La Reconstrucción de Andrea (2)

Andrea también recuerda como cayó en poder de su dueño y señor.

quella mujer le estaba volviendo loco. Cada mañana la contemplaba al atravesar el vestíbulo de la empresa que daba acceso a su oficina. Sus pechos erguidos y redondos asomando por los provocativos escotes, sus largas piernas enfundadas en medias negras o en ceñidos pantalones de idéntico color. Sin perder la compostura y sin apenas mirarla, se dirigió a ella. Una sonrisa iluminaba su rostro.

Buenos días Andrea –saludó con la mejor de sus cortesías. El hecho de que fuera a convertirla en una leal, disciplinada y sumisa servidora, no impedía que se mostrara cortés con ella-.

Buenos días –contestó la mujer, emulando la sonrisa de su interlocutor-

Cuando tengas un momento ¿serías tan amable de ir a mi despacho? Tenemos que hablar.

La sonrisa de la mujer se congeló un poco en el rostro pero no desapareció. Asintió sin ninguna palabra.

Los poco más de cinco minutos que pasaron hasta que la mujer entró por la puerta se le hicieron eternos. Su secretaria le llevó un café y el aprovecho para magrearla distraídamente el culo. No era nada especial. Nada en comparación con los perfectos y redondos glúteos que Andrea meneaba cuando caminaba y que se dibujaban ahora ante sus ojos. Pero siempre había que recordar a las servidoras su posición. La secretaria no hizo ni siquiera el ademán de apartarse. Por el contrario sonrió y comenzó a restregar el culo por su mano moviendo las caderas en círculo.

No te emociones chica –dijo el hombre palmeándole con fuerza una cacha – Te has portado bien. Estoy pensando en concederte esa excedencia que tanto me has pedido para cuidar de tus hijos-.

¿En serio, señor? – la mujer se arrojó instantáneamente a sus pies y comenzó a buscar la entrepierna del hombre con las manos. Cuando esta la apartó el pánico se dibujó en su rostro- Si me la concede volveré dispuesta a hacer todo lo que usted quiera, volveré...

No volverás –interrumpió él con voz dura. Los esfuerzos de la mujer por alcanzar su paquete le habían hecho excitarse y ver la expresión de incomprensión de su secretaria le suavizó un poco- Cuando vuelvas te buscaré un puesto en administración. Tu vales para ello.

La mujer se levantó y se arregló las ropas. Volvió a colocarse la falda corta y ajustada que el magreo de su jefe había descolocado

Como usted diga –replicó fríamente y sin mirar directamente al hombre- Si cree que ya no soy la adecuada para servirle, entonces...

No es eso, mujer –el hombre se mostró condescendiente- Administración está en este mismo piso. Aun tienes muchos servicios que prestarme. Ahora vete

La chica se fue sonriente y se volvió un instante para mirar a su jefe. Su sonrisa se amplió cuando vio que el hombre se había echado mano al paquete. No era a causa suya, pero el jefe no vio motivo para desilusionar a tan humilde y servicial empleada.

El resto del tiempo hasta que llegó Andrea lo paso colocando sobre la mesa diferentes documentos. Los extendió y los apiló sobre su escritorio. Los comprobó varias veces. Eran sus armas. Las herramientas que había elegido para llevar a cabo su cacería. Ahora solo faltaba que apareciera la pieza que se quería cobrar.

La pieza, o sea Andrea, llegó unos segundos después. Lucia una de esas camisetas ajustadas con amplio escote que tan de moda estaban aquel verano y unos pantalones de piel ceñidos que marcaban espléndidamente sus caderas y sus piernas. Llamó a la puerta y entro. El hombre le hizo un gesto para que se sentara en la silla que se encontraba frente a su mesa de despacho. Ella lo hizo y cruzó las piernas. La polla del hombre se puso dura.

Verás –comenzó el hombre- No se si lo sabes, pero Marisa, mi secretaria se ha pedido una excedencia para cuidar de sus hijos, Así que me he quedado, como quien dice, solo y desvalido –su sonrisa se amplio para corroborar la broma.

Notó como la mujer se relajaba. Todo marchaba según lo previsto. A lo largo de sus años como directivo y ejecutivo en varias empresas había adquirido mucha experiencia a la hora de conseguir resultados. Por eso ocupaba el puesto que ocupaba. Por eso tenía los contactos y las influencias de las que disponía. Había gente a la que se la podía doblegar directamente con las amenazas. Marisa, su secretaria era de esas. Con ella había bastado simular un despido para que se abriera de piernas cuanto podía y le suplicara que la follara.

Pero Andrea era diferente. Era una mujer independiente y las amenazas directas sólo la habrían colocado a la defensiva. Tenía que relajarla dejar que la situación fluyera hacia donde el quería que fluyera.

He pensado en ti para sustituirla –solo de imaginar el culo de Andrea sustituyendo al de Marisa sobre su mano hizo que se empalmara completamente- Para que seas mi secretaria.

