La Satanasa

Puta Satanása, cuanto me hiciste sufrir, aunque me diste lo que nunca he recibido, lo que ninguna niña me ha podido dar, tu me enseñaste el cariño sin limite, aun así me llevaste a la ruina. Gracias a ti estoy en la cárcel.

La Satanása

Peter Grausam

La Satanása

Novela erótica

© 2005 Peter Grausam

e-mail: grausam@whoever.com

Primer capitulo

Puta Satanása, cuanto me hiciste sufrir, aunque me diste lo que nunca he recibido, lo que ninguna niña me ha podido dar, tu me enseñaste el cariño sin limite, aun así me llevaste a la ruina. Gracias a ti estoy en la cárcel.

Y cuando me dejen salir en algunos años, voy por ti, para echártelo en la cara lo que pienso hoy de ti, de tus mentiras.

Yo voy a buscarte en la misma esquina del parque de Puriscal donde te conocí, en la acera de "Bikos bar"

Eso era un viernes en la mitad del año 2004. Por la ventanilla del bar salió el sonido de una vieja canción del grupo, la oreja de van gogh – "siempre viernes en la noche te esperare aquí."

Ni siquiera cuenta me di de este, pero tú cuando por fin te enamoraste de mí, me recordaste a eso en nuestros momentos más sentimentales.

Yo estoy saboreando mi segundo Chivas mientras charla con mi amigo Tulio sobre eso, aquello y lo siempre presente, las niñas. Aburrido dejo pasar mi mirada por el oscureciéndose, ligeramente nublado ambiente.

No e había mucho que ver en este pueblo de mala muerte. Algunos taxis piratas con sus viejos carros, esperando a ganarse un ultimo flete y los vendederas de le calle recogiendo su mercadería sobrante.

De un teléfono público se despliega una silueta, lentamente cruzando la calle. Antes de llegar al otro lado se para y gira hacia nosotros. Es una joven niña delgadita, vestida con una ajustada y corta camiseta azul con llamativas franjas amarillas y un pantalón campana de mezclilla, sostenida por la parte mínima posible de sus caderas. Eso dejaba a la vista la morena piel de su delicada talla y gran parte de la firme pancita. Se necesitaba poco imaginación para ver el resto.

Que linda criatura pienso, dirigiendo mi mirada hacia Tulio y diciéndole: "¡Mira Tulio, una niña como esta, si me pudiese gustar!" –– ¿Cuál, esta flaca?- ¡Ah, es muy flaca, no tiene carne! ¡No, no, ella es perfecta por lo que yo veo!

¿Te la llamo? Yo la conozco, es Cristina la Satanása.

"¡Si – no – pero que le digo, yo no la conozco!"

Y mientras hablábamos, ella ha cambiado la dirección, alejándose de nosotros. Y Tulio le grita fuertemente: "¡Cristina!"

Y como había esperado el llamado, da vuelta y se acerca rápidamente con flexibles movimientos, parecido a un suave, sensual baile. De pronto ella se para al lado de Tulio, preguntándolo: ¿Que pasa?

Nuestras miradas se cruzan, siento escalofríos, no estoy preparado para enfrentarme con esta hermosa joven, siento timidez. Y Tulio nos presenta: "¡Mira Cristina, este es Berni, el Alemán, anda solito y me dijo que le gustas, quizás él puede llevarte a donde quieres!"

Mientras el esta hablando, ella dobla un poco el espinazo, apoya sus puños en la cintura y empujando su quijada hacia delante me hecha una mirada como hacerme entender:- Tu viejo cara de picha, que quieres tú de mí. Me siento avergonzado y para no tener que resistir mas a esta orgullosa mirada saco de mi bolsillo un enrollo de dinero, aparto tres billetes de mil y se lo doy a ella diciéndole: "¡Toma eso y buscarte un taxi, para que veas que no todos los hombres son iguales!"

La expresión de su decentemente maquillada, exótica carita cambió al momento a no entender.

Ella da vuelta en el punto y jala, dejándonos ver su hermosa y frágil parte trasera, de la cual sobresalen sus pequeñas y redonditas pompas. Cuando ella se aleja de nuestra vista, Tulio empieza a regañarme.

"¡Cómo pudiste hacer esto, dándole dinero, ahora vas a ver va a venir por mas!"- No deberías haber enseñado todo el bulto de dinero.

¡Yo no entendí nada!

Hasta Tulio me explica: "¡Esta Cristina es una Zorra, algo parecido a una puta y se deja llevar por cualquier hombre que les paga mil pesos, o le invita a una fiesta!"

No me lo puedo creer, esta linda muñeca, no parece, no puede ser. Seguro, es como en todos los pueblos pequeños, la gente habla mucho si una chica se comporta y viste un poco mas divertida que los de más.

Tulio se va a descansar, porque tiene que madrugar para manejar su taxi en San José y me deja solo en la esquina. Con mi curiosidad despertada pido otro Chivas a Biko y le pregunto con respeto a Cristina.

Casi me dice lo mismo de ella, ya que pasa muy a menudo por aquí, para comprar cigarros y condones.

Entonces es una chica fácil – y yo me había casi esfumado de timidez.

Ojala que sea verdad lo que dicen, no seria mal, tener un aventón rápido, disfrutando ese lindo cuerpo.

