La Reconstrucción de Andrea (10)

El propietario de Andrea decidió comprobar su adiestramiento con el antiguo amante de su sierva como testigo.

El timbre sonó y ella acudió a abrir la puerta.

Eres puntual –dijo ella sonriendo- Algo no muy habitual en ti

Me estoy reformando –contestó el hombre devolviéndole la sonrisa- Estas impresionante. Deja que te mire.

Andrea giró sobre si misma como había hecho unos minutos antes para que su amo la contemplara. Sabía que Augusto estaría entusiasmado con la visión.

No has cambiado nada –la excitación del hombre podía leerse en sus ojos- Estas estupenda.

Pasa, hombre, no te quedes ahí.

Ambos entraron al salón y se sentaron en el sofá. Comenzaron a conversar sobre temas banales. Andrea podía ver como los ojos de Augusto iban constantemente hacia su escote y hacia la raja de su falda. Ocasionalmente, ella le acariciaba una pierna o dejaba que el hombre posara una de sus manos sobre su piernas o sus hombros.

Así transcurrió más o menos una hora hasta que Augusto por fin se lanzó. Acercó su rostro al de ella e intento besarla. Andrea le rechazó suavemente

Verás, estoy con otra persona...

¿De veras? – la decepción de Augusto era palpable- Yo creí que...

A lo mejor he hecho mal llamándote –se justificó Andrea- Tan solo quería recordar los viejos tiempos. Debería haber imaginado que tu...

No importa – el intento por simular indiferencia de Augusto rallaba lo patético- Está bien –tomo aire- ¿cómo es él?

Andrea se quedó en blanco. No sabía que contestar. No podía decirle aquel hombre con el que había compartido sexo que se trataba de un hombre que la tenía esclavizada, que la obligaba a pedir permiso para hablar y que la utilizaba como una propiedad que tan sólo servía para darle placer. No podía decirle todo aquello.

No tuvo que hacerlo, puesto que cuando iba a contestar algo, sonaron unas llaves en la cerradura de la puerta del apartamento, esta se abrió y entró su dueño silbando tranquilamente.

Creo que vas a conocerle –dijo Andrea intentando disimular su sorpresa-

Hola cariño –dijo el hombre, adoptando el tono que cualquier pareja tendría al saludar a su mujer- Veo que tenemos invitado

Hola, cielo –contestó Andrea siguiéndole el juego- Se trata de Augusto, un viejo amigo.

El hombre le tendió la mano a Augusto y la estrechó de forma fuerte y firme. Su semblante estaba decorado con una sonrisa amplia que le hacía encantador. Andrea descubrió que, pese a que no quisiera admitirlo, no estaba, ni mucho menos, exento de atractivo. Luego se colocó junto a Augusto en un de las esquinas del sofá.

¿Querrás ayudarme con esto, cariño –le dijo a Andrea mientras se quitaba la chaqueta- Estoy agotado.

Entonces Andrea comprendió el juego al que pretendía jugar su amo y se horrorizó. No se trataba de disfrutar viendo como Augusto la follaba, se trataba de demostrarle a ese hombre lo que él había sido capaz de hacer con la mujer que él no había sido capaz de seducir y mucho menos de domar. Augusto la había conocido como una hembra dura, firme y en ocasiones inalcanzable y ahora su dueño se la presentaría como lo que era: una esclava sumisa y complaciente. Sin duda ese juego sería tremendamente excitante para su amo.

Como no, amor – respondió mientras recogía en el aire la chaqueta del amo. Aprovechó para mirar de soslayo a Augusto, que no parecía darse aún cuenta dela situación-.

Ya tenia ganas de conocerte, Augusto –dijo el hombre retrepándose en el sofá, mientras Andrea colgaba la chaqueta en un perchero junto al sofá- "mi" Andrea me ha hablado mucho de ti –hizo un énfasis especial en el "mi"

Espero que sean cosas buenas –sonrió Augusto algo azorado-

Por supuesto, por su puesto –dijo el hombre- Los zapatos, por favor.

