La Sapo

Al garañón fulero le dio tiempo a embutírsela una sola vez antes de dejarle su semilla certera en tan solo cuatro espasmos que tubo sin reprimir

La sapo

-¡Arturoooo!   -  ¡¡¡Artuuuuroooo!!!

-Joder  Domi, me llama mi madre, ya nos vemos a las ocho en la plaza con las bicis. -  ¿OK?

  • ¿Vale? Pero te tengo que contar algo muy gordo que tiene que ver contigo…! ¡Vas a alucinar en colores hermano!

No será pa tanto cabrón…venga, luego me cuentas perro…

-       Ok, Arturo. Luego nos vemos  - ¡Ja!

Domingo, mi mejor amigo, suele pasar por la frutería de mis padres donde yo ayudo durante los veranos.

Pasa a verme y yo me salgo a la calle para ir planeando  lo que haremos al terminar mi jornada. Si no me llaman mis padres paso el rato sin dar golpe y así la tarde se me hace más corta.

̶        Dime madre. Le conteste con gesto de predisposición a lo que mandase. Me jugaba la paga del sábado y hoy precisamente era viernes, además, ya eran las siete y media y tan solo me quedaban 20 minutos para poder irme.

-       Arturito, tienes que  llevar el pedido de Doña Rosario. Me dijo

-       ¿ Ahooora?   Pregunte con gesto  incrédulo y muy serio.

-       ¡Si!   - Ahora mismo y sin rechistar.   Insistió de forma tajante.

-       Joder, tenía que ser la sapo. Dije dando un golpe en la pared con la mano abierta.

-       Arturito, no vuelvas a llamar a Doña Rosario así. Te puede oír cualquiera. Me dijo bajando el tono de voz y acercándose a mi oído.

-       Es que siempre es la misma, ¿no puedo ir mañana?

Como es lógico, pese a mis protestas, cuando mi madre me decía algo, al final, no me quedaba otra más que claudicar.

------------------------------------------------------------Minutos más tarde…

Llegue a la puerta de Doña Rosario y llame al timbre, preparado para ver al esperpento, me puse serio y con las bolsas en vilo para no perder tiempo.

Al abrirse la puerta, asomo una cabecita. Era Rosita, la hija de Doña Rosario que debía de haber venido para pasar el verano, pues está estudiando  en un internado de Palencia.

-          Hola Arturo, mirándome con una media sonrisa maliciosa y haciéndose la sorprendida, perdona pero ahora viene mi madre y te abre que yo no puedo .Me dijo con cara de superioridad y de forma intrigante, y cerró la puerta.

Tenía el pelo húmedo, por lo que deduje que estaría recién duchada y seguramente solo cubierta por una toalla, con lo que al ver que era yo había preferido no pasar el apuro.

Escuche unos gritos. Era la Sapo algo alterada diciendo a Rosita que se metiese en su cuarto. Doña Rosario no quiere que Rosita se acerque mucho a los chicos.

De pronto, volvió a abrirse la puerta y apareció doña Rosario. Parecía una loca; todavía resoplaba como un toro, estaba un poco azarada por la tensión con su hija, con esos ojos saltones y la papada temblorosa  y esa forma de hablar tan intensa.

-          ¿Que tal hijo?   - ¿Has traído todo?  ¿Los calabacines también? – Me miraba sonriente tratando de restablecer una cierta serenidad.

-          Si todo Doña Rosario

-          Pues pasa y déjalo en la cocina que voy a por el dinero.

No tuvo que decirme más, ya conocía la casa. No era la primera vez que le llevaba la compra. Siempre entraba hasta la cocina cruzando aquel largo pasillo mientras ella desaparecía por otro largo pasillo que salía a la derecha  y escuchaba como cerraba las puertas tras ella. La sapo era desconfiada y huraña y no quería dar pistas del lugar donde guardaba el dinero.

Al avanzar hacia la cocina  un fuerte aroma a gel de baño floral me recordó que Rosita no andaría lejos.

Avanzaba tratando de no hacer ruido. Apoyándome en las puntillas de los pies como en los dibujos del perro y el gato, por si rosita  salía de su cuarto despistada y me regalaba una visión integral de su intimidad.

