La Reunión 04

Quería lamerla en ese momento, pero se contuvo y primeramente le plantó un besó profundo y después como si de otra se tratara, cerró sus ojos y comenzó a ir más allá, primero por los pliegues externos, con sus manos se sujetó por sus nalgas, y entonces ahora sí, con su lengua recorrió esa hendidura

“Montserrat,

Te preparé un omelette, está en el micro, pon el reloj a 0:50 e inicio, dejé encendida la cafetera para ti, por favor apágala y la fruta está bajo la servilleta. Espero que lo disfrutes, ten un buen día guapa.

Érika.”

Montserrat, siguió las instrucciones que le describía la arquitecta más guapa del país, era un desayuno muy sencillo, pero no tenía comparación ni con el mejor restaurante, tenía el mejor sabor, solo le faltaba la compañía de Érika.

Por su parte Érika llegó a la oficina, saludó a la recepcionista y a un par de compañeros, intercambiaron algunos comentarios y se fue a la pequeña cocineta que tenían para desayunar. Quiso enviarle un mensaje a Montserrat, pero se contuvo al no querer despertarla (por si aún dormía). Comenzó como todos los días a ver los nuevos correos que tenía, respondiendo los que ya tenía resueltos, anotando sobre su libreta los que le llevarían más tiempo y lo que necesitaba para llevarlos a término.

Montserrat, mientras tanto terminaba su desayuno. Algo nuevo en ella es que recogió los platos, los llevó al fregadero, los lavó y limpió el lugar donde había comido. Se vistió y se fue.

Érika mientras tanto, ahora estaba sumergida revisando aleatoriamente las cuantificaciones de un nuevo proyecto que le habían enviado y que tenía que presupuestar.

-Es usted la Arq. Érika Sandoval.- la voz de un hombre la sacó de su concentración al voltear, su asombro, su sorpresa eran evidentes y es que lo que veía frente a ella, no lo podía creer. Era una caja negra que contenía rosas, lilys y tulipanes.

-Sí, soy yo.- respondió nerviosa y es que toda la oficina al ser abierta, la observaba.

-Entonces, esto es para usted. ¿Dónde se las dejo? -

-Aquí, por favor.- señalando un espacio en su escritorio. Firmo la recepción de las flores y en cuanto el hombre se retiró, las observó por largo rato.

Tomó la tarjeta

“Gracias por el desayuno. Y gracias por el fin de semana que pasé contigo. Espero no ser codiciosa y tener más de eso en lo futuro. Ten un gran día, hay alguien que te piensa a diario y en todo momento.

M.D.”

Erika enrojeció y sonreía, radiaba, aunque ella no lo notara. Tomó su teléfono y marcó a la autora de la nota.

-Bueno.- respondió esa voz conocida.

-Hola, soy Érika.-

-Sí, ya sé que eres tú.-

-Buenos días otra vez.-

-Buenos días de nuevo.-

-Gracias por las flores.-

-¿Te gustaron?-

-Sí, son muy bonitas.-

-No más que tú.- y eso la terminó de enrojecer.

-Gracias, tú no te quedas atrás.-

-No sé qué tipo de flores te gustan, así que escogí varias.-

-Yo tampoco sé qué tipo de flores me gustan, nunca había recibido unas, yo creo que esas pueden ser mis favoritas.-

-Te mereces todas las flores del mundo.-

-Erika, necesito el estatus del presupuesto que…- la voz de su jefe la sobresaltó y giró su silla de inmediato para visualizar al hombre que la interrumpía.

-Sí, con esas modificaciones actualice la cotización y hágamela llegar a la brevedad, quedo pendiente, buen día.- y colgó

Érika salió de su burbuja y se puso a trabajar con los nuevos pendientes que su jefe tenía para ella. Se sumergió en el trabajo hasta que su estómago le recordó que había que comer. Continuo con su trabajo hasta la hora de salida y siguió mensajeándose con Montserrat. Tenía muchísimas ganas de verla, pero no quería parecer desesperada, quería estar con ella, pero también quería ir lento, no quería salir lastimada. Al llegar a su casa, le dio ternura ver que Montserrat había lavado los platos del desayuno. Ella sacó los contenedores de su comida y los comenzó a lavar, después se cambió de ropa, se puso unos short y playeras deportivas y comenzó a hacer una serie de ejercicios hasta que tocaron su puerta y ahí estaba la mujer que le había enviado flores.

Nada más verla, Érika la besó con esas ganas que traía guardadas todo el día. Montserrat se sorprendió por tremendo recibimiento, pero lo respondió con las mismas ganas.

-De haber sabido que me ibas a recibir así, vengo antes.-

-Hola.- dijo más mesurada, pero totalmente roja Érika.

