La relación con mi hermana se vuelve especial (3)
Tras el enorme pedo de Sandra, las cosas empiezan a cambiar. Tenemos una pelea brutal que creo que nos distanciará para siempre, pero la realidad es que hay motivos encerrados. Esa pelea va a traer consecuencias para terceros, cosa que no tendría porque haber pasado. ¿Qué pasará con Judith y Sandra?
―
Oh dios, que resacón. Pásame el paquete de paracetamol, por dios te lo pido.
―Joder… ¿Eres Sandra? Pero si parces un Zombie….
―Muy gracioso… ¡Dame el puto paracetamol y calla esa boca repugnante que tienes!
―Oh dios, que Dejà Vú más desagradable… Te lo doy, te lo doy, pero vuelve a guardar a la antigua Sandra muy dentro.
Ella, ignorando mis palabras, se fue hacia la mesa y se sentó, casi dejándose caer.
Yo fui a buscarle el paracetamol, y se lo llevé, junto a un vaso de agua. No dijo nada, simplemente se lo tragó y cerró los ojos llevándose las manos a la cabeza. Suspirando, fui a buscar su plato y se lo puse en la mesa.
―
Come algo, anda. Que tendrás hambre.
Eran las tres de la tarde y Sandra se acababa de despertar del que fue probablemente el mayor pedo de toda su vida. Estaba despeinada, con los restos de maquillaje cruzándole la cara, y con un aspecto demacrado que incluso la hacia poco apetecible… Bueno, a quién voy a engañar… Mi hermana siempre es apetecible, pero ha tenido días mejores.
―
¿Me has hecho la comida?
―Bueno, tenía que hacerme la mía, así que no me costaba nada.
―Muchas gracias.
Aún con los ojos pesándole una tonelada, logró coger el tenedor y comer lo que le había preparado, dejando una de sus manos presionando su cabeza.
―
Me duele mucho la cabeza, ¿Podrías traerme algo congelado?
―Voy.
Le traje una bolsa de guisantes congelados y se la puso en la cabeza, intentando bajar el dolor que tenia en el cráneo.
―
Joder, es que no me acuerdo de nada de lo que pasó ayer. Recuerdo que Judith ligó
con… Alguien… Y
luego nada… ¿Cómo llegué aquí? ¿Me trajo Judith? Dime que no, por favor. Lo último que quiero es cortarle las alas cuando está con un chico.
―No, tranquila, no fue Judith.
―Oh dios… Entonces tuvo que ser Carla o alguna de nuestro grupito… Que desastre… Les corté todo el rollo…
―Tampoco.
―¿Tampoco? ¿Entonces quién fue?
―Fui yo.
―¿Tú?
―Verás, resulta que los dos fuimos a la misma discoteca de casualidad, y te encontré vomitando en el baño de las chicas, así que decidí llevarte a casa, porque ibas critquísima.
―¿Por qué eres siempre tú el que sale a mi rescate? ¿Es que eres mi superhéroe personal o algo así?
―No sé si tomarme eso como un cumplido o como una especie de ataque.
―¿Cómo vas a tomarte eso como un ataque?
―No sé, tía. Das las gracias de forma muy extraña.
―Pero, espera… ¿En el baño de las chicas? ¿Que coño hacías tú en el baño de las chicas?
―¿Qué? Eh… Esto… Tía… Mira, a la mierda, no tengo porque ocultarlo, estaba follando con una amiga. Ala, ya lo he soltado.
―¿Qué? ¿Estabas follando con una amiga? ¿TÚ?
―Sí… ¿Tan imposible lo ves?
―Bueno… No sé… Es que, con todo el respeto, pareces bastante poca cosa…
―Oh, muchas gracias, vaya chute de autoestima…
―A ver, no lo malinterpretes, no estás mal, pero… Ah… No sé…
―Déjalo, si ya me has llamado pichacorta en toda mi cara, no lo intentes arreglar.
―¡Eh! ¡No! Yo no he dicho eso… No puedo juzgar algo que no he visto nunca… Bueno… Cuando eramos pequeños, pero eso no cuenta.
―Espera… ¿Cómo has acabado hablando de mi pene?
―¡Yo que sé! Mira, no te estaba tachando de pichacorta, ni de feo, es solo que… No sé… No tienes pinta de tener mucha experiencia y tacto con las mujeres.
―Pues tengo mi público.
―¿Seguro que no te lo estás inventando?
―Mira, si no fueras mi hermana te demostraría aquí y ahora mismo que no miento.
―¿Qué? ¿En que estás pensando con tu hermana como protagonista?
―No estoy pensando en nada… Eres tú que me sacas de quicio… A veces…
―Mira, déjalo. Al fin y al cabo no me importa lo que hagas con tus amiguitas.
―De acuerdo, mejor dejémoslo…
―¿Y después?
―¿Después?
―¿Qué paso cuando llegué a casa?