Cuando estuve a la altura de la puerta de su cuarto,  hice un cambio de manos de las bolsas de  la compra. Lo hice adrede por si podía escuchar algo, y de repente se abrió ligeramente la puerta y Rosita me cazo allí parado, con la oreja pegada a la puerta, en una postura injustificable, así que me quede parado sin decir nada. Y otra vez la cabecita de Rosita. Me miro sonriente y con picardía  me dijo:

-          ¿Que haces escuchando tras la puerta? - ¿me estabas espiando para verme en pelotas cerdo?

La pregunta no tenía la más mínima lógica, y me dispuse a continuar sin contestar, como si no lo hubiera escuchado.  -   Pues voy a llamar a mi madre.    Me dijo de forma poco creíble  fingiendo estar seria, tratando de manejar la situación para ponerme en un aprieto.

Yo que no había terminado de arrancar,  me frene,  y todavía con cara de panoli, la quise contestar, pero  no conseguía sacar ni una palabra con claridad y  Rosita al verme sin ideas, abrió un poco más la puerta sacando la cabeza hacia el pasillo para asegurarse de que su madre no nos podía ver, y entonces se me planto delante en cueros y me dijo: -  ¡Que! - ¿te gusta mi pelaje?   Yo le mire hacia la cabeza y entonces me soltó:

El de la cabeza no, tonto.

Mire hacia el coño, y tenía un buen matojo de pelo negro brillante y rizado. Aunque aproveche todavía sin cambiar mi cara de lerdo a darle un repasillo completo.

Rosita poseía el cuerpo de una diosa, estaba súper hecha, era una explosión erótica. Curvas y curvas, y los muslos separados por un coño ancho, haciendo tremendo arco en forma de corazón por donde podían caber hasta tres gordas pollas.

Rosita era un poco flojita de cascos, muy lanzada y a la vez ingenua e inmadura a la par que sinvergüenza, pero que la naturaleza la había dotado de un cuerpo sexual y explosivo, destinado a la perversión y al pecado. Era el sueño de los onanistas del pueblo. La perversión carnal. Cuerpo de puta, cara de puta y mente de puta. La sapo lo savia y por eso quería alejarla de cualquier tentación o posibilidad.

En el pueblo todo el mundo sabía lo que había hecho “el último verano”, y por que la sapo la mando a  un internado.

Fue el arlequín diabólico de “el tren de la bruja” en las fiestas del pueblo, quien se la trajino aprovechándose de ella entre parada y pase. La pillo eufórica y desinhibida. Borracha de beber limonada  en su peña, los gaiteros. Estos siempre tuvieron mucha fama de prepararla muy dulce y fresca, con intención de que entrase ligera y de largo, sobre todo a las mozas mas descarriadas del pueblo, y una vez  borrachas las daban un pase vip al reservado que en realidad era una sala  oscura e infecta, donde se llegaban a hacer autenticas orgias, y con la complicidad de la oscuridad, todos terminaban con todos y nadie había visto nada.

El feriante ya curtido  en  mil festejos, uso sus viejos trucos y engañifas, y le juró con su tartamudeo peculiar, que podría montar las veces que quisiera gratis ella y sus amigas,  pero con la condición de que le dejase darle una “puntadita” rápida. Y ella,  con su tonta risa que no paraba, se dejo,  sin pensar en ninguna consecuencia.

Entro en el túnel, y tras unos cortinajes, se lo puso bien fácil, tan solo se levanto su faldita escocesa, uniforme oficial de la peña, mientras hacia el ademan de vigilar para asegurarse de que nadie podía verles. Con las piernas ligeramente flexionadas y haciendo equilibrio entresacando el culo para facilitar la maniobra, tal como lo hacía con su novio algunas tardes-noches entre los pinos de los bosques aledaños.

Al garañón fulero le dio tiempo a embutírsela una sola vez antes de dejarle su semilla certera en tan solo cuatro espasmos que tubo sin reprimir, porque al  escuchar la voz grave y seca de Eliseo, el novio de Rosita, que la andaba buscando a voces, incrédulo por no encontrarla donde suponía debía estar,  se le corto la corrida a medio orgasmo dejándole así peor de lo que estaba y con los huevos rollizos a punto de estallar.