-Traje mucho sushi y vino para cenar, dime que sí te gusta.-

-Sí, me gusta mucho.-

-Excelente.-

-Estaba haciendo un poco de ejercicio, y estoy algo pegajosa, deja me doy un baño rápido. -

-Está bien cariño, voy a acomodar la comida para cenar.-

Salió del baño solamente con un hipster negro y un top que al verla a Montserrat se la comió con la mirada. Por decir menos, se la fajoneo durante un momento, pero su estómago le recordó que no había comida nada durante todo el día.

-Sabes que yo soy comestible, pero tu estomago dice lo contrario. -

-Es una pena que se conforme con algo tan vulgar como la comida, cuando tú eres demasiado exquisita.-

-Eres una exagerada. -

-No exagero, eso lo creo firmemente. Además, encuentro adorable que te sonrojes a cada halago.-

Comieron y bebieron entre pláticas de todos los nuevos pendientes que Érika tenía, de lo que sintió cuando vio el arregló de flores, de qué comió fuera de su hora y muy rápido, y que peleó con un residente que no entregó los avances para pago de esa semana. Por su parte Montserrat le contó que el miércoles tenía una junta familiar en la que tenía que rendir cuentas durante ese trimestre y que realmente aún no tenía nada preparado.

-Estas copas no son mías, nunca las había visto.-

-No sé si hice mal el pedido o me entendieron mal, o simplemente se equivocaron pero llegaron junto con el vino.

-Son lindas. -

-¿Quieres más vino?-

-Sí, por favor.-

-Pensé que ibas a un gimnasio. -

-Es correcto.-

-Y por qué te encontré haciendo ejercicio en tu casa.-

-Porque he estado de floja y no he ordenado mis cosas, no sé como que no he tenido ganas de ir corriendo de un lugar a otro. Además- mientras dejaba su copa en la mesa.- siempre hay maneras de ponerse en forma.- Así fue que la tomó por la cintura y la sentó en su regazo para comenzar a besar cuello

-Acaso usted Érika Sandoval, me hace el amor para mantenerse en forma.-

-Monserrat Dupre, yo le hago el amor, por el placer de poder tocarla, besarla y sentir por un breve momento que usted es mía y solamente mía. - mordiendo el lóbulo de su oreja.

-Yo...- dijo con una pesada respiración por el efecto de las caricias. -solo quiero que tú me toques… y sin más preámbulos Érika con sus dos manos tomó los senos apretándolos lo suficiente para que Monserrat se mordiera sensualmente los labios. -yo sólo quiero que tú me beses porque yo ya soy tuya.-

Érika comenzó a desabrochar uno a uno los botones de su blusa, intercalándolos con besos en el camino que erizaban cada centímetro de la piel de Montserrat, las respiraciones de ambas eran pesadas, y las dos emanaban un calor sorprendente que parecía que desatarían un incendio ahí mismo. Al quitarle la blusa con las yemas de sus dedos subió lentamente, mientras miraba y guardaba detalle de la perfecta piel que recorrió, lo suave y tersa que esta era. Montserrat tomó su cara con ambas manos obligándola a mirarla, y comenzó a darle besos por toda cara hasta llegar a sus labios, que primero recorrió el borde de estos con sus dedos que fueron besados por Érika suavemente, pero que sin previo aviso fueron chupados de la manera más lasciva, pero a la vez lograba verse sexy sin llegar a lo vulgar. Sentir la humedad en sus dedos por la saliva de Érika, provocó un cosquilleo en las parte más íntima y recóndita de Montserrat. Los dedos de Érika seguían recorriendo la piel de Montserrat pero se encontraron con un encaje que interrumpió ese camino. Ella intentó deshacerse de ese estorbo de ropa, pero no podía, sus dedos parecían n recibir las instrucciones que su cerebro, le daba.

- ¿Nerviosa?- le dijo sonriendo a ras de sus labios.

-¿Es tan evidente?- respondió Érika sin poder desabrochar el sujetador.

-Déjame ayudarte- le dio un beso corto en los labios para incorporarse y quitarse esa prenda de encaje. - ¿Te parece que así está mejor? - le dijo mientras dejaba a la vista y a la altura perfecta de Érika tragó saliva, pues al parecer cayó en cuenta que nunca se había detenido a verlos, le parecían perfectos, en tamaño, en color, la forma de sus aureolas y el tamaño de sus pezones. Los dedos de Érika reaccionaron ante es estímulo visual que tenía en frente, lentamente puso su mano en acción y retomó ese caminó que se había visto interrumpido por la tela de encaje.

