La Sacerdotisa De La Noche: Noche 4

Dogannu conoce a una misteriosa mujer y Daemeeth encuentra a un aliado perfecto

Hola a todos, aquí está el cuarto capítulo de la sacerdotisa más malvada. Un nuevo personaje ha llegado a Ashtaroth ahora, cambiará la situación? Se saldrá con la suya Daemeeth y engañará a los otros sacerdotes para cumplir la voluntad de Astarté Oscura? Está Edrok listo para ser enculado? No lo sé, pero creo que otro pequeño cambio podría hacer que Aalyat alucine más que Juana La Loca mientras intenta luchar contra los restos de la malvada diosa dentro de ella. Un viejo fantasma quiere plantar las semillas de desconfianza y odio... me estoy dejando algo más? Es hora de empezar.

La mujer contempló el pueblo lejano y siguió caminando lentamente. La bolsa que colgaba de su costado izquierdo rebotaba y golpeaba su pierna constantemente pero no le importaba, lo único que necesitaba era una buena jarra de agua o tal vez vino y comida. Mientras se acercaba, la mujer vio a algunos granjeros y comerciantes entrar en Ashtaroth, más de uno la miró, preguntándose sobre su identidad.

Sus ojos observaban todo, desde las sucias personas sin hogar a los locos fanáticos de Astarté Oscura que exigían sacrificios. Ella no dudó y se dirigió con determinación hasta el mismo centro de la ciudad, donde siete cuerpos estaban colgados a postes en el medio del principal mercado de esclavos, mirándolos por un segundo la mujer se alejó.

En casa, Dogannu miraba su desayuno. Los tiempos difíciles estaban afectando a todas las personas de la ciudad, especialmente a Mirlya y Dogannu. Se quedó mirando su plato con gesto repulsivo en el rostro.

"Madre, qué es esto?" preguntó.

"Langosta quemada, del... ya sabes, el castigo de los dioses," dijo Mirlya.

“No deberíamos comerlo, podría matarnos."

“Esto es lo que nos queda, no sé qué haremos después de hoy,” admitió preocupada.

Dogannu no añadió nada más y se comió la langosta quemada. Al menos su trasero estaba bien y ahora podía sentarse correctamente. Después de comer, Mirlya salió a rezar a los dioses por comida y seguridad, Dogannu la vio rezar desde dentro y suspiró, la situación en Ashtaroth estaba al límite y él se preguntaba si sobreviviría hasta el último día.

Esa mañana planeaba encontrarse con la sacerdotisa Diamnith para hablar sobre su sueño. Y luego, visitaría a Aalyat para hablar con ella sobre sus planes. Una vez más, las dudas invadieron sus pensamientos y esa extraña oscuridad le decía que no cometiera tal error. A pesar de la forma extraña en que tuvieron sexo la noche anterior, sintió una conexión con Aalyat y estaba completamente seguro de que ella se sentía de la misma manera, aunque no terminó muy bien y su extraña visión de esa criatura apoderándose de Aalyat se sintió tan real y aterrador. Dogannu estaba preocupado por el peligro pero, no podía explicar por qué, estaba listo para asumir el riesgo.

Tomando un cuchillo, Dogannu salió de su casa y se dirigió a la calle principal. Como de costumbre, escuchó los insultos y maldiciones de los fanáticos pero una simple mirada cargada de locura los hizo retroceder. Se rió y continuó caminando hacia el Templo del Sol y explicar su sueño a Diamnith cuando golpeó el hombro de alguien.

“Oye! Cuidado...” exclamó, pero la siguiente maldición que quería pronunciar murió en su boca.

Una mujer alta vestida con peto de cuero marrón, su abdomen plano y expuesto, capa larga, cinturón y espada, falda de cuero mohosa y una bolsa de piel colgando del costado izquierdo estaba frente a él. Pero lo que llamó su atención fue su largo cabello rubio y liso, sus hermosos ojos verdes y su brillante sonrisa. Con un poco de polvo en su rostro perfecto, ella era la mujer de su visión. Asombrado, Dogannu abrió la boca pero descubrió que no era capaz de emitir un sonido.

"Oh mis disculpas, debería haber tenido más cuidado!" ella se disculpó y sonrió.

Continuó su camino y Dogannu fue detrás de ella saltando y empujando a mucha gente que los separaba. Cuando el joven la alcanzó, no supo cómo detenerla y simplemente puso su mano sobre su hombro izquierdo.

"Necesitas algo?" la mujer sonrió cuando sintió su mano en su hombro.

Mirándola fijamente, su rostro tenía una expresión curiosa, al igual que su mandíbula parecía haberse desencajado de su cara de alguna manera por la sorpresa.

"Quién eres?" dijo Dogannu con un hilo de voz, su emoción era enorme.

“Solo soy una viajera, he estado buscando una buena jarra de agua o vino. Tienes alguna?'' preguntó. Su sonrisa era impresionante, como en su visión, por lo que Dogannu no respondió de inmediato.

"No... nuestro pueblo es pobre y..." dijo Dogannu, pero no le dijo a la extraña lo que estaba pasando en Ashtaroth.

"Es una pena, creo que tendré que caminar hasta otro pueblo," dijo un poco decepcionada.

De nuevo empezó a caminar, Dogannu estaba nervioso. No sabía exactamente qué hacer, así que la siguió fuera de Ashtaroth. Sus pasos la hicieron mirar atrás y allí estaba, con su encantadora y perfecta sonrisa, mirándolo con curiosidad y confianza en sí misma.

"Creo que te he visto antes..." murmuró Dogannu.

"En serio?" dijo con sorpresa, y luego agregó, "En ese caso, si no te importa, podría comer algo y agua en tu casa para recuperar mis energías."

''Bueno, no nos queda mucho, pero serás mi invitada.''

"Entonces, por todos los dioses, muéstrame el camino," dijo y siguió a Dogannu de regreso a Ashtaroth.

Su corazón latía rápido, no habría imaginado que ella fuese real. Dogannu tenía tantas dudas y preguntas que no estaba seguro de por dónde empezar, al menos ella se quedaría en su casa por un tiempo y tal vez podría hacerle algunas preguntas.

Pero no contaba con los fanáticos en el regreso a casa, y después de escuchar algunos insultos, la mujer vio a Dogannu agachar la cabeza tratando de ignorarlos. Cuando llegaron a la calle de su casa, ella hizo un comentario.

''Gente divertida, parecen tontos...''

"Sí, no tienes ni idea," murmuró Dogannu impasible.

"Por qué te están insultando?" preguntó ella y Dogannu dejó de caminar.

"Es una larga historia, básicamente creen que soy la razón de sus desgracias..." prosiguió.

La mirada de la mujer mostró un brillo de comprensión.

''Espera, esta ciudad es Ashtaroth!?'' exclamó.

Dogannu asintió avergonzado.

''Así que eres... no puede ser! Eres Dogannu!'' gritó ella. Las pocas personas que los rodeaban los miraban con expresión repulsiva.

"Sí, ahora puedes huir..." le dijo Dogannu.

''Por supuesto no!''

''No?''

''No.''

"Por qué?" ​le preguntó Dogannu.

''No pretendo entender a los dioses, como afirma mucha gente. Así que no sé si eres inocente o culpable… además… no soy de aquí y no puedo decir si hiciste lo que dicen que hiciste,” argumentó la mujer.

Miró a su alrededor y, como supuso, estaban solos en medio de la pequeña calle.

"Entonces entiendes mejor a los dioses?" preguntó Dogannu.

"No pretendo hacerlo," repitió ella.

"Ya veo... gracias," murmuró Dogannu.

"Por qué?" ​preguntó la mujer sonriendo. Ella era más hermosa cuando sonreía y Dogannu no podía negarlo.

"Porque no me estás condenando sin razón."

''No lo menciones. Los dioses te conocen, créeme...'' aseguró.

Después de que simplemente se mirasen, ella siguió sonriendo y de alguna manera, Dogannu sintió paz.

"Todavía no sé tu nombre," dijo él.

''Ha! Mis disculpas, Dogannu. Me llamo Saerhys,'' sonrió ella y extendió su brazo, Dogannu la sujetó por el antebrazo y ella hizo lo mismo.

"Bueno, Saerhys, deberíamos movernos, los fanáticos y otro tipo de personas están por ahí," dijo Dogannu.

''Supongo que tienes razón. Además, tengo hambre y sed,'' admitió en tono de broma Saerhys.

Dogannu se rió y la guió a su casa, donde estaba su madre y ella solo miró a la desconocida con sorpresa.

"Pensé que estabas en el Templo, Dogannu," murmuró Mirlya cuando vio a su hijo en casa.

''Me dirigía allí, pero luego encontré a esta mujer. Su nombre es Saerhys...'' Dogannu presentó a su invitada.

''Es un placer, señora. El nombre de su hijo es muy famoso entre los cananeos,'' murmuró Saerhys.

"No eres cananea como nosotros?" le preguntó Mirlya.

''No exactamente... solo soy una viajera solitaria. He viajado durante mucho tiempo, he conocido muchas culturas y he conocido a mucha gente. Pertenezco a cualquier sitio que me dé una cálida bienvenida.''

''Supongo que también te has enfrentado a muchos peligros,'' supuso la madre de Dogannu.

''Es cierto. Sin embargo, los dioses y mi espada me han protegido durante mi viaje,'' reveló Saerhys.

En este punto, Dogannu no quería escuchar el mismo discurso que su madre solía pronunciar, ahora con Saerhys, así que fue al patio trasero para sentarse y pensar.

Tratando de ser racional para considerar la presencia de Saerhys en Ashtaroth y cómo afectaría su destino, Dogannu se dio cuenta muy pronto de que sus ideas y argumentos no tenían sentido. Resoplando, tuvo que preguntarse por qué los dioses le dieron esa extraña visión de Saerhys.

"Si pudiera haber aprendido el significado de los sueños y las entrañas..." pensó Dogannu en voz alta.

Mirando al suelo, hizo un profundo surco con su pie izquierdo sin darse cuenta de que lo estaba haciendo. Sentía una mezcla de ansiedad y frustración, porque sabía que el significado de su visión era muy importante y no podía hacer nada para descubrirlo por sí mismo.

''Esperando una señal?'' preguntó una voz detrás de él.

Saerhys estaba parada allí con su perfecta sonrisa en su rostro.

"Uh... bueno, algo así," respondió Dogannu. Pero esa pregunta sonaba un poco extraña, cómo podía saber ella que estaba esperando una señal?

''Debes consultar a los dioses. Cuando algo perturba tu paz, nada es mejor que pedir a los dioses dirección y una señal,'' explicó Saerhys.

''Mmm... supongo... supongo que tienes razón, Saerhys. Sí, lo haré.''

''Lo veis? No es difícil, no podemos vivir nuestras vidas sin la dirección de los dioses. Ellos nos crearon y gobiernan nuestro destino, por lo que es aconsejable preguntarles acerca de lo que viene en nuestras vidas,'' Saerhys siguió argumentando.

Dogannu no lo pensaba así antes. En realidad, Saerhys no se equivocaba en su argumentación y seguramente su consejo estaba resultando muy útil, además estaba mostrando lo inteligente y práctica que era.

"Entonces, qué vais a hacer?" le preguntó, interrumpiendo sus pensamientos.

''Visitaré el Templo del Sol, la Sacerdotisa Principal es amiga de mi madre, sé que ella me ayudará,'' dijo Dogannu.

“Mmm… la experiencia durante mi viaje me enseñó una cosa: a tener cuidado con las personas cercanas a mí, podría ser útil para ti,” comentó Saerhys y regresó al interior de la casa.