Su madre,  (la sapo) al enterarse y tras propinarle una paliza a la niña de las que tendrían cárcel, la mando al internado de las Teresitas a finalizar sus estudios secundarios,  lejos de la vergüenza, y  así sortear el escándalo y el qué dirán, que en estos pueblos todavía no se lleva bien.

Así que puso  una denuncia por violación en el cuartelillo de la guardia civil al enano ferroviario, dejando claro que lo ocurrido fue un incidente desgraciado, a la que se habían enfrentado con dignidad, resignación y decencia, como no podía ser de otra manera. Tubo a la criatura, pero doña Rosario lo arreglo para darle  en adopción y así quitarse el problema.

Doña Rosario también tuvo a Rosita sin padre que la reconociera. Aunque es el secreto mejor guardado, dicen que fue un viajante una noche de borrachera el que la preño.

Pero lo cierto es que a Doña Rosario se la debió de meter entre ceja y ceja ser madre y con el poder que tiene en el pueblo el padre será el que ella haya decidido, nadie en el pueblo se resistiría, todo el mundo depende de ella directa o indirectamente. Todo lo que se mueve en Los Majuelos pasa por ella. Es la mayor terrateniente de la comarca, además de poseer la gasolinera, los gallineros, el Hostal y la fábrica de piensos.

Pero volviendo a Rosita…

La tenía en frente y  en cueros y  burlándose de mi. Bien  sabía que no me atrevería a hacer nada por miedo a su madre, y de eso se aprovechaba.

-          Que pasa pajorro, - ¿es que no te gustan las tías?

Hablaba con un tono de voz en plan pija altiva, marcando las eses de forma cursi  y con cierta mezcla de con que daban ganas de reventarla.

-          Claro que si, dime cuando puedo venir sin que este tu madre y te lo demuestro. Le respondí ofendido.

-          Mi madre se tiene que ir ahora en cuanto te pague, la he oído que ha quedado con alguien. Pero tendrás algo de mierda, porque yo para follar tengo que ponerme a punto.

-          Algo tengo tronca, por eso que no quede.

Yo hablaba haciendo esfuerzos por esconder mi estado de excitación, casi no podía creerlo, me la iba a follar, ella me lo había dejado claro.

Al  fondo del pasillo se escuchó un ruido de puerta, era Doña Rosario que volvía con el dinero.

Rosita se metió hacia su cuarto, y moviendo la boca exageradamente pero sin voz para que pudiera leer sus labios me dijo que volviese luego.

Y avanzo sin cerrar la puerta hacia el fondo del cuarto meneando el culo provocativamente. Y  aprovechando que Doña Rosario por la distancia no podía oírme, no pude por menos que decirle:

-          Vaya culazo que tienes para llenártelo de leche.

Se dio la vuelta y lejos de molestarle mi grosería me miro sonriente en plan cerda y mientras me sacaba la lengua cerró la puerta, dejándome con las ganas de entrar como el cid Campeador y ensartarla con mi lanza.

-          Yo continúe hasta la cocina. Deje las bolsas y espere a Doña Rosario.

-          Bueno hijo, aquí estoy. Toma el dinero y lo que va de más es para ti.

-          Gracias Doña rosario.

-          Solo una cosa más hijo…

Me imagine que querría que la trajese algo el próximo día y le dije: - a mandar Doña Rosario.

La sapo se acerco despacio hasta mi oído, y yo creyendo que me diría algo a cerca de la propina que me había soltado, acerque la oreja confiado y con mueca sonriente. Y entonces me dijo, con su voz cazallera:

  • si te acercas a la niña te corto los huevos. ¿Entendido?

-          Si si si Dña. Rosario. Conteste avergonzado y con miedo de la bruja. La cosa iba en serio.

Salí para la calle y me cruce de acera y tras unos árboles espere que la albondiguilla rencorosa saliese.

Al minuto, se abrió el portón y vi a doña Rosario alejarse.

