La saga de Katya - Con las piernas abiertas (2)

Mientras voy sumando virtudes, aprendo a conocer a la gente.

La saga de Katia - Con las piernas abiertas(II).

Mi encuentro con Aleiza fue un remanso de paz entre tanto macho y tanto semen

Fuimos compañeras y amantes durante toda la licenciatura, y aunque Aleiza no alternaba con nadie más, yo, en común acuerdo con ella, pues de ninguna manera pensaba ocultarle algo, seguía conquistando varones. Y sólo varones, pues no me sentía atraída por ninguna otra mujer. ¡Ella ocupaba todo el amor que yo podría darle a alguien! Además, después de mis muchas revolcadas llenas de pasión y fuego, en ella encontraba el bálsamo y la ternura, que en muchas ocasiones el hombre no tiene, y que por otra parte yo tampoco buscaba. Esos cuatro años fueron, antes de mi vida en común con Roberto, los más hermosos que tuve nunca.

Luego de obtener la licenciatura, Aleiza regresó a su provincia, no sin antes prometernos volver a encontrarnos aunque sea una vez al año. Los seis años siguientes fueron, para mí, vulgares. Comencé a trabajar en una empresa en Relaciones Humanas, cosa que no me gustaba nada, pues sólo sirve para joder a los trabajadores, hasta que logré ganar un concurso en una universidad lejos de mi casa, que había estado intentando desde hace tiempo, pues quería alejarme de la zona, dado que mis aventuras me habían hecho demasiado popular. Seguí, pues, con mis descontroles sexuales en otra parte, por supuesto sin tener nada que ver con alumnos de ningún tipo, pues en eso seguía siendo inflexible, y en varias oportunidades tuve que alejar a colegas que podrían haberme hecho gozar muy bien, solamente porque ellos intentaban, siempre que podían, levantarse alguna alumna, y a mí eso me daba asco. Nos seguimos encontrando periódicamente con Aleiza, generalmente en localidades distintas y cada vez más esporádicamente, por desgracia, por que ella había resuelto formar pareja con una chica que trabajaba en la misma facultad que ella…, y aunque te parezca mentira… ¡me pidió "permiso" para hacerlo! Creo que fue lo mejor que podía haberle pasado, pues hasta ahora, por las comunicaciones que seguimos teniendo, es muy feliz.

Creo que es hora que te aclare porque algunos "sí" y otros "no". No me gustan todos, ya te los dije. Tampoco soy provocadora, y mucho menos con parejas. Si en principio un hombre me gusta, pero está con otra mujer, desaparezco de escena…, no me interesa arruinar ninguna relación. No quiero decir con esto que no me haya acostado con hombres casados, ¡nada de eso! Lo hice varias veces, muchas en realidad, porque en general conocen como hacerte llegar al cielo más que los solteros, pero, cuando alguno me venía "con el cuento de la tristeza" lo frenaba en seco: «No me vengas con que tu mujer "no te comprende" o boludeces por el estilo. Si quieres coger hazlo porque tienes ganas y no porque no puedes hacer con ella lo que quieres hacer conmigo… ¿Está claro?»

Les aseguro que no tenía ningún tipo de remordimiento moral o ético. Estaba convencida, y lo estoy todavía, que nada que tenga que ver con el sexo, con el buen uso del sexo, con el placer por el placer mismo, sin explotación, sin sometimiento, es bueno y no puede ser pecado. A Eva y Adán el Señor los echó del paraíso por comer el fruto de la sabiduría y del conocimiento, no por tener relaciones sexuales. Si no las hubieran tenido no estaríamos aquí, y sin duda el Señor las fomentó e, incluso, también algo que hoy en día en nuestra cultura es tabú -en nuestra cultura, no en otras-, pues Caín y Abel debieron tener relaciones con su madre, Eva, porque fue la única manera de tener descendencia, dado que el Señor no hizo nacer una hija de Adán y Eva, y sí fuera así, en todo caso la relación hubiera sido entre hermanos y no entre madre e hijo. Recuerdo que cuando iba a la iglesia nunca se me daba por confesarme pues no tenía nada que confesar que yo considerara pecado. No maté a nadie, no engañé a nadie, pues a nadie le prometía amor, no robé ni estafé a nadie, a mis padres los quería y respetaba y a mis amigos también, incluso con algunos hacíamos el amor y estábamos felices de hacerlo y la felicidad no es pecado, y cuando algunos de ellos sí tenían una pareja estable, yo era la primera en felicitarlos por avanzar para formar un hogar. A mi no me interesaba por el momento, pero iba con placer a los casamientos de mis amigos y el día que resolví "confesarme" fue, justamente, cuando en uno de ellos conocí un curita que estaba buenísimo, y resolví que valdría la pena hacer el intento, y que a él también le iba a gustar, sin ningún complejo, porque para eso estamos… y así fue. Lo encaré directamente y le pregunté cuando podría venir a confesarme, y le aclaré muy bien y sin pelos en la lengua, que yo quería confesarme con él y sólo con él , con lo cual quedó bien claro mi propósito, por lo menos claro para mí..., y ya haría de que también quedara claro para el curita. Y me dio fecha y hora… y allí estaba yo, en la nave de la iglesia donde me había dicho que estaría y fui hacia el confesionario… que también él me había indicado… Si yo estaba muy bien, si era hermosa y seductora, porque el cura iba evitar "confesarme", ¿eh?

