La reprogramación de Ana María (3)
Esta vez nuestra protagonista es la ayudante del hipnotizador en otro espectáculo.
La reprogramación de Ana María (3)
Ana María tuvo el impulso de salir corriendo pero se contuvo. No era sencillo que su amiga la reconociese. Ella jamás había usado ropa tan provocativa como la que llevaba puesta. Además su amiga estaba muy entretenida conversando con su novio. Así que se puso a un lado de David, quien llevaba puesta una capucha y una máscara graciosa. Puso las manos sobre las caderas como hacían las modelitos en la televisión y sonrió. Fingiría ser una asistente cabeza hueca para no ser reconocida por su amiga y poder disfrutar mejor de la velada.
David empezó a hablar. Esa reunión era del tipo privado porque todos los presentes habían sido invitados directamente. Había tres mujeres y seis varones. Por lo que podía ver, eran tres parejas de esposos o novios como Tatiana y Jorge y tres varones solos. Ana María ignoraba que esos tres varones sin pareja habían pagado una gran suma de dinero por estar en esa sesión de hipnosis erótica.
Esta vez no había un distractor masculino como la vez anterior. Ana María sería la única ayudante del hipnotizador. David finalizó pidiendo a las tres mujeres que eligiesen a un varón de los presentes para empezar con la hipnosis. Obviamente las tres eligieron a sus respectivos acompañantes. Jorge trató de resistirse pero Ana María, siguiendo una indicación del hipnotizador lo cogió de un brazo y lo llevó hasta el frente.
“Muy bien amigos – dijo el hipnotizador –, les agradezco su participación. Ahora empezaremos con la inducción. Y para eso me ayudará mi bella asistente.”
Cogió de una mano a Ana María y le hizo dar algunas vueltas. Ella no paraba de sonreír. Un murmullo de aprobación se escuchó entre los varones presentes. También podía sentir la envidia de las mujeres. Se sentía hermosa y deseada. Eso la hacía ponerse húmeda.
“Por favor – continúo el hipnotizador – quiero que no aparten sus ojos de su hermoso trasero. Obsérvenlo, admírenlo mientras ella va de un lado a otro.”
David le indicó que caminase de derecha a izquierda y viceversa a un metro de las tres sillas donde estaban sentados los tres varones. Los otros seis asistentes tampoco pudieron evitar fijar sus ojos en las pompas de Ana María. El vestido y los tacones resaltaban esa parte de su anatomía.
“Creo que esa zorra no lleva trusa.” Dijo una de las mujeres en voz baja, pero Tatiana logró escucharla porque estaba a solo una silla de distancia. Ella no le prestó mucha importancia a la asistente, estaba más interesada en ver como su novio era hipnotizado.
“No dejen de ver esas nalgas – continúo hablando el hipnotizador – fíjense como las menea, no aparten su vista de esas redondeces. Miren, miren…” La voz de David adoptó un tono monótono. Los tres varones sonreían mientras tenían los ojos clavados en las pompas de Ana María. Ella caminaba sensualmente. Se preguntó si lo estaría haciendo bien o era muy rápido. Como no recibió ninguna indicación de David continuó al ritmo que tenía. Iba y venía moviendo las caderas, era fantástico ser el centro de atención.
“Ustedes han venido a este lugar para estar sentados allí, a mirar lo que sucederá, a ser hipnotizados – decía David con voz profunda –. No se resistan, no pueden detener lo que sucederá. Muy pronto ustedes estarán profundamente hipnotizados, profundamente relajados. Sus propios pensamientos están siendo orientados a la hipnosis, cualquier pensamiento que ingrese a sus mentes desaparecerá rápidamente, sumergiéndolos más profundamente en la hipnosis. Mientras miran esas hermosas nalgas.”
Los tres hombres empezaron a ponerse serios y un poco pálidos tras sus máscaras. David los observaba cuidadosamente, estudiando sus reacciones, las ocultas señales que indicaban que se sumergían en el trance. Su ojo entrenado advertía que iban cayendo lentamente en un profundo trance donde podría jugar con sus mentes a su antojo.
“Sucederá pronto y de maneta muy natural – dijo David –. Sucederá sin que se den cuenta. Empezarán a sentirse relajados, muy relajados. Sus cuerpos y sus mentes se relajan… se relajan… Y entran en un profundo trance hipnótico…”
Ana María seguía caminando. Ella también notó que los tres varones se fijaban en sus pompas pero ya no con esa mirada lasciva del inicio. Tenían la mirada perdida. Caminó un poco más despacio, con la cabeza erguida y meneando sensualmente las caderas.
