La Sacerdotisa De La Noche: Capítulo I - Prólogo

Traducción oficial de mi relato de Literotica (The Priestess of the Night). Qué clase de sacrificios fueron hechos por el bien de la sociedad?

Hola a todos. Una nueva ronda de mi temática favorita, Historia Antigua. Esta serie es la más exitosa de las que he escrito hasta ahora, un poco más oscura y compleja que las anteriores, con mucha traición, secretos e intrigas y sexo salvaje al estilo antiguo. No pretendo ser estrictamente fiel a la Historia (pero tampoco aparecerá un coche o un rascacielos). Edite esta versión debido a que la versión original (Inglés) contiene mayor violencia y las escenas de sexo son más perturbadoras, vamos, que es un clásico con la mayoría de pelis de terror y/o violencia extrema, las versiones completas siempre salen en Yankeelandia y Japón (Te amo autocensura risas). En este primer capítulo introducire a algunos personajes principales y la trama inicial de la historia, pero debido a la extensión del mismo, lo dividire en dos partes.

La humanidad siempre se ha sentido atraída por lo religioso. Desde Sumeria hasta Egipto, Babilonia, Grecia y muchas otras civilizaciones antiguas y modernas, cada nación tenía/tiene su propio dios o dioses (según la cultura y otros factores), pero, qué tipo de sacrificios se hicieron por el bien de la sociedad? En el año 1.557 a. C., el Cercano Oriente estaba en relativa calma, la dominación hitita estaba en su apogeo y los egipcios se estaban volviendo más fuertes para desafiarlos. Los cananeos fueron divididos entre ellos, el norte y el centro eran parte del Imperio Hitita y solo una pequeña región en el sur era parte del Imperio Egipcio, luego los egipcios reclamaron casi todo el país para proteger sus rutas comerciales que salían de Menfis y otras ciudades. La frontera se estableció a 30 kilómetros al sur de Qadesh cananea. Una fuerte y larga sequía estaba afectando a la región en ese tiempo, la siembra y la cosecha eran mínimas, todos los pueblos y ciudades antiguas estaban sufriendo.

Ashtaroth no era la excepción. Este pequeño pueblo, cerca del actual río Yarmuk, tenía un inmemorial culto a Astarté, diosa de la Luna y la cosecha, y parte de las personas también servían al Sol en una población humilde de 15.000 almas. Una de esas almas estaba fuera del pueblo, un joven llamado Dogannu. Era un joven alto y delgado, de 23 años, cabello negro, corto y rizado, piel bronceada (por exposición al sol), también tenía un lunar en la mejilla izquierda y una pequeña barba. Dogannu estaba en la granja familiar, tratando de cosechar algo, pero no había mucho que cosechar para llenar su bolsa. Él suspiró y guardó sus herramientas dentro de la bolsa y regresó a la ciudad.

Maldecía en su mente, culpando a Baal por no dar la lluvia a su tierra y a Astarté por no ayudar con la cosecha. Pero, a pesar de lo que Dogannu creía, a su madre y en especial a su padrastro no les gustaba su actitud desafiante con los dioses. El sol estaba bastante alto en el cielo y quemaba en gran manera, el joven miró hacia arriba y vio la estrella, "Joder, me estás quemando la piel, basta," dijo enojado. El sol ignoró a Dogannu e incluso aumentó su brillo, "Vete a la mierda, dios estúpido. Eres inútil,'' se quejó Dogannu de nuevo mientras se acercaba a Ashtaroth.

La ciudad de Dogannu era pobre antes del comienzo de la sequía, y ahora era peor. Teniendo en cuenta que el pueblo no tenía murallas, era normal ver grupos de bandidos del desierto atacando los pocos edificios comerciales y tiendas para robar comida o cualquier objeto, particularmente metales. Así que Ashtaroth tenía en su mayoría casas y edificios de barro o adobe, las calles estaban polvorientas, abarrotadas y eran crueles. Solo los templos de Astarté y Sol estaban hechos de piedra y bien decorados para adorar a los dioses correctamente.

Para ser justos con Dogannu, él no odiaba a los dioses, pero la situación en su hogar no era exactamente la mejor, su padre había muerto en la guerra contra los hititas, por lo que su madre Mirlya se volvió a casar, y él nunca sintió la presencia de los dioses durante sus tragedias. Caminó por la calle principal y entró en una calle pequeña llena de vendedores, que aprovechaban la sequía para hacer fortuna y ganar almas de hombres a cambio de comida, principalmente. Después de salir de la parte concurrida de la calle, llegó a una zona menos concurrida de la misma, con casas humildes de dos pisos, vio a una mujer de cabello castaño rojizo en una de ellas y se acercó.

''Finalmente estás de vuelta, dónde has estado?'' dijo Mirlya. Además de su cabello lacio castaño rojizo, la madre de Dogannu era alta, de cuerpo delgado, tetas pequeñas y trasero pequeño y redondo. Pero el atributo más atractivo eran sus ojos, el izquierdo era azul y el derecho era verde. Ella vio la bolsa de su hijo llena de herramientas y sin comida, luego de unos segundos él respondió a su pregunta, “Estaba en la granja, obviamente. No hay nada ahí...'' suspiró.

''Oh no, esperaba la ayuda de Astarté. Ofrecí muchos sacrificios los últimos dos meses,'' dijo un poco triste.

''Madre, ella no nos ayudará. Los dioses no nos ayudarán, tres años esperando la lluvia y la cosecha y nada,'' reprochó Dogannu.

''No vuelvas a decir eso, no quiero escuchar eso. Seguro que nos ayudará, será mejor que pidas perdón a Astarté o algo peor vendrá sobre esta familia y esta ciudad,'' dijo Mirlya molesta.

''Como sea… volveré adentro, a limpiar,'' dijo y dejó a su madre en la puerta.