Él fue recatado, de verdad creo que no había comprendido mis intenciones. Cuando me arrodillé en el reclinatorio, al costado, donde está la rejillita que no permite, teóricamente, ver los rostros de los fieles y del confesor, el curita tenía la puerta del confesionario cerrada. Le pedí confesarme a sus pies, sin nada que nos separara, pues entendía que de ese modo la "confesión" es más sincera. Estuvo de acuerdo. En la iglesia no había ningún otro fiel. Sin duda la hora elegida por el curita, fue alevosamente seleccionada entre las de menos concurrencia. Me abrió la puertecilla y me arrodillé frente a él. Me hice la señal de la Cruz y le tomé una de las manos, apoyando mi mejilla sobre ella y sobre una de sus rodillas. En la penumbra no se veía muy bien su expresión, pero supuse cierta inquietud. ¡Me lo imaginé! Y sin demasiado preámbulo comencé a contarles mis aventuras… con la mayor cantidad de detalles. En realidad, la primera de las encamadas que se me ocurrió, sin ningún afán cronológico, pues suponía que no necesitaría más que una… ¡para tenerlo a mi gusto! Creo que a la tercer frase sentí algún estremecimiento, y se movió en el asiento. Sin duda se estaba acomodando para que la erección no le molestara demasiado… y además pudiera disimularla. ¡Fue inútil! Apoyé más mi cabeza sobre el muslo de su pierna y la acerqué hacia él. Volví a sentir un estremecimiento. Les cuento que sobre sus piernas estaba la sotana, por lo cual yo no podía apreciar ningún bulto…, pero abrió más las piernas, como para estar más cómodo… y algo apareció en su entrepierna. Me dije que el primer paso estaba dado. Continué con el relato, sin ahorrar ninguna de las expresiones que lo hicieran más sensual y erótico, describiendo las poses y penetraciones, las acabadas y orgasmos… y bajé la mano libre hasta sus tobillos, donde suponía que no estaba la sotana… ¡y efectivamente pude meter la mano por allí! Recorrí su pierna, sobre el pantalón, hasta que… ¡llegué al bulto! ¡Y estaba grande y duro! Seguí con mi confesión, busqué el cierre y lo fui abriendo lentamente, salvando las resistencias que semejante garrote estaba ofreciendo… hasta que logré bajarlo totalmente. ¿Cómo sería el calzoncillo de un cura? Era un slip, supongo sin ningún misterio en especial, solamente que aprisionaba salvajemente la cabeza de semejante lobo que quería escapar…, y aunque le pasé la mano por encima no encontré la manera de dejarlo libre, pues estaba muy apretado… ¡y a la primera sobada se mandó una acabada feroz! ¡Pobrecito, como debería sufrir con el choto y los testículos apretados de esa forma! Durante la sacudida el curita entró en el juego. Me apretó la cabeza con la otra mano mientras se estremecía sobre el asiento.

-¡Padre, que bien me hace saber que usted me comprende! Levántese un poquito, por favor, y ayúdeme a bajarle los pantalones

Mientras se los bajaba, él corrió hacia mis espaldas una cortinita que ocultaba totalmente al feligrés que se estaba confesando.

-Hija mía… voy a estar sucio

-No diga eso padre, eso no es suciedad, para nada, ya se lo dije, al chico que tenía conmigo le hice acabar en mi boca y su leche me gustó mucho. Yo sé que también me gustará la suya

Me puso la sotana sobre la cabeza y al fin alcancé con mi lengua el glande. Corrí el prepucio para atrás con mis labios, y aunque todavía continuaba fláccido, le limpie lo mejor que puede todo el semen que tenía chorreando. Mi lamida comenzó a surtir efecto. Poquito a poco fue adquiriendo una buena dimensión y conseguí ir sorbiéndola hasta introducírmela todo lo que mi garganta lo permitía. Comencé un recorrido a lo largo del tronco con mis labios y en la circunferencia de la cabeza con mi lengua, mientras él me acariciaba los cabellos con infinito cariño. ¡Era tan dulce! Cuando sentí que estaba a punto lo alenté.

