La Reconstrucción de Andrea (3)

Continua la descripción de como Andrea se transformó en la perfecta sumisa para placer de su señor.

Se presentó puntual a las cinco de la tarde. Se había cambiado de ropa y había aprovechado el tiempo libre que le había sido concedido en maquillarse convenientemente. Cuando salió del ascensor y atravesó el espacio de la oficina los ojos de varios de sus compañeros la siguieron con avidez. Sonrió levemente. Estaba acostumbrada.

Había leído atentamente los documentos del contrato antes de firmarlos y gracias a ello había descubierto la cláusula de reubicación. No entendía muy bien en que consistía, pero sabía que su futuro en la empresa dependía de ella y del hombre que iba a ser su nuevo jefe si ella aceptaba el puesto que la ofrecía. Llamó a la puerta del despacho.

¿Puedo pasar? –pregunto asomándose sin atravesar el umbral-.

Desde luego –dijo el hombre-

Andrea casi pudo percibir como la verga del hombre se ponía tiesa. Se colocó frente a él con la falda corta y estrecha de piel que lucía y que dejaba bastante al descubierto sus maravillosas piernas, realzadas por altos y firmes tacones. Se sentó despacio y cruzó las piernas. Permaneció erguida en la silla de manera que sus magníficos pechos, realzados por el escote de la camisa semitransparente que los cubría, quedaran erectos y firmes apuntando directamente al hombre.

¿Te has pensado ya la respuesta? –el hombre no daba signos de notar los esfuerzos de Andrea por excitarle, pero una de sus manos permanecía debajo del escritorio. La mujer imaginó que estaba acariciándose el paquete-.

Si y me queda alguna duda –dijo la mujer afianzándose en lasilla de manera que sus piernas quedaron un poco más al descubierto – No entiendo muy bien la cláusula de recolocación.

Era mentira. Formaba parte del juego al que había decidido jugar la mujer para asegurarse un futuro en la empresa y la posibilidad de una buna vida. Sabía que según esa cláusula, la empresa podría, si no estaba satisfecha con su rendimiento, reubicarla en un puesto más bajo del escalafón. Más bajo incluso que el que ocupaba ahora. Y también sabía que esa decisión dependería del hombre que ahora se sentaba frente a ella.

Su futuro jefe tenía fama en la oficina de educado y cordial, pero también de tener debilidad por las mujeres hermosas, de disfrutar contemplándolas y teniéndolas cerca, aunque ninguna le consideraba peligroso. Andrea, que aún no estaba segura de ser capaz de afrontar los retos profesionales de su nuevo puesto, había decidido aprovechar esa faceta de su jefe. Si le mantenía excitado y expectante lograría que, aunque fallara en alguna ocasión, él no quisiera deshacerse de ella. Ese era su plan. Sabía que su atractivo físico le haría controlar la situación.

Ese apartado –explicaba el hombre- significa que, en el hipotético caso de que no rindas te aclimates a este nuevo puesto- podrás seguir trabajando en la empresa. No tienes que preocuparte, depende de los informes periódicos que yo enviaré a personal.

Y que dirá de mi –Andrea se inclinó hacia delante en la silla para dejar que su jefe atisbara la profundidad de su escote mientras ella estampaba su firma en el contrato.

Eso depende de ti –dijo el hombre recogiendo los papeles-

Se levantó y a simple vista Andrea pudo percibir el abultado paquete de su entrepierna. Era evidente que había logrado excitarle. El hombre rodeo la mesa y la silla de Andrea para colocarse a su espalda y apoyó sus manos sobre los hombros de la mujer.

Eres una mujer bella –dijo mientras los masajeaba despacio- Estoy seguro que mi primer informe será favorable.

¿Su primer informe? – Andrea comenzaba a estar algo nerviosa. No había esperado esa reacción del hombre. Al menos no tan pronto. Había esperado jugar con su atractivo durante un tiempo antes de que él se atreviera a algo tan directo.

Si. Tengo que darlo dentro de unos minutos. Los de personal estarán a punto de llagar. Ya has firmado el contrato con lo que ya soy yo el que decide tu futuro aquí dentro.