Entró y dejó su bolsa en un rincón, luego Dogannu fue hasta la parte trasera y limpió las ollas de comida y quitó el polvo de su amado cuchillo. A continuación, el muchacho degolló y preparó uno de los corderos y lo puso en una de las ollas y puso la olla al fuego. Llamó a su madre y ella se quedó allí para cocinar el animal, Mirlya observaba mientras su hijo estaba fuera de la casa, viendo a la gente vociferar como perros rabiosos cuando la comida era el tema.

Ella lo llamó cuando la comida estuvo lista, ambos la comieron en silencio, Mirlya agradeció a Astarté por el cordero y Dogannu suspiró, molesto. Pero cuando estaba a punto de reprenderlo, apareció un hombre de la calle con una bolsa de piel en la mano izquierda que chorreaba algo parecido a sangre y un hacha en la derecha cubierta de sangre. El hombre era obviamente el esposo de Mirlya, Hanoth, alto, fuerte, ojos y cabellos negros largos, era un feroz guerrero filisteo que no conocía el significado de la palabra "modales". Él llevaba un atuendo de piel de cordero, puso la bolsa sobre la mesa y mostró la cabeza de un hombre, Mirlya chilló conmocionada y Dogannu evitó mirarla.

''Este bastardo te insultó en mi presencia, en el mercado de esclavos. Me he asegurado de que no lo vuelva a hacer,'' informó Hanoth.

''Oh Hanoth! Deja de hacer esto, por todos los dioses, estamos comiendo,'' se quejó Mirlya con su esposo.

''Mujer, TE INSULTÓ! Yo solo defendí la reputación de mi mujer,'' argumentó Hanoth en su defensa, sin quitar la cabeza de la mesa.

"Quita esa cosa de aquí, ya la escuchaste," le dijo Dogannu a Hanoth y el hombre colocó su hacha sobre la mesa, enojado.

''No me provoques, no soy como tu padre. Cuando hablo, te quedas en silencio, entendido?" dijo Hanoth y Dogannu se quedó callado. "Lo has entendido?" gruñó agresivamente y Dogannu asintió.

"Está bien, gracias por defender mi honor," dijo Mirlya tratando de bajar la tensión, pero Hanoth no había terminado exactamente.

"No te escuché chico, lo dejé claro?" repitió.

"Si señor," respondió Dogannu.

"Da gracias a Sol y El que estoy de buen humor ahora, de lo contrario..." dijo Hanoth y puso su mano en la cabeza decapitada. Volvió a guardarla en su bolsa y salió para enterrar la cabeza en el patio trasero.

Hanoth regresó y comió con ellos. Un tenso silencio invadió el lugar, Dogannu de vez en cuando lo veía comer, y su madre en actitud sumisa le servía como buena esposa, ésa era una de las cosas que le disgustaban de Hanoth, pero permaneció en silencio. Su padrastro terminó su comida y se puso de pie, Mirlya lo siguió, siempre limpiaba las manos de Hanoth después de cualquier comida; Dogannu terminó unos minutos después y tomando su cuchillo, salió de la casa.

Se alejó de su casa, siguió la calle del mercado y giró a la izquierda. Esquivó a cientos de personas que se movían por el mercado, o simplemente mirando a nada en particular, cuando el grito de terror de una mujer llenó el aire. Todos quedaron paralizados, y luego apareció un grupo de bandidos del desierto, atacando a cualquier persona desafortunada cerca. Dogannu apretó su cuchillo y, de repente, estaba peleando con uno de los atacantes, el joven hizo un movimiento rápido y su cuchillo cortó la garganta del bandido. Agotado después de la corta pelea, Dogannu sentó su joven trasero en el suelo, mientras observaba a todos, los atacantes abandonaron la ciudad rápidamente y la gente atendió a cualquier herido o reunían sus bienes.

Dogannu se puso de pie y se movió, ahora que la locura había terminado, regresó a su propio estado de indiferencia. Sus últimas preocupaciones sobre qué hacer, volvieron a sus pensamientos, lo único que lo unía a Ashtaroth era su madre, ahora casada con ese bruto de Hanoth; había escuchado que en el oeste, al otro lado del Gran Mar, había mejores tierras sin sequía y poca población. Desafortunadamente, sin cosecha, no vendía la producción extra a la que estaba acostumbrado, ya que ahora los pocos vegetales y cereales eran para el consumo familiar y el dinero era muy escaso para viajar.

Estaba decepcionado con los dioses. Puso toda su confianza y fe en ellos y no obtuvo nada a cambio. Incluso Sol estaba quemando los campos con su intenso calor y detenía a Baal para que no pudiera enviar las lluvias, ''Parece que todos los dioses están en mi contra,'' pensó. Para empeorar las cosas, su madre y su padrastro decían que él era ingrato con ellos, ya no le importaba, ellos eran ciegos a la verdad.

Sin embargo, Dogannu en el fondo estaba listo para perdonar a los dioses, solo si podían cambiar su suerte actual. Pero esperó tanto que su corazón estaba frío y distante con ellos, cesaron sus oraciones y ofrendas, y cuando alguien los mencionaba, cerraba los oídos y el corazón a esas palabras. Dogannu dejó la ciudad y se acercó a un viejo cedro y se sentó bajo su sombra, apoyando la espalda contra el árbol; pensando profundamente mientras contempla la lejana ciudad.

Mientras tanto, Mirlya se aseó y se preparó con una túnica amarilla para el encuentro con otras sacerdotisas del Sol (ella era una de ellas) cuando Hanoth se interpuso en su camino cuando estaba a punto de salir de la casa.

"Puedes decirme a dónde te diriges?" preguntó Hanoth con seriedad.

"Mi amor, me voy con mis otras hermanas, ya sabes, sacerdotisas del Sol..." respondió un poco nerviosa.

“Mmm… muy curioso, no escuché nada al respecto en el mercado. Sabes que la mujer de Asteimunh también es una sacerdotisa del Sol...'' respondió con desconfianza.

