La relación con mi hermana se vuelve especial (6)

Sandra y yo profundizamos más en nuestra especial relación, disfrutando de nuestros cuerpos y del calor excitante del incesto. Tras hablarlo con ella y darle vueltas, decidimos intentar hacer su fantasía sexual realidad: Un trío que conste de nosotros y de su mejor amiga y amante, Judith.

Ya de vuelta en casa, pasaron dos días desde el primer encuentro sexual entre Sandra y yo. Aún no podía creerme todo lo que le había hecho a mi propia hermana. Aunque, obviamente, aún quedasen “cosas” por hacer, el primer encuentro que tuvimos fue bastante censurable.

La tensión sexual que sentía al estar solo con Sandra en casa, y pensar que en cualquier momento podríamos “pasar al siguiente nivel”, estaba consumiendo mi ya pervertida mente hasta niveles insospechados.

― ¿Haces tú la comida hoy, Iván?

― Sí, que quiero mejorar mi receta del arroz con verduras.

― Oh, perfecto entonces. Aunque ya es delicioso de por sí.

Diciendo aquello, Sandra me brindó una de sus ya clásicas sonrisas radiantes, y yo me giré, no sin antes corresponderla con otra, dispuesto a comenzar a cocinar.

Me lavé las manos y me agaché para sacar de uno de los armarios algunas verduras y hortalizas para hacer el sofrito que iba a ponerle al arroz. Nada más levantarme, sentí unos brazos rodear mi cuerpo, y entonces solté las verduras de la sorpresa.

Mi hermana se había apegado a mí por detrás, sin que yo me lo esperara ni un ápice. Estaba claro que le encantaba ver mis reacciones ante su sensualidad natural, más no la culpaba.

― Tú y yo tenemos una cuenta pendiente, ¿Lo recuerdas?

― Sandra…

Sin más dilación, palpó muy lascivamente mis genitales por encima de la ropa, trazando círculos muy pronunciados, como queriendo descoser las costuras de mis Jeans .

― ¿Acaso no quieres volver a sentir mi cuerpo?― Lo decía como en un susurro, acercándose a mi oído lo máximo posible. ― ¿Tan poco te atraigo?

― ¿Como va a ser eso? ¿No puedes notar la tremenda erección que tengo a través del pantalón? La he tenido así por los últimos dos días. Y es por pensar en ti― Sus movimientos seguían volviéndose más y más lascivos. ― Es solo que… Sigo pensando que esto está mal, eres mi hermana…

Me obligó a girarme, y cruzando cero palabras, sobrepasó mi ya moribunda guardia con un increíble beso francés que nos hizo sonrojarnos mutuamente. Un hilillo de saliva se desvaneció cuando separamos del todo nuestras bocas tras unos minutos de pasión labial.

―¿Es eso un problema? A mí me da un morbazo brutal. Que seas tan perfecto para mí y seas mi hermano es casi una broma, sería muy injusto si por eso no pudiese hacer travesuras contigo.

―Es que… Dios… ¿Cómo puedes estar tan buena?― Le dije, agarrando sus tetazas a través de la tela, y haciéndola sonreír.

―Cuando me corra con tu pene en mi coño quiero que me recuerdes que soy tu hermana, quiero sentirme como una puerca incestuosa, y venirme a lo bestia con ese pensamiento… ¿Vale?

― Y yo también. Quiero que me recuerdes que soy tu hermano mientras me haces las cosas más guarras que se te ocurran.

― Dios, que cachonda me pones. Si quieres guerra, la vas a tener, joder.

Me bajó el pantalón de sopetón, y empezó a masturbar mi ya erecto pene a un ritmo lo suficientemente rápido como para hacerme jadear, y apoyar mis manos sobre el mármol.

― ¡Qué pollón tienes, hermanito! Es una bestialidad, y quiero lamerlo por todos sitios.

Su lengua se paseaba por CADA PARTE de mi miembro, desde mi glande, pasando por el tronco, y acabando en mis huevos, parándose a apreciarlos. Palpó cada uno por separado, luego los empezó a amasar con delicadeza, y poco a poco fue golpeándolos un poco, cosa que me excitó mucho. Ella veía mi reacción a sus golpes con una creciente sonrisa pícara.

― ¿No me digas que eres de los que le excita que le golpeen las pelotas?

― Mientras no me las rompas, haz con ellas lo que quieras.

― Romperlas sería un desperdicio― Con esa afirmación, cogió mis testículos y los restregó por su cara, aspirando su olor lo máximo que pudo. ― Los quiero cuidar, para que me den mucha leche.

― Pues estás logrando tu cometido. Noto como producen más y más leche estando entre tus manos juguetonas.

―Eso es lo que tu hermanita traviesa quiere...