Durante un segundo Augusto no reaccionó. Hasta que comprendió que la última frase no iba dirigida a él, sino a Andrea.

Entonces contempló, paralizado por la sorpresa, como la mujer bajaba la mirada y se arrodillaba frente al hombre para desabrocharle los zapatos y quitárselos. La sorpresa se fue transformando en vergüenza y excitación cuando vio como Andrea, que siempre había sido con él fuerte e independiente, no sólo transigía en descalzar a su pareja, sino que además, después de quitarle cada zapato, besaba amorosamente sus pies y se quedaba arrodillada frente a él.

Augusto no podía dejar de mirar la escena

Siempre ha dicho cosas buenas de ti y de vuestra relación – dijo el hombre- Ven aquí, pequeña, que quiero tenerte cerca.

Como tu quieras –dijo Andrea obediente al tiempo que se levantaba y se colocaba de pie junto al brazo del sillón más cercano a su dueño. Este comenzó a manosear su culo por encima de la falda de forma distraída

Augusto no había superado su sorpresa, pero la excitación comenzaba a hacer mella en él. Sentía el calor en su entrepierna al contemplar a Andrea así entregada a un hombre. Era como en sus sueños, aunque en sus sueños el hombre que la sometía era él.

¿Quieres algo de beber? –el hombre se dirigió de nuevo a Augusto que asintió levemente con la cabeza- ¿Andrea no te ha ofrecido nada? Que chica tan descuidada

Lo siento –se disculpó la mujer- acababa de llegar...

Eso no es excusa para desatender a tus invitados –le reprochó el hombre dulcemente- Voy a tener que castigarte.

La frase hizo que la polla de Augusto trempara definitivamente dentro de su pantalón. La erección alcanzó limites casi dolorosos cuando el hombre deslizó su mano por la cintura de Andrea hasta encontrar el botón de la cinturilla de la falda y tiró de él. La falda cayó al suelo y el soberbio culo de Andrea apareció a la vista de los dos hombres. Augusto se sentía como en un sueño irreal, mientras que Andrea intentaba no mirarle a la cara para no sentirse aún más avergonzada.

El sonido de un cachete sobre el culo de Andrea devolvió parcialmente a Augusto a la realidad

Debes tener más cuidado con estas cosas, cariño –le dijo el hombre soltando otro pequeño cachete sobre su culo- Ahora ponnos dos copas.

Lo siento –dijo Andrea, encaminándose hacia el mueble bar al tiempo que se quitaba la camisa y dejaba a la vista sus hermosas tetas, realzadas por el corsé

Augusto no podía más. Contempló el magnífico trasero moverse mientras ella avanzaba hacia el mueble bar. Ella se dio la vuelta y volvió a presentar el culo a los dos hombres mientras se acercaba al mueble bar del salón. Intento no mostrarse tan evidentemente cuando tuvo que abrir la puerta del mueble y se agachó doblando las piernas

  • Así no -dijo el sin alterar el tono pero haciendo notar su malestar.

Ella volvió a erguirse. Ahora él quería disfrutarla por completo y humillarla a la vez. Descubrió que no podía negarse. Volvió a levantarse y se doblo por la cintura para agacharse a recoger las botellas.

Sus largas piernas quedaron rectas y su perfecto culo apareció completamente expuesto ante Augusto y su dueño. Le sintió levantarse y caminar hacia ella. Las puertas del mueble bar estaban a ras de suelo y ella estaba en la posición ideal para ser enculada sin contemplaciones.

Tiene un buen culo ¿verdad Augusto?

