La segunda vez con mi vecina

Mi segundo encuentro con la vecina.

Está de más contar acerca de lo encantado que quedé con mi vecina y su visita a mi casa. Aquella vez después de vestirse, volvió a mi habitación y se limitó a tirarme un beso desde la puerta y se fue sin decir ni media palabra.

Obviamente yo no dejaría que las cosas quedaran así ni que ese encuentro fuera el primero y el último. Tardé dos días en buscarla, aunque si por mi hubiera sido, a los cinco minutos de que se fue me habría aparecido en su puerta, pero no, no quería mostrarle mi ansiedad. Esperar dos días tampoco fue precisamente mucho tiempo, pero ya no podía esperar más.

Esa mañana me levante temprano como de costumbre, desayune algo ligero y enseguida entre a ducharme. Me bañe y me vestí con unos viejos jeans muy desgastados y una playera sin mangas y a pesar de que hacia muchísimo frío, así me dirigí a su departamento. Subí las escaleras y llamé a la puerta.

Tardo en abrir, seguramente aun dormía, Al abrir la puerta y verme parado ahí, en su rostro dibujó una sonrisa y un poco apenada, seguramente por hallarse despeinada y en bata, "Hola" me dijo; "Hola" respondí. "Me dejas ducharme, no tengo gas en mi casa". Me miró de arriba abajo, obviamente yo estaba ya bañado, pues mi pelo aún estaba algo húmedo; Sonrió moviendo la cabeza de un lado a otro y me contestó "Quién necesita ducharse soy yo, hay chocolate caliente en la cocina, sírvete si quieres" Con un gesto me indicó donde estaba la cocina y se fue a su habitación para volver casi enseguida con una toalla en la mano. "No tardo" dijo, y entro al baño; Esta vez sin cerrar ni un poco la puerta, ni siquiera cerró la puerta corrediza del baño. Se despojó de su ropa y entró en la ducha. Yo la observaba perfectamente, tome asiento en un taburete frente al baño. Abrió la llave y se metió bajo el agua, seguramente muy caliente pues el vapor invadió rápidamente todo el baño lo cual hizo que por momentos viera solo su silueta. Tomó champú y lavó su cabello. De vez en cuando me miraba y sonreía. Comenzó a enjabonar su cuerpo, comenzando por sus pechos mientras me miraba y mordisqueaba sus labios. Enjabonó su vientre y luego sus perfectas piernas, se agachaba y levantaba la vista, me veía con esa mirada de "¡tómame ahora!".

Comenzaba a calentarme y decidí hacerle compañía en la ducha. Me desnude rápidamente y entré al baño. Me paré afuera de la ducha, desnudo y recargado en la pared, la miraba y en un momento entré a la ducha. La arrinconé en una esquina y comencé a besarla tomándola de la nuca suave pero firmemente. Su boca y la mía, en perfecta sincronía, jugaban con nuestras lenguas que casi tocaban nuestras gargantas. Entre el vapor y ese beso interminable, comencé a sofocarme y me separé un poco. Reanudamos nuestro beso y comenzó a chupar mi lengua igual que dos días antes había chupado mi pene. La mordisqueaba un poco y la chupaba otro tanto.

Me hizo recordar las fantásticas mamadas de la vez anterior y me calenté aun más. La separé un poco de mi y con un gesto le pedí que chupara mi verga. No tardo nada en acceder y se puso de rodillas y comenzó a chuparme. No estaba aún del todo dura pero logro ponerme al cien rápidamente. Cuando se levantó, aproveche para cerrar la llave del agua y la incliné sobre el lavabo. Como soy alto y ella también, su trasero quedaba perfectamente a la altura de mi verga y fue fácil comenzar la embestida. Una y otra vez metía y sacaba mi verga de su apretado coño mientras ella contraía su vagina haciéndome más difícil salir de ella pero dándome una sensación riquísima.

No duramos mucho así, era diciembre y afuera nevaba, hacia demasiado frío y nosotros estábamos desnudos y mojados.

Nos envolvimos en toallas y la vi. alejarse contoneando las caderas. Se dirigió a la sala y encendió la chimenea. El calor comenzó a sentirse de inmediato y entonces nos deshicimos de las toallas. "¿Más chocolate?" me dijo, asentí y fue a la cocina mientras yo me recostaba en su sofá. Volvió con dos tazas, algunos bombones y una lata de crema batida.

He de confesar que la comida y el sexo me parecen una excelente combinación por lo que al ver la crema batida y los bombones, mi mentecilla comenzó a maquilar ideas de los usos que podría darles. Ella se acerco, me dio mi taza y con una sonrisa me ofreció crema y bombones para mi chocolate. Le contesté que no, que quizá después.

Se sentó en un sillón frente a mí, en posición de flor de loto y dándome una maravillosa vista de su pequeño rincón. Tomó la crema batida y llenó su taza hasta el tope. Comenzó a beber y al bajar la taza, en su boca se dibujaba un gracioso bigote de crema. Me miraba con unos ojos pícaros y traviesos que comenzaron a calentarme otra vez. Dejé mi taza a un lado y fui hacia ella. Limpié su bigote blanco con mi lengua y comencé a besarla profundamente. Nos separamos y tomé la crema y llené su estomago y piernas con ella. Comencé a lamer su estomago despacito y con mi lengua jugué un rato con su ombligo, bajé un poco más hasta sus muslos, la mordisqueaba y comenzó a gemir levemente. Devoré toda la crema y entonces tomé tres bombones y suavemente los metí en su mojado coño. Me arrodillé ante ella y lamí su clítoris de todas las maneras imaginables, lo chupe, mordisquee, moví mi lengua en círculos y lo jalaba un poco después. Su respiración comenzaba a agitarse y con sus manos tomó mi cabeza pegándome a ella totalmente. Tuvo un orgasmo escandaloso y empapó mi cara con sus jugos. No me era bastante provocarle un orgasmo y me di la tarea de hacerla venir otra vez, casi inmediatamente. No me separé ni un centímetro y comencé a meter mi lengua en su vagina buscando los bombones que metí. Le enloquecía que metiera mi lengua y más cuando mis dientes mordisqueaban sus labios. Logré sacarlos y ahí mismo me los comí mientras la miraba. Volví entonces a su clítoris y no necesité más que un par de lengüetazos para lograr que se viniera otra vez.

Con todo esto, yo me moría por cogermela en ese mismo momento. Entonces la cargué y la llevé hasta el cuarto de lavado. Encendí la lavadora en centrifugado y la monté. Abrió sus piernas y comenzamos a coger frenéticamente. Entre la vibración de la lavadora y mi verga embistiéndola una y otra vez, ella con sus manos en mis nalgas, guiaba el ritmo y no tardo mucho en venirse otra vez;

Yo aún no terminaba y después de su orgasmo, me tomó de la mano y me llevó a su habitación. Se puso en cuatro ofreciéndome sus nalgas y embestida tras embestida tuve un orgasmo maravilloso.

Me recosté junto a ella y no se por cuanto tiempo me quedé dormido. Cuando desperté, ella ya no estaba en casa. Supongo que fue a trabajar. Me vestí y bajé a mi casa.

Próximamente les contaré de mis otros encuentros con mi vecinita.

Espero les haya gustado, déjenme comentarios. Se que son relatos largos pero ojala sean de su agrado.