La segunda vez con mamá, al ir a una boda
Aquí describo como, impensadamente, estando en un hotel con mamá, comienzo a verla como mujer y ella, por la falta de sexo, empieza a buscarlo en otro hombre y termina por contagiarme sus ansias, hasta que termino por hacerlo con ella. A continuación les narro la segunda vez que nos sucedió.
La segunda vez con mamá, al ir a una boda en otra ciudad
Resumen
Aquí describo como, impensadamente, estando en un hotel con mamá, comienzo a verla como mujer y ella, por la falta de sexo, empieza a buscarlo en otro hombre y termina por contagiarme sus ansias, hasta que termino por hacerlo con ella. A continuación les narro la segunda vez que “nos sucedió”.
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Introducción
En mi narración anterior, “La primera vez con mamá, al ir a una boda en otra ciudad”, (buscar con ese nombre el artículo anterior, ya publicado, desde el pasado 19 de enero del 2013, en “No consentido”), se describió cómo, impensadamente, estando en un hotel con mamá, comienzo a verla como mujer y ella, por la falta de sexo, empieza a buscarlo en otro hombre, que la andaba “enamorando”. Luego éste la abandona y yo copulo con ella, por primera vez en ese hotel, esa noche o más bien, esa madrugada.
Ahí nos quedamos, agotados, dormidos, hasta que…
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Al otro día nos despertamos ya tarde; no se qué horas serian, pero ya era tarde, el sol alumbraba ya fuertemente en la calle y el calor comenzaba a sentirse en el cuarto: ¡estaba presa de la calentura!.
Voltié a mirar a mi lado, y ahí se encontraba mi mami, tapada solamente con una sabana. Entonces, todo eso que había pasado ¡era la realidad!, no había sido un sueño de tantos, de esos que se me presentaban con mucha frecuencia. ¡Mi mami estaba a mi lado!, pero…, estaría ella desnuda…?. ¿De verdad habría “sucedido”…?.
Me levanté un poquito la sabana y me miré por debajo: ¡estaba desnudo, no tenía mis calzones!.
Me toqué mi pene, que ya se encontraba “parado”. ¡Estaba bastante húmedo y todo “baboso”!. ¡Creo que sí había sucedido!.
Levanté un poco más aquella sábana, que también tapaba a mi mami y…, ¡se encontraba desnuda, completamente desnuda, tampoco traía pantaletas!. ¡Había sucedido lo que siempre había yo deseado…, no era ningún sueño, había sucedido!. ¡Me puse contento y sentí que se me paraba muy duro, muy tieso, y que hasta me había crecido…!. ¡Lo sentía como nunca…, de largo, de grueso, de duro…!. ¡Estaba rete caliente…!, de verdad…, ¡muy caliente…!, ¡como nunca antes recuerdo yo haber estado…!.
No pude aguantarlo: ¡la calentura me envalentonó nuevamente!. Me le repegué a mi mami y comencé a besarla en su cabeza, en sus cabellos, en su frente, a pegarle mi sexo en sus nalgas, en su trasero, a restregársela por su rajadita trasera.
Ella se despertó, algo sobresaltada y confusa:
- ¿qué…, qué me haces…, qué estás haciendo…, qué pasa…?.
Yo no contesté nada, tan sólo le seguí besando su cabeza, sus cabellos, bajando hacia sus mejillas y cuello.
- ¡Alberto…!, ¿qué estás haciendo…?. ¡Alberto…, Alberto…, mi Beto…!
(Así me llamaba mi mami, “Beto”)
- ¿No tuviste bastante con lo de anoche…?,
Me dijo, más que preguntarme realmente, sonriéndome:
- ¿Esto que siento tan tieso…, es por mí…, o así amaneces todos los días…?.
Me preguntó mi mamá, un tanto maliciosa. Yo no le contesté. Le seguí besando su cara y me trepé sobre de ella, sobre de su cuerpo, acomodándome por en medio de sus piernas, sin que ella me rechazara, al contrario, fue ella quién me preguntó:
- ¿Tienes ganas de hacerlo…, de nuevo…?.
Yo no le contesté, tan solo me acomodé entre sus piernas y trataba yo de meterlo, pero no encontraba el camino, por lo que ella, tomando mi pene muy erecto en su mano me iba a ayudar a meterlo, pero no pudo aguantarse su comentario:
- ¡Lo tienes rete parado…, y muy duro…!. ¡Estás igual de caliente que yo…!.
¡Tengo muchas ganas de “hacerlo” de nuevo…, también!, ¡ya no me puedo
aguantar…!.
Y sentí cómo lo colocaba en su sexo, muy húmedo y tremendamente caliente, parecía que me abrasaba y que me apretaba como si fuera una mano, una tenaza ardiente, una tenaza de fuego. ¡Era un calor delicioso, la vagina de mi mamá!.
