La seducción de mi enorme clítoris… (3)

En el gimnasio mi colosal clítoris hacía estragos. Como fuí seduciendo a Alina.

La seducción de mi enorme clítoris… (3)

por Mujer Dominante 4 ( mujerdominante4@hotmail.com )

Capítulo 1. En el gimnasio mi gran clítoris hacía estragos.

Estábamos haciendo gimnasia desnudas en el gimnasio del club. Yo, para hacer lagartijas, tenso las piernas y entonces, al apretar el culo, se me produce una erección de clítoris, siempre, no sé por qué. De modo que mi adorado pedacito se abre camino por entre la fronda de mi pubis y asoma su rosada cabeza, que puede verse por cualquiera que me mire de costado. Y a mi costado izquierdo estaba Alina, que comenzó a dar frecuentes ojeadas. Me sonreí, sabiendo que ella también vería mi sonrisa.

Y a cada flexión procuraba que mi soberbio clítoris sobresaliera, como si me estuviera haciendo una paja contra mi vello púbico. Pude ver que Nelly tragaba saliva. Y nuestras miradas se cruzaron y yo le sonreí sacando un poquito la lengua, apenas mostrándosela entre mis labios en un gesto de complicidad. Ella se puso un poco colorada. Y trató de seguir mirando sólo hacia delante.

Ese día no pasó nada más, pero yo sabía que la cabeza le había empezado a trabajar.

Capítulo 2. Alina comienza a picar en el cebo.

En la siguiente sesión repetí el acto Y, ya en el vestuario, me senté frente a ella abriendo desenfadadamente las piernas, de modo que pudiera ver mi enorme clítoris totalmente parado. Sus ojos intentaron rehuir mirarlo, pero fue infructuoso. Y cuando los elevó hacia mis ojos se encontró con mi mirada irónica y mi sonrisa descarada. Como si le dijera "yo sé que estás impresionada por mi gran clítoris, y vos sabés que yo lo sé" Ella se sonrojó intensamente, y ante mi burlona mirada se vistió apresuradamente y se fue. Ya la tenía en la trampa.

A la clase siguiente faltó, cosa que yo me esperaba. Pero a la siguiente fue, poniéndose no a mi costado, sino atrás. Aproveché para engolosinarla con mi glorioso culo, por el cual se ha perdido más de una.

Capítulo 3. Y la fui ablandando...

Y cuando nos tocaron los ejercicios panza arriba me acaricié el clítoris para tenerlo portentosamente erecto. Ella, claro, no me veía. Pero cuando se dio vuelta para la serie de ejercicios boca abajo, me demoré, con los muslos bien abiertos, para que tuviera una buena visión de mi tremendo clítoris y de mi sabrosa, húmeda y peluda concha. Sus ojos parecieron salírsele de las órbitas y su cara se puso intensamente roja. Luego, despaciosamente, me di vuelta, mostrándole sensualmente mis glúteos.

Cuando terminó la clase fue hacia el vestuario, pero lentamente, sin apresurarse. De un par de zancadas me le igualé y le puse una mano en el hombro, en gesto de compañerismo. Era más bajita que yo, de modo que al volver el rostro se enfrentó con mis tremendas tetonas, siempre erguidas y bamboleantes. Se le entreabrió la boca. Y me miró de abajo con una expresión como la de mi perra cuando la pesco en falta. Es decir, una expresión entre sumisa y lastimera. La premié con mi sonrisa más abierta.

Capítulo 4. Y llegó el momento de tirar de la línea...

Con mi brazo la atraje amablemente contra mi cuerpo. "¿Te gustó lo de hoy?" "S-sí, fue una buena clase" trató de zafar ella, a mi pregunta de doble intención. "Yo me refiero a lo que viste..." le dije insinuante, "¿te gustó?" Se quedó un momento en silencio, sin saber qué contestar, pero luego se entregó´"Sí, mucho..." musitó con su voz más baja.

