La secretaria

Como una joven secretaria ordeña a su jefe por primera vez.

Como cada fin de mes, Jenny, la secretaria del director, debía quedarse hasta tarde en la oficina, esperando a que terminara la junta. El hombre para él que trabaja tenía 52 años, estaba casado y tenia tres hijos varones. Por lo general, Brenda, la esposa del jefe, siempre iba a recogerlo a la oficina después de las juntas, pero en esta ocasión, ella y los hijos se encontraban de vacaciones en Varenna Italia. Ventaja de ser la esposa del más rico de la oficina, pensó Jenny.

La junta se había prolongado más de lo normal. Se habían reunido los altos mandos para determinar la estrategia de ventas para el siguiente año. Alrededor de las diez de la noche, la puerta de la sala principal se abrió. Los altos ejecutivos se despidieron entre apretones de mano fuertes, voces graves y felicitaciones de fin de año.

El último en salir de la sala fue el jefe de Jenny.

— ¿Cómo es que aún sigues aquí Jenny?

—Quería estar al pendiente por sí necesitaba algo.

— Ay niña, pero ya es bastante tarde. Permite que te acompañe a tu casa, hoy no viene Brenda y puedo desviarme.

—Sí, claro Licenciado.

—Dime Roberto.

—Ok, Roberto. —dijo tímidamente Jenny.

Jenny llevaba dos meses trabajando para Roberto, había sido seleccionada entre un grupo de jóvenes que querían ocupar el puesto de becaria. Tenía veinte años y una carrera técnica en administración, eso le permitió sobresalir de entre las demás, además de su obvia belleza. Tenia cabello largo a la altura del pecho y de color negro azabache, piel clara, ojos grandes y rasgados de color oscuro, nariz respingada que terminaba con una simpática bolita en la punta, labios delgados que siempre estaban cubiertos por brillo y le daban un toque de humedad, un cuerpo esbelto, un busto promedio y levantado, un abdomen plano y un trasero que sobre salía de su delgadez.

Tomaron el elevador y bajaron los siete pisos hasta llegar al estacionamiento, en el estacionamiento destacaba el Mercedes Benz GLB de color gris. Roberto le hizo una seña al encargado para que levantara la pluma del estacionamiento. Abrió la puerta del copiloto y le indicó a Jenny que se subiera, después él ocupo su lugar de conductor.

El camino rumbo a casa de Jenny era de aproximadamente una hora. En los primero quince minutos Jenny pensaba: “Que bien me siento en este coche, es justo el lujo que me gustaría”, volteo a ver a Roberto y siguió pensando, “es un hombre mayor, pero aún así conserva su atractivo, creo que yo podría hacerlo sentir bien”. Roberto se dio cuenta que Jenny se perdía en sus pensamiento.

— ¿Por qué eres tan sería, no me digas que te intimido?

—Algo.

—¿Por qué, apoco soy de esos jefes regañones?

—No, para nada, sólo que tienes una presencia bastante imponente. —dijo Jenny después de ponerse roja de la pena

—wow, creo que te sonrojaste. —dijo Roberto con una sonrisa picara.— Espero que con la junta no se hayan arruinado tus planes.

—Mis planes eran encerrarme en casa y leer un libro o ver una serie.

—Bueno, pero eso es mejor que estar esperando a un par de viejos.

—Me gusta estar cerca de hombres con experiencia. —afirmó Jenny mientras veía a Roberto sonrojarse. —Ahora el que se sonrojo eres tú.

—No imagino cuantos años tendrá tu novio. —expreso Roberto

—No tengo. —dijo Jenny al mismo tiempo que colocaba su mano sobre el muslo de Roberto.

Roberto se quedó sin respiración por un momento y después de salir de su trance dijo.

—¿Sabes que esto puede resultar mal?

—Estoy dispuesta a correr el riegos.

Roberto la miró fijamente, aceleró el Mercedez y en cuanto encontró un lugar retirado y oscuro se estaciono.

—Entiendes que deben existir reglas.

—Seguiré las que tú me indiques.

