La Reconstrucción de Andrea (5)

Amo y Esclava siguen recordando la iniciación de Andrea, mientras el dueño decide que es lo que va a hacer con Flavia.

Se volvió hacia Andrea, aun con una sonrisa en los labios. Contemplaba sin tapujos su nueva adquisición. Ella aún no lo sabía, pero cuando acaba con ella sería incluso más sumisa que Marisa.

Andrea era lo contrario que su otra esclava. Su cuerpo era delgado, sus piernas largas y sus formas voluptuosas y firmes, y estaban colocadas de tal forma que cada curva ponía a trempar su polla.

Señor... - comenzó a decir la mujer. No termino. Una bofetada cruzó su rostro. Andrea sintió más el calor sobre su piel que el golpe

¿Así quieres ganarte tu puesto? - preguntó él con un gesto displicente -. Vienes a pedir algo y yo estoy dispuesto a dártelo a cambio de algo. Y a las primeras de cambio rompes tu palabra. Mereces un castigo. Es justo, me parece.

  • Si, señor - concedió la mujer, aunque no sabía cual había sido su delito para merecer un castigo-

El hombre comenzaba a disfrutar. El cimbreante cuerpo de Andrea se contrajo un instante. Eso hizo que sus tetas, grandes pero firmes se enderezaran bajo la blusa. Eso le puso a cien. Otra bofetada se descargó sobre el rostro de la mujer

¿En que os he fallado, señor? –dijo Andrea desesperada, intentando conocer el motivo del castigo

Tu cuerpo es mío, sólo mío – Dijo el hombre sujetándola del cabello y acercando su rostro hacia sus labios – Sólo yo decido sobre él

Si señor -concedió la mujer, sintiendo el aliento del hombre sobre su rostro-

Pues se acabaron los juegos en el baño. ¿Entiendes? –la soltó y se encaminó hacia el sillón tras su escritorio – Ese coño es mío y yo decido cuando se corre y cuando no.

Por fin comprendió Andrea el motivo de su castigo. Nada más acabar su primer servicio a su nuevo jefe y dueño, había corrido hacia el servicio y se había encerrado en él. El hombre la había dejado intencionadamente al borde del orgasmo y ella no podía soportarlo. Se acarició el coño y las tetas hasta que este le sobrevino imaginando la verga que había mamado y masturbado entre sus piernas. Ahora ese hombre, el dueño de esa verga, el dueño de su cuerpo, la castigaba por ello

Pero, señor....

No hay pero que valga –cortó el hombre ya sentado-.

Sentí tanto placer en vuestro servicio que no pude contenerme –Andrea esperaba que esa muestra de sumisión le alegrara lo bastante como para que olvidara el agravio. ¿puedo pediros que me dejéis resarciros?

  • Pide entonces. – el hombre se hundió en el asiento-.

Andrea no sabía que hacer. Estaba allí para ser castigada y ella lo quería evitar. Evitar que su nuevo propietario siguiera enfadado con ella por usar su coño sin su permiso. Tomo aire y comenzó a hablar.

Quisiera que usted aceptara un servicio de su humilde servidora para borrar en parte la afrenta que he cometido contra vos al darme placer sin su consentimiento.

El hombre se levantó del sillón tras su escritorio y se inclinó hacia ella. Andrea le miró de frente y fue entonces cuando recibió la bofetada.

  • Tu no quieres nada- la espetó- Será esta la última vez que expreses un deseo. A partir de ahora sólo cuentan mis deseos.

  • Pero...

  • No hay pero que valga. A no ser que quieras ver como tu trabajo desaparece y tu tienes muchos, muchos problemas

Eso era lo que quería evitar. Aquel hombre podía hacer lo que quisiera. Tenía el poder de un señor feudal o más. Tras su apariencia de hombre de negocios había un ser que era capaz de usar su poder para acabar impunemente con quien fuera.

  • ¿Y bien?-

  • Andrea supo en ese momento que debía volver a doblegarse, que al igual que la muchacha que había salido del despacho. Ella pertenecía a aquel hombre. Que ya no había estrategias ni ninguna forma de controlar la situación. Se había de entregar por completo, sin ambages

Comenzó a desnudarse. Sabía lo que quería. Su cuerpo sintió el frío de la sala. El hombre sonrió ampliamente y volvió a sentarse en el sillón mientras la hacia un gesto para que se aproximara.

Casi junto al asiento Andrea mostró a su nuevo amo sus excelencias. La curva de sus piernas y su culo era tan perfecta que el hombre no pudo resistir y la acarició mientras ella se desabotonaba la blusa. Un botón se enganchó y su amo se apresuró a tirar de él arrancando media prenda. Andrea se desabrochó el sujetador dejando que sus tetas saltaran, lo que motivo un grito de placer del hombre.

Cuando iba a quitarse las bragas. El jefe la interrumpió.

  • Eso es cosa mía. Sólo yo tengo poder sobre tus bragas. Yo digo cuando las llevas y cuando no. ¿Entendido?

  • Si, señor.

Ahora eres oficialmente mi esclava. Antes eras sólo una secretaria puta que quería prosperar. Pero eso se ha acabado. Ahora me perteneces y me servirás en todo ¿verdad?

Si señor –la mujer sentía las caricias del hombre por sus piernas hasta llegar a su culo- Os pido que me permitáis serviros como vuestra esclava

Me parece que no es así como las esclavas piden las cosas.

