La Reina de la Prisión
Una mujer acostumbrada al lujo es enviada a prisión donde debe adaptarse
Nota: relato hecho a petición de una lectora, espero os guste, espero vuestros comentarios
Yo no hice nada malo! - esas fueron mis palabras, todo un cliché para alguien que está siendo detenida y llevada a una de las mayores cárceles del país.
Os pondré en situación. Yo soy Karolina. Mi delito? Ser avariciosa.
Yo siempre me he sentido como una reina y me he querido ver como tal.
Por eso me casé con un gran magnate que controlaba mucho dinero, me daba igual que el fuese un viejo y yo una jovencita, sólo quería tener pasta para todos mis caprichos. Nunca me pregunté de donde salía tanto dinero, no me importaba mientras mi buena vida siguiera. Ni siquiera tenía que soportar tener sexo con el viejo porque él me usaba más como un complemento que lucir ante otros peces gordos, ya sabes como va eso, compiten a ver quien tiene la mayor mansión, los mejores coches, la esposa más joven y deseable... (hay que decir que mi marido casi siempre ganaba en esto último).
Mi piel bronceada como los latinos, mi cabello negro sedoso, mis ojos verdes como el jade. Mis facciones son perfectas sin arrugas aún a la vista, mi vientre liso y mi pecho voluptuoso, mi trasero simplemente envidiable y además poseo las largas piernas de una diosa.
Un día de repente mi marido desapareció, supuse que se había ido de viaje de negocios y se le había olvidado decírmelo, poco me importaba. Pronto comprendería mi error...
A los tres días de desaparecer mi marido, vinieron a por mi. La empresa de mi marido sólo era una tapadera para la venta de drogas y armas. Todo lo que teníamos había sido comprado con dinero sucio.
Hubo un pequeño juicio en mi contra, me juzgaron por cómplice, nadie creyó que yo fuera tan tonta como para no saber de dónde venía el dinero... Además las drogas y las armas de la empresa habían causado miles de problemas y la gente estaba furiosa, vinieron docenas de testigos que me habían visto con mi marido y con los que en ese momento supe que eran los altos mandos del mercado negro.
Me cayeron 10 años en prisión y el juez dijo que debía estar agradecida, que poca condena era.
Agradecida? Me quitaron todo, me encerraron. Pasé la primera semana muerta de miedo por los guardias y las otras presas.
Fue entonces cuando mi vida dio un nuevo giro. En la primera semana yo estaba sola en la celda pero después llegó una nueva presa, su nombre era Juanita.
Juanita era una mujer de 68 años, aunque era mayor se veía que había sido hermosa. Ella me contó que era la tercera vez que iba a la cárcel. Las dos primeras vez había sido por estar implicada en tramas de prostitución, esta tercera había sido al culparse ella misma para que una joven que pasaba droga no acabase aquí.
Y te has sacrificado tú por ella? Por qué? - le pregunté extrañada de alguien fuese capaz de echarse encima semejante culpa.
Porque ella es una niña, apenas con la mayoría de edad, tiene toda la vida por delante, además aquí ya me conocen me tratarán bien. Y a ti tambien te podrían tratar bien, yo te enseñaré porque me recuerdas a mi cuando era joven.
Juanita me contó historias de cuando ella estuvo allí las otras veces durante toda la noche. Así aprendí lo que tenía que hacer para llevar bien mi estadía en prisión.
El primer paso fue acercarme a Guadualupe. Guadalupe era una venezolana enorme que estaba allí según decían por apuñalar a su ex marido, la tía se había puesto verdaderamente cachas en la carcel y era algo así como la líder de las presas porque nadie más se atrevía a meterse con ella. Me daba mucho miedo hablar con ella pero lo hice convenciendome que era lo mejor.
Señora Guadalupe, perdone mi atrevimiento pero quería pedirle su protección. - le implore, incluso me arrodille ante aquella masa de músculos que había perdido todo rastro de feminidad.
Mi protección? Jajajaja y por qué te iba yo a proteger a ti flaca? - rió mirándome con un desprecio en el que supe ver algo más lo que hizo que supiera que mi plan daría resultado.
Porque a cambio seré su esclava, la satisfare como necesite mi ama.
Me satisfaras? Significa eso lo que yo creó? - yo no pude más que asentir.
La musculosa mujer básicamente me arrastró a las duchas de la prisión. Allí soporte su boca por toda mi cuerpo, su áspera lengua recorriendome. Y más tarde empujó mi cabeza a su entrepierna y tuve que lamer su vagina, casi me asfixibia al empujarme y al final sus fluidos salieron a chorro manchandome y me dejó allí tirada.
Me sentí sucia, usada, empezaba a dudar del plan.
Un día, un día fue lo que tarde en convencerme de que había merecido la pena. Una tia no me paraba de molestar y Guadalupe la espantó, proclamó a viva voz en el patio que nadie se acercaría a su nueva perra. Ella intimidaba a las encargadas de la comida para que nos diesen mejor comida que a las demás.