Yo empecé a recordar el beso que nos dimos y el erótico tacto de los provocativos pechos de Sandra, que parecían engullir mis dedos para que pudiera tocarlos mejor. Eso logró sonrojarme levemente, e incluso noté como mi pene se despertaba perezosamente, como queriendo dar paso a una erección.
―¿Y bien?
Salí rápidamente de mi trance.
―¿Eh? Sí… Bueno… Esto… Dormimos… Es decir… Cada uno en su cama… Separados… Pero... dormimos…
―¿Por qué tienes la cara roja? ¿Te encuentras bien?
―A ver, Sandra, yo también bebí bastante ayer, quizás es como una especie de resaca.
―¿Desde cuando las resacas te ponen la cara roja?
―No sé, déjame en paz.
Impulsado por las ganas de abandonar esa conversación tan peligrosa, me levanté de la silla y fui a mi habitación a chatear por el móvil. Esa mañana me había despertado con mensajes de mis amigos diciendo que donde estaba, tuve que inventarme una excusa para justificar mi pronta marcha de la discoteca. Entonces apareció ante mí un nuevo mensaje. Era de Melissa.
“Sigo pensando en lo de ayer… ¿Quieres ver una peli en mi casa esta noche? Y ya de paso cumplimos esa fantasía que me dijiste. Me pondré una lencería bien sexy para ti”
El corazón se me puso a mil por hora, y otra parte de mi cuerpo también. Tenía a Melissa pidiéndome a gritos que me la follara en su propia casa.
Sabía que Melissa descendía de una familia de adinerados arquitectos, así que eramos de un nivel social parecido, cosa que explicaba que tuviese una casa solo para ella, alejada de sus padres. Ella era hija única, así que no corrió la mala suerte de Sandra. El mundo parecía querer que me beneficiase a Melissa de nuevo esa noche. Y no iba a malgastar la oportunidad.
“Allí estaré, guapa. Ya estoy deseando verte con esa lencería esta noche”
Cuando envié el mensaje, Sandra abrió la puerta de mi cuarto, aún con la bolsa de guisantes presionada en su cabeza.
―Oye, voy a acostarme un rato, me duele la cabeza demasiado.
―Como quieras.
.
Antes de la hora acordada con Melissa, me duché, y cuando me estaba preparando mi hermana salió de su habitación. Se había pegado una siesta de cinco horas, y parecía incluso más desmejorada que cuando se levantó por primera vez.
―Bueno, se me ha calmado el dolor de cabeza.
―Oh, me alegro de oír eso.
Se giró hacia mí y me observó de arriba a abajo.
―¿Qué haces tan arreglado? ¿Que se celebra?
―¿Eh? Bueno… Voy a salir.
―¿Otra vez? ¿Pero es que tú no descansas?
―Bueno, hoy va a ser más íntimo.
Ella frunció el ceño, intrigada por esas palabras.
―¿Cómo de íntimo?
―A ver… Quiero decir que… Pues ya sabes… Hay una fiesta en casa de un amigo, y pues… eso.
―¿De qué amigo?
―Pues de uno.
―Mmmmm… ¿Por qué me da que todo esto que me cuentas es mentira?
―Pues… Esto… Espera… ¿Qué coño hago inventando excusas? Me voy a follarme a mi amiga, a la de anoche.
―Ah… ¿Y me vas a dejar aquí sola? Yo que he dormido para que podamos empezar a componer la canción…
―Tía, es súper tarde… ¿Cómo nos vamos a poner a componer ahora? Mañana empezamos, si no hay tanta prisa...
―Claro… Tienes prioridades, ¿Verdad?
―¿Por qué hablas como si fueras mi novia?
―Eres un idiota.
―¿Y por qué exactamente soy un idiota?
―Porque eres un jodido insensible de mierda, y un… Ah… Mira, vete con tu zorrita, no voy a hablar más de esto. Adiós.
―Joder, a veces me das mucho asco, Sandra.
Mi hermana se giró con ojos inyectados en rabia, y se acercó lentamente hacia mí. Era la primera vez en años que le soltaba algo así. Por un momento tuve miedo, mucho miedo.
―Quizás he sido demasiado buena contigo últimamente, pero no puedo permitir que me hables así.
El tono autoritario de su voz me sacó finalmente de quicio.
―¿Pero quién te crees que eres?
―¿Y quién te crees que eres tú? No eres más que un fracasado de mierda que ha estado toda su vida frustrado bajo mi sombra.
Esas palabras me llegaron al corazón, rasgando mis entrañas hasta límites insospechados. No recuerdo palabras más crueles viniendo de la boca de Sandra.
―¿Eso es lo que piensas de mí?
―Esa es la verdad.
―¿Sabes que te digo? Coge tu puto ego de mierda y métetlo por el culo, pero házlo hasta el fondo, para que se te rasguen los intestinos y te salga disparado por la boca cual cañón. Eres una jodida agrandada que no hace más que inflarse de sus logros, pero sé que muy en el fondo...