No bien acababa de entrar cuando…, ya no pude aguantarme, es más, ¡ni siquiera lo intenté!, de inmediato sentí la sensación de “vaciarme” y no hice nada para retenerme, de manera instantánea me “vine”, ¡en el vientre ardiente de mi mamita…!:
= ¡Mami…, mamita…, me vengooo…!.
- ¡Beto…, Beto…, mi Betooo…!,
Respondió de inmediato mi madre, que creo que también se vino al sentirme en su vientre, y terminando adentro de ella.
Me quedé desmadejado sobre de ella, sobre de su cuerpo, sobre de sus pechos. Le sonreía, y ella me sonreía. No sabía qué decirle, ¡estaba feliz!, y creo que a ella tampoco le disgustaba: me acariciaba mi cabeza, mis cabellos, pegándome contra de su cuerpo, contra de su cuello, contra de sus hombros:
- ¿Beto…?.
= ¿euhhh…?,
Le respondí, medio entumecido:
- ¿Te gusto…?.
= ¡Sí…, mami, me gustas mucho…!. ¡Te me haces muy linda, muy atractiva y
sensual!.
- ¿Te gustó hacerlo conmigo…?.
= Mucho…
- ¿Te gustaría hacerlo de nuevo…?.
= ¿Ahorita…?.
- Sí…, ahorita y después también… ¡A mí me hace mucha falta…, ya no tengo
hombre…!.
¡Esta declaración me hizo un efecto erótico tremebundo!. ¡Mi pene se levantó como si tuviera resorte!:
= ¿Quieres que lo hagamos de nuevo…?
- Sí…, si tú quieres…, pero…, creo que sí quieres…,
me dijo, sonriendo maliciosamente, tomando mi pene muy erecto en su mano.
Me emocioné y me excité nuevamente. Me volví a colocar en posición, entre las piernas de mi mamá. Ella se colocó mi pene en la entrada de su vagina y yo de inmediato empujé.
= ¡Aaaahhh…!.
- ¡Síiii…!,
Gritamos, emocionados los dos, sin embargo, en ese momento sonaba el teléfono de nuestro cuarto.
Mamá se detuvo y haciéndose un poco de lado, levantó la bocina y contestó la llamada:
- ¿Sí…?. ¡Sí…!. ¡Sí…!.
Se hizo una pausa y:
- ¡Ahhh…, eres tú…!. ¡Qué cinismo el tuyo…, después que me dejas a media
noche…, a mitad de la fiesta, como si fuera yo un plato desechable…!.
Se hizo otra pausa, pequeña y:
- ¡No…, no quiero que me des ninguna explicación…!.
Una pausa más pequeña y:
- ¡No…, no quiero verte…, para nada…, olvídalo…!. ¡Adiós!,
Y colgó de inmediato el auricular.
- ¡El idiota de anoche…!, como si hubiera estado excelente…, ¡baboso!.
Me dijo, indignada, enfurecida, brava.
Nos abrazamos. Le hice una caricia en su carita. Íbamos a continuar cuando volvió a sonar el teléfono:
- ¿Sí…?. ¡No…, no quiero que me pase ninguna otra llamada, quiero privacía,
reposo, quiero quedarme a dormir hasta tarde…, no me pase ninguna llamada y
dígale a la camarera que no pase hasta que yo les avise en la administración…!
Dijo mi madre, al teléfono, bastante molesta, y luego trató de sonreírme y:
- ¡Qué se está creyendo el idiota ese…!.
Yo, a pesar de todos los gritos, telefonazos, insultos y demás, seguía “conectado” y adentro de mi mamá: ¡estaba demasiado caliente!.
Comencé a mamarle sus senos, a lengüetearlos, a chuparlos, a succionarle sus pezones, que poco a poco se pusieron más rígidos y erectos. Mamá me apretaba mi cabeza contra de sus pezones y yo sentía que mi pene se agigantaba con cada apretón que me daba.
También sentía cómo, a cada apretón que me daba con sus manos, me apretaba mi pene con los músculos de su vagina y su sexo. ¡Lo sentía como una mano que me estuviera apretando mi pene y succionándome la cabeza del mismo!. ¡Lo sentía delicioso!:
= ¡No sabes lo hermoso que es esto, mamita!,
Le dije, espontaneo, sin poderme aguantar ese comentario.
Ella se sonrió y me apretó contra de ella, contra de sus senos, que continuaba chupando y mamando:
= ¡Me gustan mucho tus senos, mamita…!.
Ella no contestó. Sentía que me apretaba y me volvía a apretar mi pene, con los músculos de su sexo:
= ¡Mami…, te siento…, muy rico…, cómo le haces a mi pi…nola…!.
Ella no contestó; tan sólo me dijo:
- ¡Chúpame…, mámame mucho mis senos…, me pone rete caliente que me
mamen las “chichis”…!.
Me dijo, usando esa expresión…, “popular”, que nunca le había yo escuchado decir. En la casa nunca hablábamos de esa forma, siempre cuidábamos el lenguaje.
- ¡Déjame tu pito hasta adentro…, no lo muevas…, nomás tenlo ahí…, así…,
haciéndole presión a mi chocho…, que sientas que te duele un poquito…,
que sientas cómo chocan nuestros huesitos…!.