Tomándose un momento para comprender el significado de sus palabras, Dogannu se quedó de pie sin moverse. "Tener cuidado con los que están cerca." Qué intentó decir, pensó. Preguntándose si Saerhys sabía algo que él no, las dudas aumentaron una vez más, Dogannu inseguro y escéptico acarició su corta barba pero al final salió a ver a Diamnith.

La luz del sol y el molesto calor hicieron que Daemeeth parpadeara un par de veces antes de abrir los ojos. Sangre seca cubría su rostro, manos y túnica tras quedarse dormida junto al cuerpo de Asded-abu, ella cogió el cuchillo que había dejado a cierta distancia y era evidente que la mujer se sentía confundida y sedienta. De pie, Daemeeth caminó torpemente de regreso a Ashtaroth para darse un baño y continuar su ardid.

Al mismo tiempo que regresaba a la ciudad, Dogannu llegó a la casa de Diamnith y la llamó sin suerte.

"Esto es extraño... tal vez debería haber ido al Templo antes..." murmuró Dogannu antes de irse.

Aalyat se despertó agitada, nerviosa y sudada. Podía jurar que una voz familiar llamó su nombre, como sucedió con Dogannu incluso si ella no lo sabía aún, la voz se escuchó en su propia habitación antes de que ella despertase. Vestida y lista para empezar el día, comió el desayuno que preparó su joven sirvienta Dalikha.

"Hay algo más que desees?" preguntó Dalikha con devoción.

''No, Dalikha. Puedes seguir haciendo tus tareas,'' Aalyat respondió.

La sirvienta hizo una reverencia antes de dejar sola a su ama. Cogiendo una canasta para comprar algunos pertrechos en el mercado, con suerte. La chica se puso su capa blanca sobre los hombros y se dirigió al mercado.

Mientras tanto, Daemeeth había llegado a Ashtaroth y provocó muchos comentarios sobre su apariencia, especialmente por parte de los fanáticos de Astarté Oscura, quienes le insultaron ignorando que ella no era Diamnith. La malvada mujer no prestó atención a ningún comentario y siguió caminando por inercia rumbo al Templo del Sol.

Dogannu estaba fuera del templo, sus puertas estaban cerradas y tenía un mal presentimiento. "Esto es tan extraño… ella me dijo que la visitara por la mañana…" pensó y se preguntó qué hacer. Escuchó pasos detrás de él y al darse la vuelta, Dogannu palideció.

Una mujer vestida con túnica negra estaba frente a él, cubierta de sangre y de mirada inexpresiva. Daemeeth no se movió y Dogannu no podía creerlo.

''Sacerdotisa Diamnith, se encuentra bien!? Qué le ocurrió?'' preguntó preocupado.

Pero ella no respondió. En cambio, lo esquivó y entró en el templo. Dogannu la siguió adentro hasta que se detuvo frente a la Vasija Solar, en el mismo centro del edificio.

''Me disculpo, Dogannu. Tuve una noche difícil,'' dijo Daemeeth.

''Qué pasó?''

''Nada serio... realicé un sacrificio anoche y creo que me quedé dormida. Me siento tan cansada y sedienta,'' comentó Daemeeth.

Mirando por encima del hombro, Daemeeth podía notar que el chico estaba preocupado por ella. Bebió una copa llena de vino y calmó su sed. Recordando lo que Diamnith le dijo, se dirigió a la izquierda e invitó a Dogannu a seguirla agitando la mano.

Guiándolo a los baños del templo para las sacerdotisas, Dogannu no podía entender por qué estaban yendo a ese lugar. Una piscina circular y pequeña llena de agua y pétalos esperaba al final de la habitación. Daemeeth se detuvo en el borde de la piscina y luego desanudó el cinturón, soltó el cuchillo y con un movimiento rápido se quitó la túnica negra, que se deslizó lentamente por su cuerpo esbelto y terminó en el suelo, dejando al descubierto su cuerpo desnudo.

Un gran tatuaje de un monstruo desconocido de tres cabezas, dos grandes alas extendidas y una cola estaba tatuado en su espalda. Las cabezas tenían ojos rojos y el resto de la criatura era completamente negra, Dogannu estaba sin habla y con la boca muy abierta, la criatura parecía maligna y podía jurar que sus ojos de alguna manera estaban vivos y le miraban. Pero la bestia no le llamó la atención por mucho tiempo, pues las curvas de Daemeeth eran increíbles, su trasero era redondo, firme y perfecto. La sinuosa figura de la sacerdotisa era muy voluptuosa, nunca había imaginado a la sacerdotisa Diamnith de esa manera.

"Sacerdotisa Diamnith... q-qué está haciendo...?" balbuceó Dogannu nervioso y avergonzado.

''Oh Dogannu, no hay nada que esconder. Te he visto desnudo, así que no tienes que avergonzarte,'' dijo Daemeeth mirando por encima del hombro y con una sonrisa juguetona.

"Esto es inapropiado... yo-yo..." tartamudeó.

"Solo necesito limpiarme," ronroneó Daemeeth con voz sensual mientras hundía su pie en el agua lentamente, "Ven y ayúdame, mientras me cuentas tu... visión," agregó con una sonrisa y el agua llegándole a la cintura.

Dogannu tragó saliva muy nervioso pero obedeció su orden. Quitándose las sandalias, estaba listo para unirse a ella cuando ella se rió.

''Es necesario que os quitéis la ropa...'' murmuró ella en voz baja y se mordió el labio. Daemeeth se sentó y la piscina no era demasiado profunda. El agua apenas le cubría el pecho.

Asintiendo rápidamente, se quitó la camisa de lana, dejando al descubierto su delgado y bronceado torso, con algunas marcas de las noches anteriores, marcas de dientes y arañazos hechos por Aalyat. Daemeeth sonrió y movió la cabeza con insistencia, Dogannu desató el cinturón de piel y el resto de su ropa cayó al suelo y su pene flácido quedó expuesto a ella. Daemeeth lo miró complacida.

"Perfecto... ahora ven, Dogannu... no seáis tímido..." Daemeeth sonrió.

El agua estaba un poco fría, Dogannu se unió a Daemeeth y se sentó frente a la sacerdotisa. Ella no pudo contener una risita tonta y luego agarró un trapo seco, lo hundió en el agua y se frotó la cara con cuidado.

''Dime, Dogannu… qué está perturbando tu sueño?'' murmuró Daemeeth después de limpiar su rostro y se frotaba los brazos de una manera que Dogannu consideraba muy inapropiada.

"Uh... sí... eh, yo... tuve un sueño muy extraño, y me gustaría saber su significado..." dijo Dogannu.

"Es un sueño único o diferentes?" preguntó mientras exprimía el trapo húmedo sobre su cuerpo y el agua le caía sobre el cuello.

"Es un... un solo sueño... el mismo sueño..." respondió muy incómodo con la situación y Daemeeth sonrió juguetonamente.

"Podríais ayudarme?" dijo Daemeeth y al mismo tiempo ofreció a Dogannu el trapo mojado después de limpiarse el cuello.

Dudando un segundo, el joven agarró el trapo que le ofrecía Daemeeth. Sentándose a su lado, Dogannu comenzó a frotar sus brazos y manos, ella cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el borde de la piscina, claramente satisfecha.

"Contadme más detalles de vuestra visión..." murmuró Daemeeth relajada.

"Veía a una mujer... alta, hermosa, y parece fuera de este mundo, completamente perfecta..." detalló Dogannu.

"Muy interesante... algo más?" le preguntó.

"Ella siempre esta desnuda, con un aura brillante rodeándola... dice mi nombre tres veces..." comentó Dogannu.

“Mmm… es bueno saberlo. Por qué seguís frotando mis brazos? Creo que deberías concentrarte en otros lugares,'' sugirió Daemeeth y Dogannu tragó saliva incomodo, pero luego asintió.

Frotándole el hombro derecho y el cuello, Daemeeth suspiró y pensó que, después de todo, El Inicuo tenía buena mano.

"Si bajáis un poco, sería perfecto..." susurró.

"Sacerdotisa Diamnith... no deberíamos estar haciendo esto, esto no está bien... los dioses podrían castigarnos!" se quejó Dogannu, pero sin mucha convicción. Pero de alguna manera tocar su exquisito cuerpo lo estaba volviendo loco y había olvidado el verdadero motivo de su visita, ahora quería más y sus dudas y miedos eran un gran obstáculo.

"Entonces seguid contándome más detalles de tu visión..." dijo ella y se puso más cómoda. Bajo el agua, su polla comenzó a aumentar de tamaño lentamente.

Masajeando su pecho justo encima de sus tetas, Dogannu evitó mirar la cara de Daemeeth, todavía tenía los ojos cerrados y su expresión era de completo placer.

''La mujer de vuestro sueño dice algo?'' exhaló la mujer al rato.

"Sí... " murmuró Dogannu.

Daemeeth tomó su muñeca y guió su mano hacia sus tetas. Dogannu, sorprendido y pensando que su corazón saldría de su pecho, la contemplaba absorto. Con el pulgar, le frotó el pezón y Daemeeth abrió la boca y suspiró de nuevo.

''Esto es tan extraño, qué estoy haciendo?'' pensó Dogannu.

La malvada acólita de Astarté Oscura inclinó la cabeza hacia un lado y apoyó la cara en el brazo izquierdo de Dogannu mientras dejaba escapar gemidos bajos.

"Ah... Dogannu... qué... qué dijo… ella?" preguntó Daemeeth con voz ahogada. Ella estaba muy excitada y el agua estaba algo agitada por sus movimientos.

"No recuerdo bien, sacerdotisa Diamnith..." respondió. El joven soltó el trapo y manoseó el seno con firmeza, no podía explicar por qué, pero ella lo estaba excitando con su increíble belleza y sus gemidos sensuales de una manera que nunca imaginó.

Era una buena amiga de su madre y una sacerdotisa muy importante en Ashtaroth, o eso es lo que creía Dogannu, pero ahora quería compartir un momento íntimo y apasionado con ella. Daemeeth, al igual que Dogannu, pensó que estaba mal comportarse de esa manera con El Inicuo, sin embargo, el morbo, la creciente tensión y su urgente necesidad aumentaron su lujuria y ahora no le importaba que Dogannu tocara su cuerpo.

Pasando su brazo sobre su cuello, Dogannu dejó que Daemeeth descansara su cabeza en su pecho, ella abrió los ojos y lo miró mordiéndose los labios y frotando su cuerpo contra el suyo. Ella guió su mano a su abdomen y luego a su rígida polla. La mujer asintió y Dogannu la acarició lentamente y ella hizo lo mismo con su polla.

Fuera del Templo del Sol, una persona vestida con una túnica blanca y una capucha miró a su alrededor antes de cruzar el umbral. En el interior, la persona se quitó la capucha y apareció el rostro sonriente de Edrok. Era la primera vez que visitaba el Templo del Sol, como siervo del dios El, y siguió adelante.

Cuando llegó a la Vasija Solar, Edrok se sorprendió de no ver a Diamnith allí, así que pensó en irse. Luego, escuchó gemidos provenientes de la habitación de la izquierda, curioso y preguntándose si Diamnith estaba teniendo su propio tiempo privado, abrió la puerta en silencio.

Al principio nada. Admiró los mosaicos de las paredes y siguió caminando. Cuando Edrok se acercó al final del baño, lo que vio hizo que su sonrisa desapareciera.