Las manos del hombre descendieron por sus brazos y se colocaron bajo sus axilas. Ella sintió el calor de las mismas sin atreverse a girar el rostro. Las manos la levantaron un poco y ella se dejó llevar. El hombre apartó la silla en la que ella estaba sentada de una patada. Al verse privada del asiento la mujer se inclinó hacia delante y se apoyó con las manos en la mesa. El cuerpo del hombre se pegó a ella. Notó como el paquete estaba duro y palpitaba de excitación.

Supongo que no quieres que sea negativo –las manos del hombre habían descendido hasta sus caderas y recorrieron las mismas y el culo de la mujer deteniéndose un instante para disfrutar de esa maravilla. Luego siguieron su camino por la curva de las piernas- Al firmar el contrato has consentido en recibir un préstamo de la empresa para cubrir tus actuales deudas. Estas serán pagadas de inmediato. Si mi informe es negativo y no te permito continuar en el puesto tu deuda será con la empresa y no podrás pagarla. ¿me sigues?

En ese momento Andrea se dio cuenta de que su estrategia y sus cálculos habían salido mal. Estaba completamente en manos de un hombre que, lejos de ser inofensivo, mostraba a las claras su deseo de hacer valer su poder sobre ella. Las manos del hombre llegaron hasta sus rodillas y comenzaron de nuevo a ascender. Ella seguía apoyada en la mesa e, instintivamente separó las piernas cuando notó que la caricia del hombre se producía ahora por debajo de la falda. El bulto de la entrepierna de su jefe seguí palpitando contra su culo mientras sus manos, ya debajo de la falda acarician cada uno de sus glúteos. No era la situación que había esperado, pero aún podía sacar provecho de ella. Comenzó a menear suavemente las caderas al ritmo que le imponían las manos del hombre sobre su culo.

¿Qué pretendes? –dijo el hombre acercando su boca al oído de Andrea- ¿quieres que te folle ahora mismo?

Si eso sirve para que su informe sea positivo, estoy dispuesta –dijo la mujer sin dejar de frotar su magnífico trasero contra el paquete del hombre.

Este se apartó unos centímetros y utilizó la presa que mantenía para hacer girarse a Andrea sobre si misma. Por primera vez la mujer pudo contemplar el rostro del hombre que con toda seguridad iba a poseerla. Se mantenía frió y distante, aunque con una leve expresión de excitación y un fulgor en los ojos que no dejaba duda de sus intenciones. La mujer se contrajo cuando una mano del hombre abandonó su cadera y comenzó a acariciar su coño por encima de la braga. Sus ojos permanecían fijos en el escote de Andrea.

Ella se dio cuenta. Acercó sus redondas y turgentes tetas al rostro del hombre que, ante la proximidad de las mismas comenzó a masajearla el coño con fuerza. Sus caderas comenzaron a moverse en círculo para facilitar el manoseo de su jefe.

Un informe positivo no es fácil de lograr. Hay que ganárselo – Al tiempo que dijo estas palabras el hombre agarró de la braga y tiro arrancándola del cuerpo de Andrea.

Ella sintió el arañazo de las gomas al deslizarse y de pronto vio el sucinto tanga balanceándose ante sus ojos en manos del hombre. Sintió la calidez de un dedo introduciéndose en su coño. Se contrajo esperando dolor pero este no llegó. Milagrosamente, según pensó, estaba lubricada por sus propios jugos.

Cambio el movimiento de sus caderas y empezó a moverlas adelante y atrás siguiendo el ritmo que le imponía el dedo que la penetraba. Pensaba que si conseguía pasar el trago y tranquilizar la excitación del hombre este se daría por satisfecho. Sabía que no iba a poder evitar follar con él ni ahora ni en adelante. Pero esa podía ser otra arma para asegurar su futuro.

