La Sacerdotisa De La Noche: Noche 3

Traducción oficial de mi relato de Literotica (The Priestess of the Night: Night 3). Un giro inesperado de los acontecimientos.

Hola a todos. Después de las partes 1 y 2, siempre viene la parte 4. Por qué? Porque... porque... alguna sugerencia sobre el por qué? Las cosas pueden acelerarse rápidamente o no en este capítulo, (no) revise las partes anteriores para (no) entender este. Algunos personajes (no) mostrarán sus motivaciones, recuerdos y planes, y eso (no) nos llevará a la gran pregunta: cuál es el significado del sueño de Dogannu? Es Aalyat la encarnación del Mal o (no) está atrapada en el plan de otra persona? Por qué los sacerdotes (no) se están moviendo rápido para salvar a Dogannu? ¿Quién es la persona extraña que (no) apareció al final del capítulo 2? Bueno, (no) es hora de averiguarlo...

PD: Demasiados no, lo sé.

A la mañana siguiente, Dogannu se despertó un poco confundido, cansado y menos dolorido que la noche anterior. Una vez más tuvo ese extraño sueño y de nuevo no pudo hablar en absoluto con la misteriosa mujer desnuda. Pero estaba seguro de una sola cosa, su voz y todo su cuerpo eran muy hermosos como si no fuera de este mundo. Se levantó y tomó una túnica vieja para usar en la ducha. Mirlya ya se había levantado y estaba preparando pan al fuego con lo último de la harina que había guardado a salvo, sostenido por dos platos planos de bronce.

Sus pensamientos volvieron a Aalyat y no pudo evitar dejar escapar una lágrima solitaria. La recordaba como una niña dulce y buena de su infancia, su amor a primera vista, más preciosa que el aire que respiraba y todo lo bueno de su mundo pero no la reconoció la primera noche. Anoche, después del ritual y al estar cada vez más intrigado, su memoria volvió a funcionar correctamente y recordó por fin su nombre notar que su rostro y su sonrisa eran tan familiares, le preguntó a su madre si era la misma Aalyat, hija de Elanya y Kebok y nieta de Ishalyat. Cuando ella asintió, sintió que su mundo se derrumbó. Con una apariencia y corazón diferentes, ella no era la misma mujer que conoció, y ahora estaba de regreso después de muchos años para castigar su cuerpo y alma. Sin embargo, no podía negar que su último encuentro fue mucho más placentero que el primero, y una vez más ese extraño sentimiento oscuro lo invadió.

''Esto no está bien, deja de pensar en ella. A lo mejor te ha olvidado después de todos estos años,'' pensó.

Una mezcla de ira, compasión y lujuria luchaban dentro de él pero también intriga, porque sabía que su extraño sueño tenía algún significado pero como no podía salir de su casa, no podía consultar con un sacerdote o profeta, y no estaba seguro de abrir su corazón a su madre.

Mientras tanto, en la casa del sacerdote Hatimekh, Edrok estaba haciendo cosas tontas y sucias con su colchón hecho de paja y protegido por un montón de tela envuelta. Fingía que su colchón era Aalyat, y estaba dando embestidas fuertes una y otra vez hasta que estuvo sudoroso y respirando con dificultad, pensando en cómo sería follarle el culo.

"Qué estás haciendo, por todos los dioses!?" gritó su padre el sacerdote Hatimekh cuando abrió la puerta de su habitación con cuidado, después de escuchar sus gemidos.

''Padre! Yo-yo... yo estaba...'' balbuceó Edrok, pero estaba avergonzado y no tenía excusas.

"Cuando termines con tu loca... perversión, te estaré esperando," dijo el sacerdote y se alejó.

Edrok se dio la vuelta y trató de recuperar el aliento nuevamente, su abdomen se movía rápidamente luego de la corta y furiosa acción que realizó en su cama. Se cambió y eligió una túnica marrón para dar un respiro a su gran colección de túnicas blancas. Cuando estuvo listo, salió de la habitación y fue a la reunión con su padre.

Mientras tanto, Aalyat abrió los ojos y bostezó. Tenía un gran dolor de cabeza y cuando miró hacia la mesa a su lado, vio un extraño vaso negro con siluetas perversas, lleno de un líquido negro. Abrió mucho los ojos y luego se sintió diferente. Se olvidó de beberlo después de follar con Dogannu la noche anterior. Todos sus recuerdos y su alma le pertenecían una vez más.

''Oh dioses, creo que soy libre! Después de muchos años,'' pensó ella radiante de alegría.

La luz del sol brillaba y se levantó, su cuerpo desnudo y perfecto abandonaba las sábanas. Aalyat distinguió su fina túnica negra transparente sobre la pequeña mesa cerca de su cama. Cerró los ojos mientras su piel sentía el delicado roce de la túnica deslizándose por su cuerpo; fue una sensación embriagadora que la hizo sonreír. La hermosa sacerdotisa suspiró y Dogannu volvió a sus pensamientos.

"Mi querido Dogannu," murmuró, pero no pudo reprimir un sentimiento de culpa cuando los destellos de los últimos días vinieron a su mente.

Agarrando un brazalete dorado, se lo ajustó en la muñeca izquierda y salió de sus aposentos. Acompañada por sus guardias, se dirigió a la casa de Dogannu; la gente en la calle se arrodillaba cuando pasaba frente a ellos. Después de caminar la mayor parte de la calle principal, Aalyat giró a la derecha, en una pequeña calle con casas de dos pisos que era una ruta alterna al mercado de la ciudad; finalmente, se paró frente a la casa de la sacerdotisa Mirlya y sus guardias llamaron.

La mujer salió cuando escuchó que alguien la llamaba y vio a la sacerdotisa Aalyat con sus guardias. Ella se puso un poco nerviosa. La mirada de Aalyat era severa y dura.

''Sacerdotisa Aalyat! Es un honor... qué te trae a la casa de tu humilde sirviente?'' dijo Mirlya.

"He venido a ver a tu hijo, Mirlya," respondió.

''Seguro... por supuesto, está adentro, comiendo. Si puedes sentarte y esperar, puedo decirle que estás aquí,'' detalló Mirlya, y Aalyat asintió. Les dijo a sus guardias que se quedaran afuera y siguió a Mirlya al interior de su casa.

Señalando una silla, Mirlya le dijo que se sentara y esperara, luego fue a contarle a su hijo sobre su presencia. Aalyat comprobó con curiosidad todo lo que la rodeaba, desde las herramientas en un rincón que habían pertenecido a Hanoth hasta las diversas esculturas de los dioses en el otro rincón. Era una habitación pequeña y no tenía muchos objetos, pero a Aalyat le gustó, simple y familiar. Mirlya regresó y le dijo que Dogannu estaba dispuesto a recibirla, por lo que la joven sacerdotisa se puso de pie y siguió a Mirlya.

"Dogannu está afuera, pero si lo deseas, puedes sugerirle hablar en su habitación," sugirió Mirlya.

''Está bien, gracias por todo, sacerdotisa Mirlya. Sé que esto es inapropiado de mi parte,'' se excusó Aalyat por su inesperada visita.

''No digas esas cosas. Es un honor tenerte en mi casa,'' dijo Mirlya con una sonrisa, pero pensando lo contrario y estando alerta, por si acaso Aalyat venía con otras intenciones.

Aalyat dejó atrás la mesa del comedor y llegó al patio trasero de la casa. Dogannu estaba sentado sobre una caja de madera y cerca de él había otra; ella se sentó y lo miró. Su mirada adoptó una expresión tierna y suspiró.

"Por qué estás aquí?" preguntó Dogannu con ligera aspereza en su voz.

"Vine a verte," dijo ella con voz humilde.

"Oh... eso es genial," dijo Dogannu con voz áspera y sarcástica. "Ahora no soy el Inicuo, o sí?"

Ella permaneció en silencio, mirándolo. Estaba desesperada, sintiendo una sensación de ardor en su alma. Tenía que decirlo, pero una fuerza oscura en su interior volvió a bloquearla; se angustió, sabiendo que no era fácil ser libre, pero tenía que intentarlo.

"Lo siento," murmuró.

Aalyat sintió alivio cuando esas palabras salieron de su boca. Dogannu se quedó sin habla, ya que no entendía lo que estaba pretendiendo Aalyat.

''Lo sientes?''

"Sé que no me creerás, pero no tenía otra opción," dijo Aalyat.

''Por supuesto que tenías otra. En cambio, actuaste como los dioses,'' murmuró Dogannu con odio.

La miró por un tiempo, y algo no tenía sentido para él. Su mirada era diferente, sin arrogancia y frialdad y bajó la guardia.

La Sacerdotisa de la Noche miró al cielo y luego a él, y suspiró.

"Te amo," confesó.

De todas las cosas que había dicho y sus miradas, esta pilló a Dogannu de sorpresa. La miró y supo que no estaba jugando con él.

"Tienes una forma extraña de mostrar tu amor," dijo él.

"Dogannu... todavía recuerdo la primera vez que te vi cuando éramos niños, lo recuerdas?" dijo Aalyat con voz suave.

Como si su memoria fuera parte de un glorioso torbellino de colores y emociones, cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, vio a una linda y tierna niña caminando junto a su madre. Era Aalyat... de piel pálida y cabello largo y rubio como su madre. En cuestión de segundos, sus miradas se cruzaron por primera vez y la niña le sonrió tímidamente. Dogannu agitó la mano en respuesta hasta que la madre de Aalyat se dio cuenta de la situación y después de dedicar una mirada fría al niño, tiró del brazo de su hija hacia el otro lado y se alejó. Pero la niña miró hacia atrás y también agitó la mano.

Después de ese vívido recuerdo, Dogannu regresó al presente, y Aalyat estaba sentada frente a él.

"Eras tan diferente... pero ahora, después de recordarlo, puedo ver la mirada de tu madre en la tuya," afirmó.

Ella no refutó su comentario.

"Quiero decirte tantas cosas... pero no puedo," dijo Aalyat.

"No puedes esperar que te crea entonces, la única relación que tenemos ahora es un rito perverso," dijo Dogannu.

"Estoy tratando de ser lo más gentil que puedo," se disculpó.

"De verdad?" exclamó Dogannu, ofendido. ''CASI ME MATAS LA PRIMERA NOCHE! Y ahora me estás diciendo que me amas!? Qué clase de mujer sin corazón eres?'' gritó poseído por una ira incontrolable.

Ella no respondió de inmediato y Dogannu vio una lágrima solitaria deslizarse por su mejilla.

"No te quejaste demasiado anoche," dijo con la voz quebrada.

Eso era cierto… a pesar de que ella fue un poco brusca, él pudo soportar todo el ritual sin recibir mucho dolor de ella y también le causó dolor, no solo eso; al final, Dogannu incluso sonrió porque le gustó lo que hicieron. Algo oscuro y extraño dentro de él se había despertado ayer por la noche, y aquella parte de su ser había disfrutado de la experiencia.

"No soy yo, es como... como una sombra oscura... y luego pierdo el control," murmuró ella y enterró el rostro entre las manos, sin poder contener las lágrimas.

Ahora Dogannu no sabía qué hacer. La vio llorar en silencio y luego se puso de pie con cuidado y se acercó, colocando su mano sobre su hombro. Aalyat se calmó y levantó la cabeza, mirándolo a la cara; sus hermosos ojos grises estaban enrojecidos y las lágrimas arruinaban su oscuro maquillaje.

"Mira, sé que sientes remordimiento por lo que has hecho, pero eso no es amor," dijo Dogannu.

Aalyat dejó de llorar y se limpió la cara con su túnica.

"Entonces, qué crees que es?" preguntó con firmeza. "Esto es lo que siento por ti, yo sé que tú aun sientes lo mismo por mí, cómo puedo mostrarte que no estoy mintiendo?"

Se puso de pie y lo miró, estaba tan cerca. Dogannu no tenía idea de que hacer porque nunca imaginó que esa situación podría suceder, pero Aalyat no dudó. Dando otro paso adelante, ella estaba a unos centímetros de él y respiraba más cerca; ella puso sus brazos alrededor de su cuello y lo besó.

Él no la apartó y abrazó su cuerpo. Mirlya los estaba mirando detrás de la pared de la cocina y no podía creer lo que estaban haciendo Aalyat y su hijo. La sacerdotisa ardía de deseo y deseaba que ese momento durara para siempre. Después de unos minutos besándose lenta y apasionadamente, se separaron y ambos respiraban con dificultad; sus frentes hicieron contacto y se quedaron así, mirándose a los ojos. Dogannu estaba confundido pero no quería alejarse de ella.

"Ojalá pudieras amarme como yo te amo," susurró Aalyat. "Pensé que la primera noche me reconocerías, pero no lo hiciste. Te reconocí pero yo era… no era yo esa primera noche. Y durante el rito, solo desaté mi frustración pero no era yo, lo juro por todos los dioses.''

''Te fuiste por muchos años y ahora te ves diferente. Cuando mi madre me dijo que eras tú... eso me rompió el corazón,'' confesó Dogannu.