Un estanque circular y pequeño lleno de agua y pétalos, y El Inicuo estaba besando a su amada sacerdotisa o eso es lo que pensó Edrok. Daemeeth tenía sus brazos alrededor del cuello de Dogannu y literalmente estaba devorando su boca con un beso agresivo e interminable. El lunático hijo de Hatimekh carraspeó y Daemeeth dejó de besar a Dogannu y se dio la vuelta lentamente para ver quién los interrumpía.

"Parece que llegué en el momento equivocado... Inicuo, qué sorpresa verte aquí," murmuró Edrok un poco molesto.

"Edrok! Qué estás haciendo aquí!?'' Dogannu exclamó nervioso.

"No te concierne, Inicuo, yo te preguntaría lo mismo..." respondió Edrok.

''Me está consultando sobre una visión que tuvo… Edrok. Estoy tan sorprendida como Dogannu con tu presencia...'' dijo Daemeeth, ella no conocía su identidad y también estaba apareciendo en el momento equivocado.

"Una visión..." murmuró en voz baja, y luego agregó, "Esperaba hablar contigo... era muy importante, pero estás ocupado con este... hombre ..."

Dogannu notó el tono de desdén empleado por Edrok, que quería insultarlo y trató de levantarse, pero Daemeeth le puso la mano en el hombro.

"Lo que Edrok quiere decir es que la gente común normalmente no está acostumbrada a tener muchas visiones," dijo Daemeeth tratando de bajar la tensión, pero dentro de ella estaba de acuerdo con el extraño.

"Tengo una invitada en casa, creo que debería irme, sacerdotisa Diamnith. Gracias por... tu ayuda...'' balbuceó Dogannu nervios.

La sacerdotisa asintió y Dogannu se puso de pie cubriendo su erección con su ropa. Daemeeth le palmeó la pierna al salir y, después de vestirse, dejó a Edrok y Daemeeth solos.

"Entonces... qué quieres de mí, Edrok?" musitó Daemeeth con voz misteriosa e inclinó la cabeza hacia atrás.

“Cuando era más joven, estaba enamorado de Aalyat. Pero ella prefería al Inicuo sobre mí... sentí tristeza durante mucho tiempo hasta ahora. Me hiciste sentir interés en... digamos, una relación más personal y nuevamente, El Inicuo obtiene lo que quiero...'' dijo Edrok y la sacerdotisa pudo detectar algo de frustración y tristeza en su voz.

Daemeeth hizo un gran esfuerzo para no reírse y mantener la compostura, "Entonces mi hermana está teniendo sexo contigo... interesante..." pensó Daemeeth y sonrió.

''Estás celoso del Maligno? Mi querido Edrok... cómo podría elegirlo a él en lugar de a ti, un verdadero creyente de los dioses?'' razonó Daemeeth y Edrok sintió una inmensa alegría dentro de él.

"En serio?" exclamó y no pudo reprimir su típica risita.

"Por supuesto... y creo que conozco una manera de recompensarte aquí y ahora... ven aquí," murmuró ella y agitó la mano. Edrok no perdió un segundo y comenzó a quitarse la túnica.

Mientras tanto, Mirlya y Saerhys estaban fuera de su casa. La viajera comió la comida ofrecida por su anfitriona.

"Dime, Mirlya, cómo terminó Dogannu en esta situación?" preguntó Saerhys con interés.

''El Oráculo de Dagan lo expuso en la casa del Sacerdote Hatimekh. Es el Sumo Sacerdote de El en nuestra ciudad, estaba detenido,'' dijo Mirlya.

Saerhys la miró a los ojos, verdes y azules, y luego miró sus propios pies.

''Solo así? Quiero decir, una acusación y un juicio...? Aun no lo entiendo,” argumentó Saerhys.

“Fue acusado de asesinato antes de que el Oráculo lo delatara…” comentó Mirlya sin decir la verdad. Saerhys ahora la miró y arqueó una ceja.

La pobre mujer sintió que Saerhys sabía que no era honesta y no pudo contener las lágrimas.

“Es todo culpa mía. M-mi amado Dogannu… él me defendió de mi esposo… y yo… yo…” balbuceó Mirlya presa del llanto pero sucumbió a su remordimiento.

Saerhys asintió y sentándose a su lado, puso su brazo sobre sus hombros.

“Lo sé, lo sé… el dolor y la culpa que estás sintiendo ahora son indescriptibles. Pero créeme, Mirlya... los dioses te consolarán y al final encontrarás la paz,” comentó Saerhys con fervor.

"Gracias, Sa-saerhys..." respondió temblando.

La mujer acarició su largo cabello castaño rojizo tratando de consolarla mientras miraba lo que estaba frente a ella y sonrió.

En su casa, el sacerdote Hatimekh estaba de rodillas frente a la estatua del dios El, rezando. Sosteniendo un cuchillo afilado, hizo un corte en la palma de su mano izquierda y lo pasó a los pies del dios.

“Te ofrezco mi sangre, oh dios El, para ganar tu favor contra este demonio maldito, Astarté Oscura. Una vez más ella está tratando de levantarse para cubrir nuestro mundo de oscuridad y sufrimiento, ayúdame a luchar contra sus fanáticos, escucha mis oraciones y acepta mi sacrificio,” concluyó su oración y se puso de pie.

Al dirigirse a la habitación de su hijo, Hatimekh no encontró a Edrok allí. Revisando cada habitación de la casa e incluso preguntando a sus sirvientes, nadie sabía dónde estaba su hijo.

"A dónde fuiste?" pensó el anciano y se sentó en su diván.

De regreso a los baños del Templo del Sol, Edrok estaba inclinado sobre el borde de la piscina. Su abdomen estaba presionado contra el suelo frío y húmedo. Tenía una gran sonrisa en sus labios y detrás de él, Daemeeth estaba triunfante y tenía sus manos en su trasero. Su polla palpitante apuntaba a su retaguardia y el joven loco estaba muy emocionado, la inminencia de la primera vez le produjo una sensación mixta de nervios y receptividad.

"Estás listo, mi dulce Edrok?" murmuró Daemeeth.

"Estoy listo... mi amada Diamnith..." susurró Edrok.

Daemeeth le dio un masaje en la espalda y volvió a poner sus manos en sus nalgas. Las separó lentamente, exponiendo su agujero apretado y virginal para su placer.

"Te dolerá al principio, luego sentirás lo que sienten los dioses," dijo.

"De verdad?" le preguntó Edrok con voz emocionada.

"Sí..." aseguró Daemeeth y empujó su glande, superando la resistencia de su apretado esfínter.

Edrok abrió la boca en un genuino gesto de sorpresa. La sacerdotisa seguía agarrándole por la cintura para que no pudiera moverse y permaneció inmóvil. El fanático desquiciado sintió esa pequeña parte de su polla como hierro candente, exhaló y cerró los puños tratando de adaptarse a ese cuerpo extraño. Daemeeth empujó unos cuantos centímetros más y Edrok dejó escapar un gemido.

"Aahh..." gimió mientras cerraba los ojos.

"Solo respira... solo respira," murmuró Daemeeth.

Asintió, pero al mismo tiempo sentía el dolor más insoportable de su vida. Resoplando y exhalando, por instinto disminuyó la resistencia de su esfínter y cuando Daemeeth sintió eso, empujó el resto de su polla en su trasero.

"Oh dioses... oh dioses, despacio, despacio..." suplicó.

"Relájate... relájate," sonrió Daemeeth.

Haciendo una presión extra, encajó los últimos centímetros que le quedaban y ahora, con sus bolas aplastadas contra sus nalgas, el éxtasis que le provocaba tener su polla en el fondo de un culo la hizo poner los ojos en blanco.

"Oh, diosa poderosa... este culo se siente tan apretado alrededor de mi polla!" exclamó ella.

El joven no podía hablar con esos veinte centímetros llenando sus entrañas. Respiró más rápido y no se movió, al igual que Daemeeth. Un calor repentino invadió su cuerpo como una reacción encadenada proveniente de su culo, la adrenalina hizo que su corazón latiera más rápido y su respiración errática fue fácilmente escuchada por la impostora.

La sangre fluyó más rápido y, además, el dolor inicial en su trasero disminuyó. Daemeeth todavía no se movía moldeando el tamaño de su polla, estirando ampliamente su agujero y poseyendo su cuerpo. Ella lo agarró por la cola de caballo y lo atrajo hacia ella, apoyando la barbilla en su hombro, Daemeeth lamió sensualmente su cuello y le mordió la oreja, Edrok no pudo ver la mirada malvada de su amante y suspiró después de sentir sus dientes en su oreja.

“Sentirás placer como nunca antes, mi dulce Edrok…” susurró.

“Mmm… sí… quiero complacerte mi diosa…” respondió Edrok.

“Vivirás para satisfacerme y no te arrepentirás...” dijo Daemeeth y acarició el abdomen y el pecho de Edrok.

Finalmente ella comenzó a bombearle el culo con embestidas cortas pero profundas, su mano fue inmediatamente a su cuello y lo estranguló un poco. El fanático comprendió que a “Diamnith” le gustaba lo duro y sonrió, Daemeeth sonrió al darse cuenta de lo sumiso y pasivo que era Edrok y lo follo con más fuerza, haciéndolo gritar de éxtasis.

El agua de la piscina se agitaba más gracias a las piernas de Daemeeth, quien presionó su cuerpo contra el de Edrok y le mordió el hombro, Edrok volvió a abrir la boca pero no pudo hacer ningún ruido. Solo cuando ella le clavó las uñas en el pecho y lo hizo sangrar, él gritó; sin embargo, la loca y malvada Daemeeth lo ignoró y luego lo empujó para que Edrok terminara como al principio, con el abdomen contra el piso mojado.

Poniendo sus manos sobre sus hombros, marcó un ritmo más fuerte y rápido que dejó a Edrok sin aliento. Sus huevos chocaban contra esas nalgas con fuerza y los pensamientos de Edrok estaban en blanco. La calidez dentro de él aumentó y sus gemidos femeninos estaban enloqueciendo a Daemeeth. Sentía su culo en dos y el líquido preseminal chorreaba de su glande y caía en el agua.

Tras un breve pero frenético ritmo de penetración, Daemeeth sacó su rígida polla y contempló el enorme agujero de Edrok. La loca escupió un poco de saliva y lubricó su grueso rabo, con un solo empujón enterró su polla por completo y folló a Edrok como si no hubiera un mañana. El sonido de sus bolas golpeando su trasero una y otra vez hizo eco en el solitario baño y sus gemidos de placer y lujuria se mezclaron en perfecta sincronización.

Ignorando a los fieles o visitantes, Daemeeth dio todo de sí y embistió de una manera que Edrok nunca imaginó que podría suceder. El constante choque de sus nalgas y su pelvis fue algo que Daemeeth echó de menos durante mucho tiempo y suspiró antes de empujar su polla profundamente dentro de él.

Ambos intentaron recuperar el aliento, sus cuerpos ya no se refrescaban con el agua de la piscina y ahora estaban cubiertos de un ligero sudor.

Daemeeth sacó su polla una vez más y ayudando a Edrok a darse la vuelta, vio una mancha blanca en el agua, Edrok había tenido un orgasmo mientras ella lo follaba locamente y la mujer sonrió. Su espalda hizo contacto con el suelo frío y húmedo mientras ella sostenía sus piernas en alto por los tobillos, la alegría y satisfacción en el rostro de Edrok era evidente pero a Daemeeth le quedaba algo más.

“Quién es tu diosa? Dilo, dilo…” murmuró Daemeeth.

"Tú eres... eres mi diosa, Diamnith..." respondió Edrok con voz cansada pero complacida.