Haré lo que sea para que ese informe sea positivo –dijo la mujer acercando aún más las tetas a la cara del hombre que la masturbaba y acelerando ella misma el ritmo de la masturbación. Para dar veracidad a sus palabras, la mujer alargó ambos brazos y comenzó a acariciar con las manos el paquete del hombre. Él dio un respingo de placer y casi instantáneamente abandonó su trabajo en el coño de Andrea para agarrar sus tetas y empezar a sobarlas con fuerza. Apartó la camisa y arrancó el sujetador de la mujer haciendo que sus pechos saltarán. Los pezones estaban tiesos y el los mordió con avidez.

Claro que harás lo que sea necesario –El hombre magreaba las tetas de su nuevo juguete y disfrutaba de las caricias que las manos de esta aplicaban a su paquete. Andrea bajó la cremallera e introdujo ambas manos por ella y debajo del calzoncillo. La piel de la polla estaba tensa y caliente. Siguió sobándola.

"No es más que un polvo", pensaba la mujer, mientras acariciaba el prominente bulto de su jefe. "Luego conseguiré el puesto y tras un tiempo podré dejar de hacerlo con él. Si insiste le amenazare con acusarle de acoso". Pero sus pensamientos se diluyeron cuando el hombre, sin dejar de sobar sus tetas y pellizcar sus pezones le dio una orden.

Abre la boca – Andrea lo hizo automáticamente, casi sin pensar y de pronto se encontró con su propio tanga en la boca- No es precisamente palabras lo que quiero de tu boca.

El hombre la hizo girar de nuevo y la apoyó sobre la mesa. Alzó del todo su falda dejando al descubierto su magnífico culo y la empujo hacia delante. Le sujetó ambas manos detrás de la espalda con lo que Andrea hubo de apoyarse directamente con el rostro y las tetas sobre la mesa. El miembro, duro y tieso, del hombre empezó a frotarse en la raja de su culo.

¿De verdad que harás cualquier cosa? – El hombre seguía frotando su verga sobre la raja de la mujer y ella, incapaz de contestar con palabras y ni siquiera de asentir con la cabeza tuvo que emitir un gruñido

¿Eso significa que si? –otro gruñido gutural salió dela garganta de Andrea. El dolor de los brazos sujetos a la espalda desapareció cuando el hombre se los soltó. Ella no se atrevió a cambiar de posición y tanteó con las manos hasta encontrar los huevos del hombre. Con una mano los sujetó mientras los acariciaba suavemente con la otra.

¿Me complacerás?

El hombre se detuvo en su movimiento y Andrea comprendió que lo que esperaba aquel hombre no era una respuesta que saliera de sus labios. Esperaba una demostración. Deseaba que ella le diera una prueba de que estaba dispuesta a consentir en ser poseída. ¿No le parecía suficiente demostración tenerla así? . Por primera vez se dio cuenta de que aquello no iba acabar cuando el hombre se la follara, cosa que estaba segura que iba a ocurrir.

Aquel hombre tenía a una hembra arrojada sobre la mesa, con su culo y sus tetas expuestas ante él; incapacitada para oponerse a ninguno de sus deseos, con su propia ropa interior en la boca y masajeándole suavemente los huevos y todavía pedía, de hecho exigía, una prueba más. Andrea se dispuso a dársela.

Abandonó el masaje de los huevos y sujeto sus portentosas cachas con ambas manos. Luego las separó hasta que notó que la verga de su jefe se alojaba entre ellas y luego las apretó fuertemente de manera que comprimieran el bálano. En esas posición comenzó a moverse arriba y abajo para remedar el movimiento que hasta hace unos instantes había estado practicando su jefe. Lo acertado de su decisión le llegó en forma de suspiro de satisfacción del hombre.

Liberado por la hembra dela que disfrutaba de la necesidad de moverse para conseguir placer, el hombre alargó las manos y asió los pechos de Andrea, los estrujo fuertemente y luego extrajo el tanga de su boca. La mujer entendió aquel acto como una exigencia de que reforzara sus actos con palabras.