Acarició su cabello lentamente y luchó contra su lado oscuro para contarle más cosas.

''Si pudiera terminar con esto, lo haría. Pero eso significaría mi...'' dijo Aalyat y luego se detuvo.

“Eso significaría qué? Solo sé honesto conmigo si me amas,'' dijo Dogannu, tratando de averiguar sus planes.

''No puedo... no tienes idea de lo que sufrí cuando me fui de Ashtaroth... mi única esperanza era verte de nuevo y contarte la única verdad de mi corazón. Mi madre tenía muchos secretos y siempre creyó en las profecías del ascenso de Astarté Oscura... un nuevo orden está por llegar y quiero que estés a mi lado,'' concluyó.

"Qué quieres decir con eso?" preguntó Dogannu.

"Este mundo va a cambiar... pero no tendrás que preocuparte si estamos juntos," dijo Aalyat y lo besó rápidamente.

La Sacerdotisa de la Noche apoyó la cara en su hombro, abrazando a Dogannu con mucha fuerza. Mirlya apareció y se separaron.

"Madre!" exclamó Dogannu sobresaltado.

"Oh... pensé que la sacerdotisa se había ido... bueno, yo... volveré adentro," se disculpó y los dejó solos.

Aalyat se acercó de nuevo y abrazó a Dogannu. Él no tenía idea de qué hacer, pero la rodeó con sus brazos, tenía una tormenta de pensamientos pero no pudo expresar ninguno de ellos. La sacerdotisa acercó la boca a su oído izquierdo y le susurró.

"Te veré esta noche... Dogannu."

Le dio a Dogannu un último beso y lo dejó solo. Estaba confundido pero al mismo tiempo una pequeña alegría invadió su alma angustiada. Todo estaba tan confuso y descabellado, pero se guardó todas las dudas para sí mismo.

Aalyat se cruzó con Mirlya dentro de la casa e ignoró su despedida. Haciendo un gesto con la mano a sus guardias, la escoltaron de regreso a casa.

En la casa del sacerdote Hatimekh, se estaba llevando a cabo un consejo secreto. Liderados por Hatimekh, había otros sacerdotes con él, todos ellos con largas túnicas blancas, excepto Edrok, que vestía una túnica marrón. Themeon, Pellek-garok, Asded-abu (el sacerdote de Dagan), un anciano calvo con una gran nariz que era amigo de Hatimekh y Edrok. Las únicas personas que faltaban eran Diamnith y Kebok.

"Estamos esperando a alguien más?" preguntó Asded-abu cuando notó que Hatimekh estaba impaciente.

"El sacerdote Kebok y la sacerdotisa Diamnith deberían estar aquí," respondió Hatimekh.

Reflexionando sobre si empezar sin ellos, Hatimekh caminaba por toda la habitación principal y su hijo Edrok estaba fantaseando con Aalyat. Un golpe en la puerta principal advirtió a Hatimekh y dejó de caminar en círculos.

''Deben ser ellos,'' afirmó Themeon.

"Eso espero," murmuró Hatimekh.

"Me aseguraré de ello, padre," comentó Edrok.

El anciano sacerdote asintió y Edrok se dirigió a la puerta principal. Segundos más tarde regresó seguido por la sacerdotisa Diamnith. Parecía nerviosa y sudorosa.

''Mis disculpas, sacerdotes. Estaba tan ocupada adorando a Sol que... olvidé por completo nuestra reunión,'' dijo Diamnith. Respiró profundamente tres veces, tratando de recuperar el aliento.

"Estás bien, sacerdotisa Diamnith?" preguntó el sacerdote Hatimekh.

"Claro... yo solo... vine tan rápido como pude, eso es todo," afirmó.

"Bien, dónde está el sacerdote Kebok?" se preguntó Asded-abu.

"Creo que deberíamos esperar, qué piensas, sacerdotisa?" inquirió Themeon.

Diamnith, distraída por sus pensamientos, reaccionó tarde y el sacerdote repitió su sugerencia.

"Sí... quiero decir, es una buena idea," señaló. Pero había algo raro en su comportamiento porque era como si no estuviera presente con ellos.

Esperaron un rato, pero Hatimekh, impaciente y nervioso, decidió hablar. Exponiendo sus miedos y argumentos, el sacerdote Hatimekh sugirió que la única forma de detener a Aalyat era matarla, de lo contrario, el ritual se completaría y Astarté Oscura regresaría para desatar su ira sobre los hombres.

''Pero Sacerdote, cómo crees que podríamos acercarnos a Aalyat? Lenta pero constantemente más fanáticos de Astarté Oscura están llegando aquí, y esta noche estará claro que no tenemos los números para hacer frente a tal compromiso,'' afirmó el sacerdote Asded-abu.

''No sólo eso, sacerdote Hatimekh. Si el rito continúa, solo aumentará la fuerza de Astarté Oscura dentro de ella. Creo que ella lo sabe,'' analizó Themeon.

"Padre, cuando Themeon dice que la fuerza de Astarté Oscura crece dentro de la sacerdotisa Aalyat, qué quiere decir exactamente con eso?" preguntó Edrok intrigado.

"Hijo... para cuando se complete el rito, la sacerdotisa Aalyat no existirá y la diosa... controlará su cuerpo, destruyendo su espíritu," explicó el sacerdote Hatimekh.

"Es por eso que tenemos que detenerla antes de que termine el rito," agregó el sacerdote Themeon.

Hatimekh asintió y luego se sentó en su elegante diván, tratando de pensar. Con las nuevas oleadas de fanáticos que llegaban a Ashtaroth, significaba que tendrían que actuar con discreción, por lo que la única forma de matar a Aalyat era en su propia casa.

"Tengo una idea, pero necesitamos al sacerdote Kebok para coordinarla. Dónde diablos está ese hombre, por el amor de El?'' dijo Hatimekh con impaciencia.

"Sacerdote admirable, no puedes olvidar los guardias que ella tiene," recordó Pellek-garok. Hatimekh suspiró, frustrado.

''Deberíamos enviar a alguien para ver si está bien y qué le pasó,'' dijo Asded-abu.

"Envía un sirviente a la casa del sacerdote Kebok, Edrok," ordenó Hatimekh a su hijo.

Salió de la Sala Principal y regresó seguido por uno de los sirvientes de su padre. Diamnith miraba hacia el techo mientras Edrok cruzaba la habitación para dirigirse a la casa del sacerdote Kebok, pero entonces se escuchó un gran golpe en la puerta principal. Un hombre entró ataviado como guerrero, seguido por otros soldados.

Arrodillándose frente a los sacerdotes, el guerrero anunció, ''El sacerdote Kebok ha muerto. Un granjero encontró su cuerpo escondido en su establo.''

Todos en la habitación se sorprendieron después de escuchar esas palabras. Diamnith se tapó la boca con ambas manos, el sacerdote Hatimekh parecía perturbado y claramente sin esperanza; el único que estaba inalterable era Edrok debido a su odio antinatural por la vida humana.

"Por el amor de El, debes estar mintiendo!" gritó desesperado el sacerdote Hatimekh, pero el guerrero negó con la cabeza.

"Puedo confirmarlo, Noble Sacerdote," dijo el guerrero.

De repente, todos los planes que estaban elaborando se derrumbaron y se desvanecieron. Sin el sacerdote Kebok, era casi imposible acercarse a Aalyat... a menos que se sugiriera una solución lo suficientemente desesperada.

"Esto es todo... no tenemos esperanzas," murmuró el sacerdote Pellek-garok.

"No podemos rendirnos así, debemos hacer algo!" gruñó el sacerdote Themeon, angustiado.

"Entonces, qué puede sugerir, sacerdote?" dijo Pellek-garok con dureza.

''No podemos pelear entre nosotros, tenemos que concentrarnos y probar otra solución,'' comentó Diamnith.

"Tienes razón, sacerdotisa Diamnith," afirmó el sacerdote Hatimekh.

El silencio reinó de nuevo en la sala, solo interrumpido por Edrok y su melodioso himno. Diamnith lo miró con rabia, porque sabía que a Edrok no le importaba el destino de Kebok, y se centró en un posible plan para compartirlo con los otros sacerdotes. Los guerreros que trajeron la información permanecieron en silencio, custodiando a los sacerdotes.

"Tengo una idea!" exclamó feliz Asded-abu.

"Continúe, sacerdote..." dijo Hatimekh a la expectativa.

"Necesitaremos a la sacerdotisa Mirlya y su hijo, deben estar aquí," confesó Asded-abu.

''Será arriesgado traerlos aquí, pero tenemos que intentarlo. Soldado...'' murmuró el sacerdote Hatimekh al guerrero.

"Los traeré aquí, mi señor," aseguró el guerrero y se puso de pie, seguido por sus guardias y salió de la casa.

Más tarde, la noticia sobre el sacerdote Kebok y su muerte se extendió por todo Ashtaroth. En casa, Aalyat estaba en su habitación caminando en círculos sin tener idea acerca de qué hacer, cuando sintió la disminución de la temperatura en la habitación. Ella comenzó a respirar más rápido.

"Oh no, otra vez no... déjame en paz!" gritó desesperada.

Después de unos minutos, el frío invadió su cuerpo y la sacerdotisa cerró los ojos con firmeza. Un golpe en la puerta interrumpió los demonios internos que luchaban dentro de ella.

"Ama... eh, tienes una... visita," murmuró nerviosamente la joven sirvienta.

"Está bien... la recibiré aquí," contestó Aalyat.

La pobre chica hizo una tímida reverencia y abandonó la habitación. Animándose a sí misma, Aalyat esperó hasta que el visitante se paró frente a ella. Era la persona desconocida de la capucha negra.

''Por qué estás aquí? Te dije que esperaras en tu lugar!'' gritó Aalyat irritada.

''Sé más cortés, sacerdotisa. Recuerda que estás sirviendo a un poder superior,'' dijo su acólito.

''No me dirás qué hacer. Soy la sacerdotisa,'' afirmó Aalyat.

La misteriosa visita permaneció en silencio mientras Aalyat miraba a su alrededor.

''Está hecho. Tu padre está muerto,'' informó el acólito de Aalyat.

Aalyat no dijo una palabra y su mirada permaneció tranquila, mirando al suelo.

"Dijo algo?" preguntó.

''Le sorprendió que fuese yo, nada más,'' dijo la misteriosa persona en voz baja, cercana a un susurro.

"Está bien, es hora de seguir adelante," concluyó Aalyat y secó una lágrima solitaria que se deslizaba por su mejilla, pero que su misteriosa visita no notó.

Escogiendo algunos objetos extraños aleatoriamente, la sacerdotisa se los dio a su acólito sin decir una palabra. El aliento errático debajo de la capucha indicaba que, quienquiera que estuviera escondiendo su identidad, se estaba impacientando.

"Tienes algo que decir?" preguntó Aalyat en tono frío.

"Date prisa, tu lentitud me enferma, por Astarté Oscura!" le espetó su acólito.

La joven sonrió, sabiendo que estaba siendo irritante. El último artículo que eligió fue un cuchillo de hoja negra con fines rituales.

''De dónde sacaste esto? Se suponía que estaba perdido,'' dijo el acólito de Aalyat. Ella pudo detectar un ligero tono de sorpresa en la voz.

''No importa... esto es lo más importante para completar el ritual. No te importa cómo lo encontré,'' explicó antes de entregar el cuchillo.

La persona misteriosa no dijo nada y, haciendo una pequeña reverencia, abandonó la habitación. La sacerdotisa suspiró y cerró los ojos. La joven sentía un conflicto en su interior, pero no había vuelta atrás.

''Dogannu, Dogannu, Dogannu...''

Alarmado, Dogannu se despertó y miró a su alrededor. Esa voz, la voz desconocida de la mujer en su sueño interrumpió su descanso, pero no porque tuviera otra visión de su exquisito cuerpo. Podía jurar que estaba en la habitación y lo llamó por su nombre antes de abrir los ojos, pero ahora estaba solo. Después de Aalyat, sus palabras eran un acertijo difícil para él, aunque no parecía ocultar un misterio o un mensaje sobrenatural de los dioses. Fuese lo que fuese, su sueño lo atormentaba porque cada vez que intentaba hablar con ella en su sueño, la visión terminaba de la misma manera.

Convencido de que su sueño ocultaba algo importante, Dogannu venció sus miedos y llamó a su madre. En menos de un minuto ella estaba allí, visiblemente preocupada.

''Estás bien, Dogannu?'' preguntó.

"Necesito decirte algo que me está sucediendo... pero prométeme que no compartirás esto con nadie," dijo Dogannu.

''Por supuesto, esto será entre nosotros. Pero, hay algo mal, algo que te afecte?''

Dogannu suspiró, pero sabía que tenía que contarle a alguien sobre su sueño, así que habló. Mirlya escuchó con atención y al final, estaba realmente interesada en el significado oculto del sueño de Dogannu.