-¡Dele ahora, sin miedo! ¡Mándeme toda la leche!

Es lo que hizo… y antes que pudiera reaccionar me paré y lo besé en la boca con su propio semen. Primero intentó recular… pero lo agarré tan fuerte, que terminamos con las lenguas enroscadas. Cuando sentí que su respiración se regularizaba, después de besarle toda la cara y dejarle restos de su propio orgasmo en las mejillas, ojos y orejas… le dije que ahora me tocaba mí… y lo hice levantar, me puse en cuclillas en su propia silla y le pedí que se agachara. Por supuesto que yo tenía una amplísima falda… y nada más abajo… además de estar totalmente húmeda, con lo cual, el curita tenía todo el camino despejado. ¡Y eso lo sabía hacer muy bien! Se fue directo con la lengua a la vagina… y no tuvo que lamer mucho el clítoris porque inmediatamente me vino el orgasmo, el tercero, pues los anteriores los tuve mientras lo hacía acabar a él. Me limpió la almejita con toda prolijidad, sin desperdiciar una gotita, con lo que quedé higiénica y fresquita. Nos acomodamos la ropa y le pregunté si quería que me viniera a confesar en alguna otra oportunidad, pues tenía muchas cosas que contarle. ¡El pobre tenía un cargo de conciencia! Le hablé de lo que yo pensaba del sexo y del pecado… y me dio nuevo día y hora. ¡Fantástico!

También lo hice con chiquilines… ¡me encantan los chiquilines! Con los pibes de veinte o algo así, me siento como una madre, ¡hay qué enseñarles tanto! ¡Y me gusta hacerlo! Que vayan descubriendo el cuerpo de la mujer, que es lo que nos hace gozar más, cuales son las mejores posiciones en función de lo que una quiere sentir…, como hacer para que el goce se extienda en el tiempo y en el espacio… ¡los chicos tienen tanta ganas de acabar que se pierden lo mejor! En una ocasión, cuando andaba por los 26 años, enganché a un chico… ¡en un supermercado, como mi primera vez con Damián! Tan dulce, tan tímido… ¡y con tantas ganas! Pobrecito, me miraba de reojo, allí a dos metros, frente a la góndola… Yo vestía un gastado jean, muy ajustado y de tiro muy corto, que resaltaba perfectamente muy glúteos, con un breve top que exhibía el ombligo y la pancita hasta el comienzo del vientre. Estaba segura que no me diría nada, si yo no lo encaraba, mientras veía como el bulto del pantalón crecía rápidamente. Si no lo llevaba a la cama ahora, seguro que iría rapidito a masturbarse… ¡y por qué permitir semejante desperdicio! Cuando le hablé, mirando directamente hacía la entrepierna, se puso rojo como un tomate, aunque no le dije nada importante, nada personal, pero me sirvió para que tomara confianza… ¡era riquísimo! Con el pretexto de uno de los productos que tenía, le dije que yo también lo usaba, y que era muy bueno para la ropa "íntima"…, con lo que llevé la conversación hacia ese tema, por lo que le hice saber que yo usaba mínimas tanguitas… y le "confesé" que me había dado cuenta de que él usaba boxer… ¡Casi se muere! Le dije directamente que se calmara, que era muy viril… y que quería comprobarlo ya mismo…, por lo que su carita se iluminó con una sonrisa "así" de grande. Pasamos por las cajas, lo llevé a mi auto, lo besé, nos besamos, nos acariciamos… y nos fuimos a un hotel, donde, ante sus protestas, pagué antes de que hiciera el menor movimiento. En la cama era dulcísimo e inexperto… ¡Sólo había cogido con algunas chicas muy poco dispuestas al juego y la imaginación! Llegamos al orgasmo varias veces… Le hice conocer algunas de las cosas que yo sabía, como tenía que controlarse para demorar la eyaculación y hacer más largo el placer… y como el turno acabó antes que le demostrara todos mis conocimientos, quedamos encontrarnos… al día siguiente. Así fue durante tres o cuatro semanas, hasta que me di cuenta que él se había hecho demasiado ilusiones conmigo… y yo me estaba encariñando peligrosamente. En esos días, en "contraturno", cuando estaba cogiendo con algún otro de mis habituales amigos, solamente pensaba en él y en lo que le enseñaría en el próximo encuentro. No tuve más remedio que decirle "basta", tratando de no herirle y que supiera que lo había hecho muy bien y que había aprendido tanto que lo haría irresistible antes las chicas. ¡Me dijo que se había enamorado de mí! Mucho me costó convencerlo de que no era posible y que tenía que ser feliz con otras. Al fin tuve que prometerle que más adelante nos volveríamos a ver.

