La Reconstrucción de Andrea (11)

Andrea por fin descubre el placer del servicio a su propietario. Fin del relato.

Pasaron cerca de dos horas antes de que todo estuviera dispuesto para la cena. Ya era casi medianoche. Andrea puso la mesa sobre una que le indicó Marisa. Era una pieza de metal y cristal cuadrada con un extraño diseño que consistía en una barra de metal ondulada que unía las patas por todos los lados menos por uno. En ese lado fue donde colocó un servicio completo de comida. Luego se retiró a la cocina y esperó pacientemente la llamada del amo.

Cuando esta se produjo acudió con una fuente de espárragos al salón y pudo por fin contemplar como Gloria servía plenamente a su dueño.

No en vano era denominada Culazo porque sus cachas eran impresionantes. Ahora se encontraba bajo la mesa con la espalda doblada hacia adelante tocando el cristal por debajo. Su blanca piel se apretaba contra el mueble.

Andrea intentó no mirar mientras servía la comida. El hombre no prestaba la más mínima atención a ninguna de ellas, ni siquiera a Gloria que le ofrecía su culo bajo la mesa. Cuando el plato estuvo sobre la mesa Andrea se retiró tras la silla del amo, como Marisa le había indicado que hiciera. El hombre alzó un pie por entre las piernas de Gloria que se encontraban abiertas y algo dobladas para poder permanecer bajo la mesa sin arrodillarse. La posición debía ser dolorosísima, pues los músculos de la joven se mostraban tensos. La masa de pelo rizado rubio caía sobre sus hombros.

Aquello debía ser la señal para que comenzara a dar placer a su propietario porque la chica besó el pie e inmediatamente reculó hasta que la carne de su culo contactó con el paquete del amo. La piel chirrió contra el cristal. Apoyada con una mano en la barra bajo el cristal, utilizó la otra para buscar a tientas el paquete y extraer la verga. El hombre seguía comiendo los espárragos, aparentemente ajeno a todos los esfuerzos de su servidora por facilitar el enculamiento.

Durante un instante la mujer hubo de mantenerse en aquella posición sin ayuda de las manos ya que las utilizó para abrirse bien las nalgas y ofrecer el agujero de su culo a la tiesa polla del hombre. Sólo entonces al amo, que lo contemplaba todo a través del cristal del mesa, dejó de comer, deslizó los brazos bajo la mesa y la sujetó con fuerzas las cachas.

Inmediatamente, Marisa, que esperaba junto a Andrea, se arrojó al suelo, reptó hasta colocarse tumbada bajo la mesa con la cabeza entre las piernas de Gloria y alzó los brazos para mantener la tranca en posición horizontal. Con la verga reposando sobre las manos de su otra esclava, el hombre volvió a dedicarse a la comida mientras Gloria, haciendo fuerza con los brazos apoyados en las barra frontal se introdujo el miembro de su propietario en su espléndido culo.

Durante toda la cena la joven mantuvo el vaivén de su cuerpo para dar placer al hombre con su culo. Ocasionalmente, él utilizaba las manos para pellizcar, acariciar o golpear las cachas de su sierva que gemía con cada viaje de aquella tranca monumental al interior más profundo de su culo. Bajo ellos, desde el suelo, Marisa aplicaba sus labios y lengua a los colgantes huevos del hombre.

Gloria parecía agotada, pero no cejaba en su empeño de menear la polla dentro de su culo. Comenzó a mover las caderas en círculos en lugar de llevarlas adelante y atrás cuando Andrea sirvió el segundo plato. El amo levantaba el pie de vez en cuando y lo apoyaba en alguna de las barras, momento que la esclava utilizada aprovechaba para besarlo o lamerlo como prueba de sometimiento, como si ser enculada en aquellas condiciones no fuera una muestra suficiente de reconocer su absoluta sumisión a los deseos de su dueño y señor.

Las hermosas tetas de la joven apuntaban hacia el suelo y se bamboleaban sin control ante las embestidas que Gloria provocaba. Los huevos del amo habían desaparecido hacía tiempo en la boca de Marisa.

Cuando llegó la hora del postre el amo sujetó a Andrea del brazo antes de que se alejara

Espero que no sea esto lo único que me has preparado para comer.

La más reciente esclava no sabía que hacer pero reaccionó enseguida. El amo quería comerla el coño, eso estaba claro.

Subió a la mesa y deslizó sus largas piernas a ambos lados del hombre. Luego se sentó sobre el plato. Su coño quedaba justo a la altura de la boca del hombre que sólo tuvo que inclinarse para poder saborearlo.

Así lo hizo y Andrea sintió un ardor que nunca antes había experimentado. La lengua del hombre circulaba rápida y suavemente alrededor de su coño y sus labios se acoplaban ocasionalmente a los de su vagina. Cada vez que esto ocurría Andrea sentía el placer apoderarse de ella.