Ni media hora tenía de esperar, cuando ella de verdad regresó. De repente llegó, no lo sé de donde ni como, a la par mío pidiendo un paquete Derby a Biko. Y me mira con esos ojos de niña inocente preguntándome si yo pagaría los cigarros. Desde luego, como no, con muchísimo gusto.

Mientras mete los cigarros en su pequeño, juvenil bolso me hace saber que esta buscando a alguien que le pueda llevar a un pueblo cercano para hacer un mandado.

Hasta ahora no me he fijado mucho en ella, pero ese cambia cuando agita su cabeza y su precioso, ligeramente ondulado y abundante cabello que alcanza hasta sus caderas, toca mi desnudo brazo. Madre mía, que sentimiento más tierno.

Me separo un paso de ella con la mirada dirigida al suelo, viendo sus botas de tacón alto. Aun así su grácil estatura alcanza apenas la altura de mis hombros. Elevando mi vista me doy cuenta que tiene el botón de la pretina abierta.

Y, y, de esta apertura sale una fina franja de vellos hacia arriba. Pero no pasando por el ombligo como normal, sino dejándolo a un lado. – Que exótica nota. Me gustaría ver mas adentro en este abierto pantaloncillo, ver donde nace esta erótica franja, donde tiene su raíz.

Se me pega la mirada allá, imaginándome abriendo la cremallera, tocando esa tan erótica zona, a ver que tanga lleva, si es que lleva una porque en el poco espacio cubierto no hay mucho que esconder.

Ya estoy templado, ella debe sentir mis deseos.

Yo despierto cuando ella me pregunta: "¿Te gusta?"-"¡Oh si, eres muy linda ¡"

Levantando mi cabeza paso la vista por sus diminutos pechos, que aun tan pequeñitos están escondidos en algo que deforma totalmente la línea. Al fin tengo que mirarla a la cara, lo cual me cuesta mucho. Quizás ella ha visto mi abultado pantalón y quiere burlarse de mí.

Nada de eso, me hecha una más simpática y sensual sonrisa que jamás he recibido. Su fina carita es de una muñeca y cuando abre sus plumosos labios, preguntándome susurrando "¿Me llevas?"- oigo campanas soñando.

Ya me había imaginado que la tengo en mi carro y me enseña toda su lindura. Así le abrí como caballero que soy la puerta de mi Jeep Cherokee. En el camino a Guayabo le contesto con certeza sus preguntas.

Que vivo por aquí cerca con mi familia, que vivimos de un dinero que hemos traído cuando llegamos hace seis años, que estoy intentando ganarme algún dinero como escritor, ya tengo unos libros publicados en Alemania, que estoy muy feliz con mi esposa aunque a ella no le gusta besar que es lo esencial para mi y me gusta lo erótico y chicas jóvenes como ella, y, y, y,...

Cuando llegamos a Guayabo me indica entrar en un estrecho, oscuro callejón a mano izquierda. Al seguir unos cientos metros me hace parar. Aquí parece que esta enterrado el perro. Al abrir mi puerta un poco, se enciende la luz adentro, así le digo mirándola a sus ojos café: "¡Bueno, ya llegamos!"

Y antes de que yo pueda salir para abrirles la puerta, ella me mira de un modo inexplicable y me pregunta: "¿Berni, quieres que yo te bese?"

Como hipnotizado respondo, Síííííí!

Y como una serpiente se desliza por encima de la gaveta de los cambios y se sienta en mis regazos, toma mis mejillas en sus pequeñas manos y acerca con ojos brillantes su boquita a la mía. Sintiendo sus plumosos labios estoy perplejo.

Cuando percibo su mojada, suave lengua acariciando mis labios, le respondo igualmente. Ella se amolda a mí y poco a poco abrimos nuestras bocas, hasta que las lenguas se entrelazan, con una nunca experimentada ternura.

Y cuando yo por fin paso mi mano por su desnuda cintura, acariciándola como si fuera una frágil estructura, siento su complacencia, como ella debe sentir la mía, porque esta sentada por encima de un volcán, que esta a

punto de erupción.

Y como siempre en la vida real, cuando uno esta disfrutando al máximo, es interrumpido.

Unos fuertes golpes en el techo del carro nos hacen separar. Un gordo y feo hombre dice "¡Cristina, vamonos!"

Yo no la quiero dejar salir, pero ella se desliza ágilmente de mis brazos y al salirse pasa mi mano moderadamente sobre sus pequeñas, redonditas pompas cual me hace sentir su firmeza.

Con las palabras "adiós mi amóóóóór" se esfuma con el gordo en una casa de cuatro latas.

Estoy como borracho mirando mi mano, todavía siento sus lisas rollizas pompas. La sentí con ninguna molesta costura. Dios mío, seguro que no lleva una tanga.

Oigo el eco de sus palabras – mi amóóóóór – y me siento lisonjeado. ¿Quizás esta muchachita habrá sentido igual a mí y le gustó?

Pero porque entonces se ha ido tan rápido, sin mayor explicación. ¿Era el gordo su marido y se enoja ahora con ella, porque nos ha visto?

Rápido doy la vuelta, antes de que vengan por mí.

Dirigiéndome volando a casa, siento inmensas ganas de regarme y un extraño sabor en mi boca, algo como un amargo, ligero ensordecimiento.

Cien metros antes de mi casa no aguanto mas las ganas, paro el carro en un oscuro rincón, abre mi pantalón antes de que esto se estalle y como un diablo saliendo de la caja brinca el pene en mi mano.