"Y ¿no te parece que deberíamos hacer algo al respecto...?" Le acaricié un poco la espalda y la sentí estremecerse. "N-no sé... tengo novio y..." La chica había entendido perfectamente la cosa entre nosotras. Me le puse enfrente, con mis enormes tetazas casi rozando las suyas. "Pero hoy ¿lo ves a tu novio?" Se quedó desarmada frente a mí. "No, hoy estoy libre, pensaba visitar a mi madre, pero con esto..."

"Bueno" decidí, "te venís ya mismo para mi casa". "Si, vamos." Había dado algunas vueltas pero ahora estaba decidida. Mi dominación la había calentado, y lo había asumido. Había visto esa reacción primeriza tantas veces...

Nos cambiamos sin hablar más. Todo estaba dicho.

Capítulo 5. Un pequeño premio al chofer del taxi.

En el taxi dejé que se me subiera la pollera, para seguirla engolosinando con mis tremendos muslazos. El taxista tenía una vista aún mejor de mis piernas separadas, yo no estaba usando braguitas. Y el hombre casi choca. Antes de bajarnos avancé un poco mi cabeza y vi que el hombre tenía una erección impresionante. "¡Gracias!" le dije, "anotá mi teléfono y llamame mañana al mediodía..." "¡Esperá Cristina, que estoy arreglando con el chofer!" le avisé a mi compañera que esperaba afuera. Y no resistí la tentación de agarrársela un poco. Se la saqué afuera del pantalón y con fuertes apretones le hice una paja super rápida haciéndole saltar chorros de leche, que mancharon los vidrios, el asiento y su ropa. Leche muy espesa y atractiva. "¿Me vas a llamar, nene?" "¡S-sí ma-mañana al me-medio día!"

Lo dejé medio derrengado sobre el asiento, y todavía jadeante y salí del coche. "¿Por qué tardabas?" quiso saber Cristina. "Es que le hice una paja al chofer" le aclaré. Me miró con ojos incrédulos "Es que soy reputísima" le aclaré.

Capítulo 6. Al fin la tenía en la trampa... Ahora había que ultimar la seducción.

Al entrar en el living de mi casa, prendí la calefacción, y luego me desnudé, dejando mi espléndido cuerpo frente a ella, que todavía estaba vestida. "Vení, sentate acá", me obedeció, sentándome a mi lado en el sofá. "¿Qué fue lo que más te impresionó de mí?" pregunté eligiendo cuidadosamente las palabras. "Tu gran culo" contestó inmediatamente. "Y lue-luego tus melones tan parados..." confesó con aire un poco contrito. "¿Y?..." le pregunté, mirándola fijo. "Y... tu... tu... ¿de veras ese es tu clítoris...?" "Síi,... ¿te interesó mi gran clítoris...?" "... Este..., sí, me interesó mucho..." Le arrimé mis melones desnudos. "Y... ¿te gustaría que te lo muestre...?" le dije, abriendo mis muslazos. Ella se había puesto colorada, con su respiración un poco agitada. De pronto intentó pararse "¡Pe-pero qué estoy haciendo acá...! ¡Yo me tengo que ir a mi casa! ¡Eso es lo que tengo que hacer!" Había visto esa reacción de pánico muchas veces, y sabía que hacer. Con un brazo le impedí levantarse, y en el mismo movimiento me paré yo, frente a ella con mis caderas oscilando tentadoramente. Mi pubis a la altura de su cara. "¡Vos no te vas nada, cagona! ¡Estás loca por ver de cerca mi clitoritazo, mojigata!" Ella se quedó paralizada por mi reacción. La levanté, poniéndola de pie, la giré y la hice arrodillarse de frente al sofá. Y me senté abriendo las piernas desfachatadamente. Comencé a acariciarme la concha y el clítoris terminó inmediatamente de pararse. Con mis dedos separé el vello púbico, dejando mi enhiesto y gordo clítoris a la vista.

Capítulo 7. Una vez que les muestro mi clítoris están perdidas...