Me acerqué y le señalé su pecho.
―...Sabes que estás vacía por dentro, te sientes sola y desamparada, y por eso necesitas “amigas” con las que poder encajar, y necesitas destacar en absolutamente todo lo que haces, porque sino no serías nada más que una egoísta egocéntrica que piensa que su vida es más valiosa que la del resto de gente. Quiero decir, lo eres, pero te escondes bajo tus logros y bajo lo mucho que destacas en todo. Debe ser muy horrible vivir cargando con eso a tus espaldas.
Dios, había soltado absolutamente todo, sin filtro alguno. Le había dicho de todo a Sandra, y sé que con eso nuestra relación fraternal había sido herida de muerte.
Lágrimas empezaron a brotar de los ojos de ella, y los tímidos sollozos se convirtieron en una expresión de rabia, de sed de venganza, pero por primera vez sentí que Sandra no tenía palabras con las que rebatirme. Fue tal su frustración que acabó por coger uno de los jarrones de la entrada y lo partió en el suelo.
―¡VETE A LA MIERDA, MALDITO GILIPOLLAS!
Después de gritarme, se fue corriendo hacia su habitación y se volvió a encerrar.
Tras el huracán que acababa de destrozar nuestros lazos, lo único que pude hacer fue dar una patada a la pared con todas mis fuerzas… La frustración que sentía era demasiado grande. Sentía como que yo era el culpable de aquello, pero lo cierto que es que lo que le había dicho era la pura verdad, y no entendía el porqué de ese sentimiento de culpabilidad. En fin… Habíamos vuelto al principio… Después de aquello, mi hermana volvería a odiarme como antes, o incluso más.
Se me bajó toda la libido, así que decidí decirle por Whatsapp a Melissa que no iba a ir a verla, porque me había surgido un imprevisto y no podía cancelarlo. Por suerte, lo entendió, y dijo que quedaríamos otro día.
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Después, me limité a irme de casa, y estuve paseando por las calles de mi barrio, sumido en mis pensamientos, mientras veía pasar a las personas en ese paraje nocturno oyendo música con mis auriculares. Estaba muy jodido, a decir verdad, todo se había ido a la mierda en un momento.
Me senté en un banco, con la cabeza gacha, hasta que una mano me sacó de mi mundo mental.
―Hey, Iván… ¿Qué haces aquí?
Era Judith, y parecía que ya tenía algún cubata encima, y eso que no eran ni las diez de la noche.
―Nada. He peleado con Sandra, y necesitaba tomar el aire un rato.
―¿Con Sandra? Pero si ahora estáis súper unidos… Anda ya…
―Bueno… Ya, pero… Mira, da igual, no quiero hablar del tema, no te lo tomes a mal.
―No, para nada. Son cosas vuestras.
―¿Y tú que tal? ¿Vas a salir con algunas amigas?
―Pues a decir verdad, voy a salir con David, mi nuevo novio.
―Ah, tienes novio…
―Sí, lo conocí en la discoteca a la que fuimos ayer. Sandra también vino, pero de un momento a otro se fue. Me preocupó, pero hoy me ha dicho que era porque se encontraba muy mal y decidió irse. La verdad, bebió muchísimo por alguna razón...
―Ya, se ha levantado con una resaca y un mal humor de mil demonios… Quizás por eso hemos acabado peleando…
―Para tanto no será.
―Me temo que sí.
―Sandra te quiere mucho en el fondo, aunque no lo demuestre. Vuestra relación no se acabará aquí, estoy segura, sois muy buenos hermanos.
―Pues si nosotros somos buenos hermanos…
―Todos los hermanos tienen sus rencillas, pero ya verás como todo se arreglará.
―Espero que tengas razón.
―Mira, por ahí viene David.
Un hombre moreno y musculoso se acercó a Judith y ambos se besaron, sonriéndose mutuamente. Parecían locamente enamorados, lo cual me llenó de felicidad. Judith se merecía lo mejor.
―Mira, te presento a Iván, un amigo, y hermano de mi mejor amiga.
―Ey, ¿Qué tal, tío?
David me estrechó la mano, y me dedicó una sonrisa, la cual le devolví. Parecía una muy buena persona.
―Bueno, Iván, hablamos más tarde.
―Claro, hasta la próxima.
Y así es como se fueron, comentando algo en la lejanía. Hacían una pareja fantástica.
Me quedé un rato más allí, pensativo. Al final, decidí que lo mejor era dejar de vagar por la calles, así que me dirigí de vuelta a casa.
Entré y me limite a irme a mi cuarto. Estuve un rato con los cascos puestos viendo vídeos de YouTube hasta que me venció el sueño.
