La salida

Mar y Hans quedan para pasar el día en la playa

LA SALIDA

Después de pasar toda la noche en casa de Hans, con prácticas sexuales de dominación, Mar se marchó. Por la calle, en dirección a su casa, se sentía satisfecha pero con la extraña sensación de que todo el que la veía sabía lo que había hecho la noche anterior. A esta sensación ayudaba el dolor que sentía en su vientre por los azotes y el que le producía la tela del sujetador al rozarse con sus pezones irritados.

Durante toda la semana siguiente no contactaron. La comunicación se interrumpió por completo. Nada de correos, nada de comentarios sobre los relatos. Incluso Hans, dejó de subirlos durante esa semana. Parecía como si todo se hubiese terminado.

Pero el viernes, Hans recibió un correo en el que Mar le comentaba lo excitante que había sido aquella noche. El autor se sintió halagado y propuso a la mujer verse el siguiente domingo. Ella aceptó.

Habían quedado en el Centro Comercial Nervión Plaza. El lugar era un buen punto de encuentro. Al poco de llegar Mar, un coche hizo sonar el claxon llamando su atención. La chica se giró intentando descubrir al conductor.

Hans estaba al volante de un Alfa Giulia de color azul, impresionante. La elegancia del vehículo estaba a la altura del conductor:

-Joder, vaya cochazo, ¿no?

-Tengo buen gusto… -Hans la miró con media sonrisa.

El autor de relatos le había propuesto visitar una playa en Cádiz. Concretamente una cerca de Conil, la del Faro de Trafalgar.

Durante la hora y media de viaje fueron oyendo una selección de canciones de Joaquín Sabina. Mar viajaba cubierta por sus gafas de sol mientras tarareaba la maravillosa; “Peor para el Sol”:

¿Qué adelantas sabiendo mi nombre?,

Cada noche tengo uno distinto,

Y siguiendo la voz del instinto

Me lanzo a buscar.

Imagino, preciosa, que un hombre.

Algo más, un amante discreto

Que se atreva a perderme el respeto

¿No quieres probar?

Vivo justo detrás de la esquina

No me acuerdo si tengo marido

Si me quitas con arte el vestido

Te invito a champán.

Le solté al barman mil de propina

Apuré la cerveza de un sorbo

Acertó el que en el templo del morbo

Le puso a este bar.

Peor para el sol que se mete a las siete

En la cuna del mar a roncar,

Mientras un servidor

Le levanta la falda a la luna.

Al llegar al portal nos buscamos

Como dos estudiantes en celo

Un piso antes del séptimo cielo

Se abrió el ascensor

Nos sirvió para el último gramo

El cristal de su foto de boda

No faltó ni el desfile de moda

De ropa interior.

En mi casa no hay nada prohibido

Pero no vayas a enamorarte

Con el alba tendrás que marcharte

Para no volver

Olvidando que me has conocido,

Que una vez estuviste en mi cama,

Hay caprichos de amor que una dama

No debe tener.

Peor para el sol

Que se mete a las siete en la cuna

Del mar a roncar

Mientras un servidor

Le levanta la falda a la luna.

Es mejor, le pedí, que te calles,

No me gusta invertir en quimeras,

Me han traído hasta aquí¬ tus caderas

No tu corazón.

Y después, para qué más detalles,

Ya sabéis, copas, risas, excesos

Como van a caber tantos besos

En una canción.

Volví al bar a la noche siguiente

A brindar con su silla vacía,

Me pedí una cerveza bien fría

Y entonces no sé

Si soñé o era suya la ardiente

Voz que me iba diciendo al oído,

Me moría de ganas, querido,

De verte otra vez.

Peor para el sol

Que se mete a las siete en la cuna

Del mar a roncar

Mientras un servidor

Le levanta la falda a la luna

Peor para el sol…

Con el final de la canción el viaje llegaba a su fin. Tras callejear un poco por la pequeña población logaron llegar al parking. Cogieron un par de mochilas y se dirigieron a la playa. Un inmenso arenal de arena fija en cuyo extremo se podía ver un Faro.