Entonces comenzó el ataque en serio, comiéndomela entera con un sonido que supuraba erotismo, practicándome un Deep Throat de primera categoría, digno de Mia Khalifa o de Ava Adamms .

Yo sentía todo el placer del mundo focalizado en mi falo, y no podía evitar que mis caderas empujaran hacia la boca de Sandra, aunque solo levemente, porque ella no me dejaba la libertad para envestir su boca. Quería tener el control de la mamada. Seguramente para evitar que me corriese antes de tiempo.

Se sacó la polla un momento de la boca, y me miró con expresión pícara.

―Voy a enseñarte lo que tu hermanita sabe hacer. Voy a llevarte casi al orgasmo, pero entonces voy a parar justo cuando vaya a salir la lechita. Ya verás… Te vas a volver adicto a esa placentera frustración.

Entonces aceleró el ritmo a lo bestia, pero siguió controlando ella mis golpes de cadera, posicionando sus manos sobre mis glúteos. Yo lo estaba disfrutando al máximo. Quizás penséis que estoy enfermo, pero que te la mame tu propia hermana da un morbo que está fuera de este planeta.

El cosquilleo del orgasmo empezó a invadir mi zona genital, y avisé a mi hermana de que iba a correrme de un momento a otro, que no podría hacer nada si no bajaba el ritmo. Más no lo bajó.

―Oh… Oh… Sandra… Me voy a…

Entonces, sentí sus dedos haciendo un anillo en la base de mi pene. No hay manera de describirlo, es una sensación genial. Mi hermana había bloqueado mi corrida un segundo ante de que fuese inevitable, dejando mi rabo palpitando como nunca en toda mi vida. Ella lo acariciaba con un dedo, riendo.

―Casi consigues llenarle la boquita a tu hermanita de semen, pero he logrado evitarlo…

Estaba tan sensible, que el simple toque de su dedo en mi polla provocaba que me retorciese levemente, jadeante.

―Eres un caja de sorpresas, Sandra. Eso ha sido increíble.

―Siempre he fantaseado con hacerle eso a un hombre todos los días durante un año, sin permitir que se corra. Me imagino que me ruega porque le deje correrse, y finalmente, tras un año de tortura dejo que lo suelte todo y que me marque con su semen. No paro de pensar en lo ardiente y espesito que estaría luego de todo ese sufrimiento.

Eso me puso la polla como una roca. Ni siquiera podía imaginar sentir esa frustración por tanto tiempo. Eso debería ser… Horriblemente… Placentero. Pero no quería ser yo el conejillo de indias de mi hermana, una cosa es imaginarlo y otra es hacerlo.

―Vaya cara, hermanito― Reía ella. ―Tranquilo, que no voy a dejar a esta polla un año sin correrse. Es solo una fantasía, no soy tan cruel.

Después de eso se levantó y cogió mi mano, mirándome con esa sonrisa que me atrapaba con inexpugnable obscenidad.

―¿En tu cuarto o en el mío?

―¿Eh? Pues… ¿En el tuyo?

―¿Te pone más que sea en el mío?― Riendo, besó mis labios con delicadeza. Seguidamente, asentí algo tímido. ―A mí también.

Cruzamos toda la casa sin dejar de besarnos, desvistiéndonos poco a poco, tirando las prendas sobrantes al suelo. Para cuando estábamos en la entrada del cuarto de Sandra, en el piso de arriba, nuestra vestimenta había desaparecido casi completamente, quedándonos solo con nuestra ropa interior.

―¿Quieres verme desnuda otra vez?

Sandra se contoneaba y disfrutaba dándose la vuelta, sabiendo lo cachondo que me ponía.

Sin esperar ni un segundo más, me lancé a tocar todas sus curvas con ahínco sexual, deshaciéndome de la poca cobertura que le quedaba y dejándola totalmente expuesta, como vino al mundo.

Aprovechando su tremenda calentura, y estando ambos aún de pie, llevé mi mano a su vagina, que ya estaba chorreando de excitación, mientras seguíamos sellando nuestros labios mutuamente, escudriñando la boca ajena. A Sandra le encantaba que su hermano la tocara, eso estaba más que demostrado.

Seguí con nuestra unión labial, intentando dominarla un poco, y la tiré a la cama. Me puse encima rápidamente y empecé a chuparle esas tetazas talla 130 que tan cachondo me tenían. Ella mientras me abrazaba fuertemente, casi parecía que buscaba que mi boca entrara dentro de sus tetas… ¡Dios mío! Como me excitaban sus gemidos, como me embriagaba el olor y textura de su piel y pechos, como me gustaba hacer cosas cerdas con Sandra.

―¡Vaya chupada de tetas, hermanito! ¡Me estás dejando el coño como una balsa!

Dejé sus tetas estar por unos segundos, para decirle algo mirándola directamente a los ojos.