Los "viejitos" también fueron parte de mi "staff". ¡Hay cada uno! Como mi tipo de macho no es Schwarzenegger o Stallone, sino más bien Hugh Grant o Clooney, no ando buscando "recios". Y esos maduros con swing, cancheros, elegantes y cariñosos, también me enloquecen. Me enternece cuando veo a un veterano que me mira como diciendo: "que lástima que podría ser mi hija…" y se cuida muy bien de sugerirme nada… Entonces, como en el caso del chiquilín, soy yo la que tiene que dar el primer paso. Por el contrario, me revientan los babosos, los viejos verdes que se creen que pueden levantarse a una piba de veinte… ¡A esos no les doy bola! He tenido hermosas experiencias con maduros de cincuenta y sesenta…, realmente te tratan como si fueras la hija y no quieren molestarte haciendo algo que pueda ser grosero… Claro, a la primera cita, luego de los besos, las caricias y las revolcadas, pierden todo tipo de recato: yo con mi forro y ellos con su viagra… ¡y a coger que chocan los planetas!

A los que les tengo un poco de desconfianza son los que están solos, o solteros, más bien, luego de los cincuenta. Quiero decir, no es que pretendo que a esa edad tienen la obligación de haber puesto su firma en una libreta de casamiento o cosa así, sino a los que no tienen o no viven en pareja, no importa que la pareja sea del mismo o de otro sexo. No sé porque, pero el que está solo a esa edad, no el separado o divorciado, sino el que no comparte un interés, un proyecto o un hogar con otro u otra, y nunca lo ha hecho antes…, bueno, me dan cosas…, es que debe ser medio jodido…, digo, me parece. Me acosté un par de veces con tipos así y, efectivamente, resultaron jodidos, como que pretendían sobrarme, usarme y tirarme. En estos casos, reconozco que me equivoqué, no eran como los imaginé, aunque tenían, en principio, las características que me atraían.

Cuando les dije que los seis años siguientes a mi graduación fueron vulgares, no quise decir que fueran aburridos. Yo sé que soy hermosa, lo era antes y lo sigo siendo ahora. No es inmodestia…, lo sé porque me lo han dicho, además no soy ciega ni estúpida. Pero tampoco soy engreída o pedante. Trato de ser amable con todo el mundo y por todas estas "virtudes" (valga la inmodestia nuevamente) soy muy popular y bien recibida en cualquier ambiente. Puedo hablar como una profesora en un ámbito académico, o dejar de lado eufemismos y sutilezas cuando trato con un camionero. Pero no me gusta cualquiera ni me caliento de buenas a primeras. Ya hace muchos años me pregunté porque me gustaba tal o cual tipo, que era lo que le encontraba que me atraída. He tenido relaciones con todo tipo de hombres, digamos que mi gusto es "RH+Universal": altos o bajos, flacos o gorditos, maduros o pendejos

¿Qué es? Al fin lo supe: los ojos y las manos…, pero no la forma, lo exterior. Claro que me gusta ver unos hermosos ojos verdes, rasgados, con largas pestañas… y todo eso, pero no quiere decir que el tipo me guste para llevármelo a la cama

Es la mirada. Tiene que mirar de frente, a los ojos, cuando habla, no solamente a mí, sino a cualquiera. Tiene que ser seguro de sí mismo, sin farolería ni alharaca. Tiene que saber mover las manos, darles expresión… ¡Oh, como me molestan los que hablan con las manos en los bolsillos! ¡Siempre me parece que se están sobando el escroto! Tiene que ser amable, firme pero no agresivo. Tiene que tener opinión y saber mantenerla, sobre todo cuando yo opino lo contrario. ¡No me gustan qué me den la razón de buenas a primera, solamente porque tienen intención de acostarse conmigo! No me gusta que me la hagan fácil. ¿Se entiende por qué me enamoré de Roberto? Porque es, justamente, todo eso, y además me costó como tres meses convencerlo que yo era "la mujer de su vida". Por supuesto que no se lo dije… aunque el muy turrito lo sabía… ¡Era para ver quien aflojaba primero!