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A la mañana siguiente me levanté, y siguiendo mi rutina habitual, me propuse ir a la cocina a desayunar algo. Cuando llegué al comedor pude ver a Sandra, con los ojos llorosos y unas ojeras bastante pronunciadas viendo la televisión en total silencio. La tensión era tal que notaba que me iba a desmayar de la presión. Sin ni siquiera mirarle, crucé a la cocina y desayuné allí.
El día lo pasé cruzándome lo justo y necesario con mi hermana, y hablando con amigos por Whatsapp.
Esa noche decidí salir un rato a la calle, ya que mi hermana se había ido con unas amigas a las 14:00 a comer (y probablemente a cenar y a beber), y eran las 23:00 y no tenía nada que hacer.
Cruzando por el mismo parque del día anterior, divisé a Judith sentada en un banco, revisando el móvil. Ya era casualidad encontrarla dos veces en el mismo sitio dos días seguidos. Me acerqué a saludarla.
―¿Otra vez tú por aquí?
Levantó su mirada del Smartphone, y al ver que era yo sonrió. Pero no me gustó nada la sonrisa, era como muy forzada. Algo le pasaba.
―¿Qué te pasa?
―¿Eh? Nada…
―Venga, creo que te conozco lo suficiente, cuéntamelo…
―Ah… Verás… No quiero parecer una loca celópata…
―Suéltalo.
―Ah… Está bien… He intentado quedar con David para comer, pero me ha dicho que tenía cosas que hacer. Y ahora he intentado quedar para cenar, y me sale con una excusa bastante barata. Es decir, estoy muy enamorada, y confío en el él, pero…
―La verdad, es extraño, pero no saques conclusiones precipitadas, él te quiere mucho. Lo pude sentir ayer.
―Ya, pero me ha dejado sola, y es un poco…
―Mira, yo como amigo tuyo solo puedo ofrecerte mi compañía, aunque no sea comparable a la de tu novio… ¿Damos un paseo y charlamos?
Ella se sonrojó levemente y me sonrió, asintiendo.
―Está bien.
Comenzamos a pasear por la calles nocturnas, sin un rumbo fijo, simplemente hablando un poco de todo.
―Sandra me dijo que cantabas y tocabas la guitarra, ¿Es eso cierto?
―Que boca chancla es… Sí, es cierto…
―¡Qué guay! Un día cantarás algo para mí…
―Dalo por hecho.
―Al fin y al cabo fui tu primera experiencia con una chica mayor que tú, eso no se olvida, eh, pillín… Es digno de plasmarlo en una canción.
Me reí, siguiéndole la broma.
―Si cantara todo lo que hicimos, la canción sería censurada en noventa países.
Nos reímos de nuevo.
―Eres interesante, Iván, si no tuviese novio…
―Pero lo tienes, y estás enamorada de él. No estropees las cosas por un cantante de pacotilla como yo…
―Eras mucho más que eso, pero es cierto que le quiero mucho. Nunca le haría algo así…
―Claro que sí, eres una buena mujer, y el un buen hombre, sé que seréis muy…
Paré en seco, al ver que su mirada se perdía, desesperada y traumatizada, en algún punto fuera de mi campo de visión. Dirigí mi vista al frente para encontrarme con la impactante escena que había llamado su atención.
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Me quedé helado. Congelado. Criogenizado. Mi alma se desprendió de mi cuerpo.
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―¿Pero qué…?
Esas dos palabras fue lo único que pude decir al ver a David apoyado en la pared de un edificio, justo al lado de un bar, dándose el lote descaradamente con otra chica. La cosa así contada ya era suficientemente trágica, pero para poner la guinda sobre el pastel de la traición, la otra chica era ni más ni menos que mi hermana Sandra, la mejor amiga de Judith.
―¡DAVID!
El grito de Judith se debió ir en todo el vecindario. Al oír su nombre, el susodicho se giró lentamente, desprendiendo un temor inenarrable. Estaba claro que la había cagado como nunca.
Su cara totalmente descompuesta, intentaba esbozar una sonrisa patética.
―Cariño, puedo explicarlo…
―¡TE VOY A MATAR, PUTO MENTIROSO!
Tuve que parar el avance de Judith, intentando calmarla lo máximo posible.
―Espera, Judith, sé que estás enfadada, pero…
―Iván… Aparta…
Al ver la expresión de Judith, sentí un miedo terrible. Nunca la había visto tan dolida, con tantas ganas de venganza.
―Tú eres un buen chico… Pero lo voy a acabar pagando contigo… De verdad, eres un buen hombre… No tienes culpa de tener a una furcia y traidora que consideraba como de mi familia por hermana… Así que apartate para que pueda matarlos a los dos…
―No vas a conseguir nada con eso… Sé como te sientes, pero…
―¡NO SABES COMO ME SIENTO! ¡MI MEJOR AMIGA, CASI MI HERMANA, TRAICIONÁNDOME CON EL ÚNICO HOMBRE EN EL QUE HE CONFIADO EN MUCHO TIEMPO! ¡QUÉ COÑO VAS A SABER TÚ!
