La revista guarra
Extraje la revista de la mochila. La abrí y la comencé a ojear con cada uno de ellos pegado a mi lado. Enseguida comenzaron las expresiones obscenas y las manos a jugar inquietas con sus paquetes. Por el rabillo del ojo vi sobre la tela como las pollas se les ponían tiesas.
Después de la experiencia en los baños públicos la verdad que no me quedaron ganas de volver. Tenía el ojete destrozado, aquel cabrón me había roto el culo a lo bestia e ir al baño, o tan solo tocarme el ano para lavarme era un auténtico tormento. Durante varios días el sentarme era una pesadilla, el caminar una tortura y el sangrado me tenía preocupado. Temiendo manchar la ropa y que ello delatara mi estado decidí poner un trozo de papel higiénico a modo de compresa. Cada poco me bajaba los pantalones y miraba los calzoncillos para ver si aun manchaba. Como os podéis imaginar lo que menos me apetecía en aquel momento era cualquier tipo de actividad sexual
Los dias se hacian eternos sentado en el puto pupitre. Era como tener una navaja clavada en el culo. Un dia mi compañero de pupitre me preguntó que que coño me pasaba, que por que no paraba de moverme, que si estaba escocido. Le dije que me había dado con el pico del sillín de la bici en el ojete y que me había hecho daño.
- Ostia colega eso si que duele - me dijo
Pero pasó. El culo me dejo de picar pero entonces lo que me empezó a picar de nuevo fue la polla. La única posibilidad que tenía de alegrar la vista viendo alguna verga al natural eran las duchas del gimnasio del colegio. Pero era un peligro y había que obrar con tiento. Si te descubrian mirandoles el rabo con insistencia a tus compañeros, te podían tildar de maricón y si te colgaban ese sambenito encima, lo llevabas claro.
Tenía que buscar la manera de dar rienda suelta a mis deseos y un día revolviendo en los cajones de mi hermano mayor encontre la solucion. Oculto en un enorme atlas encontré una revista porno. Ese era el anzuelo con el que podia pescar algun pececillo.
Al día siguiente en el recreo le dije a mi compañero de pupitre que tenía una revista porno.
- Joder tio me la dejas ver - me dijo.
- Ahora no. Al salir de clase
- Joder ¿Que hay? ¿Tías en pelota?
- Si y follando, y haciendo mamadas. Incluso a una se la follan entre tres tios uno se la mete por el culo, otro por el chocho y al otro se la chupa - le dije para hacerle entrar en situación e ir caldeando el ambiente.
- Ostia puta, yo tambien la quiero ver. - oímos una voz a su lado.
Era Guillermo, el repetidor del curso, un chaval pelirrojo con la cara invadida de acné, larguirucho y flaco como un palo de escoba. Tenía una pinta de pajillero que saltaba a la vista. Siempre rascándose los huevos con la mano en el bolsillo del pantalón.
- Vale - le dije, cuanto más bulto mas alegria, pensé. - Nos vemos a la salida de clase.
Cuando sonó el timbre del final de la jornada escolar se pegaron a mi como lapas.
- Vamos a los baños - me dijo mi compañero
- Tú estás loco ¿Qué quieres que nos pille algún cura?. - le contesté airado
- ¿Entonces dónde vamos? - preguntó el pelirrojo temeroso de perderse la fiesta.
- Yo se donde - les dije tranquilizandoles
En un solar próximo había una obra que estaban iniciando. Un dia cuando vi salir a los obreros, que lo hacían más o menos a la misma hora que nosotros de clase, me colé por un agujero que había en la valla que habían colocado. En el interior solo se veía el enorme hueco de la excavación y una caseta metalica. Había entrado con la intención buscar alguna revista guarra tirada, como solía ocurrir en todas las obras. Esto lo descubrí una vez por casualidad y me hice una paja increíble mirando los rabos de los tíos que salían en la publicación. Desde esa vez repetí la jugada con asiduidad, convirtiéndome en un experto cazador de papel cuché. Me hacía una paja y a veces me limpiaba restregando la polla con la del hombre en la revista, me daba un morbo increíble, sobre todo si había alguna lefada reseca en el papel. La dejaba tirada una vez que descargaba pues no me atrevía a llevarla a casa.
