La rutina de un viernes 13

Somos animales de costumbre, de rutina diaria que muy pocas veces varía, aunque de vez en cuando sucede que cambia... y de que manera.

Como suele ser mi costumbre, me despierto una media hora antes de que suene el despertador. Es viernes 13, pero la superstición española, recae sobre el martes 13, por tanto, este hecho no tiene que suponer ningún problema. Eso sí, me llama poderosamente la tensión testicular que tengo a esas horas. Acaricio mis genitales y aprecio una poderosa erección, como hacía tiempo que no la tenía. ¡Qué agradable sensación sentí en esos momentos!

  • Dios, ésta alegría matutina no hay que desaprovecharla – Pensé en esos momentos felices y placenteros.

Busqué a mi esposa, que en esos momentos me daba la espalda y, abrazándola, inicié una serie de caricias con mis manos, al tiempo que le hacía sentir mi erección en sus nalgas. Mi esposa, comenzó a ronronear perezosamente. Continué besándole el cuello y el lóbulo de la oreja, al tiempo que acariciaba sus pechos por encima del pijama "anti violación" que llevaba puesto tratando de excitarla para llevar a cabo mi demanda de sexo. Nunca he podido entender que en pleno mes de agosto, pudiese dormir con un pijama de invierno y tapada hasta las orejas, cuando hace un calor insoportable que apenas permite conciliar el sueño.

  • Tengo sueño, déjame dormir – me dijo con voz melosa, al tiempo que se acurrucaba contra mí.

Por mi parte continué con mi sensual acoso, con la esperanza que pronto derribaría sus defensas y lograría mi objetivo. Minutos más tarde, con un brusco movimiento, mi compañera de lecho, cambia de posición poniéndose boca abajo, protegiendo así su anatomía más sensible a mis manipulaciones, al tiempo que, con cierto cabreo por su parte, me dijo:

  • ¡Estoy con la regla y sabes que así no me gusta!, ¡déjame dormir!.

Dios mío, que excusa más tonta y común. Es curioso que cuando un matrimonio lleva ya un buen número de años de convivencia, las menstruaciones femeninas llegan inesperadamente casi semanalmente, o duran más de lo normal... o más incluso, y cuando no están con la regla, tienen jaqueca, los niños están con fiebre, los suegros están en la habitación de invitados y nos pueden escuchar, está agotada o estresada...

Me levanto entre cabreado y frustrado dirigiéndome al baño para proceder a mi aseo personal. Sigo con una erección de campeonato que me impide hacer "aguas menores" con normalidad. Procedo a ducharme y al higienizar mis genitales, que saltan de alegría por las suaves caricias que les dispenso. Continuo dándome placer solitario, hasta que me descargo con violencia inusitada. Termino mi aseo personal y procedo vestirme y a despertar a mi hija de corta edad y prepararla para llevarla al colegio-guardería antes de incorporarme al trabajo. Esta es la rutina de cada día de lunes a viernes.

En la cocina, se encuentra mi esposa preparando el desayuno. Ella ya se ha tomado un café antes de subir al dormitorio para acicalarse y marchar también a su trabajo. Mi erección sigue en sus trece, cosa que satisface mi ego personal. Castos besos de despedida y buenos deseos para pasar buen día, y ya con la pequeña perfectamente sujeta su preceptiva sillita infantil, inicio el recorrido diario. Miro el reloj y llevo el tiempo ya más que justo. Acelero un poco más de lo legalmente permitido adelantando varios vehículos que escrupulosamente cumplen las limitaciones de velocidad en la zona. Suena el móvil, contesto a pesar de saber que es una imprudencia y de cometer una infracción grave. Es mi esposa para consultarme que ropa ha de ponerse y preguntarme qué le pasa a la pequeña, que berrea como una loca inmovilizada en su silla. Mantengo la velocidad tratando de recuperar algunos minutos, llegando a las primeras viviendas de la ciudad, donde ya se percibe el monumental atasco de entrada originado por la mala sincronización de los semáforos. Finalmente, termino de hablar con mi esposa y tiro el teléfono al asiento del acompañante. Miro a la pequeña por el retrovisor y parece que se ha calmado y está más relajada. Sin poderlo evitar tengo que reubicar mi cetro, duro como un menhir de granito, porque me está ocasionando cierto malestar e incomodidad.