―Pues prepárate, porque quiero tomarme mi tiempo. Voy a estar tres cuartos de hora mamándote estos tetorros, y te aseguro que te vas a correr de lo rico que se van a sentir tus pechos.

―Oh, vaya con el enano… ¿Quieres tener el control esta vez?

Yo, en vez de responder con palabras a sus provocaciones y risillas de superioridad, me dediqué a darle placer a sus tiesos pezones. Sus gemidos ascendentes me dieron a entender que lo estaba haciendo muy bien, y que le encantaba que un chico estuviese un buen rato atendiendo sus sensibles y enormes ubres.

―Parece que no mentías… Ya llevas un buen rato, y creo que me voy a correr solo por tener mis tetas atendidas por ti.

Seguí con los movimientos circulares de lengua y con las succiones esporádicas en sus pezones, a la vez que atendía el otro con mis dedos mojados de saliva.

Después de unos minutos más de toqueteo, se corrió sonoramente. No sé si Sandra lo había experimentado antes, pero acababa de correrse solo por estimulación mamaria, y por su rostro y su hiperventilada respiración parecía que estaba más que satisfecha del trabajo de su hermanito.

―¡Que comida de tetas me has pegado! ¡Te recompensaré por esto!― Sin esperar una milésima, se lanzó a sacarme los calzoncillos, para dejar libre a mi pene, ya duro y rígido como un diamante. ―Siéntate al borde de la cama, que ahora te toca a ti divertirte un poco.

Seguí sus indicaciones, y ella se puso de rodillas en frente de mí, mirando con lascivia mi animado amiguito. Se amasó un poco las tetas, desviando su mirada hacia la mía.

―Mis tetitas quieren malcriar un poco a tu polla, para agradecer el placer que les has dado… ¿Te gustaría que tu hermanita te hiciese una paja cubana?

―¿Una… Paja… Cubana? ¡Oh dios!

La sola idea de tener las tetazas de mi hermana cubriendo mi pene me iba a volar la tapa de los sesos. Asentí como nunca en mi vida, con todo el ímpetu del multiverso.

―Me encanta como no puedes resistirte, hermanito.

Acto seguido, envolvió mi polla con sus suaves malvaviscos y empezó a subir y bajar, atendiendo toda la longitud de mi tronco con apabullante perspicacia. La realidad es que nunca me habían hecho una paja cubana, y justo en ese momento estaba en el cielo de los cielos. Aunque me intentaba hacer el duro para no mostrar inexperiencia en frente de Sandra, para no darle la razón.

―Fóllatelas tu mismo un ratito.

Nada más dejó sus senos quietos, empecé a envestir su canalillo lentamente. Quería disfrutar de cada pequeña sensación por el máximo tiempo posible, así que decidí tomarme mi tiempo, envistiendo lento pero profundamente. Mis jadeos rebelaban lo bien que me lo estaba pasando.

―Vamos, córrete.

―¿Eh? Pero no querías…

―Solo deja salir toda tu lechita en mis tetas, pero hazlo envistiendo a esa velocidad. Que es muy sexy.

―Como quieras…

Seguí con mis dejes de cadera lentos, hasta que me encontraba al borde del punto de no retorno. Ni siquiera tuve que avisar a Sandra, era tan buena en esto que oprimió sus tetas muchísimo, impidiendo el paso del semen, regalándome otro brutal Edge que dejó mi polla botando como loca cuando retiró su busto de mis zonas bajas. Yo estaba flipando de placer y frustración, porque esa vez si que pensaba que iba a dejar que me corriera.

―Por supuesto que esa lechita es para mi coñito, me alegra que lo tengas claro.

―Oh… Oh… Esto es la hostia…

―Lo sé. Sé que os encanta que os dejen al borde.

―Pero… ¿En serio quieres que me corra dentro de ti?

―¿Por quién me tomas? Soy una cerda incestuosa y ninfómana, pero no estoy tan loca como para dejar que me preñes… Ponte un condón y córrete en él… Pero eso sí, dentro de mi chochito.

―Eso está hecho.

Sandra abrió un cajón de la mesilla de noche y sacó una caja de condones con aún algunos “globitos del amor”, seguramente de la época en la que follaba con Luis.

Durante el momento en que me lo ponía, ella se tumbó en su cama, y se abrió de piernas con elasticidad de gimnasta rítmica, dejándome ver su diluviada concha.

―Este chochito está esperando como loco por el pene de mi hermanito, y quiere que le des bien duro.

Empecé la penetración al estilo misionero, follándome su pozo mientras ella me hacía la llave con sus piernas, y nos besábamos como enfermos.

Tener a tu propia hermana debajo tuyo, mientras sientes la textura exquisita de sus paredes vaginales sobre tu rabo y te morreas con ella, llena tu cerebro con adrenalina, con pasión por lo prohibido, con un placer único que te hace querer enmarcar el momento para siempre. Sinceramente, es lo más excitante del universo.