Espere unos minutos más y cruce la calle hasta la puerta de entrada. Llame con los nudillos y la puerta se abrió como un misterio, Rosita tras ella no se dejaba ver, hasta que al pasar la aparto para cerrarla. La muy puta me sonreía  mientras mascaba excitada y nerviosa un chicle a dentelladas que dejaba un aroma a fresa que me hacía sentir ganas de comérmela.

Me dijo: - pasa, agarrándome  de la mano y tirando de mí con fuerza mientras se apresuraba a cerrar la puerta. Continúe por el oscuro pasillo que hacia un rato había recorrido hasta la cocina, pero antes de darle la espalda pude ver que llevaba una finísima camiseta sin nada mas, ya que los pechos le hacían un enorme bulto casi a la altura de la cintura.

Ya en su habitación nos liamos unos porros, y mientras fumábamos hablamos de la gente del pueblo, de Eliseo, su ex, que ahora estaba saliendo con Carolina la hija del cagancho, que fue su mejor amiga pero que ya no se hablaban.

-          ¿Sabes Arturo?  - Tú me caes bien y por eso vas a tener suerte de poder follarme.  - Además ya tengo ganas, pero… ¿tú sabes follar?

Otra vez empezaba con su jueguecito de dominación, la cabrona no me lo iba a poner tan fácil. Creo que en el fondo quería provocarme para que la follase sin respeto, como el arlequín del tren de la bruja. Sin consideración. Como un animal en celo.

Y le conteste algo enfadado:

-          Pues claro, puta.

-          ¡Ja! Como te picas chaval, pues por aquí dicen que no te comes un rosco y que eres un pajerillo.

-          Enséñame le polla, quiero ver lo que me puedes ofrecer.

La muy zorra seguía insistente con su jueguecito…

Saque mi pene y se lo mostré orgulloso clavando mis dedos sobre la base para que se viese bien en toda su longitud.

-          Vale, guárdate la pistolita y prepara unos cubatas que tengo sed     Ahora me hablaba con indiferencia.

-          Ah!  y otra cosa… ¿alguna vez has dado por el culo?  - Me refiero a una tía claro.

-          ¡Pues no! solo he follado por el coño, el culo es por donde se caga, me daría mucho asco.

Me empezaban a cansar sus aires de superioridad.

-          Y entonces tú… ¿Cuantos coños te has tirado?

Haciéndose la experimentada.

-          Dos o tres. ¿y eso que importa?

-          Si!   jajaja – uno o ninguno. Di la verdad y no seas fanfarrón.

-          Bueno pues el de la señora Amparo, y  también me la han chupado las gemelas beatas al menos cinco veces cada una… - ¡Que!    - ¿Cómo te quedas?

Me esperaba que al menos se sorprendiera de mi audacia, pero lejos de eso me respondió:

-          ¿Las beatas? -  ¡Pero si tienen 50 años!  - Que vicioso eres tío.

-          ¡Ya!  - tienen cincuenta años y buenas bocas para mamar y tragar la leche. -  ¡Que más quiero!   -  aquí en el pueblo tampoco hay donde elegir. - No querrás que me folle a tu madre.           Le conteste algo ofuscado y subiendo el tono de voz

-          Eres un cerdo salido y muy depravado, un machirulo que cree tener oro entre las piernas. Un obseso sexual y pajero.

Me lo decía mirándome directamente a los ojos con un brillo acuoso y risueño mientras movía la cabeza girándola a los lados, como desaprobando mi actitud hacia ella... Aun así, parecía sentir curiosidad o quizás su verdadera intención era hacerme sentir un panoli.

-          ¿Y cuántos chochos te has comido cochino?  Posando su mano en mi camisa y comenzando a desabotonarla.

Sin cortarme un pijo le conteste:

-          Pues uno de una francesa el año pasado cuando estuve de vacaciones en Santa Pola.

-          ¿Y ella era así como yo?   Estirándose y dando un giro para mostrarse simulando coquetería

-          No, era una señora, la dueña de un garito, nos daba 2 copas gratis a los que le mamábamos el chocho.

-          Siempre con viejas, que asco tío, y encima a cambio de bebida como un puto barato.

Lo decía como si ella fuese un ejemplo a seguir.

-          Bueno, pues tú tampoco puedes presumir.

