La regada

Los celos de una mujer, la hacen perder la cabeza y al reclamarle a su marido, cae perdida en las redes del sexo.

RELATO 13

LA REGADA

ECSAGARDEZ

Sólo se oía un leve murmullo en la sala, como si alguien hablara telefónicamente y tratara de evitar ser escuchado, por lo que sigilosamente descendió las escaleras y afinó el oído para entender lo que decía Ricardo...

Ese era uno de los problemas que siempre había tenido con su esposo, sus constantes infidelidades la tenían al borde del paroxismo... Desde hace tiempo estaba inclinada a pedirle el divorcio, ya no quería saber nada de él ni sus aventuras...

Mariana, de escasos 38 años de edad, tenía un cuerpo divino, piernas largas y estilizadas, además de unos glúteos que invitaban al piropo obsceno y en la calle no pasaba inadvertida por su forma sensual de caminar... A pesar de ser muy recatada, hasta en su forma de vestir, le gustaba sentirse admirada por todos los hombres, incluso llegó a tener fantasías de ser atacada en forma tumultuaria...

Sentía que el amor por Ricardo había disminuido con el paso del tiempo y desaparecía en forma paulatina, porque él era muy afecto a correr aventuras con diversas mujeres y, aunque jamás se lo había comprobado, eso era algo que Mariana ya no le toleraba y daba lugar a sus constantes pleitos y escenas de celos...

No sabía con quien hablaba, pero sólo alcanzó a escuchar cuando Ricardo le decía a alguien, lo siguiente:

  • En unos momentos me voy echar una gordita. Primero la tomaré en mis manos, las cuales pasaré por su figura exquisita y pondré poco a poco en mi boca, hasta pasarle mi lengua, para que se humedezca a más no poder...

Al escuchar eso Mariana, su cara se puso roja del coraje... No podía aguantar tanta desfachatez de su marido... Y sin externarlo, pensó para sus adentros:

  • Deveras que Ricardo no tiene ningún asomo de respeto a su casa y su esposa, como es posible que utilice el teléfono de aquí para hablar de sus cochinadas...

Intentó reclamarle... Pero no encontraba las palabras adecuadas... Además de reconocerle que siempre la convencía, porque era un meloso a la hora de pedir perdón o buscar que ella se contentara... Había que organizar una estrategia para no caer rendida a sus pies y es que si algo caracterizaba a Ricardo es que era buen amante...

  • Como le haré -pensó-, no puedo reclamarle así de sopetón. De seguro se echará a reir y empezará a besarme como acostumbra y terminaremos haciendo el amor...

Mariana no espero más y se acercó hasta donde estaba Ricardo, pero caminó despacio para seguir escuchando lo que decía:

  • No mi hermano, cuando agarro una gordita, la verdad es que son como un veneno, nadamás le empiezas a pellizcar su cuerpo y se levantan como si se les erizara el pelo y mordisqueas tantito, la verdad que como se estremecen de lo caliente y luego si están rellenitas de algo... ¡Ufff! lo máximo...

Lo escuchado por Mariana fue el detonante... Ya no dudaba que su marido seguía siendo un infiel empedernido y todavía se daba el lujo de comentarlo con sus "amigotes"... No podía soportar el oir tantas estupideces, tenía que hacer algo y lo más seguro era pedirle el divorcio... Ya lo tenía decidido, por lo que gritó exasperada:

  • Ricardo...

Este, al escuchar la voz de su mujer, soltó el teléfono nerviosamente y aunque lo levantó para continuar su conversación, no pudo y terminó por colgarlo...

Mariana, volvió a gritar, pero en un tono enfurecida...

  • Ricardo, he estado escuchando tu plática y me da coraje que sigas haciendo de las tuyas... Como es posible que comentes tus aventuras con tus amigos en mi propia casa... La verdad es que no tienes perdón de Dios, hasta donde llegan tus infidelidades...

Ricardo no pudo evitar el sorprenderse por el reclamo de su mujer y se aventó una estentórea carcajada... Al tiempo que se levantaba del sofá y se apresuraba a abrazarla... Sabía como contenerle sus arranques de ira y quitarle los enojos... Siempre había asegurado que el mejor abogado, era el "pirrín"... Porque resolvía las causas justas e injustas...

Y ese momento no fue la excepción... La tomó entre sus brazos y aunque ella intentó rechazarlo... Ricardo consiguió posar sus labios en los de su esposa, al tiempo que le abría la boca para que serpenteante su lengua se enlazara con la de ella en un beso salvaje, al cual Mariana no pudo resistirse y terminó entregándose a la caricia...

Ella estaba consciente de que su reclamo y su petición de divorcio quedarían diluidas ante las formas que tenía Ricardo para convencerla... Siempre negaba sus aventuras aunque le encontrara manchas de lapiz labial en las camisas, aromas de perfumes de mujer y había llegado el caso de oler sus truzas, estaba segura de conocer el penetrante aroma cuando alguien coje con una mujer...