(Se refería a la pelvis, a nuestros montes de Venus, yo creo), y yo le hice caso.
- ¡Así…, así…, déjalo así…, empújame fuerte…, sostente…, déjame sentirte hasta
adentro…, sí…, así…, así quédate…, un rato…, estás rete rico m’ijito, qué rico lo
tienes mi Beto…!.
Muévete hacia adelante…, no para atrás, sólo para adelante…, frótame tu
huesito…, así…, gíralo…, lentamente…, despacio…, sigue girando y frotando…,
¡te siento muy rico…, Betito…, Betito…, mi Betooo…!.
Mamá andaba como “desatada”, ¡irreconocible! (al menos por mí). Me sorprendía y hasta me asustaba la forma en cómo cerraba los ojos, las mandíbulas, los puños; cómo estresaba su cuerpo, como me empujaba su vientre, su pelvis, sus caderas contra las mías, cómo vibraba de la emoción y el deseo, la pasión, ¡la lujuria!.
Sus senos estaban muy duros, sus pezones parados, muy tiesos, erectos y ella profería muchos gritos, gemidos, pujidos, cada que le pasaba mi lengua por encima de sus chichitas:
- ¡Déjamela hasta adentro…, no me la saques…, déjamela…, ya estoy por
venirme…, déjamela así…, no te muevas…, deja que yo me venga en tu
verga…, déjala así…!.
¡Me vengo chiquito…, me vengo Betito…, me vengo, me vengooo…!,
¡y se vino…!. ¡Muy rico…!, pero no se detuvo, siguió moviendo sus caderas, agitando su cuerpo, ¡clavándome sus uñas en mis espaldas, en mis hombros, gritándome:
- ¡Ahora sí…, ya muévete todo…, de prisa…, penétrame…, fuertemente…,
de afuera hasta adentro…, con ganas de destrozarme…, de partirme…,
de despedazarme…!. ¡Así…, más de prisa…, más fuerte…, más rápido…,
más…, dame más…!.
Yo le daba de caderazos, la penetraba con mucha velocidad. Sentía que me clavaba las uñas conforme yo la bombeaba, siempre pidiéndome más:
- ¡Más…, más…, más mi Betito…, voy a venirme de nuevo…, dame más…,
mucho más…!.
Pero yo ya no pude aguantarme, aquella cabalgata tremenda, ya me dolían las caderas, la cintura, los brazos y…
= ¡Me vengo mamita…, me vengooo….!,
Y comencé a entregarle toda la dotación de lechita, la que me quedaba en esa ocasión…, que creo que fue suficiente para que mi mamá se viniera también, en medio de ayes y gritos desaforados, que creo escucharon en todo el hotel:
- ¡Dámelos todos Betito…, que rico…, Betito…, mi Beto…, mi lindo…,
paaapitooo…!,
y se vino tremendamente, acompañándome en mi venida.
¡Ambos estábamos sudando, tremendamente sudados, escurriendo sudor!, pero nos quedamos pegados, el uno al(a) otro (a). Yo con mi cara metida en ese rinconcito tan rico que forma el cuello en la unión de los hombros; ella con la cara hacia el techo…, no se si con los ojos abiertos o si estaban cerrados, pero…, ambos respirábamos de manera muy rápida, muy acelerada, haciéndole la competencia a nuestros corazones, que palpitaban con una gran rapidez.
Poco a poco nos fuimos calmando, respirando profundamente.
Me retiré de ese rincón tan bonito y acogedor; me levanté sobre de mis manos y antebrazos y la miré, con los ojos abiertos, con una sonrisa en la boca, que se agigantó en el momento en que la miré:
- ¿Contento mi Beto…?.
No le contesté, me abalancé sobre de ella y comencé a besarla en la boca, y ella me respondió. Fue un beso cachondo, de amantes, de mucha lujuria y agradecimiento a la vez:
= ¡Mamita…, te quiero, mamita…!.
- ¿Te gusto…?.
= ¡Ay mamita…, esto es un sueño…, más bonito que un sueño…, no sabes lo
mucho que lo deseaba…!.
- ¡Yo también lo deseaba…, como ya te lo dije…, ahorita y después…,
quiero que sigamos haciéndolo…, con inteligencia…, de manera discreta pues
esto es un gran pecado…, le dicen incesto…, y es muy repudiado por los
hipócritas de la sociedad…!.
¡Nada de celos ni de tontería estando en la calle o ante los ojos de los demás!.
¡Todo lo que tú quieras cuando estemos solitos los dos…!, sin perder nunca de
vista quienes somos y que nos debemos respeto y hay un principio de
autoridad. ¿Entendido…?.
= ¡Sí mami…!.
- ¿Seguro…, entendiste…?.
= ¡Sí mami…!.
- Bueno…, pues vamos a bañarnos, vestirnos e irnos a desayunar,
que ahora sí…, ya ando muriendo del hambre…