Ohhhhh - mi mano es Cristina, siento el color de sus pompas, estoy entre ellas, chupo mis dedos, imaginándome su lengua y yaaaaa... salen los chorros, empapando a cristina su ombligo.

Uiiii – no, es el mío. Jodér, me manché la camiseta. ¿Cómo voy a explicar eso a mi mujer?

Ah ya, me mancho por encima con aceite del motor y le digo, que este maldito carro otra vez ha fallado.

Segundo capitulo

Después de una noche muy larga, me desperté con las mismas ganas y al tocarme estoy otra vez con Cristina. Mi mujer ya se había levantado para hacer el desayuno. Según los ruidos que me llegan de la cocina, ella apenas ha empezado con su cariñosa labor. Así dejo actuar el diablo por debajo de mi cobija.

Es que, con mi pareja no tengo relaciones sexuales. Aunque ella hace años atrás siempre lo intentaba, yo no las quería, porque sentí que lo hace solo para complacerme a mí, pensando que los hombres ocupan sexo. Eso tenía cierta verdad, pero ella me complacía totalmente con su maravillosa manera de ser. Ella es hecha a mano, especialmente para mí.

Cuando nos conocimos, hace ocho años, en un centro turístico fuera de Europa, donde yo trabajaba autónomo en mantenimiento, sentimos los dos al instante que hemos vivido ya una vida junta. Era amor al primer sentido.

Digo sentido, porque el físico de ella era todo el contrario, de lo que yo consideraba como sexy.

Sin embargo ella era muy guapa, pero vestida como una flor de pared, con ropa conservativa, su cuerpo alto como el mío y algo grueso.

Y sin vergüenza le contaba mi atormentada vida, en la cual las bellas niñas jóvenes jugaban el mayor partido, pero yo, después de tanta convivencia conflictiva con ellas, he decidido cambiar mi vida. Quiero dejar el sexo al lado y fijarme más en los valores del alma.

Aun más, después de que yo impacientemente pedí ayuda de una bruja callejera para encontrar la criatura que comparte con migo el resto de mi exótica vida. Esa bruja era soñadora. Y quizás yo le caía bien, porque me ayudaba sin pedir nada a cambio y me profetizaba el día siguiente: "¡Antes que pasen seis meses vas a conocer tu media naranja¡ ¡Es una rubia con cabello largo, viene de lejos y esta soñando con tigo!"

Ella soñaba muy, pero muy bonito. Una rubia que nunca he tenido, por fin me la van a mandar. ¿Era eso creíble en los años noventa?

¡SI, EXISTE!

Porque cuando yo conocí a mi princesa me recordé de la profecía de la bruja, entonces faltaban solo tres días para cumplir los seis meses. Y como mi princesa me contaba, tenia las vacaciones planeadas en otro país, en el cual hubo problemas de violencia, así la agencia de viajes le dio otro destino en donde el hotel estaba sobreocupado y al fin la mandaron, donde a los dos días de su llegada nos encontramos.

Entonces decidí vender mi casa e irme con mi pareja hasta el fin del mundo. No obstante, quería enseñarle a la bruja mi nueva mujer y darles nuestros agradecimientos. Por más lo que buscamos a ella, jamás le encontramos. Nadie le ha conocido, ni visto. Pero yo guardo un recuerdo de ella, un pequeño cuadro, que pintaba para mí. El enseña un árbol con hojas azules, amarillas y doradas y algunas en el suelo. Por debajo un poema de cuatro líneas:

Saludos

Gente, árboles, gente

Mira las olas de su vida

El color de su canto

Soñando del azul al amarillo

Cual sentido hasta hoy no he podido descubrir, y la signatura – ISABELLA SOLUNA - eso suena muy bonito, como sol y luna.

CRISTINA SATANÁSA, tampoco suena mal

Y de ella si, sé donde esta. Siento su presencia, su inolvidable beso y quiero más.

Desesperadamente salgo a las tres de mi casa con rumbo a la esquina, pensando en las palabras de Tulio.

Y como ella volvió una vez a mí, puede ser que vuelve otra vez. El tiempo no quería pasar, el jugo de naranja con cada trago sabe más ácido y Biko tampoco le ha visto. Con la tranquilidad de un viejo cantinero me dice una y otra vez: "¡Horita llega!"

¿Horita, horita, cuando es horita? ¡Ya pasaren tres horas y no aparece!

Del próximo autobús están saliendo un montón de gente y se acumulan en la acera que parece un hormiguero.

Por fin veo a ella, se despega de la masa, aunque ya es de noche, la reconozco por su inconfundible caminata.

Espero que me esta viendo, estoy bastante alumbrado por la luz del bar.

Desahogado digo con media voz: "¡Aquí estoy, aquí¡"

Confiando en que me ha visto, doy la espalda a la calle y pido a Biko un doble brandy , suponiendo que me tranquiliza, porque en cualquier momento llega ella, dejándome oír su suave voz diciendo – hola mi amóóóóór!

Lo que oí, era la seca voz de Biko, pidiendo quinientos pesos. Y cuando miro a la calle veo un gran vacío. No puede ser, se ha ido.

Decepcionado camino unos pasos hacia arriba y abajo, buscándola.

Allá esta, en las gradas de la iglesia, hablando con un joven. No puedo quitarles de encima mi celoso mirada.