Agaché la cabeza en silencio, aún empujando por los hombros a Judith, evitando su acometida.
―¡Y TÚ LO SABÍAS! Tú sabías lo mucho que me ha costado volver a confiar en alguien… No puedes hacerme esto… No puedes traicionarme así…
Mi hermana estaba totalmente paralizada, incapaz de mover un músculo. Parecía haber entrado en estado catatónico. David masculló algo en voz baja, y se fue corriendo calle abajo. Era muy patético verle huir con la cola entre las piernas. Tuve que volver a parar a Judith, que estaba lista para perseguir a ese cobarde sin escrúpulos.
Eso me costó un puñetazo en la cara por parte de Judith, tras el cual empezó a llorar abrazada a mi pecho. Tuve que rejuntar toda mi fuerza de voluntad para no llorar ante aquella escena, la habían destrozado completamente entre mi hermana y ese cabrón. Habían hundido sus sueños, y por los gritos propiciados a Sandra, se le habían reabierto heridas ya selladas. La habían vuelto a hundir en el pozo.
Le hice mirarme a la cara, y secándole las lágrimas, me puse a decirle algo.
―Judith, estas cosas en caliente se tratan mal siempre. Volvamos a tu casa, ¿Vale? Te acompaño… No hagas ninguna locura, calmate… Tú eres más fuerte que esto, saldrás adelante.
―Joder… Tienes razón… A la mierda…
―Eso es, te acompaño a casa.
Le propicié una mirada llena de odio a mi hermana, la cual seguía plantada en el mismo sitio, con lágrimas brotándole de los ojos, incapaz de decir o hacer nada.
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Cruzamos un camino relativamente largo hasta su casa, durante el cual le dejé apoyarse un poco en mí. Ya que se sentía un poco mareada, y decía que tenía miedo de caerse.
Finalmente llegamos al portal en el que me dijo que vivía.
―Duerme, descansa. Ya verás como mañana lo ves todo diferente.
―No quiero volver a estar sola, Iván. Esta vez… Sin Sandra… Yo no… No podré con esto sola, Iván…
―Sé que no soy gran cosa, pero estoy aquí. Si puedo ser de ayuda, te ayudaré.
―Lo siento… No había pensado en ti…
―No lo sientas, eso no importa ahora.
―Verás… No hay nadie en mi casa este finde… Tenía planeado que viniese ese cabrón para hacerme compañía, pero… Ahora… Yo no puedo… No quiero… No debo estar sola…
Se limpió las lágrimas y me cogió las manos, mirándome fijamente.
―Quédate conmigo, por favor. Te necesito.
―Está bien. Me quedaré si es lo que necesitas y deseas.
―Gracias.
―De nada, para eso están los amigos.
Subimos a su casa, y se tumbó en su cama, aún con resquicios de sollozos.
―De verdad, muchas gracias…
―No hay de qué, en serio… Ahora duérmete, descansa…
Diciendo eso, me acosté en el sofá del salón, donde pretendía dormir.
―¿Qué haces?
―Pues… Acostarme…
―Ven conmigo, podemos dormir juntos…
―¿Eh? ¿Seguro?
―De hecho, necesito que durmamos juntos…
―Está bien…
Me levanté y me tumbé en su cama, al lado suyo. Ella me abrazó y hundió su cabeza en mi hombro, sin parar de llorar.
―¿Por qué me vuelve a pasar lo mismo otra vez?
―A veces es mejor darse cuenta a tiempo, ¿No crees? Imagínate que te hubieses dado cuenta de esto después de mucho tiempo con ese idiota… El golpe hubiese sido mil veces más duro…
―Sí, tienes razón. Parece ser que todos los tíos buscan un polvo y ya… No paran de ir de flor en flor…
―Sí, los tíos somos muy gilipollas.
―No te metas dentro de ese saco, tú eres diferente.
―No tanto. Es cierto que nunca le haría eso a mi novia, pero si estoy soltero nunca le digo que no a un polvo con una tía que me guste, sin importar si siente algo o no.
―Pero eso es lógico, Iván. Quiero decir, si no estás con esa chica en una relación, no hay nada malo en buscar placer con otra. Siempre y cuando no la utilices, y le des señales de que es solo un polvo.
―Ya, pero no puedo evitar sentirme mal. Es como si de alguna forma estuviese utilizando a todas… Y no quiero, no quiero hacer daño a nadie, ¿Sabes?
―Sin duda eres muy diferente.
Se levantó levemente y me miró sonriente, echando a un lado mi flequillo.
―Mira, cualquier chico hubiese aprovechado esta situación para echarme un polvo. Pero tú no lo has hecho, a pesar de que ahora mismo estoy con las defensas bajas, no te has aprovechado de eso. Por eso, te doy las gracias. Demuestras que te importo de verdad.
―Ni siquiera he pensado en eso. No es el momento.
―No lo es. Ya habrá tiempo para eso, te lo aseguro.
