La Reme, de beata a choni, 7 (y último)

La boda y la conclusión de la historia, con su final feliz y todo (por así decirlo…)

LA REME, DE BEATA A CHONI, 7

De la boda en sí no hay gran cosa que contar. Afortunadamente, mis dos guarrillas dejaron aparte sus disputas por un rato. Mi madre, saciada de polla desde la noche anterior, estaba tranquila y orgullosa de saber que todavía podía ponerme la tranca como una piedra. Y la Reme se limitaba a contar las horas antes de que su consuegra desapareciese del escenario y ella volviese a ocupar el lugar primordial que por derecho creía que le pertenecía: el de mujer de la limpieza con derecho a roce o algo similar.

El caso es que las dos decidieron adoptar un perfil bajo durante la ceremonia y el banquete posterior. Incluso lucieron una vestimenta bastante discreta, para ser ellas. Creo que trataban de no restar protagonismo a la verdadera reina de la fiesta, Lina, que, la verdad sea dicha, estaba espectacular.

Todo discurrió, pues, de manera correcta y distendida. Hubo alguna que otra lagrimilla durante la ceremonia, aunque el más plañidero resultó ser Gustavo. Reme se mostró más bien distante. Supongo que no se fiaba demasiado de cómo iban a evolucionar las cosas en el futuro. Me parece que no acababa de confiar en las promesas que le había hecho de que pensaba mantenerla como amante.

Parece mentira que todavía no supiese hasta qué punto era un cínico egoísta que sólo pensaba en su placer. Si lo tuviera claro, no dudaría de que un tipo como yo jamás iba a soltar un chollo como ella. Una guarra dispuesta a todo y a la que le gustaba todo, casada y que no me iba a dar problemas, ni comprometerme...  ¡Vamos, hombre! Habría que ser muy tonto (o muy honesto) para dejar escapar una putita así. Por mucho que acabase de casarme y tuviese intención de formar una familia... Y yo no era precisamente, ni tonto, ni honesto...

Después del banquete, la noche de bodas la pasaríamos en mi piso, mejor dicho, a partir de ahora, nuestro piso.

Mis padres partieron hacia casa esa misma noche. Ya quedé con ellos en que nos veríamos, si iba bien el puente de diciembre, el de la Constitución y la Inmaculada. De espaldas a mi viejo comenté a mi madre que trataría de encontrar algún hueco durante la visita para estar a solas con ella. Aunque, pese a su insistencia, no podía garantizarle nada.

El viaje de novios lo iniciaríamos a la mañana siguiente, relativamente pronto. Así que, nada más llegar a casa, ya como recién casados,  echamos un polvo bastante precario y rápido y Lina se quedó frita. Supongo que estaba reventada por el cansancio de la jornada y los nervios y la tensión acumulada en los días previos.

A mí el casquete me dejó frío e insatisfecho, pero sabía que no valía la pena insistir. El sexo ni era, ni iba a ser nunca el fuerte de mi mujer. Afortunadamente, la solución no estaba lejos.

A pesar del cansancio, no tenía sueño y, a las dos de la mañana estaba apalancado en el sofá, tomando un whisky, y zapeando frente al televisor. Al llegar a un canal de vídeos musicales, y ver, a alguna de esas negras potentes, no sé si era Rihanna o Cardi B. u otra, noté que todavía me circulaba sangre por la polla y ésta empezaba a resucitar. Así que, ni corto, ni perezoso, miré en el WhatsApp a ver a qué hora se había conectado por última ver la cerda de la Reme. ¡Y, bingo, estaba en línea...! No sé con quién coño estaría hablando a esas horas, ni me importa, pero no tardó ni dos segundos en contestar al " Ola kease? " que le mandé.

Menos de un cuarto de hora después la tenía amorrada a mi polla, chupando como si no hubiese un mañana, en la habitación de invitados, flanqueada por los ronquidos de su hija en la habitación de al lado y los del maricón de su marido tras la pared.

Podría extenderme más, pero creo que este es un buen final. Así que aquí termina mi historia, con la placentera sensación de felicidad que siento justo ahora, al derramar, copiosamente, una generosa ración de leche en la garganta de la zorra de Reme.

Es mejor dejar las historias así, cuando, de un modo u otro, todos son felices. Lina, recién casada y enamorada. Gustavo, con la nueva esperanza, esta vez sólida, de conservar y, si es posible, mejorar su empleo, ahora que es el suegro del jefe. Mi madre, encantada de haber cerrado el capítulo de su “ aventura ” conmigo siendo la que dice la última palabra, o al menos eso piensa ella... Mi padre, feliz en su ignorancia, esperando un buen montoncillo de nietos para llevarlos al parque y esas cosas que hacen los viejos. La Reme, bueno, la Reme con una polla en la boca (o en otros orificios, tampoco es que sea muy escrupulosa...) es la mujer más feliz del mundo. Sobre todo si esa polla es la mía. Y, si de mí depende, lo que dice rabo no le va a faltar…

En cuanto a mí, pues, bueno, la gente como yo, generosa y altruista, que disfruta haciendo el bien, siempre es feliz y se conforma con poco... La suficiente pasta para vivir cómodamente y sin apuros y una buena guarrilla.

Hoy por hoy, tengo ambas cosas.

FIN