''Esta es una reunión especial, vamos a consultar a Sol, para averiguar qué nos pasa...'' dijo Mirlya y tragó saliva, nerviosa.

Hanoth la miró y se mordió los labios. A parte de eso se hizo a un lado, pero sin apartar los ojos de su amada y hermosa esposa, y le advirtió.

"Ve... los dioses no quieren que llegues tarde, espero que me estés diciendo la verdad... por tu propio bien, amor mío."

Mirlya asintió, se puso el velo amarillo en la cabeza y se alejó. Hanoth la miró hasta que llegó a la esquina y giró a la derecha y él volvió a entrar en la casa. Caminó rápido y salió de la calle principal y siguió andando hasta la casa del Sumo Sacerdote de El, en medio del pueblo. Algunas personas la saludaban arrodillándose, en señal de reverencia y respeto; la mujer caminó más rápido y pocos minutos después, divisó el Templo del Sol. La puerta se abrió y la dulce fragancia proveniente del interior la cautivó, Mirlya respiró hondo y entró.

El interior estaba muy limpio y bien decorado. En el techo había una representación del disco solar hecha de oro, en la pared de la izquierda una gran cantidad de mosaicos con gemas preciosas que representaban el firmamento y las estrellas, al igual que la pared de la derecha, las antorchas daban luz a cada rincón. Mirlya se arrodilló justo debajo del disco solar y siguió caminando, dejó el atrio principal y cruzó el velo que separaba el Atrio y el Salón del Fuego Sagrado. Esta habitación tenía un recipiente con el Fuego Sagrado, el recipiente estaba en el centro, alineado con un agujero en el techo, el propósito del Fuego Sagrado era proporcionar energía al Sol y viceversa.

Siguió el camino hacia el recipiente y caminó alrededor del contenedor, dejándolo atrás, Mirlya se quitó el velo y se lo puso alrededor del cuello. Cruzó otro velo y entró en la Sala Santificada, una sala circular con una enorme esfera dorada al final, el dios Sol. Un grupo de 20 sacerdotisas estaban allí, sentadas en el suelo, formando un círculo perfecto; Mirlya se unió a sus hermanas y una de ellas interrumpió el silencio.

''Bienvenida, Mirlya. Llegas tarde otra vez,'' dijo una mujer blanca de cabello castaño y largo, con una mirada solemne en su rostro. Su nombre era Diamnith, la sacerdotisa principal.

"No volverá a suceder," dijo Mirlya y le ofreció las manos a la sacerdotisa a su izquierda y derecha.

''Bien. Ahora que todas estamos aquí, procedamos... Sacerdotisa Kesri,'' dijo Diamnith, y otra sacerdotisa, alta, morena y con un recipiente lleno de incienso, se puso de pie.

Se paró en medio del círculo, y quemando un poco de incienso, cerró los ojos y comenzó el culto, ''Oh Poderoso Sol, que vives en las alturas, tu Fuego y Luz Sagrada bendicen nuestras vidas y nuestro país, déjanos saber lo que viene para nuestro pueblo, Todopoderoso Sol, tus sacerdotisas están aquí para adorarte, llena nuestro interior con tu luz divina, pon tu Fuego Sagrado en nuestras almas, abrazamos tu majestad y deseamos agradar tu Divina Presencia, Oh Poderoso Sol, perdona a nuestra ciudad, esta ciudad malvada, trae tu viento divino para que Baal pueda enviar las lluvias, perdona a nuestra ciudad,'' dijo Kesri.

"Perdona a nuestra ciudad," repitieron las otras sacerdotisas y Mirlya.

Kesri volvió a su lugar y se sentó, Diamnith levantó las manos y cerró los ojos, las otras sacerdotisas hicieron lo mismo y permanecieron en silencio un rato. La respiración de cada una se podía oír y la Sacerdotisa Principal habló a todas en un susurro audible.

''El Sol está enojado, muy enojado. Nuestro pueblo le ha dado la espalda a los dioses, ignorando su voluntad. Esa es la razón... la razón de nuestras desgracias...'' dijo Diamnith. Pero después de decir esas palabras, mantuvo los ojos cerrados, tratando de escuchar la voz que le susurraba al oído, "Hay más... Sol tiene algo más que decir... uno de nosotros, sí, uno de nosotros, cometió una blasfemia... las oraciones de esa persona malvada... no serán respondidas... rogar perdón y hacer sacrificio aplacará la ira de Sol y los demás dioses...'' concluyó Diamnith y volvió a abrir los ojos.

Todas las Sacerdotisas del Sol estaban preocupadas y mirándose unas a otras, tratando de averiguar quién había cometido la blasfemia. El miedo y la desconfianza era un signo común en todas las mujeres, Diamnith era la única con mirada confiada, la Sacerdotisa Principal se aclaró la garganta y les habló a todas.

''Les aseguro, hermanas mías, que el culpable de esto, sufrirá de una forma terrible y dolorosa si sigue blasfemando el nombre de los dioses, me lo ha revelado Sol.''

Una vez más, todas las sacerdotisas agacharon la cabeza y luego miraron a su alrededor, tratando de captar una señal para descubrir a la culpable, Mirlya estaba realmente nerviosa, se sentía culpable, tal vez no adoraba a los dioses adecuadamente. Diamnith se puso de pie y todas hicieron lo mismo tras ella, la Sacerdotisa Mayor miró a cada una de sus hermanas, antes de terminar la reunión con estas palabras.

"Espero que el Sol Todopoderoso bendiga sus vidas y casas, y que el Maldito, suplique misericordia... Sol Todopoderoso."

"Sol Todopoderoso," dijeron todas las sacerdotisas en coro y una por una comenzaron a salir de la habitación.

Mirlya vio a sus hermanas irse, pero se quedó en el Salón Santificado en silencio, la sacerdotisa principal Diamnith notó su presencia un par de minutos después cuando estaba rezando a Sol en privado, la mujer se levantó de nuevo y se acercó.