La situación me calentaba mucho. Ni siquiera me acordaba el nombre de la chica, y ya la tenía arrodillada frente a mi peluda concha, deseando mi clítoris. Ya estaba en mi poder. "Mirámelo completamente. No te digo que me lo chupes, pero acercate más y olelo." "¡Eso es, más cerquita todavía!" "¡Sí, así! ¿sentís el olor de mi concha?" Y yo sabía que mi olor la estaba perdiendo, se estaba convirtiendo en una esclava de mi lujuria. "¡Dale un besito...!" "¡Más cerquita la boquita!" "¡Así! ¡Tocalo con la boquita! ¡Esoo!" "¡Asíi, que lindo besito!" "¡Y otro...!" "¡Seguí, mi vida, dale muchos besitos...!" Ya la tenía donde quería. Le acaricié la cabeza, como alentándola con ternura. Sus besos se sucedían, lentos, intensos, cada vez más apasionados. "Ahora abrí la boquita..." ... "Asíi mi amorosa..." Y con un movimiento de pelvis le metí el clítoris entre los labios. El interior de su boquita estaba muy caliente y húmedo. "¡Chupá, mi vida, chupá!" Sus manos se aferraron a mis caderas, y su lengua comenzó a lamerme mi enhiesto gusanón, perdida toda inhibición. "¡Ahh... ahh... qué bien me lo estás chupando, mi vida!" Y agarrándole la cabeza por la nuca, comencé a dar pequeñas rotaciones de mis caderas, seguidos de una serie de pequeños avances y retrocesos que terminaron de volverla loca. Sus manos se aferraron aún con más fuerza a mis caderas. "¡Así... a... sí... mi... cie... li... to... ahh... ahhh... me... vas... a... ha... cer... a... ca...bar...!" Y continué con mis perversos movimientos, cogiéndole la boca. "¡¡¡Aaahh... aaaahhhh... AAAAAAAHHHHHHHHH...!!!" terminé, acabándole en la boca. Levanté su mentón para que me mirara y ví sus ojos vidriosos que me veían con adoración. Evidentemente había tenido por lo menos un orgasmo. Y vi que podía seguir abusándome de ella.

Capítulo 7. Una vez que les he hecho chuparme el clítoris, ya les puedo llevar a hacerme lo que quiera...

"Ahora oleme la concha, nena" "Asíi, acercale la nariz..." Avancé mi escroto, como ofreciéndole más mi concha. "¡Asíii, ¡olémela bien, con las fosas nasales bien abiertas...!" "Asíi, recorreme toda la concha oliéndola a fondo..." Podía ver sus finos y bien peinados cabellos entre mis grandes muslos y sentía su nariz embebiéndose de los olores de mi sedienta concha, y la situación me calentaba enormemente. "Ahora meteme un poco la nariz en la concha..." "Esoo... sacala y volvé a meterla..." "¡Asíii, mi nenita, dale...!" Y comencé a menear mi concha, cogiéndole la nariz. Escuchar ahí abajo sus jadeos me calentó muchísimo, y comencé a jadear yo también. Así estuvimos durante un rato, su cara empapada con mis jugos vaginales, mi concha revolviéndose contra su rostro sin reparos. Y de pronto escuché sus jadeos terminales y la sentí venirse en mi entrepierna, lo que me precipitó hacia otro tremendo orgasmo.

Quedamos exhaustas. Yo despatarrada con las piernas abiertas sobre el sofá. Ella con la cara en mi concha, respirando mis olores. Mi concha y mi bajo vientre todavía se estremecían.

Capítulo 8. Y ahí hago lo que quiero con ellas...

Habían pasado apenas cuarenta minutos y ya nos habíamos mandado todo ese despatarro. Y se sentía que había mucho por venir aún.