Desde luego, -dijo el hombre sin apenas poder respirar-

¿Se lo hiciste? – la pregunta era tan directa que a Augusto le costó de nuevo un instante asimilarla. No podía creer que Andrea permitiera que un hombre la tratara así. Que le dejara utilizarla e imponerle sus órdenes de esa forma. Pero allí estaba ella. Magnífica en su desnudez, con el cuerpo arqueado y el culo en pompa sirviéndoles dos copas de bebida

No tuve ocasión –contestó sin poder apartar la mirada de cómo el hombre acariciaba con displicencia una de las tetas de Andrea, que se balanceaba mientras ella ponía las copas-.

Cuando hubo acabado se irguió y se volvió. Su dueño reculó hasta volver a sentarse en el sofá y ella avanzó hasta la mesa. De frente Augusto pudo observar como el peculiar diseño del tanga abría sus labios vaginales. Se quedó sin aliento.

Andrea seguía sin levantar la vista del suelo. Tras colocar las copas sobre la mesa retomó su posición de píe junto a su dueño. Creía que no iba a poder soportar ni un minuto más aquella humillación. Tener que comportarse como una esclava ante los ojos de Augusto.

La mano de su dueño volvió a enseñorearse de su culo, ahora completamente al aire. La mujer hubo de abrir un poco las piernas para permitir el acceso de los dedos del hombre que la humillaba hacia su coño.

El invitado observó como los dedos de aquel hombre acariciaban desde detrás el coño de Andrea. Su polla clamaba por salir de su pantalón.

Yo creo que el problema de vuestra relación –dijo el hombre al tiempo que Andrea se convulsionaba con un espasmo al recibir un dedo dentro de su conejo- fue que no pusiste a esta pequeña puta en su sitio-.

¿perdón?

Verás –continuó el hombre al tiempo que le hacía una seña a Andrea. Su dedo señaló su propia entrepierna- A Andrea le encanta complacer a los hombres. Eso está a la vista.

Abochornada, pero incapaz de enfrentarse a la situación, Andrea se dobló de nuevo sobre la cintura, pero en esta ocasión su boca fue a parar sobre la bragueta de su dueño que aún seguía masajeándola el culo y el coño. Usó la boca para bajar la cremallera y la polla que ahora marcaba el ritmo su vida la golpeo en el rostro antes de que pudiera engullirla y comenzar a complacerla con la lengua.

Augusto soltó un pequeño suspiro de tensión cuando vio a Andrea introducirse la verga de aquel hombre en la boca. Su deseo creció y apenas pudo contenerse. El culo de Andrea manoseado y sometido por aquel hombre, quedaba a escasos centímetros suyos y las cachas se movían al ritmo de la mamada que ella le estaba proporcionando.

Quiero decir –retomó el amo la conversación mientras su sierva acariciaba su glande con la lengua y rascaba sus huevos con sus uñas- que el problema está en dejar que se preocupen demasiado por su placer –colocó el baso con la bebida sobre la espalda de Andrea que, en ningún momento dejó de dedicarle a la tranca toda la atención de su boca. Su coño comenzaba a humedecerse por la masturbación a la que la sometía su dueño.

No te entiendo –Augusto levantó la mano para acariciar las nalgas de Andrea. La furibunda mirada de su interlocutor le desalentó-.

¿Por qué Augusto no te enculó, Andrea?

La joven abandonó el servicio oral que estaba dando a su propietario pero continuó meneándole la verga con la mano mientras contestaba. Sin perder la postura habló y entre palabra y palabra besaba el bálano al que estaba sometida.

Lo intentó en varias ocasiones, pero yo sólo lo había experimentado una vez y me resultó doloroso. No quería repetir la experiencia.

A eso es a lo que me refiero – la mano del hombre soltó de nuevo el baso y se posó sobre la cabeza de su esclava para obligarla a proseguir con la mamada-. La dejaste elegir y eso es un error, amigo Augusto. Deberías haberle hecho descubrir, como hace conmigo, que su principal placer es tener mi polla contenta y si tiene que soportar dolor para eso, debe asumirlo.