Aunque se sentía un poco mal porque él no conocía su verdadera identidad, estaba completamente segura de que Edrok estaba más interesado en ella que en su hermana y la evidencia estaba en el agua. Poniendo uno de sus pies en su hombro, con la mano libre ella guió su polla de regreso a su trasero. La mujer le lamió el pie y su cintura se movió rítmicamente mientras lo follaba profundamente.

Era el momento de obtener su placer y aceleró el ritmo. Una y otra vez, sus poderosas y profundas embestidas hicieron que Edrok se retorciera y gimiera como loco, los espasmos invadieron su cuerpo también, pero ella no se detuvo y gruñó, Daemeeth disparó su caliente y pegajosa carga profundamente dentro del culo de Edrok. Sintió su polla palpitar mientras le llenaba el culo con su semilla espesa y sonrió.

La sacerdotisa, exhausta y satisfecha se recostó sobre el cuerpo sudoroso de Edrok con una gran sonrisa en su rostro, su polla rígida todavía en su culo. Edrok no pudo expresar con palabras toda la experiencia, un poco de dolor al principio pero el resto… era como estar con una diosa.

"Maravilloso... eres una mujer perfecta... y yo soy tuyo, mi diosa..." murmuró Edrok y Daemeeth sonrió y besó su pecho.

"Me alegra que hayas disfrutado…" respondió ella y apoyó la cara en su pecho, acariciando a su amante con una extraña sensación creciendo dentro de ella.

De regreso a casa, Dogannu ignoró las preguntas de su madre sobre lo que Diamnith había dicho y fue al patio trasero. Saerhys estaba sentada sobre una caja de madera, y estaba limpiando su espada con un trapo seco, quitando el polvo de la hoja, una hoja tan brillante y sin ningún signo de oxidación.

''Oye, has vuelto. Cómo te fue?'' preguntó sin mirarlo.

"Bien, supongo..." respondió Dogannu con voz monótona.

"Eso no suena bien, qué pasó?" dijo Saerhys y dejó de hacer lo que estaba haciendo.

"Honestamente, no quiero hablar de eso," se excusó para no mencionar el comportamiento "inapropiado" de Daemeeth y el momento incómodo con Edrok.

La hermosa mujer asintió y se puso de pie. Dejó su arma a un lado y miró a su alrededor antes de mirarle con sus encantadores ojos. De alguna manera, Dogannu sintió que ella podía saber que él no estaba siendo honesto, tal vez era el resultado de su reciente encuentro con la sacerdotisa, haciéndolo sentir más ansioso y nervioso.

"Comiste?" habló finalmente para romper la creciente atmósfera de tensión entre ellos.

"Sí, no es lo que como normalmente, pero es mejor que nada," comentó ella y se rió. Por otra parte, su mirada mostró una expresión misteriosa que se ve comúnmente en personas con un lado oculto o una capacidad de percepción.

"Bueno, me alegro de que no te haya matado... algunas personas murieron al comerse esas criaturas..." aclaró Dogannu.

''En serio? Por qué estás diciendo que? La comida quemada no mata, si no estoy equivocada,'' respondió Saerhys.

''No porque era quemada, era parte del castigo de los dioses... la nube de langostas...'' detalló Dogannu.

Esta vez, la mirada misteriosa de Saerhys cambió a una mirada menos solemne.

''Langostas? También hay langostas comestibles...'' dijo con voz segura.

''No estabas aquí cuando sucedió... y no, no me equivoco, no eran de esas,'' insistió el joven.

Su mirada volvió a la expresión misteriosa y lo miró por más de un minuto sin parpadear. Al final, se rió y negó con la cabeza.

''Por todos los dioses, debes estar confundido por algún tipo de hechizo. En todos mis años de viaje, no he oído de alguien que haya cocinado langostas de un enjambre,'' confesó Saerhys, pero su sonrisa desapareció después de ver que Dogannu no sonreía, ''Vamos, no puedes hablar en serio...''

Dogannu invitó a Saerhys a sentarse de nuevo. Respirando profundamente, suspiró antes de hablar.

''La primera langosta que atrapamos, no era una langosta normal. Parecía una de esas comestibles, pero tenía alas pequeñas y su piel era roja… era una abominación. No tengo ninguna razón para mentir. Juro por el dios El y la diosa Astarté,'' dijo y Saerhys lo interrumpió.

"Escuché sobre diferentes criaturas combinadas en un solo cuerpo, y también es la primera vez que te escucho jurar por los dioses, por la forma en que hablas pensé que no creías en los dioses," dijo.

''Eso no es cierto, yo creo en ellos... pero...''

''Pero qué? Es por tu situación actual? O algo más?'' cuestionó Saerhys.

Él suspiró. Era la primera vez que tenía esa conversación con alguien, ni siquiera con su madre. Dogannu no estaba seguro de Saerhys, lo que hacía, lo que quería o por qué estaba en Ashtaroth, pero era el tipo de persona en quien confiar, porque no te fallaría o eso es lo que él percibía.

"Un poco de todo," respondió, "Desde que Aalyat dejó Ashtaroth, pensé que los dioses me habían abandonado, entonces mi padre murió en la guerra y mi madre se casó con un asqueroso filisteo, y ahora toda esta maldición. Creo que los dioses me han abandonado, dónde están? Por qué no les importa mi sufrimiento?'' dijo Dogannu, abriendo su corazón a Saerhys.

''Un dios siempre te está mirando, no importa si lo crees o no. A veces ignoramos esto y llegamos a creer que nos han abandonado, pero no es cierto,'' respondió Saerhys y le cogió la mano.

"Entonces por qué me están torturando de esta manera, como si no les importara..."

''Quizás te estén poniendo a prueba, para ver si realmente confías en ellos. O esto es parte de tu destino,'' dijo Saerhys.

Destino. Esa palabra hizo que Dogannu recordara su visión sobre ella. Se estaba refiriendo de alguna manera a la visión? O simplemente otra loca coincidencia? Él permaneció callado un rato hasta que ella volvió a hablar.

''A veces las personas más increíbles se pierden porque no saben lo que les depara el futuro.''

"Te refieres a su destino?" preguntó.

"Sí, el destino," asintió Saerhys.

"Quién eres?" le preguntó Dogannu como en la visión.

Saerhys le miró con sorpresa. Ella sonrió y la misma mirada misteriosa que tenía en la visión apareció en su rostro. Pero esta vez, su respuesta fue diferente.

“Soy una viajera, ya te lo dije.''

''Pensé que dirías algo más,'' dijo con cierta frustración.

"Cómo qué?" ​le preguntó Saerhys.

"No sé... mi destino?"

''Ha! No creo que vaya a pasar, Dogannu!'' exclamó y dejó escapar una carcajada. El joven estaba un poco decepcionado.

"Sí, tienes razón en eso," afirmó.

"No te sientas mal, lo que buscas está cerca de ti, más de lo que piensas," aseguró Saerhys.

“Qué estás buscando?” Recordó que ella dijo esas palabras en sus visiones y las dudas aumentaron. Estaba ella al tanto de su visión o todo estaba en su cabeza? Saerhys se rió y agarró su espada y la frotó un poco antes de volver a guardarla en su funda de cuero.

"Estás equivocada en eso," dijo Dogannu con confianza.

''Lo estoy? Probablemente, pero estás lleno de dudas e inseguridades, Dogannu...'' murmuró Saerhys.

No dijo nada. Por supuesto que lo estaba, todo en su mente era Aalyat y ahora ella. Dos misterios y aparentemente ninguna respuesta es lo que tenía.

"Déjame contarte una historia de los dioses, has oído alguna?" preguntó Saerhys. Dogannu negó con la cabeza y ella sonrió. "Te gustará esta, te lo prometo..." añadió.

Los siguientes veinte minutos describió cómo Baal desafío y derrotó a la poderosa Tannin, la serpiente del mar, con la ayuda de varios dioses y diosas. Maravillado por las palabras y los detalles que Saerhys estaba proporcionando, imaginó la lluvia y los relámpagos de Baal, el fuego sobrenatural de El y los vientos de Astarté, todos trabajando juntos para matar al monstruo y traer orden al mundo. La mujer tenía buenas palabras para Baal y él podía detectar un brillo en sus ojos cada vez que mencionaba al dios o sus acciones.

''Te agrada Baal, verdad?''

''Él es el dios principal y un buen dios. Padre de muchos de ellos, trae la lluvia y la cosecha, el ciclo de la vida no puede existir sin su intervención,'' indicó Saerhys.

"Sabes mucho sobre él, eras una de sus sacerdotisas?" preguntó Dogannu.

"No, pero he escuchado la historia de Baal muchas veces," dijo.

"Eso es increíble, yo sólo sé que la diosa Astarté es su esposa," murmuró Dogannu avergonzado por su falta de conocimiento.

"No," aseguró Saerhys.

''No? Cómo puedes estar tan segura?'' cuestionó.

''He escuchado la historia, conozco muchas historias de los dioses,'' dijo con prisa y sonrió.

El joven miró fijamente a su invitada. Ella juntó las manos, cruzó una pierna sobre la otra y siguió sonriendo.

''Estás mintiendo, no es así? Nadie puede conocer las historias de los dioses sin equivocarse,'' dijo con escepticismo.

''Baal está casado con su propia hermana, la diosa Anat. Incluso un niño lo sabe,'' comentó Saerhys y se puso de pie.

Sorprendido por esa revelación, Dogannu entendió que no lo comentó para halagarlo. Cuando entendió el verdadero significado de su última oración, ella no estaba en la casa. Parado en medio de la pequeña y concurrida calle, la gente lo rodeó para evitar tener cualquier contacto físico con él, mientras el pobre muchacho se preguntaba si Saerhys ya había abandonado Ashtaroth.

Mientras tanto, al otro lado de Ashtaroth, Aalyat estaba en su habitación soñando despierta. Respirando en paz, tratando de saborear cada precioso segundo liberada de la influencia tóxica de Astarté Oscura. Al recordar algunos momentos que pensó que había olvidado, algo le hizo abrir los ojos mientras le quitaba la paz.

"Aalyat..." una voz profunda y familiar la llamó.

Sentada en su cama, una mujer alta y rubia vestida con una túnica negra como la de ella estaba parada frente a la cama. Ojos grises fríos, mirada dura y labios firmemente apretados, Aalyat no la escuchó abrir la puerta y seguramente no era Dalikha o Daemeeth, era su madre Elanya. Pero no era posible porque ella estaba...

''Madre? Cómo…? Tú estás muerta!'' exclamó visiblemente sorprendida y su corazón latía muy rápido.

"Lo estoy?" cuestionó Elanya sin cambiar su expresión severa.

''Estoy soñando? Esto no es posible... espera...'' Aalyat murmuró con voz dudosa. No parecía un fantasma, estaba físicamente allí, pero no tenía sentido. "Estoy muerta?" agregó con voz débil.

''No estás muerta ni soñando. Esto está sucediendo realmente, soy parte de ti, nunca me fui...'' explicó Elanya.

La chica se puso las manos a ambos lados de la cabeza, tratando de comprender y después de frotarse los ojos violentamente, volvió a levantar la mirada. Su madre seguía ahí y no sentía ningún cambio, todo parecía normal, a pesar de la presencia de su madre en la habitación.

''Me has decepcionado, hija . Pensé que después de todo lo que hice por ti, no consentirías ninguna distracción; pero parece que ese inicuo ha invadido tu alma...'' dijo Elanya con enojo.

“Dogannu es el hombre que amo... y nunca te detuviste hasta que pudiste separarnos," dijo Aalyat como si estuviera escupiendo las palabras, liberando su frustración y enfrentando a su madre por primera vez.

