La Reconstrucción de Andrea (4)

Los recuerdos de Andrea dejan paso a la realidad en la que también sirve plenamente a su amo.

Andrea abandonó sus recuerdos cuando sintió que el dedo de su propietario salía de su orificio. La mano se descargo con fuerza sobre sus nalgas en varias ocasiones.

La muy puta tiende a regodearse más en el placer que en el servicio –decía su amo mientras castigaba su culo- Es un defecto que la hace interesante. Siempre me da algún motivo para un pequeño castigo.

No es esa mi intención, mi dueño –respondió la mujer con el rostro pegado al suelo- Tan sólo vivo para serviros, pero me hace muy feliz que me uséis a voluntad.

Su amo no la contestó. Se limitó a palmear de nuevo sus nalgas e introducir por segunda vez el dedo en su coño. Fijo su atención en Flavia que seguía de pie frente a él. La joven estaba tan sorprendida por la situación que no había reparado en la ligera excitación que sentía ante la escena.

Las deudas de tu familia son amplias –dijo el hombre-

Haré todo lo posible para satisfacerlas

No tendrás que satisfacer las deudas –rió él, mientras le hacía un gesto a Andrea- tendrás que satisfacerme a mí

Flavia sabía que ese era el significado de la escena que estaba presenciando. Pero aún así, no pensaba rendirse sin intentar pelear. Su resolución era fuerte cuando había entrado en el portal, pero los acontecimientos la estaban quebrando antes siquiera de decir una palabra. Observar a aquella mujer completamente sometida; contemplara a la otra suplicando y entregada al mismo hombre, había comenzado a dejar en su mente la sensación de que toda resistencia era inútil. Que el único camino para salir de sus situación era el que había elegido el hombre que quería poseerla, que había decidido transformarla en su esclava.

Un tenue calor recorrió su cuerpo, desde la entrepierna hasta el rostro. Flavia lo achacó a la vergüenza. Era imposible que pensar en ser la esclava de alguien la excitara. No podía ser excitación.

Esto es ilegal –se atrevió a decir esgrimiendo los documentos que había llevado consigo-.

En esos papeles se demostraba que la familia de Flavia estaba en bancarrota. Había pedido un préstamo que no pagaba, debía las mensualidades de agua, electricidad, teléfono y comunidad... Flavia sabía que todos esos datos habían sido manipulados por orden del hombre que estaba sentado frente a ella. Que el sistema estaba siendo engañado para forzarla a ella a arrastrarse ante él, satisfacer sus deseos y obedecer sus órdenes.

¿Cómo te atreves? –el enfado del hombre era genuino. Abandonó los ejercicios que estaba realizando con Andrea y bajó la mano para agarrarla del cabello. Flavia lamentó al instante lo dicho. No tanto por el miedo que le produjo la reacción del hombre sino por el dolor que evidentemente le estaba provocando a la infortunada Andrea.

Es la verdad –insistió Flavia firme en su postura-.

Has de aprender una cosa –dijo el hombre incorporándose hasta quedar sentado en el diván con el cuerpo en escuadra. Su voz rugía. Su miembro crecía debajo del albornoz, haciendo más grande el bulto bajo la tela-. La verdad es lo que digo yo. Punto. No hay otra verdad para ti.

Dicho esto el hombre arrojó hacia delante a Andrea y la pateó el culo con fuerza. La mujer resistió el envite y se arrastró de nuevo para recuperar su posición. En su camino encontró el pie que acababa de patearla y se aferró con ambas manos al tobillo mientras besaba los dedos.

Te doy una oportunidad de que toda tu familia no se pudra en la cárcel. De mantener y aumentar una posición que no os merecéis y tu me respondes con estupideces sobre la ley –el hombre, enfadado ignoraba las muestras de sometimiento de Andrea- Te voy a demostrar algo –sacó una pequeña libreta del bolsillo de su albornoz y volvió la mirada hacia abajo, hacia Andrea, que ahora lamía las uñas de los dedos de su pie como si se tratara de un animal doméstico olvidado- ¡Sube aquí, mala puta. Que necesito algo en lo que apoyarme!.

La mujer no lo dudo un instante y abandonó su servil demostración par lanzarse sobre el hombre. Se sentó a horcajadas sobre sus piernas, dándole la espalda. Luego deslizó el culo hacía atrás hasta que este golpeó contra el vientre del hombre y arqueó el cuerpo hacia delante, introduciendo la cabeza entre las piernas de su propietario. Apartó con las manos los dos extremos del albornoz de manera que el miembro, de nuevo erecto y duro saltó hacia arriba golpeándola en la cara. Lo sujetó con ambas manos y comenzó a masajearlo con suavidad. Una de sus manos recorría el bálano arriba y abajo masturbándolo, mientras que los dedos de la otra, con la experiencia de muchos servicios buscando el placer del hombre que era su dueño absoluto, recorrían los pliegues de la piel de sus huevos, ahora tensa, como si tocaran las cuerdas de una guitarra.