"Necesitas algo, Mirlya?" preguntó Diamnith.

"Eh... me preguntaba... te ha dicho Sol quién es El Maldito?" dijo Mirlya y miró a su hermana a los ojos. Diamnith sostuvo su mirada y suspiró, Mirlya se sintió más nerviosa y luego respondió la Sacerdotisa Mayor.

"Creo que ya sabes quién es... Mirlya."

Ella entró en pánico después de escuchar sus palabras, " Lo sabía, perdóname Sol," pensó Mirlya. Permaneció en silencio mientras la Sacerdotisa Diamnith miraba con mucho interés, ''Bueno... te ves muy pálida, hermana Mirlya. Te sientes bien?'' preguntó Diamnith preocupada.

"Uh... estoy bien, sí, solo quería saber si Sol... ya sabes, te contó sobre la identidad del blasfemo... no importa, debo irme..." dijo Mirlya y sin despedirse, dejó a Diamnith muy confundida.

La mujer se apresuró a salir del templo, la luna estaba alta en el cielo, las calles estaban solitarias. Pero después de algunos pasos, Mirlya sintió como si alguien la estuviera mirando desde las sombras, se puso el velo y caminó más rápido. Cuando se estaba acercando a su calle, una sombra emergió de la oscuridad y se estrelló contra ella.

"Por favor, no me hagas daño!!" gritó.

''Madre?'' Mirlya escuchó la voz del extraño.

''Dogannu!! Me asustaste, gracias a los dioses eres tú!'' exclamó aliviada.

En efecto, era Dogannu. Mirlya lo miró con atención y notó que su hijo tenía algo de sangre en la túnica y se puso nerviosa, "Estás herido?" preguntó.

"No, los bandidos del desierto intentaron asaltar la ciudad, maté a uno de ellos, supongo que no me molesté en limpiar la sangre," explicó Dogannu, "Por qué sigues en las calles? Es muy tarde, madre,'' agregó.

“Nuestro servicio en el templo duró más esta vez, Sol nos reveló algunos de sus secretos, creo que existe la posibilidad de que vuelva a llover,” respondió.

''Madre, cuántas veces tengo que decírtelo? Los dioses no nos ayudarán!'' protestó y Mirlya dejó de caminar.

''Dogannu! Será mejor que reconsideres tus palabras, no te atrevas a poner a prueba a los dioses, hijo mío,'' dijo Mirlya.

''No hay nada peor puede suceder, tarde o temprano, el hambre se incrementará y nos vamos a morir, y los dioses lo celebraran,'' dijo Dogannu.

"No prestes atención a sus palabras, Astarté…" susurró Mirlya, en el momento exacto en que llegaron a su casa.

Dogannu abrió la puerta y entró su madre, esperó y la cerró. Hanoth estaba sentado en un rincón con su hacha en su regazo, Mirlya se quitó el velo y lo metió en su cofre sagrado, el filisteo respiró hondo y su rostro enrojeció, Hanoth enarcó una de sus cejas y con un tono muy irónico habló a su esposa.

''Entonces, hablaron los dioses? Apuesto a que tu encuentro fue muy agradable...''

"Oh si amor mío, la sacerdotisa Diamnith escuchó las palabras del Sol, creo que podemos tener una gran oportunidad de traer de nuevo las lluvias a nuestro pueblo," respondió, ignorando el peligro.

"Dime, quién es?" preguntó Hanoth y Mirlya no entendió lo que quería decir.

''Quién es qué? De qué estás hablando?''

''No juegues conmigo, mujer. Sé que la reunión en el templo terminó hace mucho tiempo, ahora dime el nombre del bastardo,'' gruñó agresivamente y se puso de pie con el hacha en la mano.

''Hanoth... no sé... estaba en el templo,'' aseguró Mirlya asustada, ''Estaba en el templo,'' repitió Hanoth con sarcasmo y alzó el hacha, ''No soy tonto, ahora será mejor que me digas la verdad o te mataré a ti y a tu amante!''

"Te está diciendo la verdad, animal!" exclamó Dogannu y se acercó a su madre.

"No te metas conmigo muchacho, o serás el próximo!" Hanoth lo amenazó pero Dogannu sacó con un movimiento rápido su cuchillo y saltó sobre él y le cortó la garganta. Mirlya gritó y Hanoth cayó al suelo, "Qué has hecho?" le gritó a su hijo, Dogannu escupió la cara de Hanoth antes de responderle a su madre, "Se lo merecía..."

Mirlya se quedó en el lugar donde cayó Hanoth, traumatizada, y Dogannu, haciendo un gran esfuerzo, ya que Hanoth era pesado; arrastró su cuerpo fuera de la casa. Lo arrastró lo más rápido que pudo, tomando la misma ruta hacia el viejo cedro y tratando de evitar calles con viviendas, cuando estaba fuera de Ashtaroth, dejó el cuerpo de Hanoth cerca del río. Dogannu le rompió el cuello a Hanoth y usando su cuchillo, cortó la cabeza de Hanoth con dificultad y pateó su cuerpo al río, Dogannu cerró los ojos mientras agarraba la cabeza de Hanoth con su mano izquierda.

''El, dios Supremo, te ofrezco la cabeza de mi padrastro como prueba de mi justicia, sabes que defendí a mi madre,'' dijo.

Dogannu tomó un poco de sangre del cuello y se cubrió las muñecas con ella, luego dejó caer la cabeza y regresó a la ciudad. Encontró a su madre en el suelo, llorando en silencio y temblando, Dogannu se arrodilló y abrazó a su madre, muchas lágrimas mezcladas con el maquillaje de sus ojos cubrían sus mejillas; limpió su rostro y la agarró por las mejillas.

"No te preocupes madre, estaremos bien, te lo prometo..." dijo Dogannu.

''Pero lo mataste... y si los líderes se enteran? Te ejecutarán y no quiero perderte...'' dijo Mirlya y volvió a llorar.