—No estamos pensando bien —dijo Roberto mientras intentaba poner en marcha el auto.

Jenny sabía que esta sería la única oportunidad que tendría. Cuando llegará Brenda de vacaciones, sería más difícil que se diera un encuentro inicial: colocó su mano esta vez entra las piernas de Roberto, sintió que Roberto ya estaba al máximo y pensó: “Desde hace cuanto estaba así”. Jenny se acomodo en dirección a él, con ambas manos inició la maniobra de quitar el cinturón y desabrochar el pantalón: un enorme bulto se asomaba debajo de un bóxer negro.

—Esto sí no me lo esperaba —dijo Jenny mientras sus ojos brillaban.

Roberto había olvidado por completo su intención de prender el coche, sólo veía a Jenny tomar el control de la situación.

Jenny acomodo a un lado su cabello largo y negro, dejando su cara completamente libre y expuesta: bajó el bóxer negro de Roberto y un miembro completamente erguido, duro y venoso se asomaba, la punta brillaba por las gotas que empezaban a emanar: Jenny se agacho, lo tomó con ambas manos, sacó la lengua y lamió cuidadosamente la gotas de la cabecita: Roberto lanzo un gemido, su respiración se cortaba con cada inhalación. Jenny abrió la boca y a pesar de sus esfuerzos el miembro era más grande de lo que ella podía meterse.

—Creo que es demasiado grande para mí —dijo Jenny en tono de disculpa

—No te preocupes lo estas haciendo muy bien.

Jenny decidió hacer un mayor esfuerzo, abrió la boca lo más que pudo y logró introducir un tercio del miembro. Con fuerza empezó a succionar; su lengua jugaba con la punta del miembro que estaba dentro de su boca. Sus manos acariciaron los huevos sobre el bóxer negro. Se oía el sonido de sus jugos bucales con la miel que salía de aquel miembro viril ¡cloc, cloc cloc! Jenny se excitaba viendo lo que lograba conseguir en aquel hombre, nunca imaginó que hacer esto le provocaría tanta excitación al grado de sentir cómo se mojaba su entrepierna. Bajó el resto del boxer, y empezó a chupar los huevo de su jefe: sus manos ahora apretaban fuerte el miembro y lo deslizaban de arriba abajo. Roberto estaba recargado sobre el asiento, con la cabeza echada para atrás, sus manos sujetaban el cabello de Jenny: bajó su mano por la espalda de ella y la movió lateralmente hasta llegar a tocar su seno que tenía el pezón erguido. Jenny lanzo un gemido y la succión en su boca se descontroló; dejó de chupar los huevo y regresó al miembro de Roberto, lo lamía de la cabeza a la raíz y lamentaba mucho no poder tragar completo aquel descomunal bulto, lo succionaba con frenesí intentado aprovechar todo el líquido que salía de él.

—Qué bien me ordeñas, no voy aguantar mucho —dijo Roberto

A pesar de la advertencia de Roberto, Jenny no dejo de ordeñarlo. Roberto soltó un gemido. Jenny sintió como un líquido cálido salía del miembro, era lechoso, condensado y con un sabor dulce que se escurría por la comisura de sus labios; lo trago poco a poco. El miembro de Roberto comenzaba a perder rigidez, pero Jenny extasiada seguía succionando: intentaba sacar toda la leche posible. Delicadamente comenzó a limpiarlo con la lengua, de la raíz a la punta, sin dejar un sólo rastro de la leche que había salido disparada.

Roberto se incorporó en su asiento, levanto a Jenny y le planto un beso. Jenny aún tenía leche en los labios. La combinación de los jugos de su boca con los de la boca de su jefe y la leche de él, hicieron que Jenny se excitará de nuevo. Roberto notó la respiración de Jenny.

—Se ve que eres insaciable. —dijo Roberto y vio cómo Jenny se sonrojaba. —creo que es hora de que yo te ordeñe, pero me gustaría que fuera en otro lugar.

—No puedo esperar para tenerte adentró. —dijo Jenny mientras le daba un tierno beso en los labios a Roberto.