La secretaria del jefe

Una cachada fenomenal.

LA SECRETARIA DEL JEFE

Hacía tiempo que le había hechado el ojo a la secretaria del jefe. Se llama Briana. Es una mujer que no pasa desapercibida: de 24 años, con unas piernas bellísimas, un culo formidable, una cinturita hermosa, unas tetas impresionantes, linda de cara y cabello negro largo, toda una hembrita. Me le había acercado varias veces, ella siempre me coqueteaba, pero el maldito jefe siempre interrumpía todo.

Pero ese fin de semana era ideal, el jefe había viajado fuera de la ciudad, y esta vez nada iba a impedir que me coma a esta hembrita. Poco antes de la hora de salida subí a su oficina, entré intempestivamente, con cara de enojado, y me senté en el escritorio del jefe, fingía estar molesto mientras rebuscaba entre los papeles sobre la mesa.

¡Uy! ¿Por qué el mal genio? – me dijo.

Sábado, falta una hora para salir, y el jefe me llama para pedirme urgente que le mande por fax un informe de no se qué papeles – respondí.

No te desesperes – me dijo – Yo te voy a ayudar.

Y se levantó de su sitio para acercarse a mi escritorio. Estaba con una minifalda negra ceñida que dibuja perfectamente su culo, y una blusa blanca con un escote que dejaba ver parte de esas tetas que tanto quería tocar. Caminó coquetamente hacía donde yo estaba. Esta vez nadie la iba a salvar.

¿De qué papeles se trata? – preguntó.

Son los balances del mes pasado – le dije sin poder apartar la vista de sus pechos.

Esos papeles se guardan aparte, en otro archivador – contestó mientras se dirigía a unas repisas y se estiraba para alcanzar unos archivadores en la parte superior.

Te ayudo - le dije acercándome.

Me puse detrás de ella, lo suficientemente cerca como para que sienta mi pene, que comenzaba a erectarse, rozarle el culo. Ella se puso nerviosa, caminó un poco más allá, siempre dándome las espaldas.

Creo que están en este otro sitio – dijo con voz tenue.

Déjame ayudarte – dije mientras nuevamente le hacia sentir mi pene en su culo.

Ella comenzó a exitarse, pegó su culo hacia mi y comenzo a gemir. Ya era mía. Puse mis manos en su cintura para acercarla hacia mí, ella cerró los ojos y comenzó a apretar su culo contra mi pene. Mis manos se deslizaron hasta sus tetas, y las apreté con gran placer, ella respondió con un gemido. Le di la vuelta y comencé a besarla en la boca. Mi lengua tocaba la suya y mis manos recorrían su cuerpo. Le fui desabotonando la blusa, hasta descubrir esos pechos impresionantes, que parecían morir de ganas de escapar de ese sujetador que con las justas cubría los pezones. Rápidamente los liberé, y allí estaba, frente mío, mostrándome esas tetas que tantas veces me hicieron soñar.

De pronto se separó de mi y comenzó a caminar hacia la puerta, dándome las espaldas, yo no podía apartar la mirada de su culo. Puso seguro en la puerta y se dio vuelta, dirigiéndose hacia mi. Que excitante era mirarla caminar sólo con su minifalda, con las tetas al aire, escuchando las pisadas de sus zapatos de taco alto.

Se arrodilló delante de mí, me desabrochó el pantalón y cogió mi pene con su mano. Que placer me producía al empuñar mi miembro, y el placer llego al máximo cuando lo empezó a lamer, desde los huevos hasta el glande, humedeciéndolo completamente, y entonces se lo introdujo en su boca, hasta la misma raíz. Yo le agarraba firmemente la cabeza, y mi pene entraba y salía de su boca, Fue una mamada espectacular, me lo chupó como nunca antes lo había sentido. Entonces la tomé por los brazos, la puse de pie, y le di vuelta. Bajé el cierre de su faldita, y cuando se la quite descubrí lo que imaginaba: su culo estaba protegido sólo por una tanguita diminuta, que no tardé en retirarle. Ella puso las manos sobre el escritorio, ofreciéndome ese poto que yo siempre volteaba a mirar cuando nos cruzábamos. Le metí la pinga sin titubear, ella ya estaba totalmente mojada, se notaba que se había excitado mientras me mamaba la pinga. La penetraba profundamente en un meneo frenético, sus gritos y gemidos me excitaban aun mas. Decidí hacerle una penetración rápida y muy profunda, ellá gimió fuertemente y debió dolerle porque se separó de mi, pero inmediatamente se hechó encima del escritorio, abriéndome las piernas. Sin pensarlo dos veces la agarré de la cintura, jale su cuerpo hasta que su culo quedó al filo de la mesa, entonces me puse sus piernas en mis hombros y le metí el pene de una sola arremetida. Sus gemidos empezaron a oírse nuevamente en la oficina. Con mis manos en su cintura, la atraía hacia mí cada vez que le empujaba mi pinga. Me excitaba ver sus tetas moverse con cada arremetida mía. Aceleré el ritmo, penetrándola con fuerza, sus gemidos se convirtieron en gritos y se comenzó a estremecer. Se estaba corriendo, y eso me excitó sobremanera, sus movimientos me producían mucho placer en el pene y finalmente eyaculé, inundándola con mi semen. Se quedó gimiendo un rato más mientras nos recuperábamos. Fue una cachada que superó todas mis expectativas. Fue el mejor sexo que había tenido en toda mi vida, pero lo mejor era que esto recién comenzaba...