''Eres débil, siempre lo has sido. Solo con la ayuda de Astarté Oscura y mi guía, puedes completar la tarea sobre tus hombros...'' aseguró la mujer mayor.

''Qué pasa si me niego? No puedes obligarme a hacer algo que no quiero... no voy a lastimar Dogannu!'' gritó sin rodeos.

Elanya caminó lentamente por la habitación. Aalyat la observó con atención y el fantasma etéreo notó el cofre de su hija.

''Eres tan estúpida para creer que ese chico es bueno para ti? Eres tan tonta como para pensar que realmente te ama? No, mi dulce hija. Él no te ama, él es como todos los hombres, tienes algo que él quiere y cuando lo obtenga, te hará sufrir...'' argumentó Elanya.

''Estás mintiendo!! Él nunca será capaz de lo que digas, mi vida era perfecta hasta que la convertiste en una pesadilla!'' gritó la joven y arrojó el vaso ceremonial de Astarté Oscura hacia donde estaba parada su madre.

Como si ella no estuviese allí, el vaso traspasó su cuerpo y golpeó la pared, terminando a unos pasos de los pies de Elanya. Sacudió la cabeza lentamente y decepcionada, mientras veía el lindo rostro de su hija convulsionado por su ira interior y sus ojos grises cubiertos de lágrimas.

La compasión no era una buena palabra para describir la personalidad de Elanya cuando estaba viva, y parecía que ahora era lo mismo. Pero arrodillándose frente a su hija, la ex Sacerdotisa de la Noche le puso la mano en la rodilla.

“Todo lo que hice, lo hice por ti; porque te amo. Una madre está dispuesta a hacer lo necesario, lo que yo quiero a cambio no es imposible... solo para ayudarte a cumplir tu destino,'' dijo Elanya con una ternura sobreactuada.

"Pero... si lo hago, condenaré a Dogannu a un destino peor que la muerte... y no quiero eso," dijo Aalyat con voz llorosa.

El afecto falso en su mirada se desvaneció y Elanya retiró su mano, la aspereza y severidad en su rostro la hacían parecer aterradora, como una persona que ha perdido el sentido común.

"No puedes salvarlo, y no puedes cambiar quién eres..." murmuró.

''Parad…''

"Tu destino está escrito y no cambiará..." susurró Elanya.

''NOOOO!! DÉJAME SOLA!!'' Aalyat gritó en voz alta.

Su madre desapareció de la misma forma en que apareció, sin ningún rastro. La joven sacerdotisa escuchó que alguien llamaba a su puerta pero no respondió.

Dalikha abrió la puerta y encontró a su ama en la cama, temblando y llorando desesperada. La joven sirvienta pensó que no era un buen momento, pero había acudido porque escuchó a Aalyat gritar.

"Volveré más tarde," murmuró Dalikha.

''No... no. Llamad a mis guardias, debo ver a alguien...'' dijo Aalyat, Dalikha asintió y abandonó la habitación.

En el Templo del Sol, Daemeeth y Edrok estaban dentro de la piscina, él tenía su brazo alrededor de sus hombros y ella estaba jugando con algunos de los pétalos en el agua.

"No sabía que odiases al Inicuo tanto como yo a él, incluso más... ya que tú y la sacerdotisa Mirlya son tan cercanas," dijo Edrok.

''Mi lealtad a los dioses es más grande que mi lealtad a Mirlya. No puedes olvidar que todos aceptamos la sugerencia de esa chica, Aalyat,'' respondió Daemeeth después de recordar lo que le dijeron Aalyat y su hermana Diamnith.

Él la abrazó. No podía creer lo similares que eran, ella era como el regalo perfecto de los dioses, no como la rígida y estricta Diamnith que conocía desde hacía tanto tiempo.

"Edrok... puedo preguntarte algo?" dijo Daemeeth.

"Claro, dulce Diamnith, pregunta libremente..." murmuró Edrok.

"Sé que eres un espíritu puro, he visto tus esfuerzos tratando de luchar contra la gente impía entre nosotros y considero que tu padre no te ha recompensado de acuerdo con tus esfuerzos," dijo Daemeeth, apelando a su debilidad, su devoción a los dioses.

"Lo sé, pero sirvo a los dioses sin esperar una recompensa," respondió Edrok y se rió.

''Sin embargo, han recompensado tu paciencia y dedicación... nos han recompensado,'' susurró y trazó una línea invisible en su pecho, haciéndole cosquillas al mismo tiempo, ''Sé que eres como yo, no podemos soportar la decadencia de este pueblo, especialmente de los que pretenden estar cerca de los dioses. Sé que estarás de acuerdo conmigo, la sacerdotisa Aalyat es la única que puede asegurar una nueva era en Ashtaroth,'' concluyó.

"Mi padre y los otros sacerdotes no piensan como tú, afirman que ella es el enemigo," dijo Edrok.

"Y tú qué piensas?" cuestionó Daemeeth y le miró a los ojos.

Evitando una respuesta rápida, Edrok miró esos brillantes ojos castaños. Ella estaba sonriendo y él no pudo contener su risita loca, su respuesta fue obvia.

"Creo que ella quiere purificarnos," comentó Edrok con una gran sonrisa.

''Me alegra que compartamos los mismos pensamientos, pero no es suficiente. Necesitaré tu ayuda para congregar a todas las personas en Ashtaroth, las cosas deben cambiar definitivamente...'' dijo Daemeeth.

Envolviendo sus brazos alrededor de Daemeeth, suspiró y permaneció en silencio. Daemeeth se puso cómoda y sonrió, él no tenía idea de sus planes.

El sacerdote Hatimekh, seguido por Themeon, Pellek-garok y Evarod, buscaban a Edrok por todo Ashtaroth. Los otros hombres de Evarod estaban tratando de encontrar a Asded-abu después de notar que su casa estaba vacía y asaltada por fanáticos de Astarté Oscura. Las cosas se estaban saliendo de control después de que los asaltantes encontraron la colección privada de vino de Asded-abu, diez barriles llenos de la preciosa bebida.

''Sacerdotes, deberíamos volver. Es demasiado arriesgado quedarse aquí!'' Evarod gritó su sugerencia a todos los sacerdotes.

''Necesitamos encontrar a Edrok y Asded-abu! Por el dios El, creo que Aalyat es responsable de lo que está pasando!'' afirmó Hatimekh mientras se detenía en una esquina.

"El guerrero tiene razón, debemos dejar las calles!" gruñó Themeon y esquivó un hacha que habían arrojado al lugar donde estaba.

Mirando a su alrededor, la locura estaba alcanzando su punto máximo hasta que escucharon gritos y vieron a una hermosa mujer alta empuñando una espada larga. Con un peto de cuero, una capa larga color marrón y una falda de cuero mohosa, Saerhys decapitó a un borracho que estaba tratando de "familiarizarse" con ella.

"Esto es asombroso, mejor que el saqueo de Babilonia!" gritó de alegría la mujer a los atónitos hombres.

Ella soltó una salvaje carcajada y enterró la espada entera en el medio del pecho de un hombre que corría detrás de otra mujer. Evarod la miró muy confundido, no porque no tuviese buenas habilidades de lucha o sangre fría para matar.

''El saqueo de Babilonia? Debe estar mintiendo...'' pensó.

Una vez que Saerhys neutralizó cada amenaza potencial y avergonzó a Evarod al mismo tiempo con sus habilidades de lucha, se paró frente a ellos con una gran sonrisa en su rostro perfecto.

''Ashtaroth es tan emocionante, se quedarán allí? Muévanse, por todos los dioses!'' exclamó Saerhys.

Evarod asintió y los otros sacerdotes le siguieron. La mujer los custodiaba y el guerrero los condujo de regreso a la casa del sacerdote Hatimekh. Uno por uno, los sacerdotes entraron en la casa y luego Evarod miró a Saerhys para cerrar la puerta detrás de ellos, pero ella no se movió.

"Entra, no tenemos tiempo!" insistió Evarod preocupado.

"Me temo que no puedo aceptar la invitación, me voy a quedar en otro lugar!" Saerhys sonrió y se alejó.

Pensando en lo valiente y hábil que era la mujer, Evarod cerró la puerta detrás de él, finalmente estaban a salvo dentro de la casa.

La violencia disminuyó lentamente y Dogannu y Mirlya quedaron atrapados en su casa. La sacerdotisa estaba orando a la diosa Astarté por protección y empuñando un hacha de guerra, el joven estaba listo para lo peor. La puerta principal se abrió violentamente después de que alguien la pateó desde afuera y la silueta de Saerhys se hizo notoria una vez que Dogannu y Mirlya levantaron la vista.

"Suelta esa hacha o podrías lastimarte," sonrió y cerró la puerta. Conmocionado y feliz al mismo tiempo, Dogannu agradeció a los dioses porque Saerhys no abandonó la ciudad.

"Pensé que te habías ido," murmuró después de guardar el hacha.

''Qué está pasando Saerhys? Bandidos del desierto?'' preguntó Mirlya.

''Gracias a los dioses, no. Caminé afuera para estirar las piernas y tomar aire fresco cuando vi a un grupo de esos locos asaltando una casa, comenzaron a beber locamente y las cosas se salieron de control. Maté a algunos de ellos, solo para asegurarme, estaban planeando venir aquí y matarte, Dogannu...'' comentó Saerhys.

"Gracias, diosa Astarté, respondiste mi oración..." murmuró Mirlya mirando hacia la pared, al ídolo que representaba a la diosa.

''Deberíamos escondernos? En caso de que vengan...'' sugirió el joven tratando de hacer un plan.

"No, creo que dejé un montón de cadáveres en mi camino hacia aquí que los persuadirá..." admitió Saerhys.

Dogannu la miraba admirado y atónito por cómo Saerhys estaba describiendo lo que hacía, como si estuviera hablando de su rutina diaria. No solo impresionante, aterrador al mismo tiempo.

"Deberíamos quedarnos aquí, hasta que llegue el momento..." sugirió Mirlya.

"Qué quieres decir?" preguntó Saerhys.

"Ya sabes, todas las noches mi Dogannu va al Templo y..."

''Me olvide de eso. Bueno, supongo que eso haremos,'' respondió.

Aalyat, escoltada por sus leales guardias, no podía creer lo que estaba viendo. Los cadáveres, la sangre y las extremidades esparcidos en cualquier dirección que mirara, mujeres llorando y hombres borrachos o acercándose a cualquier mujer inocente, la sacerdotisa se tapó la boca con la mano, "Qué pasó aquí?" pensó. Desde otra dirección, Daemeeth y Edrok tenían las mismas dudas pero la pareja no estaba preocupada por la suerte o el sufrimiento de los heridos o cuántos muertos había, Edrok cantó su himno de agradecimiento por una buena cosecha mientras caminaba.

Al encontrarse en el mismo centro de Ashtaroth, Aalyat no pudo ocultar su sorpresa de ver a Daemeeth junto a Edrok y tuvo que admitir que tenían la misma chispa inhumana en los ojos.

"Sacerdotisa Aalyat... qué sorpresa," la saludó Edrok con voz pausada.

"Edrok... Diamnith..." respondió Aalyat. Su rostro no mostraba la repugnancia de su tono de voz.

"Querida Aalyat, no suenas muy feliz, está todo bien?" comentó Daemeeth. Mirando a su alrededor, la respuesta era demasiado obvia para Aalyat, pero reprimió su ira.

"Sí, por Astarté Oscura, todo está bien," respondió.

"Los dioses han hecho una buena cosecha, purificando nuestro pueblo..." afirmó Edrok mientras observaba los cadáveres a su alrededor.