Pero ya llegaré a él. No quiero que crean que pasé seis años de Carmelita Descalza, nada de eso. Tres "gruesas" de preservativos -¡son 432!- consumí en esos años, antes de irme a vivir con Roberto. Ahora sigo llevando los míos, aunque no tengo la caja en casa… pero en mi cartera siempre hay cinco o seis a mano.

Y volviendo a mis "años locos". Una linda experiencia, mi segunda en el campo de la homosexualidad, ocurrió cuando era docente en la primera facultad, luego de la graduación… y fue con la esposa de un tipo que se me había tirado… y yo saqué cagando porque era de los que chantajeaban a las alumnas: notas por sexo. (Este es un tema que todavía tengo pendiente con mi padre…, no me gustaba nada que se cogiera a la empleada. Yo no sé, todavía hoy, si ella lo hacía por placer… o porque no tenía más remedio que aguantar al patrón.)

Probablemente para ser simpático, o para alardear de la esposa que tenía, o de la casa, o… vaya a saber que, me invitó, junto a otros colegas, a una cena. Creo que era un aniversario, o algo así, aunque nada en especial me incumbía ni justificaba mi presencia, dado que no era del circulo de sus amigas. Pero la cuestión fue que me invitó. No tenía que ser tampoco, a mí, me refiero, tan antipática como para rechazarlo. El problema no era él, como persona, digo, no era malo ni antipático ni agresivo ni nada…, solamente no me gustaba que se quisiera levantar a todas las pibas… y que la mayoría de las veces lo lograra. ¿Y si eran celos? Que sé yo, pero nunca me acosté con él. Chau.

Sin ningún tipo de prejuicio, y dispuesta a pasarla lo mejor posible… y sin ninguna expectativa en materia sexual, dada la índole de los personajes que concurrirían, fui a dicha reunión…, tan linda como siempre…, modestamente…, y sé que a varios volví medio loquitos, pero como estaban sus esposas…, las favorecidas resultaron ellas, pues luego los tipos las habrán ensartado pensando en mí. ¿Por qué no?

Y hablando de esposas, la del anfitrión, el tipo que se cogía a las alumnas, era hermosísima. Unos diez años mayor que yo, tenía toda la gracia, la belleza y el swing de una experimentada mujer de tres décadas y media…, que había vivido, y sabía vivir. No me hago ningún drama si una mujer y un varón, por mejor acompañados que estén, deseen acostarse con otro –yo soy un ejemplo de ello-, pero me llamó la atención que el marido sea tan baboso con las alumnas, dado que en casa tenía muy buena mercadería… y no había demasiadas borregas que pudieran hacerle competencia a la hembra de su mujer

Para no ser innecesariamente latosa, te digo que la pasamos fenómeno, buena comida, buena música, buena gente, agradable y entretenida conversación, nada académica por suerte… y cuatro parejas, incluidos los anfitriones, más un varón solo, y dos mujeres solas…, una de ellas yo. No se hagan ilusiones, no terminó en una orgía, nada de eso. Todo normal. Para todos. Menos para mí.

Tatiana, la dueña de casa, me invitó, en algún momento, y no sé a colación de qué, a subir a su dormitorio…, o porque yo le pedí que me indicara el baño, algo así, no me acuerdo… Pero yo, sólo yo, no mi otra colega. Fue que en algún momento, promediando la reunión, terminada la comida, servido los postres, saboreados las bebidas…, etc., etc., me encontré en el dormitorio de Tatiana con ella, viendo vestidos, medias, zapatos, ropa interior…, cosa que en general me importa un pito…, quiero decir, todo eso me importa para mí, para estar lo mejor posible, para seducir y ser "irresistible"…, pero no es un tema que me apasione en conversaciones con otras mujeres. Tatiana estaba decidida a mostrarme sus últimas adquisiciones en tema de tangas y corpiños. ¿Por qué a mí? La verdad, no creo que a ninguna mujer se le escape la intención. No sé que opinas tú, pero si una mina te muestra todo eso a ti sola, solamente a ti, habiendo otra mujer…, ¡es que te quiere coger! ¡No hay tu tía, hermana! Y yo… le di calce. Sí, ¿por qué me lo iba a perder? Lo sentí así, lo vi así…, y no me equivoqué. Ante semejante situación, no tuve dudas; le dije a Tatiana que me gustaría verle esa lencería sobre su cuerpo, que me gustaría ponérsela yo misma…, ¡y a ella le encantó! Digo, le encantó mi idea… porque la ropa nunca se la puse, pues cuando comencé a desnudarla, justamente, ella comenzó a desnudarme a mí…, ¡qué no tenía ninguna nueva lencería que mostrar! Cuando estábamos en la cama desnudas, besándonos y acariciándonos, con los dedos, de una y otra, en nuestras mutuas vaginas, Tatiana tuvo la intención de explicarme el por qué. ¡La paré en seco!