―Por fin tengo tu polla en mi chochito, no sabes las veces que me he tocado con este momento.

―¡Y yo!

―¿También te has tocado pensando en mí, hermanito?

―¿En serio crees que podría no haberme pajeado pensando en tu cuerpazo? Debería estar prohibido que tengas hermanos, sería injusto que por eso no pudiese probarte.

―Por suerte, a parte de estar buenísima, soy una puerca incestuosa, ¿Verdad?

―Eres mejor que el gordo de la lotería, joder. Que puto calentón que tengo encima...

―¡Y yo, Iván! Estoy flipando con tu pollón, tienes el rabo más grande que nadie me ha metido.

―Tú tienes el coñito más adictivo del mundo.

―Pues es una suerte, porque quiero que te vuelvas adicto a él, y que te lo folles todos los días.

―Joder... ¡Vas a ver!

Cambié la posición, llevándola al borde de la cama y poniéndome yo de pie, aprovechando para cruzar sus piernas estiradas y posicionarlas sobre mi pecho. Esa postura me daba más ángulo de penetración, y además podía llegar más profundo con cada envestida. Dejé la piedad a un lado, y empecé a bombear lo más rápido que pude, haciéndola gemir sonoramente y relativamente rápido.

―¡La tienes enorme! ¡Y en esta posición llegas hasta el fondo del todo! ¡Me vas a partir el coño en dos!

―¿No era eso lo que querías, perra incestuosa?

―¡Sí, eso es exactamente lo que quiero! ¡Quiero sentir todo el pollón de mi hermanito en mi vagina! ¡Hasta el fondo! ¡Todo lo que pueda!

―Pues vas a tener doble ración todos los días, te lo aseguro.

Seguí bombeando, y conseguí que se corriera. Era relativamente fácil en esa posición.

Aunque yo ya estaba empezando a ver que no podría aguantar mucho más, y su cara estaba toda roja, con expresión de loca sexual. Estaba claro que al menos quería correrse una vez más.

―Tienes la típica cara de “No sé si aguantaré mucho más”. Está bien… Pero antes quiero dominarte un poco más…

Me tiró de la mano para que cayera a la cama con ella, y se puso encima de mí, dejándome a mí en una posición en la que podía ver sus tetazas en todo su esplendor. No dudé en amasárselas un rato mientras ella metía mi polla en su chocho.

―Esta posición me da todo el control a mí, y eso me excita hasta unos niveles que no puedo aguantar― Me dijo, llevándose las manos al pelo, para que tuviese un más cómodo acceso a sus pechos. ―Quiero que te corras dentro de tu propia hermana, y que me recuerdes que eres mi hermano, ¿Esta bien?

―Está más que bien.

Empezamos a darle al tema en la posición de “La amazona”, donde ella me cabalgaba de forma increíble, haciendo círculos con sus caderas y marcando el ritmo.

Estaba claro que en cuanto a experiencia ella no era rival para mí, me estaba poniendo los ojos en blanco, y yo lo único que podía hacer era tocar sus tetas, su cuerpo, sus brazos, su culo… Mis manos estaban haciendo un buen trabajo, como revelaban sus gemidos, gestos y miradas.

―No voy a aguantar mucho más, Sandra…

―Ni yo, tu polla va a hacer que me corra otra vez en muy poco tiempo…

―¿Vas a correrte empalada por el pene de tu propio hermano? ¿Estás bien de la cabeza?

―¡No lo estoy! ¡Soy una maldita puta que se ha vuelto adicta al cuerpo de su hermano pequeño!

―Oh, ya lo creo que lo eres. Lo estás disfrutando demasiado, ¿Qué crees que pensarían papá y mamá?

Sus ojos se abrieron de par en par ante la mención de nuestros progenitores, pero noté alguna que otra contracción extraña en su vagina… ¿Le excitaba eso? ¿Qué cojones?

―¿Qué piensas que harían si nos pillaran ahora mismo?

―Oh, dios, Iván. Me estás poniendo demasiado cachonda. Solo pensar en eso me deja chorreando.

―Que zorra que eres, hermanita. Alguien a quien le pone follar con su hermano y que sus padres lo pillen en mitad de ello debe estar mal de la cabeza de seguro.

―¡Soy una zorrita! ¡Y me voy a correr!

―¡Pues córrete, zorrita! ¡Deja que tu chochito convulsione encima de mi polla!

―¡IVÁN! ¡IVÁN!

―Sandra, me voy a correr a la vez que tú… ¡SANDRA!

Impulsado por una fuerza explosiva en mi interior, levanté mi torso cual resorte y me morreé con ella mientras dejaba ir todo mi semen dentro de su adictiva cueva, recibiendo descargas eléctricas de puro placer en mi hipotálamo.