Sí claro, un joven, como no!

Al momento me alegro, cuando ella le da un beso en la mejilla y se separa de él. Ahora si, si viene hacia mí directamente, con la misma sonrisa de ayer. Yo estoy ansioso por sentir sus labios y más.

Ahhhh, yo siento sus manos en mi cintura, su cabeza se acerca, su boquita tan cerca cierro mis ojos, siento su aliento y... me da un beso en la mejilla.

"¡Hola, mi amor – pura vida!"

Yo esperaba mas, se había olvidado? No, no, eso no puede ser. La sostengo en su talla y cuando mis manos sienten la calurosa piel, se me va el nerviosismo y llega el templón.

La aprieto contra mí, dejándola sentir mi duro miembro en la altura de su ombligo e intento besarla en la boca.

"¡No, mi amor, aquí no ¡"Dice ella resistiendo.

Apretando más mis manos en su cintura extiendo mis brazos, separándome un poco de ella. Me hecha una vergonzosa mirada, la cual no me llama mucho la atención. Pero su pequeño top negro si, cual esta por gran parte cubierto por su precioso cabello. Soltando mis manos acaricio sus costillas y llegando a las axilas, deslizo el pelo por encima de sus hombros hacia atrás y veo, que el top no tiene tirantes. Es solo una ancha cinta elástica de fina tela, sostenida por sus niñas pechitos del tamaño de dos medias naranjas. Los pezoncitos me hacen pensar en las semillas.

Antes de que yo pueda acercar mis manos a esa delicia ella se desvía con una pudorosa movida. Pero yo, inspirado por el afán de mis sentimientos la agarro con unos dedos en la pretina del pantalón, sintiendo que este es muy flojo. Así la tiro a ella hacia a mí, aprieto la otra mano contra su pancita y extiendo mas la pretina. La luz del alero alumbra adentro un relleno, rosado triangulo de tejidos de rizos, enmarcado con tiras azules. El fresco olor que llega a mi nariz, me deja tambalear, me recuerda a miel y flores. Quiero ver que lindura esconde por debajo de esa tela y deslizo mi mano que aprieta su pancita hacia dentro. Ella se opone, dice no Verni, no y en ese momento se abre el botón de presión de la pretina, la cremallera también se abre y mi mano que halaba la pretina se resbala. Apenas con la punta de un dedo de mi mano izquierdo agarro el borde de la tanga, logrando destapar una buena parte. Y lo que veo me deja parar el corazón.

Es que, no veo nada, ni un vellito. Oh, dios mío, está rasurada, total desnuda. Estoy encantado al igual mi pene de este lindo descubrimiento.

Parece un sueño, la tiene igual como una joven niña adolescente, con la diferencia que ella no lo es una. ¿O?

No, no, por lo menos tiene dieciséis.

Cuando ella se había ajustado el pantalón me dice un poco disgustada: "¡Dame plata!"- ¿Que? – No he oído bien? "¡Si, dame dinero!" Ya, ya, pero? – Toma mil. " "¡Quiero mas!" "¿Bueno, que me das a cambio?"

De repente cambia la expresión de su carita a la del día anterior, cuando me preguntaba si yo quería que me besara. Y más dulce y sensual me dice: "¡Verni, vamonos al hotel!" Me coja de la mano, llevándome casi arrastrado. A mi perpleja mirada Biko responde con alegría del mal ajeno en su sonrisa.

Cristina tenia tanta prisa de llegar a ese hotel de cero estrellas, que no quise detenerse en el corto camino. Me llevaba con firme mano.

Cuando subimos las gradas del oscuro corredor del hotel, ella delante de mí, no pude resistir de tocarle esas redonditas pompas. Las tomo en mis manos como dos grandes pechos. Y ella me lo permite. Oh, como bailan en mis manos, como dos balones de hule duro.

El viejo portero le saluda como un amigo: "¡Hey Satanása, ya llegas con otra presa, - ya, ya, Cristina, tú eres

una abeja... Yo siento, que a ella no le gusta esta conversación, porque lo interrumpe a el con su rápida pregunta por un cuarto con baño.

"¡Cinco mil con cama doble!"

Ella me empuja hacia dentro con las palabras: "¡Ya, quitase las ropas!"

Eso no sonaba nada romántico. Al igual las palabras del anciano portero. Seguro, él pensaba que yo soy Gringo y no entiendo español. Entonces es verdad, lo que dicen la gente de la Satanása, es una abeja diligente.

Pero no me importa. Ella es una abeja preciosa y yo quiero como abejón picarla con mi aguijón, ahogándola con mi miel.

Con unos extraños sentidos, algo como fiebre de primera vez, me siento en un lado de la cama y empiezo a quitarme las ropas, dándole la espalda a Cristina. Cuando termino doy la vuelta y me arrodilló en la cama, dispuesto a desvestir y disfrutar un largo tiempo este sueño de una niña.

Pero ella ya esta desnuda, extendida en la cama, con las piernas cruzadas y su cabello tapando los pechos.

La única luz del techo, un bombillo de cien vatios, alumbra espectacularmente su moreno cuerpo.

Estoy fascinado de tanta belleza. Ella mira con grandes ojos mi erecto por desesperación balanceado miembro.

"¡Huíííííí, que grande!"- Deja oír y la toma en su ágil mano, moviendo el prepucio.