-No me digas nada Tatiana, no hace falta. Yo te gusto, tu me gustas. Coger con varones no me impide coger con mujeres. Tú eres hermosa y yo también, pues hagámoslo de la mejor manera posible, hasta que quedemos satisfechas.

Por suerte, Tatiana era más razonable que yo.

-Ahora no podemos más, van a venir a ver que pasa. Encontrémonos mañana.

Así fue. Al día siguiente, cuando sabía que su marido estaba en clase, fui a su casa y la pasamos bárbaro. Tatiana no era especialmente experta con las mujeres, me parecía, aunque sabía mucho de hombres y, como yo, no tenía reparo en probar cosa nuevas y yo le había gustado, además de mi reputación de maravillosa experta en las artes del sexo…, ¡así qué a coger se ha dicho! Cuando abrió la puerta, sólo la cubría una muy liviana bata, de un suave color cremita, casi transparente, dejando ver cuando estaba en contraluz, sus generosas y muy bien formadas tetas, su culo firme y redondo, sus perfectamente torneadas piernas, largas, en proporción a su altura, pues tenía una alta cintura y el ombligo puesto justo donde debía. Tatiana era de una belleza tranquila, pero perfecta. Nos besamos delicadamente, en un principio, dejándome a mí las primeras iniciativas. Todavía paradas en el ingreso, tras la puerta, ya cerrada y trabada, con llaves, seguro y banda…, comencé a besar su boca lentamente, abriendo la bata y bajando por la pera, el cuello, el escote, el valle entre los pechos, hasta llegar a sus pezones. Estaban duros, a punto de explotar, y sentía el bramido de su corazón. Mientras ella me acariciaba los cabellos, abracé su cintura con una mano, mientras bajaba la otra recorriendo su vientre, hasta llegar por entre los pliegues de la prenda hasta la vulva, peluda y húmeda, metiendo los dedos ya lubricados por su propio flujo, acariciando sus labios y frotándolo en su perímetro, mientras Tatiana me respondía con gemidos y contenidas caricias. Notaba que estaba más retraída que la noche anterior, tal vez sin los efectos de bebidas o sin la ansiedad que genera el morbo que nos pescaran, por eso, por el momento, no me animé a más que eso, aunque ardía de deseos de chuparle la concha. Sin embargo su excitación fue en aumento cuando me puse a su espalda sin dejar de acariciarla, mientras se agachó abriendo sus piernas sin flexionar las rodillas para que el recorrido de mis dedos por los labios de su vagina fuera más cómodo, y levantándole totalmente la bata tomé con fuerza uno de sus pechos, apretándola contra mí.

-¡Déjame, déjame que te quite la ropa, por favor!

La solté, alzando los brazos para que me sacara la blusa por la cabeza, que es más rápido que andar desprendiendo botones, y empezó a chuparme los pezones con desesperación, mientras con las manos trataba de bajarme la pollera. Le ayudé para que sea más fácil y rápido y se arrodilló inmediatamente para pasarme la lengua por el monte de venus, mordisqueando mis poquitos vellos, que eran los únicos que dejaba en el pubis, dado que cuando hay mucha actividad sexual y por largas sesiones, es mucho más higiénico. Yo todavía no quería llegar a eso, quería que fuera más lentamente y pausado. La tomé de las axilas y la paré suavemente, para poder besarles los pezones, mientras Tatiana me acariciaba los glúteos. Dejamos la ropa en el suelo y abrazadas, entre besos y caricias, subimos las escaleras hasta el dormitorio matrimonial, donde habíamos comenzado nuestro juego la noche anterior. Tatiana se tendió en la cama y yo me monté sobre ella para hacer el 69, lamiéndole con fruición esa hermosísima concha, de gruesos y rozados labios, brillosos del fluido que los humedecía, mientras con los dedos jugueteaba con su vello, apartándolo en lo posible para que no se introdujeran en mi boca, lo que me producía cierta molestia. Aleiza era mucho más lampiña en esa zona y con vello muy finito y los de los varones no molestan tanto por que el choto sale bien hacia fuera…, digamos