La ingratitud de Flavia me ha cabreado –La joven se tensó y bajó los documentos, al escuchar estas palabras. Pero el hombre seguía hablando a Andrea- No estoy para sutilezas, mamona. Haz lo que mejor sabes hacer y olvida tus jueguecitos.

El brazo del hombre se extendió y sujetó la larga melena de la mujer tirando de ella hacía él. Andrea intentó alcanzar la polla que le exigía servicio con la boca doblando el cuello, pero no pudo así que tuvo que deslizarse más hacia atrás. Sus piernas se abrieron aún más a ambos costados del hombre para evitar el respaldo del diván de manera que su culo quedaba justo a la altura del pecho del hombre. Este se retrepó y apoyó la libreta sobre una de las nalgas de su esclava. El paquete del hombre quedaba a la altura de sus tetas y Andrea pudo, utilizando ambas manos, juntarlas para aprisionar el bálano de su propietario. Con un gran esfuerzo giró el cuello hacia abajo y alcanzo con la punta de la lengua completamente fuera de la boca, el glande. Así comenzó a lamerlo.

Ya que Flavia ha hablado de ley. Hagamos cuentas –dijo el hombre, por fin satisfecho ante el servicio, comenzando a apuntar algo en la libreta apoyada en el magnífico culo que le servía de escritorio-.

Mientras garabateaba los números no pudo evitar excitarse pensando en el buen trabajo que había hecho con Andrea convirtiéndola en una mujer sumisa y servil que ansiaba complacerle en todo momento y que obtenía felicidad de esa situación. La inmediata respuesta de Andrea a esa excitación fue deslizar la polla de su señor entre sus tetas hasta que pudo acariciar el glande con los pezones al tiempo que seguía intentando darle placer con la punta de la lengua. Su amo abandonó un instante la escritura y deslizó una mano entre el pecho y el culo de su sierva. Encontró el coño y lo acarició. Tanta devoción merecía una pequeña recompensa.

La mujer sintió la caricia en su coño y se estremeció con ella. Se alegró de que el amo estuviera complacido y redobló sus esfuerzos con la lengua y las tetas. "El amo no debe estar nunca disgustado". Eso era algo que había aprendido hacía mucho tiempo...

asa, pasa. Estoy negociando el aumento con Marisa. Hay mujeres que no se conforman con nada

La mujer se encontraba arrodillada ante él. Sus grandes y redondas tetas se aplicaban con fruición contra su entrepierna, manteniendo su enhiesta polla erguida entre ellas. La postura era tremendamente incómoda para Marisa, ya que desde su actitud de total sumisión ante él, debía elevar con las manos sus pechos y juntarlos prácticamente a la altura del rostro para que pudieran albergar el miembro de su amo.

Así, le masajeaba la verga moviendo las manos arriba y abajo.

Su dueño la miró repentinamente y sonrió. Disfrutaba de cada momento de placer que ella le proporcionaba como su esclava y no estaba dispuesto a dejar que se acomodara.

Cuando Marisa hubo cogido el ritmo con el que menear sus tetas él le exigió más.

  • Con eso no me basta. Las buenas cubanas han de llevar lengua.

La mujer le miró implorante, pero no se atrevió a decir nada contrario a la orden de su dueño.

  • Como gustéis, mi señor - se limitó a decir mientras agachaba la cabeza, forzando el cuello al máximo para cumplir la orden.

Casi automáticamente acopló sus labios al glande de la polla que ahora era su dueña y comenzó a succionar mientras lamía con la lengua. El semen empezó a brotar lentamente y ella lo deglutió, sabiendo que su dueño no consentiría que derramara ni una gota.

Lo único que quería era que él se sintiera satisfecho de sus servicios para que no descubriera que le había desobedecido. Cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo, el hombre decidió cambiar el juego otra vez.

Era una de las cosas que mas desesperaba a Marisa de su situación como ferviente esclava de su señor. Tenía la capacidad de echarse atrás. Podía llevar una hora entera satisfaciéndole de una forma y cuando ella creía que todo estaba a punto de terminar, el frenaba y volvía a empezar.

Mientras sus tetas masajeaban salvajemente la verga de su propietario sintió como su zapato se introducía entre sus piernas. Por un instante la joven pensó en resistir a presentar su coño a aquella exploración, pero comprendió que sólo acarrearía problemas.

