo que quería decir.

-Mira. –Se acomodó a lado de mí y nos pusimos de frente. Escuché que bajó el zíper de su pantalón. Luego tomó mi mano. La puse dura. En ese momento me di cuenta de lo que quería hacer.

-Confía en mi amor. –Me dio un beso y guió mi mano hasta su pene. Lo toqué, era grueso y grande, estaba caliente, y mojado. Quité mi mano.

-¿Qué es eso mojado? –Pregunté con un toque de asco en mi cara.

-No es nada amor. –Y me besó. De nuevo agarró mi mano y la puso en su pene. Empezó a mover mi mano de arriba hacia abajo un rato, luego la soltó y me dejó a mi hacer el trabajo.

-Si, así. Sigue así. Que rico lo haces. –Dijo.

De alguna manera, me hizo sentir bien que me halagara. Pero era todo lo que tendría de mí esa noche. Estuvimos un rato haciéndolo, nos besábamos, me besaba el cuello, mi barbilla. Empecé a sentir calor en mi cuerpo. Me calentaban sus gemidos, sentir su pene caliente, mi mano mojada, sus besos.

Pasó una de sus manos por mis nalgas, las acarició, las apretó. De nuevo me estaba perdiendo. Gemí. Empezó a desabrocharme el pantalón.

-No, no me lo quites. –Le decía, pero sin mucha convicción. Me bajó el pantalón hasta las rodillas. Dejé de jalársela pero no le soltaba su pene. Sentí como puso su mano en mi ropa interior y la intentó bajar.

-No. –Le solté su pene, nos dejamos de besar y lo miré a sus ojos. –Eso no. Así con ropa. –E intenté subir mi pantalón. Me besó y agarró mi mano. La puso de nuevo en su pene. Rafa metió una mano en mi ropa interior y empezó a tocarme. A los 5 segundos de nuevo solté un chorro.

Solté su pene y me dediqué a disfrutar de la sensación que me hizo tener. Pude sentir como hacia a un lado mi ropa interior, y acercó su pene a la entrada.

-No. –Gemí. –No. –Gemí.

No hizo caso. Levantó una de mis piernas y me penetró poco a poco. Gimió. Sentí un poco de dolor pero una rica sensación. Sentí que mi vagina se estaba mojando de algo y que empezaba a escurrir por mis piernas.

Lo abracé por el cuello y solté un grito. Se empezó a mover. Arriba y abajo.

-Te amo, te amo, te amo. –Le decía en cada embestida que me daba.

Pasados un par de minutos se salió. Terminamos agotados. Sudados. Qué rica tardecita habíamos pasado.