Les guié pues a la obra.
- Yo entro primero y si no hay nadie os mandó pasar - les dije.
Después de comprobar que el camino estaba expedito les llamé y nos dirigimos al hueco que había entre la caseta y la valla. Nada más llegar oí a Guillermo.
- Mira si hay una revista guarra ahí tirada. - exclamó dirigiéndose hacia ella con la intención de cogerla.
- Déjala. No ves que está toda sucia. Hasta habrá alguna corrida en las páginas- le ordené.
Y yo bien lo sabía de lo que hablaba porque mi leche pegaba dos de las hojas.
- Pues saca la tuya - me apresuró mi compañero de pupitre.
Extraje la revista de la mochila. La abrí y la comencé a ojear con cada uno de ellos pegado a mi lado. Enseguida comenzaron las expresiones obscenas y las manos a jugar inquietas con sus paquetes. Por el rabillo del ojo vi sobre la tela como las pollas se les ponían tiesas.
Después de un buen rato dejandoles disfrutar del espectáculo me decidí.
- ¿Nos hacemos unas pajillas? -les pregunté emulando a Torrente.
- Por mi vale- se apresuró a decir Guillermito el pajillero
- No se tio, me da corte - dijo cohibido Juan mi compañero de pupitre.
- ¡Pero sin mariconadas! - dije haciéndome el gracioso para animarle.
- Bueno vale. ¿Pero quien sujeta la revista?
- Vamos a escoger una foto y la pongo en el suelo. - medié yo.
No hubo mucho que negociar. Escogieron la de la tía ensartada por todos los agujeros. No se que nos pasa a los hombres que hasta los más hetero les encantan esas escenas llenas de rabos. Por lo visto si la picha española nunca mea sola , tambien nos gusta que no folle sola. Será por la camaradería y el espíritu de equipo, digo yo.
Para que se decidieran, tras tirar la revista al suelo, me bajé pantalones y calzoncillos hasta los tobillos quedando con la polla tiesa al aire. Guillermo no tardó en imitarme presuroso. Juan tardó más en hacerlo todavía un poco apocado.
Cuando los tres la teníamos fuera empezamos a jalarnosla. Mientras ellos miraban con ojos libidinosos la revista, yo aprovechaba para mirarles las vergas. La de Juan todavía estaba a medio hacer como la mia pero el Guillermito, que ya había dado el estirón, lucía un pollón considerable. Nos la machacamos con ahínco. Juanillo no tardó en correrse salpicando la revista.
- Joder tio ¿Ya te has corrido?. No duras una mierda - le dijo Guillermo
- Es que estaba muy caliente - se disculpó avergonzado por su falta de control.
Para mi fue genial porque entonces empezó el reto de quien aguantaba mas meneandosela entre Guillermo y yo. Nos mirábamos a los ojos y a la polla retadores como duelistas y la revista pasó a segundo plano.
- Joder tios no vais a acabar nunca. Yo me aburro aquí mirando como os la cascais - dijo Juan
- Pues lárgate si quieres y dejanos en paz - le espeté
- Pues me voy entonces - dijo y se marchó.
La tensión subió. Ya solos no levantamos los ojos de la polla del otro. Hasta que decidí dar un giro de tuerca. Quería tocarle la polla.
- ¿Y si nos pajeamos uno al otro?
- ¿Tu crees? Dijimos sin mariconadas
- Eso no son mariconadas. Nos damos gustillo y está.
- Bueno pues por mi vale
Me acerqué a él, dificultada mi marcha con los pantalones en los tobillos. Nada más llegar a su lado le quite la mano que todavía tenía en la polla y se la agarré con la mía. Y empecé a meneársela despacio. Como vi que no se decidía a cogerme el rabo, con mi propia mano pusé la suya sobre mi verga. Empezamos a menearnosla mutuamente. No apartabamos la vista del rabo que teníamos en las manos. A diferencia de la del cerdo que me violó en los baños públicos la de Guillermo era lisa y sin una vena marcada, rosada toda ella con un color un poco más intenso en el capullo y con un rojo tupé encima. Con la piel del prepucio le cubría y descubria el glande, le quedaba el frenillo muy tirante y no bajaba mucho, con la otra mano se lo acaricié. Suspiró profundamente.