"Es el sueño más extraño que he escuchado en todos mis años como sacerdotisa... no soy una experta en esto, en encontrar el significado de los sueños, pero Diamnith podría ayudarnos," dijo.

''Madre, de verdad crees que ella puede ayudarme? Ella no ha hecho nada por mí hasta ahora,'' murmuró Dogannu.

''Sabes que hemos tratado de ayudarte, pero las antiguas leyes de los dioses son inflexibles. Sin embargo, esto tiene una importancia que puedo ver, aunque no puedo decir la interpretación exacta.''

Bajó la cabeza, pensando. Además de Diamnith, no había muchas opciones en Ashtaroth para que le ayudasen; así que asintió.

''Vale... creo que tienes razón esta vez. Pero, cómo veré a Diamnith? No puedo salir de la casa, los fanáticos de Astarté Oscura nos están observando,'' detalló Dogannu.

Mirlya no respondió de inmediato. Su hijo tenía razón, las tres veces que salió de la casa para comprar algunos suministros, mucha gente la miró con saña. Algunos hombres la intimidaron e insultaron y podría ser peor con Dogannu. Por lo tanto, le preocupaba que al salir de la casa fuese lastimado.

''Consultaré a los dioses. Encontraremos una manera de hablar con Diamnith, lo prometo,'' dijo.

Abrazando a su hijo, se alarmaron cuando alguien llamó a la puerta principal. Nerviosa, Mirlya se quedó callada pero Dogannu hizo algunos gestos e intercambiaron susurros sobre qué hacer. Al salir de su habitación, se acercaron a unos pasos de la puerta.

"Quién está ahí?" exclamó Mirlya.

Nadie respondió, solo otro golpe a la puerta. Cogiendo un hacha, Dogannu se puso detrás de su madre y ella volvió a hablar.

"Quién está ahí?" repitió.

''Este es Evarod. He venido en nombre del Sacerdote Hatimekh, abran la puerta!'' respondió una voz ronca.

Mirlya dudaba de abrir la puerta, ignorando las verdaderas intenciones del guerrero. Blandiendo con fuerza el hacha de Hanoth, Dogannu asintió y su madre extendió lentamente la mano para abrir la puerta.

Frente a la puerta, Evarod estaba allí. Detrás de él, otros dos guerreros vigilaban su espalda.

''Saludos, sacerdotisa Mirlya. Con la autoridad proporcionada por el sacerdote principal Hatimekh, tú y tu hijo deben venir conmigo,'' anunció Evarod.

Dogannu dejó el hacha y miró a su madre. Ella también se sorprendió.

"Puedo saber la razón?" cuestionó Mirlya después de mirar a su hijo.

"No sé la razón que tiene el sacerdote principal, pero mi orden es traerlos a los dos a su casa de inmediato," detalló.

Por supuesto que no respondieron de inmediato. Madre e hijo tenían sus dudas, especialmente Dogannu. Mirlya se dio la vuelta y consultó a su hijo para conocer sus pensamientos sobre el extraño movimiento.

"Vamos con él?" preguntó en voz baja.

"No sé... no confío en él," aseguró Dogannu.

"No tenemos muchas opciones, pero aún estás protegido hasta el último día del rito por lo que no pueden lastimarte," aclaró Mirlya.

Dogannu agachó la cabeza y se tomó unos segundos para pensar en ello. Al final, le dio una segunda oportunidad a su madre y puso su confianza en su sugerencia, y luego asintió.

"Te seguiremos, noble guerrero," dijo Mirlya.

Evarod asintió y se hizo a un lado para dejarles salir. Mirlya cerró la puerta y la aseguró. Vigilado por los guardias de Evarod, se abrieron camino a la casa del sacerdote Hatimekh, sin embargo; mientras caminaban miles de personas les miraban, específicamente a Dogannu con odio y disgusto.

"No los mires, simplemente no mires," susurró Mirlya al oído de su hijo, refiriéndose a los fanáticos de Astarté Oscura y a otras personas que lo culpaban por sus desgracias.

A Dogannu no le gustaba caminar entre miles de personas que en cualquier segundo podrían provocar caos sobre él, destrozar su cuerpo y esparcir los restos por todo el pueblo, pero no tenía otra opción. Después de todo, su madre tenía razón de alguna manera; a pesar de todas las miradas llenas de ira y odio, nadie saltó sobre él para matarlo. La mayoría no deseaba estar en su lugar o compartir su potencial destino, un destino que Dogannu ignoraba por completo.

En la plaza principal, un grupo de 50 personas escuchaba a un fanático furioso y desconocido.

“…él era uno de los inicuos, promoviendo la adoración de una falsa Astarté, y ese profano de Kebok sufrirá la ira de los dioses! El blasfemo ha muerto y el Inicuo debe ser el próximo!'' gritó salvajemente y la gente aulló de rabia y euforia.

Mirlya gimió, visiblemente afectada.

"El sacerdote Kebok está muerto?" le preguntó sorprendida a Evarod.

“Desafortunadamente sí. Encontramos su cuerpo hoy en su establo,” detalló.

Ella bajó la cabeza cuando escuchó la confirmación de Evarod. El guerrero escondió su espada y después de caminar otros dos minutos, el grupo llegó a su destino.

Un sirviente abrió la puerta después de que el hombre llamó. Dogannu y su madre fueron conducidos por él a la Sala Principal, donde los otros sacerdotes tenían su consejo secreto y esperaban su llegada.

"Bien hecho, Evarod," felicitó Hatimekh al guerrero e hizo una reverencia. ''Bienvenidos, Mirlya y Dogannu.''

Como de costumbre, Hatimekh se acostó en su exquisito diván y los otros sacerdotes se sentaron en sillas normales. Un sirviente les ofreció una silla a Mirlya y Dogannu para que se sentaran. Diamnith saludó con la mano a su amiga, quien sonrió tímidamente.

''Vale, ahora que estamos aquí, es hora de discutir. El sacerdote Asded-abu tuvo una idea, pero los necesitaba a los dos aquí,'' dijo el sacerdote Hatimekh, refiriéndose a Mirlya y su hijo. "Continúe, sacerdote, díganos lo que tiene en mente para resolver el problema que se avecina sobre nuestra gente," dijo, dando permiso al sacerdote Asded-abu para hablar.

"Gracias, sacerdote Hatimekh," respondió y se puso de pie. "No es un secreto para todos los que estamos en esta sala las consecuencias de este rito maldito," comenzó a decir cuando Dogannu lo interrumpió.

''Yo no lo sé! Qué consecuencias? Por qué todos me ignoran? Yo soy el que sufre todas las noches!'' protestó.

Todos los sacerdotes lo miraron. El sacerdote Hatimekh cambió de posición y se sentó.

“Joven Dogannu, no es el momento de hablar de eso. Tenemos cosas más importantes que discutir en este momento,” dijo Hatimekh.

"Pero…"

“Te prometo que te lo contaré todo,” dijo el sacerdote.

Dogannu no dijo una palabra y suspiró.

“Continúa, Asded-abu,” exigió Hatimekh.

“Gracias, sacerdote principal. Como hemos comentado, necesitamos elaborar un plan para matar a Aalyat y destruir a todos los fanáticos de Astarté Oscura. Lamentablemente, el sacerdote Kebok está muerto y era la persona más cercana a Aalyat y la única en la que podíamos confiar. Pero la gracia de los dioses ha iluminado mi sabiduría y tenemos otra alternativa para conocer sus malvados planes,” concluyó.

"Asded-abu, cuéntanos," dijo Diamnith a la expectativa.

El sacerdote sonrió, satisfecho por su idea, luego miró a Dogannu.

"Tú, Inicu... lo siento, Dogannu, descubrirás lo que está planeando Aalyat," dijo.

''Yo? Por qué está seguro de que me dirá lo que está planeando?'' preguntó Dogannu.

"Eres nuestra única esperanza," murmuró Asded-abu.

Dogannu miró al suelo. Sabía que era muy arriesgado y tenía muchas preguntas.

"De nuevo, no creo que me diga un solo detalle," insistió.

"Te… ganarás su confianza, haz lo que sea necesario, chico. Nuestro futuro depende de tu esfuerzo,'' dijo el sacerdote Asded-abu.

El joven soltó una carcajada. No podía creer lo que estaba escuchando.

''Es muy gracioso que digas esto. Ahora soy la salvación de este pueblo... Dogannu el salvador,'' se burló de todos los sacerdotes.

''Podemos entender tu frustración, pero esto no es un juego. Realmente te necesitamos,'' afirmó el sacerdote Hatimekh.

''Vale, puedo intentarlo. Qué clase de información están buscando?'' preguntó Dogannu.

''Cualquier detalle nos ayudará, pero lo más importante es que necesitamos saber qué protección tiene en su casa. Quizás podríamos enviar algunos guerreros para eliminarla y terminar con esta pesadilla,'' instruyó Hatimekh.

''Qué hay de mí? Qué pasa si tienen éxito, qué pasará conmigo?'' quiso saber Dogannu.

''Serás libre, lo prometo,'' aseguró el sacerdote.

Al mirar a su madre, Dogannu realmente sonrió por primera vez en mucho tiempo. Al menos su suerte estaba cambiando un poco después de todas las desgracias que le habían sobrevenido.

"Supongo que ya se ha dicho todo. Será mejor que regresemos a nuestros hogares antes de que los fanáticos de Astarté Oscura puedan sospechar de nuestras actividades,'' dijo Pellek-garok.

"Bien dicho, sacerdote. Debo rezar a los dioses por nuestro éxito,'' comentó Themeon.

Hatimekh ordenó a Evarod que escoltase a Mirlya y su hijo de regreso a su casa mientras los otros sacerdotes abandonaban la habitación. Edrok notó que Diamnith se tomó un momento antes de salir de la habitación y se acercó a ella.

"Necesitas algo, Edrok?" preguntó cuándo él se paró frente a ella.

"Sacerdotisa Diamnith... si tienes tiempo, me gustaría hablar contigo," sonrió Edrok. A Diamnith nunca le gustó cuando sonreía, porque parecía un lunático.

"Claro, continúa," asintió Diamnith.

"Sabes, alguien me dijo que eras sirviente de Astarté Oscura," dijo Edrok y la mujer se puso pálida.

''Sí, eso es verdad. Quién te habló de esto?" murmuró Diamnith nerviosamente cuando Edrok se acercó a ella.

"No importa... escuché que todas las sirvientas, después de un ritual, cambian físicamente," susurró el joven loco y puso su mano en el seno izquierdo de Diamnith.

"Qu-qué estás haciendo?" Diamnith tartamudeó nerviosamente, tratando de escapar en vano.

Edrok ignoró todo sentido común y, colocando su otra mano en su entrepierna, la frotó de arriba abajo. Diamnith no pudo evitar dejar escapar un gemido de éxtasis y el hijo de Hatimekh sintió un bulto creciendo bajo su túnica.

''Sí... de esto estaba hablando. Tu moralidad es solo una farsa, te gusta esto y quiero probarlo,'' murmuró Edrok mientras se arrodillaba frente a ella.

Diamnith miró hacia abajo mientras se tapaba la boca con los puños cerrados, tratando de resistir la tentación. El demente Edrok levantó la túnica y la gruesa polla de Diamnith salió, palpitante y orgullosa. Pudo detectar una mirada de agonía y éxtasis en la sacerdotisa; estaba luchando contra sus deseos más bajos, pero Edrok no quería perder ni un segundo más. Entonces, abrió bien la boca y se tragó la mitad de esos 20 cms.

"Gnngggh..." murmuró mientras felizmente tragaba su polla.

La sacerdotisa trató de detenerlo, incluso usando ambas manos, pero Edrok puso las suyas en la parte posterior de los muslos para atragantarse con su polla.

"E-esto... esto es... esto está mal... pa-parad..." balbuceó Diamnith, pero no estaba luchando como al principio.

Ahogándose salvajemente con esa enorme barra de carne, Edrok se atragantó un poco y luego se la sacó de la boca, cubierta por su saliva. A continuación, se abofeteó la cara con ese pollon mientras sonreía como el hombre más feliz y afortunado de Ashtaroth. Con la lengua fuera, lamió desde el glande hasta la base, lentamente y al mismo tiempo mirando el rostro de Diamnith. Tenía los ojos cerrados y la boca abierta, entregada a su deseo oculto.

Siguió chupándole la polla, una y otra vez. Ahogándose y con arcadas de vez en cuando, su saliva terminó en su barbilla y luego en su pecho, haciendo un desastre total. Diamnith gimió más fuerte y, a veces, mientras Edrok se ahogaba con su polla, ella le ponía las manos en la cabeza para mantenerlo así mientras gritaba en un idioma extraño. Finalmente, sus piernas estaban temblando y estaba un poco cansada de estar de pie.

"Yo-yo-yo... necesito..." murmuró, pero otro gemido de satisfacción la interrumpió. Sin embargo, miró el diván del sacerdote Hatimekh y Edrok entendió y sacó esa maravillosa polla de su boca una vez más.