Cuando nuestros orgasmos terminaron, aún seguimos un rato más enterrados el uno en el otro, abrazados y sin decir nada. Pasados unos minutos decidimos desconectarnos, con expresiones de pura felicidad en nuestra cara.

Éramos tan jodidamente compatibles sexualmente, que era incluso gracioso, irónico.

―Qué bueno eres conmigo, hermanito― Dijo, besándome delicadamente de nuevo, jugando a ser pícara. ―Siempre consigues que me corra como una loca varias veces.

―Lo dices como si hubiésemos follado mucho.

―Bueno, por ahora me estás fascinando. Y follaremos mucho… ¡No rompas la magia del momento!

―Vale, vale― Contesté, riendo ante su ironía. ―¿Sabes? No me puedo creer que todo vaya tan bien… Nuestra carrera musical va viento en popa, nuestra relación fraternal está mejor que nunca, y encima puedo disfrutar de tu cuerpazo… ¿Qué más podría pedir?

―Yo nada más.

―¿Estás segura?

―¿Cómo?

―Creo que aún te queda una fantasía más por cumplir.

―¿Eh? ¿Más placentera y morbosa que tener sexo incestuoso con mi hermano pequeño?

―No sé, eso tendrás que decidirlo tú cuando lo hagas.

―¿Y cual es esa fantasía que tengo?

―Hacer un trío conmigo y Judith.

Sus mofletes se encendieron levemente en un tono carmesí que podría calificar de adorable.

―Es verdad… Que oíste mis gemidos aquella noche…

―Dime la verdad, ¿Has estado teniendo sexo lésbico con Judith, verdad?

―¿Yo? ¿Sexo lésbico con mi mejor amiga? ¡Pero que fantasioso eres, hermanito! ¿Cómo podría yo ver a Judith de esa forma?

―¿Y cómo puedes verme a mí de esa forma? ¡No te hagas la santurrona conmigo! Sobretodo ahora que estoy a punto de descubrir tus encuentros con Judith…

Sandra suspiró, con aspecto avergonzado. Y sonriendo, me miró y asintió.

―Está bien. He estado follando con Judith.

―¡Lo sabía! ¡Dios mío! ¡Judith y mi hermana dándose amor! ¡Qué locura! ¡Qué sexy!

―¿Tanto te pone la idea?

―¿Y a quién no?

―Pero… Dime una cosa… ¿Tú has estado follando con Judith también, cierto?

Mi corazón dio un vuelco, más por lo repentino de la cuestión que por el contenido de esta. Aunque, pensándolo bien, si le había confesado a Sandra que ella me ponía burrísimo, confesarle que había follado con Judith sería un paseo por el campo.

―Esto… Sí. He follado con Judith.

―¡Lo sabía! ¡Dios mío! ¡Mi hermano y Judith dándose amor! ¡Que locura! ¡Qué sexy!

La imitación de mi línea he de reconocer que fue muy buena, así que simplemente contesté a su jocosidad con una risilla de complicidad.

―¿Desde hace cuanto, Iván?

―No sé… La primera vez que lo hicimos fue cuando nos dejaste solos por aquella emergencia que hubo en el laboratorio de tu universidad…

―¡Pero si de eso hace muchísimo! ¡Habéis sido amantes a mis espaldas durante un montón de tiempo!

―A ver, no es tan fácil como verte y decirte: “Eh, Sandra, estoy metiéndole el rabo por el culo a tu mejor amiga”

―¿Qué estás metiéndole el rabo por DÓNDE?

―Ups… Esa información era innecesaria, ¿Verdad?

―¿Has estado teniendo sexo anal durante meses con mi mejor amiga, Iván?

―Bueno… En realidad, pasó algún tiempo antes de que empezáramos con eso…

―¡¿Se lo metes por el culo a ella y a mí no?!

―¿¡Qué!? ¿Es eso lo que te preocupa?

―¡Sí! ¡Aquí preferencias no! ¡Sé que su culo es mejor que el mío! Pero el mío también se merece ese trato...― Se tumbó bocabajo, y puso el culo en pompa, dirigiéndolo hacia mí.― ¿Verdad, hermanito?

―El tuyo se merece lo que tú pidas...― Comencé a acariciarle sus nalgas desnudas. ―Tú pide por esa boquita, que tu hermanito te hará lo que quieras…

―Oh, me alegro de que te guste tanto…

―Pero no nos desviemos del tema… ¿Estarías dispuesta a hacer un trío conmigo y Judith?

―¿Yo? ¡PUES CLARO! ¡Si es la cosa con la que más me masturbo!

―¡Entonces, decidido! ¡Lo haremos!