Ella me seguía usando como quería pero ya ni me daba asco, no era mucho peor que ir a sitios de viejos con mi marido del brazo. Que más daba si a cambio conseguía un puesto privilegiado.
Al poco tiempo pude pasar a la segunda parte de mi plan, llevaba desde que Juanita me contó su historia tirandole los tejos a los guardias, calentandolos.
Pronto uno que era joven empezó a meterme mano descaradamente cuando tenía oportunidad. Se lo dejé caer al oido:
- Yo podría hacer mucho por ti si tu haces algo por mi.
El joven siguiendo mis consejos me llevo a la caravana del vis a vis fingiendo que yo tenía visita y allí me folló. Hay que decir que me gustó, había olvidado lo que era un buen falo grande y joven entrando dentro mía. Sin embargo algo faltaba, me había acostumbrado a la brutalidad de Guadalupe, aquel niñato que babeaba por mi aunque yo era una presa me sabía a poco.
El joven a cambio de esos encuentros en los que me follaba con adoración empezó a llevarme cosas de fuera. No sabéis lo bueno que es ducharse con buenos productos hasta que lo pierdes. Pude revitalizar mi pelo con el champú adecuado.
Pero necesitaba más. Me ofrecí descaradamente al Sargento Gutierrez, el era como el oficial al mando, el carcelero mayor. Al principio pareció que mis intentos quedaban en nada. Pero un día estando en las duchas me quedé sola, las luces se apagaron y recibí una golpiza, cuando las luces se encendieron yo estaba en el suelo rodeada del sargento y sus tres mejores hombres.
- Así que quieres jugar a las putas eh? Ahora verás lo que es ser puta
Prácticamente me violaron, yo estaba tan golpeada que era un muñeco de tela que pasaba en sus manos, sus miembros entraban en mi boca, en mi coño, en mi culo... salían y eran reemplazados por el de otro. No se cuanto estuve así, creo que durante un rato perdí la consciencia. Al finalizar su semen embadurnaba mi cuerpo, estaba totalmente perdida, mi cuerpo amorotonado. El sargento rió con crueldad:
Algo que decir puta?
Que puede usar a esta puta cuando quiera sargento, usted y sus hombres me han demostrado que son auténticos machos - los carceleros se quedaron sin saber que decir.
Tarde en recuperarme de mis heridas y a partir de ese dia fui la puta de los carceleros, rara vez era el día que no me usara uno. A cambio tenía lo mejor de lo mejor. Me dieron mi propia celda en solitario donde conseguí hasta un pequeño televisor portátil. También conseguí privilegios para Juanita, me daba pena la vieja, e incluso para Guadalupe porque después de todo sin ella no habría sabido que puedo ser buena puta.
El problema estuvo en discriminar al joven guardia con el que había follado, su estilo blando ya no me sabía a nada. Se fue de la lengua y mis andadurias llegaron al Sr. Pelaez el alcaide de la prisión, ya sabeis, el director de la institución. El que lo controla todo.
El Sr. Pelaez era un hombre de cincuenta y pico, gordo y con una gran calva rodeada de sólo unos pocos pelos. Era un hombre que vivía a todo lujo. Todo lo que quería lo tenía. Y ese era el hombre que controlaba mi destino. Suerte que yo sabía lo que él quería en ese momento.
Todo el mundo quiere lo mismo.
No hizo falta que el gordo dijera ni una sola palabra para que me tuviera bajo su escritorio mamando su pequeña polla que apenas se veía con su barrigón. Yo ponía toda la cara de puta que podía y lo miraba a los ojos. Después me bajé los pantalones del uniforme carcelario y me recline sobre su escritorio poniendo mi hermoso culo en pompa delante de su cara. El director se levantó de su silla dando traspiés y apenas atinó a metermela. Le dije lo que todo el mundo quiere oir: que nunca me habían follado así, que era un auténtico hombre, blabla... Y él me dijo lo que yo ya sabía que yo era un auténtico putón y todas esas cosas. Obviamente no tardó en correrse, lo hizo sobre mi culo y yo me subí los pantalones sin ni siquiera limpiarme la corrida. Sabía que había cumplido.
A partir de entonces daba igual lo que hiciera en la cárcel, aquello era mío, los carceleros eran míos, yo les ordenaba, claro está menos cuando me follaban como una perra.
Todas las semanas iba a ver al alcaide. La versión oficial es que yo estaba poniendo de mi parte haciendo trabajos para él a cambio de firmas que hacían que redujeran mi condena.
La verdad, todo el mundo sabéis ya que "trabajos le hacía al alcaide" pero sabéis qué? Las últimas veces le pedí que redujera la condena de Juanita en vez de la mía, quiero que mi vieja amiga pueda volver a ver a su familia.
Y que pasa conmigo? No estoy tan mal aquí. Si, aquí soy una puta. Pero gracias a ello soy la reina del lugar. La reina de las putas. LA REINA DE LA PRISIÓN.