Aalyat lo miró con evidente odio y disgusto. Luego miró a Daemeeth preguntándose qué estaba haciendo con él.

''Debo irme. Tengo que visitar a alguien,'' informó Aalyat sin decir ningún nombre, pero su acólita comprendió que se dirigía a la casa del Inicuo.

''Vamos a ir contigo, si no te importa...'' Daemeeth sonrió pero mostrando un gesto altivo, desafiando a Aalyat a decir otra cosa. En cambio, la joven sonrió y asintió como respuesta.

El grupo se movió y dejó atrás la plaza principal. La tensión dominaba a Aalyat y mantuvo la boca cerrada, en cambio, Daemeeth trató de hacer contacto visual con ella pero no pudo. Al llegar a la pequeña calle donde vivía Dogannu, la alegría de Edrok se evaporó en segundos y el odio creció en su interior. Al detenerse fuera de la casa, los guardias gritaron. Mirlya abrió la puerta un rato después, visiblemente nerviosa.

''Sa-saludos... Sacerdotisa Aalyat! Qué sorpresa! Diamnith, cómo estás? Edrok...'' la mujer los saludó.

"Hola sacerdotisa Mirlya, me gustaría ver a Dogannu, necesito ver si está bien..." dijo Aalyat.

''Él... él está bien. Gracias a los dioses, los asaltantes no nos atacaron, como podéis ver,'' respondió Mirlya. El grupo observó los cadáveres en la calle.

"Puedo entrar?" preguntó y Daemeeth carraspeó. "Podemos entrar?" corrigió Aalyat molesta.

Mirlya dudó un segundo antes de responder.

"Claro... no hay problema," dijo y se hizo a un lado.

Entró Aalyat, seguida de Daemeeth y Edrok. Los guardias, como en su última visita, se quedaron afuera. Aunque no les gustó la idea considerando las circunstancias.

La Sacerdotisa de la Noche tenía una sonrisa en su rostro cuando entró a la casa, pero se desvaneció cuando descubrió que Dogannu no estaba solo...

''Aalyat! Qué estáis haciendo aquí?'' Dogannu exclamó y miró a Saerhys, ella estaba junto a él.

Discretamente, Saerhys retiró la mano del muslo de Dogannu y sonrió avergonzada. Ese gesto fue percibido por Aalyat, se quedó callada y todos se sentían incómodos.

''Vine a verte, Dogannu. Escuché sobre los disturbios y estaba preocupada por ti, pero parece que estás bien,'' dijo Aalyat.

"Sí... estoy bien... por cierto..." murmuró Dogannu, pero Aalyat negó con la cabeza rápidamente.

Y de nuevo otro incómodo momento de silencio. Daemeeth sonrió y miró a su alrededor, mientras Edrok miraba a Dogannu con repulsión. Saerhys se puso de pie y su mirada no pudo ocultar la evidente incomodidad. El ambiente era tenso en la casa y un solo gesto o palabra podía empeorarlo, por suerte Mirlya lo entendió y se paró al lado de Saerhys.

"Puedes ayudarme con algunos troncos secos?" le preguntó.

"Seguro..." Saerhys respondió y siguió a Mirlya al patio trasero.

Dogannu tosió y Aalyat le miró con inexpresividad. No podía saber si ella estaba bien o no, qué decir o pensar. Suspiró y jugó con sus propios dedos.

''Entonces... Dogannu, está todo bien? Asistirá tu invitada a la ceremonia de esta noche?'' le preguntó Daemeeth.

"No estoy seguro, creo que irá," respondió Dogannu.

"Pensé que esta mañana cuando dijiste que tenías que ir porque tenías un invitado en casa, creí que estabais tratando de irte antes de que terminara nuestra… reunión," dijo ella insidiosamente. Aalyat miró a Daemeeth y luego a Dogannu, Edrok rió en voz baja.

"Eh... yo..." murmuró nervioso.

''Esperad, no le dijisteis a Aalyat? Estoy muy apenada, pensé que ella sabía...'' dijo Daemeeth con hipocresía.

Tratando de mirarla a los ojos, ella evitó mirarlo. Ahora Dogannu pensó que estaba en serios problemas y tampoco entendía porque “Diamnith” había contado eso.

''Creo que hay que ir al templo, le diré a Mirlya,'' dijo Daemeeth y Edrok la siguió al patio trasero, dejando Aalyat y Dogannu solos.

Finalmente a solas, Aalyat lo miró muy nerviosa y pálida.

"Mira, esto es una especie de malentendido..." dijo Dogannu.

"Lo sé, te creo..." aseguró Aalyat, pero no parecía convencida.

''Estuve a punto de decírtelo antes... del rito, pero luego escuchamos gritos y ella nos salvó,'' detalló.

Aalyat asintió y respiró profundamente. Dogannu se paró a su lado y envolvió su brazo alrededor de sus hombros, ella apoyó la cabeza en su pecho.

"Es sólo una viajera que conocí hoy..." insistió.

''Yo te creo. No necesitas convencerme,'' respondió Aalyat y lo abrazó con fuerza, las recientes palabras de su madre resonaron en su mente y contuvo las lágrimas.

Pero otras cosas distraían su atormentaba alma hasta que la Guardia del Sacerdote Hatimekh apareció, dirigida por Evarod. Tomando a Dogannu en custodia, observó cómo los hombres lo sacaban de la casa y lo llevaron a la casa del Gran Sacerdote como de costumbre. Dogannu se paró frente al sacerdote principal de El, que descansaba en su diván.

"Joven Dogannu, tienes alguna información de Aalyat?" preguntó.

''Todavía no. Sacerdote, no estoy muy seguro de esto,'' confesó Dogannu.

''Por todos los dioses, de qué estáis hablando?'' Hatimekh exclamó con una voz indignada.

"No creo que sea capaz de completar la tarea que me ha asignado, lo siento..." se disculpó.

El hombre se puso de pie, se paró frente a Dogannu y asintió.

''Así que prefieres un destino peor que la muerte, verdad? Déjame decirte, Dogannu, no descansaré hasta que pueda detener a Aalyat, incluso sin tu ayuda,'' declaró el sacerdote.

Dogannu no respondió y miró al sacerdote Hatimekh. Sentía inseguridad y dudas sobre lo que tenía que hacer, quería salvar su vida pero al mismo tiempo; el joven estaba aterrorizado por la posibilidad de cometer un error o, por decirlo de otra manera; no seguir su corazón.

"Estáis disfrutando de lo que te ha hecho Aalyat?" preguntó el anciano.

No dijo nada y Dogannu se miró los pies. Hatimekh negó con la cabeza lentamente, lleno de pesar; pero podía comprender la influencia negativa del rito. Haciendo un gesto con la mano a los guardias, volvieron a atarle las manos y escoltaron a Dogannu al exterior.

Themeon y Pellek-garok se unieron a ellos una vez que estuvieron en la entrada de Ashtaroth. Los sacerdotes hablaban en susurros y Hatimekh les informó lo que Dogannu le dijo en su casa. El viejo Themeon miró a Dogannu con aversión, no confiaba en él en absoluto y las posibilidades de detener a Aalyat y su malvada diosa estaban claramente disminuidas. Durante la larga caminata hacia el Templo de la Noche, todos estuvieron inmersos en sus pensamientos y temores personales.

Recibidos por los centinelas del Templo, la ruta desde la entrada hasta el centro de la cueva le pareció eterna a Dogannu. Más de dos mil personas estaban en la guarida, el lugar tenía muchas antorchas y todos estaban en silencio, esperando su llegada. El joven notó que Aalyat estaba en medio del altar y junto a ella, algunas de las Sacerdotisas del Sol.

Tratando de detectar un gesto de confianza de Aalyat, Dogannu no pudo encontrar alguno. Su mirada era solemne, el tipo de mirada típica de una persona que no está preparada para escuchar malas noticias. Esos ojos grises parecían más brillantes porque estaba haciendo un gran esfuerzo por no llorar frente a todos, pensando en la misteriosa compañera de su amado Dogannu, y el hecho de que parecían muy cercanos, una relación que compartían en el pasado y que trataban de reconstruir debido a cómo siguieron adelante sus vidas. Centrándose en lo que tristemente tenía que hacer, su mirada adoptó una visión aguda.

Al mismo tiempo, Dogannu miró a su alrededor y vió a Saerhys cerca del altar, ella sonrió y asintió; dándole valor y confianza. Desnudado por las sacerdotisas, en poco tiempo él estaba completamente desnudo y Aalyat frente a él, ella se tomó un momento antes de quitarse la túnica.

Las Sacerdotisas del Sol rodearon el altar llevando largas varas. Golpeando el suelo rítmicamente, todos los testigos hicieron silencio y el eco resonó en la guarida. Mientras las mujeres continuaban, los fanáticos más devotos de Astarté Oscura cayeron en un estado de trance y los menos receptivos se rindieron segundos después. Solo Hatimekh, Themeon y algunos otros resistían los efectos, pero estaban preocupados.

"Está sucediendo, está sucediendo de nuevo..." susurró Themeon mientras miraba a su alrededor.

Mientras los sirvientes de Sol seguían golpeando el suelo con las varas, Aalyat se acercó a Dogannu. Acariciando su rostro, dio otro paso y envolvió sus brazos alrededor de su cuello y lo besó, Dogannu; quien no esperaba que ella hiciera eso, la abrazó segundos después, los sonidos que hacían las varillas y su eco era un poco hipnotizante.

Al separarse, Aalyat acarició el rostro de su amado y terminó de desnudarse. Sintiendo la respiración del otro muy cerca, volvieron a fundir sus labios en un lento y apasionado beso, y como era de esperarse, a Daemeeth le disgustó en gran manera el comportamiento de Aalyat pero esta vez decidió que no se quedaría a contemplar la horrible blasfemia y, con evidentes gestos de enojo, abandonó su posición alrededor del altar y se marchó del templo. Su repentina marcha no dejó a nadie indiferente, aunque quienes la vieron marcharse, Mirlya y los demás sacerdotes; interpretaron esto de manera errónea.

Lo que ignoraban todos era que la malvada mujer, presa del deseo de derramar sangre, estaba decidida a cometer una locura. Entre tanto, Aalyat estaba acostada en el altar con Dogannu encima de ella, las manos de la muchacha recorrían la espalda de Dogannu sin parar, gimiendo en su oído al sentir las caricias de él en su cuello.

“Si… no te detengas, me encanta cuando lo haces,” dijo Aalyat al sentir los dientes de Dogannu en su cuello.

Girando la cabeza a un lado, la joven dejo que Dogannu continuase besando y mordiendo su cuello y senos, cuando se dio cuenta que Saerhys la contemplaba fijamente desde su lugar. La mirada de la mujer era indescifrable, pero no parecía estar satisfecha con lo que estaba sucediendo, Aalyat sintió que la ira y el placer crecían dentro de ella y terminó por sujetar a Dogannu y colocarse sobre él. Sorprendido por el inusitado y brusco movimiento de la chica, él no dijo nada y dejó que ella pasase su lengua por su cuello y descendiese despacio por su pecho, mirándolo con gesto lascivo a medida que se aproximaba a su palo duro.

“Si, se siente muy bien… ahora chúpame la polla,” murmuró Dogannu en voz baja.

“No tan rápido. Tengo algo especial en mente,” declaró Aalyat y se puso de pie.

Una de las sacerdotisas fuera del círculo principal se acercó portando un cirio negro encendido. Tras entregárselo a Aalyat, se retiró con una reverencia y abandonó el altar, Dogannu estaba algo inquieto pues no sabía que pretendía hacer Aalyat con el cirio, pero pronto tendría la respuesta.