―¿A qué te refieres?
―Que ya te recompensaré por tu amabilidad, tontito.
―No actúo así por eso, que quede claro.
―Lo sé, simplemente quiero volver a sentir lo que sentí la otra vez.
―Ah, vale, vale. Si es eso, está bien.
Tras esa conversación, se acurrucó un poco más a mí y nos quedamos dormidos.
.
A la mañana siguiente me desperté con un peso bajo la sábana, como si alguien se hubiese escondido debajo de ellas. Eché un vistazo dentro y me encontré a Judith lamiendo mi pene semi-flácido.
―¿Qué haces? ¿No decías que ya habría tiempo para esto?
Se sacó mi miembro de su boca, y sonriendo pícaramente, se dejó caer sobre mi cuerpo, y se acercó a mi oído.
―Buenos días. Claro, el tiempo es ahora. Es de bien nacido ser agradecido.
―No sé si tanto…
―Joder, parece que te moleste hacerlo conmigo, ¿Tan fea soy?
―Sabes que no, si me pones un montón. Pero es que no sé… No quiero que pienses que me aprovecho de ti…
―Pero si he sido yo la que te lo he pedido…
―Pues también es verdad. Bueno… Pedirlo, pedirlo…
Me reí, señalando a mi pene, liberado y listo para la aventura.
―Cada uno tiene su forma de pedir.
Empezó a morderme la oreja derecha, y a jugar con su lengua en ella. Podía escuchar los sonidos lascivos que hacía su lengua en mi oído, creando un mar de llamas en mi pene. Se sentía genial lo que me estaba haciendo en la oreja, no sabía que esa era una de mis debilidades.
―¿Le darías un poco de cariño a este cachorrito indefenso?
Su tono de voz y cara al decir eso me hizo reír levemente. La tentación era demasiado grande.
―Pues claro.
Empecé a besarla, jugando con su lengua traviesa y disfrutando del calor y humedad de sus labios. Ella estaba arriba de mí, y por eso todo su cuerpo hacía contacto con el mío, lo cual me iba poniendo cada vez más cachondo. No podía parar de manosear su culo, aún cubierto por el pijama. Sin parar de besarme, iba quitándose el pantalón, para permitirme manosear su trasero directamente. Al sentir la piel de sus increíbles nalgas en mis manos no pude evitar empalmarme como un caballo, y eso lo notó perfectamente.
―¿No puedes evitarlo, verdad? Mi culito es tu perdición.
―Y bien que lo sabes. Sabes muy bien como ponerme a mil por hora.
―Claro que sí, quiero que estrujes mi culito bien duro, quiero que no quede un trozo de carne por tocar.
―Yo me encargo de eso.
La tumbé boca abajo y empecé a masajearle el culo, intercalando momentos en los que enterraba mi cara entre sus nalgas. Ella suspiraba de placer con la almohada abrazada.
―Quiero comerte el culo.
―Cómetelo. Es tuyo.
―Oh dios, quiero meter mi lengua en tu culito ahora mismo.
―Y yo quiero que la metas, dame una buena lamida, cabronazo.
Ya empezaban los insultos, joder, como me ponía que me insultara.
―Pues claro que sí, voy a dejarte este culito de zorra bien lamido.
Acto seguido, comencé a lamerle esas tremendas nalgas, dejándoselas todas llenas de saliva, prepararándola para el acto principal… Sí, así es, lo siguiente que hice fue chuparle el culo un buen rato, introduciendo mi lengua en su ano. Me lo imaginaba asqueroso, pero con ese culazo de diosa haría cualquier locura, y la realidad es que, para mi sorpresa, lo disfruté demasiado. Ella no paraba de soltar barbaridades por la boca, que si era un adicto a su culo, que si le estaba dejando el ojete como una patera, que si sentía mi lengua en su ano y eso le encantaba.
―Oh dios, que bueno eres, estoy chorreando como una balsa. Eres el primero que se come mi culo.
Le metí dos dedos en la boca, para que los chupara lascivamente. Pilló al vuelo mi idea.
―Dios, ¿En serio soy el primero? No sabes lo que me pone eso.
Se sacó mis dedos de su boca y sonrió.
―Ahora quiero que me estrenes también follándomelo.
―¿Eres virgen en el sexo anal?
―Sí, nadie me ha roto el ojete nunca. Quiero que seas tú. Por favor.
―¿Estás segura? Si eres primeriza… Quizás te duela… Y no es por hacerme el chulo, pero creo que mi pene es bastante grande, ¿Estás segura?
Me acarició la cara, sonriendo.
―Eres un amor. Me encanta que te preocupes por mí, pero estoy segura. Si me duele solo tenemos que parar un rato para acostumbrarme.
―Bueno, si estás de acuerdo…
Alargó la mano hasta la mesilla de noche, y de un cajón sacó un bote de color amarillento.
