La rusita

Le comió las tetas como si fueran melones, mordiendo y chupando. Al llegar al chocho, que ya estaba más que mojado, pasó la punta de la lengua por la raja, suavecito, suavecito, suavecito...

Ana Kamarova, desde muy joven se sentía atraída por las chicas. En un viaje a Arabia vio a una chica  bailando la danza de los siete velos. La bailarina era tan bella y sensual que le pareció una diosa. Sintió que su chocho se iba mojando. Cuando la joven acabó el baile, Ana tenía las bragas para escurrir.

Al llegar al hotel, ni cenó. Se fue a su habitación. Se quedó en bragas. Se echó sobre la cama. Cerró los ojos, y acariciando las tetas, se vio a si misma y a la bailarina sobre la cama, arrodilladas una frente a la otra, en bragas y mirándose a los ojos. Se besaban. Sus lenguas se enzarzaban eu una dulce y sensual pelea. La bailarina subía ecima de ella y con una pierna le rozaba el clítoris por encima de las bragas. Ella le acariciaba las nalgas. Sus labios seguián besándose y chupándose las lenguas. La bailarina le dio una teta a chupar, una teta dura y redonda, con una gran areola negra y un pezón grande y erecto. Pasaba su lengua por la areola repetidas veces y después chupaba areola y pezón. Acto seguido acarciaba esa teta con una mano y hacía con la otra teta lo mismo que hiciera con su hermana gemela y además le acariciaba la espalda. La bailarina le quitaba las bragas (se quitó las suyas.) Ella le sonreía al ver como la bailarina se metía un dedo en la boca y lo humedecía. (metió el dedo medio en la boca) Le metía un dedo en el chocho (se lo metió) y la masturbaba. Le lamió el clítoris (se metió tres dedos en la boca, los ensalivó y comenzó a acariciar su clítoris al tiempo que se masturbaba con el dedo)

-¡Me vas a matar de placer, preciosa!

Se respondió a si misma.

-¡Me encanta que te encante, Rusita!

La imaginación comenzó a volar. La bailarina le succionaba el clítoris, lo lamía con la punta de la lengua... Vio como subía  besando y lamiendo su vientre, sus tetas y como llegaba a su boca y la besaba apasionadamente... Volvía a bajar, le lamía areolas y pezones, bajaba. Le metía la lengua en el chocho repetidas veces. Le  pasaba la lengua en el clítoris de arriba abajo, hacia los lados, le hacía el tornado. Su mirada y la de la bailarina se encontraron. El tornado empezó a barrerlo todo.La Rusita echó la cabeza hacía atrás y arqueó el cuerpo. Sus gemidos subieron de tono. Abrió  las piernas de par el par y comenzó a correrse en la boca de la bailarina, mientras decía:

-¡¡¡Sí, sí, sí, si! ¡¡¡S¡¡¡iiiiiiiiii!!!

Al acabar de correrse, entre gemidos, y sacudéndose como si fuera un rosal bajo un temporal, sacó el dedo lleno de flujo y lo lamío. Estaba tan cachonda que necesitaba más.

Imaginó que la bailarina volvía a subir por su talle besando y lamiendo su vientre. Chupaba sus tetas y mordía sus pezones (los apretó con sus dedos) Volvían a  besarse, esta vez con dulzura. Se sentaban y entrelazaban las piernas.  (se metío dos dedos en el chocho) Hacían una tijera...  Estaban  encendidas... Se volvían a besar con lujuria. Empujaba a la bailarina. Se daba la vuelta y le ponía el chocho en la boca. Ella se lo comía a la bailarina... Estaban a punto de correrse. Se daba la vuelta. Metía la cabeza entre las piernas de la bailarina. Le follaba el chocho con la lengua. Sentía como su lengua (eran sus dedos) chapoteaba en el flujo cada vez que se la metía"Chof chof chof chof chof chof chof chof" El clítoris de la bailarina (era el suyo) estaba fuera del capuchón. Sacó los dedos empapados del chocho y lo frotó hasta que exclamó:

-¡¡¡Me mueeeeeeero!!!

La Rusita supo ese día que debía tener una experiencia lésbica para saber si era lesbiana o no.