La chica se inclinó a su lado sujetando el cirio con una mano y con la otra acariciaba tiernamente su abdomen y su pecho. Su mano le provocó un cosquilleo en todo el cuerpo y dejó escapar un suspiro.

“Confías en mí? Así como yo confío en ti?” preguntó Aalyat mirándolo a los ojos.

“Claro, confió en ti…” respondió Dogannu pero aún no tenía la certeza de que haría a continuación.

Colocando el cirio sobre el pecho de Dogannu, Aalyat lo inclinó un poco y una gota de cera caliente se desprendió y cayó sobre el pecho del muchacho, que soltó un leve quejido. Lo intentó una vez más y dejó caer varias gotas esta vez, Dogannu tensó su cuerpo y contuvo la respiración a medida que las gotas de cera se depositaban en su pecho, la mirada de Aalyat era de absoluta tranquilidad aunque en par de ocasiones miró de reojo hacia donde sabía que se encontraba Saerhys.

Continuo derramando la cera sobre el abdomen de Dogannu, que mantenía sus ojos cerrados y soportaba el ardor de la cera caliente. Pero luego sentía alivio cuando la cera se enfriaba sobre su cuerpo, quedando gran parte de su pecho y abdomen cubiertos por la cera negra derretida.

Tras un momento que le pareció eterno, Aalyat por fin se detuvo y la sacerdotisa acudió para llevarse el cirio. A pesar de que la cera se había secado sobre su piel, aun sentía un poco de ardor por el extraño tratamiento pero, eso le había hecho sentirse un poco más sumiso al saberse a la voluntad de lo que Aalyat desease hacer con su cuerpo.

Removiendo los restos de cera derretida de su cuerpo, Aalyat acarició la piel sensible de Dogannu y con sus uñas recorrió cada rincón de su pecho y abdomen. A pesar de la sensibilidad evidente que invadía su cuerpo, Dogannu sintió una extraña sensación apoderándose de él a medida que Aalyat recorría cada pulgada de su anatomía. Del dolor e incertidumbre pronto comenzó a notar todos sus sentidos respondiendo, y su polla pronto cobró vida. Sin embargo, la sacerdotisa aún no se ocuparía de ella, quería tocar a Dogannu, sentir su piel y como tensaba sus músculos en anticipación a lo que probablemente ella planeaba pero que él ignoraba.

Un inusual silencio reinaba en la gran guarida de Astarté Oscura y los débiles gemidos de placer de Dogannu era lo único que se podía oír. Las suaves manos de Aalyat bajaron por el abdomen del chico, recorriendo delicadamente su piel y con sus uñas provocaba un embriagante cosquilleo en todo el cuerpo de Dogannu, que si bien aún seguía inmóvil, en expectativa, esperaba que ella tomase la iniciativa de dar placer a su verga y la espera lo estaba llevando a impacientarse. Más él ignoraba el conflicto interno en ella, pues las memorias de un pasado más feliz se agolpaban junto con los dolorosos recuerdos de los últimos años; creando un conflicto en Aalyat, que no deseaba hacer lo que estaba haciendo pero no tenía alternativa.

Respirando profundamente, reuniendo el coraje necesario, la muchacha finalmente puso ambas manos sobre el duro pene de Dogannu y lentamente comenzó a masturbarlo. El joven no pudo reprimir un gemido de placer y cerró los ojos, una ligera sonrisa apareció en sus labios y comenzó a disfrutar las atenciones que Aalyat estaba proveyendo a su polla. Las dudas de la Sacerdotisa de la Noche se disiparon a medida que su amado Dogannu tensaba su cuerpo y sus gemidos eran más erráticos y de verdadero gozo. La chica sonrió con gesto desquiciado al contemplar como Dogannu aullaba y jadeaba excitado, una de sus manos empezó a presionar y estirar los testículos del muchacho con un agarre que si bien no era fuerte, hizo que Dogannu abriese los ojos para ver que estaba sucediendo.

La otra mano continuó moviéndose sin descanso en una desatada espiral de lujuria, sus gritos resonaban en el templo; ahogando las palabras de las sacerdotisas que rodeaban el altar. La mano de la chica pajeaba esa polla a toda velocidad que apenas podía respirar, los dos jóvenes gemían desesperados y al unísono, el chico tensaba su cuerpo conteniendo su orgasmo pero sintiendo que si Aalyat continuaba a ese ritmo, no aguantaría por mucho tiempo.

Con la punta de la lengua, la sacerdotisa rozaba la punta del glande mientras continuaba la veloz paja, la sensación de su lengua en contacto con la cabeza de su polla fue demasiado para Dogannu, que con grandes gemidos y espasmos comenzó a disparar su gran carga directamente en la boca y rostro de Aalyat, que sonreía satisfecha por el resultado. Siguió meneando su polla hasta que quedo semi flácida y succionó los restos de semen de su polla como el más dulce néctar.

Sin perder tiempo, la chica se sentó sobre el pecho de la víctima de su diosa, dejando su rígida polla a escasos centímetros de la boca de Dogannu, que trataba de alcanzar con la punta de su lengua el glande, pero en vano. Aalyat le sujetó por los cabellos e introdujo su polla en la boca de Dogannu, primero el glande y luego engullía un poco más a medida que el muchacho se acostumbraba. La sacerdotisa gemía de placer y al dejar de mirar como Dogannu succionaba y lamia su verga, la chica contempló con gesto rencoroso a Saerhys, que miraba desde su posición con mirada imperturbable.

Lejos del Templo de la Noche, Daemeeth caminaba deprisa sosteniendo una antorcha en su mano derecha. En circunstancias normales le aterraría la idea de caminar sola y expuesta en el medio de la nada pero la rabia la cegaba a tal punto que ignoraba los potenciales peligros de la noche. Llegando hasta el viejo cedro en el que Dogannu solía descansar y que marcaba el límite de los terrenos de Ashtaroth, descendió hasta llegar al rio, que fluía apaciblemente. Sin importar lo fría que estaba el agua, la mujer vadeó la corriente hasta llegar a la otra orilla y siguió caminando.

La sacerdotisa divisó a lo lejos la silueta de un establo abandonado, pues la luz de la luna brillaba con intensidad y todo se podía ver con total nitidez. En uno de los costados, ardía una fogata y frente a ella, los hombres de los cuales se había servido para secuestrar a su hermana gemela.

Tomando la precaución de cubrirse con la capucha, Daemeeth se acercó a los centinelas que mantenían vigilada a Diamnith.

“Alto ahí, por Astarté Oscura!” exclamó uno de los hombres.

Sin alterarse, Daemeeth mostró el anillo que llevaba en su mano, con una piedra negra engastada en el mismo. Ambos hombres se pusieron de pie y luego se arrodillaron para besar la mano de la mujer.

“Todavía sigue con vida?” preguntó Daemeeth.

“Si, mi señora. Curamos sus heridas lo mejor que pudimos, pero está muy débil,” indicó el mismo hombre que le había dado la voz de alto.

“Entrare a verla, manténganse en sus posiciones. Y por la gran diosa, absténganse de entrar, suceda lo que suceda,” informó Daemeeth y acto seguido, se despojó de la capucha con un movimiento fluido.

Los hombres se sorprendieron ante el impresionante parecido entre la sacerdotisa de su pueblo y la mujer a la que servían, pero no dijeron nada. Daemeeth abrió la puerta del establo, sosteniendo la antorcha lo más alto posible y luego cerró la puerta tras de sí. Su hermana se hallaba exactamente en el mismo lugar donde la había dejado, tenía la cabeza inclinada sobre un hombro y parecía que dormitaba, puesto que ladeó la cabeza al escuchar las pisadas de su hermana. Aún seguía atada pero con las manos a la espalda.

“Termina lo que empezaste… y libérame de esta agonía…” balbuceó Diamnith con voz débil.

“Lo hare, pero primero quiero saber algo…” murmuró Daemeeth sentándose frente a su hermana y clavando la antorcha en el blando suelo polvoriento, “Porque la mataste?”

Mientras Diamnith sonreía débilmente ante la mirada iracunda de su gemela, Aalyat continuaba follando la boca de Dogannu. Ahora la muchacha se había acostado sobre Dogannu, dejando sus huevos y polla a unos centímetros de la cara del chico; el cual acariciaba las piernas y nalgas de Aalyat.

“Qué estás esperando? No tenemos toda la noche,” sonrió Aalyat a la expectativa.

La chica apoyó las rodillas en el suelo y Dogannu abrió la boca, disfrutando como lentamente la polla de Aalyat invadía su hambrienta boca. Cuando sus huevos se aplastaron contra los labios separados del chico, la muchacha dejó de moverse y mantuvo su rabo hundido dentro de la boca de Dogannu, que sentía ese glande en lo más profundo de su garganta. Después de un par de minutos, la chica empezó a moverse despacio, follando la boca de su víctima al mismo tiempo que chupaba su glande sin sutilezas y haciendo que Dogannu tensase sus piernas, y gimiese ahogadamente.

No tardó mucho tiempo en engullir toda su polla y hundirla hasta lo más profundo de su garganta, sujetando al mismo tiempo sus bolas con fuerza. Dogannu balbuceó incoherentemente y acarició los huevos y el trasero de Aalyat mientras ella seguía moviéndose sobre él. Esa vista posterior era gloriosa y a pesar de que le costaba un poco respirar con normalidad, valía la pena estar a merced de su primer amor.

Los jóvenes continuaron en esa posición por largo tiempo, chupando la polla del otro con devoción y satisfaciendo sus deseos carnales. Aalyat se levantó para luego sentarse sobre su pecho, dejando su polla ensalivada a escasos centímetros de los labios de Dogannu; jugueteando con su glande por unos segundos, el chico abrió la boca de par en par y Aalyat se la volvió a meter hasta la mitad.

Sujetando sus cabellos, la chica movió su cuerpo y su miembro entraba y salía de la boca de Dogannu sin ninguna resistencia.

“Así es… mantén esa boca abierta, trágate toda mi polla…!” exclamó Aalyat agitada sin dejar de follar la boca de Dogannu, que solo puso sus manos sobre los muslos de la sacerdotisa.

Dejando de moverse, Dogannu fue el que moviendo su cuello sin parar, chupó y succionó esa polla. A cada tanto sacaba la lengua para lamer alrededor del tronco y así hasta el glande, el cual chupaba con deleite, para placer de Aalyat; que cerró los ojos y se mordió el labio inferior. Por último, apoyando las rodillas hacia delante, la chica volvió a hundir su polla y movió con frenesí sus caderas, follando esa boca sin ninguna contemplación y sus testículos golpeaban la barbilla de Dogannu.

Al levantarse, a Dogannu le costó un poco recuperar el aliento, mientras que Aalyat, buscando con la mirada a Daemeeth y al notar un espacio en el círculo alrededor del altar; se inquietó un poco. Tumbándose al lado de su amante, su polla rígida se aplastó contra sus nalgas. Alzando su pierna derecha, Aalyat apoyo su mentón en el hombro de Dogannu, pasó una mano bajo su cuerpo hasta abrazar su torso y con la otra mano en su polla, la guió al esfínter con gran precisión.

“Pídeme que lo haga… pídemelo…” susurró Aalyat en su oído.

“Hazlo… hazme tuyo…” murmuró Dogannu en voz baja.