Levantándola, fui quitando la ropa que cubría su delicado cuerpo, hasta dejarla completamente desnuda. Luego la llevé a mi dormitorio. La acosté sobre mi gran cama premium y separándole las piernas le fui devolviendo las gentilezas con mi lengua. Su clítoris, mucho más pequeño que el mío, pero no menos sensible, reaccionó inmediatamente a mis lengüetazos, y dada la ansiedad de la calentura acumulada, se derritió rápidamente. Me tendí a su lado, de espaldas yo también. Con una mano guié su cara para que se apoyara contra el costado de mi enorme tetona. Había que mantener el clima. "¿Has hecho esto muchas veces?" le pregunté suavemente. "No, es la primera vez..." "¿...y te gustó?..." "Mmucho..." "¿Tuviste alguna experiencia así con tu novio...?" "Mi novio no tiene concha." Nos reímos como dos locas. Y quedamos adormiladas, su carita descansando en mi rica teta. Habrán pasado unos cuantos minutos.

Capítulo 9. Lo que me costó ayudarla a descubrir su verdadera sexualidad...

"Y ahora que descubriste tu verdadera sexualidad... ¿qué pensás hacer con tu novio?" "¡Un momentito!" protestó "¡Mi verdadera sexualidad es hétero, esta experiencia no significa que...!" Pero no pudo seguir, porque le tapé la boca con el gordo pezón de una de mis tetas. Se quedó paralizada por la sorpresa, con la boca abierta, y dentro de ella mi gran pezón, y mi tetona aplastando su cara. Después de unos momentos lanzó un suspiro. Y su lengüíta comenzó a darle lamiditas a mi pezón. Yo comencé a acariciarle dulcemente la cara mientras ella me mamaba, prendida como un bebé. Era maravillosa la respuesta de esta chica a mi cuerpo. Poco a poco se fue montando sobre mi cuerpo, siempre chupando mi enorme teta. Una de sus rodillas se había deslizado a mi entrepierna. Mi cuerpo comenzó a ondular, y mi concha se frotaba contra esa dulce rodilla. Al darse cuenta su respiración comenzó a acelerarse. Y la mía también. Ahora los roces de su rodilla contra mi intimidad se habían vuelto intencionados. ¡La guachita quería hacerme gozar...! Nuestros cuerpos se restregaban locamente. Y yo empecé a soltar bajos alaridos de placer "Ahh... ahhhg... aaaahhhh...!" Ella me respondía con gemidos. Y su lengua seguía lamiéndome el pezón, que se había puesto a mil, y su boquita succionaba como poseída, y su rodillita me refregaba el clítoris, que también se me había puesto a mil.

De pronto se bajó hasta mi concha y empezó a chuparme el clítoris. Evidentemente el mismo se había constituido en una idea fija en su psique. Y me hizo corres copiosamente. No satisfecha con esto, la pequeña diablilla se dio a lamerme el interior de mi vagina que resumaba mieles. Bueno, otro tipo de mieles. Pero ella se estaba aficionando a mis mieles.

Siguió tanto rato y con tanto entusiasmo que terminé por correrme nuevamente. Y ella, que debía de haber estado tocándose, me acompañó, estallando toda su agitación en un muy apreciable orgasmo.

Con mi mano seguí acariciando su cabecita en un gesto de abandono, revolviendo sus cabellos como haciéndoles rulos.

Capítulo 10. Alina era un poco terca, pero yo persistí en mi afán didáctico.

"Ahora que sabés cual es tu verdadera sexualidad... ¿qué pensás hacer...?"

"¡Qué verdadera sexualidad ni verdadera sexualidad!" estalló enojada "!Mi verdadera sexualidad es...!" Pero no la dejé terminar. Le puse me gran culo en la cara y no pudo decir más nada. Me da un placer muy especial tapar sus caras con mi escultural culo. Con eso las domino instantáneamente. Y se quedan ahí abajo, sin protestar. Que fue lo que pasó con esta chica. Cada tanto lo levantaba un poco, para dejarla respirar. Y se lo volvía a poner. Pude ver que su pequeño clítoris había vuelto a pararse. Mi soberbio culo la estaba pudiendo... Se lo mantuve encima hasta que empezó a retorcerse por falta de aire, la tuve unos momentos más así; sus manos se aferraban a las sábanas con desesperación. Levanté un poco el culo y lo mantuve unos momentos en el aire para escuchar sus jadeos de calentura y la desesperación con que trataba de tomar tanto aire como pudiera. No me pidió "¡Sacame el culo de la cara!", no, estaba loca con mi culazo en su cara. Y cuando se la volví a cubrir, se la aplasté con mis sabrosos glúteos durante un rato larguísimo. Y ahí se corrió. Podía ver en los temblores de su vientre las convulsiones de su orgasmo. Cuando se aquietó le saque el culo de la cara y la miré. La había dejado planchada.

