La secretaria de Miguel

Era mas que un deseo una locura...

La secretaria de Miguel

La verdad, nunca había mostrado demasiado interés por Pilar.

Pilar es mi secretaria desde hace ya unos años.

Pilar es joven unos 27años y muy bonita de cara, pero su cuerpo no me motivaba lo mas mínimo. No es que fuera fea, simplemente no era mi tipo.

Yo me llamo Miguel y no soy ningún sex symbol pero intento mantenerme en forma. Eso sí con mis 34 mi tripa empieza a notar los efectos de la cerveza.

Pilar, mi secretaria, hace cosa de un año que se quedó embarazada.

La verdad estaba radiante, no sé que tiene ser madre pero a las mujeres se les ilumina la cara. Y ella estaba eufórica.

Deseaba mucho un hijo y después de 13 años de matrimonio por fin había conseguido quedarse embarazada.

A mí me iba a causar mas de un problema, no es fácil encontrar buenas secretarias, pero se la veía tan feliz que incluso con el problema de encontrarle sustituta me contagiaba su alegría.

Pasaron los meses y Pilar seguía viniendo al trabajo.

Su cuerpo empezó a notar los síntomas del embarazo.

Su tripa empezaba a crecer.

Pero sus pechos también hacían lo mismo.

Nunca me había fijado en sus pechos, pero casi podría decir que veía como crecían, me tenían hechizado.

Estaba loco por verla llegar a la oficina con sus modelitos de premamá y aquella delantera que cada vez era mayor.

Pasaron los meses y cuando entró al octavo mes de gestación cogió la baja.

Era una locura, la nueva chica era muy eficiente y trabajadora, pero yo gastaba un humor de perros. Estaba deseando ver a Pilar y sus pechos.

Dormía pensando en sus pechos y me levantaba tremendamente empalmado.

El trabajo era un castigo puesto que aún me la recordaba más.

Solo me quedaba un poco tranquilo cuando la veía.

Por fin un día recibo una llamada desde el hospital.

_ Miguel.

_Si soy yo, ¿ con quien hablo?

_Soy Pilar, te llamo desde el hospital.

_Dime, ¿ pasa alguna cosa?

Yo no podía decirle nada sobre lo que sentía, hubiera pensado que soy un degenerado, de manera que mantenía una conversación de lo mas normal.

_No, tranquilo. Solo te llamo para decirte que ya tuve a mi hijo.

¿Te importaría que le pusiera tu nombre? Como fuiste tan amable conmigo me gustaría ponerle tu nombre.

_Me halagas, pero no es necesario. Estoy muy feliz por ti. Cuando pueda me paso a verte. ¿Estás bien?

_Si, todo fue muy bien. Gracias por todo. Nos vemos pronto. Adiós.

_Adiós.

Después del parto, pensé que mi obsesión pasaría a ser historia.

Pilar ya no estaba embarazada, de manera que ya no tendría esos pensamientos.

Por si acaso, dejé pasar un par de días y luego fui a verla.

Pilar estaba en la cama del hospital. Recostada y con el camisón un poco abierto en el escote.

Sus senos seguían siendo enormes.

Aquello era una tortura.

Me hice el valiente y me acerqué a la cama.

Acerqué un brazo hacia ella para despertarla, pero mi subconsciente era más valiente que yo y sin saber muy bien lo que hacia la acaricié.

Pilar tardó un poco en despertarse lo cual hizo que mi erección fuera visible a través de la tela del pantalón.

Cuando me vio, se incorporó un poco en la cama.

Notó mi erección pero no dijo nada, al contrario me sonrió

Yo no sabia como tomarme aquello de manera que también callé.

Pilar con total naturalidad me presentó a su hijo y me hizo saber que era la hora del pecho que si no me importaba se lo daría.

Yo no creía que ella quisiera darle el pecho en mi presencia de manera que me levanté de la silla para salir.

Pilar me detuvo. Me dijo que no hacia falta que me fuera. Que era algo muy natural y hermoso.

Yo no podía denegar la invitación y me quedé mirándola como un bobo mientras su hijo intentaba sorber de sus pezones.

Mi erección era insoportable, de manera que le dije que tenia que irme. Que cuando estuviera en su casa iría a verla.

Pilar me sonrió y me dijo que estaría encantada de recibirme.

Yo no podía quitarme de la cabeza a Pilar dando de mamar.

Era una imagen muy tierna, pero yo quería estar en el lugar del niño.

A los dos días volví a verla.

Estaba sola en casa y se volvió a repetir la escena del hospital.

Tenerla frente a mí, con el pecho desnudo y al pequeño Miguel chupando de él, fue demasiado.

Me acerqué a ella y sin pensarlo la besé.

Pilar no me rechazó.

Dejó al niño en su cunita y volvió a besarme.

Aquello no podía ser cierto, Pilar me aceptaba.

No me hice de rogar y seguí besándola por todas partes. Su cara, su boca, su cuello y naturalmente sus pechos.

Al llegar a ellos me entretuve en masajearlos y besarlos, pero no me atrevía a chuparlos aunque me moría de las ganas.

Pilar lo sabia, y cogiendo mi cabeza como si se tratara de la de su hijo con una mano y su pecho con la otra me lo acercó a la boca y me dijo:

_Vamos mi niño, come que te mueres de hambre.

Aquello fue como un chispazo.

Chupé sus pezones, hasta que bebí lo mismo que su hijo.

No podía dejar de sorber y chupar aquellos enormes cantaros, pero mi erección era tanta que necesitaba aliviarla de algún modo de manera que mientras seguía con mi boca en aquellos suculentos pezones, mis manos iban desnudándola.

Iba a meter mi polla en su conejo.

No podía mas y casi no pensé en nada, simplemente se la metí hasta el fondo y empecé a bombearla.

Aquella situación también la había puesto muy caliente ya que con solo un par de envites se corrió y yo hice lo mismo. Aquello era demasiado.

Cuando los dos quedamos algo mas relajados estuvimos charlando un rato y como mi obsesión en vez de calmarse lo que hizo fue aumentar quedamos en que volvería a verla otro día.

Lo repetimos un par de veces mas y a día de hoy ya ha vuelto a trabajar a la oficina.

Sus pechos ya no están tan llenos, pero sus polvos conmigo son cada día mejores.