Ricardo siguió su escarceo y la levantó para cargarla y depositarla en el sofá... Su mano derecha buscó de inmediato sus partes íntimas y se encontró que no traía bragas, por lo que nada le impidió que uno de sus dedos penetrara en la vagina de Mariana, quien empezó a lanzar gemidos de placer. No sólo entró un dedo, sino dos y comenzó él con un "mete y saca", que poco a poco fue adquiriendo mayor velocidad... No pudo más y entregada al placer que le proporcionaba Ricardo, sintió de pronto como un torrente de sensaciones recorría todo su cuerpo y llegó lo inevitable: El orgasmo más sensacional que había sentido en toda su vida de casada...

Sólo exhaló un suspiro y un grito que retumbó entre las paredes de la sala... Pero ella no se quiso quedar atrás y por un momento se olvidó de su reclamo y bajó el cierre del pantalón de su marido para liberarlo de la fuerza que oprimía su pene... Ese miembro viril de grandes proporciones que la satisfacía de todo a todo... Cuando lo sacó vio que tenía en la punta del glande bastante líquido preseminal y comenzó a lamerlo, hasta dejarlo reluciente de limpio, enseguida lo recorrió con su lengua a todo lo largo y chupó sus testículos, los cuales introdujo en su boca... Sintió como el saco escrotal se hinchaba, lo cual era señal de que Ricardo estaba a punto de explotar... Por lo que se sacó el pene, dándole un leve beso en la punta, al tiempo de decirle:

  • Tómame soy tuya... Metémela por favor...

Ricardo ni tardo ni perezozo la colocó boca arriba y le puso la punta del pene en la entrada de la vagina y sin hacer mucha presión, comenzó a introducirla, primero despacio y posteriormente hasta que sus "huevos", chocaron con las nalgas de Mariana, quien estaba húmeda a más no poder... Era lógico que le había metido todo el "pito" y ahora comenzaba un vaivén, sacándosela toda y metiendola con más fuerza... Esto hacía que Mariana lanzara leves gemidos de placer y reiterados:

  • ¡Aaah!... ¡Aaaaaah!... ¡Aaaah!

Estas quejidos eran sin duda del gran placer que Ricardo le estaba dando y que la hacían transportarse al infinito... Aun y cuando no quería distraer sus pensamientos, sabía que si algo caracterizaba a su esposo, era eso, convencerla de que aún sentía algo por ella y que a pesar de sus aventuras, la seguía poseyendo como si fuera el primer dia en que contrajeron nupcias...

Los movimientos de Ricardo que habían sido acompasados, se volvieron más frenéticos y ella trató de acomodarse a la velocidad del mete y saca... Por lo que levantó la pelvis para que la penetración fuera más profunda y el roce de su clitoris la hiciera llegar al éxtasis del placer y el gran climax que acompaña al acto sexual... Varios minutos después ya no pudieron contenerse y Mariana arqueó su cuerpo y estiró los músculos de las piernas, llegando hasta la punta de los dedos de los pies y tras un breve gemido, exclamó:

  • Me vengo, Ricardo... Me vengo, Ricardo...

El no escuchaba, su concentración iba más allá y también sintió una descarga eléctrica en todo su cuerpo y lanzó una estocada pegándose más al cuerpo de su mujer y lanzó borbotones de sémen, que ella sintió como una cascada recorriendo su vagina... Los dos habían sentido y disfrutado el paroxismo del placer amoroso...

Todo había salido perfecto para Ricardo... Mariana, no pudo contener su rabia por haber caído como ingenua en sus brazos y se había entregado de nuevo sin reservas... Era indudable que ambos estaban hechos el uno para el otro y en cuestiones de sexo no había ningún problema... Pero le dolían sus infidelidades...

Mariana se armó de valor y tras breves minutos de descanso... Le espetó:

  • Ricardo, quiero que me des el divorcio... Ya lo pensé bien y estoy cansada de tantas infidelidades... Ya no soporto eso... Y aunque lo niegues como siempre, lo mejor será que nos divorciemos... Alcancé a escuchar cuando hablabas por teléfono y decías que te echarías "una gordita" y la forma en que la lamerías y le pellizcarías...

Una carcajada se escuchó nuevamente y Ricardo, con toda la calma del mundo le dijo:

  • Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja... Deveras que eres tonta... Tus celos son infundados... Acaso no dijiste que me harías unas gorditas de chicharrón y requesón para cenar... Pues de eso estaba hablando con mi compadre Rubén a quien invité a cenar... Así que apúrate porque no demora en venir con la comadre... Ahora si que te la jalaste Mariana...

Mariana toda apenada por su reproche y la burla de que era objeto... También sonrió levemente y se trasladó a la recámara a vestirse, para dirigirse enseguida a la cocina, tenía todo preparado para que su Ricardo comiera las gorditas que tanto le gustaban... Y sólo se dijo a si misma:

  • Ahora si que la regué... Me pasé de celosa...