―Eso sí, usa esto. No es vaselina, pero mejor que nada seguro.
―Pero esto es aceite corporal...
―Sí, lo sé. Pero bueno, para algo servirá.
Dicho esto, se puso a cuatro patas y se abrió el ano con ambas manos.
―¡No hagas esperar más a este culito latente! ¡Esta zorrita quiere saber como es que una polla gigante le reviente el culito!
―Joder, Judith. Me estás poniendo como una moto.
―Esa es la idea. Vamos, cabronazo, atacame por la retaguardia.
―Tú lo has querido, zorrita.
Coloqué mi miembro más erecto que nunca embadurnado de aceite corporal en la entrada de su ano, y, mientras agarraba sus nalgas, comencé a empujar lentamente. Notaba que se tensaba todo su cuerpo, y eso me excitó mucho.
―Oh dios, es enorme. Me vas a destrozar…
―Pero eso te gusta, ¿Verdad? Te gusta sentir como tu ano se dilata…
―Nunca había sentido algo tan placentero, quiero que me hagas ver las estrellas, Iván. Necesito correrme con mi culo. Necesito saber como es, ¿Me lo enseñarás?
―Todo a su tiempo, zorrita. Primero disfruta de la sensación de tu ano dilatándose.
Tras unos cuantos minutos logré meter la mitad de mi polla en su recto. Judith no paraba de gemir, extasiada.
―Ya esta dentro la mitad, zorrita.
―¿Sólo la mitad? Si siento que podría tener la mejor corrida de toda mi vida solo con lo que hay dentro de mi culo…
―Pues imagínate como será cuando te la meta hasta los huevos.
―Me volverás loca, Iván. Ninguna otra cosa volverá a saciarme sexualmente, solo tu pene en mi culo.
―Bueno, tú te lo has buscado.
Seguí empujando, y cuando llevaba tres cuartos de mi polla dentro de su coño, empezó a moverse bruscamente.
―No sé que está pasando, pero me voy a correr.
―Pues, adelante. Buen viaje.
Me puse a manosearle las tetas mientras notaba como su ano convulsionaba.
―¡IVÁN! ¡IVÁN! ¡ME CORRO! ¡OH, DIOS! ¡QUE BUENO!
Rodando los ojos hacia arriba, empezó a venirse con su ano. Todo su cuerpo temblaba, como teniendo un orgasmo en cada parte de este. Era demasiado sexy verla así. Se estaba corriendo como una enferma mental, y ni siquiera había metido mi pene completo, y tampoco me había movido lo más mínimo.
.
Seguí empujando hasta que se la metí entera. No paraba de decirme que se estaba corriendo una y otra vez, que estaba descubriendo un nuevo mundo. Nunca antes había visto a una chica tan sensible con el sexo anal, y eso me excitó en sobremanera.
―Ya la tienes toda entera en tu culo, ¿Ahora quieres que me mueva?
―¡¡Sí!! ¡Dios mío, muévete! ¡Hazme ver las estrellas! ¡Ya no siento ningún dolor, solo placer! ¡Y quiero explotar todas las posibilidades de este placer!
La puse en una posición más cómoda para mí, y empecé a embestirle bien duro el culo. Se oía el sonido de mis huevos chocar con sus nalgas, una sinfonía muy erótica y propicia para la excitación.
La agarré de las manos y me la folle así, como si no fuese más que una putilla ninfómana, pero a ella no parecía importarle, seguía sumida en sus continuos orgasmos. Tras un buen rato bombeándole el culo, empecé a sentir que me corría.
―Me voy a correr, Judith.
―¡¡SÍ!! ¡LLÉNAME EL CULO DE LECHE! ¡QUIERO SABER COMO SE SIENTE! ¡YA ME HE CORRIDO MÁS QUE SUFICIENTE! ¡AHORA TE TOCA A TI!
―¡JUDITH!
―¡IVÁN!
Gritando su nombre, empecé a regar su ano de esperma. Menuda corrida… Sentía que su culo quería quedarse con toda mi semilla, cual niño egoísta que quiere quedarse con los juguetes de su amigo. Y así fue, se quedó con todo mi semen, ordeñó del todo mis huevos.
Tras eso, saqué mi pene de su ano, y vi como chorreaba un hilillo de semen de allí. Eso fue muy erótico.
Le miré a la cara, estaba totalmente satisfecha, feliz, excitada. Su post-orgasmo estaba siendo bastante intenso por lo que veía. Era como si quisiese estar en ese estado para siempre.
―Iván, eso ha sido lo mejor que he sentido en toda mi vida.
―¿En serio?
―Me has abierto un nuevo mundo. Dios, como lo he disfrutado. Me he corrido todo el rato, ha sido maravilloso.
Mientras decía eso, daba vueltas en la cama, rozando su cuerpo, con cara de felicidad.