―Sí, claro… Y luego te despiertas… ¿Cual es tu plan? ¿Ir y decirle: “Judith, verás, estamos follando como conejos, cegados por el morbo incestuoso, nos harías el favor de unirte?”

―Esto… Bueno…

―Lo que tenemos es maravilloso, pero nadie se puede enterar, Iván. Ni siquiera ella.

―Pero… ¿Acaso no sabes lo pervertida que es Judith? Quizás ella lo acepte… Incluso le ponga cachonda la idea de que tú y yo…

―No podemos arriesgarnos…

―¡El triunfo es para los valientes, Sandra!

―No es cuestión de eso… Es demasiado arriesgado el exponernos a perder esto que tenemos… Quiero seguir experimentando este calor diferente, prohibido y abrasador…

Quizás estaba volviéndome loco, pero su comentario me pareció extremadamente tierno, tanto que me hizo sonreír.

―Está bien… ¿Qué tal si lo hacemos por pasos?

―¿Por pasos? No te sigo…

―Verás, podrías decirle primero que tienes algo importante que decirle. Quedáis, y le preguntas si le gustaría hacer un trío contigo y una persona más, y luego ya le cuentas que soy yo. Dicen que dividiendo la información en paquetes individuales, la asimilación es mejor.

―Claro, ahora la información es como la explicación de los cuantos de luz de Planck ...

―¿Qué?

―Referencia científica.

―¿Y eso a qué viene?

―No lo sé. Me salen solas.

Me quedé unos segundos en blanco, y entonces mi cerebro volvió a hacer Click.

―Bueno, da igual. Si no te parece bien, puedes aportar una mejor solución al conflicto, Srta. Referencias científicas .

Sandra se quedó callada unos minutos, con expresión pensativa. Finalmente, suspiró resignada.

―Está bien. Pero no me voy a comer yo todo el marrón. Quedo con ella y le digo lo del trío… SOLO lo del trío. Lo de que la otra persona eres tú, tendrás que contárselo tu mismo en persona.

―¡Pero yo no soy el único que disfruta de esta relación incestuosa! ¡No me parece justo!

―Joder, Iván… Está bien… Se lo diremos los dos, ¿Vale?

―Esto… De acuerdo…

―Pero dile que vas a quedar tú solo con ella, para que no empiece a sospechar de que eres tú la otra persona. Conozco a Judith, y empezará a buscar pistas de quien podría ser “el otro”. No quiero que nos descubra antes de tiempo, es simple cuestión de tiempo, pero mientras más corto sea el momento de la confesión, mejor. Dirás que vas tú solo, pero nos presentaremos los dos.

―Me parece bien…

―Pues eso haremos.

―¿Ahora tocamos un rato?

―Eso está más que hecho.

.

NARRA SANDRA

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El día en que quedé con Judith no tardó en llegar. Ahí me encontraba yo, esperando a que abriera la puerta de su casa. Me aseguré de quedar con ella un fin de semana, en donde siempre solía tener la casa sola (vivía con sus padres). Llevábamos ya unas semanas quedando a esas alturas de la semana, aunque obviamente fuese por motivos más…. Sexuales…

Me abrió en sujetador y tanga, y me invitó a entrar, brindándome un sensual gesto con su dedo índice. Yo obedecí, aunque obviamente no venía para hacer lo que ella parecía haber presupuesto.

Al cerrar la puerta, se acercó, y agarrando mis nalgas con excitación creciente, me besó, tratando de colar su lengua en mi boca. No le correspondí.

Lo poco gentil de mis acciones la dejaron totalmente anonadada, y se separó de mí, extrañada y seguramente sintiendo una mezcla entre decepción e indignación.

―¿Me acabas de rechazar?

―Eh… Sí…

―¡Pero de qué vas! ¡Encima de que me pongo ligera de ropa para que te pongas cachonda! Oh… Espera… ¿Ya no te pongo? ¿Es eso? ¿Has venido para decirme que has encontrado a una mejor?

―Judith… ¿Cómo va a ser eso, tonta?― Le susurré al oído, mientras la abrazaba por sorpresa y le apretaba esas dos nalgas tan sexys que poseía. ―Es solo que hoy no vengo para eso... ¿Es que tenemos que quedar siempre para tener sexo?

―Eh… No, no… Quiero decir… Perdón, quizás me he acostumbrado demasiado a esta relación que tenemos…

―Está bien… Creo que yo también… Me pones tanto que no lo puedo evitar… Pero quería hablarte de otro tema.

―Dime, entonces.

―Espera... ¿Pasamos al salón y nos sentamos?

Mi mejor amiga asintió, y me acompañó a sentarme en el sofá de su casa.

―Verás… Quería proponerte algo…

―Guay. Te escucho.

―Pero no te enfades, ¿Vale?

―¿Enfadarme? ¿Qué quieres de mí, Sandra?

―Prométemelo.

