La secretaria (final)

Mi historia en París con mi jefe y mi regalo de cumpleaños.

2ª parte

Cuando pasaron unos dos meses desde que comencé a trabajar con Alfonso, llegó una mañana a la oficina y me dijo: vete a casa y haz una maleta para dos días, nos vamos a París. Tengo que reunirme con unos clientes esta misma tarde. Primero llama a la floristería y envía un ramo a mi mujer con una tarjeta de "feliz aniversario" y luego vete a hacer lo que te he dicho. Y no te olvides de ponerte el vestido nuevo para el avión.

Yo asentí con la cabeza. Estaba entre nerviosa y entusiasmada. Primero llamé para enviar las flores a su mujer. No era la primera vez que me encargaba de regalos para su familia. Alfonso había alabado mi buen gusto desde el principio y me dejaba total libertad para encargarme de estos regalos. Luego me acerqué a mi piso, muy cerca de la oficina, que Alfonso había montado para mí. Tenía muchas comodidades, pero lo mejor era el dormitorio con una gran cama, espejos, un gran vestidor, un baño unido al dormitorio con una bañera redonda, etc. Habíamos pasado bastantes horas juntos los últimos dos meses.

Preparé mi maleta con esmero, metiendo la ropa que él había comprado para mí, me di una rápida ducha y luego me vestí tal y como el quería. Siempre llevaba vestidos o trajes de chaqueta, con medias negras, y zapatos de tacón de aguja. Tal y como me pidió al principio, mi aspecto era impecable, bien peinada, depilada a su gusto, ligeramente maquillada y con una ropa interior muy cuidada.

Cuando llegamos al avión, nos recibió una guapa azafata, y nos ofreció una copa de champaña. Nunca había viajado en primera, y estaba encantada. Tan pronto como el avión despegó, Alfonso me llevó al baño, y allí me besó todo el cuerpo. Me dijo que la reunión de esa tarde iba a ser complicada y que necesitaba que le ayudara a relajarse. ¡Nada me gustaba más que complacer a mi jefe!. Me puso de espaldas y sacó mis tetas del vestido, por encima del escote. Levantó mi falda y comprobó que no llevaba bragas, tal y como yo sabía que quería que llevara ese vestido. Me mojó con un dedo el culo para lubricarme y me metió su polla de una envestida. Yo no había follado mucho por el culo, así que mi agujero seguía siendo muy estrecho, pero aun así no me quejaba, aceptaba todo lo que el quería sin decir nada, tal y como habíamos acordado el primer día. Me sentía halagada de haber sido la elegida, y hacía todo lo posible para corresponderle. En unos minutos se corrió, y yo con el. El resto del vuelo fue tranquilo. Cuando llegamos a París, un coche nos recogió en el aeropuerto y nos llevó al hotel. Mi jefe se fue a su reunión, y me pidió que fuera a darme un masaje y después me arreglara para cenar. Íbamos a ir a una cena con un cliente y quería que estuviera deslumbrante.

La masajista acudió en unos minutos. Me pidió que me desnudara y que me tumbara el la camilla. La verdad es que sus manos eran increíbles, me iba relajando cada vez más. Cuando llegó a mi trasero, lo amasaba y tocaba, pero me pareció normal. Luego me pidió que me diera la vuelta. Siguió con el masaje por los pies. Luego pasó por mis muslos, y empezó a subir hasta las ingles. Cual fue mi sorpresa cuando noté que rozaba mis labios y luego el clítoris. No sabía que decir, nunca me había pasado algo así, y la verdad es que me gustaba. Era increíble ¡me estaba excitando!. Estaba cachondísima, mientras una mujer francesa, completamente desconocida me tocaba. Cuando estaba a mil, pasó a lamerme el clítoris con su lengua y llegué a un increíble orgasmo. Inmediatamente se marchó, dejando tumbada en la camilla. Me quedé dormida hasta que oí a mi jefe entrar en la habitación. Me disculpé por estar todavía en la camilla y desnuda, pero me dijo que le gustaba verme así, que le relajaba ver mi sonrisa.

Se dio un baño y me pidió que le diera un masaje y le enjabonara el cuerpo. Cuando estaba relajado me dijo que me fuera a la cama y me tumbara boca arriba y con las piernas bien abiertas. Vino hacia mí y tapó los ojos con un pañuelo. Luego ató mis manos a ambos lados de la cama e hizo lo mismo con las piernas. Entonces noté algo húmedo en mi coño. Notaba algo frío… ¡era un hielo! Me metió el hielo dentro de mi coño y lo notaba dentro, parecía quemarme pero me gustaba. Luego me comió el coño, el culo, lamiendo cada poro de mi entrepierna, sin dejar que me corriera. Me metió entonces la polla en la boca y yo aunque inmovilizada, la chupé con fruición, quería devorarle, sentirle hasta la garganta. No me dejó acabar, me desató las piernas, me dio la vuelta, y a cuatro patas me abrió bien el culo y la metió sin contemplaciones. Me dolió un poco, pero en seguida me acoplé a sus rítmicas envestidas y me corrí al mismo tiempo que él.

Después nos fuimos a cenar a un restaurante muy lujoso de París. Alfonso estaba exultante, supongo que por la reunión de la mañana, que había sido un éxito. Me pidió que no llevara bragas, y que me pusiera un precioso vestido negro, que se ajustaba perfectamente a mis curvas, con unos zapatos de charol, con un altísimo tacón de aguja, y medias con liga al muslo. Hacía bastante aire en la calle, y el vestido de gasa se movía, y rozaba mis nalgas desnudas.

