La SALA de PROFESORES (polémica moralista)

Paula es demasiado atrevida a la hora de elegir la indumentaria que emplea en sus horas lectivas. No es la única, pues muchas de sus hermosas compañeras de clase usan unos modelitos inadecuadamente breves con los que ponen en tela de juicio la decencia que debería reinar en las aulas del Gregorio Ma

SALA DE PROFESORES

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-jueves 28 septiembre-

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El aroma del café se apodera de la sala de profesores durante un recreo matutino salpicado por la lluvia.

Celia y Aurora suelen juntarse en sus ratos libres; entre clase y clase. Siempre están de acuerdo cuando despotrican sobre sus alumnos, sobre algún que otro maestro, sobre la dirección del centro, sobre el sistema educativo, sobre la sociedad en general…

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CELIA:     Me da igual lo que diga Jacinto, por muy jefe de estudios que sea. El Gregorio Marañón se está convirtiendo en Sodoma y Gomorra.

AURORA: Lo peor de todo es que se trata de crías; de [...].

CELIA:     Al final resultará que tenían razón quienes, antaño, nos imponían el uniforme.

AURORA: No, a ver: es que vamos de un extremo al otro. Ni tanto ni tan poco.

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Desde que se instauró la moda, entre las adolescentes, de vestir unos shorts tan cortos, las decanas del instituto no han dejado de escandalizarse ante la deriva de unas prendas que parecen menguar, todavía más, verano tras verano.

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-¿Qué murmuráis vosotras?- dice Manuel nada más entrar.

-Hablamos sobre el vestuario de las niñas en clase- contesta Celia con cierto desdén.

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Manuel inspira profundamente mientras mide sus palabras. Es un hombre calvo, feo, gordo y de gran envergadura que suele mantenerse al margen de los problemas ajenos.

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MANUEL: Lo que hiciste en el último curso…

CELIA:     Es agua pasada. Olvídate de eso.

MANUEL: No puedes mandar a una alumna a casa para que se cambie.

CELIA:     Nos estamos volviendo todos locos, Manu. A ti ya te va bien, ¿no?

MANUEL: ¿Qué insinúas? Yo soy un padre de familia decente y felizmente casado.

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Esa mujer sexagenaria resopla, despectivamente, ninguneando las reivindicaciones de su compañero hasta ridiculizarle.

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AURORA: Nadie quiere dañarse por tratar un asunto tan espinoso.

CELIA:     Pero habría que hacerlo.

MANUEL: Estos asuntos los trata Jacinto con el A.M.P.A..

CELIA:     Menudo pieza. A ese sí que lo he pillado babeando, más de una vez.

AURORA: No es culpa suya; no es un mal hombre, pero es que estas niñas…

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La rolliza maestra de Inglés zarandea su cabeza y calla para no mancillar el discutible honor de sus jóvenes alumnas mediante hirientes calificativos demasiado crudos, tratándose de [...].

Amparado por la discreción de su propio silencio, Manuel nota el morbo que siempre le ataca ante la verbalización de tan controvertida temática. Su lascivo interés cae cautivo en una telaraña de suspicacias intergeneracionales que hacen equilibrios entre la liberación del feminismo, el decoro de lo indecente, los límites de la [...], la permisividad de los padres…

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AURORA: Nunca pensé que añoraría esa estupidez de los pantalones caídos.

CELIA:     Al menos, en esos días, la ropa interior cobraba importancia, ahora, ni eso.

AURORA: Ahora, las nenas tienen que llevar tanga para que no se les vean las bragas.

CELIA:     Y los profesores detrás, subiendo las escaleras con la polla tiesa.

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A medida que sus viejunas contertulias pierden las formas, Manuel empieza a sofocarse y a ponerse malo:

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“No me lo explico. Solo son dos viejas hablando. ¿Qué me pasa? !¿Qué me está pasando?! Creo que se me han puesto las orejas rojas”

Puede que sea debido al contraste de dos realidades opuestas; a el choque entre los atrevidos hábitos de unas muchachas que quieren dejar de ser niñas y unas viejas que, a su lado, parecen brujas malvadas, madrastras tiranas, reinas decadentes que mueren de envidia ante una juventud que les queda ya muy lejos.

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CELIA:     El que entrará en shock es el nuevo profesor de filosofía.

AURORA: Es verdad. Eh oído que comienza mañana. Viene de una academia integrista.

CELIA:     Un internado solo para chicos. Ni siquiera tenían maestras ahí.

AURORA: Le dará un jamacuco en cuanto se vea rodeado por nuestra fauna femenina.

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