“Shhh… eso no va a pasar madre, te juro, con El como Testigo, que encontraré la manera de sacarte de este pueblo, a mejores tierras, lo juro,” dijo.

"Está bien... está bien, confío en ti..." murmuró y Dogannu la abrazó con más fuerza.

Seis meses después…

Dos viejos agricultores estaban en su campo, preparando la tierra para diseminar sus semillas. Los hombres estaban usando su arado cuando una enorme nube negra se acercó a su terreno, el hombre vestido con una túnica marrón paró su trabajo y miró el cielo, esa nube parecía sobrenatural; moviéndose realmente rápido. Pero se dio cuenta antes de que no era una nube normal, escuchó un zumbido proveniente de ella.

"Langostas!!" le gritó a su compañero.

La nube de langostas se movía rápido, los viejos granjeros corrieron más rápido y se apresuraron a entrar en la casa. En Ashtaroth, miles de personas estaban comprando o caminando en el mercado callejero y el mercado de esclavos cuando notaron las langostas. Todos entraron en pánico y corrieron como locos, las langostas cubrieron el pueblo y Dogannu y su madre volvían a casa desde la granja; con problemas lograron esquivar a la gente en su pequeña calle y las langosta volaron a su alrededor, Dogannu abrió la puerta, Mirlya entró y luego él cerró la puerta detrás de él.

"Oh dioses... por favor, perdonen nuestras faltas..." dijo Mirlya.

"Vamos madre, es sólo un enjambre de langostas, probablemente están aquí debido a los vientos o algo más," razonó Dogannu.

"Las langostas están aquí porque esta ciudad y su gente están dando la espalda a los dioses," dijo Mirlya y se arrodilló en el altar de la casa en la esquina izquierda.

''Madre... vamos, deja de hacer eso...'' insistió, pero Mirlya estaba con los ojos cerrados y rezando a los dioses e ignoró a su hijo.

La plaga duró un par de horas, murieron unas 700 personas y se arruinó la poca comida que había en el mercado. El resto creyó que era una retribución de los dioses, muchos fanáticos aparecieron en los días posteriores al evento, reclamando a todo el pueblo que regresara en sumisión y humillación a los dioses, para encontrar misericordia de ellos. Uno de esos fanáticos era Edrok, hijo de Hatimekh, sacerdote de El; en poco tiempo aglutinó a miles de seguidores, su discurso era contundente y convincente. Edrok era un joven alto y delgado, vestía una túnica blanca con un cinturón dorado alrededor de su cintura, piel pálida, cabello castaño en una cola de caballo, sus ojos eran castaños y delineados con pigmento negro alrededor de sus órbitas. Un día, Edrok estaba en la plaza principal con una multitud de sus seguidores y curiosos, dando uno de sus discursos habituales.

''...y los dioses castigarán a la gente malvada entre nosotros! Necesitamos ser leales a los dioses, adorarlos y a los malvados, la reconciliación es la única manera, a menos que quieran la ira de los dioses sobre ustedes mismos!!'' exclamó Edrok a la multitud y ellos gritaron salvajemente, en apoyo a sus palabras.

Dogannu miró al fanático desde una distancia muy segura, Edrok no era como los demás, era muy persuasivo y miembro de una familia importante. Los oráculos sobre ''El Maligno'', como llamaron a aquella persona que había traído las desgracias sobre todos de acuerdo a lo dicho por Diamnith, fallaron en los últimos seis meses, alrededor de 39 personas fueron sacrificadas a los dioses en la plaza principal, sin resultado; faltaba la lluvia y ahora la plaga de langostas sobrenaturales había devastado los campos y mató muchos de los animales domésticos que utilizaban las familias para sobrevivir. Dogannu se quedó allí con su bolsa cuando tuvo suficiente de Edrok y se alejó.

Saludó a una pareja de hombres que estaban comiendo frente a una casa, con algo que parecía ratas asadas en sus platos, Dogannu tuvo pequeñas náuseas y los dejó rápidamente. Salió de la calle principal y dobló a la derecha hacia la calle pequeña, vio las casas de dos pisos y su madre sentada frente a la puerta con una mesa astral en las piernas, leyendo las señales del cielo.

"Hola madre," dijo Dogannu.

"Oh, hola, estoy leyendo los signos del cielo, la sacerdotisa Diamnith me dijo que con el ascenso de Edrok, los buenos tiempos volverán," dijo Mirlya y le dio espacio para que pudiera sentarse con ella.

"Madre... de verdad crees que eso es posible?" preguntó y se sentó.

"Sí, por supuesto hijo, finalmente todo va a ser como antes..." dijo Mirlya feliz.

"Sí, supongo..." murmuró sin prestar atención en absoluto.

''Qué ocurre? Te ves preocupado,'' le preguntó.

"Creo que encontré la manera de salir de esta ciudad," respondió Dogannu y la mirada de Mirlya era de completa sorpresa.

''Qué quieres decir?''

"Hablé con algunos mercaderes del mar, uno de ellos está dispuesto a darme un trabajo en su barco, para que tú también puedas venir conmigo," explicó y ella movió la cabeza en señal de desaprobación.

"No, no, Dogannu, escúchame. Debemos quedarnos aquí, debemos obedecer la voluntad de los dioses,'' dijo Mirlya.

"Madre, no hay futuro en esta ciudad..." dijo Dogannu.

"No te atrevas a dejarme sola aquí," respondió Mirlya.

"No te voy a dejar atrás, vendrás conmigo," dijo.

''Será mejor que escuches con atención, Dogannu. Como tu madre, harás mi voluntad y la voluntad de los dioses, segundo; como sacerdotisa del Sol, debes obedecerme,'' dijo Mirlya con autoridad.

''No tengo ninguna intención de quedarme en esta ciudad, y no me vas a detener...'' Dogannu contestó irritado.

"Sé que no te detendré, pero los dioses lo harán," concluyó Mirlya y se puso de pie, dejando a Dogannu solo.