Alfonso pidió al portero que llamara un taxi para ir al restaurante. Enseguida teníamos una limusina en la puerta, y yo estaba cada vez más sorprendida. No estaba acostumbrada a esos lujos. Alfonso levantó un poco mi vestido y empezó a tocar mi clítoris, me separó las piernas, y yo solo podía mirar al chofer. El notó mi azoramiento, y cuando intenté bajar el vestido, lo subió aún más, y me miró fijamente, sin decir ni una palabra, pero taladrándome con la mirada. Yo automáticamente reaccioné y le dejé hacer, como llevada por un trance. Gracias a Dios, en seguida llegamos al restaurante.

El Maître nos llevó a un reservado, donde para mi sorpresa ya había otro hombre esperando. Alfonso le dijo algo en un perfecto francés, que yo no entendí, y enseguida me presentó como su ayudante, y el caballero se presento en castellano así mismo, estrechando su mano y diciendo su nombre: Pierre. Era muy atractivo.

Ojos negros penetrantes, moreno, fuerte, alto. Nos sentamos, y como ya era habitual, Alfonso pidió mi cena, pues sabía siempre lo que me gustaba. Lo primero me llenó la copa con un delicioso champagne, que yo bebí con avidez. Luego la cena transcurrió relajada, charlando de trivialidades, pero muy amena. Cuando acabó la cena, Alfonso habló nuevamente con Pierre en francés, y ambos sonrieron. Ya fuera, la misma limusina nos recogió y nos fuimos al hotel. Me extrañó que Pierre viniera con nosotros, pero pensé que le dejaríamos en su casa de camino. No fue así. Entró con nosotros en el hotel, y por su forma de mirarme y sonreír, supuse que vendría con nosotros a la habitación. Así fue. Por supuesto no me quejé, no opuse resistencia, y como había bebido un poco en la cena, la verdad es que estaba entre excitada y orgullosa de ser el objetivo de aquel francés tan atractivo.

Ya en la habitación, Alfonso puso música y Pierre bailó conmigo, empezó a desabrochar mi vestido y yo recordé que no llevaba nada debajo a excepción de las medias. Ya era tarde, mi vestido estaba a mis pies, así que me tapé mi coño rasurado como pude, pero Pierre me hablo dulcemente al odio, me dijo que era muy bella y que no debía ocultarme. Me besó, y sobó mientras yo veía a Alfonso recostado con un vaso de whisky en la mano. Cuando llegó a mi culo, metió un dedo dentro, y yo di un respingo, pues no lo esperaba, entonces me recostó en la gran cama, se arrodilló y me quitó los zapatos. Ya solo me quedaban las medias, con su delicado encaje, que Pierre besó, pasando la lengua por la línea entre mi piel y la tela.

Alfonso se unió a nosotros, chupando mis pezones, que se erizaron con el contacto de su lengua. Notaba otra lengua en mi coño, estaba en la gloria, cachonda como una perra, y con dos hombres horadando cada centímetro de mi anatomía. Luego fue mi turno y empecé a chupar ambas pollas a la vez. No podía negar que me gustaba y mucho. No quisieron correrse, así que Pierre se tumbó y me dijo que me sentara en su polla tiesa y dura. Mientras Alfonso desde atrás se las apañó para meterla en mi culo. Tenía el culo ya dolorido del polvo anterior, pero como estaba tan mojada, y excitada, solo notaba placer, mucho placer, y después de varios minutos follando como animales, nos fuimos corriendo. Caímos sobre la cama y dormimos hasta por la mañana. Cuando me desperté, encontré a Pierre mirándome y con esa sonrisa tan fantástica. Tenía ganas de más, y yo no iba a defraudarle. Alfonso dormía plácidamente, así que fuimos al baño y nos duchamos juntos, mientras nos restregábamos, besábamos y follamos durante un buen rato, hasta corrernos al unísono bajo el agua. Alfonso entró en el baño y me dijo: "vaya, parece que a mi putita le gustan las pollas por pares. Déjame mear y me la chupas un ratito mientras Pierre se viste". Así que me seque un poco y de rodillas en el suelo, chupé la polla de mi jefe, me esmeré como intentando darle las gracias por todo esto… había descubierto mi personalidad mejor que yo misma, y me sentía muy feliz.

A ahora si:

Mi regalo: Me puse la ropa interior más sexy que encontré, también me compré un magnífico traje de chaqueta, muy corto y elegante al mismo tiempo, que yo sabía iba a encantar a mi jefe. Le senté en su silla ejecutiva, puse música y le hice un strip tease. La música sonaba relajada y sensual. Empecé a desabrochar la camisa, muy despacio. Luego la falda, dejando solo una mini braga de cuero, que tenía una cremallera en la entre pierna. Me agaché para desabrocharla y entonces cogí unas bolas chinas y chupándolas fui introduciendo una a una en mi culo apretado. En total cinco, y Alfonso ya estaba excitado, y tocándose el bulto de su abultada polla. Entonces retiré también el ceñido sujetador de cuero, y aparecieron mis pezones erectos, duros y con unos pequeños adornos en ellos. Alfonso ya no podía más, pero no le dejé levantarse. Me senté encima de el, llevando un pequeño pastel con una vela. Saqué la polla, y me la metí, notando las bolas en mi recto, y su polla, muy ajustada dentro de mí. Le dije, ahora pide un deseo, y me contestó: ya tengo lo que quiero, solo deseo conservarlo Y me besó, mientras se corría en mi coño.