―No sé que pretendes, pero vale. Cuenta.

―Mira… Tú y yo… Bueno… Hemos afianzado nuestro lazo mucho más de lo que nunca lo habíamos hecho. No sé si sientes lo mismo, pero te noto más cerca que nunca.

―Sí, últimamente estamos MUY cerca…

Se le escapó una risilla ante su propio comentario.

―Es por eso que… Esto… No es tan fácil decirlo como pensaba… Es bastante difícil…

―Para. Creo que sé por donde vas.― La miré, extrañada. ―Sandra, te quiero tanto… Eres mi mejor amiga, y además me pones y me das mucho placer… Pero… Yo… Bueno… No estoy lista para… Ya sabes…

―¿Para qué?

―Pues… Para… Para que seamos pareja, Sandra. Lo siento, dame tiempo.

―¿Eh?― Mi cara seguro que debía ser un poema en ese momento. Sentía desde el interior mi propio sonrojo. ―No, no es eso lo que quería decir…

―¿Qué?― Ahora era ella la que me miraba muy avergonzada, y toda roja como un tomate. Al entender que la había cagado, se cubrió la cara, gesto más que adorable si queréis mi opinión. ―¡Qué vergüenza! ¡Lo siento! ¡Lo siento!

―¿Creías que quería pedirte que fueras mi novia?

―Lo siento… Por tus palabras… Pensé que tú...

―Tranquila, eso me ha parecido muy tierno… Pero, estoy en las mismas que tú… No sé si quiero eso...

―Está bien. Entonces estamos igual.

―Sí. Lo que quería decirte era si estarías dispuesta a hacer un trío conmigo y otra persona…

―¿Qué? ¿En serio?

―Sí… Bueno, es solo una posibilidad… Solo quiero saber si te gustaría… Porque es una de mis mayores fantasías… Y quiero que estés tú presente.

―Bueno… Sería la hostia… Pero depende de quien sea la otra persona.

―Ya... Pero la idea no te desagrada, ¿No?

―Me pone mucho de hecho… Pero, ¿Quién es esa otra persona?

―Eso lo sabrás a su debido tiempo…

―¿Por qué tanto secretismo? Todo depende de eso al fin y al cabo…

―No te lo puedo decir aún, confía en mí. Pronto lo sabrás.

―Ah… Está bien… ¡Si la señorita no me lo quiere decir, pues no insistiré más!

―Que mona eres cuando te enfadas…

―No me he enfadado...

―¿Seguro?

―¡Seguro!

―Bien… No te comas mucho el tarro, pronto sabrás quien es…

―Ya te he dicho que confío en ti…

―Ya, pero sé como eres, y estarás dándole vueltas hasta que llegue el momento.

―Eso no lo vas a poder evitar, Sandra…

―Lo sé… Pero intenta tomártelo más relajadamente, no quiero que lo pases mal por mi culpa, sabes que lo odio.―Le dije, sosteniendo su mano sonriente.―Prefiero que te corras como una loca en mi boca…

―Uh… Sí, yo también prefiero correrme en ella…

Tras un beso de despedida, me acompañó a la puerta y acabó nuestra quedada.

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NARRA IVÁN

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―¿Y bien? ¿Cómo lo hacemos?

―Pica y subimos los dos. Simple. Seguro que ha debido estar estos días comiéndose las uñas por descubrir quien es “la otra persona”, ya verás la sorpresa que se va a llevar...

―¿Y ya está? Quiero decir… No sé… Y cómo para no llevársela…Que dos hermanos estén teniendo sexo ya de por si es una locura, y que además quieran que te les unas...

―Creo que dadas las circunstancias, y la altura de la película a la que estamos, lo mejor es ser directo. Nada de “cuantizar” la información.

―Está bien…

―Igualmente, cuando nos vea entrar juntos a su casa, se dará cuenta de lo que pasa. Aunque quizás no sospecha que tú y yo… Quiero decir, no deja de ser raro…

―Pues sí… Mira, vamos a ir ya, que me voy a morir de los nervios.

―Dale, pica.

Alcé mi dedo hasta pulsar el timbre del portal de Judith. Su voz no tardó en materializarse en el interfono, permitiéndome el paso.

En frente de la puerta de Judith, que estaba mínimamente entreabierta, como invitándome a entrar, Sandra y yo suspiramos profundamente, en busca de tranquilizar nuestros agitados sistemas nerviosos.

―¿Quién va primero?

―Da igual, Iván. Vamos.

―De acuerdo.

Nos aventuramos ambos a entrar a casa de Judith, la cual me recibió con una sonrisa de oreja a oreja y un abrazo muy caluroso, sin percatarse para nada de que Sandra estaba esperando en un pequeño pasillo que servía de Hall, y que era un punto negro en la visión de Judith desde donde se encontraba posicionada.