Mirlya preparó algo de comida, madre e hijo comieron sin decir una palabra y evitando mirar al otro. Ambos pensaban en silencio, Dogannu sabía que era hora de dejar Ashtaroth y Mirlya estaba tratando de encontrar una manera de mantener a su hijo con ella… sin importar qué. Ellos terminaron su comida y Mirlya volvió a su mesa astral y Dogannu se sentó en el patio trasero y observó el cielo. Mientras tanto, en la casa del Sumo Sacerdote, Edrok caminaba en círculos en la sala principal, su padre el Sumo Sacerdote Hatimekh estaba acostado en un diván egipcio, decorado con incrustaciones de marfil.

''Hijo mío, deberías calmarte. Los dioses te están mostrando su benevolencia," dijo el sacerdote Hatimekh. Edrok dejó de moverse y respondió, "Mi amado padre, no puedo descansar mi alma cuando nuestra ciudad está pereciendo ahora. Nosotros no hemos atrapado al Maldito, incluso después de tantos sacrificios, los oráculos siguen ciegos en sus profecías,'' dijo y volvió a caminar en círculos.

El sacerdote Hatimekh suspiró y se sentó en el diván, y después de pensar seriamente se puso de pie. Hatimekh era un hombre de 56 años de edad, cabello gris largo al igual que su barba y llevaba una túnica blanca con un pectoral de oro. Edrok tenía una expresión desquiciada en su rostro y volvió a hablar.

"Padre, si es la voluntad de los dioses, encontraré al Maldito y lo sacrificaré yo mismo.''

''Sé paciente, Edrok. Debes consultar a los dioses para poder encontrar a la persona indicada y eliminar la maldición de nuestra ciudad,'' aconsejó el sacerdote Hatimekh.

''Deleite de mis ojos, envía a tus siervos a los oráculos de Sol, Baal, Dagon y Astarté. Deben estar aquí ayudándonos,'' dijo Edrok y una sonrisa loca apareció en su rostro.

''Estás muy convencido de esto... la voluntad de los dioses es, sigue su dirección y completarás su tarea. El te está mostrando el camino, hijo mío,'' dijo el sacerdote Hatimekh y Edrok se arrodilló y besó la mano derecha de su padre y se puso de pie.

Unas horas después, la puerta principal de la casa de Mirlya se abrió silenciosamente. Una figura alta, cubierta por una túnica negra con velo salió y cerró la puerta con cuidado. La persona caminó muy rápido y llegó a la calle principal, y giró a la izquierda, en dirección a la plaza principal; moviéndose en las sombras para evitar ser observada. Después de caminar unos minutos, la figura desconocida estaba fuera de la casa del sacerdote Hatimekh y llamó a la puerta, Edrok abrió la puerta y vio a la misteriosa persona con interés.

“Mmm… supongo que la pregunta es, quién eres tú?" dijo con una mirada sonriente.

"Necesito ver al sacerdote Hatimekh," dijo la persona desconocida.

"Pero, quién eres?" repitió de nuevo Edrok con una mirada inquisitiva.

La misteriosa figura se quitó el velo, revelando que era Mirlya. Edrok sonrió aún más antes de hablar.

''Sacerdotisa Mirlya, qué estás haciendo afuera? Es muy tarde...'' dijo Edrok.

“Necesito ver a tu padre. Es muy importante,'' dijo Mirlya.

"Está bien..." dijo con énfasis.

"Puedo pasar?" preguntó ella.

''Por supuesto! Qué estúpido soy, seguro, entra. Oh dioses, disculpen mi mala educación,'' dijo Edrok y dejar Mirlya entrar.

Edrok guió a Mirlya adentro, era un pequeño pasillo y luego ingresaron a la Cámara de los Altares, había varios altares en honor a los diferentes dioses. Salieron de esa habitación y entraron en la Sala Principal, el sacerdote Hatimekh descansaba en su diván egipcio, con algunas personas a su alrededor con los ojos cerrados, los oráculos que Edrok quería. Se arrodilló frente a su padre y Mirlya hizo lo mismo, ambos se levantaron y Edrok la presentó.

"Amado padre, ella es la sacerdotisa Mirlya, tiene algo importante que decirte.''

"Bienvenida, sacerdotisa Mirlya," dijo el sacerdote Hatimekh.

"Le pido disculpas, sacerdote Hatimekh, sé que es muy tarde, pero esto es importante," dijo Mirlya y el sacerdote Hatimekh se sentó.

"Los dioses hablan en cualquier momento, así que siéntete libre de hablar, mujer…" dijo.

"Lo que voy a decir, está relacionado con mi hijo, Dogannu..." murmuró.

"Continúe, estoy escuchando," respondió el sacerdote Hatimekh.

Mirlya respiró profundamente antes de volver a hablar.

“Hace seis meses, mi esposo, Hanoth filisteo; desapareció. Pero eso no es cierto... mi hijo Dogannu... lo asesinó...'' confesó Mirlya.

"Por qué estás tan segura de esto?" preguntó el sacerdote Hatimekh.

"Porque... porque lo vi..." susurró.

"A sangre fría?" cuestionó el sacerdote.

"Si..." Mirlya respondió después de unos segundos en silencio.

El sacerdote Hatimekh la miró con atención y cerró los ojos. Edrok silbaba mientras jugaba con los dedos; el anciano finalmente abrió los ojos y miró a Mirlya de nuevo, y suspiró.

"Por qué nunca hablaste de esto?" preguntó el sacerdote Hatimekh.

"Me obligó a guardar el secreto o..." dijo Mirlya antes de quedarse callada.

''Está bien, mujer, ahora estás a salvo. Edrok, lleva a algunos hombres contigo y tráelo aquí,'' dijo el sacerdote Hatimekh.