Como suele ser habitual, en la primera rotonda de la ciudad veo un vehículo de la policía de carreteras, atentos a cualquier infracción que cometan los conductores. Al aproximarme, veo a uno de los agentes que me hace indicaciones para que me detenga y estacione el vehículo. ¡Joder, empezamos mal el día!

Se acerca la a mi vehículo una "agente/a", toda ella uniformada, rubia platino, con su melena recogida en una cola de caballo, unos preciosos ojos azules y un rostro arrebatador, con el pantalón ajustado como una segunda piel en el culo y muslos y con la camisa reglamentaria unas dos tallas más pequeñas, con los botones peleándose con sus respectivos ojales en extrema tensión, para impedir que sus glándulas mamarias salgan de su encierro a tomar el aire. El uniforme le marca unas curvas sensacionales y una figura envidiable; con movimientos sugerentes, cadenciosos y muy femeninos, se aproximó a la ventanilla de mi coche. Mi pene dio un respingo de alegría a contemplar semejante monumento de mujer/agente, formando una tienda de campaña en la entrepierna del pantalón difícilmente disimulable. Finalmente la niña se había callado y dormía plácidamente en una postura totalmente incomprensible.

Con una voz de "cazallera" que me recordaba a la del sargento Arensivia, de la película "Historias de la puta mili" y con cara de muy pocos amigos me espetó:

  • La jodiste "burlancaste", t’hemos pillao con el "rada" a 104 cuando ta limitao a 90... Amos a ve, los papeles del coche, que te vi a mete un paquete que te va a enterar, por listillo.
  • Perdone señora agente, pero llevo prisa y llego tarde a trabajar ¿está usted segura de que circulaba a tanta velocidad? – le contesté muy respetuosamente al tiempo que le entregaba la carpetilla de la documentación requerida
  • ¡Salga usté inmediatamente del coche y sin hase, tonterías! - Me ordenó con muy mal genio, haciéndome seguirla hasta el vehículo policial, en el que manipuló un pequeño ordenador portátil durante unos instantes.
  • Pos mire usté que bien ha salio en la foto... ¡ensima, sin el cinturón y hablando pol movil! – dijo con una maléfica sonrisa dibujada en su rostro – Esto le va costa un pico y unos cuantos puntasos del narné.

Cuando giró la pantalla del ordenador y pude verme en la foto en blanco y negro me quede totalmente petrificado. Allí estaba yo, con los pocos pelos que tengo de punta, la corbata mal colocada, sin el cinturón de seguridad, con cara de "velocidad" hablando animadamente con el móvil pegado en la oreja, con la velocidad del vehículo marcando 108 km./hora y con la polla tiesa... bueno, la polla tiesa no salía en la foto, pero estaba tiesa, os lo aseguro. Me quedé blanco... eso suponía un mínimo de tres multas y como poco, de 4 a 8 puntos perdidos del permiso de conducir, de los doce que tenemos asignados.

Miré a la bella agente para tratar de realizar alguna alegación en mi defensa, percatándome que sus maravillosos ojos azules, abiertos como platos, estaban perdidos comprobando la horizontalidad de mi virilidad, que formaba una impresionante carpa en el pantalón digna del circo Price, mientras su lengua humedecía los carnosos y perfilados labios. Joder, llevo una mañana de perros y encima sigo más cachondo que un jeque árabe retozando con todo su harén.

  • Por los clavos de Cristo, que cosa más hermosisma - mascullo entre dientes la preciosa guardia.
  • ¿Perdone? - contesté atónito.
  • Vaya usté pa su coche y quédese quieto mientra le preparo "las recetas".

Me dirigí a mi vehículo y esperé pacientemente. Apareció de improviso asomándose a la ventanilla de mi coche.