"¿Con tu novio tuviste una experiencia como esta...?

"Mi novio no tiene un culo así..." suspiró.

"¿Te gusta mi culo...?"

"Mucho."

"Y ¿te gustó que te tapara la cara con él...?"

"¡Ay síi...!"

"¿Y te gustaría que te lo volviera a poner y me hiciera una paja con tu cara...?"

"... Una pa-paja con mi cara...? ¿Y có-como...?

"Es muy sencillo, te lo comienzo a revolver sobre la cara..."

"Ay... me caliento de sólo pensarlo... ¡" Su voz fue casi un jadeo ronco. No mentía con lo de la calentura...

Comencé a bajarle el culo, muy lentamente, sobre su rostro. "Pero tendrás que usar la lengüita..." y se lo iba acercando cada vez más. Con mis manos separé los glúteos para que pudiera ver mi orificio. "¡Síii... la usaré...!" "Y lamerme mi ojetito..." "¡Síii...! ¡Te lo voy a lamer...!" Le bajé un poco más mi culo "Y la naricita..." "¡¡Lo que quieras...!!" dijo apasionadamente. Y entonces le cubrí la cara con el culo. Pude sentir como inhalaba para absorber el olor de mis carnes más íntimas. La dejé ambientarse.

Y luego comencé a removerle el culo con pequeños círculos y presiones contra su boca y su nariz. Muy suavemente se lo iba removiendo. Y ella comenzó a saborearlo con su lengua. "Lo que me gusta, cielo, es tener a una mujer lamiéndome el culo..." Por allá abajo escuché sus gemidos que más se parecían a bramidos apagados. "No sabés a cuantas mujeres tuve allí abajo, como vos ahora..." Y aumenté el radio de mis lentos giros... Sentí como ella se aferraba de mis muslos. "Al principio algunas se resisten, pero después que les aplasto la cara con mi gran culo, dejan de resistirse..." "¿Me comprendés, mi vida...?" Ella no podía contestarme con palabras, pero la pasión con que me lo estaba lamiendo hablaban por ella mejor que mil palabras. "Recuerdo a una chica adolescente..." hice un breve momento de silencio para aumentar el suspenso. "La pobre tenía un novio... y creía que lo amaba..." Su nariz había comenzado a cogerme el ano. "...Pero decidí proceder en forma drástica..." Ahora le estaba removiendo el culo en círculos más grandes, refregándoselo por toda la cara Ahora era su lengua la que buscaba desesperadamente mi ojete. "... Y una mañana que estábamos tomando sol, aproveché que estaba con los ojos cerrados y le aplasté mi gran culo sobre la cara..." Entre sus lambetazos y mi historia, me estaba calentando a pasos acelerados... "...Y después de la sorpresa inicial se quedó sopesando sus sensaciones...!" ... "...Y se quedó quietecita, fascinada por el gusto que le daban mis espléndidos glúteos... " Mi amiga estaba arreciando con sus lamidas y yo empecé a descolocarme. Mi culo comenzó a moverse por sí mismo, como si fuera una coctelera. "... Y... y... ¡ahh!... y... cuan... do... se... lo... re... fre... gué... ¡¡aahh!!... ¡¡aaahhh!!... ¡qué bi... en... que... me... lo... es... tás... chu... pan... do... ne... ni... taaahh!" Abajo mío ella estaba toda descuajeringada y lo único que subsistía con coordinación era su frenética lamida, mientras sus brazos apresaban mis enormes muslos, para aferrarse mejor a mi culo. Y eso me pudo... "¡¡¡Ay... mi ci... e... looo... me... es... tás... vol... vien... do... lo... ca... !!! ¡¡¡¡AHH... AAAHHH...AAAAAHHHH... !!!!" Y me corrí estrepitosamente, aplastándole la nariz contra mi ojete durante un momento interminable, en que ella pudo sentir las contracciones de mi acabada, hasta la última.