El hombre se levantó arrancando su tranca de los labios de Andrea, que intentó perseguirla sin éxito hasta que cayó de bruces sobre el sofá. Sin dejar de hablar se encaminó hacia el perchero donde la mujer había colgado su chaqueta, metió la mano en el bolsillo derecho de la misma y extrajo un paquete. Lo desenvolvió con cuidado.

Augusto estaba al límite de la excitación. Andrea, la mujer que él había conocido como amante ocasional y en ocasiones esquiva, arrastraba su maravilloso cuerpo a cuatro patas en pos de la verga de aquel hombre al que obedecía ciegamente. Se encontraba a la entera disposición de aquel hombre al que hacía disfrutar en su presencia.

Casi tuvo un orgasmo espontáneo cuando contempló el contenido del paquete que estaba desenvolviendo el hombre. Se levantó sin poder contenerse y comenzó a frotarse el miembro por encima del pantalón.

Cuando se dispone de una buen potranca como esta hay que domarla y cabalgarla a conciencia –dijo el hombre sacando del paqueta varias tiras de cuero. Algunas de ellas estaban unidas en el extremo por una pieza de madera también forrada de cuero en los extremos- Hembras como Andrea disfrutan cabalgando, así que hay que cabalgarlas bien para que estén siempre en forma.

La mujer había llegado gateando a los pies de su dueño. Ella sabía que él hombre que se había transformado en su propietario quería verla humillada delante de su antiguo amante, que ese era el motivo de este perverso juego. Tenía que demostrarle que estaba dispuesta a darle todo lo que siempre había negado a otros hombres. Andrea sabía que aquello era más que darle su cuerpo o permitirle que la follara o la utilizara de cualquier manera delante de otro. Se trataba de demostrar que él tenía el poder sobre ella que otros no habían tenido antes. El poder absoluto.

Su cabeza se alzó buscando, con la boca abierta, la verga de su señor, pero su movimiento fue interrumpido cuando su amo la sujetó por su larga melena y la obligó a levantarse. Ella aceptó sumisa el tirón y se puso en pie.

Ves –dijo, dirigiéndose a Augusto, al tiempo que obligaba a Andrea a girarse para ofrecerle el culo –Ahora hay que prepararla Una buena preparación es imprescindible para disfrutar plenamente de yeguas como esta-.

Sus manos magreaban el culo de la mujer. La obligó a juntar las piernas y utilizó una correa para atarla los tobillos. Fue ascendiendo por sus piernas y ató otra por encima de las rodilla, justo donde acaban las botas.

Así atada Andrea no podía moverse. Su amo apoyó la mano en su espalda obligándola de nuevo a inclinarse hacia delante. Mientras adoptaba esta posición sus ojos se cruzaron con la mirada de Augusto y percibió la excitación de su antiguo amante.

Completamente doblada en ángulo recto su equilibrio, sobre los altos tacones de las botas era precario. Casi perdió el equilibrio cuando el hombre la soltó para manosear su culo con ambas manos, apartando las cachas y buscando el orificio. Ella gritó cuando lo encontraron.

  • El secreto está en prepararla – repitió el hombre- Ahora ya está preparada para ser enculada, ¿Verdad, pequeña?

  • Lo estoy, mi señor.

La respuesta excitó al límite a los dos hombres.

Su propietario la empujó hacia adelante hasta que sus pechos se aplastaron contra el de Augusto. Para recuperar el equilibrio tuvo que apoyar ambas manos en el plexo solar de su antiguo amante. Sus ojos quedaron a la altura de la bragueta de Augusto, cuyo paquete abultaba el pantalón. Pudo observar como se la meneaba dentro del mismo.. Sintió un tirón cuando el hombre que la estaba domando arrancó de un sólo tirón el tanga. Luego la obligó, tirando de una de sus muñecas, a lanzar un brazo hacia atrás mientras seguía apoyada con la otra mano en el pecho de Augusto para evitar caerse.

Andrea meneó la tiesa polla de su señor con la mano libre. No sabía si su dueño pretendía hacer otra vez lo de la escalera y masturbarse con la polla encajada entre sus glúteos.