  • Aquí tiene usté los papeles del coche y... las "papelas" de las denuncias por la infrasiones cometias. – dijo entregándome los documentos descritos.
  • Pero... señora agente, las sanciones están en blanco... – dije atónito al contemplar los dos boletines de las sanciones
  • Curroooo, - gritó en ese momentos la guapísima agente del orden a su compañero de patrulla – haste cargo de controla la peña, que a este "infrajquito" lo tengo que someter a un "segundo grado" – Ven aquí bribón, que te vi haser el prime favó del día.

Sin más preámbulos, introdujo su cuerpo hasta la cintura por la ventanilla de mi coche, aflojando el cinturón de mi pantalón, bajando la cremallera y desplazando hábilmente los calzoncillos, se apoderó con inusitada ansiedad de mi apéndice sexual, comenzando a hacerme una violenta paja, susurrando al mismo tiempo con su desgarrada voz y una cara de viciosa sexual o de putón verbenero, como gusten, me dijo:

  • No te multao, pero yo aun no he desayunao y me vi a serví la lexe directamente de tu poya.

Y diciendo esto, con glotonería y ansiedad se tragó íntegramente mi ariete. Joder, a esto servidor no está acostumbrado, lo juro... a mi esposa "le da noseque" de amorrarse, pero a ella, vaya si le gusta que le coma el potorro bien comido. Lo dicho, que no se si debido a mi falta de hábito a esta magnífica y sensual arte amatoria, por la docta habilidad felatoria de mi inusual compañera de juegos eróticos del momento, o por ambas cosas a un tiempo, en pocos instantes la agente fue satisfecha de sus necesidades lácteas matutinas para su desayuno.

Relamiéndose los labios y recobrando la compostura, me ordenó

  • Puede usté continuar... y que no se vuelva a repetí, ques mu peligroso lo que ha hecho usté.
  • Sí señora, así lo haré. Gracias por todo... por su comprensión
  • Sircule hombre, sircule.

Puse el coche en marcha y me incorporé al tráfico rodado, dirigiéndome hacia la guardería de la niña, al tiempo que como buenamente podía, trataba de llevar a su sitio el desaguisado que llevaba en la ropa. Llegaba tarde al trabajo, no había remedio.

Una vez endosada la pequeña en la guardería, me dirigí al edificio de oficinas donde trabajo diariamente. Suerte que tengo plaza de aparcamiento asignada. Mi polla, ha tenido unos minutos de sosiego, pero se encuentra morcillota e insolente a pesar de que en hora y media aproximadamente llevaba una paja y una mamada. Mi excitación aumento rápidamente cuando entré en el vestíbulo del edificio, donde personajes trajeados en los que no me fijé en absoluto y un sin fin de bellas ejecutivas, secretarias y becarias, en las que sí me fijé, y que daba la sensación que están compitiendo todas ellas en cual tiene las piernas más largas y bonitas, los tacones más finos y altos y la minifalda más corta, se afanan en llegar al puesto de trabajo para enfrentarse a las pantallas de los ordenadores y a los monótonos informes que han de realizarse a lo largo de la jornada. Tras acomodarnos y apretujarnos en el habitáculo del ascensor con los consiguientes roces mas o menos involuntarios, los golpes repartidos y recibidos de las aristas de los maletines y arrugando la nariz por algún que otro cuesco que nadie sabe de donde ha salido, se inicia el desalojo del mismo, planta tras planta. Finalmente llego a mi despacho privado, debiendo pasar por la pequeña recepción donde está Maruja, mi secretaria particular, conocida popularmente en todo el edificio como la "Bombi". Ella es bajita, no mucho más del metro y medio, con unos cuantos kilos de más distribuidos por toda su concentrada anatomía. Le gusta seguir las tendencias de la moda del resto de ejecutivas, secretarias, y becarias es decir, minifalda lo más corta posible, buenos tacones de aguja y blusa ajustada mostrando "canalillo". Maruja por cuenta propia aporta de su propia cosecha además de todo lo descrito, unos buenos michelines que adornan su cintura. Para que se hagan una idea, sus medidas aproximadas, así a ojo son: 155 de altura, 115 de pecho, 110 de cintura (de avispa, vamos), 115 de culo, vamos que es lo más parecido a una mesa camilla con minifalda. Pero con el espectáculo que pude ver desde el vestíbulo principal hasta mi despacho con el ramillete de espectaculares y atractivas ejecutivas, secretarias y becarias, mi insolente pene se encontraba nuevamente en pleno apogeo, totalmente horizontal asomando la carpa que formaba en mi pantalón por la apertura inferior de mi americana.