Capítulo 11. Al fin Alina iba entendiendo...

Cuando finalmente le saqué el culo de la cara, temiendo haberla asfixiado, pude ver su rostro, sus ojos húmedos, con expresión vidriosa, su boca jadeante. Y su vientre que continuaba vibrando espasmódicamente, en el más largo orgasmo que yo haya visto. Me quedé mirándola fascinada, mientras continuaba corriéndose y corriéndose. Sus muslos se tensaban al compás de las pulsiones de su orgasmo. Hasta que quedó tendida, hecha un estropajo.

Después de unos diez minutos traté de ayudarla a pararse, pero no pudo hacerlo hasta pasados otros quince minutos. Se paró vacilante sobre sus pies. Y aprovechando mi mayor estatura y volumen la tomé por la cintura y le planté un beso de lengua, con mis gordos y sensuales labios, revolviéndole la lengua dentro de la boca, durante otros quince minutos, hasta que se corrió nuevamente, en mis brazos. Tuve que sostenerla sobre sus piernas temblorosas para que no se me cayera. Estaba hecha una piltrafita. Entreabriendo sus ojitos por los que asomaba una conciencia alejada, con un dejo de voz dijo: "Mi verda... dera... sexua... lidad... es... hé...te... ro... " dejando escapar un largo suspiro. "Claro, mi vida, claro" le dije enterrando su cara entre mis dos calientes melones, mientras le acariciaba su cabecita. "... Y tenés a tu novio, al que querés mucho..." "Síi..." dijo soñolienta, mientras su boquita me daba instintivos besitos en el interior de mis tetazas. La dejé seguir un ratito y después le puse uno de mis pezones en la boca, para que lo chupara a gusto. Su lengüíta me daba un gustito muy rico y la dejé seguirme mamando.

Al principio por ternura, pero luego me fui excitando y mis jadeos le dejaron saber que algo bueno me estaba pasando con sus chupadas. Y estas se volvieron más intensas y yo me quedé, como inesperada prisionera de su boquita, sintiendo en mis pezones y en la totalidad de cada una de mis tetazas, el picor de una calentura cada vez mayor. Y de pronto sentí, allá por lo bajo, que sus deditos buscaban mi clítoris, y se aferraron a él, acariciándolo con movimientos rotativos que producían una deliciosa fricción. Tan deliciosa... tan deliciosa, que así, de parada, abrí la concha y le apreté el clítoris contra sus dedos, que lo aferraron con aún más fuerza, y estrechándola contra mí, me corrí. Y los espasmos de mi apasionada corrida provocaron la suya. Y se quedó dormida en mis brazos. La llevé alzada hasta la cama. Y al verla así, tan entregada y olvidada de sí en su entresueño, hundí mi lengua entre sus muslos y le di la gran lamida de su vida, haciendo que sus suspiros aumentaran y aumentaran, hasta convertirse en verdaderos jadeos. Y la hice durar lo más que pude, por el gusto de seguir lamiéndola, hasta que sus ardores la llevaron por si solos al climax. Acabó con gemidos y gemiditos. Luego trepé mi cuerpazo hasta cubrir su cuerpito, la besé largamente en la boca, explorándosela incansablemente con mi lengua, que ya tenía vida propia. Y besándola hasta que nos quedamos dormidas, mi cuerpo sobre el suyo.

"Te amo... " gimió en un momento, en su entresueño.

"¿Cómo te llamás, mi cielo...?" le pregunté en medio de mi maravillosa languidez.

"... Alina... creo... " ... "... Y amo... a mi novio... creo..."

"Claro que sí, mi cielito..."

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