El hombre se levantó de la mesa y Andrea con los ojos entrecerrados vio como el resto de las esclavas se apartaban de él. Sintió como unos fuertes brazos la elevaban de la mesa

Recoged esto e iros a dormir –le escuchó ordenar- Mañana quiero que me despertéis a las seis.

Se sintió transportada hasta la habitación y allí fue arrojada encima de la cama. No abrió los ojos y el placer llegó de nuevo en forma de la lengua de su amo acariciando su coño. De pronto el hombre paró dejando a Andrea y tumbándose boca arriba. Ella creyó entender lo que quería.

Se deslizó hacia abajo hasta alcanzar su polla y la besó, pero cuando estaba a punto de metérsela en la boca, el hombre la sujetó por las caderas y la obligó a subir de nuevo mientras el se deslizaba bajo sus piernas hasta que de nuevo pudo alcanzar su coño con la lengua.

Con la punta lo penetró y Andrea creyó morir del placer y la excitación. Su lengua recorría el interior de su conejo mientras que sus labios succionaban las carnosidades de su vulva. En ocasiones los mordisqueaba proporcionando a Andrea una sensación más intensa de placer mezclada con un levísimo dolor.

Sin poder mantenerse firme en esa postura, la mujer hubo de apoyarse en el cabecero de la cama para no caer hacia delante. Jadeaba y suspiraba cada vez que el hombre realizaba una nueva incursión con la lengua en su conejo.

Repentinamente el hombre se giró y Andrea quedó debajo de él. Pensó que ese era el momento que tanto había deseado a lo largo del día. Por fin su amo iba a follarla. Al principio había deseado que la follara para que todo acabara, pero ahora, excitada después de varias sesiones de servicio a su dueño, creía que siempre lo había deseado para obtener el placer que ahora estaba consiguiendo.

El hombre, repentinamente silencioso, comenzó a acariciar los labios de la vagina con el glande de su enhiesta verga. Andrea creyó que no iba a soportarlo.

El placer le llegaba en oleadas que la hacían contraerse y contorsionarse sobre la cama. Su dueño dibujaba círculos con la punta de su pene en su vagina pero no la penetraba.

Por favor –susurro Andrea- Metédmela, os lo suplico. Folladme, mi dueño – Y Andrea recordó las palabras que durante el día le había dicho aquel hombre. Había conseguido que ella quisiera realmente, que deseara con todas la fibras de su ser que su propietario la follara.

Y por fin la tranca penetro en su conejo. Lo hizo despacio, suavemente, con lentitud originando que Andrea se corriera al instante. Pero no se detuvo. Comenzó a empujar lentamente de manera que en cada acometida la tranca salía completamente del coño de Andrea y volvía a entrar hasta el fondo.

El frotamiento constante con los labios del coño hizo que se excitara de nuevo apenas unos segundos después de haberse corrido por primera vez. Llevó las monos hacia delante y sujetó el culo de su amo intentando imponerle un ritmo más rápido. Él se detuvo al instante.

Lo siento, mi señor –susurró de nuevo Andrea comprendiendo el motivo de la súbita parada del hombre- Hacédmelo como queráis. Os pertenezco, soy vuestra.

El hombre no dijo nada pero reanudo la follada. De un golpe seco introdujo el duro miembro hasta el fondo del coño de su sierva que exhaló un pequeño grito de placer. Luego comenzó a moverse dentro de ella sin sacar un solo milímetro la verga. Lo hacia en círculo y lateralmente y acelerando poco a poco. Andrea tardó apenas unos minutos en correrse de nuevo clavando las uñas en la espalda del hombre.

Pese a los movimientos convulsos que el orgasmo la había producido, el hombre no se detuvo. La sujetó fuertemente y giro sobre si mismo. Andrea quedó sentada encima de él.

Sujetó con ambas manos a Andrea por las caderas y la obligó a moverse arriba y abajo. En todo momento marcaba una cadencia constante y rítmica en el movimiento y cuando la mujer, en su excitación, intentaba acelerar el ritmo al que era penetrada, él la retenía colocando sus manos bajo su culo y obligándola a mantenerse quieta con tan sólo la punta del bálano introducida en su conejo. Luego repentinamente tiraba de ella hacia abajo empalándola por completo y provocando estallidos de placer en las entrañas de Andrea.

Ella no sabía cuanto tiempo llevaba siendo follada, pero ya había disfrutado de dos orgasmos e iba camino del tercero. Este le llegó cuando su dueño la hizo, aun sentada sobre él, inclinarse hacia delante hasta que sus pechos se apoyaron sobre él del hombre. Entonces le sujetó ambas manos a la espalda con una de las suyas y comenzó a menearse rápidamente dentro de ella al tiempo que le palmeaba suavemente las cachas del culo. Los jugos de Andrea se liberaron violentamente y ella sintió por tercera vez el calor de un orgasmo.

Estaba agotada, pero sabía que su amo no se había corrido aún. No la importaba. No le hubiera importado que aquel polvo hubiera durado días.