Estoy dispuesta a todo. Seré su puta -supuso que rebajarse de esa manera le excitaría todavía más y para reforzar sus palabras apretó más sus cachas alrededor de la polla del hombre y comenzó a elevar sus caderas de manera que la verga resbalara en cada vaivén por la raja de su culo hasta acariciar la entrada de su coño. Pese a que, apoyada con el rostro en la mesa y subida sobre los altos tacones, el movimiento era bastante incómodo comenzó a sentir un estallido de excitación cada vez que el duro glande rozaba los labios de su coño.

Si quisiera una puta m iría a la calle y contrataría a una profesional –la voz del hombre era gélida pese a su evidente excitación. Iba a continuar hablando pero el agudo pitido del teléfono le interrumpió. Sin soltar la presa que mantenía sobre los pechos de su empleada se dirigió a ella – Contesta, Andrea. No todo va a ser diversión en este trabajo.

Escuchando la carcajada de su jefe, la mujer soltó una de sus cachas para estirar el brazo hasta el teléfono que estaba encima de la mesa. La garra del hombre sustituyó con mucha más fuerza a la suya apretando el culo contra su miembro. Aprovechando uno de las bajadas en el movimiento que mantenía para masturbar a su jefe logro descolgar el teléfono.

Dígame –consiguió decir al tiempo que exhalaba un suspiro justo en el momento en el que el capullo de la polla de su jefe volvía a entrar en contacto con su coño- Un momento.

Sin saber que hacer le tendió el teléfono a su jefe que lo cogió. Ella se apresuró a volver a apretar la cacha suelta para mantener el rítmico masaje con el que su soberbio culo mantenía tiesa la verga de su jefe. Cuando le escuchó citar a dos personas en diez minutos en su despacho se alegró. Aquellos iba a acabar pronto. En cuanto colgara su jefe la penetraría, probablemente en esa misma posición, y se correría. Satisfecho la dejaría machar y ella podría pensar como reconducir esta nueva situación para su provecho. Aceleró el ritmo para excitar aún más al hombre e intentó que en uno de los movimientos la verga la penetrara. Aunque estaba asombrada de cómo aquel hombre, que seguía quieto, había conseguido que ella hiciera todo el esfuerzo por ser follada, estaba deseando que su polla se introdujera en ella.

Para su sorpresa eso no ocurrió.

El hombre se apartó de ella y se dirigió lentamente de nuevo hacia su asiento. Andrea se sorprendió de la decepción con la que su cuerpo reaccionó al alejamiento de la polla que hasta ese momento había estado pegada a su culo. Buscó a su jefe con la mirada mientras este caminaba despacio, hacia su sillón.

¿No se te ocurre nada, Andrea? – la voz del hombre era dura e hiriente. Andrea supo que estaba buscando una nueva manera de obtener placer de su cuerpo. Ella estaba dispuesta a dárselo. Ya se lo cobraría.

Sin decir una palabra se deslizó sobre la mesa buscando, con la boca abierta el bálano del hombre. Este la dejó acercarse hasta que sus labios rozaron el glande. Luego dio otro paso alrededor de la mesa.

¿No eres capaz de algo tan sencillo como meter mi polla en tu boca? Me parece que así no voy a poder certificar tu eficacia. Y los de personal están a punto de llegar.

La amenaza era clara y Andrea la capto. Se arrastró sobre la cálida madera del escritorio hasta que sus tetas colgaron por el otro lado. El hombre, que ya había llegado junto a su silla las sujetó en el aire. Luego descargó la palma de su mano sobre las soberbias cachas que ahora estaban encima de la mesa.

Como si de una señal se tratara Andrea se introdujo por fin la polla en la boca. La salvaje embestida que provocó el placer de su jefe empujó el miembro hasta su garganta. No era la primera vez que comía una vega, así que nadie la tuvo que decir lo que hacer. Se limitó a mover la lengua dentro de la boca para acariciar el glande que se alojaba en ella, mientras de vez en cuando apretaba con los labios y succionaba.

No está mal –admitió el hombre en un espasmo de placer- Eres buena pero poco original- Y dicho esto se alejó un poco de la mesa de manera que para poder seguir con la polla dentro de su boca Andrea tuvo que girarse y quedar tumbada boca arriba. Las manos del hombre se posaron sobre sus tetas y apretaron con fuerza.