La mujer sintió como un líquido caliente resbalaba por su espalda, recorriendo la raja de su culo hasta chorrear a través de sus piernas juntas y atadas. El brazo de su dueño la sujetaba por la cintura y una de sus manos seguía jugueteando con sus tetas. Augusto se masturbaba salvajemente.

Cuando vio caer el aceite al suelo comprendió que iba a ser penetrada por primera vez desde que había sido elegida como esclava.

El convencimiento y el hecho llegaron a la vez. Una barra de carne al rojo la penetró por el culo y se removió en sus entrañas. Ella gritó y recibió un nuevo empellón que termino de acoplar el miembro al interior de su culo.

  • ¿Verdad que disfrutas?

Mucho, mi señor – y cuando abrió la boca para contestar sintió que el amo le colocaba un cilindro de madera en ella. Ella lo mordió firmemente mientras recibía un nuevo empujón de la tranca que se alojaba en su culo.

Luego la soltó dela cintura y sujetó las correas con ambas manos mientras seguía empujando aquel grueso bálano dentro de ella. El amo tiraba de las cuerdas de cuero a modo de cinchas. Había decidido cabalgar a su potranca de forma literal.

Cada vez que tiraba de las cinchas Andrea tenía que alzar el cuello para evitar el dolor y la polla del hombre penetraba más dentro de su culo. Ella la sentía crecer y engordar en su interior y sabía que el amo estaba disfrutando.

  • Nunca habías soñado que una tranca como la mía te enculara de esta forma –le dijo el hombre Ella, con el bocado firmemente sujeto con los dientes y ambos manos apoyadas en el pecho de Augusto, logró responder aunque sus palabras apenas se entendieron

  • Os lo agradezco, mi señor.

El seguía meneándose en su interior. Ella ardía por dentro y más desde que el comenzó a acariciar su conejo. De repente paró de menearse y ella comprendió que era su turno. Aquel grueso cipote la taladraba y esperaba que ella hiciera su parte. Comenzó a moverse acompasadamente marcando el ritmo con las caderas.

Augusto sentía el calor de las manos de Andrea sobre su pecho y no pudo contenerse más. Sus manos se adelantaron para sujetar las tetas de Andrea que, en aquella posición oscilaban colgantes adelante y a tras al ritmo del bamboleo que le imponía la polla que se había adueñado de su culo. Al verlo el hombre tiró fuertemente de las riendas de su potranca para separarla de Augusto.

No te atrevas a tocarla –le gritó- Perdiste el derecho al no saber domarla. Ahora es mía.

Ante esta afirmación Augusto reculó hacia a tras. Andrea le siguió para poder mantener el equilibrio, mientras su amo, tiraba y soltaba de las riendas cada vez que empalaba el maravillosos culo de su esclava con su verga. Pero con las piernas atadas no podía andar, así que estuvo a punto de caer. Estaban cerca del umbral del salón, por lo que, pese a la retirada de Augusto, pudo mantenerse en pie apoyándose en ambos lados de la jamba de la puerta.

Afianzada de nuevo volvió a recibir las embestidas del bálano que la taladraba el culo. Su amo tiraba de las cinchas para que ella se aclimatara al ritmo y, en un momento dado, la alzó sin sacar el aparato del interior de su culo. Así ella siguió moviéndose y dando placer a su señor.

Augusto, que en ese momento contemplaba la escena desde el vestíbulo. Se giró para macharse no pudiendo soportar no poder participar del placer que Andrea estaba proporcionando a su propietario.

¿No te quedas para cenar? –preguntó irónicamente el amo- Una pena.

Andrea levantó la mirada y la clavó en el rostro de Augusto. Una inesperada sonrisa la iluminó el rostro. Ella estaba siendo humillada para placer del hombre que la estaba domando por el culo, pero su victoria era demostrarle a Augusto lo que habría podido tener si hubiera sido más firme, mas hombre. El hombre se dio cuenta y se giró para marcharse.