Ayudándola a acostarse en el diván, su erecta y reluciente polla esperaba más. Edrok se puso a cuatro patas con el culo levantado y la boca hacia abajo sobre su enorme polla. Diamnith disfrutó de la vista mientras su polla era fuertemente chupada y sacudida, sus bolas mojadas por la enorme cantidad de saliva que caía hasta su polla de la boca de Edrok.

"Sí... sigue, no te detengas, pervertido. Querías chupar polla, pues ven a por ella!'' Diamnith sonrió, complacida.

Sacando la lengua, el cachondo joven volvió a sentir arcadas y la miró. A ella le gustó cómo se veía Edrok con lágrimas en los ojos, ahogándose con su verga.

"Buen chico... deberás hacerlo mejor si quieres mi leche," musitó y le palmeó la garganta.

Trató de toser en vano, tenía los ojos un poco nublados y tuvo que sacarse la polla, lo que hizo después de muchos intentos. Tosiendo y tratando de tomar aire, su rostro era una mezcla de lágrimas, sudor, pigmento negro y saliva. Diamnith sonrió.

"No te dije que te detuvieras," dijo la sacerdotisa y le dio una bofetada en la cara con la polla, esparciendo su saliva por toda su cara.

Empujando su glande contra sus labios, se abrió camino en su boca de nuevo. Edrok se quedó sin palabras porque no podía creer lo dura que estaba su polla, como la de ella. Ahora preguntándose si alguien los atraparía en el acto, era la única forma de escapar ya que Diamnith no había terminado con su boca.

Follandole su boca desesperadamente, Diamnith puso sus manos a ambos lados de su cabeza y usó su boca como una vagina o un culo. Ella no le dio una oportunidad mientras subía y bajaba sin pausa, hasta que sintió su glande golpeando la parte posterior de su garganta y sus huevos golpeando su barbilla.

''Oh dioses, mi garganta, me va a matar!'' pensó Edrok mientras Diamnith desataba su lujuria contenida en su boca.

Un par de veces le tapó la nariz y lo ahogó con su polla. El pobre Edrok juró que veía luces brillantes frente a él, pero al final, cuando sus ojos estaban en blanco y estaba a punto de desmayarse, Diamnith siempre se detenía y dejaba que tomara aire durante tres segundos antes de repetirlo.

"Oggghhhh..." murmuró mientras su nariz estaba presionada contra su pelvis.

''No puedo oírte perra, sigue tragándote mi polla. Tus palabras no son necesarias,'' Diamnith dijo feliz mientras ella le palmeó la cara y su pene estaba en su boca.

Su reflejo no resistió y se las arregló para sacar su polla de su boca. Tosiendo sin parar, con toneladas de saliva cayendo de su boca y sus ojos enrojecidos llenos de lágrimas, Edrok había perdido los sentidos y estaba mareado.

''No he terminado contigo, puta. Sé un hombre, te metiste con la mujer equivocada,'' sonrió Diamnith y, agarrándolo por la coleta de caballo, lo obligó una vez más a chupar su polla. Continuó con su brutal sesión hasta poder ser capaz de dislocar su mandíbula.

Mientras Diamnith estaba violando la boca de Edrok, Aalyat se sentó en su cama, pensando en su padre. No podía creer lo que hizo al ordenar su propio asesinato, pero también sabía que no estaba en sus cabales cuando le dio la orden a su acólito.

Cerrando los ojos, recordó una cueva oscura, el lugar de su inducción al culto de Astarté Oscura. Su madre, Elanya, puso las manos en sus hombros mientras suspiraba; ella estaba muy feliz.

"Mi dulce hija... estás lista para esto?" preguntó.

"Madre, todavía no entiendo, por qué tengo que hacer esto?" respondió Aalyat.

Elanya acarició el largo cabello rubio de su hija antes de explicar una vez más.

"Eres un milagro de los dioses, Aalyat. Tu abuela predijo que eras la elegida para liberar a Astarté Oscura. Ni ella ni yo, tú... ahora... bebed,'' dijo Elanya y Aalyat miró fijamente un pilar de piedra frente a ellas. En la parte superior, había un vaso lleno de un líquido oscuro y extraño.

Aalyat agarró el vaso y bebió su contenido después de dar un rápido vistazo al mismo. El sabor y la textura eran rancios y tuvo que tragar mucho para que se deslizara por su garganta. Una vez que vació el vaso, Aalyat cerró los ojos y lo dejó caer. La joven sintió un frío repentino en medio de su pecho, expandiéndose por todo su cuerpo; su autocontrol se estaba desvaneciendo lentamente mientras caía en un estado de trance y una entidad maligna y desconocida se apoderaba de ella, abrazando su cuerpo y alma y tomando el control de ella. Elanya miró el rostro inexpresivo de su hija y sonrió.

"Aalyat... puedes oírme?" murmuró.

"Sí... puedo oír," respondió Aalyat segundos después. Su voz había cambiado de suave a ronca. Su madre sonrió.

''No te preocupes, es hora de dejar el pasado atrás y abrazar tu destino,'' anunció Elanya triunfante.

Al abrir los ojos, Aalyat estaba en su habitación. Ese viejo recuerdo estaba tan fresco en su memoria que se sintió sorprendida de estar sola. Cruzando los brazos contra su abdomen, ahora tenía más dudas sobre la tarea que le asignó su madre. No tenía otra opción que fingir que todo iba de acuerdo con el plan.

Lamentando la muerte de su padre, Aalyat trató de encontrar una manera de salvar a Dogannu de sus errores, y otro recuerdo de su madre apareció en sus pensamientos una vez más.

"No puedes cambiar quién eres ahora," dijo la voz de Elanya detrás de ella mientras usaba un látigo para castigarla.

Poniéndose de pie, con los labios y los puños apretados, Aalyat caminó hacia el cofre negro en un rincón de la habitación.

"Te equivocas," murmuró después de abrirlo, sacando una bolsa enorme que contenía varias raíces y hojas secas.

Llamando a su sirvienta, le dio instrucciones exactas para deshacerse de ellos. Escéptica después de escuchar su orden, la sirvienta hizo una reverencia y abandonó la habitación.

Esas raíces y hojas eran los ingredientes principales de la poción que Aalyat tuvo que beber durante años para canalizar a Astarté Oscura dentro de ella. Después de deshacerse de ellos, sonrió feliz y se acostó en su cama para descansar un poco.

Al mismo tiempo, en otra parte de Ashtaroth, el sacerdote Asded-abu estaba disfrutando de su comida cuando escuchó un ruido en el patio trasero. El hombre se puso de pie sosteniendo su cuchillo y respirando rápido. Los ladrones eran un problema común en todas las ciudades cananeas. En lugar de ladrones, una persona alta y desconocida cubierta por una túnica negra y una capucha estaba frente a él, con una espada en mano: el acólito de Aalyat.

''Mirad que tengo aquí... sacerdote Asded-abu,'' dijo la persona desconocida con voz teatral.

"Qué estás haciendo aquí, demonio inmundo!?" gritó Asded-abu indignado.

Pero la misteriosa persona le apuntó con la espada, terminando a centímetros de su abdomen. El anciano sacerdote soltó el cuchillo y pensó que todo había terminado.

''Olvidaste nuestro trato? No te mataría si me decías dónde vive Diamnith,'' le recordó el acólito de Aalyat, pero Asded-abu negó con la cabeza violentamente.

"No lo sé, te dije que no lo sé," se disculpó.

"Y luego, me contaste sobre ese consejo secreto tuyo hoy. Esperé mucho tiempo, pero ella nunca abandonó la reunión... quizás nunca fue a la reunión,'' continuó y empujó la espada en su vientre pero sin enterrar completamente la hoja, solo la punta.

"No lo sé, no lo sé, ella estaba detrás de mí... por favor no me mates!" suplicó el sacerdote.

Jadeando y llorando, el anciano estaba completamente seguro de que moriría. Sin embargo, el acólito retiró la espada y Asded-abu cayó de rodillas, cubriendo la herida sangrante con la mano izquierda.

''Cobarde... por qué le tienes miedo a la muerte? No se supone que los sacerdotes tendrán el privilegio de ver a los dioses? O son engañosas tus palabras?'' preguntó el acólito, pero el anciano no respondió. "Habla ahora, pedazo de carne sin valor.''

"No ganarás, Daemeeth," murmuró Asded-abu.

''Está seguro? No lo creo,'' respondió la persona misteriosa, aparentemente llamada Daemeeth, y puso la espada en el hombro derecho de Asded-abu, listo para decapitarle.

Cerró los ojos, listo para el golpe final, pero no pasó nada. Cuando abrió los ojos, Daemeeth se había ido. El sacerdote perdió la fuerza en sus piernas y cayó al suelo y lloró en silencio, agradeciendo a Baal por mantenerlo con vida un día más.

Themeon y Hatimekh estaban en su casa orando a los dioses por el éxito del plan. Ambos amigos estaban recordando los viejos tiempos, cuando aparecieron los fanáticos de Astarté Oscura liderados por Ishalyat. Sus esperanzas estaban en los dioses para poder evitar ese destino doloroso que podría sobrevenir a los hombres.

"Crees que el chico lo logrará?" preguntó Themeon a Hatimekh después de orar.

''No lo sé... quiero creer que lo logrará, pero noté ese brillo maligno dentro de él. Aalyat y él están compartiendo una conexión peligrosa ahora,'' comentó Hatimekh.

"Es cierto, aunque me siento más preocupado por la sacerdotisa Diamnith," confesó Themeon.

''Por qué?''

“Ella estuvo muy errática hoy en nuestro consejo. Me pregunto por qué,'' dijo.

''Errática? No, sabes que las mujeres normalmente no discuten este tipo de planes,'' afirmó Hatimekh.

Al pensar en lo que había dicho su viejo amigo, Themeon pensó que esa era la razón del nerviosismo de Diamnith. Aun así, sintió un mal presagio sobre ellos, así que oró vigorosamente.

"Madre, debo seguir el plan de los sacerdotes?" preguntó Dogannu a su madre en casa.

Mirlya suspiró, un poco cansada de las dudas de su hijo.

''Por supuesto Dogannu, por supuesto. Recuérdame hablar con Diamnith sobre tus visiones, para que ella pueda guiarte,'' insistió Mirlya.

"Lo haré," murmuró.

La sacerdotisa miró a su hijo y su mirada estaba llena de melancolía e incertidumbre. No le preguntó la razón, pero Mirlya tenía una idea de lo que podía sentir.

Dogannu no podía dejar de pensar en Aalyat y lo que pasó esa mañana. La sugerencia del sacerdote Asded-abu de descubrir sus planes secretos estaba creando un choque de sentimientos en su corazón. Sus viejas esperanzas de compartir algo más que una amistad como en el pasado estaban luchando con su destino desconocido después del Samikhred Usim. De hecho, temía algo peor que la muerte por la mirada del sacerdote Hatimekh cuando le preguntó sobre las consecuencias del ritual.

Su memoria revivió su última conversación con Aalyat antes de que ella y su madre dejaran Ashtaroth. Estaban fuera de su casa y ardía un buen fuego. Aalyat vestía una túnica blanca y estaba cepillando su largo cabello rubio mientras lo miraba con una expresión tierna.

"Qué estás pensando?" preguntó ella.

"Nada especial, solo pensaba," respondió Dogannu.

''Vamos dime! No puedes simplemente mirarme y no pensar nada,'' se rió Aalyat.

"Vale, tu ganas. La Gran Danza para agradecer a Baal por la cosecha está más cerca y estaba pensando en invitarte a venir conmigo,'' admitió.

Había planeado ese momento durante tanto tiempo; para pedirle que fuese su novia durante la ceremonia de adoración al dios. Era un momento muy importante y el lindo rostro de Aalyat mostró que estaba muy sorprendida y ruborizada.

''De verdad? No estás jugando conmigo, o si?'' murmuró Aalyat y dejó de cepillarse el pelo.

"Por supuesto que no, nunca te mentiría ni te engañaría," dijo Dogannu, haciendo que Aalyat se sonrojara un poco más. Le gustaba cuando ella se sonrojaba.

"Sabes, Edrok me invitó hace unos días," confesó ella con tranquilidad.

"Edrok? El hijo del sacerdote Hatimekh? Oh, bueno... en ese caso, lo entiendo,'' murmuró, claramente decepcionado.

"No te dije que acepté su invitación," susurró Aalyat y sonrió.

Dogannu sintió un gran alivio al escuchar sus palabras, al mismo tiempo sintió que una sensación de triunfo crecía en su interior.

"Por qué te ríes?" le preguntó un momento después.

"Deberías haber visto tu cara," se rió Aalyat y Dogannu asintió.

''Ok, muy bien. Has jugado conmigo, bien,'' dijo y sonrió.

''Sí, eso fue por lo último que me hiciste. Me asustaste mucho,'' dijo Aalyat.

"Supongo que exageré," comentó Dogannu.