Antes de poder seguir con mi contraataque, me interrumpió, ya no quería mas palabrería, necesitaba que tomase la iniciativa y la follase sin mas cháchara, estaba caliente y tras lo cubatas y los porros necesitaba algo más fuerte.

-          ¡Venga cabrón!  - ¡Cómeme el coño!

-  Vale     - ¿Pero luego me vas a dejar hacerme una paja entre las tetas?

-Mira tío me tienes caliente como una perra, me puedes follar, pero solo por el culo, si me quedo embarazada la vieja me mata y a ti  te fusila.

  • ¡No será para tanto! Le conteste disimulando el nerviosismo que me había causado su ofrecimiento tan explicito.

  • Si será… -  tú no la conoces, es capaz de cortarte las pelotas. No serias el primero.

Mientas hablaba la cogí por el pelo atrayéndola hacia mí.  Fue un extraño arrebato que se apodero de mí. Los cubatas se me habían subido a la cabeza, y la conversación con Rosita y su mala baba me habían ofendido en mi hombría.

-          Ahora vas a saber lo que he aprendido con las viejas que me he follado y podrás apreciar la carne de primera.

-          ¡Oye maricon te estás pasando!  - ¡Suéltame el pelo o te muerdo! Me dijo seria y con la cabeza torcida hacia el lado por donde donde la sujetaba.

Trato de desengancharme la mano del pelo y me tiro un rodillazo a los huevos que esquive por muy poco.

La tome con más fuerza, ahora le así del pelo con las dos manos y la obligue a arrodillarse de espaldas a mí. Tenía la polla tan tiesa que no necesite ni sujetarla para ensartársela por el coño sin pedir permiso.

-          ¡Déjame hijo puta! – ¡Ya no quiero que me folles!  ¡Vete y déjame cabronazo! ¡Te he dicho que por delante NOO!

Parece que a la muy puta le molestaba que la penetrase por su sitio.

Siguió con las amenazas mientras yo culeaba enloquecido y le daba manotazos en las nalgas entre insultos vejatorios.

-          Sé que lo estabas deseando. No eres más que una puta come bolsas.

-          Todos en el pueblo quieren darte como a una perra callejera, llenarte el coño de leche y preñarte,  los más viejos obligarte a chupársela hasta correrse en tu garganta y el cura que le comas el culo mientras te ordeña como a una puta vaca, pero lo que más les gustaría seria sodomizarte en seco y obligarte a  comerle el coño a sus viejas esposas.

Mientras follaba le hablaba cochinadas y parece que eso la excitaba porque ya no peleaba por soltarse y notaba su coño empapado.

Agarre sus nalgas y hundí mis dedos en sus carnes empujando fuertemente de ellas hacia su cintura y dejando du ano al descubierto. Otro impulso perverso se apodero de mí, quería encularla en seco y saque mi polla y directamente se la ensarte entrando al descuido sin detenerme ante la resistencia de su pequeño orificio.   - ¿No lo querías por el culo?   -  ¡Pues ahí la tienes zorruza!

Ya estaba a punto de correrme  cuando algo duro golpeo mis nalgas, fue un golpe tan violento que me impulso la pelvis hasta que mis testículos se estrellaron en el coño de rosita. Fue una penetración tan profunda que note las palpitaciones de su ano en la base de mi pene. Mire hacia atrás a la vez que maniobraba tratando de salir del agujero pero mi polla estaba atrapada como si se hubiera hecho el vacio.

Conseguí ver la imagen del terror de soslayo. La sapo, que no sé de donde había salido, tenía una tabla entre las manos que volvía a estrellar en mis glúteos con toda la fuerza de su ira.

-          Hijo de puta, me dijo, - tú no sales de aquí vivo. Tire hacia atrás y arrastre a  Rosita medio metro. Nos habíamos quedado enganchados como los perros, el susto había cerrado el esfínter a Rosita y no había forma de escapar del cepo, lo que la sapo aprovechaba para seguir reventando mis posaderas con saña, recordé sus amenazas y también lo que me dijo Rosita y el terror me paralizo hasta tal punto que deje incluso de poder respirar, lo empece a ver todo oscuro hasta que perdí el conocimiento.

Continuara…