―Pero creía que tendrías experiencia en este campo… Quiero decir, con el culazo que tienes…
―Siempre me ha disgustado la idea de que me rompan el culo, a decir verdad. Pero pensaba que si eras tú estaría bien.
―¿Y bien? ¿Que tal ha sido?
―A partir de ahora follaré por el culo SIEMPRE. Ha sido demasiado bueno.
―Bueno, me alegro. Y… No pienses lo que no es… Pero… Debo irme…
―¿Irte?
―Sí, me iré a casa a hablar con Sandra.
Al mencionar el nombre de mi hermana, Judith cambió la expresión de su rostro. Es como si el post-orgasmo se le hubiese cortado sin comerlo ni beberlo. Fue bastante poético.
―Lo sé, Judith. Es imperdonable. Pero quiero saber porque coño te traicionó así. No me creo que mi hermana sea tan hija de puta.
―Yo tampoco quiero creerlo, pero… Lo viste con tus propios ojos… Ella y mi novio… Después de todo lo que sufrí con la infidelidad de Marcos, mi ex… Después de que ella misma me apoyara con eso… Me ha traicionado. Ella…
Me congelé al oír las palabras de Judith, gélidas como un Iceberg.
―Ya no es mi amiga. Se acabó, Iván.
Empecé a vestirme.
―Sé que ninguna de las dos quiere esto, lograré que os reconciliéis, una amistad tan fuerte no puedo acabar así. Me niego.
―No se que decirte, Iván. Me gustaría que todo siguiera igual, pero no puedo perdonarla. Ella sabía todo.
Cogí mis cosas y me dispuse a irme de la habitación.
―Sé que ahora parece imposible, pero te juro que las cosas mejorarán. No te vengas abajo. Volveré a verte más tarde, ¿Vale?
.
Y así abandoné la casa de Judith en busca de conversar con mi hermana. No me hacía especial gracia, ambos habíamos discutido suficiente para no volver a hablarnos, y ahora las cosas estarían incluso más tensas.
Al entrar en casa escuché a Sandra sollozando en el salón. Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia allí. Estaba totalmente destrozada, rodeada de pañuelos usados. No paraba de llorar.
―La que has liado, la madre que te parió… Que es la mía…
No me contestó. Y eso me puso de muy mal humor.
―¿No vas a decir nada?
―¿Que coño quieres que diga?
―Porque has traicionado tan vilmente a Judith, ¿Por ejemplo?
―A ti que coño te importa, idiota. No te metas en mi vida.
―Judith es mi amiga. Claro que me importa.
―Estáis demasiado unidos últimamente, eso es verdad. Me da bastante asco.
―Y a mí me da asco que seas una traicionera de mierda.
―¿QUE COÑO SABRÁS TÚ? ¡YO NO HE TRAICIONADO A NADIE!
―¡SI NO FUERAS MI HERMANA, TE PEGARÍA UNA PALIZA AHORA MISMO, JODER!
―¡QUÉ NO!
―¡OH! ¡ESPERA! ¡QUE ADEMÁS DE TOMARME POR GILIPOLLAS, ME TOMAS POR CIEGO!
―Es cierto que estaba besándome con el novio de Judith… Pero…
―¿PERO QUÉ?
―¡YO NO SABÍA QUE ERA SU NOVIO!
―¿Cómo?
―Estaba tan borracha en la discoteca que no recordaba con quien ligó Judith. Solo recordaba que ligó, pero no con quién. Se me acercó ese chico en el bar, y… Pues no sé… Lo vi tan guapo e interesante que…
―No me trago eso. Es imposible que A TI un tío te conquiste el corazón en unas cuantas horas. Eres inaccesible, cualquiera que pasa cerca de ti lo rechazas… ¿O me equivoco?
―Ah… Déjalo, Iván…
―¡No lo voy a dejar! ¡A la mierda! ¡Quiero saber la verdad!
―¿La verdad? ¡¿Quieres saber la puta verdad?!
―¡SÍ, JODER!
―¡Es porque estaba cabreada contigo! ¡Pensé que follándome a un tío cualquiera te pondrías en mi lugar!
―¿En tú lugar?
―¡Sí! ¡En mi lugar de: “Odio que tengas folla-amigas”! ¡Por eso salí en busca de algún tío que follarme! ¡Esa es la puta verdad, idiota!
―¿Entonces has liado todo esto porque no quería que follara con Melissa?
―Así se llama tu amiguita…
―Pero es que… No lo entiendo… No pretenderás que no folle nunca más, ¿Verdad?
―Yo que sé, solo sé que…
Calló abruptamente, sonrojándose. Ese acto me puso aún más nervioso.
―¿Solo sabes qué?
―Nada…
―Oh por dios… ¡DILO DE UNA PUTA VEZ!
―¡SOLO SÉ QUE ME MATAN LOS CELOS!
Al oír eso, ambos nos sonrojamos muchísimo.
Las cosas se estaban poniendo aún más raras entre nosotros, de eso no había duda planteable.