Le costaba trabajo respirar, sus yemas subían lentamente erizando la piel a su paso, siguió su camino sobre la aureola siendo testigo de cómo ese pezón rosado oscuro se endurecía aún más, para Érika eso era demasiado, la excitaba mucho más. Miro a Montserrat pronunciando un -¿Puedo?- ella no pronunció ningún sonido, pero tomó su otra mano y la llevó al pecho que estaba desatendido. Lo acaricio de la misma manera y llevo sus labios hasta el ahí con suma delicadeza jugueteo primero con su nariz provocando gemidos ahogados en Montserrat, luego como lo venia deseando por fin lo tocó con la puna de su lengua y entonces el gemido ya no fue silencio ahora se hacía presente con un ¡Ah!- Érika abrió su boca y  comenzó a succionarlo para después levente apretarlo con sus labios y entonces el gemido fue aún más alto aferrando con sus brazos a Érika para que no parara, retiró sus manos para bajarlas por su espalda y apretarla desde su trasero más a ella. Intentó meter sus manos por el pantalón de Montserrat, pero estaba demasiado entallado que no permitían que jugara con libertad. Subió para comenzar a desabrochar el pantalón, pero las manos de Montserrat se interpusieron rápidamente.

-Quiero quitarte la ropa- le dijo agitada.

-¿Eres mía?- preguntó Érika.

-Sabes que sí.- respondió Montserrat.

-No, no lo sé. - Montserrat retiró sus manos y entonces dio paso para que Érika siguiera con lo que tenía planeado desde un inicio. Tranquilamente le desabrochó el cinturón y enseguida le desabrochó el botón del jean y bajó el cierre.

-Ahora puedes quitarme lo que quieras. -

Montserrat, la tomó de sus manos para enlazarlas con las suyas y plantarle un beso suave y delicado en sus labios, siguiendo a la punta de su nariz y terminando en su frente. Con la misma delicadeza que lo había hecho Érika, con sus yemas apenas rozando su piel comenzó a subir por sus brazos, era sumamente delicada al hacerlo, regresaba sus dedos por los bordes de aquellos tatuajes. Comenzó a darle besos en su hombro, pasando por la clavícula y subiendo por su cuello hasta llegar a su oreja, donde Érika no pudo evitar estremecerse al sentir los labios y respiración en su oreja. Sentía que algo en el pecho le iba a explotar, Montserrat tomó ambos pechos y los apretó con ansías, haciendo que la respiración de Érika se hiciera más pesada. Con sus dedos recorrió el elástico para dejar sus dedos entre la piel y la tela para recorrer toda la circunferencia de su torso y endurecer sus pezones. Cuando por fin se lo quitó, ambos le apuntaban desafiantes y Montserrat no dudo ni un momento en llevar uno a su boca y chuparlo mientras que al otro lo manipulaba con su mano apretándolo levemente provocando los gemidos de Érika. Ella aventó sus manos para tras y así poder inclinarse y que Montserrat, pudiera seguir deleitándose con esas dos bellezas. La volvió a tomar con ambas manos de la cara para darle un beso, está vez más lascivo, cargado de lujuria, deseosa de seguir con ese placer. Érika se aferraba con sus manos al trasero de Montserrat, llevo su mano a su entrepierna y sin avisar metió sus dedos en esa parte intima, para sentir la humedad de la rubia que le comía la boca, al sentir ese dedo, Montserrat le mordió el labio. Érika, aunque en una posición incómoda, siguió penetrándola lentamente sintiendo las respiraciones pesadas y los gemidos. Sacó el dedo y luego lo llevó directamente a su boca lamiendo con un fuego en sus ojos.

-Levántate, por favor.- dijo Érika. Montserrat, no cuestionó nada y se levantó mientras Érika la miraba desde abajo, subió sus manos por sus piernas, para llevarlas hasta los elásticos de esa ropa interior y bajarlos junto al pantalón. Y ante esa vista que tenía, Érika se acercó más recorriéndole las piernas, los mulso y por supuesto apretando esas nalgas que la volvían loca, recorría esas piernas de manera lenta como lo venía haciendo, lentamente. Comenzó con pequeños besos en pantorrillas, subió con más besos por sus rodillas, ambas se miraban y aún con todas las sensaciones que sentían, sus ojos clavados en los de la otra, los besos subían el calor y el cosquilleo que sentía Montserrat también iban en aumento, como las ganas de Érika se probar esos labios que veía desde abajo, que ya se notaban hinchados y en los que ya se observaba en la hendidura un leve brillo. Por la posición en la que Érika se encontraba, tuvo que arrodillarse para tener mejor acceso, al hacer esto quedó pudo quedar más cerca de su meta y pudo sentir el olor que emana. Quería lamerla en ese momento, pero se contuvo y primeramente le plantó un besó profundo y después como si de otra se tratara, cerró sus ojos y comenzó a ir más allá, primero por los pliegues externos, con sus manos se sujetó por sus nalgas, y entonces ahora sí, con sui lengua recorrió esa hendidura. El cuerpo de Montserrat se tensó, su ceño se frunció y arrugó un poco la nariz ahogando en su garganta un gemido seco, que no alcanzó a materializarse. Se detuvo en su clítoris para acariciarlo con ese piercing que lograba erizar aún más esa piel.