Me pongo de cuclillas sobre sus piernas, por si, acaso se le ocurriera escapar y empiezo acariciar su plano y firme vientre.

Oh, ya, por fin la tengo como deseaba desde la primera vista. Con mis testículos siento la piel de sus muslos y su mano entre las mías. Acariciándole sus costillas, una a una, me dice:"¿Estoy muy flaca, he?

¡No, no, eres perfecta, linda, preciosa, eres justo lo que yo necesito.

Deslizando su cabello sobre los hombros me brillan tan cerca esas dos tiernas elevaciones. Muy suave las tomo en mis grandes manos y las acaricio como si fueran de algodón. Ohh, siento como se amoldan a mis manos, como los pezoncitos endurecen, hasta llegar al tamaño de un filtro de un cigarrillo, rosadita y linda, algo tan estética, que nunca antes he visto. Cuando paso mi lengua sobre ellos, Cristina reacciona tiritando, las tomo mamando alternamente entre mis labios y saboreo su transpiración. Cuando ella suelta mi pene y acaricia mi espalda me enderezo y me deslizo hacia sus pies, para admirar su cuerpo entero.

Su piel es perfecta, sin estrías ni granos, ninguna cicatriz o moretón y del mismo color, de arriba hasta abajo.

Yo tomo el pene en mi mano, deslizando la piel hacia el tronco y le enseño el mocoso, grueso glande preguntándole: "¿quieres sentir cuanto te deseo?" -

"¡Si, si, mete me la!"

Cuando intento de separar sus cruzadas piernas, ella se opone y me dice: "¡Apaga la luz, mi amor!"

Yo insisto, explicándole que quiero ver toda su belleza, disfrutar su juventud entera. Hasta cuando yo le ofrezco mas dinero cambia su manera y me permite con pudor, extender sus piernas. Su erótica elevación de Venus me recuerda a una cabeza raspada, en la cual se posa una bella mariposa.

Sus hinchados labios vaginales forman en la parte superior dos abiertas, azul - morenas alitas que siguen serrándose hacia abajo, de igual forma de las alas de una mariposa.

Siento, que no tengo suficientes ojos para disfrutar esa exótica impresión. Lleno de expectación acerco mis dedos y paso el índice con la parte exterior ternuramente sobre la parte cerrada de sus labios y entrando entre las alas siiiiiiiiiientoooooo..., sequedad y una grande perla.

Me estoy volviendo loco, que clítoris guarda esta muñeca en su sorprendente paraíso. Estoy tan excitado, que siento como sube mi esperma.

Así levanto, doblando sus rodillas, las piernas hasta que los muslos tocan el vientre y las extiendo prudentemente al máximo.

Y su exótica flor se me abre, me deja ver su luciente membrana mocosa, de un color tan rosado, parecido a la lengua de un negro. Ese hace un impresionante contraste con sus oscuros labios y la piel morena.

Rápido me acerca y apoyo con mis muslos por debajo de los de ella, tomo mi pene y le introduzco el glande en el pequeño embudo, lo deslizo hacia arriba y cuando mí glande es cubierto por esas carnosas alitas, acaricia con el su perla.

Cristina reacciona temblando, gime y antes de que yo pueda mojar sus membranas mocosas con la saliva de mi boca, pide con una rara voz: "¡Mete me la, me te me la ya!"

Si, si, si, ya, lo empujo hacia abajo y al sentir su estrecha entrada, suelto la mano y empujo suave a penetrar.

Tengo dudas de que mi grande aparato puede entrar fácilmente, aun con mucho cariño, en la angosta y poca mojada cueva.

Uhhh, ahhh, - estoy pisando a una linda, tierna niña jovencita, siento su joven cuerpo, su calor, empujo suave, despacito, siento su profundidad, quiero regarme muy dentro, siento mas calor, sus esponjados labios me devoran, voy mas y mas a dentro, tengo que contenerme, ella mueve sus caderas, levanta los pompas, las agarro con mis manos y miro su vaina, veo como mi pene ya esta la mitad en ella, oh, si, me inclino sobre ella, beso sus pechitos, quiero comérmelas, llenar su niña pelvis con mi esperma, busco su boca y me pierdo en el beso.

Es cuando ella retira sus labios y me dice con voz seca: "¡ Apurasé, apurasé !"

Como un rallo saco mi pene, cual de repente se encoja.

"¡No Cristina, no,- así no!"

Enojado me levanto y empiezo rápido a vestirme. Cuando tengo puesto el pantalón le tiro un billete de cinco mil con las palabras: "¡Toma, para tu tiempo perdido!"

Ella me cae en la espalda y abrazando me arrastra a la cama.

"¡No, no, y no Crist...!"

Me tapa la boca con el mismo sensual beso que yo ya había echado de menos y empieza acariciarme de verdad.

Rápido me quita el pantalón e intenta levantar el muerto.

Yo le explico, que eso será algo difícil, porque estoy muy sensible y cuando siento una hembra desinteresada se me van las ganas.

"¡Oh, mi amóóóór, no, por favor, te quiero hacer feliz, quiero sentirte en mi, me llenas tanto, deseo sentir cuando te riegas, haga me el amor, por favor mi amóóóór.

No puedo resistir a esas dulces palabras y cuando ella acerca su boca a mi pequeña masculinidad, cuando siento su increíble ternura, me dejo llevar. Su boca me hace imaginar de lo que es capaz de dar con todo su cuerpo.