No sé si Tatiana tenía experiencia con otras mujeres –no se lo iba a preguntar, tampoco-, pero sus besitos, cortitos, con la lengua saliendo y entrando, de arriba abajo, se detuvieron sobre mi clítoris, haciendo círculos a su alrededor, e introduciendo rítmicamente la lengua, demostraba que si no la tenía, era una maravillosa e intuitiva autodidacta. Le pedí que giráramos y quedé debajo de ella. Comencé a tocarle el culo, suave y duro. Tenía en mi lengua, mis labios y mi nariz todos los sabores y olores de una mujer en celo, similar a los que yo probaba, cuando al masturbarme, chupaba los dedos. Los flujos eran cada vez más sabrosos y abundantes. Tatiana se movió un poquito, hasta llegar con su lengua a mi ano, pasándola con energía, presionando con la punta hacia el centro. ¡El placer era inmenso!

-¡Me viene Tati, me viene!

Volvió rápidamente con su lengua a la concha y con espasmos de locomotora nos derramamos totalmente, ¡en un orgasmo de órdago! Agotadas, nos quedamos abrazadas y mirándonos, con nuestros dedos deslizándose sobre la piel de las caderas, el vientre y los pechos.

-¡Me gustó muchísimo, me hiciste gozar más que mi marido!

-¡No exageres Tatiana! ¡No me digas que no te gusta sentir la acabada de una pija dentro tuyo!

-Si me gusta, pero él acaba demasiado pronto, antes que a mí me venga, y luego, para que me la chupe, me tengo que ir a lavar, y eso quita el encanto. Me gusta quedarme bien mojada, como ahora.

Me reí y nos besamos, con todos nuestros sabores todavía en los labios y la lengua, lo que me excitó nuevamente.

-Dime, ¿dónde aprendiste a meter la lengüita en el orto?

-Eso me lo hace Raúl, claro, cuando tiene ganas y no está con sueño o apurado.

Tatiana también se había excitado nuevamente y comenzó a lamerme los pezones que estaban duros otra vez. Si yo había tenido la iniciativa al comienzo, ahora era Tatiana quien llevaba la batuta. Desde esa posición, reclinada sobre mí, alzó los ojos y me miraba, sonriendo, mientras acariciaba mis pezones con su lengua. ¡Estaba gozando muchísimo! Eché mi cabeza hacia atrás y tomé una de sus manos, chupando sus dedos, húmedos todavía, mientras con la otra mano volvió a acariciarme la vulva con maestría. Los dedos rozaban los labios y el clítoris, sin ninguna dificultad, dado que estaba empapada. Me seguía chupando los pezones, uno y otro, alternativamente, como si fuera un caramelo. ¡Qué bien que lo hacía! Le toqué el culo, pues a su entrepierna no llegaba, tratando de llegar al ano. Apartando sus cabellos le besé y lamí el cuello. También la orejita. Mientras le hacía esto estiré todo los que puede los dedos, Tatiana entendió y se acomodó, y así pude llegar hasta la chocha. Me los humedecí bien y volví al ano. Rodeándolo suavemente, desde el borde hacia el centro, comencé a presionar mientras sentía como se aflojaba. Por suerte uso los uñas muy cortas, pues a muchos hombres les gusta que le meta los dedos en el culo mientras le chupo la pija. Por otra parte es lo mismo que me hacen a mí. Despacito, primero uno…, luego otro… los dos mayores. Tatiana jadeaba y suspiraba y yo iba llegando al climax, gracias a sus besos en los pezones y sus caricias en la concha.

-¡Me viene, nena, me viene!

-¡Aguanta, aguanta, ponte al borde de la cama!

Tatiana me soltó, dejó caer las piernas hacia el suelo y yo rápidamente me arrodillé a sus pies poniendo mi cabeza entre sus muslos, sorbiendo hasta las entrañas, mientras escuché un aullido ahogado, se tensó y en una súbita sacudida me lanzó todos sus jugos, que tenían un sabor delicioso.

Tatiana se quedó exhausta y yo dejé que se relajara y volviera a su respiración normal, acariciándola suavemente, besándola en la boca. Me dijo que su orgasmo había estado maravilloso y que desde antes de casarse, con un muchacho con el que salía, antes de conocer a su marido, no había tenido dos orgasmos tan seguido.

-¡Ahora te toca a ti!