Se le había pedido originalidad, así que decidió abandonar la verga de su jefe y dedicarse a sus huevos. Abrió la boca lo suficiente como para poder alojar ambos, sujetos por sus labios y luego comenzó a lamerlos alternativamente. La polla estaba tan tiesa que Andrea pensó que su propietario se enfadaría si la desatendía así que alargó un brazo y sujetó con la mano el miembro, masajeándolo suavemente. El conjunto del servicio debió resultarle agradable al hombre, puesto que emitió un ronco sonido de placer.

Así estuvo durante varios minutos sintiendo como los huevos se iban poniendo cada vez más duros y la polla latía entre sus dedos. De pronto escuchó unos pasos y el sonido de unos nudillos golpeando contra la cerrada puerta del despacho.

Ibas bien –rió el hombre al tiempo que estrujaba uno de sus hermosos pechos- Pero los de personal ya están aquí y no has conseguido tu objetivo. Es una lastima.

Entonces Andrea supo definitivamente lo que el hombre deseaba. No se trataba de su cuerpo o de placer. Al menos no sólo de eso. Su jefe quería asegurar su sometimiento. Quería oírla decir que haría cualquier cosa para complacerle.

Por favor, señor –dijo Andrea levantándose y enfrentando a su jefe- Os lo suplico. Dejad que siga intentándolo.

No se –dudo el hombre-

Se que no merezco esta oportunidad, pero haré todo lo que sepa para complaceros. Seré buena, seré servicial. Os prometo que antes de que acabe la entrevista estaréis complacido con mis servicios. Os lo ruego dejad que lo intente. Unos nuevos golpecitos sacudieron la puerta.

El hombre recogió el tanga de Andrea de encima de la mesa y lo utilizó en un hábil movimiento para atar las manos de la mujer a la espalda. Luego señalo con un dedo a la moqueta

¡Al suelo perra! –dijo con tono de mando y Andrea cayó de rodillas ante él. De nuevo se sorprendió cuando en lugar de despedir a la visita que estaba al otro lado de la puerta el hombre se sentó en su sillón- Meteté ahí debajo y sírveme lo suficiente bien como para que merezca la pena dar de ti un informe preliminar positivo.

La mujer se arrastró debajo de la mesa reptando hacia atrás. Su cuerpo quedó oculto por la madera frontal del escritorio. Su cabeza dejó de ser visible junto en el momento en el que su jefe daba permiso para entrar a sus visitantes.

Andrea no podía verlos, pero les escuchó sentarse. Luego se concentró en su función. A partir de ese momento su universo se redujo a la verga a la que tenía que complacer. Con las manos atadas sólo podía utilizar la boca y lo hizo. Alargó el cuello para volver a introducírsela en la boca. No podía reptar hacia delante puesto que los pies de su jefe se apoyaban encima de sus muslos impidiéndola acercarse. Logró capturar el miembro y comenzar a succionarlo con fruición. Las palabras le llegaban desde lejos. Lo único cercano era aquella polla que palpitaba dentro de su boca. Que crecía exigiendo más esfuerzo para ser complacida.

El hombre la estaba utilizando completamente ajeno a sus esfuerzos. Andrea comenzó lamiendo la verga, pera luego besar el glande repetidas veces. Sus labios se posaron sobre el y fue arrastrándolos a lo largo de toda la longitud del pene erecto. En un momento olvidó la conversación. Su objetivo era lograr la eyaculación de aquella verga que centraba su mundo.

Su jefe apretó uno de los pies contra su muslo y ella supo que quería más ¿así sería su vida si lograba el puesto? ¿Él chasquearía los dedos y ella le complacería? No quiso pensar en ello. Había mucho en juego. Se introdujo la polla en la boca y la lamió. El pie apretó de nuevo. Andrea hizo un esfuerzo monumental para conseguir introducir toda la verga, no excesivamente larga, pero si muy gruesa en uno de los laterales de su boca. De esa manera dejó espacio para que su lengua pudiera asomar por un lado y lamer los huevos del hombre. Si este apreció el esfuerzo de la hembra que le complacía, no dio la más mínima señal de ello. La conversación seguía.