''Exagerar? Fingiste estar muerto!'' exclamó la muchacha.

“Lo siento mucho, pero pensé que sería divertido. No volverá a suceder, lo prometo.''

"Entonces júramelo," dijo Aalyat con una sonrisa.

"Yo, Dogannu, te juro que nunca te haré otra broma de mal gusto. Y también juro que nunca te mentiré ni intentaré lastimarte de ninguna manera, porque realmente me importas,'' declaró Dogannu y Aalyat aplaudió rápidamente con una gran sonrisa en su rostro.

''En ese caso, aceptaré con mucho gusto tu invitación al Gran Baile, Dogannu. Aunque mi madre no esté de acuerdo,'' respondió Aalyat y se acercó a él y admiraron en silencio el cielo lleno de estrellas.

Esa conversación le atormentaba como el sol al mediodía. No quería romper una promesa, una promesa que le hizo al amor de su infancia y adolescencia, pero su cuerpo y su vida estaban en riesgo. Confundido y con muchas dudas, se puso de pie y caminó hacia la puerta.

"Qué estás haciendo?" preguntó su madre, poniéndose de pie.

"Voy a visitar a Aalyat," dijo Dogannu.

''Estás loco? No quiero que vayas solo a esa casa,” gritó Mirlya.

"No tengo otra opción. No debo decepcionar al sacerdote Hatimekh y al sacerdote Asded-abu. Y no puedes venir conmigo."

Su madre asintió, comprendiendo la tarea crucial sobre los hombros de su hijo y no agregó nada más. Dogannu sabía que no había otra manera y salió de la casa para encontrarse con Aalyat.

De vuelta en la casa del sacerdote Hatimekh, Edrok estaba acostado en el diván de su padre, inconsciente y jodido. Diamnith sonrió admirando cómo había dejado al asqueroso pervertido, arruinado y probablemente sin poder hablar durante algún tiempo. Saliendo de la casa lenta y cuidadosamente, se dirigió al Templo del Sol para arrepentirse en apariencia. La sacerdotisa no sentía ningún remordimiento por lo que había hecho, tal vez si hubiese follado la boca de otra persona se sentiría terrible, pero Edrok se lo merecía.

Preguntándose cómo terminaría la misión de Dogannu y si podrían evitar la destrucción de la sociedad como la conocían, dos hombres se pararon frente a ella.

"Saludos," murmuró.

“Guarda tus modales para alguien a quien le importe,” le espetó uno de los fanáticos de Astarté Oscura y saltaron sobre ella.

Diamnith luchó pero eran más fuertes. Envolviendo su brazo alrededor de su cuello y asfixiándola por detrás, uno de los hombres la abrazó con fuerza hasta que la sacerdotisa se desmayó y la sacaron de la calle antes de que pudieran ser pillados. Tirándola en un carromato, cubrieron a Diamnith con una gran capa. Desde uno de los rincones apareció Daemeeth, el acólito de Aalyat. El acólito miraba de brazos cruzados a su víctima.

"Bien hecho. Astarté Oscura recompensará sus servicios,” dijo la voz bajo la capucha. El acólito buscó debajo de la túnica y les dio a los hombres una bolsa llena de monedas. Haciendo una reverencia, besaron la mano del acólito y siguieron a Daemeeth fuera del pueblo con Diamnith inconsciente.

Dogannu cruzó la calle principal con muchos ojos mirándolo. Notó que dos hombres tiraban de una cuerda atada a un carromato pesado. Caminando justo detrás del carro había una persona alta que vestía una túnica negra y una capucha. El joven se preguntó quién usaría ese atuendo durante el día y la figura desconocida le miró fijamente. Dogannu no podía ver nada bajo la capucha, pero estaba seguro de que la persona que ocultaba la cara lo estaba mirando. No se sentía cómodo y tuvo que mirar en otra dirección hasta que el grupo se alejó.

Le tomó mucho tiempo llegar a la casa de Aalyat, básicamente gracias a miles de fanáticos que lo insultaron o trataron de lastimarlo.

Mientras tanto, Diamnith se despertó con las manos firmemente atadas y los brazos extendidos por encima de la cabeza. Se sentía incómoda porque sus pulmones estaban en una posición poco natural y le costaba mucho esfuerzo respirar. La sacerdotisa inhalaba con facilidad pero luchaba por exhalar normalmente. Frente a ella, el extraño acólito se sentó en una silla, esperando el momento en que despertaría.

“Seis años... seis malditos años. Y finalmente, aquí estamos,” dijo el acólito de Aalyat.

"Dónde estoy? Quién eres tú?" Diamnith murmuró débilmente cuando pudo ver a la persona desconocida frente a ella.

Daemeeth se puso de pie, dio dos pasos hacia adelante y se quitó la capucha.

"Es bueno verte de nuevo... hermana," murmuró con una sonrisa malvada.

Diamnith abrió la boca sorprendida e incrédula. Era como verse a sí misma en un balde lleno de agua o vino porque Daemeeth era su hermana gemela. Ambas de piel blanca, pelo largo castaño, eran como dos gotas de agua; su única diferencia en ese momento era la mirada sádica en el rostro de Daemeeth.

“Es imposible, deberías estar muerta! Te vi morir!" Diamnith gritó, pero su hermana gemela negó con la cabeza lentamente.

"No, Diamnith. Yo casi morí, pero Astarté Oscura me salvó. La traicionaste… nos traicionaste a todos, me traicionaste a , a tu propia hermana," murmuró Daemeeth con énfasis y odio.

Presa del pánico y sin ideas, Diamnith no estaba segura de lo que Daemeeth tenía en mente, pero no sería nada bueno, ya que recordaba lo cruel que era.

“Déjame ir!" imploró Diamnith.

Su hermana respondió a su súplica dándole una bofetada. Su mano era pesada y Diamnith se sintió un poco mareada.

“Palabras equivocadas, hermana. Estaba pensando en algo más como... retribución. Tienes una deuda que pagar,” indicó Daemeeth y blandió un cuchillo grande, negro y afilado, el cuchillo entregado por Aalyat.

Mientras Daemeeth y Diamnith estaban reunidas nuevamente, Dogannu llamó a la puerta de la casa de Aalyat. Su sirvienta abrió la puerta y se puso nerviosa al ver quién llamaba.

"Está Aalyat en casa?" preguntó Dogannu.

"Sí," murmuró la joven sirvienta.

"Podrías decirle..."

"Claro, espera aquí por favor…" dijo y regresó dentro para informar a su ama.

Aalyat se paró frente a Dogannu. Ella sonrió y se puso las manos en la cintura.

"Hola," murmuró.

"Me preguntaba si estabas..."

"Claro, entra…" dijo Aalyat y Dogannu la siguió al interior.

El interior estaba tal como lo recordaba, limpio y claro. Una pequeña mesa estaba en el medio de la habitación con un fino recipiente hecho de bronce y, colgando en la pared, había una pequeña colección de máscaras rituales que pertenecieron a Elanya, la madre de Aalyat. Las paredes, cubiertas con mortero y pintadas de un blanco fresco.

"Toma asiento," dijo Aalyat, señalando una de las sillas de la mesa del comedor.

Dogannu trajo dos y le ofreció una.

"Entonces, por qué has venido?" preguntó la sacerdotisa. Dogannu la miró a los ojos grises y estaba seguro de que la vieja Aalyat que amaba había vuelto.

''No puedo dejar de pensar en lo que pasó esta mañana,'' indicó.

"A mí me pasa lo mismo," dijo Aalyat y sonrió. "Y no tienes que tener miedo esta noche, realmente quiero cambiar la impresión que tuviste de mí," continuó.

Él asintió y tomó su mano. Sus sentimientos estaban nublando su sentido común y la verdadera razón por la que estaba allí. Cuando se acercó, fundieron sus labios en un cálido beso apasionado. La sirvienta de Aalyat estaba en shock mientras miraba a su ama besando al Inicuo. Oró mentalmente y se alejó sin hacer ruido.

"Lo siento," se disculpó Dogannu cuando se separaron.

"No te disculpes," respondió Aalyat.

Se quedaron en silencio durante bastante tiempo. Ahora que estaba frente a ella, Dogannu no tenía la fuerza para hacer lo que tenía que hacer. De nuevo se sentía confundido en cuanto a sus motivaciones, su propia integridad y lo que todavía sentía por ella.

Aalyat entendió de alguna manera y no rompió el silencio sino que lo abrazó.

"Entonces, qué haremos esta noche... además del sexo," dijo Dogannu.

“No lo sé, para ser honesta. No quiero hacer esto, pero no tenemos otra opción,'' dijo.

Dogannu estaba a punto de preguntarle por qué no había otra opción cuando alguien llamó a la puerta. La sierva de Aalyat se acercó rápidamente y la abrió. Una mujer alta y blanca con una túnica negra estaba frente a ella.

"Oh, sacerdotisa Diamnith, qué sorpresa!" exclamó la sirvienta a la sonriente mujer, que evidentemente no era Diamnith.

"Hola, está tu ama en casa?" preguntó Daemeeth.

"Sí, ahora mismo tiene una visita, pero puedo decirle que viniste…" informó la doncella, pero Daemeeth la hizo a un lado.

"Insisto..." murmuró y entró.

Sus ojos miraron inmediatamente el retrato frente a ella, Aalyat abrazando al Inicuo. Y ella no fue la única sorprendida porque Aalyat sabía que la mujer frente a ella no era Diamnith, ya que todavía vestía su propia ropa. Dogannu también se preguntó por qué la sacerdotisa Diamnith vestía la túnica de las sacerdotisas de Astarté Oscura lejos del Templo de la Noche.

"Sa-sacerdotisa Diamnith... qué sorpresa!" Aalyat tartamudeó y alejándose de Dogannu, se puso de pie.

"Sí... qué sorpresa," murmuró Daemeeth lentamente. "Esperaba hablar contigo, pero parece que estás ocupada en este momento," agregó refiriéndose a Dogannu. No estaba muy contenta con la situación que acababa de encontrar frente a ella pero evitó mostrar alguna señal externa.

"Sacerdotisa Diamnith, estaba a punto de irme ahora, así que puedes quedarte y hablar con Aalyat," dijo Dogannu.

La mujer asintió y sonrió. Aalyat miró fijamente a Daemeeth y evitó mirar a Dogannu o despedirse. El joven abandonó el lugar y Daemeeth agarró a Aalyat del brazo y la condujo a su habitación.

"Estás loca? No puedes simplemente agarrarme así!'' Aalyat se quejó, pero ignorando sus palabras, Daemeeth le dio una bofetada.

''Estúpida! Qué crees que estabas haciendo!? Tu madre se decepcionaría si pudiera ver lo que estás haciendo, él... es... nuestro... enemigo!'' gritó Daemeeth fuera de control.

Intimidada por su despiadada acólita, Aalyat no hizo más que mirar sus propios pies. Daemeeth caminaba en todas direcciones resoplando y temblando.

"Espero que no estés arrepentida de servir a Astarté Oscura," comentó Daemeeth.

''No lo estoy! Solo... no puedo dejar de pensar,'' afirmó Aalyat.

''Pensar qué?'' le preguntó.

Pero Aalyat tenía miedo de confesar y decir la verdad a su malévola cómplice. Sacudió la cabeza y Daemeeth sonrió.

"Te gusta el Inicuo, no?" murmuró. Aalyat negó con la cabeza.

Daemeeth caminó hacia ella y la agarró por el cuello, asfixiándola.

"Por tu propio bien, espero que no me estés mintiendo... tengo asuntos que hacer, pero te veré esta noche antes de la ceremonia," indicó Daemeeth y besó sus labios rápidamente antes de soltarla. Se frotó el cuello y tosió, tratando de respirar.

Antes de salir de la habitación, Aalyat recuperó la compostura y le preguntó a su acólita, "Dónde está Diamnith?"

"Vive... por el momento... todo es parte del plan, no lo olvides," sonrió cruelmente Daemeeth y salió de la habitación.

La chica se sintió un poco triste por Diamnith, pero era demasiado arriesgado hacer enojar a Daemeeth. La sacerdotisa renegada abandonó la casa y estaba lista para volver a donde su hermana Diamnith estaba. De repente, Dogannu apareció desde una esquina y se paró frente a ella.

''Sacerdotisa Diamnith, podría hablar con usted? Por supuesto, si no está ocupada!'' exclamó Dogannu.

"Oh, ahora mismo me iba de la ciudad, de qué quieres hablar?" le preguntó Daemeeth con una sonrisa discreta e hipócrita.

''Es algo muy personal sobre los dioses y algo que me está pasando ahora,'' detalló.

“Mmm… suena interesante. Sin embargo, tengo algunos asuntos importantes que hacer en este momento, qué tal si vienes a verme mañana? Podemos discutir lo que quieras en privado,'' sugirió Daemeeth y un leve gesto de maldad apareció en su rostro.

