La Religiosa (3)
Julieta comienza a aceptar su condición de esclava y pierde las esperanzas de ser rescatada
La Religiosa 3
La mañana siguiente fue despertada con un pellizco de Martín en el pezón izquierdo. Quiso dar un respingo pero las cadenas le recordaron su estado. Luego de quitarle las cadenas le dijo:
-Ven esclava que tengo algo para ti.-
Acto seguido se bajó la cremallera del pantalón y liberó la polla que pugnaba por salir.
-Ahora quiero que te pongas mi verga en la boca, la acaricies con la lengua, la chupes y me hagas correr en tu linda boquita. Vas a tener que tragarte el semen, sin desperdiciar nada.-
Julieta abrió los ojos desmesuradamente. Sabía que no debería sorprenderse de nada pero eso de chupar falos y encima hacerlo eyacular para tragarse el semen, perecía demasiado.
-Señor Marqués, no me obligue a lamerle la polla y menos tragar sus fluidos.-
-¿Qué impertinencia es esa, puta asquerosa? ¿Negarte a mamarme y chuparte mi semen? Eso puede costarte unos cuántos azotes en las tetas y algo más. ¡Vamos!¡Abre la boca!-
Julieta abrió su boca y la acercó al glande, que comenzó a acariciar con la lengua. Luego lentamente la fue introduciendo en su boca cerrando los labios alrededor del mismo. Poco después sus movimientos eran acompasados mientras la verga se ponía más dura. Luego sintió el líquido que llenaba su boca. Hizo un gran esfuerzo para no vomitar y se tragó todo el semen. Luego pasó su lengua por todo el pene para retirar los restos de leche. Había hecho algo absolutamente impensado para ella.
-Bien ya he usado tus tres agujeros. Ya eres una puta con todas las palabras, la recibes por adelante, por atrás y en la boca y gozas con eso.-
-Señor Marqués, yo no gozo teniendo su polla en mi interior. Usted sabe que debo hacerlo para no ser castigada.-
-Es que quiero que goces cuando eres violada e incluso que goces cuando eres torturada. Será la mejor manera de darme placer, que sufras, gimas o grites pero que comprendas que ese es tu destino.-
Julieta simplemente no supo qué decir. ¿Podía decir algo? No, le quedaba solamente resignarse. Con el gusto del semen en la boca, fueron a desayunar.
-Por haberte usado de manera completa, te dejaré que uses unas bragas y la túnica. Veré por cuánto tiempo, pero puedes cubrir tu coño y tus tetas por ahora. Te dejaré libre por toda la casa hasta después del mediodía, momento en que tengo reservadas algunas cosas para ti.-
-Supongo que lo que me tiene reservado es violarme y torturarme nuevamente. Parece que es lo único que piensa hacer conmigo.-
-No es tan así. Ahora disfruta que no estarás encadenada. Luego veremos -
Julieta estaba más intranquila que antes de esta conversación. Presentía que cualquier cosa que Martín tuviera preparada para ella sería doloroso y humillante. Por lo menos podría tener sus intimidades cubiertas. La túnica era amplia y disimulaba las curvas de su cuerpo.
Debió preparar el almuerzo y luego limpiar toda la cocina. Lo que le molestaba era estar con tan poca ropa y andar de un lado para otro en la casa. Una vez finalizadas las tareas en la cocina, sabía que algo le esperaba.
-Julieta, es hora de volver a la mazmorra. Ahora quítate las bragas y la túnica ya que quiero que allí estés completamente desnuda.-
La novicia, con lágrimas en los ojos, le obedeció y ambos se dirigieron escaleras abajo.
-Aquí en la mazmorra tengo varios aparatos muy buenos para atarte y dejar tu cuerpo a mi disposición. Espero que, como eres muy obediente, te dejes amarrar para poder jugar con tu cuerpo a gusto.-
Julieta, resignada se montó sobre un banco que le indicaba Marín. Este consistía en una pequeña plataforma donde debía apoyarse desde diez centímetros debajo del ombligo hasta justo debajo de las tetas, que quedaban colgando apuntando al piso. Sus muñecas y tobillos fueron atados a las patas del banco. Así quedaba su culo y su espalda expuesto al látigo que a continuación usaría Martín.