Ella sonrió y haciendo presión, su glande se adentró con facilidad. Él abrió la boca y los ojos mientras ese gran trozo de carne se abría paso una vez más. Cuando toda su polla estuvo dentro, Aalyat sujetó el rabo de Dogannu con su mano y lo pajeó lentamente, en tanto permanecía inmóvil, esperando dilatar su culo lo suficiente.

Después de varios minutos sin moverse, la Sacerdotisa de la Noche comenzó a embestir lentamente. Ayudando a Dogannu a sostener su pierna en el aire, besaba y lamía su hombro y cuello al mismo tiempo que follaba calmadamente su culo.

Al mismo tiempo que tensaba sus piernas para continuar embistiendo a Dogannu, Aalyat clavaba sus uñas en la piel del muchacho, que no solo gemía por ello; sino también por el inmenso placer de sentir al amor de su vida taladrando lenta y profundamente su retaguardia. La chica no tardó en aumentar el ritmo de sus embates a medida que sus cuerpos comenzaban a sudar, los gemidos de ambos resonaban en la caverna, Dogannu instintivamente contraía su esfínter para ofrecer una ligera resistencia que Aalyat no tardaba en vencer con el paso que marcaba, sus huevos chocaban con fuerza contra el culo del joven.

El sacerdote Hatimekh y los demás contemplaban escandalizados todo aquello, pero el resto parecía ignorar lo que ocurría. No se oía ninguna respiración, ni el más mínimo gesto; solo Saerhys se veía impertérrita con la escena frente a ella. Manteniendo su barra de carne dentro de Dogannu, la jovencita se tomó un breve descanso; dando una poderosa estocada que hacía temblar de placer al muchacho, luego ella besaba y mordía su cuello y susurraba a su oído antes de volvérsela a medio sacar y clavársela con fuerza hasta las pelotas.

Así estuvo por un rato. Entre tanto, en el establo; la conversación entre Daemeeth y Diamnith proseguía, la malvada sacerdotisa tenía una expresión asqueada al mirar a su hermana.

“Tú a mí no me engañas con vuestra fachada de moralidad. Ambas somos iguales, incluso si insistes en negarlo,” dijo Daemeeth.

“El único monstruo aquí eres tú, mi querida hermana,” aseguró Diamnith con voz cansada.

“Entonces ambas estamos destinadas a la misma suerte…”

“Lo… lo dudo… aun puedes salvarte… si renunciáis a Astarté Oscura…” balbuceó Diamnith.

Inclinándose hacia delante, Daemeeth le propinó una fuerte bofetada y acto seguido se puso de pie. Yendo de un lado a otro frente a su hermana, temblaba de ira pues era claro lo que deseaba hacer.

“Aalyat es la única razón por la que aun sigues respirando. Pero… que pasaría si ella descubriese que tu… mataste a Elanya… no creo que termines como el chivo expiatorio al final de todo,” confesó Daemeeth. Su gemela palideció un poco más al oírla.

“Hazlo. Igual moriré… en este establo, mucho antes…” exhaló ella, moribunda, “Perdóname… amada hermana…” añadió con ternura.

Aquellas palabras pillaron a Daemeeth de imprevisto, su mirada por un segundo se mostró vacilante y su rostro se alteró, como si tratase de contener el llanto. Pero respirando profundamente, logró serenarse y recobrar la compostura.

“Débil hasta el final…” dijo ella con una risa algo forzada.

De vuelta al Templo de la Noche, Aalyat había cambiado de postura y ahora con Dogannu apoyando su espalda contra el frío suelo del altar, ella sostenía sus piernas y las mantenía separadas mientras su polla iba y venía dentro de su culo a un ritmo constante. El palo de Dogannu, duro; goteaba un poco de líquido preseminal, sus jadeos y gemidos eran incesantes, y aumentaban conforme sentía ese enorme trozo de carne horadar sus entrañas, llegando hasta lo más profundo de su ser y luego salía completamente, dejando un gran vacío que rápidamente era llenado, una y otra vez.

“Eres mío y de nadie más… solo mío…” jadeó Aalyat con voz complacida sin dejar de mirar a Dogannu.

No era necesario que se lo dijese, puesto que Dogannu; en el fondo de su corazón sabía que aquello era verdad. La chica echó sus piernas hacia atrás, exponiendo aún más su dilatado agujero, e inclinó su cuerpo sudoroso sobre él, su pelvis hizo contacto con sus nalgas. Sintiéndose completamente lleno y empalado, Dogannu cerró los ojos y gimió; Aalyat sonrió y movió sus caderas lentamente en círculos, sin sacar ni un centímetro de su rabo del culo de Dogannu.

“Oh joder, que bien lo haces… no pares,” balbuceó Dogannu con voz jadeante.

“Tú y yo… atrapados en este momento… para siempre,” dijo Aalyat, que seguía moviendo su sensual cuerpo como una serpiente que se abalanzaba sobre su presa, apoderándose de ella, lista para devorarla.

Abrazando fuertemente a Dogannu, sus piernas estaban flexionadas y a ambos lados de su torso, firmemente sujeto por los brazos de Aalyat. Logró apoyarlas en los hombros de la muchacha y levantándolo un poco del suelo, Aalyat comenzó a empotrarlo con estocadas cortas y muy profundas, el chico pudo rodear su cuello con sus brazos y quedarse mirando esos ojos grises, que parecían llameantes y anhelantes.

Enroscando sus lenguas en un salvaje y largo beso, Aalyat siguió empotrando a Dogannu sin ninguna restricción. Las sacerdotisas alrededor del altar alababan el vigor y la belleza de la Sacerdotisa de la Noche, mientras ambos amantes gemían sin control. Con un ligero pop, Aalyat sacó su rabo del culo de Dogannu, bien dilatado a esas alturas tras cuatro noches de sexo agresivo.

Ayudándole a ponerse a cuatro patas, la chica le asestó una seca nalgada y él gimió, mordiéndose el labio al sentirse inferior, medio olvidando la verdadera razón por la cual estaba en esa situación. Aalyat masajeó sus nalgas con tanta fuerza que hundía sus dedos en su carne, pero aquello solo provocaba en Dogannu la sensación de sentirse menoscabo, sin ninguna voluntad; solo lo que ella decidiese y él cerró sus ojos una vez más, disfrutando de sus caricias.

Separando sus nalgas al máximo, su enrojecido glande se abrió paso una vez sin ninguna oposición, Dogannu volvió a gemir al ser penetrado una vez más y Aalyat reanudó la follada con mayor intensidad. Sus pelotas chocaban contra las suyas, el líquido preseminal caía de su polla erecta al suelo sin cesar y Dogannu sentía que sus entrañas ardían, como si la polla de Aalyat fuese un hierro candente.

Con sus manos apoyadas en su cintura, la muchacha se detuvo por un segundo para ajustar el ángulo de penetración y al estimular repetidamente la próstata del chico, este no pudo contenerse y en medio de temblores y espasmos soltó su orgasmo, que fue a parar al suelo. En ningún momento ella dejo de embestirle y sacudir todo su cuerpo con cada estocada, haciendo un poco más duradera y placentera la intempestiva corrida. Las piernas le temblaban y con cada embate, Aalyat le empujaba un poco más al suelo, así que la sacerdotisa paró y acostándose, invitó a Dogannu a que cabalgase su mástil, quien no lo dudo un segundo.

De espaldas a ella, y sujetando su cipote por la base, Dogannu la guió de vuelta a su culo, que más bien parecía una vagina, por lo fácil que resultaba la penetración. El chico se tomó las cosas con mayor calma, al estar en control de la situación, Aalyat sonreía satisfecha y sus manos acariciaban su vientre y su pecho, pellizcando sus tetillas. No dudo en cabalgarla con un poco más de intensidad, moviéndose en círculos para aumentar el placer de ambos.

Manteniéndose así por un rato, la sacerdotisa comenzó a embestir y Dogannu dejó de moverse, dejando que el grueso pollon taladrase su ano con renovadas energías. De nuevo sus huevos se estrellaban con fuerza contra su retaguardia, Aalyat puso una de sus manos sobre sus partes y jugó con sus testículos, masajeándolos y apretándolos por momentos. Al sentirse cerca del éxtasis, la muchacha clavó hasta el fondo su polla y con un movimiento apartó a Dogannu de ella, para levantarse algo tambaleante.

“Ven aquí, es hora de que te tragues toda mi lefa,” ordenó Aalyat.

Arrodillado frente a ella, Dogannu chupó y lamió sus huevos cargados de leche mientras Aalyat se masturbaba a toda velocidad con grandes gemidos. A punto de eyacular, la chica cogió a Dogannu de los cabellos y él abrió la boca, tragándose la polla de Aalyat y ella con escandalosos gemidos, comenzó a temblar y en menos de un segundo, sus huevos se tensaron y empezaron a liberar el dulce néctar en ellos; Dogannu tragó los primeros tres chorros calientes de lefa hasta que comenzó a escapar por la comisura de la boca, Aalyat se dobló un poco hacia delante mientras sujetaba la parte posterior de su cabeza y chillaba fuera de sí.

“Me vengooooooooo…!! Siiii!! Trágatelo todo!!” gritó ella mientras liberaba toda su carga dentro de la boca de Dogannu.

Estuvo así por más de un minuto hasta que se tranquilizó y sacó su polla de su boca. Dogannu limpió su rabo con devoción, y con una mano se limpió el mentón y lamió los restos de lefa. La sacerdotisa sonrió muy contenta y se agachó para besarlo. Después de separarse, Dogannu se desplomó sin fuerzas y antes de que Aalyat abandonase el altar, ya Saerhys se encontraba a su lado, junto a su madre.

Aalyat contempló la escena algo cabizbaja, mientras la guerrera abrazaba fuertemente a su querido Dogannu y le ayudaba a ponerse de pie. Tragando saliva y con un nudo en la garganta, la joven abandonó el altar y solo un par de sacerdotisas le siguieron, para ayudarle a limpiarse y vestirse.

Hatimekh y sus hombres se retiraron preocupados y al mismo tiempo cavilaban acerca de la mujer misteriosa, la misma que los había salvado horas antes en el pueblo. Los fanáticos también se marcharon más conformes por lo visto esa noche.

De regreso al establo, Daemeeth contemplaba a su gemela con expresión lúgubre.

“…sin importar nada, yo te amare, hermana mía. Sé que pude haberte decepcionado pero tuve una buena razón para ello. Tú no eres así, aun estáis a tiempo de parar esta locura, sabes que no es correcto,” terminó de decir Diamnith.

Mordiéndose los labios, Daemeeth se veía igual de pálida que su hermana.

“Deberías estar a mi lado. Tú eras todo para mí…” dijo Daemeeth con voz seca.

“Está bien… si no puedes perdonarme… yo te perdonare por lo que vas a hacer…” respondió Diamnith con una sonrisa.

En ese instante, la mujer puso las manos al frente, revelando que no estaba atada y Daemeeth reacciono instintivamente. Lanzándose sobre su hermana, empuñaba su cuchillo pero Diamnith le sujetó la muñeca con las pocas fuerzas que le quedaban, ambas gritaron y forcejearon para hacerse con el cuchillo y rodaron por el suelo hasta que Diamnith quedó encima, la mirada de Daemeeth era de terror pues no se esperaba esa reacción de su hermana y de pronto, la expresión de las mujeres fue de sorpresa y abrieron la boca, jadeantes.

El sonido de un cuchillo clavándose en la carne se pudo oír en la pugna y tanto Diamnith como Daemeeth respiraban entrecortadamente, mirándose a los ojos, conscientes de lo que había ocurrido. Diamnith se acostó al lado de su hermana y ambas miraban al techo, pálidas, jadeantes y aterradas…