La mujer se iluminó. El sabía de sus problemas económicos. Lo sabía por los correos electrónicos que había interceptado desde el servidor empresarial. Sabía que debía varios meses de alquiler porque el sueldo no le llegaba y que se negaba a pedir dinero a su familia, pese a que esta estaba en una oposición económica bastante acomodada, por causa de varios enfrentamientos personales que había tenido con su padre. Un ascenso era la solución a sus problemas.

¿Crees que podrás hacerlo?

Supongo que si –dudo un instante la mujer. La excitación hacía subir y bajar su pecho en un movimiento que estaba a punto de hacer estallar los pantalones de su interlocutor.

Además el dinero te vendrá bien.

Bueno, si –corroboró la mujer- Lo que gano en la recepción no es demasiado y...

Tienes problemas –dijo el sonriendo- Lo se.

¿Lo sabe? – la mujer se puso un poco a la defensiva

Ciertamente –asintió el hombre- Esta empresa es una casa de cotillas. Todo el mundo habla por los pasillos. En cuanto dije que te tenía en mente para el puesto varias personas me lo comentaron. Pero ahora no te tendrás que preocupar. Con el nuevo puesto tienen derecho a los alquileres de empresa y, por lo que he leído en tu ficha, ni siquiera tendrás que cambiarte de piso.

¿Qué quiere decir? La mujer estaba sorprendida.

El edificio en el que vives es de la empresa. De hecho le debes el alquiler a la empresa, aunque creo que no lo sabías. Ahora, al ser parte de los equipos directivos tendrás derecho a un alquiler más barato y lo que debes te será descontado poco a poco de tu nómina hasta que te pongas al día. ¿Qué te parece?

Me parece estupendo – dijo la mujer.

El hombre le tendió los contratos y ella los firmo casi sin leerlos. Su rubrica se estampó en el contrato laboral y en el de alquiler empresarial. Su suerte estaba cambiando. Eso es lo pensaba. Él sabía que eso es lo que ella pensaba.

Bueno –dijo él recogiendo los contratos firmados- No es cuestión de que empieces ahora mismo. Son las doce. Tomate libre hasta las cuatro. Come algo, lee los contratos y si no entiendes algo me lo dices esta tarde. Empezaremos sobre las cinco

Gracias –dijo Andrea levantándose de la silla para marcharse-

El hombre sonrió. Ella no lo sabía aún pero ya era suya.

Hasta que Andrea volvió a las cinco de la tarde, el hombre se entretuvo con los servicios de Marisa, que estuvo al menos tres cuartos de hora aplicándose con la boca sobre su tieso bálano. Había recibido instrucciones de no provocar una corrida y no lo hizo.

a suave caricia de Andrea le sacó de sus ensoñaciones y recuerdos. La mujer se colocó de nuevo a su lado pero en esta ocasión se arrodilló junto al diván en el que ahora estaba medio tumbado su propietario. El hombre se había cambiado de ropa desechando la utilizada durante la audiencia con Marta. Tan solo vestía un albornoz y estaba descalzo.

El rostro de la espectacular hembra se apoyó en el suelo y sus caderas se alzaron hasta que su portentoso culo quedó a la altura requerida por el hombre. No era la primera vez que se encontraba en esa posición de total sumisión y de completa entrega. Tampoco sería la última.

Flavia se colocó de pie frente al hombre. Estaba tensa y nerviosa. Notaba que el sudor le recorría la espalda como una mano fría. Como preparándola para lo que seguro serían las frías caricias de aquel hombre. No podía apartar la mirada de la escena que estaba ante sus ojos.

Andrea, con la cara pegada al suelo, se había arrastrado apenas un metro hasta que su alzado trasero quedó a la altura de los brazos del hombre que la utilizaba para su placer. La mujer sabía que sus cachas eran uno de sus principales argumentos para servir a aquel hombre y también sabía que a él le gustaba la originalidad. Podría haberse quedado de pie junto a él como en la ocasión anterior, pero tenía que ser original. Si el había cambiado de sitio es porque deseaba una variación y era su obligación satisfacerle. Esa era siempre su principal obligación.

Flavia contempló como la mujer reptaba y la mano del hombre volvía a adueñarse de su culo. En la posición en la que estaba, con las caderas alzadas y el rostro pegado al suelo, aquel cuerpo ponía a disposición del que quiera utilizarla tanto el trasero como el coño. En ese momento el hombre escrutaba ambos mientras la hembra se contorsionaba en el suelo presa de ataques de dolor y de placer ante la inspección de su dueño.

¿Qué podía ella ofrecerle a aquel hombre que ya disponía de al menos dos mujeres que se comportaban como esclavas en su presencia? ¿Querría utilizarla de la misma manera? ¿Debería humillarse para complacer al macho que ahora estaba ejerciendo dominio absoluto sobre el cuerpo que se arrastraba a sus pies?

