La Reconstrucción de Andrea (1)

Un amo rememora la obtención de su primera sierva, mientras prepara a la última para su servicio.

Flavia caminaba por la calle despacio, como intentando retrasar el momento en el que había de llegar a la cita. Apretaba contra su pecho, un busto hermoso, turgente y redondo, la carpeta en la que guardaba el fajo de papeles. Documentos, comprobantes bancarios, recibos y pagarés que demostraban al mundo que no existía.

Sacó un papel del bolsillo y comprobó la dirección. Era el siguiente portal. Paró frente a un cajero automático de una entidad bancaria y extrajo del bolso su tarjeta de crédito. La introdujo por la ranura del aparato rezando para que todo hubiera sido una pesadilla, para que el dinero volviera a estar en su lugar. Miró la pantalla y suspiró. El saldo seguía siendo negativo. Resignada se acercó al portal y llamó. Un zumbido abrió la puerta sin que mediara respuesta alguna.

Ascendió por las escaleras y se sorprendió a si misma mirándose en el espejo de uno de los rellanos. Eso le hizo reconocer plenamente cual era su intención al acudir a esa cita. Si quería que el hombre al que iba a ver le devolviera su vida y la de su familia tendría que resultar atractiva, tendría que transigir y, más que probablemente, dejar que ese individuo la poseyera. Se desabotonó un poco la blanca camisa y tomó aire. Llamó al timbre. Lo que vio cuando la puerta se abrió le hizo intuir que el hombre al que visitaba no iba a conformarse con magrearla un poco. Quizás ni siquiera se conformara con follarla.

La recibió una espléndida mujer. Era morena, aunque llevaba su larga cabellera teñida con mechas caobas. No pudo evitar fijarse en sus tetas. Las tenía perfectas, ni muy grandes ni muy pequeñas y sin duda naturales. Estaban resaltadas por el corsé de profundo escote que lucía.

Vienes a verle –le dijo con una media sonrisa. No era una pregunta.

Supongo que si –dijo Flavia

Sígueme

Flavia siguió a la mujer por un largo pasillo. Ella había esperado encontrar una oficina y se sorprendió al descubrir que se trataba de un domicilio privado. No era nada del otro mundo. Parecía pequeño, tres habitaciones como mucho. El salón era independiente con puertas de cristal. Flavia volvió a fijar su atención en la mujer que la precedía. Su culo también era perfecto. Amplio y firme y lo movía con la naturalidad de aquellas que han aprendido a excitar a los hombres con ese movimiento. No era difícil fijarse en ese maravilloso culo. Además del corsé y unas botas altas hasta media pierna, no llevaba ninguna vestimenta.

Espera aquí –le dijo la mujer – puedes mirar si quieres- sonrió de nuevo, entró en el salón y cerro la puerta-.

La escena que Flavia contempló la dejó helada. La mujer se colocó de pie junto al sillón en el que estaba sentado el hombre. No podía verle bien el rostro, pero si vio como en cuanto esta llegó el comenzó a sobarle el culo. La mujer abrió levemente las piernas y por su expresión de repentino placer Flavia supuso que uno o varios dedos del hombre habían penetrado en su coño o en su culo.

Frente al hombre, arrodillada había otra mujer. Estaba completamente desnuda y mantenía unos enormes y redondos pechos alzados, sujetos con ambas manos. Un pie del hombre reposaba sobre ellos. Pese a que la puerta estaba cerrada, Flavia podía escuchar lo que se decía dentro del salón.

¿Te di yo permiso para esto, Mar, mala puta? – preguntaba el hombre con una voz gélida, mientras su pie apretaba con fuerza contra los pechos de la chica. Ella los mantenía alzados con las manos pese a que la presión del pie del hombre le provocaba un dolor, sino insoportable, si muy molesto.

Yo lo hice para serviros mejor, amo, -contestó la mujer, que bajó la cabeza para besar y lamer el zapato del hombre que la humillaba- Siempre decíais que me faltaban tetas

¿Te das cuenta, Andrea? –dijo el hombre dirigiéndose a la mujer que estaba de pie a su lado- La dejas un par de semanas sola y decide pensar. ¿Tu harías eso?

