La relojera
Metal, trapo y suspiro. O, la historia de una creación.
¡Hola! LLevo la mar de años visitando este sitio y esta es la primera vez que cuelgo algo. Esta história podría encajarla en varias categorías pero la dejo por aquí. ¡Espero que la disfrutéis!
La relojera
Cuando la relojera llegó a su taller
lleno de papeles, pizarras, planos y maquetas
y tazas de café medio vacías y amontonadas
era mediodía, y los grandes ventanales lo iluminaban todo
Dejó una caja de materiales con el resto, se quitó el abrigo
y se puso las manos en la cintura, preparándose para el arduo trabajo que la esperaba
Por el suelo y las paredes habían garabatos y fórmulas que anunciaban el futuro
E, impaciente, se recogió el pelo en un moño y se puso manos a la obra
Levantó con facilidad las grandes láminas de bronce
las colocó sobre una de las mesas libres,
y dibujó en una de ellas con un lápiz
Cogió una vela y la acercó al bronce, que se tiñó de ceniza negra
y los a penas visibles trazos resaltaban como estrellas fugaces en la noche
Cogió una sierra, un martillo y un cincel, y se puso a darle forma
restando todo lo que sobraba
descartando trozos de bronce que caían al suelo
y así empezó a fabricar
remaches, tuercas, engranajes y huesos
Horas después, pudo ordenar las piezas sobre un mantel
y veía a penas un esqueleto pesado, con extremidades encajadas a golpe de martillo
y la pelvis más amplia que los hombros
y ruedas pequeñitas por todos lados
En el medio, una jaula de costillas empezaba a cobrar forma
y la relojera se quedó dormida sobre su mesa de trabajo
acompañada por el espació vació en el pecho de alguien
Cuando despertó por la mañana se sintió avergonzada
Desayunó, se dio una ducha, y siguió trabajando
Aún faltaban cientos de engranajes por hacer y colocar
Y requería de una precisión milimétrica
El cráneo le llevaría horas
Y trabajó diligentemente, de vez en cuando limpiándose el sudor de la sien
Unos días después, aquello empezaba, más o menos, a parecer humano
Vagamente
La relojera, feliz con su progreso, acercó a la mesa una caja llena de algodón suave
Tela carmesí, hilo y aguja
Empezó en uno de los tobillos
Cubrió el metal con algodón, y el algodón con tela
Dándole forma, estrechando el tejido cuando tocaba
para crear piernas
Piernas suaves, como las de una persona
Hizo piés, con un trocito de marfil para cada uña
y manos, y brazos
Empezó a trabajar en el estómago, asegurándose de que no fiera demasiado plano
pero dejó al aire las costillas
Se puso con la cabeza, dándole preciosos ojos negros debajo de párpados finos, dientes muy blancos
orejas, nariz,
labios gruesos, lo más femeninos posible
El pelo era natural —fueron muy majos en la peluquería
era negro y azabache
y las mejillas eran carmesí como el resto del cuerpo
y las pestañas eran largas y las cejas pobladas
y en la cabeza, para burlarse de Dios, le puso dos cuernos de carnero
La puso boca abajo, cerrando la nuca y la espalda
Y al llegar abajo sonrío sonrosada
Le dio nalgas grandes, blandas pero firmes
Que serían un buen cojín
Y pasó una cantidad notable de tiempo
Asegurándose de que la impresión al tacto fuese la correcta
La volvió a virar, bien sabiendo que no le iba a bajar el calor de la cara
Le dio pechos suaves al tacto y tan, pero tan grandes
De proporciones ligeramente sobrehumanas
Con pezones rosados y aureolas anchas
Dejó un espacio en el medio sin coser, sabiendo que volvería después
No podía sonrojarse más, ahora que solo quedaban unas pocas partes cruciales
Entre las piernas, la figura aún tenía un vació metálico inacabado
Lo primero que le dio fue un agujero entre las nalgas
(no le daría mucho uso, pero un detalle nunca viene mal)
Después, esculpió dos pares de labios
suaves al tacto, asimétricos como la vida
guardaban una cueva profunda y estrecha
Una relojera distinta habría quizás añadido un botoncito cubierto con su capuchón
antes de pasar a la siguiente fase
pero nuestra relojera tenía otros planes mucho más maravillosos
Los huevos (por mucha risa que le diera llamarlos así
“escroto” le parecía tan frío y estéril
Como una muñeca inerte que no se mueve)
Eran enormes y peludos
Y estaban vacíos, tan solo llenos de aire
Ocultaban parte de la vulva de seda
Y mirándolos desde arriba, completando el juego, los custodiaba orgullosa
Una polla larga, gruesa, pesada
jugosa
con un agujerito en la punta
que incluso flácida inspiraba temor y respeto
A penas podía controlar su respiración mientras la cosía en su sitio
Sentía un calor insoportable soteniéndola
Podría haber tomado un descanso para aliviarse
Pero quería terminar ya
Lo necesitaba
Finalmente, la figura estaba casi acabada
La súcubo de metal y trapo, solo necesitaba
Vida
La relojera abrió un pequeño cofre, casi de juguete
y sacó de dentro un corazón de oricalco,
rojizo y ligero, cubierto de runas
fue la primera parte del proyecto que completó
cuando trazó círculos en el suelo y susurró cosas
en un idioma prohibido
ahora sería la pieza final
Agarrando el corazón, metió la mano entre los pechos suaves y mullidos
Colorada
Hasta que tocó metal
Lo encajó donde, tocaba, retiró la mano
Y encerró el corazón con las últimas punzadas
La autómata estaba ya casi completa
Yacía aún inmóvil como un cadáver
Ahora que tenía vida, necesitaba despertar
La parte final del experimento
La relojera estaba tan feliz, prácticamente se subió de un salto a la mesa
Se colocó a cuatro patas, una pierna a cada lado de su creación
Solo entonces se dio cuenta de lo alta que era
comparada con ella misma
Contempló su rostro
Parecía dormir tranquila
Como una diosa de antaño echándose una siesta de
diez mil años
Tras lo que bien pudo ser una eternidad
la beso
sus labios rojos eran fríos
pero agradables
y le costó separarse de ellos
Cuando finalmente lo hizo, y la miró otra vez
(fijándose en cada detalle de su rostro que había esculpido)
no notó diferencia
y empezó a angustiarse
la besó otra vez
y otra
y otra
Cada vez más fuerte, besos más largos, intentando que se juntaran
sus lenguas
y chocando contra dientes marfil blanco
Susurrando desesperada
Por favor, funciona, funciona
Otro beso
Despierta
y otro
Por favor, por favor, despierta
y lágrimas
y otro beso
y otro
Y en ese momento
cuando la relojera empezaba a darlo todo por perdido
y los labios fríos de su títere le parecían ya gélidos
notó algo
Asustada, no osó girarse
probando a ver que pasaría si le daba otro beso
y ahí lo volvió a notar
y conectó dos y dos
y soltó un gritito, roja como un tomate
y se giró para ver como la enorme polla de la súcubo había despertado
y estaba cada vez más y más rígida
palpitando con cada beso
y ese enorme glande le rozaba las nalgas por encima del vestido
Y el pene de acero parecía haberse vuelto
mucho, mucho, mucho más duro
de lo que el acero puede soportar
Y los huevos ya estaban a rebosar
de una semilla tan cálida
Y en ese momento volvió a mirar a su creación
a su Eva
tenía aún los ojos cerrados
y, sin embargo, le pareció notar
que de sus labios brotaba
un leve, muy leve
Suspiro