Yo la he encontrado dispuesta –decía su jefe- pero quizás un poco reticente a la responsabilidad-

Andrea interpretó la frase como lo que era. Otra amenaza. El hombre aún no estaba satisfecho y era su obligación satisfacerle antes de que acabara la entrevista. Lo había prometido. Había suplicado para tener esa oportunidad. No podía desaprovecharla. Comenzó a mover el cuello con rapidez para que el miembro al que servía se moviera rápidamente dentro de su boca. Cada vez que levantaba la cabeza sus dientes mordisqueaban el glande levemente.

Su jefe si reaccionó esta vez. Uno de sus pies abandonó su posición sobre el muslo de Andrea y se descalzó. Entonces comenzó a buscar el coño de Andrea, que abrió las piernas para facilitarle el acceso. Por como latía la polla del hombre. Este estaba a punto de correrse. La presión del otro pie sobre su muslo le avisó de que había llegado el momento. Deque había cumplido su objetivo.

Incapaz de apartar la cabeza, Andrea recibió todo el semen en la garganta y lo tragó como pudo. La exploración del pie de su jefe sobre su coño estaba causando efecto y ella comenzaba a sentirse muy caliente. Los labios de su vagina reaccionaban ante las bruscas caricias y su vientre comenzaba a contraerse de excitación. La polla de su jefe seguía en su boca, así que estaba asegurado que no podría gemir. Se relajó sintiendo el calor que invadía su cuerpo con la insólita masturbación que recibía, pero esta se detuvo repentinamente.

Andrea captó el mensaje y reanudó sus esfuerzos con la verga de su jefe. Este también recuperó el ritmo de la masturbación. Si él no gozaba ella no podía hacerlo. Ese era el mensaje.

El miembro seguía duro aunque ya no palpitaba y Andrea se dedico a lamerlo para limpiarlo mientras recibía la masturbación. Debería haberse sorprendido de la alegría que había sentido al provocar por fin la corrida de su jefe; debería estar sorprendida de cómo gozaba en aquella situación, debajo de una mesa, limpiando con la boca la verga de un hombre que la masturbaba con el pie. Pero sólo podía pensar en la sensación de placer que estaba a punto de sobrevenirle.

Pero no llegó.

Cuando ella estaba a punto de llegar la climax el hombre se detuvo. Dio por concluida la entrevista. Arguyó una excusa para no levantarse y despidió a sus interlocutores. Andrea intentó alcanzar el orgasmo frotándose contra el pie que el hombre todavía mantenía bajo su coño, pero los dedos de este no se movían. En cuanto sonó la puerta, su jefe se levantó de la silla.

Ella se arrastró saliendo de debajo de la mesa. El la cogió del cabello y la obligó a levantarse. La desató las manos y volvió a señalar al suelo. Andrea se arrodilló de nuevo.

Te has ganado una oportunidad –dijo el hombre. Andrea, sabiendo por instinto lo que él esperaba. Comenzó a lamer suavemente la polla con el rostro pegado al cuerpo del hombre. El jefe esperaba agradecimiento y las parras, como la había llamado, lo demostraban así. Terminó de limpiar el capullo y guardó el miembro al que había complacido dentro del calzoncillo – No pienses que soy malo contigo –dijo el hombre adivinando la frustración de Andrea- Te has ganado una oportunidad. Pero aún no te has ganado un premio.

Andrea seguía arrodillada con la mirada fija en el suelo.

¿No tienes nada que decir, Andrea? –dijo el hombre colocando la mano bajo la barbilla de la hembra para obligarla a mirarle a la cara?

La mujer le miró y supo que aún tenía que dar una última muestra y expresión a su jefe para que la aceptara en el nuevo puesto. Se zafó suavemente de la mano del hombre. Se inclinó hacia delante y besó los pies de su jefe.

-Gracias por todo, señor – murmuró- No me merecía el honor de serviros.