Has venido a hablar de negocios, supongo –dijo el hombre sin dejar de sobar el culo de Andrea-

Así es. Quiero pagar mis deudas – el pequeño pero escultural cuerpo de Flavia se tensó. Sus pezones se pusieron duros. No entendía como era posible que la situación le excitara, pero no podía apartar la mirada de Andrea que, con varios dedos de su propietario jugueteando en su coño, se contorsionaba alzando y meneando el culo como una posesa.

¿Cómo piensas pagar? –dijo el hombre aumentando el ritmo con el que sus dedos penetraban la vagina de Andrea.

Como usted estime más conveniente –Flavia sabía que tenía que decir eso o algo parecido. Tenía que mostrarse dispuesta a hacer cualquier cosa y a que aquel hombre hiciera cualquier cosa con ella. No se sorprendió cuando el macho destinado a ser su amo a partir de aquel momento se echó mano al paquete y empezó a masajeárselo- Haré lo que usted quiera.

Eso está bien –dijo el hombre que se interrumpió cuando observó la mano de Andrea alzarse desde el suelo y comenzar a acariciarle la pierna- ¿Puede saberse que quieres? –dijo irritado.

Al principio Flavia creyó que se trataba de algún otro juego de sumisión del hombre pero en un instante lo comprendió. Andrea estaba pidiendo permiso para hablar. Hasta ese punto llegaba el dominio que aquel ser ejercía sobre sus hembras que ni siquiera se atrevían a hablar. El hombre bajó un pie del diván y lo colocó frente a la cara de su esclava. Como pequeño castigo por la interrupción introdujo otro dedo en el coño de Andrea. Esta se apresuró a besar el pie de su dueño. Este lo retiró. Sólo entonces, y sin despegar la cara del suelo, la esclava habló.

Os ruego que me permitáis correrme, mi amo y señor –dijo la mujer moviendo las caderas con frenesí- No puedo aguantar más

¿De verdad? –el hombre soltó una carcajada y aceleró el ritmo en el que sus dedos entraban y salían del coño de la hembra de su propiedad. No había dejado de mirar a Flavia pese a dirigirse a Andrea.

La excitación y la sorpresa de Flavia alcanzaron su límite. No sólo se exigía de aquellas mujeres una total entrega. No solo eran utilizadas para el placer de un hombre sin tenerlas en cuenta, como objetos. Sino que además aquel macho controlaba todos los aspectos de sus vida. Hasta los más íntimos. Ella estaba destinada a convertirse en una de ellas.

Mi amo, –seguía implorando Andrea con el cuerpo tenso y sin dejar de mover sus caderas arriba y abajo- sé que no me lo merezco, pero os ruego que me concedáis ese privilegio.

Tu no estás aquí para disfrutar por tu cuenta –dijo el hombre sin aflojar la masturbación a la que sometía a su hembra. Su pie se apoyó ahora sobre la cabeza de la mujer. Su otra mano cruzó sobre el diván y comenzó a descargarse rítmicamente sobre las cachas del espectacular culo de la mujer.

Lo sé, mi dueño, pero soy tan feliz de serviros, me hace tan dichosa que me utilicéis que no puedo evitarlo

De Acuerdo. Siempre has sido muy buena con la boca –dijo el hombre soltando un cachete sobre el cuelo de su sierva y sacando los dedos de su coño- No sólo cuando tienes mi polla dentro de ella.

Eso siempre es un honor –la voz se le quebró cuando le sobrevino el orgasmo. Sus caderas se convulsionaron y sus piernas se pusieron rígidas al igual que su culo, que se tensó hasta endurecerse plenamente. El hombre mantuvo su mano entre las piernas de su sierva y frotó el canto de la misma contra los labios de aquel coño que le pertenecía como el resto del cuerpo que ahora estaba convulso por el placer.

Durante varios minutos Andrea estuvo yendo y viniendo con espasmos de placer. Ya que su amo no dejaba de masturbarla con el canto de la mano. Hacia mucho tiempo que había descubierto el modo de mantenerla en aquella situación durante incluso varias horas. Corriéndose continuamente en una sensación de placer continuado que servía para ocultar el dolor que a sus órganos le producía esa situación. Esa era su recompensa en algunas ocasiones. Pocas, pero cualquier servicio era poco, cualquier humillación era aceptable y deseada si el amo estaba contento, si el hombre que era su propietario estaba satisfecho hasta el punto de recompensarla de aquella manera.

Gracias, mi dueño – dijo la mujer al tiempo que alzaba la cabeza para besar la mano del hombre manchada con sus propios jugos vaginales- sois muy bueno conmigo otorgándome esta inmerecida recompensa. Os serviré siempre. Soy vuestra.

Eso ya lo se –dijo el displicente ofreciéndole los dedos a su sierva para que los dejara limpios.

Gracias –repitió la mujer. Y, mientras lamía de los dedos del macho al que pertenecía para tragar los líquidos de su propio orgasmo, recordó la primera vez que le había dado las gracias a su dueño.