―¡Cuanto tiempo, Iván! ¡Tienes que venir más a visitarme!

―Cuando quieras.

Le sonreí sinceramente, desde el fondo de mi corazón, agradeciendo su amabilidad natural para con mi persona, y ella respondió besándome. Y digamos que no fue precisamente un beso de amigos, nos estábamos dando el lote con todas las de la ley. Ya notaba sus manos ansiosas recorrer mi espalda. Ni siquiera se me pasó por la cabeza rechazarla. A pesar de la situación, Judith era una diosa del Olimpo que debía ser venerada bajo cualquier concepto.

―Ejem…

El sonido de Sandra, que nos miraba parada desde la entrada del salón hizo pegar el mayor respingo de la historia a Judith, que se despegó de mis labios como si representáramos cargas eléctricas del mismo signo.

―¿Pero que coño…? ¿Sandra? Verás… No… No es lo que parece… Esto…

―No hay forma de excusar lo que acabo de ver.

―Joder… ¡PERDÓN, SANDRA! Es que tu hermano está tan cambiado que me ha salido del alma, pero ya está… No te pienses nada raro...

―¿Ya está? Judith, sé que lleváis follando desde hace tiempo.

―¿QUÉ? ¿Pero cómo lo sabes?

―Porque me lo ha confesado él.

―¡Ya te vale, Iván!

―Yo también sé que vosotras estáis follando, no hace falta que me lo ocultes tampoco, Judith.

Era muy cómico ver a esa amazona pelirroja con el rostro transformado en una bombilla color carmesí, totalmente avergonzada.

―Pero si sabéis todos mis secretos, joder…

―Supongo que no eran tan secretos, ¿Verdad, Iván?

―Pues sí...― Reía por la actitud de Judith. ―Pero no te preocupes, está todo perfectamente bien…

―Entonces… ¿Habéis venido aquí a decirme que sabéis mis secretos? No lo entiendo…

―Verás… Veníamos a contarte nosotros uno, de hecho…

―¿Vosotros? ¿Un secreto, Iván? ¡No me digas que sabes lo del trío y quien es la otra persona! ¿Es eso? Habéis venido a decirme quien es la otra persona…

―Sí y no…― La expresión de Judith reclamaba más información. ―Sí, venimos a decirte quien es la otra persona, y no, no es exactamente sobre el trío.

―¿Entonces? ¿Acaso la otra persona es… mi ex?

―¿QUÉ?― Sandra estaba totalmente anonadada. ―¿PERO POR QUE TIPO DE MONSTRUO ME TOMAS, TÍA?

―Eh… No sé… Puestos a decir, pensé que era la opción más factible… Aunque me alegro de que no sea él.

―Por supuesto que no, tía. No tocaría a ese cabrón ni con un palo.

―¿Entonces quién es?

Sandra y yo suspiramos pesadamente ante la falta de sentido común de esa pelirroja.

―¿Aún no lo has deducido?

―Eh… Pues no…

Oí a Sandra suspirar de nuevo.

―Qué remedio…

Sin esperar un segundo más, Sandra selló sus labios con los míos y comenzamos a morrearnos. Profundizamos el beso lo máximo que pudimos, disfrutándolo durante unos pocos minutos en los que casi olvidamos que Judith estaba allí, mirándonos. La falta de oxígeno nos hizo separarnos, aún con la mirada clavada en los ojos del otro.

No hay forma efectiva de explicar la cara de Judith. Me giré para verla, y nos miraba incrédula, como observando alguna clase de aparición mariana, de revelación religiosa. Su boca estaba ligeramente desencajada, como dudando de cque lo que estaba viendo era real.

―¿La otra persona eres tú, Iván?

―Sí.

―¡PERO QUE OS ACABÁIS DE MORREAR!

―Shhh… Baja la voz, no hace falta que se entere todo tu vecindario― Aclaró Sandra. ―Estamos liados.

―Dios… Dios… Dios… Esto es lo más loco que he visto en mi vida… Tía… Tío… ¡Que sois hermanos! ¿Qué cojones?

―Quizás no ha sido buena idea decírselo al fin y al cabo, Sandra…

―No podemos quejarnos si la idea de que tú y yo… Le da asco… Así que adiós al trío.

―¿Sabéis? No es eso…

―¿Entonces qué?

―Quiero decir… Es bastante impactante… Sobretodo veros en directo, tan cariñosos el uno con el otro… Pero, lo cierto...― Judith tragó saliva, mirándonos sonrojada. ―Estoy chorreando como una balsa solo de veros besaros. Creo que si no hacemos ese trío no podré dejar de masturbarme nunca con la imagen que acabo de ver…

Sandra y yo no dábamos crédito a la perversión de Judith. Se había excitado como una perra en celo al ver algo de cariño incestuoso. Que zorra había resultado ser...