El hombre se levantó de la cama echándola a un lado y por un momento ella temió que él diera por finalizada la sesión. Pero no fue así.

La arrastró delicadamente hacia el borde de la cama donde ella se colocó a cuatro patas. Andrea creyó que la iba a encular de nuevo, pero él le abrió las piernas y buscó con la punta de su polla su coño. Se introdujo en ella de un golpe seco que la produjo algo de escozor.

Lo aguanto y se aclimató al nuevo ritmo que el hombre había tomado en su penetración. Como estaba de pie tenía más potencia y fuerza a la hora de penetrarla. Alternaba los movimientos lentos con rápidas embestidas que sacudían todo el cuerpo de la mujer. Cuando se detenía era Andrea la que reculaba para ensartarse en la tranca. Las manos del hombre se cerraban sobre las cachas de su hembra, manteniéndolas apretadas en torno a la verga y pegadas a su cuerpo. Andrea deslizó un brazo por entre sus piernas para poder acariciar con la mano los huevos del hombre que la estaba follando. Estaban duros. Todavía le quedaba placer por recibir.

Como respuesta, el hombre se dejó caer con todo su peso sobre ella y sin dejar de penetrarla comenzó a acariciar con un dedo la parte alta de su coño. Era más de lo que Andrea podía soportar. El placer la invadió de nuevo y volvió a estallar de una forma tan fuerte que cerró las piernas y se dejó caer sobre la cama, boca abajo, cuan larga era. Temió hacer daño a su dueño, que aún seguía dentro de ella.

Pero no fue así. Su amo se limitó a tumbarse sobre ella y, manteniendo las piernas de Andrea cerradas con las suyas, seguir taladrando su coño y bombeando en su interior.

Por los movimientos espasmódicos del hombre sobre ella Andrea supo que estaba a punto de correrse. En un acto reflejo apretó el culo para que su señor recibiera más placer. Funcionó porque el eyaculó con un leve suspiro mientras que ella se veía transportada entre gemidos a su cuarto orgasmo consecutivo.

Durante unos instantes se quedaron los dos quietos. Andrea sentía el peso del hombre sobre ella. La polla que, ahora relajada aunque no laxa, aún albergaba en su interior experimentaba espasmos automáticos que ella sentía igual que sentía sus reacciones a la cadena de orgasmos que había tenido recientemente.

Repentinamente sintió como las manos del hombre se deslizaban por su espalda hasta alcanzar su nuca. Deslizaron algo alrededor de su cuello y luego se apartaron.

Andrea vio que se trataba de un collar de cuero que su amo había abrochado en torno a su cuello.

Ya te dije que portarse bien tenía sus ventajas .-dijo por fin el hombre-

Si, mi dueño –fue todo lo que pudo decir Andrea-

Ahora a dormir. Mañana será un nuevo día

El hombre se apartó de ella y cuando Andrea fue a levantarse se dio cuenta de que el collar estaba unido a una cadena que, a su vez, estaba enganchada a una de las patas de la cama. Supo lo que tenía que hacer. Bajó de la cama y se tendió en el suelo junto al lecho de su dueño. Aun tenía que ganarse el derecho a dormir en su lecho. Le pareció justo. Miró el reloj de la mesilla. Eran casi las tres de la mañana.

Tres horas –pensó acordándose de la orden dada por el hombre a sus esclavas antes de llevarla al cuarto- Tres horas para descansar y poder volver a servirle.

Pero no durmió. Paso ese tiempo acurrucada a los pies del hombre que la había poseído de mil maneras a lo largo del día. Recordando cada uno de los servicios que le había proporcionado y que le había visto exigir a las otras esclavas. Paso las tres horas excitándose al recordar como aquel hombre la había convertido en su esclava, en su juguete, en un ser sin voluntad propia que existía sólo para proporcionarle diversión y placer, para servirle y obedecerle. Recordando como había logrado que se corriera cuatro veces en un solo polvo.

Cuando el reloj marcaba los seis menos cinco. Se levantó y se deslizó sobre la cama. El amo dormía boca arriba, desnudo.

Hoy os serviré bien, mi dueño. Me haré merecedora de vuestra recompensa – susurró antes de comenzar a chupar la verga de su amo para despertarle-.

Fin

Nota: Los que hayan leído en TODORELATOS la serie "un amo insaciable" se habrán dado cuenta de que hay algunos pasajes de esa historia que se repiten en esta. He tratado con la historia de Andrea de generar una historia más coherente, por lo que he cambiado la protagonista e incluido esos pasajes que, en la otra historia, me parecían más inconexos. LA RECONSTRUCCIÓN DE ANDREA. Seguirá próximamente con otros relatos, el primero de ellos Andrea:"Mi vida como sierva" en los que podréis seguir las experiencias de esta esclava al servicio de su señor, mientras Flavia es preparada para ingresar en "la cuadra" de potrancas sumisas.

Espero que os guste.