Todo esto, añadido a la visión que tuve al abrir la puerta, que fue cuando menos, un tanto surrealista: Maruja se encontraba agachada, sin doblar las rodillas (cosa que aún no me explico por el tamaño de su cintura) buscando alguna cosa en el cajón más bajo del archivador de expedientes, con su mano izquierda apoyada sobre su orondo culo, sujetando un letrero de metacrilato con la leyenda "HORARIO DE OFICINA: de 9:00 a 14:00 horas y de 16:00 a 18:00 horas. ENTRE SIN LLARMAR". Me llamó mucho la atención, que la corta faldita negra que llevaba, la tenía subida has mitad de sus nalgas, dejando a la vista, de quien quisiera mirar, su esplendoroso culete y como colofón, justo entre la unión de las columnas de Hércules que eran sus piernas, asomaba rezumante de almíbar conejil su abultado chochazo, ya que no llevaba ropa interior.

Ante esa visión, la invitación del cartelito de "ENTRE SIN LLAMAR" y que yo me encontraba más caliente que el tubo de escape de de la moto de un hippie, en esos momentos no lo dudé y sin mediar palabra, saqué mi aparato reproductor de su encierro, flexione un poco mis piernas para ponerme a su altura vaginal y tomando a la "Bombi" por las caderas, se lo enchufé directamente en su cueva del placer, sin llamar y de una sola arremetida.

  • MMMmmmMMMmmmMMMmmmMMMmmmMMMmmm – susurró melódicamente la Bombi al sentirse penetrada.

Inicié un frenético "mete saca", acompañado con el consiguiente "choff" "choff" de mis pelotas contra sus robustas piernas, en busca de "alivio" sexual que pronto nos llevo a los dos al éxtasis del placer.

Una vez calmadas las debilidades de la carne del momento, recompuestas nuestras ropas y recobrada la compostura oficial, la saludé como cualquier otro día, con total naturalidad y como si nada hubiese pasado:

  • Buenos días Maruja, ¿qué hay para hoy?
  • Buenos días Sr. Antonio, le recuerdo que a las 16:00 horas tiene que negociar la venta de compuestos, con la dueña de Osaka Onn Off Corporation. Tiene fama de ser muy dura como negociadora.
  • Ostia, lo había olvidado totalmente... llevo una mañana de perros desde que me he despertado.
  • Lo siento jefe. - musitó Maruja con dulce y sensual vocecilla, capaz de excitar sexualmente a cualquier estatua marmórea de Miguel Ángel. Claro que cuando la miras, con los ojos de cada día... vamos, que no despertaba pasiones, que hace falta estar muy cachondo para poder echarle un... bueno corramos un tupido velo y continuemos

Me encerré en mi despacho a preparar la venta. Aunque no la conocía personalmente, había oído rumores de que la señora Manami Ayane, era una muy dura negociadora y defensora a ultranza de las tradiciones familiares en su empresa, heredada de sus ancestros después de varias generaciones, allí en el Imperio del Sol Naciente. Tenía que prepararme muy concienzudamente para estar a su altura y conseguir quedar bien con ella y sin tener que rebajar los márgenes comerciales de forma sustancial.

Inicié una intensa jornada laboral de firmar documentos, confeccionar varios informes y preparar la inminente reunión con la señora Ayane. Cada dos por tres, mi polla seguía en sus trece de incomodarme con continuadas y fuertes erecciones que me sacaban de mi concentración en lo que estaba haciendo en ese momento, a pesar de las tres agradables "descargas" que había tenido a primeras horas del día.