''Está bien, me alegro de que pueda ayudarme, sacerdotisa. Eres una de las pocas personas que apoya mi inocencia,'' dijo Dogannu y después de besar su mano, se alejó.

Escupiendo el suelo, Daemeeth tomó otra dirección para evitar cualquier otra situación embarazosa y resolver sus asuntos pendientes con su hermana gemela. Mientras tanto, Edrok se masajeaba el cuello y la mandíbula después de la dura experiencia con Diamnith mientras se pajeaba. Pensando en una mejor y más educada forma de hablar con ella, fantaseó con su salvaje lujuria y cómo afectaría su culo.

Mientras el sol se ponía en el horizonte, antorchas y pequeños fuegos reemplazaron la poderosa luz del dios, y la luna apareció en el cielo. Muchos fanáticos se dirigieron en grupos al Templo de la Noche para ver a su sacerdotisa follar al Inicuo. La guardia del sacerdote Hatimekh escoltó a Dogannu a su casa una vez más y luego el grupo de sacerdotes liderados por Hatimekh se dirigió al templo maldito.

En casa, Aalyat se estaba preparando para el ritual. Aplicando pigmento negro en su rostro, trazó dos líneas en sus mejillas y luego respiró profundamente. Al menos tendría el control de sí misma durante la ceremonia.

Dentro de un establo abandonado, Diamnith seguía atada con su hermana frente a ella, haciéndole pequeños cortes superficiales en su piel con la ayuda de su cuchillo.

"Detente, detente!" suplicó mientras se desangraba lentamente.

"Me detendré, eventualmente ," se rió sin piedad Daemeeth. "Pero primero me lo contarás todo. Me gustaría conocerte de nuevo, hermana,'' agregó en un susurro. Diamnith asintió rápidamente.

Mientras cerraba los ojos, su hermana le hizo otro corte cerca de la axila. El cuchillo se movió lentamente mientras Daemeeth disfrutaba infligiendo tal tortura a su hermana.

''Sí, Sí! Te lo contaré todo, pero por el amor de los dioses, parad!'' gritó Diamnith.

''Bien, comencemos con El Inicuo... quiero saber todo sobre él.''

Cansada de esperar a Daemeeth, Aalyat salió de su casa y, escoltada por sus leales guardias, se dirigió al Templo de la Noche. Sabiendo que el templo estaría abarrotado de fanáticos, sintió ansiedad al tener que fingir castigar a Dogannu. Por primera vez en años, Aalyat pensó en rezarle al dios El por su guía y consejo cuando escuchó un ruido en el pequeño bosque que estaban cruzando para llegar al templo.

"Shhh... escucharon eso?" susurró Aalyat y dejó de caminar.

"No, mi señora, nada," dijo el guardia de la izquierda.

"Y tú?" ​le preguntó al otro.

"No escuché nada, pero no tiene por qué preocuparse," dijo el otro guardia.

La sacerdotisa no dijo nada más y, después de mirar a su alrededor sin éxito, volvió a caminar y sus guardias la siguieron. Antes de salir del bosque, una silueta alta apareció frente a ellos y Aalyat casi sufrió un infarto.

"Sorpresa!" exclamó Daemeeth mientras Aalyat gritaba aterrorizada.

"Estás loca, Daemeeth?" gritó Aalyat y su acólita de repente se puso seria.

"Ahora soy Diamnith... Diamnith... no lo olvides," le recordó Daemeeth.

"Lo siento... sí, tienes razón," suspiró Aalyat y caminaron juntas seguidas por los guardias.

Una vez que dejaron atrás el bosque, contemplaron la entrada de la cueva iluminada por las antorchas mientras Daemeeth observaba a Aalyat.

“Deberías decirle a tus guardias que se queden callados sobre lo que han escuchado,” dijo Daemeeth.

"No te preocupes, nunca hablarán."

"Qué tienes preparado para el Inicuo?" preguntó Daemeeth.

"No estoy segura. Ya lo verás..." dijo Aalyat y se encogió de hombros. A Daemeeth no le gustó el tono de su voz.

Al llegar al mismo centro de la cueva, Daemeeth sonrió. Todas las bancas de piedra estaban ocupadas por un gran número de sus adoradores. Aalyat hizo una señal discreta y Daemeeth se dirigió hacia Mirlya y los otros sacerdotes, Dogannu entre ellos también.

Un grito general de euforia dio la bienvenida a Aalyat. La chica subió las pequeñas escaleras en el centro del Templo y las sacerdotisas la ayudaron a estar lista para el rito. Ella buscó desesperadamente a Dogannu y sus miradas se conectaron casi de inmediato. Ella le sonrió y él suspiró, su gesto le dio confianza y, bueno, otros sentimientos diferentes que no estaban relacionados con el rito en sí.

Las Sacerdotisas del Sol, dirigidas por Daemeeth, ocuparon sus lugares alrededor del altar. Mirlya, junto a quien pensaba que era su amiga, la miró y notó una mirada malvada que no era común en ella.

"Estás bien Diamnith?"

"Me siento mejor que nunca," murmuró Daemeeth sin mirar a Mirlya.

Aalyat levantó los brazos y reinó el silencio en el Templo. El sacerdote Hatimekh dejó a Dogannu solo y la sacerdotisa lo invitó a acercarse. Él obedeció y se paró frente a ella.

"Dame tu mano," susurró.

Ella usó un cuchillo e hizo un pequeño corte en la palma de su mano izquierda, luego hizo lo mismo con su mano derecha y sus manos sangrantes se fundieron. Se miraron a los ojos y Aalyat volvió a susurrar. "Serás mío una y otra vez... nuestro destino es estar juntos."

Sus manos se separaron y Aalyat se quitó la túnica, revelando su sensual cuerpazo. Su polla se estaba despertando y Dogannu no pudo evitar sentirse un poco nervioso. Después de todo, sus promesas podrían ser todas mentiras y una buena manera de hacer que él bajase sus defensas y luego obtener su venganza por sus intentos de apoderarse de ella la noche anterior.

Lejos de la realidad, Aalyat se estaba tomando las cosas con calma, pero estaba entre una espada y un monstruo furioso y debía tener cuidado de evitar la ira de Daemeeth por ser poco cruel. Así que rasgó la túnica de Dogannu aparentemente ignorando su sorpresa y miedo, sonriendo. Aalyat miró discretamente hacia donde estaba arrodillada Daemeeth y luego hacia sus fanáticos, por lo que Dogannu entendió que lo hizo por sus fanáticos y no por la sacerdotisa.

Quitándose el resto de su túnica, Aalyat abrazó a Dogannu y lo besó tiernamente. Mucha gente se sorprendió en gran manera con el cambio inesperado de la malvada sacerdotisa. Daemeeth tuvo que hacer un gran esfuerzo para no matarlos a ambos allí mismo. Tenía ambos puños firmemente presionados contra el suelo y se mordía el labio inferior con tanta fuerza que aparecieron unas gotas de sangre. Mirlya, que estaba agradeciendo a los dioses por la aparente benevolencia de Aalyat, no notó el extraño comportamiento de su "amiga" y su respiración errática.

Ignorando a todas las personas en el templo, Aalyat y Dogannu compartieron el amor y la pasión atrapados dentro de ellos. Cuando dejaron de besarse, la joven sacerdotisa apoyó el mentón en el hombro de Dogannu y, dándole una mirada discreta a Daemeeth, le susurró al oído.

''No te preocupes, mantén la calma y déjame hacer el resto. Alguien nos está mirando,'' dijo Aalyat.

"Qué?"

Pero ella no explicó lo que había dicho y, en cambio, Aalyat lo empujó, lo que le hizo perder el equilibrio y caer en el medio del círculo ritual. Le dolían las nalgas y no entendía la razón de esa reacción repentina. Antes de que pudiera abrir la boca para quejarse, Aalyat se arrodilló frente a él y, exigiendo silencio, le metió el dedo corazón en la boca. Al principio, él no conocía sus intenciones y se negó a separar los labios, pero su insistencia le hizo someterse a su voluntad.

"Sí... chupad mi dedo, sé amable y yo seré amable," murmuró ella mirándolo, sonriendo y guiñando un ojo.

Dogannu tragó saliva con nerviosismo. Era muy difícil saber qué estaba pensando Aalyat o qué estaba dispuesta a hacer. Había muchas incertidumbres. Estaba mintiendo cuando se reunieron por la mañana? Le estaba mintiendo en ese instante? Quizás era una forma refinada de torturarlo mentalmente, incluso si no era su intención… o sí? Muchos ojos estaban expectantes y también muchos susurros se podían oír, pero eso no preocupó a Aalyat. Ya tenía su plan para la noche desarrollado en su mente e incluso Daemeeth no la detendría.

"Date la vuelta... ponte a cuatro patas," ordenó Aalyat.

Obedeciendo rápidamente, le ofreció su culo a Aalyat, que se lamió los labios con picardía. Dogannu cerró los ojos, esperando lo bueno o lo peor de ella. Aalyat tomó un vaso pequeño lleno de aceite de una de las sacerdotisas y regresó donde estaba Dogannu. Derramando el aceite por toda su espalda y culo, Dogannu se calmó cuando el aceite tibio lo ayudó a relajarse. El líquido goteó por sus costados y terminó en el suelo.

Aalyat se arrodilló de nuevo detrás de Dogannu y puso sus manos en sus nalgas. Suspiró mientras acariciaba esas nalgas lentamente, sus pulgares masajeaban el esfínter de Dogannu y estiraban ligeramente su ojete, haciéndolo gemir de éxtasis. La sacerdotisa dejó de jugar con su esfínter y masajeó su espalda, esparciendo el aceite por todas partes.

"Te gusta esto?" preguntó Aalyat.

Asintiendo, Dogannu no fue capaz de decir una palabra. No importaba si él no podía expresar lo que estaba ocurriendo en su interior. Sintiendo una sombra oscura viniendo sobre él, un frío repentino invadió su cuerpo seguido de una ola de calor que intensificó su deseo. Sentada sobre su espalda y presionando su pene erecto contra su piel aceitosa, Aalyat le clavó dos dedos a ambos lados de la boca y le obligó a abrirla de par en par estirando sus mejillas. Un murmullo bajo escapó de su boca y Aalyat sonrió complacida.

"Buen chico... sí..." murmuró la sacerdotisa, dándose cuenta de lo sumiso que era Dogannu.

Sumiso o no, una inseguridad creció dentro de Dogannu. Era como si la sombra que invadía su cuerpo le estuviera diciendo que en el fondo, Aalyat ya no era la misma mujer, incluso si le decía lo que quería oír de ella. Respirando más rápido, su cuerpo se tensó bajo su peso cuando Aalyat presionó sus tetas contra su espalda. Unas gotas de sudor se deslizaron por su frente y la sacerdotisa acercó sus labios a su oído una vez más.

"Oh mi Dogannu... si pudieras tener alguna idea de cuánto te amo, no me tendrías tanto miedo..." Aalyat susurró y Dogannu gimió en respuesta.

Sacudiendo su cabeza de izquierda a derecha, arriba y abajo, Aalyat se divirtió un poco antes de ponerse de pie. Dogannu permaneció a cuatro patas, esperando lo que ella quisiera hacer. No pasó mucho tiempo hasta que ella se arrodilló de nuevo frente a él y lo besó de nuevo.

''Qué estás haciendo, por Astarté Oscura?'' Daemeeth pensó con impaciencia mientras miraba a Aalyat. Y la hermana gemela de Diamnith no era la única que pensaba lo mismo.

El más sorprendido y feliz de todos era el sacerdote Hatimekh. Por supuesto, era muy cauteloso sobre el peligro real que representaban Aalyat y sus fanáticos, pero esto era algo por lo que agradecer al dios El.

''Crees que Dogannu tuvo algún éxito hoy? Por la manera en la que Aalyat se está comportando,'' le preguntó el sacerdote Themeon a su amigo en un susurro.

''Shhh... aquí no. Debo decir que estoy tan sorprendido como tú ahora, pero no podemos confiar en Aalyat bajo ninguna circunstancia,'' respondió Hatimekh y Themeon asintió.

Mientras tanto, ella lo obligó a arrodillarse frente a ella. Su polla erecta brillaba debido al aceite sobre la espalda de Dogannu y la luz de los fuegos y antorchas que rodeaban el altar, al igual que todas las partes de su cuerpo. Poniendo su mano sobre su cabeza, la cara de Dogannu terminó debajo de esa gruesa polla. Podía oler su fuerte aroma dominante y una poderosa ola de lujuria y perversidad se apoderó de él.

''Este es el lugar al que perteneces, Dogannu. Ahora ven y chúpame la polla,'' exigió Aalyat.

Mirándola con devoción y agarrando su verga intimidante por la base, Dogannu abrió la boca y se tragó la mayor parte de esa enorme polla. Un grito general de triunfo y algunos insultos vinieron de los fanáticos de Aalyat y sus voces y gritos resonaron en todo el templo, acojonando a más de uno.