Eligió uno de cola corta, no más de ochenta centímetros de cuero trenzado. Julieta no podía ver los movimientos de Martín ni que portaba un látigo, pero lo imaginó. Sabía que un banco similar tenían en el colegio para castigar a las alumnas díscolas. Sí recordaba que las jovencitas eran atadas vestidas y la superiora o encargada, le levantaba la falda hasta la cintura y les bajaba las bragas hasta las rodillas para azotarlas con una vara. Pensó que era eso lo que le esperaba.
Efectivamente se avecinaban los azotes, pero no solamente en el culo sino también en la espalda y los muslos y no con una vara sino con un látigo. El primer azote fue directamente al culo, que le hizo gemir. El segundo cayó sobre su espalda y el tercero sobre los muslos. Ahora gritaba y se movía en sus ligaduras. El dolor era insoportable y hasta olvidó la humillación a la cual era sometida y la desnudez que por su posición dejaba ver los labios vaginales entre sus piernas.
Los azotes se sucedían. Su culo ardía, sus piernas ardían, su espalda ardía y parecía que Martín no estaba dispuesto a detenerse. Ya casi no tenía fuerzas para gritar o quejarse. Solamente podía dejar hacer y quedar a merced de Martín. Cuando finalizó, tanto la espalda como el culo y las piernas estaban insensibilizados de tantos golpes recibidos. Martín se acercó, le separó los labios del coño y se dispuso a penetrarla.
En la posición en que se encontraba, Julieta no podía resistirse, simplemente debería dejarse violar nuevamente. Mientras Martín le introducía la pija en la concha su dedo índice jugaba con la entrada del culo, con claras intenciones de metérselo profundamente en el agujero, cosa que hizo poco después.
Ahora Julieta se sentía doblemente violada y humillada. No podía moverse y debía someterse pacientemente a su captor, aunque se rebelaba interiormente.
Martín se corrió nuevamente en la concha de Julieta que lloraba en silencio. Poco después la desataba del banco en el que la había amarrado y la colocó de espaldas a una gruesa columna que había en el lugar.
Le ató las manos por detrás de la columna, le separó las piernas con una cuerda y selló su boca con una cinta de embalar. Nuevamente Julieta quedaba a merced de Martín.
-He pensado que algunos toques con la picana eléctrica te harán añorar los azotes en el culo.-
Julieta abrió desmesuradamente mientras intentaba hablar pero sus palabras se convertían en simples sonidos inconexos debido a la cinta que sellaba su boca.
Conectó uno de los extremos de la picana en una plancha metálica en la cual apoyaba sus pies Julieta y el otro extremo a la varilla metálica. Acercó la punta a uno de los pezones y apenas lo tocó. Una fuerte descarga recorrió el cuerpo de Julieta que quiso nuevamente gritar pero apenas se escucharon algunos sonidos tenues.
Volvió sobre el pezón, dejándolo un poco más de tiempo apoyado. El cuerpo de la joven se estremecía y temblaba al paso de la corriente. El objetivo siguiente fue el ombligo, zona un poco menos sensible que las tetas, por lo cual aumentó la intensidad de la corriente. Nuevamente un nuevo temblor invadió el cuerpo de la novicia.
El siguiente toque sería en la parte más sensible, la concha. Efectivamente allí se apoyó la varilla produciendo una intensa descarga en la zona vaginal. La tortura no pudo ser soportada por Julieta, que pese a su esfuerzo no pudo evitar que un chorro de orina saliera por su uretra. La humedad que esto produjo aumentó la intensidad de la corriente.
Si haber sido violada fue desolador, las descargas en su cuerpo desnudo no tenían calificativo. Nunca imaginó lo que podía ser recibir descargas eléctricas en las tetas y en la misma concha.
Martín por momentos retiraba la varilla para dar solamente un momento de descanso, para volver otra vez a distintas partes del cuerpo, incluyendo nuevamente las tetas, pero ahora con una corriente mayor. La tortura con la picana duró casi una hora. Al finalizar Julieta estaba exhausta.
-Que esto te sirva para que me obedezcas en todo lo que te pida. Aun complaciéndome no evitarás que te castigue. Tienes un cuerpo que invita a ello. Unos azotes con las disciplinas en las tetas y luego ¡a cogerte nuevamente!-
Tomó el instrumento y descargó media docena de azotes en los ya sufridos senos de la novicia. Luego se bajó el pantalón y se dispuso a penetrarla, corriéndose dentro de su vagina.