Quedé solo en mi despacho, ya que no tenía tiempo de salir a comer si quería preparar bien la reunión con la japonesa. El reloj marcaba las 15:30 y mi polla seguía más tiesa que el palo mayor de un bergantín. Procedía a asearme en mi lavabo privado, aprovechando el momento para peinarme, ajustar bien el nudo de la corbata... ponerme presentable para la reunión de trabajo en pocas palabras. Recogí toda la documentación, contratos, etc. de mi mesa y me dirigí a la sala de reuniones de la planta. Una hermosísima secretaria, minifaldera ella, con pocas tetas pero muy minifaldera, me indicó que los clientes potenciales estaban subiendo por uno de los ascensores y que podía esperarles dentro de la sala.

Deposité la documentación sobre la mesa y cuando me disponía a sentarme, la secretaria me anuncio:

  • Antonio, la señora Ayane ha llegado.
  • Que pase inmediatamente por favor.

Abriendo la puerta totalmente y haciéndose a un lado la secretaria, empezaron a entras cinco hombres, todos ellos japoneses, de talla media y físico de luchadores de sumo, con una cara inexpresiva (a mi modo de entender) y de una mala ostia que te cagas. Para acojonarse uno oye. A continuación entró la tal Manami Ayane. Esto ya me dejó acojonao del todo. Ustedes, amigos lectores, se imaginarán ahora una geisha, con su pelo negro, rostro agradable y armonioso, vestida con un trabajado y fino kimono de sedas naturales ¿no?. Pues no. Ante mí se presentó una especie de Grace Jones . Y lo digo por el color de su piel, su estatura, sus formas corporales, la expresión de su rostro... vamos quiero decir que era como su hermana gemela. De corbata, los cojones se me pusieron de corbata. Vestida con un elegante y caro traje chaqueta tipo ejecutivo, de color marrón oscuro, rostro profusamente maquillado, ojos ocultos tras una negras gafas de sol de las de tipo "escaparate" y alzada sobre unos zapatos con unos finísimos tacones de aguja que la elevaban a los dos metros de altura. Vamos, ni reverencias ni leches, que no nos dimos ni la mano... joder, que raros son los japoneses. En las películas los pintan como muy educados, con mucha reverencia y tal... pero esta cuadrilla... en fin, continuemos. Y ahora que pienso, si su madre es japonesa y su padre también... vamos, que no creo que la Ayane ésta, esté mucho por eso de tomar el sol o rayos uva, que su madre debía ser una rato guarrilla y su padre cabestro para toda la vida. Vamos, digo yo... claro, que también pudo ser adoptada, o se la encontraron tirada por la calle o la compraron de oferta en algunos grandes almacenes. Porque, si fue concebida por inseminación artificial, menuda cagada por parte de los médicos. Joder, ya me estoy yendo por los cerros de Úbeda, ustedes perdonen, continuo...

Tomamos asiento y uno de sus secuaces, el más malcarado, me tendió un folio con "las condiciones de compra, de precio y pago" de la señora Ayane. Por mi parte, les pasé un dossier con las características de nuestro producto, plazos de entrega, y tal y tal y tal, y un borrador del contrato. En dos minutos, tenía leído y mentalmente analizadas "sus condiciones", preparándome para ofrecer una posible contraoferta a la suya, si no están conformes con nuestras condiciones. Por su parte, los cinco luchadores de sumo, estuvieron mirando y leyendo (imagino que sabrían ingles) muy detenidamente la documentación que les facilité durante unos quince minutos, tiempo, que en la sala de reuniones solamente es escuchaba el sonido de los folios cuando se giraban. Vamos, que ni respirábamos.

Comenzaron una especie de cónclave privado de los 5 gordos luchadores de sumo hablando en su idioma natal, y por tanto sin que servidor pudiese entender un pimiento de lo que decía los jodidos japoneses. De pronto, la estridente voz de la señora Ayane retumbó en la sala y la palidez apareció en el rostro de los cinco ejecutivos, quienes comenzaron uno a uno a dar explicaciones atropelladamente. Y yo, sin enterarme de nada de lo que decían y literalmente hablando, tocándome los huevos y la polla totalmente erecta como un misil tierra aire. Mmmmm, que gustirrinín estaba sintiendo en esos momentos. Vamos que de continuar así unos cuantos minutos más, seguro que manchaba el pantalón.