A Mar le sorprendió que fuera una playa nudista:

-Pero, ¿nos tenemos que desnudar? –Preguntó la chica un poco desconcertada.

-Sí, claro. Aquí los que llevan bañador desentonan. –Le contestó Hans mientras se quitaba el bañador y se quedaba desnudo.

La mujer se quedó mirando el cuerpo de aquel hombre. Su altura, su anchura de hombros, su constitución. Le seguía pareciendo más joven de lo que era.

Definitivamente y con más pudor del deseado, Mar comenzó a desprenderse de su bikini. Primero se quitó la parte de arriba. Aquella pieza de color salmón que liberó su pecho en la piscina comunitaria para ofrecérsela a su vecino en una fotografía.

Después liberó los lazos de su braguita negra y dejó al aire un coño que lucía rasurado.

Hans se acercó a ella y le dio un pico antes de pedirle que le acompañase a darse un baño. En las aguas turquesas del Atlántico, la pareja se sumergió y estuvieron nadando durante unos quince minutos antes de volver a la arena.

Los cuerpos mojados de ambos lucían preciosos. Mar tomó su toalla para secarse. Sus pezones permanecían erguidos, puntiagudos, amenazantes, provocadores:

-Qué mordisco tienes en ese pezón…

-No, que la última vez me dejaste amoratada.

-¿Y no te gustó?

-Mmmmm, sí, si me gustó

Se tumbaron al sol. Estaban bocarriba. Las tetas de Mar caían majestuosas hacia los lados, su vientre plano y su ombligo tentador precedían a un monte de Venus totalmente rasurado. Un poco más abajo los labios finos cerraban la vagina.

Hans permanecía relajado. Con todo su cuerpo rasurado, su pene descansaba en reposo apoyado sobre su pierna derecha. De lo más destacado de su anatomía eran sus piernas. Mucho más musculadas que el resto del cuerpo:

-¿Y esas piernas tan torneadas? –Preguntó Mar.

-Durante años he practicado fútbol y lo que me quedan son estas piernas.

Siguieron tomando el Sol, casi dormitando. Hans se incorporó para cambiar de postura. Vio que Mar reposaba bocabajo y el hombre se deleitó con el maravilloso culo de ella. Observó un lunar que tenía sobre uno de sus glúteos y no se resistió a agacharse y besar, y lamer, aquella peca. Mar dio un respingo antes de un suspiro:

-¿Te gusta mi culo?

-Me lo comería entero.

Mar volvió a suspirar. Sin duda, el hecho de sentirse deseada era algo muy placentero.

Pasaban las horas y la pareja seguía disfrutando del maravilloso día de playa. Mar se incorporó hasta colocarse sentada. Colocó sus brazos hacia atrás y comenzó a ver a la poca gente que se movía por la playa. De repente vio a un chico surfista, por su apariencia. Mar analizaba el espectacular desnudo de aquel tipo:

-¿Te gustaría hacer un trío? –Preguntó Hans asustándola.

-Eh… bueno, nunca lo he hecho. Aunque alguna vez sí he fantaseado con eso.

Hans sonrió. Volvió a tumbarse. Mar se acomodó junto a él, tumbada sobre su brazo izquierdo:

-Y tú, ¿has hecho algún trío? –Devolvió la pregunta ella.

-Tengo 46 años, me gusta el sexo… ¿Tú qué crees?

-No sé, quiero que me lo digas tú.

-Pues sí. He hecho un trío, entre otras cosas. Varias veces, Algunas historias están en mis relatos. Otras ya te las iré contando.

Mar comenzó a acariciar el cuerpo del autor con su mano derecha. Pasaba levemente sus dedos desde el cuello hasta la cadera de él. Cada vez se acercaba un poco más a su objetivo. Rozaba la polla levemente hasta que fue tomando más fluido sanguíneo. Le gustaba ver como aquel trozo de carne flácida iba despertando, aumentando de tamaño.

Su mano se entretuvo en los huevos de Hans antes de agarrar el pene con su mano. La notaba crecer entre sus dedos. Tiró hacia abajo liberando un glande de un color rojo intenso. El líquido preseminal empezaba a asomar y Hans suspiraba de placer.