Julieta, que había cuidado tanto su virginidad siguiendo los preceptos de la Madre Superiora, ahora se veía violada una y otra vez, sin poder siquiera quejarse por la cinta que sellaba su boca. Comenzaba a sentirse rendida y no podría continuar en ese estado de angustia y rebeldía.
Quedó atada a la columna largo rato hasta que Martín finalmente la desató, le permitió vestirse con unas bragas y la túnica y la obligó a preparar la cena.
Efectivamente se sentía tratada como una esclava y una puta y debía resignarse. Estaba perdiendo las esperanzas que alguien viniera a salvarla. Así terminó el día y fue alojada nuevamente en la celda, encadenada.
Martín quería comenzar con castigos fuertes para quebrar la voluntad de Julieta y estaba muy próximo a lograrlo. En esta oportunidad él quería una esclava a la cual pudiera castigar cuando lo deseara pero al mismo tiempo disponer de una hembra a la cual usar como tal, es decir cogerla todas las veces que deseara, en el momento que deseara y por el agujero que deseara. Además de disponer de una sirvienta que realizara todas las tareas de la casa.
El día siguiente transcurrió sin demasiadas novedades excepto que debió poner su concha a disposición de Martín poco después de mediodía. Comenzó a recuperarse de los castigos recibidos el día anterior y pudo permanecer vestida, ocultando de esa manera sus intimidades, aunque sin usar sostén. Sus tetas eran más bien pequeñas y no le molestaba esta situación.
Por la noche, luego de la cena, Martín la esposó y dispuso que vieran juntos algunos videos. En ellos podían apreciarse desde secuestros de jovencitas a violaciones de todo tipo y castigos desde algunos más o menos suaves hasta los más crueles.
-Quiero que te acostumbres a ver estas escenas. No eres la única que debe sufrir torturas por el simple gusto de tu amo, pero no temas, quiero tener a mi esclava en condiciones de disfrutar su cuerpo. Tienes una vagina estrecha que me causa mucho placer y espero que mejores en las mamadas.-
-Señor Marqués, me está tratando como a una puta que solo sirve para ser usada y recuerde que llevo mis hábitos con orgullo.-
-Tus hábitos has quedado destrozados por la tijera y solamente puedes usar unas bragas y esa túnica fácil de sacar para dejar tu cuerpo expuesto. Pero recuerda una cosa más: No eres una puta sino una esclava, una esclava que se debe a su amo y que será castigada si cumple con sus obligaciones. Ahora quiero que te arrodilles frente a mi y repitas: "Señor Marqués, soy su esclava y su puta y siempre mi cuerpo estará a su disposición para lo que desee hacer con él".-
Julieta no se movió de su asiento. No pensaba arrodillarse y menos repetir semejante frase.
-Me parece que quieres que te torture esta noche otra vez por desobediencia. Podría azotar todo tu cuerpo y especialmente tu concha mientras estás suspendida de los tobillos.-
-No Señor Marqués, no me haga eso.-
-Entonces vienes te arrodillas y repites lo que te he indicado.-
Julieta se arrodilló frente a Martín
-Señor Marqués, soy su esclava y su y su y su puta y siempre mi cuerpo estará a su disposición para lo que desee hacer con él.-
-Así no, esclava. De corrido y sin titubear. Si no lo haces, te ganarás un castigo.-
-No, no, por favor. "Señor Marqués, soy su esclava y su puta y siempre mi cuerpo estará a su disposición para lo que desee hacer con él".-
Así me gusta más. Ahora puedes hacerme una mamada y luego te llevaré a tu celda para que descanses.
Muy a su pesar Julieta acercó la boca a la pija de Martín y comenzó a mamarla. No pudo evitar que algunas lágrimas corrieran por su mejilla. Hizo su mayor esfuerzo para que su amo quedara conforme.
Una vez que tragó todo el semen depositado en su boca, fue llevada a su celda y encadenada.
A la mañana siguiente fue despertada por Martín.