Comenzó de nuevo con los pezones, los lamía, besaba y chupaba. Me chupó el cuello, las axilas, las orejas, besándome continuamente. Me besó en la boca, por primera vez con total apasionamiento, enroscando nuestras lenguas.

-¡Qué hermoso sabor que tienes!

-¡Es el tuyo, Tatiana!

-Bueno, sí, pero ahora voy a tener el de tu rajita.

-¿Mi "rajita"? Si hacemos comparaciones, creo que la tuya es más "rajita" que la mía

-Bueno, lo sé, no tengo tanta experiencia como tu

-¿Y como sabes?

Mientras hablaba había bajado hasta mis pies, me los besaba y chupaba.

-Lo sé porque me lo contó mi marido, pero nada malo, ¿eh? Que eres muy popular y que a todos tienes locos.

Yo pensaba que si este hijo de la gran puta le contaba eso a su mujer, yo le podría contar que se me tiró un lance, que no le di bola. Y que anda atrás de todas las alumnas, y que por eso le da poco placer a su mujer… pero me callé.

-Y te digo una cosa, -siguió Tatiana-, no me digas nada, pero estoy segura que quiso encamarse contigo y que no pudo…, y que también lo hace con las alumnas, porque lo vi.

Seguía con la lengua recorriendo la piel de una de mis piernas, mientras con las manos me acariciaba la otra. Me besó los muslos y sin apartar su boca de mi cuerpo, manoteó una almohada para colocarla bajó mis glúteos. Cuando noté su intención clavé los talones y me erguí, posibilitando que quedara más alto el pubis. Entonces me abrió completamente las piernas y me besó la "rajita".

-¡Me gusta mucho como te depilas! Tendré que hacer lo mismo.

Con la lengua continuó lamiendo… y yo sentía que me faltaba poco. Me había olvidado de la conversación. Levantó los brazos y apoyó sus manos sobre mis tetas, pellizcándome los pezones. Chupaba cada vez con más fuerza. Tomó el clítoris entre los labios… ¡y acabé! ¡Sí, acabé como pocas veces lo había hecho! Lancé tal grito que no sé como no aparecieron los bomberos. Luego de sorberme toda, Tatiana se incorporó y sonrió. Era feliz de verme feliz a mí. Nos quedamos tiradas y ahora sí, bastante agotadas.

-Voy a buscar la ropa que dejamos tirada, -me dijo-. Ve a bañarte, si quieres, que luego voy yo.

Nos bañamos juntas, nos enjabonamos, nos acariciamos y nos besamos, pero no buscamos otro orgasmo. Tatiana quería terminar la conversación que empezó cuando me besaba los pies -en realidad la empecé yo, con lo de la "rajita".

-Yo tuve sexo con otras mujeres, varias.

-¡Con razón! Ya me parecía que eras demasiado buena, para ser novata.

-¿Y por qué lo iba a ser? No te olvides que tengo 35, diez más que tu.

-Sí, bueno, me parecía

-No soy bisexual, como costumbre, pero de vez en cuando me gusta un poco de olor femenino. Lo hice en varias oportunidades, pero con ninguna mujer de tu clase.

-¿Mi clase?

-Sí, quiero decir, tu clase, tu calidad, tu don de mujer independiente. Además tenías que ser sexualmente una fiera, sino los hombre no te buscarían tanto

-No, estás equivocada. Los hombres me buscan, porque creen que como me acuesto con todo aquel que me gusta, me voy a acostar con cualquiera nada más que por que es macho. Yo lo hago con quien se me da la gana, nada más. Y ya que lo mencionaste, y estás enterada, efectivamente tu marido me gustaba y hubiera querido llevarlo a la cama…, pero vi como presionaba a las alumnas…, y eso no me gustó. ¡No quise saber nada! Así que ya ves, en lugar de rivales, somos cómplices.

Tatiana me miraba sonriente. Me tomó de los hombros y me volvió a besar.

-¿Si te digo algo, no te vas a enojar y no te vas a negar a encontrarte conmigo otra vez?

-Es que no sé lo que me vas a decir

-Bueno, te lo digo y espero que no te enojes. ¡Quiero que seamos amigas!

-¿Qué es?

-Tú eres mi venganza.

-¡¿Cómo?!

-Sí, mi marido no pudo, pero yo sí te seduje

Y aquí terminó…, esta "reunión", porque Tatiana me pareció genial, además de hermosa y de coger maravillosamente bien. No "engañó" a su marido con otro hombre, ¡lo hizo con una mujer! Así que nos volvimos a encontrar en varias oportunidades…, hasta que me tuve que mudar nuevamente. (Continuará.)