La rubia-i
Las sorpresas que te llevas
Lo primero deciros que soy un Amo con bastante experiencia, cerca de los cincuenta. Nunca me ha apetecido tener una esclava en exclusividad u dedicarme a ella. He preferido tener variedad aunque esto me ha provocado tener temporadas de poca actividad. Por esto cuando en mi ciudad surgió un club para los amantes del BDSM no dude en apuntarme. Con el tiempo me hice una buena reputación y desde entonces no he tenido problemas para satisfacer mis necesidades.
Para mantener un poco el misterio, en algunas ocasiones suelo usar una máscara, pero los habituales del club saben quien se esconde detrás de ella. Me conocían como el Amo de la mascara.
El centro dispone de una sala pública para realizar sesiones delante de espectadores, pero también posee salas privadas. Todo ello bien equipado, por lo que por una cuota mensual tengo acceso a las salas y al material, aparte del que desee llevar.
Una noche estaba allí, la mascara puesta, ya que había concertado una primera cita con una esclava.
Vi una caballera rubia que me resulto conocida, para mi sorpresa, descubrí que pertenecía a una mujer que trabaja en la misma multinacional que yo, en diferente departamento. Ella era una jefecilla, lo que suele llamar un mando intermedio, por fortuna no mandaba sobre mí, pero sus cosas si podían afectar a mi departamento y por tanto a mí y más de una vez había ocurrido.
Estaba tranquilo, no me iba a reconocer por la máscara ni por la voz.
Me tomaba una copa, mientras que esperaba la hora de mi cita, cuando vi que la rubia se acercaba a mí. Debo decir que las normas y reglas habituales del BDSM no se observaban a rajatabla en la zona de copas, que es como un PUB ya que es la forma de iniciar los contactos.
Cuando estaba junto a la mesa donde estaba, me dijo "El famoso Amo-Mascara. Buenas noches, Señor" Estaba claro que era una sumisa. Una nueva sorpresa que me deparaba la noche.
Buenas noches, respondí, poniendo todo lo que puede dureza en la voz y tratando de mostrarme distante.
Podemos hablar, me pregunto.
Sentí curiosidad, así que, le dije que podíamos.
Me comento varias cosas entre ellas que llevaba un par de años como sumisa y que acudía por el local desde hacia unos seis meses. Que había oído hablar sobre mí, bastante bien.
Seguimos charlando, la verdad era que empezó a gustarme. Me dijo que si me parecía interesante probarla como sumisa que estaba dispuesta. No me sorprendió ya que no era la primera vez que me ocurría.
Me vi en la necesidad de confesarla que la conocía, que sabia quien era y que se llamaba Alicia y que ella seguramente me conocía (o por lo menos le sonaría mi cara) pero no dije nada del motivo por el que la conocía, aunque insistió un poco, la corte en seco, como corresponde a un Amo. Contento que supiera su nombre no significaba que la conociera, podía haberlo escuchado en el club, pero que tampoco tenía motivos para dudar de mi palabra. Estaba yo enfrascado en la conversación, cuando oí que alguien me decía "Señor, son las doce de la noche, me presento ante usted, como me ordeno"
Ve a la sala tres y espérame, le respondí, por descontado que era la esclava que esperaba.
Ummm, dijo la rubia, tiene una cita, perdone por entretenerle.
No importa, respondí y me levante de la mesa.
Señor, dijo ella, ya se que es una sesión privada, pero me gustaría mucho verla.
No creo que sea conveniente, le respondí, recuerda que te conozco.
Usted ya conoce mi "secreto" da igual, sabe quién soy.
En eso tenía razón pero no quería que nos enredásemos a pesar de que la tenía ganas.
Estando en una sesión, puede ocurrir cualquier cosa y puedo usar a cualquiera que este en ella, le respondí, por si se amilanaba, pero deseaba que entrara conmigo. Estaba excitado como hacia tiempo que no lo estaba.
Me acompaño a la sala, le ordene que se sentara en un pequeño sofá que había y que no se moviera de allí.
Comencé a dominar a la esclava, entre azotes, ataduras, fustazos, en fin lo habitual. De vez en cuando miraba a la rubia, que gustaba ver su cara sonriente. Me di cuenta que tenia la mano encima de sus bragas. Esta excitada, pensé. En ese momento tenia a la otra chica de desnuda y de rodillas. Se me encendió la bombilla de mi cabeza.
Me acerque a la rubia y le dije que subiera las piernas. Lo hizo de inmediato, apoyando sus pies en el borde, luego le separe las rodillas con la fusta.
Perra –dije- ven y come el coño de mi amiga.
La chica se puso a cuatro patas y comenzó a acercarse. La cara de Alicia cambio, me di cuenta de una cosa.
No has estado con una chica, le pregunte.
Asintió con la cabeza. No te oigo –grite- y ella confirmo con una voz algo tímida.
Algún problema, la espete.
Ninguno, Señor, respondió.
La esclava hizo lo que le había ordenado. Se aplico en su tarea, al poco Alicia comenzó a suspirar. Vi como le asomaba una parte del bello púbico, parecía algo arreglado, pero a mí me gusta que este completamente rasurado. Se lo dije a Alicia.
Al rato, le pregunte que hacia una sumisa cuando iba a tener un orgasmo. Pedir permiso, respondió. Bien, dije yo.
La esclava seguía lamiéndola. Al poco tiempo la rubia me pidió el permiso para correrse, por descontado que se lo negué, mientras que la perra seguía con la lengua en su vagina pero aminorando la intensidad. Era buena perra.
Separe a la esclava y seguimos con nuestras cosas. Alicia seguía mirándonos, me dio la sensación de que deseaba participar, pero no se atrevió a decirlo.
Termine con la esclava y volví a mandarla que comiera a Alicia. El resultado fue similar a la vez anterior. Al rato me pidió permiso para correrse y de nuevo se lo denegué. Le dije a la esclava que podía ir a la ducha.
Cuando nos quedamos solos, comente que yo también iba a ducharme. La rubia manifiesto su deseo de que habláramos y que me esperaba fuera. No me apetecía ese plan, así que le dije que si quería hablar sería el siguiente fin de semana y que cuando saliera de los reservados no deseaba verla en el local, que se marchara.