Edrok hizo una reverencia y salió de la habitación. El sacerdote Hatimekh habló con los oráculos y ellos siguieron hablando con los dioses, tratando de encontrar al Maldito. Mirlya suspiró, preocupada por su hijo y las consecuencias; pero lo estaba haciendo para mantenerlo a su lado y cumplir la voluntad de los dioses, pensó. Esperó en silencio, mientras los oráculos susurraban de vez en cuando, consultando a los dioses, el sacerdote Hatimekh descansaba en su diván; comiendo una fruta fresca.

Pasó mucho tiempo y escucharon un golpe en la puerta, y Edrok apareció llevando a los hombres de su padre que llevaban a Dogannu con ellos. Tenía un corte sangrante en la mejilla izquierda, Dogannu miró a su madre junto al sacerdote Hatimekh y bajó la cabeza, decepcionado y deprimido. El Sumo Sacerdote se puso de pie y felicitó a su hijo, Edrok sonrió complacido y caminó hacia una esquina para observar todo.

''Entonces, es cierto? Mataste al esposo de tu madre, Hanoth filisteo, a sangre fría?'' preguntó el sacerdote Hatimekh.

Dogannu permaneció en silencio y no miró al Sumo Sacerdote a los ojos. Una vez más, el sacerdote Hatimekh repitió su pregunta y obtuvo la misma respuesta, uno de sus hombres le dio un puñetazo a Dogannu en la cara, pero el sacerdote levantó una mano, el hombre lo sostuvo para que el sacerdote se acercara a Dogannu.

''Quiero saber, mataste a Hanoth filisteo a sangre fría? repitió Hatimekh.

Dogannu miró al sacerdote Hatimekh a los ojos y escupiendo en el suelo, respondió, "Si... lo hice, estaba dispuesto a matar a mi madre... y a mí." El sacerdote lo examinó cuidadosamente, Edrok se rió en la esquina, "Mmm... conveniente..." dijo. Pero su padre lo ignoró y miró a Mirlya, luego miró a Dogannu y afirmó, “Tu madre dijo que lo mataste y la amenazaste, por lo que mantuvo tu secreto. No te creo, por el momento. Demuéstrame que me estás diciendo la verdad.''

El joven tosió y se rió antes de responder al sacerdote Hatimekh, "El es mi Testigo, si eres un verdadero sacerdote, pregúntale..."

''Cómo te atreves! Padre, te está insultando, e insultando al dios El!'' exclamó Edrok indignado.

"Cálmate, Edrok. No hay necesidad de gritar,'' dijo el sacerdote Hatimekh.

Hatimekh se acercó más y abofeteó la cara de Dogannu. El Sumo Sacerdote caminó hacia su diván y agarró su anillo dorado, en ese momento el oráculo de Dagon abrió los ojos y notó la presencia de Dogannu. El profeta deforme (calvo y con muchas cicatrices de quemaduras) abrió mucho los ojos y señaló a Dogannu con la mano derecha y gritó, su voz era gutural y asustó a Dogannu.

"Es él, ES EL MALDITO!!!" y tosió muchas veces.

Los ojos de Edrok estaban a punto de salirse de sus orbitas, tenía una mirada enloquecida. El sacerdote Hatimekh estaba paralizado en su diván y Mirlya abrió la boca, aterrorizada. El anciano, después del impacto inicial de la revelación, recuperó la compostura y regresó a su lugar frente a Dogannu, "Muchacho... no hay forma de que puedas escapar de esto..." dijo el Sumo Sacerdote y se dio la vuelta y habló con el oráculo de Dagon, "Estás completamente seguro?" preguntó.

''Si... Dagon me lo reveló, él es la causa de las desgracias de este pueblo. No solo ha insultado a los dioses, sino que mató a sangre fría a su padrastro, y estaba planeando escapar!'' dijo y el oráculo de Dagon emitió un sonido áspero y Mirlya comenzó a llorar.

"Debe ser sacrificado!!" gritó Edrok emocionado. El sacerdote Hatimekh se aclaró la garganta.

''Con la autoridad divina dada por el dios El, tú Dogannu, serás sacrificado por el bien de Ashtaroth, para que la ira de los dioses pueda ser satisfecha en ti, y nuestra maldición, finalmente eliminada,'' dictó sentencia el sacerdote Hatimekh y agitando sus manos, sus hombres se llevaron a Dogannu para ponerlo en el calabozo.

Mirlya estaba llorando, devastada. Ella no esperaba eso, solo quería a su hijo con ella, se sentía culpable y mareada. Edrok salió de la habitación, cantando en voz alta un himno sagrado, mientras el Sumo Sacerdote se acercó a ella y tomó una de sus manos, él se arrodilló y la abrazó pero no había nada que la consolara en ese momento.

"Sacerdotisa... hiciste lo que es correcto a los ojos de los dioses," dijo el sacerdote Hatimekh.

Ella lo miró y lloró, Mirlya apoyó la cara sobre el pectoral de Hatimekh, "Sabes muy bien que esto tiene que hacerse, esto es lo que los dioses exigen. No podemos proceder contra la ley de los dioses,'' explicó.

La sacerdotisa lloró durante mucho tiempo, hasta que se calmó y miró al Sumo Sacerdote a los ojos, "Lo sé... tienes razón... hay que hacer… hacerlo..." dijo Mirlya. Hatimekh se puso de pie y llamó a una de sus sirvientes, ella atendió a Mirlya y le ofreció un poco de agua para beber, cuando se sintió lo suficientemente bien como para caminar, salió de la casa.

Por otro lado, los hombres del sacerdote pusieron a Dogannu en una celda fría y oscura. Tenía las manos atadas, al igual que los pies; no había forma de escapar. Permaneció en silencio, llorando por su desgracia; ahora que era señalado por algo que no creía haber hecho, Dogannu nunca se sintió tan solo como esa noche. Lloró hasta quedarse sin lágrimas, se preguntó si la muerte era dolorosa o deseable, recordaba muchas cosas, la mayoría de ellas sobre su amado padre. Su vida, pensó, era una cadena de errores y desgracias, su tristeza; su propia madre era parte de esa cadena. Solo en esa celda, abandonado por todos, traicionado por su madre, pensó que los dioses estaban mirando su sufrimiento y los maldijo por ser tan crueles.