Su cabello con cada movimiento acaricia mis muslos como una suave, tibia brisa.

Pronto me vuelven las ganas y antes de que Cristina se aproveche de sus poderosos labios, sostengo su cabeza.

Me mira con sus expulsados labios abiertos, como si todavía tuviera mi glande entre ellos y yo me imagino de haberme regado en su boca, como la leche empapa su lengua, derramándose lentamente por sus labios. Le indico que se acueste de espalda.

Me acuclilla entre las extendidas piernas y levanto sus rodillas. Al extender los muslos lucen sus brillantes, mojadas membranas mocosas.

Si, esta vez están mojadísimas, puedo ver como se despliegan los finos hilos de moco.

Ahora nada en el mundo me puede impedir el placer de aparearme con esta linda criatura. Al deslizarme sobre su cuerpecito siento inmediato el mojado núcleo de sus labios vaginales y una ligera sustracción me jala fácilmente adentro. Acariciando con el glande la boca del útero me riego enseguida, acalambrándome a ella, mi cabeza hundida en su precioso cabello. Mi placer no quiere terminar, repetidos calambres conmueven mí cuerpo

Ella me pregunta asustada: "¿Que pasa, mi amor?"

"¡No, nada, estoy disfrutándote al máximo!" Y así me había quedado, queriendo disfrutar esos jamás experimentadas emociones, cuales de su parte no son entendidas. Apoyándose en mis hombros deslizando su culito, me da a entender que ya hemos terminado. Cubriendo con la mano su genital se levanta y camina piernas abiertas al inodoro, donde vacía la mano y su mariposa con unas miradas que expresan poca complacencia.

Cuando sale un chorrito de orina de sus alas, ella se da cuenta que la estoy viendo y cierra pudorosa la puerta del baño. Veloz termina de ducharse y recoge sus ropas de la cama. Soñando veo los sensuales movimientos al ajustar esa dulce tanguita y me vuelven las ganas de bañarme de nuevo en ella. Su monótona voz "¡Dame mas plata!" A un tiempo expresando prisa, me despierta.

"¡Si, si claro, toma tres mil, pero si te quedas te doy mucho mas y,-lo ultimo que veo son sus redondas pompas, rellenando el pantalón y su precioso cabello flotando por el hueco de la puerta, acompañado con un "¡Gracias mi amor!"

¡Uff! Salado yo. ¿Que será que la dejé huir de mí?

Supuestamente le gusta el dinero, aun así no quería más?

En este momento yo le había dado fácilmente diez mil o más para poder disfrutar su niña feminidad por más tiempo. Lo que si puedo disfrutar es su aroma, en especial el de su vagina, que huele a niña limpia.

Soñando regreso a la esquina, para tomar otro brandy. Sonriendo maliciosamente, medio gritando me dice Biko: "¡Un beso en el pipi!" - Oh, si, y me hubiera gustado dándole muchos más.

¿Dígame Biko, tú sabes la razón porque ella podría tener tanta prisa que le deja olvidarse de todo?

"¿Le diste dinero?" "¡Si, desde luego!" ¡Ah, entonces va a comprar piedras!

"¿Como va a comprar piedras, están cerradas todas las ferreterías.

"¡No, no, ella es piedrera!"

"¿De verdad?"- No parece ser escultora!

"¡No, ella fuma piedra!"

"¡Que tontería, me estas tomando el pelo, he.

En ese momento un carro cruza pitando la intersección. Es un conocido, Osvaldo, un joven de 25 años que tiene una verdulería en el mercado, Le hago parar y pregunto por Cristina.

"¡Si claro, quien no la conoce!"

Le pregunto lo mismo y me dice lo mismo que Biko.

"¿Entonces, como trabaja, donde tiene su taller?"

Su incrédula mirada igual a la de Biko, me hace sentirme incomodo,- que estoy preguntando de mas?

"¿Osvaldo, dígame en serio, que son estas piedras que ella busca?"

"¡Carajo!"-"¿Verdad, no lo sabes?" -¡Que no!

"¡Coño - Es una Droga, también se llama Crac!

Bueno, hasta luego

Tercer capitulo

¿Hmm... Droga, Crac, Cristina?

Sabiendo yo, que Alcohol y Drogas han hecho mucho daño en el mundo. Me recuerdo cuando tenía veintidós años y mis amistades empezaban a fumar Hachís, me separaba inmediato de ellos. Para ser feliz yo no ocupaba esa porquería. Una linda joven muchachita a mi lado era toda la felicidad para mí.-Y Cristina, como yo sentí, podría darme una inmensa felicidad.

En mi casa no-tenia algo que hacer más rápido, que ver el diccionario.- Cracing - previendo del idioma ingles, nombre del método de cambiar Cocaína a materia peligrosísima que destruye el cerebro. Una persona al solo probarla una vez puede quedarse adicta.

Ha, eso a mi no podía sucederme, dejando yo de fumar cigarrillos hace muchos años atrás, de un día al otro.

Yo me ponía a hacer, cuando le veo la próxima vez, preguntarle sobre estas misteriosas piedras. Y si era verdad, que usa Drogas, no quería volverle a ver, menos tocarla.

"¿O? - Quizás un poquito, de vez en cuando?"