El hombre disfrutaba de cada momento. Aquel cuerpo le pertenecía y pretendía disfrutarlo hasta el final. Cada humillación a la que sometía a Marisa era más placentera. Había sido así desde el principio. Desde que ella le suplicó que la convirtiera en su esclava para mantener su trabajo.

Andrea observaba la escena en silencio y se preguntaba cómo era posible que, tan sólo media hora después de haberla usado a ella hasta el orgasmo, el hombre ya estuviera de nuevo exigiendo placer de otra mujer. Exigiendo servicios completos con la tranca completamente a punto.

Se sobresaltó cuando, de repente, el hombre se levantó de un salto apartando la verga de la boca de Marisa.

  • ¿Cómo te atreves a desobedecerme? - espetó airado al tiempo que agarraba de los pechos a la mujer para levantarla.

Ella se arrojó a sus pies y comenzó a besárselos

  • Lo siento, amo. No tengo disculpa

Marisa no sabía que hacer y siguió arrodillada, lamiendo los zapatos de sus dueño. Este se inclinó hacia adelante y arranco la ceñida minifalda. Las bragas aparecieron. Una minúscula tanga que apenas cubría la raja de su soberbio culo

  • ¿Que te dije, Marisa?

  • Me ordenó que no me pusiera bragas a menos que me diera su permiso, mi amo?

  • ¿Crees que por que no estés ante mi vista todo el tiempo puedes desobedecerme? –el hombre la retorció un pecho hasta que la mujer gritó- Te he trasladado a administración, pero sigues siendo mía, mala puta.

La volvió a levantar y la abofeteó. Acto seguido la dio la vuelta y la hizo apoyarse sobre la mesa Su impresionante culo estaba completamente ofrecido a él cuando arrancó la prenda intima. Con ella comenzó a flagelar las nalgas. Marisa sabia lo que tenía que hacer y comenzó a recitar su letanía.

  • Lo siento amo, te pertenezco. Castígame- decía cada vez que su dueño golpeaba su culo.

Finalmente, él decidió tomar posesión de Marisa. La penetró salvajemente por el culo y ella automáticamente comenzó a moverse adelante y atrás. Su amo no sólo quería su cuerpo, quería su esfuerzo y era ella la que tenía que mover las caderas para que la tranca de su amo la penetrara una y otra vez, mientras el sonreía a su espaldas.

  • No te mereces este premio, zorra. Me has desobedecido y encima has conseguido que te encule.

  • El amo es muy amable al otorgarme ese honor - dijo ella sin dejar de menear las caderas para que su culo diera placer al hombre que la poseía.

El hombre comenzó a golpearle las nalgas y en cada golpe ella daba las gracias. Notó que eso le satisfacía y por eso aumento el ritmo para que el pudiera golpearla más veces. En un instante él la sujeto ambas tetas y se las estrujó, lo que la obligó a dejar de apoyarse con los brazos en la mesa y hacerlo directamente con el rostro. Las bragas aun seguían en la mano de su dueño y el se las introdujo en la boca.

  • Te las vas a comer mientras te clavo, pedazo de puta

  • A tus ordenes mi señor,- farfulló la joven con la tela en la boca.

Así la tuvo hasta que estuvo a punto de correrse. Entonces la dio la vuelta y la obligó a arrodillarse. Sujetó sus tetas y vertió el semen sobre ellas al tiempo que las estrujaba.

Marisa se relajó un poco y su dueño volvió a llamarla a la obediencia pellizcando uno de sus marrones y enormes pezones.

  • Tu trabajo no ha acabado

  • Por toda respuesta Marisa extrajo las bragas de su boca y comenzó a limpiar con la lengua la polla del hombre que la seguía golpeando displicentemente las nalgas con los talones.

  • Me has ofrecido bien tu culo. Ha sido divertido. Te perdono

  • Muchas gracias mi dueño y señor

  • Sin dejar de arrastrarse Marisa se dirigió hacia la puerta. La joven ofrecía su culo, aun chorreante a la vista de su amo mientras sus inmensas tetas se arrastraban por el suelo. Así paso frente a Andrea que había contemplado la escena anonadada. Supo que el se la estaba meneando.

  • Un momento -.dijo el hombre y Marisa temió que tuviera que volver a satisfacerle. El se acercó al tiempo que cogía a Andrea por la cintura.

  • Olvídate del aumento, dijo mientras la pateaba el culo- Y tu Andreita, harías bien en desnudarte.

Marisa se arrastró unos metros más después de escuchar como la puerta se cerraba a sus espaldas. No habría sido la primera vez en que su amo la sorprendía quedándose en el vestíbulo de la oficina y volviendo a martirizarla. Esta vez no ocurrió.

El amo tenía un nuevo juguete. Una nueva potranca que domesticar. Así las llamaba él. Sus potrancas.