Mar besó el pecho del hombre mientras seguía con una suave masturbación. La mujer comenzó a sentir como su entrepierna se humedecía con sus flujos ardientes. Acercó la cabeza hacia abajo y lamió con sus labios la cabeza de la polla de Hans. Por fin se la introdujo en la boca y comenzó a chupársela en medio de la playa. El rumor de las olas rompiendo en la orilla, la respiración del hombre entrecortada por el sexo oral y el sonido acuoso que hacía la polla entrando y saliendo de la boca de ella eran una banda sonora excitante. Mar nunca había practicado sexo en un lugar público, y menos a plena luz del día a la vista de cualquiera pero su estado de excitación había diluido cualquier rastro de pudor:

-Fóllame Hans –Pidió Mar con voz sensual.

El hombre se incorporó con una tremenda erección al tiempo que la mujer se tumbaba sobre su toalla. Abrió sus piernas ofreciéndole a su amante su sexo abierto y jugoso. Hans vio como los labios vaginales no podía cubrir un clítoris henchido y brillante por la excitación de la mujer.

Se colocó entre las piernas de Mar y comenzó a rozar su miembro por la entrada de su vagina. La mujer ansiaba ser penetrada pero el hombre la hacía sufrir. Ella suspiraba, y gemía, cada vez que la polla de Hans, en un movimiento de abajo a arriba, separaba sus labios vaginales para acabar rozando su clítoris.

De repente, el hombre se dejó caer sobre su cuerpo y Mar sintió como el ariete de él entraba en su coño de manera imparable. Se sintió totalmente llena cuando Hans incrustó su polla al final de su vagina. Se miraron y se besaron mientras el hombre comenzaba un lento movimiento de cadera para penetrarla.

Mar lo abrazó por la espalda con sus brazos. Levantó las piernas para que la penetración fuera más profunda y placentera. El hombre se sujetaba sobre sus brazos mientras no cesaba de mover su cadera contra el pubis de la mujer.

La imagen era tremendamente sensual. En una calurosa tarde de playa, una pareja follaba en una solitaria playa nudista mientras el sonido de las olas se solapaban con sus gemidos. Mar fantaseó con que algún mirón estuviese espiándoles.

El tipo, escondido tras unas retamas se podía estar haciendo una paja con la visión de ella bocarriba, con las piernas abiertas mientras veía como el culo de Hans se movía contra ella. Se contraía con cada golpe de cadera y se volvía hacia atrás para tomar impulso y volver a clavar la polla en el coño rasurado de ella.

Mar no podía evitar que su imaginación la hiciera excitarse cada vez más. Gemía sin control mientras se mordía el labio inferior. Cerraba los ojos cada vez que Hans la follaba, cada vez con más fuerza.

El hombre comenzó a tensar su cuerpo a medida que llegaba al orgasmo. Mar le animaba a que le diera más fuerte y se agarró a sus flancos dejándole la marca de sus uñas. Hans gritó y vertió todo su semen en el interior de las entrañas de ella. Se la dejó dentro unos segundos antes de volver darle un par de puntazos más y terminar de eyacular.

Con la polla de él aún dentro de su coño, Mar comenzó a masturbarse. Miraba a Hans que observaba como las tetas de ella bailaban con el movimiento de su dedo sobre su clítoris. La mujer, que se mordía el labio inferior y estaba con los ojos cerrados, sintió unos espasmos en sus muslos antes de anunciar que se corría con la voz entrecortada.

El semen de él se salía del interior de su coño cuando la polla de Hans perdió fuerza y empezó a salirse de dentro. Ella lo notó, había caído en la tolla y su culo estaba pringado del líquido viscoso y blanquecino.

Disimuladamente, Mar echó un vistazo por si su fantasía del mirón se había cumplido. Creyó ver una sombra humana detrás de unas retamas.

Unos minutos después, tras permanecer ambos tumbados recuperando el aliento, decidieron darse un baño.

A su vuelta emprendieron la vuelta a casa. Montados en el Giulia, hicieron el viaje con una amena conversación hasta llegar a Sevilla. Hans dejó a Mar cerca de su casa y quedaron en estar en contacto por correo electrónico.