Nunca –contestó la mujer sin dejar la expresión de placer- El amo piensa por mi. Yo solo existo para él. La mano del hombre había desaparecido entre sus nalgas y sus piernas, largas y perfectas temblaban ante la inspección a la que era sometida. Había acertado en la respuesta y estaba recibiendo su premio.

Mientras, la mujer arrodillada se esforzaba por seguir lamiendo el zapato que la torturaba. Su cuerpo se estremecía cada vez que el hombre presionaba y con sus pechos frotaba las suelas. El otro pie del hombre se deslizó por el suelo hacia adelante hasta que la puntera topó con el coño de la mujer. No hizo falta más que un segundo para que esta abriera las piernas ofreciendo su almeja a la inspección del hombre que, mientras tanto, seguía disfrutando con las manos del perfecto culo de La mujer morena, que cada vez abría mas las piernas para facilitar la exploración de aquel hombre.

Resultaba evidente que el las tenía sometidas a ambas, probablemente de la misma manera que planeaba someter a Flavia. Ellas eran sus esclavas y el las sometía para su placer. Mar, la mujer que estaba arrodillada, avanzó un metro para colocar su coño justo encima del pie de su amo. Mientras, seguía manteniendo los pechos alzados soportando el peso del otro pie de su amo.

Al ver que el hombre se animaba, la impresionante mujer morena decidió participar también en la excitación del macho que las sometía. En realidad no se trató de una decisión propia, ya que era evidente que esas mujeres no tenían la prerrogativa de decidir. Tan sólo podían obedecer y complacer. Flavia pudo observar desde su posición como la mano del hombre había abandonado el espacio que ocupaba entre las piernas de la mujer y palmeaba rítmicamente las cachas de aquel magnífico culo que estaba a su entera disposición. Sin duda esa era la señal para que aumentara su nivel de compromiso con el placer del amo.

La mujer morena obedeció al instante y dio un paso adelante sin dejar de sentir la mano de su dueño sobre sus nalgas. Se giró junto al brazo del sillón y arqueó su cuerpo por la cintura para poder alcanzar el válano del hombre. Incluso desde la distancia Flavia percibió el enorme bulto de la entrepierna de aquel hombre que parecía destinado a ser su amo. En esa posición, Andrea comenzó a acariciar el paquete del hombre, aun dentro del pantalón, con el rostro, los labios y las manos. La postura de su servidora permitía al hombre seguir disfrutando del culazo que la mujer la ofrecía. Un dedo escrutador volvió a perderse dentro de su coño.

Ves –le dijo a Mar que permanecía arrodillada y sometida a la doble humillación de los pies de su amo- Cuando yo doy una orden hay que obedecerla. Para eso estáis aquí. No para poneros tetas postizas sin mi consentimiento.

Lo se, señor –la joven seguía intentando complacer a su amo y frotaba su coño contra el zapato de él. Comenzó a sentir la excitación de ese frotamiento, pero no se atrevió a hacer nada diferente. El amo estaba genuinamente enfadado y podía considerar una falta de respeto que ella intentara proporcionarle placer en esas circunstancias. Se limitó a comenzar a moverse de adelante a atrás acompasando su coño a la caricia que recibía del zapato del hombre- Déjeme demostrarle que puedo mejorar mis servicios con estas nuevas tetas que son tan de su propiedad como lo eran las anteriores.

A esas alturas La mujer morena ya comenzaba a desabrochar el pantalón del hombre sin abandonar el ángulo en el que estaba doblado su cuerpo. Sus manos comenzaron a deslizarse por el cinturón hasta que de pronto su fantástico cuerpo dio un respingo y se tensó. El hombre había extraído el dedo de su coño y pellizcaba los labios de su vagina. Pese al dolor que debería experimentar, ni una queja salió de su boca. Tan sólo acercó más su rostro al paquete del hombre.

¿Os habéis puesto de acuerdo para hacer todo al revés hoy? –el cachete restalló sonoramente contra una de los hermosos glúteos de la morena. Un instante después recuperó la presa sobre el coño de su sierva-.

Os pido perdón, mi amo –La mujer morena hablaba con el rostro prácticamente pegado al paquete del hombre- Vivo para serviros. Lo único que deseo es daros placer y ofreceros mi cuerpo y todos mis orificios para que disfrutéis. Las freses se entrecortaban porque la mujer besaba el paquete por encima del pantalón con fruición, casi con desesperación, intentando convencer al hombre de la sinceridad de sus palabras.