Un histérico grito de la japonesa-negra, (joder, es que era negra y no tenía nada de japonesa), al tiempo que se levantó con brusquedad de su butaca y continuó con una serie, intuyo yo que de órdenes, a cada uno de ellos acompañadas de varios golpes con la palma de su mano sobre la mesa, quedando clarísimo quien mandaba allí. Señalando con el dedo índice de su mano izquierda la puerta de la sala y los cinco hombrecillos se levantaron al mismo tiempo dirigiéndose automáticamente a la salida sin mediar palabra ni levantar la vista del suelo. Yo no sabía que hacer ni como comportarme ante una situación tan violenta como aquella. Ahora estábamos solos la señora Ayane, yo y mi polla tiesa. Aterrorizado estaba yo allí a solas con aquella bestia parda... bueno, negra mejor dicho.

  • Disculpe la ineptitud de mis empleados. Son unos cretinos. – Dijo con su estridente voz mi interlocutora en un correcto castellano, pero con un extraño acento. Sí, parecido al castellano hablado de esa coreana de la tele, Usun Yoon - Aún no me explico como los soporto.
  • No se preocupe por eso señora Ayane. - Contesté educadamente - ¿Qué le perecen las condiciones y los contratos que le ofrecemos?
  • Todo correcto... únicamente queda la firma de los contratos... pero ha de ser con una tinta especial y con una estilográfica que puedo intuir va a escribir muy, pero que muy bien, por lo que estoy viendo - Contesto con su peculiar voz, tratando de parecer sensual y sexi.
  • Firmaremos cuando usted quiera. – Respondí confundido y ciertamente, con un poco de inquietud en cuanto a lo que se me venía encima
  • ¡Ahora mismo vamos a firmar nuestro acuerdo comercial!

Y con esta sentencia, desabrochó su chaqueta dejándola caer al enmoquetado suelo de la sala de reuniones dejando a la vista sus dos musculosas tetas con unos empitonados pezones y sus abdominales la envidia de cualquier culturista. Mi terror aumentaba por segundos... y mi polla también. Comenzó a quitarse el pantalón con una rapidez increíble, quedando tan solo con sus zapatos de aguja y un diminuto tanga, del que solo se podía apreciar el pequeño triángulo que cubría una porción diminuta de su pubis. Por mi parte, rompí a sudar copiosamente, no sé si por miedo a las pretensiones de semejante atleta de ébano o por el espectáculo que me estaba dado. Se puso a realizar "poses" típicas de culturismo, y le salían músculos hasta en las pestañas... y eso acojona ¿eh?, afirmo rotundamente, que eso acojona.

Separó sus musculosas piernas y realizó un movimiento con su pelvis y el tanga, salió escupido rebotando contra la moqueta del suelo. Joder, ahora me explico como lo llevaba sujeto, ¡con una bola metálica insertada en su vagina!. Atónito me quede, pero con una erección que no recordaba haber tenido nunca en la vida.

La mole de dos metros con músculos definidos en cada centímetro cuadrado de su cuerpo, se abalanzó hacia mí y con hábiles movimientos y una rapidez increíble, me dejó en pelota picada en pocos segundos. La sonrisa que se dibujó en su rostro me pareció diabólica, casi de pesadilla, y cuando miró mi erecto pene sinceramente terminó de aterrorizarme. Más aún, cuando su enorme boca lo engulló sin el menor miramiento introduciéndose casi al mismo tiempo las pelotas... pedazo de boca tenía la jodida. ¿y su lengua?... un torbellino, me acariciaba las pelotas con la punta y el frenillo con las papilas gustativas. Acojonante la mamada que me estaba haciendo. Digo acojonante, porque si le entraba una locura transitoria y encajaba sus perfectos y blancos dientes, mi hombría se quedaba allí definitivamente

De pronto se puso en pié, me levantó como si fuese un muñeco de trapo, me lanzó sobre la mesa de de reuniones, y con habilidad felina, de un salto se subió a la misma mesa, poniéndose a horcajadas sobre mí flexionando sus piernas y clavándose mi polla en su agujero. Empezó a galopar frenéticamente sobre mi inerte cuerpo, gritando frases obscenas en japonés... bueno, imagino que eran frases obscenas. En plena vorágine sexual, escuché

  • ¡Firma el contrato! – Dijo entre lamentos la señorita Ayane poniendo ante mí los borradores que habían sido redactados por Maruja en una mano y un bolígrafo en la otra. Eso sí, sin dejar de galopar y rebotar sobre mi cuerpo.