Quisiera tener un mejor culo para daros más placer, mi dueño- gritó con el bocado entre los dientes al tiempo que Augusto cerraba la puerta del apartamento de un portazo-.

Sus tetas seguían bailando en el aire al ritmo que marcaba la cabalgada de su amo que, al escuchar la frase de su esclava se detuvo de nuevo con la tranca introducida a medias en el orificio del portentoso culo de su esclava. Andrea se pegó contra él introduciendo toda la verga en su ano y comenzó a girar. Todo lo hacía por intuición, pero parecía que siempre había sabido como complacer al amo.

El soltó las riendas y la cogió por la cintura. Sus pies no tocaban ya el suelo y su dueño la siguió taladrando una y otra vez. A veces él empujaba a veces era ella la que retrocedía para mantener el placer. Con un "venga, puta" el amo se irguió mientras la estrujaba ambas cachas.

De Pronto la soltó y el cuerpo de la mujer se relajó. El bocado cayó de entre sus dientes. Aquel miembro cruel seguía incrustado en su pequeño orificio, pero de repente dejó de sentirlo. Unos labios ardientes se posaron sobre su espalda y la recorrieron arriba y abajo hasta producirle escalofríos. Era la primera vez que en todas las veces que la había tomado aquel hombre la besaba. Era un beso de pasión y deleite por el cuerpo del que estaba gozando. Una caricia tórrida recorrió suavemente su cuerpo desde las axilas hasta los muslos. Las manos se deslizaban por su espalda y luego subían por su entrepierna para acariciar su coño. La raja se había humedecido, no por el continuo vaivén de la tranca dentro de su culo, sino por las dos muestras inesperadas de pasión, que habían disparado el cuerpo de la mujer. Intentó abrir las piernas para soportar la más que probable paja que su amo deseaba regalarla, pero esta no llego. Las manos, ardientes y suaves como serpientes, prosiguieron su recorrido rozando su vientre y acoplándose finalmente a sus pechos, estrujados. También soltaron las ataduras de sus piernas

Andrea quería morir. La polla de su dueño seguía desgarrándola el culo en arremetidas rítmicas y constantes, pero sus caricias la permitían soportarlo. Era un experto. La humillaba haciéndola sentir excitación cuando debía estar sintiendo horror. Los dedos comenzaron a acariciar suavemente la curva que sus tetas dibujaban en el aire y ella quiso gritar, suplicar que se corriera para que aquella doble sensación de excitación y dolor concluyera. Cuando tenía los pezones erectos y las caderas agotadas de soportar la cadencia de la polla de su amo, la corrida llegó suavemente, al tiempo que el hombre volvía a recuperar la presa sobre sus magníficas cachas y a estrujarlas fuertemente.

No sacó la verga hasta que hubo vaciado bien el miembro. Cuando la saco, el esperma comenzó a chorrear por el agujero. Andrea se apresuró a poner la mano, recogerlo y llevárselo a la boca. No encontraba una prueba mayor de sumisión que demostrarle que apreciaba cada gota del semen que el había vertido en su culo durante aquella toma de posesión de su sierva.

Luego, fiel a las órdenes, lamió la polla hasta que estuvo limpia y brillante y se mantuvo de rodillas esperando instrucciones con el rostro bien cerca del bálano dominador de su dueño. Este la acarició el pelo

Grandísima perra. Nunca había disfrutado tanto dando por culo a una potranca

Ella besó el glande y los pies del hombre y luego recogió con reverencia la tranca y la introdujo en los pantalones. Volvió a agachar el rostro hasta pegarlo al suelo.

Sirve la cena en una hora, Andrea - le dijo el hombre al tiempo que palmeaba las ofrecidas cachas.

Andrea, la esclava sexual, había servido por primera vez de forma completa a su señor y recibió una caricia por recompensa. Su culo ya era propiedad integra de aquel hombre.