“La relajación comenzará por los dedos de sus pies, uno por uno. Los sentirán relajarse paulatinamente – dijo David, vocalizando perfectamente cada palabra –. Sus dedos se quedarán profundamente dormidos. Uno por uno, hasta que los diez dedos estén completamente dormidos. Entonces la relajación se extenderá irresistiblemente sobre sus pies y éstos quedarán flácidos… sueltos… profundamente dormidos…”
Tatiana tuvo que sacudir los pies para que no empezasen a quedarse dormidos. No quería perder detalle de lo que sucedía. Ya había notado que Jorge inclinaba ligeramente la cabeza. Era increíble cómo lo estaban hipnotizando delante suyo. Sentía una extraña sensación de dominación y deseo.
“Ahora esa relajación sube de los dedos de sus pies a todo el pie y a los tobillos. Todo se relaja más y más… Se relaja… Se vuelve flácido… Se quedan profundamente dormidos. Los dedos de sus pies y sus pies están profundamente hipnotizados. Pronto su cuerpo entero estará hipnotizado. Pronto su mente también estará profundamente hipnotizada…”
A continuación, David relajó las piernas de los varones, y fue subiendo a las rodillas, los muslos. Los tres tenían la mirada perdida y ya no seguían el bamboleo de las nalgas de Ana María. Ella siguió caminando pero más lentamente aun, siguiendo una indicación con la mano que le hizo el hipnotizador.
Mediante la técnica de la relajación progresiva, el hábil hipnotizador fue controlando lentamente las mentes de los tres varones. Dos de los que estaban al frente tenían las manos a los lados y el tercero, que era Jorge, las tenía sobre el regazo, pero sin vida.
La voz del hipnotizador envolvía las mentes de todos los asistentes. No solo de los varones que estaban adelante. Tatiana notó sorprendida que la mujer que estaba más cerca a ella tenía la cabeza inclinada hacia atrás y parecía también entrar en trance. Dos de los varones que ocupaban la parte de espectadores también parecían estar sumergiéndose en la hipnosis. Era increíble. Sería como la vez anterior que todos los presentes sin excepción habían sido hipnotizados.
David continuó relajando los cuerpos de los varones que estaban adelante. Su potente voz iba penetrando sus mentes mientras los músculos de los presentes se iban aflojando. Sonrió ligeramente cuando notó que los tres tenían sus cuerpos completamente flácidos. Y no eran los únicos, entre los seis espectadores, tres parecían también muy relajados. Indicó a Ana María que se detenga y se ponga a un lado.
“Sus cuerpos están completamente relajados, profundamente dormidos, completamente hipnotizados. Y con sus cuerpos relajados, sus mentes también se relajan. Así como sus cuerpos se han sumergido en la hipnosis, así se sumergirán sus mentes. Siéntanlo ahora, sientan como sus mentes flotan, flotan suave y dócilmente, déjense llevar por el sonido de mi voz. Sumérjanse en la hipnosis. Ustedes están profundamente hipnotizados… completa y absolutamente hipnotizados… Harán lo que yo les indique. Obedecerán sin dudar.”
De pronto, una de las mujeres se cayó de la silla. Estaba tan profundamente hipnotizada que aunque la caída fue aparatosa, no despertó. Entre David y uno de los varones que continuaba consciente, la sentaron en la silla. La mujer seguía con los ojos cerrados. David le agradeció al hombre que lo había ayudado y cuando éste iba a regresar a su sitio. Lo cogió desprevenido por la frente y la nuca para tirar levemente de él hacia atrás y le ordenó: DUERME.
El efecto fue fulminante. El hombre quedó de pie, tambaleándose pero completamente hipnotizado. Tatiana aplaudió. Ella y otro varón eran los únicos que seguían conscientes.
David sonrió y le indicó a su ayudante que se acerqué al único varón que seguía despierto.
“He notado que no has dejado de ver las pompas de mi bella asistente – dijo el hipnotizador – y comprendo que te sientas tentado de tocar esas rotundas nalgas. Lo que tú ignoras es que esas nalgas no sólo tienen un poder hipnótico al admirarlas sino que su poder es mayor cuando las tocas. Así que mientras estiras las manos sentirás como tu cuerpo se relaja más y más, y cuando las toque caerás en un profundo sueño hipnótico.”