Al mismo tiempo que Dogannu estaba en su celda, el Sumo Sacerdote Hatimekh se reunía con los demás sacerdotes de la ciudad. Edrok también estaba con ellos, y estaban discutiendo las acciones a seguir. El hijo del Sumo Sacerdote estaba a favor de sacrificar a Dogannu temprano en la mañana, sin perder el tiempo. Diamnith; que era muy amiga de Mirlya, se mostró partidaria de hacer una humillación pública y no se mostró a favor o en contra de su ejecución. Pellek-garok, sacerdote de Baal, prefirió esperar unos días, para elegir la mejor forma de sacrificar a Dogannu, siguiendo la voluntad de los dioses. Con tantos puntos de vista para hacer el sacrificio, Hatimekh se puso de pie y todos se callaron.

''Al menos casi todos tenemos algo en común, la idea de sacrificarlo. Independientemente, como dijo mi hijo Edrok, debemos terminar esta maldición de inmediato para que Ashtaroth pueda salvarse. Voto por sacrificar al Maldito en la mañana, con toda la ceremonia dictada por los dioses,'' dijo el sacerdote Hatimekh.

''Sumo Sacerdote, este hombre nos engañó durante mucho tiempo. La gente debería saber quién traicionó a los dioses y deben humillarlo por eso, debido a su comportamiento impío, se perdieron muchas vidas desde que la ira de los dioses cayó sobre Ashtaroth,'' argumentó Pellek-garok.

''Me das asco… a quién le preocupan los muertos...'' le dijo Edrok a Pellek-garok y su padre reaccionó.

"Edrok! Muestra más respeto a un sacerdote,” lo reprendió Hatimekh, “Tiene algo más que decir, Pellek-garok?” continuó.

''Supongo que de alguna manera, la sacerdotisa Diamnith también tiene razón. Debemos humillarlo por esta traición tan abyecta,'' dijo Pellek-garok y luego agregó, "Y por supuesto, sacrificarlo después de eso,'' Edrok sonrió al escuchar eso.

''Así que creo que esta es la voluntad de los dioses. Vamos a humillar al Maldito primero y luego, vamos a proceder con el sacrificio, para satisfacer la ira de los...'' dijo Sacerdote Hatimekh cuando algunos pasos lo interrumpieron.

Era una mujer joven, hermosa y con muchas curvas. Estaba vestida con una túnica negra, y un collar dorado en el pecho, piel blanca, muy blanca pero hermosa. Tenía los ojos grises y el pelo corto (hasta el cuello) y negro. Hatimekh reconoció el símbolo de Astarté y supo que era una sacerdotisa de la diosa. Pero también sabía que el sacerdote principal era un hombre, no una mujer, lo que lo intrigaba.

"Pido disculpas por llegar tarde, mi nombre es Aalyat, hija del Sacerdote Principal Kebok, sacerdote de la diosa Astarté," dijo la muchacha.

''Bienvenida, Aalyat. Me pregunto, por qué estás aquí y no tu padre, el sacerdote principal?'' preguntó el sacerdote Hatimekh.

''Mi padre, el sacerdote Kebok, está enfermo en este momento. Tuve una revelación de la diosa Astarté, sé lo que tenemos que hacer con El Maldito,'' explicó Aalyat.

Edrok la miró con lujuria, lujuria animal, y dijo con voz perversa, "Lo sacrificaremos, por supuesto," y se lamió los labios. El rostro de Aalyat estaba inexpresivo, ni en desacuerdo o satisfecha con el comportamiento de Edrok.

"Qué dijo Astarté?" preguntó Pellek-garok.

"Astarté quiere que sufra un gran dolor, para enseñarle a respetar a los dioses," reveló Aalyat. Edrok se rió con su comentario y ella se acercó a él, "Crees que soy graciosa?" preguntó ella. Se lamió los labios, emocionado con la joven curvilínea y respondió con tono sarcástico, "Oh sí, lo eres. Cómo planeas hacer esto, mi diosa?"

"Lo verás pronto," respondió Aalyat y agarró firmemente con una mano la polla y los huevos de Edrok bajo su túnica. Él suspiró de placer primero, pero cuando ella aumentó su fuerza, él gritó de dolor, "Ahora, será mejor que no insultes a la diosa Astarté y su voluntad..." le susurró al oído, "Mierda... detente..." suplicó y con un último tirón, ella lo soltó. Edrok le dio un masaje a su amigo y se alejó de Aalyat, ella sonrió.

“Creo que las dudas de mi hijo son justas. Cómo planeas hacer esto?'' preguntó el sacerdote Hatimekh.

"Déjemelo todo a mí, sacerdote Hatimekh," dijo Aalyat y luego miró a la sacerdotisa Diamnith, "Espero poder contar con su ayuda. Podría necesitar algunas de sus sacerdotisas para que me ayuden, los dioses te recompensarán,'' dijo la joven.

''Por supuesto, sacerdotisa Aalyat. Si esa es la voluntad de Astarté, no puedo negarme... '' respondió Diamnith y Aalyat sonrió de nuevo.

''Entonces todo está en orden ahora. Dónde está El Maldito?" preguntó Aalyat.

"Está en mi prisión, no escapará," le informó el sacerdote Hatimekh. "Sé que no lo hará..." dijo con una sonrisa desagradable y se alejó, caminando lenta y sensualmente. ''Por cierto, casi lo olvido, trátenle bien hasta que lo vea, denle de comer y manténganlo limpio. No quiero que se desmaye durante su castigo...'' dijo ella y se fue de la casa, dejando a todos fascinados con sus palabras.

Hasta aquí llega el prologo del capítulo I, lean la parte II para conocer el desenlace.