Hoy, después de haber arreglado algunas cositas en la casa, así causado alegría a mi pareja, quiero salir a descansar en la noche y tomar un trago con unos amigos.

Teniendo yo esa maravillosa mujer a mi lado, que siempre me complace leyendo los deseos en mis ojos. Nunca ella me pregunta cosas que yo por mí mismo no le cuento. Ni es curiosa, ni celosa, simplemente feliz con la vida que yo le propongo, cuidar y educar a nuestra muñeca Erika de cinco años.

Esa linda bebe, nacida aquí, que la gente llama "el sol"por su luciente cabello amarillo, es una infatigable criatura, en el momento muy pegado a la mama. Ese hace su día muy largo y a pesar de que yo no estoy a su lado, duerme bien.

A las siete me despido de ella con un superficial beso y con las palabras como acostumbraba: "¡Hasta mañana, mi tesoro!"- Si mi tesoro, te espero cuando sea!

Ella sabia que yo soy muy responsable y cuando no pasaría algo imprevisto, como algunas veces en el pasado el maldito carro se descompuso, haciéndolo mandados en San José, de este modo volviendo en plena mañana, estoy en un par de horas de vuelta.

Llegando a mi esquina, Biko al servirme una Maximalta dice: "¡Cristina ha preguntado tres veces por ti - Un beso en el pipi!"

¡Condenado! Precisamente hoy tengo que llegar tarde. La idea, que ella consume Drogas, me hace pensar en enfermedades, transmitidos por Drogadictos y no en sexo. Así no me importa mucho, si la veo o no.

Pero cuando la veo se me flaquean las piernas. No por ella, pero sí por la rubia acompañante. Mis pensamientos dan volteretas al ver esa tierna, guapísima jovencita.

Es más grande que Cristina, decentemente vestida con un ajustado pantalón y su camiseta que llega casi hasta la pretina solo permite ver un poco de su blanca piel. La ligera chaqueta deportiva marca dos bien visibles abolladuras.

Poco antes de alcanzarme, Cristina indica a la muchacha que se queda por allá y viene a mí. ¡No me gusta como anda! La estrecha minifalda, combinada con una fruncida, porosa blusa blanca que deja ver la estructura de un superfluo sostén y el extrema maquillaje, en especial el luciente rojo de sus labios, le dan la típica apariencia de una niña fácil.

Ella siente mi disgusto y al preguntarme: "¿Que té paso, mi amóóóór?" ¡Quiere darme un beso!

Yo me opongo, retirando la cabeza le digo que no me toque con esos untados labios y también que no me gusta como se viste.

Antes de que se recupere del desconcertado le pregunto por su amiga. "¿Ah,- te gusta ¿"- "¡ Si, es bonita, llámala!"

Una fláccida movida de su mano le deja desplegarse de la pared. Tímidamente se acerca, parándose a la par de Cristina.Yo hago dos pasos hacia ella, pongo mis manos en su cintura y le doy el obligatorio beso en la mejilla. Fascinado de su perfume y del sentido que me transmiten mis manos le estoy mirando hasta que siento un codazo en mis costillas. Anticipándose a mi pregunta por su nombre dice Cristina gruñendo: "¡Ella es Jennifer!"

Que bonito nombre. De repente pienso en Jennifer López.

No lo sé que hablar con ellas, así les pregunto, como es viernes y Cristina vestida de gala, si tienen algo planeado. Susurrando se comunican entre ellas, diciéndome que no. Entonces tengo una idea.

Que os parece, si vamos a San José? Yo conozco un lindo lugar que tiene casino, bar y restaurante para pasar un rato bonito y después podemos irnos a un complejo que se llama "El Jardín del Edén" donde hay sauna, yacuzzi, televisión y privacidad. Es que, mi amigo Tulio me ha contado de ese nuevo, lujoso lugar.

La imaginación, de estar con las dos desnudas muñecas en la cama, explorando a Jennifer, me excita inevitablemente. Con prontitud y radiante de alegría les abre las puertas en bella esperanza. Y de hecho entran al carro. Jennifer atrás y Cristina adelante, que al sentarse desde luego tenia que llamar mi atención.

¡Y lo logro!

Al sentarse lentamente, abriendo sus atléticas piernas la minifalda de fino cuero se encoge y se me presenta un repleto triangulo de cotton blanco con libélulas rojas. En este momento me gustaría ser uno de estos bichos y lamer su néctar.

Apenas sentado atrás del volante paso mi mano sobre la tanga, acariciando gustosamente su caluroso nido.

Complacido sierra los muslos, apretando mis dedos entre ellos. Jennifer alarga el cuello.

Como el carro es automático, pongo la palanca con mi otra mano en "D" y salimos. Al pasar las últimas casas, Cristina sube la falda hasta la cintura y pone una piernas sobre la consola entre las mías, demostrándome así su abultado hilo dental. Fascinado enciendo la luz y veo la suave tela amoldado entre los labios vaginales.

Cuando lo tomo el bulto en mi mano, ella se adapta suavemente a mí. Acariciándome la nuca pasa su lengua sobre mi oreja, la mete en ella y besando apasionadamente la mejilla, busca mi boca. Al chupar mi lengua siento su mano apretándola sobre mi pantalón y yo con mis ansiosos dedos la hinchazón de sus labios vaginales.

El camino con muchas curvas no me permite disfrutar más su apasionado besos, así le digo hasta que llegamos a la autopista que me deja de besar y se dirige a la amiga.