Daemeeth contempló el centro del altar, feliz al ver a Dogannu ahogándose con la polla de Aalyat. Más allá de su visión, Edrok estaba masajeando su vara dura bajo su túnica mientras observaba a Aalyat y Dogannu, recordando cómo le chupó la polla a Diamnith antes.

Con arcadas y tosiendo, Dogannu estaba siendo follado por Aalyat, quien tenía las manos en su cabeza y marcaba el ritmo. La joven suspiró y cerró los ojos mientras obligaba a Dogannu a ir hasta el final. La idea de tener el control y dominar a Dogannu era incluso más excitante que tenerlo chupando su polla. Aalyat sonrió e inclinó la cabeza un poco hacia atrás mientras Dogannu se atragantaba con su polla.

''Oh sí! Esto se siente tan bien!'' exclamó, sintiendo la respiración agitada de Dogannu en su pelvis.

Sin ninguna posibilidad de cambiar las tornas por el momento, Dogannu simplemente se quedó de rodillas con la boca llena de su polla y su mano izquierda sacudiendo su propia polla. La otra mano estaba en la nalga de Aalyat, masajeándola y apretándola. Ella le dio una breve tregua y Dogannu se tomó las cosas con más calma mientras chupaba y besaba cada centímetro de esa maravillosa polla, una polla que le robó la virginidad y le hizo sentir muchas cosas, desde la desesperación hasta la satisfacción.

Usando la punta de su lengua, Dogannu lamió su glande y fue así hasta la base. Aalyat se mordió los labios y puso los ojos en blanco. Su rostro no podía ocultar la satisfacción que estaba sintiendo y dejó escapar un gemido de placer. Luego abrió la boca y chupó esa polla lentamente, saboreando cada centímetro de ese pedazo de carne impresionante, escupiendo en la palma de su mano y luego pajeándola con fuerza antes de llevársela a la boca. Aalyat lo miró fijamente, sonriendo, pero de vez en cuando su rostro mostraba signos externos de éxtasis. De repente le puso las manos en la frente y Dogannu sintió que temblaba un poco.

"Detente o me correré!" gimió Aalyat con una voz cansada pero complacida y sacó la polla de su boca hambrienta. Delgadas líneas de saliva escaparon de su boca y también gotearon de su brillante polla.

Ayudando a Dogannu a estar a cuatro patas, le dio una nalgada en ese culo un par de veces antes de empujar su cara contra el suelo frío, dejando su culo levantado y expuesto.

''Te ves tan sensual desde este ángulo... mmm... muy sensual,'' Aalyat ronroneó.

Escupiendo un poco de saliva en su culo, la sacerdotisa clavó sus pulgares y comenzó a estirar el esfínter de Dogannu con cuidado. Cerró los ojos y relajó su cuerpo, el lado izquierdo de su rostro estaba contra el piso, no tan frío pero no le importaba, sintiendo los pulgares de Aalyat trabajando en su esfínter y estirándolo ampliamente para el ritual; Dogannu exhaló y dejó la boca abierta.

Deslizando otro par de dedos, Aalyat no se sorprendió de lo fácil que estaba estirando el trasero de Dogannu. Después de todo, dos noches de sexo duro siempre ayudan, pensó y sonrió. Su "víctima" estaba a su disposición, su respiración era errática y muy rápida.

Una vez que se aseguró de que Dogannu estuviera listo para otros desafíos, Aalyat se arrastró a cuatro patas detrás de él y acercó la cara a sus nalgas. Podía sentir su aliento allí, tan cerca y listo para meter su rostro entre sus nalgas. Sintiendo un cosquilleo y una sensación húmeda en su ano, le indicó a Dogannu que Aalyat estaba lamiendo su ano con la punta de su lengua.

"Mmm... se siente tan bien," pensó Dogannu y se mordió los labios.

Poniendo sus manos en su trasero, ella siguió lamiendo ese pequeño y rosado agujero y, a veces, Aalyat se rió al notar que su esfínter palpitaba un poco. Las cosas se calentaron rápidamente mientras ella hundía su lengua más y más profundamente, moviéndola dentro de su trasero y haciendo que Dogannu gimiera y gritara de éxtasis.

Después de un rato lamiendo y follando con la lengua su culo, Aalyat usó una de sus manos para jugar con los huevos y la polla de Dogannu. Se puso duro en cuestión de segundos y, tomando un pequeño descanso, ella masajeó sus bolas con una mano y acarició su polla dura con la otra, ordeñándolo.

''Astarté Oscura quiere que te corras antes de que comencemos... voy a ordeñarte adecuadamente y ofrecerle tu semilla. Entonces, te follare hasta que me ruegues que me detenga... es un gran plan, no crees?'' murmuró Aalyat, como si pensara en voz alta y al mismo tiempo le informaba a Dogannu sobre sus intenciones.

Dogannu no pudo responder porque su mente estaba en blanco y los instintos básicos de su cuerpo eran los únicos que respondían. Aalyat seguía masturbándole la polla más rápido y lo único que se podía escuchar en el templo eran las oraciones de las sacerdotisas del Sol, sirviendo a Astarté Oscura para el ritual. Bueno, no todas ellas. Daemeeth quería gritar pero no necesariamente oraciones del Samikhred Usim. Esta vez Mirlya abrió los ojos para ver si su hijo estaba bien y notó la mirada enloquecida de Daemeeth.

''Diamnith… Diamnith! Estás bien?'' Mirlya susurró lo más fuerte que pudo para evitar que alguien más escuchara sus palabras.

"Sí... esto es repugnante," respondió Daemeeth sin mirar a Mirlya. Pensó que su amiga, al igual que ella y algunos de los presentes en el templo, no estaba de acuerdo con el ritual y cómo estaba sufriendo Dogannu. De alguna manera Mirlya tenía razón, pero no por las mismas razones que ella.

Y obviamente, su hijo no estaba sufriendo. Daemeeth lo tenía claro y por eso estaba tan enojada. Aalyat aumentó el ritmo de su mano y ambos amantes gritaron y Dogannu casi perdió la fuerza de sus piernas cuando un torrente de semen proveniente de sus huevos como una ráfaga terminó en el suelo. La sacerdotisa de la noche siguió sacudiendo esa polla hasta que no goteó semen. Con los ojos en blanco, sin aliento y las piernas temblando sin control, Dogannu no pudo quedarse más a cuatro patas y se tumbó en el suelo, exhausto.

"Ahora es el momento de amarnos... mi amor," indicó Aalyat en voz baja y saltó sobre Dogannu. Agarrando sus muñecas con sus suaves y delicadas manos, el joven sintió su peso sobre su cuerpo pero no dijo una palabra. Su piel suave se sentía tan agradable y cuando sus tetas se presionaron contra su espalda aceitada, fue la mejor sensación del mundo.

Pero había mejores sensaciones y Aalyat se aseguraría de ello. Su polla gorda y rígida descansaba contra sus huevos drenados y los punteaba, tratando de abrirse camino hacia su culo. Deslizándose por su espalda, puso su cabeza junto a la de Dogannu y su glande se deslizó entre sus nalgas, haciendo algo de presión. Su cipote rígido venció la pequeña resistencia del esfínter de su amado Dogannu y lo devolvió a sus sentidos, llenando lentamente su trasero con sus 23 cms.

Puños cerrados, ojos bien abiertos y con signos de poca agonía al principio, así se sintió Dogannu durante el primer momento. Tener sus entrañas invadidas por la polla de Aalyat una vez más de una manera menos agresiva fue algo bueno, considerando lo dotada que estaba. Finalmente, su pelvis rozó sus nalgas. La penetración era completa y ahora ella permaneció inmóvil, ayudando a Dogannu a soportar el dolor y la incomodidad inicial. Separó un poco las piernas para estar más cómodo y ayudarla a llegar más profundo en su culo.

"Esto se siente tan bien..." le susurró al oído.

"Sí... el piso del altar está frío, de lo contrario sería perfecto..." respondió Dogannu.

"Está bien... entonces déjame calentarte," se rió Aalyat.

Después de esperar un par de minutos, supo que era hora de comenzar y Aalyat comenzó a mover sus caderas lentamente. Su polla llegaba lo más profundo posible y esa penetración lenta provocó en él muchas sensaciones y reacciones, con un poco de resistencia pero acogedora al mismo tiempo. Dogannu cerró los ojos y suspiró. Aalyat sujetó sus muñecas para mantenerlo bajo su control y siguió moviendo sus caderas y empujando su polla profundamente dentro de sus entrañas.

Dejó escapar un gemido de éxtasis y sacó la lengua. Apoyando su rostro en su hombro, Aalyat aumentó el movimiento de sus caderas y su polla entró y salió más rápido. Como prometió, volvería a calentarlo y no era solo cuestión de follarlo y dejarlo allí. Aalyat también frotó su cuerpo contra él con más ímpetu, luego lamió y mordió su hombro apasionadamente. Sentir su lengua recorriendo su piel y sus afilados dientes clavándose en su cuerpo hizo volar la mente de Dogannu. Ahora, ansiaba más intensidad.

"Más duro... fóllame más fuerte..." Dogannu rogó a Aalyat.

La sacerdotisa dejó de follar a Dogannu y le sacó la polla del culo. Ofreciendo su hombro, ayudó a Dogannu a levantarse sobre sus propios pies. Cuando Aalyat estuvo completamente seguro de que podía levantarse por su propia fuerza y ​​consciente, le dio otra instrucción.

''Pon tus brazos alrededor de mi cuello y relaja tu cuerpo.''

Sin previo aviso, lo levantó como a un pequeño recipiente de porcelana y Dogannu la abrazó con fuerza para no caer. Aalyat se rió después de ver a Dogannu un poco inseguro y lo manejó como si fuerse tan liviano como una pluma.

"No te preocupes, no te caerás… no al suelo por supuesto," bromeó ella en voz baja.

Una sonrisa nerviosa apareció en sus labios y la sacerdotisa lo besó una vez más, lenta y tiernamente. Dogannu estaba descansando su culo sobre su polla erecta. Envolvió sus piernas alrededor de su cintura mientras Aalyat separaba sus nalgas al máximo y sintió su glande apuntando hacia su culo. Después de dos intentos fallidos empujando, tuvo éxito en el lugar correcto y su glande caliente se deslizó dentro. Dogannu se mordió los labios y su amada mujer sonrió, obteniendo placer de la mirada angustiada que puso en su rostro.

"Oh, dioses, no sé cómo puedes apretar tanto mi polla... pero se siente maravilloso," comentó Aalyat con deleite.

En la posición actual que estaba siendo empotrado, Dogannu no tenía ningún control. Se sentía impotente, indefenso, pero de alguna manera el joven estaba más excitado que antes. Aalyat notó algo de humedad en su abdomen que provenía del glande de Dogannu cubierto de líquido preseminal. Ella sonrió antes de derretir sus labios carnosos sobre los de él.

Con sus extrañas completamente empaladas por la polla de Aalyat y realmente ensanchadas, Dogannu asintió rápidamente y, agarrando sus nalgas con más fuerza, Aalyat le hizo subir lentamente. Antes de que Aalyat pudiera sacar su glande, lo empujó hacia abajo hasta que enterró su polla profundamente dentro de él. La sacerdotisa se rió y repitió el proceso. Dogannu cerró los ojos y se mordió los labios, conteniendo el innegable placer que estaba sintiendo. Tensó su cuerpo y abrazó a Aalyat tan fuerte como pudo.

Ella le hizo rebotar en su polla más rápido y su amante dejó escapar un leve gemido de éxtasis. Aalyat puso a trabajar sus caderas y comenzó a follarle el culo y al mismo tiempo Dogannu cabalgó en ese maravilloso cipote para aumentar el placer que estaban experimentando.

"Ahh... ahh..." gritó Dogannu y clavó las uñas en la espalda de Aalyat.

"Sí... sí... cabalga mi polla!" murmuró Aalyat en su oído.

La constante fricción entre sus cuerpos hizo que la polla de Dogannu se endureciera en cuestión de minutos. Aalyat sintió la palpitante polla caliente apretada contra su vientre y, sacando su verga de su culo, puso las piernas de Dogannu sobre sus hombros y su cabeza se inclinó hacia atrás. En esa posición, tuvo que luchar mucho para no caerse y Aalyat cargaba con todo su peso, pero luego de ajustar su equilibrio separando un poco más sus piernas, no tuvo problemas para soportar su peso.

Fue muy difícil para Dogannu permanecer en esa posición; sin embargo, Aalyat estaba lista para hacerle sentirse mucho mejor. Le tomó un tiempo abrirse paso por su esfínter, pero cuando lo hizo, la joven le follo el culo como si no hubiera un mañana. Su polla entraba y salía de su dulce agujero a toda velocidad, sus nalgas eran golpeadas por los huevos y pelvis de Aalyat con un interminable martilleo que hacía que Dogannu viese estrellas.

''Fóllame más fuerte, perra! No te detengas!'' exigió Dogannu.