Bajo de nuevo con su lengua nuevamente e introducírsela, despacio subía hasta donde su nariz se lo permitía. Montserrat no emitía ningún ruido, todo eran respiraciones pesadas, con sus manos aferró más la cabeza de Érika a su sexo, entendiéndolo, ella no paró, siguió con la misión que tenia de penetrarla gentil y profundamente. Con sus labios y lengua, se las ingeniaba para que ese sexo, no perdiera esa humedad, que cada vez era más. La posición, aunque incomoda le daba placer, hasta que a Érika se le ocurrió levantarle la pierna y dejarla en su hombro, haciendo que Montserrat se ocupara aparte de sentir ese placer, de no caerse. Aunque estuviera en una posición más incómoda, el placer que sentía, se duplico, Érika, podría penetrarla más profundo con su lengua, la podía recorrer con más domino, pasaba de penetrarla con la lengua a subir por su hendidura hasta su clítoris, al que después con su lengua lo acaricia, lo succionaba y apretaba suavemente con sus labios. Por un momento, se dedicó con su lengua en su clítoris, mientras que le introducía un par de dedos, dedos que volteaba para provocarle distintas sensaciones. Por alguna razón Montserrat seguía sin emitir algún gemido ruidoso, todo se reducía a dejarlos ahogados en su garganta, creo que no quería acabar con esa atmosfera que tenían. Cuando Montserrat de levantaba en punta sobre su único pie en el piso, Érika la jalaba más a ella, haciendo que la rubia se doblara para abrazarse a su cabeza. Retiró sus dedos mojados y sin pensarlo, los llevo hasta la entrada de su ano, donde primero comenzó con círculos y cuando iba a penetrarla, se le ocurrió mejor bajar su pierna y recargarla sobre el sillón donde vería ese agujerito, internamente Montserrat lo agradecía, pues no sabía, cuanto más podría soportar su peso sobre una sola pierna. Abrió sus nalgas y llevó sus labios para plantarle un beso, el sabor, aunque nuevo, no le desagradó, la animó a ir por más le metia la lengua y trataba de jugar con ella en el interior de ese agujerito y sintió como poco a poco este se dilataba. Ambas sudaban como si estuvieran en una clase intensa de spinning, pero nada de eso les desagradaba. Por fin se animó a penetrarla, nunca lo había hecho, pero sabía que a Montserrat le gustaba. Comenzó a chuparse el dedo medio, pero al escucharla Montserrat se giró un poco, y tomo su esa mano, para continuar ella lubricando ese dedo con su boca. Érika, comenzó a besar su espalda, y su otra mano al clítoris abandonado, comenzó de nuevo a estimularlo, cuando Montserrat soltó su mano, Érika entendió que debía da el siguiente paso, y así, despacio, introdujo la punta de su dedo, Montserrat suspiró muy fuerte. Las penetraciones en su ano y la estimulación del clítoris eran lentas, pero los movimientos de cadera de Montserrat, cada vez eran más rápidos.

Las gotas de sudor caían sobre la espalda de Montserrat, ella ya erguida sobre su cuerpo imponía el ritmo de las penetración y estimulación de su clítoris, Érika le daba pequeñas mordidas y besos por la espalda, mientras ella intentaba agarrarle cara a la vez de que intentaba pellizcarse y apretarse los senos. Su ritmo, no era rápido, pero algo había algo, la entrega, las emociones que estaban dentro de todos esos movimientos. No había nada que decir, porque todo estaba ahí. El cuerpo de Montserrat se tensó, mientras abrazaba con una mano la cabeza de Érika.

Ambas estaban agitadas, sudadas, cansadas, orgásmicas, pero sobre todo felices. Montserrat dándole la espalda a Érika, quien controlaba su respiración en los hombros de la rubia.

Cuándo por fin estuvieron tranquilas, Érika la llevo a la regadera donde sin decir palabras se lavaron. Se sentaron en latina abrazadas, mientras el agua les caía, Montserrat abandono la tina para ir por la botella de vino y unas copas.

Estuvieron en la tina con besos y caricias, pero sin decir más, hasta que la botella de vino se acabó.

Salieron y se fueron a dormir, sin nada encima solo abrazándose y dejándose llevar.