-¿Recuerdas la frase que ayer tuviste que repetir?-
-¿Esa que me reconocía como esclava y puta?-
-Sí, quiero que la repitas, sin titubear.-
-"Señor Marqués, soy su esclava y su puta y siempre mi cuerpo estará a su disposición para lo que desee hacer con él".-
-Bien, ahora puedes levantarte y preparar el desayuno. Tienes toda la casa para limpiar antes del mediodía en que debes preparar el almuerzo. Recuerda que todas las mañanas repetirás la misma frase, sin olvidarte ni equivocarte.-
Julieta bajó la cabeza. Efectivamente era una esclava y debía estar lista para toda tarea. Luego de preparar el desayuno comenzó a limpiar y acomodar toda la casa, incluso su propia celda y los instrumentos que Martín podía usar con ella.
Luego del almuerzo y satisfecho por el comportamiento de la novicia, decidió premiarla.
-Ahora puedes bañarte, depilarte bien la concha y perfumarte e irás a mi habitación envuelta en una toalla a ofrecer tus servicios de puta. Como premio dejaré que puedas correrte.-
Julieta recibía humillación tras humillación. Ahora debería ofrecerse como puta y haría que se corriera, ese era el premio. Siempre le habían enseñado que no era bueno correrse y ahora seguramente él la obligaría. Sin embargo se dirigió al baño casi como una autómata e hizo lo que Martín le había indicado. Se presentó en la habitación envuelta en una toalla. Una cosa le habían enseñado en sus estudios anteriores: obedecer.
Dejó caer la toalla y presentó su cuerpo totalmente desnuda.
-Señor Marqués, le ofrezco mi cuerpo de puta para que goce con él.-
-Muy bien esclava Julieta, veo que vas aprendiendo a comportarte. Comienza chupándola que luego la enterraré en tu concha de puta.-
Julieta se nuevamente humillada pero se estaba acostumbrando a ser tratada así. Se colocó delante de Martín, abrió su boca y comenzó a acariciar la polla con la lengua y luego la introdujo todo lo que permitía su garganta. Cuando estuvo bien dura se incorporó.
-Mi concha está a su disposición. Supongo que eso es lo que quiere, humillarme y sojuzgarme, ¿no es así?-
-Simplemente quiero que mi esclava sepa que el que manda soy yo. Cuanto antes lo comprendas será mejor para ti. Ahora separa las piernas para metértela hasta el fondo.-
Julieta recostó su espalda sobre la cama y separó sus piernas adelantando el pubis para facilitar la entrada. Su concha rosada y depilada se abría como un capullo. Martín la introdujo sin dificultad y comenzó a meterla y sacarla lentamente, mientras apretaba ligeramente sus pezones.
La muchacha consideraba que el sexo así era algo sucio y no imaginaba poder correrse, pero contrariamente a lo que suponía, comenzaba a calentarse, cosa que fue advertida por Martín que continuó con los movimientos lentos pero continuos.
La excitación de ambos iba en aumento pero fue Martín el primero en comenzar a dejar su semen en la concha de Julieta, que al sentir la corrida en su interior también llego al orgasmo aunque con vergüenza y tratando de disimularlo.
-Bueno puta, has tenido tu premio, te has corrido.-
Julieta no pudo contener las lágrimas, más por haberse corrido que por haber sido violada nuevamente. Se calzó las bragas y la túnica y se dispuso a finalizar las tareas de la casa.
El resto de la tarde pasó sin novedades. Julieta por momentos se preguntaba cuándo finalizaría este suplicio aunque estaba perdiendo todas las esperanzas de ser liberada.
Esa noche luego de la cena, Martín la obligó a compartir otros videos. En ellos aparecían mujeres suspendidas de sus tobillos que eran torturadas de diversas maneras, desde látigos hasta picanas eléctricas, desde agujas en las tetas hasta líquidos muy irritantes en sus conchas. Ya pasada la medianoche Martín apagó el equipo y condujo a Julieta a la celda.
A la mañana siguiente fue a buscarla a la celda. Julieta ya estaba despierta.
-Ayer te había dicho que debías repetir con frecuencia una frese que he decidido cambiar y que todas las mañanas repetirás. La frase es: "Señor Marqués, soy su esclava y su puta y en este nuevo día deseo poner mi cuerpo a su disposición para que lo use como mejor crea conveniente".-
Julieta hizo el esfuerzo de recordar las palabras y repitió la frase mecánicamente.