Esas palabras fueron como un buen vino para Aalyat. Ella lo empotró con más fuerza y ​​el eco de su pelvis golpeando su trasero fue el único ruido en el Templo además de las voces quejumbrosas de los amantes. Ahora Daemeeth sonrió y asintió un poco, admirando cómo Aalyat estaba follando el culo de Dogannu con fuerza.

Duraron así otros cinco minutos hasta que se sintió cansada y con un último empujón, le clavó su polla profundamente dentro de él. Dogannu sintió su cálido y cansado aliento a centímetros de distancia y se besaron de nuevo, Aalyat le metió la lengua en la boca para degustar mejor su beso.

"La próxima vez, no me llames perra o podría enojarme contigo de verdad," susurró después de que se separaron y luego sacó su polla de su culo.

Dogannu sintió que sus piernas estaban debilitadas y Aalyat lo ayudó a acostarse de espaldas. Tumbada sobre su cuerpo sudoroso, su rostro y labios estaban a centímetros de los de Dogannu y sonrió tiernamente.

"Nunca jamás olvides esto... te amo de verdad, Dogannu," murmuró.

"Y yo te amo... siempre lo hice," respondió.

Su corazón latía más rápido y por un segundo se olvidó del ritual y de las más de mil personas a su alrededor. Ella frotó su cuerpo contra el de él y su polla tuvo otra erección. Ofreciendo sus deliciosas tetas, Dogannu las chupó como si fueran un par de jugosas frutas. Presionando su cabeza contra sus pechos, Aalyat gimió en voz alta. Luego miró a su acólita entre las otras sacerdotisas del sol. Daemeeth negó con la cabeza imperceptiblemente y sus ojos estaban llenos de odio, pero no pudo hacer nada para evitar la blasfemia de Aalyat contra Astarté Oscura.

Al joven le encantó la suavidad de la piel de Aalyat y su dulce olor, como si estuviera usando un fino perfume de los dioses. No le ayudó pensar con claridad y obviamente quería probar más. Sin embargo, Aalyat bajó besando su camino hacia su rígida polla y tragó cada centímetro en el primer intento.

"Oh dioses, esto es tan bueno... sigue, dulce Aalyat," murmuró Dogannu, poniendo su mano en su cabeza para hacer que ella lo chupase su polla completamente.

Ella sujetó y apretó sus testículos con una mano, la otra acariciando su polla lentamente y su boca húmeda trabajando en su glande. Dogannu separó los brazos y gimió excitado cuando otra sacerdotisa de Astarté Oscura llegó al altar sosteniendo una vara larga con una esfera de hierro llena de esencia.

Dogannu inhaló el humo de la vara y de repente su cuerpo se sintió diferente, ligero como una pluma, pero oleadas de calor lo invadieron de nuevo. Además, todo parecía distorsionado y cuando miró a su alrededor, el Templo estaba vacío. Solo Aalyat estaba en el altar.

El hecho de estar de repente solo lo sorprendió y se aceleró su respiración. Lo que lo sorprendió más, llevándolo a una delgada línea entre la sorpresa y el miedo, fue Aalyat. Sus ojos bajaron a su polla para verla chupando su polla y ella lo miró, sus ojos parecían extraños; uno de ellos gris como de costumbre, pero el otro iris se puso rojo. Aalyat se rió y no rompió el contacto visual con él mientras chupaba su verga hasta la base.

Sus pensamientos eran cada vez más torpes, y Dogannu no podía estar tan seguro de lo que era real o parte de su imaginación. Las llamas bailaban alrededor del altar, rodeándolos, aumentando el calor y la tensión que Dogannu sentía dentro de él. Su propia piel se sentía diferente, insensible y fría; volviendo a mirar su entrepierna, vio que Aalyat había cambiado. Su piel se volvió gris y se cubrió de grietas y se dio cuenta de que la mujer que le chupaba la polla con placer ya no era ella y entró en pánico por un segundo.

"Tu eres mío..." susurró Astarté Oscura después de sacar su polla de su boca y sonreír.

Parpadeando, las visiones se desvanecieron y volvió en sí. Aalyat estaba chupando sus huevos y lamiendo su líquido preseminal. Dogannu abrió la boca, tratando de calmarse cuando otro gemido de éxtasis escapó de su boca, saliendo de lo profundo de su alma. Sus músculos se contrajeron cuando su amada mujer lamió su glande sin parar.

''Así, así... oh, dioses! Quiero correrme, Aalyat!'' rogó él.

Su lengua no se detuvo por más de un minuto y los gritos de Dogannu resonaron por todo el lugar. Llevándolo al clímax, no duró mucho. Los espasmos se apoderaron de él, especialmente en las piernas y el abdomen. Contuvo la respiración y Aalyat lo pajeó y lamió más rápido. Un chorro caliente y salvaje de semen espeso salió de su polla y terminó en su vientre, pero la sacerdotisa de Astarté Oscura siguió pajeandole la polla hasta que se aseguró de que sus bolas estuvieran completamente vacías.

Dogannu terminó mareado e impotente, pero complacido. Sus piernas se sentían muy pesadas, como si tuviese un par de piedras gigantes atadas a sus muslos. Su mirada reflejaba el alivio y la felicidad que estaba experimentando y la cara sonriente de Aalyat sobre él.

Poniendo sus manos sobre sus piernas y separándolas, Aalyat empujó su glande en el trasero de Dogannu. Rellenó su culo con su enorme trozo de carne y le hizo gemir de nuevo. No se detuvo hasta que ella hundió todos sus 23 cms de nuevo en sus entrañas. Su cuerpo sudoroso se inclinó sobre él y él puso sus manos en su espalda, acariciando sus curvas mientras ella penetraba su culo con más fuerza. La joven sacerdotisa apoyó la cabeza en su hombro y Dogannu pudo oír su respiración errática en su oído.

"Ahh... ahh... ahh..." Dogannu jadeó en su oído, volviéndola loca, así que ella fue más profundo y rápido.

En ese momento del ritual, nada más importaba tanto para Aalyat como para Dogannu. Estaba disfrutando de cómo esa gruesa polla lo horadaba sin piedad, dándole amor y placer y Aalyat apenas recordaba lo que tenía que hacer, algo acerca de una acólita suya, pero ella solo besó la mejilla de Dogannu y siguió empujando su polla dentro y fuera sin descanso.

A medida que ella iba más profundo dentro de él, su polla se estaba poniendo dura de nuevo. Dogannu no podía entender qué tipo de poder sobrenatural tenía Aalyat para hacerlo sentir tan bien con ese trato tan brutal. De alguna manera, su alma estaba unida a la de ella y la abrazó con fuerza contra él. Aalyat besó y lamió cada centímetro de su cuello mientras marcaba un ritmo rápido.

Pronto, los movimientos de Aalyat se volvieron más salvajes. Estaba claro que su orgasmo estaba más cerca ahora cuando Dogannu apretó su polla con su esfínter. Esa pequeña resistencia la hizo poner los ojos en blanco y sus gemidos llenaron el templo cuando Dogannu sintió que su cálida semilla se depositaba profundamente dentro de él. Después de una última embestida, Aalyat se rindió y apoyó su cuerpo sobre el de Dogannu.

Tratando de recuperar el aliento y la energía, Dogannu la abrazó y le acarició la espalda y el culo. Ella lo miró fijamente y una vez más, Aalyat cambió; era la misma criatura que había visto un momento antes.

"No puedes cambiar tu destino, Inicuo," murmuró Astarté Oscura.

El joven volvió a parpadear nerviosamente y todo volvió a ser normal. Aalyat, a pesar de estar exhausta, notó que la mirada de satisfacción de Dogannu se había desvanecido cuando él la miró.

"No lo disfrutaste, verdad?" le preguntó, un poco decepcionada.

''No. Lo disfruté... es solo que... todo está bien,'' respondió Dogannu y sonrió. Al final, Aalyat asintió y sonrió, pero no estaba del todo feliz porque estaba segura de que Dogannu no estaba siendo honesto con ella.

Ella le sacó la polla del culo y el semen comenzó a salir. Ayudado por una sacerdotisa, Aalyat se vistió y dejó a Dogannu solo en el medio del altar. Las Sacerdotisas del Sol alrededor del altar se pusieron de pie y lo ayudaron. Estaba confundido, pero en el fondo, feliz... y esa era la razón principal de su mirada inexpresiva.

La única sacerdotisa que no parecía contenta con el final del rito era Daemeeth. Evitó mirar a Dogannu o a cualquier otra de las sacerdotisas y siguió mirando al suelo mientras preparaban la camilla para llevar a Dogannu de regreso a Ashtaroth. Una vez que terminaron, ella se alejó, haciendo caso omiso de una sorprendida Mirlya y las otras sacerdotisas. Mientras la gente abandonaba el templo claramente insatisfecha, Asded-abu vio que Daemeeth se alejaba frente a él. Corriendo, alcanzó a la mujer enojada y caminó junto a ella hasta que salieron de la cueva.

"Podemos hablar? Debo deciros algo muy importante, sacerdotisa Diamnith,” dijo.

“Me siento muy cansada, tal vez mañana,” se excusó.

“Esto no puede esperar hasta mañana, se trata de ti! Estás en peligro,” insistió Asded-abu.

Daemeeth se detuvo y le miró.

''Ahora todos estamos en peligro, sacerdote. Los fanáticos de Astarté Oscura son numerosos y devotos,” dijo Daemeeth con un ligero atisbo de orgullo en su voz.

"Me temo que hice algo terrible, me asustó su amenaza y..."

"De qué estás hablando?" ella le interrumpió, pero supuso que se refería a ella.

Alejándose de sus fanáticos seguido por Asded-abu, Daemeeth lo guió al lado este de la colina para que nadie los viera ni escuchara.

"A dónde vamos?" Asded-abu preguntó ansiosamente.

"Ya casi llegamos," indicó Daemeeth sin mirar atrás.

Una vez que estaba segura de estar lo suficientemente lejos, Daemeeth dejó de caminar y se dio la vuelta.

“Vale, aquí podemos hablar libremente. Ahora, qué es eso tan terrible que te asustó?''

“Sacerdotisa Diamnith, tu hermana Daemeeth no está muerta y está buscando venganza por lo que sea que le hiciste cuando eras una sacerdotisa de la Noche,” reveló Asded-abu.

"Lo sé..." musitó Daemeeth sin sorpresa.

''Dijo que me mataría si no le decía dónde estabas, por Baal no estoy mintiendo! Me temo que quiere matarte y ayudar a Aalyat a completar el ritual!” exclamó desesperado el sacerdote.

"Supongo que sí..." dijo Daemeeth sin mostrar ninguna emoción.

''Sacerdotisa Diamnith! Esto es muy serio, debemos informar a los otros sacerdotes y ofrecer una recompensa por su cabeza!” Asded-abu exclamó, angustiado por la indiferencia de Daemeeth.

Daemeeth dio un paso adelante, suspiró y miró a su alrededor lentamente para comprobar que estaban solos. Escondió sus manos dentro de su túnica negra y sintió la empuñadura fría del cuchillo colgando del lado izquierdo y puso su mano en la empuñadura.

“Debo contarte un secreto también, sacerdote Asded-abu…” dijo Daemeeth en voz baja y dio dos pasos hacia adelante. Asded-abu dio un paso atrás.

"Sacerdotisa Diamnith, qué quieres decir?" dijo, ya no nervioso, sino presa del pánico. Una sonrisa cruel apareció en los labios de Daemeeth.

"Yo soy Daemeeth..." confesó y sonrió. Sosteniendo con fuerza la empuñadura, atacó a Asded-abu.

Saltando sobre él y derribándolo, lo apuñaló sin piedad. Una y otra vez, sin parar y riendo, Daemeeth le clavó el cuchillo en el pecho y el vientre. Incluso después de que Asded-abu estaba claramente muerto, no se detuvo hasta que machacó su cuerpo. Parte de la sangre terminó en su cara por la forma en que siguió apuñalando al sacerdote y sacando el cuchillo. Cansada y sin aliento después de esa rabia asesina, Daemeeth le gritó y luego se acostó junto al cadáver tratando de recuperar el aliento y riendo en voz baja, esparciendo la sangre en sus manos por todo su rostro.

"Salve Astarté Oscura..." murmuró cuando cogió un poco de aire y rió desquiciada.

El sol se estaba alzando en el cielo y la gente de Ashtaroth estaba lista para comenzar su rutina de arduo trabajo. A un par de kilómetros de la ciudad, las pisadas de una figura misteriosa eran acalladas por la arena, caminando sin pausa y con calma. Una espada colgaba del lado izquierdo y una bolsa de cuero del lado derecho, que hacía un ruido metálico continuo. La larga capa de la persona desconocida ondeaba a su espalda debido al viento constante.

Finalmente, deteniéndose cerca de la entrada principal de Ashtaroth, el cabello rubio largo y liso ondeando por el viento parecía estar en llamas gracias a la luz del sol. Cuando la mujer puso las manos en la cintura, miró fijamente la ciudad.