Un mes más tarde, de visita en la tierra de sus padres, Rusita, en casa de su tía Olga, una mujer de 50 años, morena, alta y hermosa, una dama que... que  lo tenía todo bien puesto, quiso saberlo. Para eso tenía que seducir a su tía en aquel invierno ruso, que más que un invierno era un infierno, aunque no en aquel caserón de gente pudiente donde no faltaba leña en la chimenea ni alimentos de los mejores en la despensa, ni alimentos ni vozka, y vozka en cantidad era el que se había mandado su tío Igor... Tan tomado estaba que la Rusita y Olga tuvieron que meterlo en cama.

Al lado de la chimenea de piedra y sentadas en una alfombra de un salón amueblado con viejos muebles de roble y con las paredes plagadas de cuadros de antepasados, le dijo la Rusita a su tía:

-Se conserva muy bien, tía

-Soy la sombra de lo que era, Ana.

La Rusita le pasó la mano por una de sus trenzas.

-Sigue siendo muy hermosa,

-Hermosa si que eres tú.  Rubia, alta, con grandes senos... ¿Los chicos andarán locos detrás de tí?

-No me interesan los chicos.

Le acarició la otra trenza.

-¿No?

-No, me atraen las chicas.

-Eso no está bien.

La Rusita cogió la barbilla de su tía y le dio un beso en los labios, sin lengua.

-¡¿Qué haces?!

La volvió a besar. Esta vez le metió la puntita de la lengua.

Olga se levantó, y le dijo:

-A mi no ne gustan las mujeres.

La Rusita se arrodilló. Cogió a su tía por las caderas y la besó en el chocho por encima de la ropa.

-¡¿Te has vuelto loca?!

Hablaba pero no se movía. La Rusita le levantó el vestido y le besó el chocho por encima de las bragas.

-No sigas.

Le bajó las bragas. Olga seguía sin moverse del sitio.

-No s¡gas, nena.

Le volvió  subir el vestido y vio su coño peludo. Le pasó la lengua por la raja.  Olga, exclamó:

-¡¿Qué me haces?!

La Rusita se levantó volvió a besar a su tía, que cerraba la boca para que no le metiera la lengua dentro.

-Detente.

Le abrió la cremallera del vestido y el vestido cayó al suelo. Olga estaba colorada como un tomate maduro.

-Esto no es de mujeres decentes.

Le abrió en sujetalor y dejó al descubierto unas tetas grandes con unas areolas negras como tazas y unos pezones desafiantes.Le cogió las dos tetas, se las magreó y se las chupó.

Olga, acariciando el cabello de su sobrina, le dijo:

-¿!Qué estamos haciendo?!

Le siguió comiendo las tetas.

-¿Quieres que te lleve al orgasmo, tía?

Olga no le respondió. Le quitó a la Rusita la blusa blanca. Le quitó la falda... Se quitaron las dos los zapatos y se echaron en la alfombra. Olga le quitó  las bragas y el sujetador a su sobrina.... Le comió la boca con sus gruesos labios como si fuera un pastelito. Le comió las tetas como se comen los melones, mordiendo y chupando. Al llegar al chocho,  que ya estaba más que mojado, pasó la punta de su lengua por la raja, suavecito, suavecito, suavecito.... Le metió y sacó la legua en el chocho y en el ojete,  después le lamío el clítoris, y cuando la  Rusita se iba a correr,  subió encima de ella  y le puso el coño en la boca. La Rusita llevó una mano a su chocho. Olga se la quitó, le agarró las dos manos y se las llevó a sus tetas. Frotó su coño con la lengua de  la Rusita... poco depués le decÍa:

-Eres un  caramelito. ¡¡¡Oooooooh!!!

Olga se corrió en la boca de la Rusita temblanado y sacudiéndose. A la Rusita le encantó aquel sabor a saín refinado y concentrado que tenía el jugo del orgamo de su tía.

Olga, después de aquella larga corrida se volvió a meter entre las piernas de la Rusita. Le lamió el clítoris, se lo chupó, se lo lamió, se lo succiono... La Rusita ya no aguantaba más. Olga, que era bisexual y experta en comer chochos, lo sabía, y  le dijo:

-Córrete para mí.

Puso su lengua sobre el clítoris con la punta en la entrada de la vagina. La Rusita movió su pelvis. La lengua de Olga se frotaba con el clítoris y entraba y salía de su chocho. Le vino con tanta fuerza que de su garganta salió un grito de placer:

-¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!!

La Rusita se deshizo entre gemidos y estremecimientos.

Mientras su tía Olga bebía de ella, supo que sí, que era lesbiana.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.