Pasando los ojos por Jennifer, veo como aprieta la mano entre sus muslos. La mía desde luego sigue acariciando las libélulas. Yo dejo la luz, un foco que solo alumbra el espacio de Cristina, encendido. Disfrutando paso mi mano sobre el lado interior de su muslo, su vientre, quiero sentir sus pechitos. Esta dura estructura del sostén me molesta. Se le digo que no me gusta que una niña sin la necesidad lo use.

Ese es el momento cuando Jennifer por primera vez deja oír su niña voz.

"¡Yo no uso esta cosa!"

Con una veloz mirada hacia ella digo: "¿No es verdad?"

En el espejo veo como abre su chaqueta y al mirarle enseguida me enseña dos bolas de cañón que casi estallan la camiseta. Tengo ganas de parar el carro y sentarme atrás a ver si me deja tocarlas - y más.

Como Cristina prever mis pensamientos, toma mi mano, levanta el triangulo de la tanga y la lleva adentro.

De repente me olvido de Jennifer. Sintiendo el mojado entro con un dedo y lo muevo y muevo y muevo...

Ya estamos llegando a la autopista, faltando como veinte kilómetros hasta San José. Es cuando Cristina me pregunta: "¿Puedo enseñarle a Jennifer tu picha?"- Seguro que nunca ha visto una tan grande!

Estoy encantado, a quien no le gustaría enseñar su orgullo a una bella niña, aun mas, cuando será exhibido a manos de una linda chica. Así ya sabe de una vez lo que le esta por venir, -¡ pienso yo!

Y más le va a gustar mi garrote, como esta superexcitado. Con buena voluntad me abro el pantalón y lo bajo lo más posible. De repente siento el alivio al poder de extenderse mi precioso.

Cristina pasa la mano sobre la oscura mancha de mi tanga. Yo giro un poco la espalda hacia la puerta, pongo el brazo sobre el respaldo para qué hay buena visibilidad por el espacio intermedio entre los asientos, mientras Cristina lo tiene en su ágil manito. Me pide encender también la luz de mi lado y cuando el objeto esta bien enfocado dice a Jennifer: "¡Véala, véala - acércate!"

Ella se levanta lentamente, hasta su cara toca mi hombro. Cristina suelta la mano y vuelve a sostenerla con dos dedos, halando la piel hacia abajo. Yo oigo los suspiros de Jennifer, en su voz suena susto y a la vez vergüenza cuando dice en voz baja: "¡Oh, uh - que bárbaro!"- Tócala, tócala, pide Cristina mientras yo miro por unos instantes plenamente a la cara de Jennifer, a sus grandes, asustados ojos y le digo sensualmente: "¡Si, si, hazlo - no morde - puede ser tuyu!" No quiere, es demasiado para ella. Asustada vuelve a sentarse. Aparentemente no tiene ninguna experiencia con hombres y sus órganos. "¡ A lo mejor Cristina le esta enseñando y...!"

Unos duros pitazos me devuelven a la realidad. Si, claro, estoy manejando en zigzag.

Cristina no se deja influir por el incidente, la toma en firme mano y empieza a besuquear el jugoso glande.

Ese si llama la atención de Jennifer. De mi Angulo de ojo observo como su expresión ha cambiado a la curiosidad y se inclina hacia delante. Cuando Cristina ya esta chupando, balanceando rítmicamente su cabeza, no puedo manejar más. Me estaciona con un último esfuerzo, apago el motor, inclino el respaldo hacia atrás y cierro los ojos. Cristina para de mover la cabeza, aprieta sus labios atrás del gorro y empieza a mover la mano rápido,- mas rápido - una locura, siento su lengua - siento - ooo, como me derramo contra ellaaaaaa...

Cuando regreso, ella me hace saber con arrobada cara: "¡Hey, tu sabes bien rico!"

Estoy en las nubes. Pronto continuamos nuestro viaje.

Llegado al parqueo del "Hotel del Rey" estaciono el carro en el último estrecho espacio. Desde luego no tengo mejor cosa que hacer, que abrir la puerta trasera y brindar mí ayuda a Jennifer al salir. Su chaqueta deportiva no es una ropa adecuada para el ambiente en que pensamos estar, además hace bastante calor. Así le digo, aun sosteniendo sus manos, que es mejor dejarla en el carro.

Al quitársela en el estrecho espacio es inevitable que nuestros cuerpos se rocen. Cuando ella se inclina hacia dentro del carro, mostrándome su tenso pantalón, llevo mis manos a su cintura y cuando ella se endereza esta pegada de espalda a mí. Sintiendo su voluntad de ser abrazada, deslizo mis manos ansiosamente sobre la camiseta hacia arriba, tomando cautelosamente sus delicias.

Ohh, - si, de verdad, esas duras pelotas no dependían de ninguna ayuda, pero si, de unos suaves, cariñosos manos. Desesperadamente siento como ella empuja su pecho hacia mis manos. Amoldando su cabeza a mi hombro me mira con juvenil inocencia, expresando placer, curiosidad y timidez. Al sentir como Jennifer estrecha su mejilla a la mía, respondo igualmente con todo mi cuerpo. Esa tierna criatura me hace entender que quiere ser acariciada por mí y explorada cariñosamente.

Cuando oigo el guarda del parqueo saludándome, siento su mirada ardiente sobre mis manos.