- Joder que gusto - exclamó
Alcé los ojos y pude ver su cara traspuesta por el placer que le estaba dando. Tenía los ojos cerrados y cuando los abrió y me vio mirándole se sintió avergonzado. Bajo la mirada hacia mi polla rehuyendo la mía.
- Joder como te babea la polla - me dijo asombrado
Efectivamente su polla apenas mojaba mi mano pero yo en cambio le estaba empapando la suya con mi precum. Me recogí con la otra mano el abundante fluido que destilaba mi rabo y se lo esparcí por su capullo.
- Hum,, hum, hum - no dejaba de decir
- ¿Te gusta como te lo hago? - le pregunté
- Siii, sii. Mucho.Mucho
El me la meneaba maquinalmente totalmente abandonado a su propio disfruté. Mas a mi no me importaba, estaba gozando con aquella sedosa, caliente y larga polla en mis manos. Estábamos uno frente a otro y podía sentir su agitada respiración en mi rostro. Por último me soltó la polla y dejó que yo siguiera meneandosela.
- Cierra los ojos - le ordené
Pusé su otra mano sobre su escroto y comencé a acariciarle y estrujarle los huevos , mientras aumentaba el ritmo de la masturbación. Sentí como la polla se le endurecía y se le encogian los cojones.
- Ay que me corro
- Ay que me corro
- Ay que me corro
- Ay que me corro
Empezó a repetir entre gemidos derritiéndose de gusto con el placer que le estaba dando.
El primer trallazo de leche me pegó en la barriga, el segundo encima de mi polla, los siguientes, que fueron abundantes, los recogí con la otra mano. Todo su cuerpo se cimbreaba traspuesto por el orgasmo y por un momento temí que sus piernas temblonas no lo sostuvieran. Por fin la leche dejó de manar y yo presuroso me llevé la mano que había recogido su esencia y me chupé la palma ansioso antes de que abriese los ojos.
Cuando al fin los abrió me pilló relamiendome. Creo que se dio cuenta de lo que había hecho. Pero satisfecho como estaba se hizo el loco.
- Joder tio que pasada.
Pareciera que la juerga se hubiera acabado pues se subió los pantalones y comenzó a recogerse el rabo que se desinflaba.
- Ostia tio. ¿Me vas a dejar asi? - protesté
- Ay perdona -
Decidido le cogí la mano y se la puse sobre mi polla
- Venga cascamela
Empezó a darla a la zambomba mientras sus ojos iban de mi polla a mis ojos buscando mi beneplácito.
- Acariciame los huevos- le ordené
Obedeció solicito. Era evidente que al pajillero también le gustaban los rabos, porque se relamía mirándome la polla mientras me la meneaba gustoso. Su mano en mi escroto me volvia loco, el cabrón la metió entre mis piernas acariciándome el periné y creí morir de gusto. Cerré con fuerza los muslos aprisionando su mano y entonces mi verga estalló. Empecé a correrme.
- ¡JODERRRRRRRRRRRRRR!
Mi polla escupió leche como si no hubiese mañana. Algunos goterones salpicaron la ropa del pobre Guillermo que miraba extasiado como aquel rabo disparaba sin cesar. Con cada trallazo apretaba las piernas y obtenía un gusto extra con su mano presionando el perineo. Cuando hube acabado soltó mi verga y se miró la mano pringosa, sacó un pañuelo del bolsillo y se la limpio, luego prosiguió con la que había saltado a la ropa. Una vez finalizado guardó de nuevo el pañuelo.
- Todavía tienes ahí - le dije señalando un churretón que se deslizaba por la pernera de su pantalón.
Lo cogió con un dedo y tras dudarlo un segundo se lo metió en la boca y lo chupo. Su cara delató bien a las claras como le gustaba el jugo de mi nabo.
Definitivamente al pajillero también le iban los rabos.
Pd. Esta fue mi segunda experiencia con los hombres, satisfactoria, pero que quereis que os diga un poco escasa.