-Quiero escucharte otra vez ofrecerme tu cuerpo de esclava y puta.-
Julieta, ya con los ojos húmedos, repitió nuevamente la frase
Martín tomó su desayuno pero no se lo permitió a Julieta. Le ordenó que se desnudara y le ató los brazos, cruzados en la espalda, le cubrió los ojos con una tela negra y se dirigieron a la sala de castigos. Una vez allí la hizo acostar en el suelo, le ató los tobillos y comenzó a elevarla con una cadena pendiente del techo.
En ese momento Julieta comprendió que iba a suspenderla de sus tobillos y presentía lo que le esperaba.
-¡No! ¡No! ¡No me cuelgue así! ¡No lo soportaré! ¡Tengo miedo! ¡Socorro! ¡Bájeme de aquí!
Martín no hizo caso y continuó levantándola hasta que quedó en posición invertida y con su cabeza a unos 70 centímetros del suelo.
-Será mejor que te calles y soportes el castigo. Caso contrario te voy a amordazar.-
Dicho esto le quitó la venda de los ojos. La muchacha estaba aterrorizada y no tenía la menor defensa con sus brazos amarrados y completamente expuesta. Martín se acercó con un frasco conteniendo alcohol.
-Unas gotitas en la concha te hará mejorar tu obediencia. Recuerda anoche, en las películas, cómo se comportaban las mujeres que recibían líquidos irritantes en sus partes íntimas.-
-No, por favor, no me ponga alcohol en la vulva.-
Los ruegos no fueron efectivos y unas gotas del líquido se deslizaron por los muslos hasta alcanzar la entrada a la vagina. Para hacerlo más efectivo, Martín introdujo un dedo humedecido con el líquido en la vagina. Julieta chillaba con todas sus fuerzas por el ardor que le producía el contacto del alcohol con la sensible mucosa y tomando unas hojas de ortigas se las introdujo en la concha y el culo
-En poco tiempo se pasará la picazón que sientes. Ahora puedes ocuparte de mi pija chupándola.-
-No puedo hacerlo. ¡Estoy cabeza abajo y mi concha y mi culo me arden mucho!
-Sí que puedes. Así te distraes y no sentirás la molestia.-
Apenas Julieta abrió la boca Martín introdujo su polla hasta el fondo.
Con movimientos de vaivén gozaba la mamada que, obligadamente, debía hacerle Julieta mientras permanecía suspendida de sus tobillos y con una fuerte irritación en sus dos agujeros inferiores. Finalmente se corrió en la boca de la joven que no pudo tragar la leche y corrió por su cara hasta caer finalmente al piso.
Martín notó que debía bajar a Julieta de la posición en que la tenía. Su rostro comenzaba a descomponerse y no quería que ocurriese algún accidente. La bajó y la dejó en el suelo aunque con la concha y el ano húmedo de alcohol.
La joven se encontraba desolada. Tanto castigo ¿por qué? ¿Qué había hecho para merecer este trato? Lógicamente no había explicación a menos que comprendiera que había sido tomada simplemente para satisfacción del Señor Marqués y no por otro motivo. Poco a poco fue cediendo el ardor en su concha pero aun estaba inmovilizada.
Poco después regresó Martín que la desató y le ordenó que se vistiera con las ropas que tenía asignada (las bragas y la túnica) y que arreglara la casa y tuviera lista el almuerzo para el mediodía.
Por su parte Martín estaba conforme con su nueva esclava. Tenía una vagina estrecha que ajustaba adecuadamente su pija, lo mismo que el ano que también había gozado. En cuanto a las mamadas, todavía le faltaba aprender a hacerlas mejor, pero estaba progresando, Sus tetas y el resto de su cuerpo presentaban un agradable espectáculo a su vista.
Estaba claro que sus gustos estaban cambiando aunque lentamente. Ahora lo que buscaba era fundamentalmente una hembra a la cual coger y también castigarla, pero este último ya no era el objetivo principal. Lo más importante era satisfacer sus gustos sexuales y eso lo estaba logrando con Julieta. Supuso que la tendría por bastante tiempo antes de venderla como puta, como había hecho en otras oportunidades.
Fin