Ana María se acercó, caminando sensualmente hacia el hombre. Giró y dobló su cuerpo de la cintura para arriba ofreciéndole sus nalgas. El hombre estiró las manos mientras escuchaba la voz del hipnotizador. Y en efecto, cuando sus manos cogieron sus dos glúteos, quedó en trance. Ella se quedó sin saber qué hacer por lo que no se movió.
“Y ahora, sólo faltas tú – le dijo el hipnotizador a Tatiana – y se impone la pregunta de cómo te gusta: ¿rápido o lento?”
“Pues rápido – contestó Tatiana medio muerta de risa, era una especie de nervios y de entusiasmo – quiero que me lo hagas rápido.”
“Que sea cómo tú dices”. Dijo el hipnotizador.
Y con el índice de su mano derecha golpeó ligeramente la frente de la joven mientras decía: DUERME. Y ella cayó a un lado completamente hipnotizada.
David dio una mirada a su alrededor, completamente satisfecho. Ana María seguía al lado del hombre que la tenía cogida de las nalgas. Se preguntó si el hipnotizador se había olvidado de ella.
Pero él tenía planes para Ana María. Con un gesto le indicó que se acerqué. Y apenas estuvo a la distancia adecuada le dijo: “Bien Ana María, es hora de que entres en un trance profundo, así que cierra los ojos y DUERME”.
La tomó por la cintura y le cogió la frente con la mano derecha. Ana María quedó tambaleante, de pie, completamente en trance.
Así que David tenía 10 marionetas en sus manos, completamente dispuestas a hacer lo que él quisiera. Profundizo la hipnosis de todos y acto seguido los despertó previa indicación que cuando él les dijese DUERME mientras les tocaba el hombro derecho, caerían en un profundo trance diez veces más profundo que la vez anterior.
Les ordenó que despierten y todos lo hicieron. Se sentían frescos y relajados. Uno que otro preguntó “¿Eso es todo?”, pues no recordaban gran cosa de lo sucedido.
“El espectáculo recién comienza – dijo el hipnotizador –. Y para esta parte de la función la ropa sobra así que ¡desnúdense!”
Se escucharon exclamaciones de sorpresa y una que otra negativa. Pero algunos de los presentes empezaron a desnudarse. Ana María lo hizo con total naturalidad. Quedó de pie frente a todos, solo con la máscara. Se despojó también de los zapatos.
Jorge parecía resistirse, pero el hipnotizador se acercó a él, lo puso en trance y pronto el muchacho estaba en cueros. David hizo lo mismo con otras dos personas que se resistían a despojarse de sus prendas.
Lo que siguió fue una serie de pruebas bizarras. Cada uno de los asistentes fue usado como juguete por los demás. Ana María fue sodomizada sucesivamente por los tres varones solos. Jorge le hizo sexo oral a un hombre que venía acompañado de su esposa. Tatiana le hizo un cunnilingus a una de las mujeres mientras era penetrada por varios varones una tras otro. Cuando alguien se resistía o su pareja intentaba oponerse, David se encargaba de sumergir en un profundo trance al rebelde.
Los que más disfrutaron de la velada fueron los tres varones solos, quienes penetraron y sodomizaron a las cuatro mujeres presentes pero ellos tampoco se salvaron de ser manipulados. Dos de ellos sostuvieron un apasionado encuentro homosexual y el tercero fue usado como silla por varios de los presentes.
David no participó en la orgía. Prefería el voyerismo. Y gozaba manipulando las mentes de sus marionetas.
Ana María regresó a su casa de madrugada. Al día siguiente se reportó enferma en el trabajo. Recordaba vagamente lo ocurrido la noche anterior. Sentía un dolor en el trasero que fue desapareciendo con el transcurso del día. Lo que más le intrigaba era por qué se había puesto un vestido tan ceñido. Conforme las horas pasaban, fue olvidando el tema. Aprovechó para hacer otra visita al spa y hacer una hora extra en el gimnasio.
Tatiana sí recordaba más partes de la sesión de hipnosis erótica. Le excitaba sobremanera cómo su novio Jorge había hecho cosas que jamás hubiera hecho de estar consciente. No le preguntó nada para evitar que él se enfadase pero se moría de ganas de verlo nuevamente hipnotizado.
David a solas en su consola de trabajo se solazaba viendo los videos que las seis cámaras instaladas en puntos estratégicos de la salita habían grabado todo lo sucedido para la posteridad. Definitivamente era un espectáculo inolvidable.