Ella capto el mensaje y cayó de rodillas junto a él. Se aferró a su pierna y comenzó a restregar sus tetas por la tela del pantalón.

Por favor, señor permitidme que os sirva.

  • Eso es lo quieres, ¿Verdad , Zorra?

El hombre lanzó su mano contra los pechos de Andrea y los estrujó. Ella sintió la cruel caricia pero no protesto. Sabía que a partir de ese momento no podía protestar por nada que él hiciera con su cuerpo o su vida.

Las esclavas no piden, suplican.

  • Por favor, mi amo. Os lo suplico. Dejadme servios.

  • Bájame la bragueta.

La orden la pilló por sorpresa. Lentamente acercó la mano a la entrepierna del hombre y comenzó a desabrochar la cremallera.

Demuestra cuanto la quieres

Andrea desabrochó el botón del pantalón, que se mantuvo gracias a los tirantes. Observó el bulto que hacía el calzoncillo y bajó este lentamente. La verga que desde ese momento mandaba en su vida la golpeó en la cara.

Sin decir nada la asió y comenzó a besar los huevos de su dueño sin atreverse aún a hacerle una mamada en toda regla. Se suponía que ya no tenía voluntad ni iniciativa. Esperó a que él se lo ordenara.

No seas perezosa, putón. Esto es lo que has estado esperando. ¿Qué es lo que realmente quieres?

Andrea no sabía que hacer y miró a su amo. Sus ojos estaban desesperados mientras buscaba la respuesta que él deseaba. El la agarró del pelo y acercó su rostro a su polla. Froto el miembro contra la cara de Andrea y luego se agachó un poco para que ella le oyera.

No te atrevas a mirarme a la cara sin permiso, guarra.

  • Perdón, mi amo.

Andrea bajó la cabeza que quedó por debajo del nivel de la polla del hombre. sin saber que hacer siguió masajeando el miembro con ambas manos por encima de su cabeza mientras permanecía arrodillada.

Os lo imploro, mi amo. Dejadme complaceos. Por favor folladme – Andrea se sorprendió de lo fácilmente que había salido la petición de su mente. Realmente deseaba ardientemente que aquel hombre la penetrara. Recibir algo de placer de aquel que exigía tanto servicio de ella. Sentía como si todo ese rito iniciático no concluyera realmente hasta que la verga que ahora se enseñoreaba de su vida estuviera bien clavada entre sus piernas.

  • Por fin descubres lo quieres. Pero eso hay que ganárselo.

Ella alzo el rostro y se introdujo la polla en la boca. Descubrió que desde ese momento todo lo que pensara había de estar encaminado a darle placer.

El sujeto la cabeza de Andrea por la nuca y comenzó a menearse en la boca de su nueva esclava. Sabía que podía hacer con ella lo que quisiera.

Cada vez que el apartaba la polla de la boca de su esclava esta le rogaba que le follara y el disfrutaba con la completa sumisión que Andrea le demostraba.

  • No te lo mereces guarra - dijo mientras la levantaba y la apoyaba en el sillón.

Su verga jugó durante minutos con el culo y coño de Andrea sin llegar a penetrarla. La mujer se estremecía cada vez que sentía el contacto del miembro. Ya no le importaba nada. Suplicaba, imploraba, rogaba y volvía a suplicar. Pedía ser follada, empalada, jodida y lo hacía a gritos entre las carcajadas del hombre.

Acostúmbrate a terminar lo que empiezas- le dijo de nuevo ofreciendo el bálano para que lo chupara, pero sin dejarla arrodillarse para hacerlo-.

Así, Andrea tuvo que chupar la polla de pie, arqueando la espalda mientras él, sentado en el sillón jugueteaba con su culo y su coño.

Usaba la lengua y los labios, pero en un momento él estrujó su cabeza y ella sintió como el glande le rozaba la campanilla, mientras el jefe se meneaba salvajemente en su garganta.

Supo que no podía hacer nada salvo obedecer y así esperó a que él se masturbara con su boca hasta que comenzó a eyacular copiosamente.

Entonces intentó retirar la cara por instinto, pero él insistió y todo el semen salpicó el pelo y el rostro de la joven.

Ella se encogió esperando un duro castigo, pero este no llegó. El hombre se limitó a reír y siguió masajeando su culo.

Aprenderás a tragártelo todo - dijo mientras con su dedo índice jugueteaba dentro del coño de Andrea.

  • Ahora vas a tener que limpiarlo como una esclava hacendosa.

Ella hizo ademán de volver a llevar la polla a su boca.

No te cansas nunca ¿eh?

  • No de servirle, amo.

El la obligo a arrodillarse de nuevo y sujetó ambas tetas con las manos frotando todo el semen contra los pechos de Andrea que, en esta posición, escuchó sus primeras ordenes.

Ve a trabajar. Desde ahora te dirigirás a mí como mi dueño. Ya soy el amo de Marisa.

Ella fue a marcharse pero recordó como había abandonado la estancia su predecesora y se arrastró hasta la puerta vestida sólo con las bragas que su nuevo señor no le había quitado en ningún momento.

Él la vio marcharse así y se estremeció de gusto. Andrea, la mujer que más le había encendido en los últimos tiempos, era por fin suya. Iba a sacarla todo el partido.