Contentísimo por la rapidez en la que habíamos logrado un acuerdo comercial, me dispuse a firmar los documentos, pero no sabia donde apoyarme y así se lo hice saber.

  • Aquí, sobre mi corazón – me dijo ofreciéndome su granítica teta izquierda.

Y allí firmé los contratos, en los escasos segundos que ella dejó de moverse, para que las firmas saliesen poco más o menos bien, aunque claro, los nervios del momento, la situación y el desenfreno que estábamos llevando, pues no ayudaran mucho.

A continuación, tomó ella los contratos y el bolígrafo y rubricó en todos ellos apoyada en mi pecho y reiniciando nuevamente una frenética cabalgada que duró un par de minutos y con un fuerte grito llegó al clímax estrujándome mi pobre pene de tal forma, con su musculatura vaginal que impidió que mi leche saliera en esos momentos. Pero en cuanto descabalgó, lo mío era como una fuente. Agotado me quedé, agotado totalmente. Ayane tomó las dos copias del contrato y las pasó por mi polla y posteriormente por su coño.

  • Así me gusta firmar los contratos, firmados y rubricados con el sabor a sexo de los contratantes.

Se vistió en un instante. Hombre tampoco es que llevase mucha ropa que ponerse, pero lo hizo rápidamente. Atusó sus cabellos y salió con la dignidad de una reina de la estancia con una de las copias del contrato en su mano.

La secretaria entró en la sala de reuniones encontrándome desnudo totalmente sobre la mesa reponiéndome del polvazo que acababa de pegar, y mirándome con ternura, comenzó a lamer de mi polla los restos de leche que había, disfrutando de lo lindo lo que me estaba haciendo la eficiente secretaria... pero mi polla ya no reaccionó, quedando como un globo deshinchado.

  • Ya está limpio sr. Antonio. Ahora puede vestirse y marchar a casa, que ya se ha ganado el jornal por hoy.
  • Gracias guapa. Anda, recoge el contrato no se vaya a perder.
  • Sí señor.

Me vestí, salí, volví a mi despacho, recogí un poco la mesa y marché para casa. Hoy con suerte llegaré antes que mi esposa y podré darme un baño relajante mientras me tomo un coñac y me fumo un purito. Dios que poco me imaginaba lo que me esperaba en casa... lo descubrí en cuanto intenté poner la llave en la cerradura. La puerta se abrió súbitamente, mi esposa estaba vestida con un picardías transparente que le tapaba justo el culo, y calzaba unas zapatillas con pompones a juego. Joder, esas zapatillas no me ponen nada. Unos zapatos con quince centímetros de tacón, eso, eso me pone.

  • Cariño, la niña se la han llevado mis padres. ¡estamos solos!
  • Estoooo, ¿y tu menstruación?
  • Eso fue una excusa, tontín.
  • Mari, ostia, llevo un día agotador, he logrado firmar un contrato que me ha costado la leche (y nunca mejor dicho), siento que hoy todo el mundo se ha aprovechado de mí y ha absorbido totalmente mi esencia...
  • Shhhhhh no digas nada, ven – decía Mari, mi mujer
  • ¿Dónde me llevas?
  • Shhhhhh, ven, shhhhhhh

El zumbido del despertador me indicaba que era la hora de despertar y prepararme para ir al trabajo... la rutina de cada día. Acaricié mis genitales y allí estaban, en su sitio. Pero normales. La polla algo morcillota, sí, pero nada de una erección de caballo. Miré a mi esposa, con su pijama de invierno en pleno mes de agosto y tapada hasta la cabeza con la sábana. Que le den, mientras me ducho me hago una paja y a trabajar tan contento. Ojala trabajara en una edificio de oficinas lleno de mujeres espectaculares como las del sueño. Pero, joder que bien me lo he pasado esta noche.