Flavia estaba anonadada y, tenía que reconocerlo, algo excitada con la escena. Una mujer impresionante se ofrecía a aquel hombre para lo que si duda era el preludio de una mamada y además tenía que humillarse ante él pidiéndole perdón por estar dispuesta a llevarse a la boca su polla sin haberle pedido permiso con anterioridad ¿hasta ese punto tenía sometidas ese hombre a sus hembras? ¿podría soportar ella esa situación?

Si de verdad quisieras servirme –dijo el hombre aflojando un poco la presión sobre los labios vaginales de su hembra- utilizarías la boca paral lo que te enseñado que la uses. No para decir sandeces.

El amo tiene razón. Soy su perra y debo usar la boca para complacerle –dijo antes de comenzar a desabrochar el cinturón con los dientes- El amo es muy bueno con su sierva al permitirle disfrutar del sabor de su polla pese al error que ha cometido-. Dicho esto comenzó a bajar la cremallera del pantalón también con los dientes.

No se porque sigues siendo mi esclava –ante el posible reproche la hembra aceleró el proceso y sujetó con los labios la goma del calzoncillo para bajarlo. El válano salió disparado del mismo y le golpeó en la cara. Ella sujetó los huevos con las manos y comenzó a besarlos- Al final, siempre te sales con la tuya

El amo me concede recompensas que no merezco –dijo la mujer complaciente mientras acariciaba la polla y seguía besando los huevos- mi boca está a su servicio.

No sólo tu boca, mala perra –La mujer morena ya no contestó. La tranca de su dueño ya estaba introducida dentro de su boca.

Mientras volvía con una mano al magreo del culo de la hembra que ahora recorría con su lengua la longitud de su miembro, el hombre volvió a centrar su atención en Mar, la desdichada que seguía arrodillada frente a él, ofreciéndole los pechos y que no había dejado de besar uno de sus zapatos y restregar su coño contra otro.

¿No ibas a demostrarme el servicio que pueden darme esas tetas falsas que te has puesto? –hizo un gesto displicente con la mano mientras liberaba a la mujer de las atenciones de sus dos pies. Esta se retiró a cuatro patas, no sin antes besar y lamer los dos pies que ahora reposaban sobre el suelo. Luego se apartó gateando por el suelo sobre las rodillas sin dejar de mantener en alto los pechos con las manos.

Dándose cuenta de que la otra fuente de placer de su amo se había apartado, La hembra morena decidió redoblar sus esfuerzos para complacer al hombre. Los dedos se cerraron dulcemente sobre sus huevos. Sin abandonar la incomoda posición en la cual su propietario tenía sus glúteos y su raja a plena disposición, se inclinó más hacia delante, de manera que sus redondos pechos se apoyaron sobre el vientre del hombre. Este respondió al estímulo utilizando su otra mano para masajearlos sin ningún miramiento y pellizcar alternativamente los pezones.

Su boca de aumentó el ritmo de la mamada ante la aparente falta de interés del hombre. Utilizó los dientes para morder levemente el válano de manera que cuando subía y bajaba la cabeza sujetaban la piel de la polla y dejaban el glande al descubierto. Su lengua paseaba entonces por el glande hasta encontrar la abertura del mismo e introducirse en él.

En las primeras ocasiones varias sacudidas del hombre la informaron de que estaba disfrutando del servicio. Luego desaparecieron y un fuerte estrujamiento de una de sus tetas la informó de que el hombre se había acostumbrado y quería más. Era una veterana. Sabía que pocas veces aquel hombre se saciaba a la primera.

La mujer morena se esforzó por introducir el bálano totalmente en su garganta para poder darle placer con su propia campanilla y mientras la mujer lo hacía, Mar se había apartado completamente de su amo y sin dejar de arrastrarse había llegado hasta un mueble que se encontraba pegado a la pared.

Una vez allí se giró dando la espalda a su amo que seguía observándola mientras mantenía la presa sobre el culo de su otra servidora. Mar sabía que de espaldas a su dueño era su obligación presentarle todo aquello que estaba a su servicio para obtener de ella el placer que la demandaba, así que alzó todo lo que pudo el culo para mantenerlo bien visible. Era un culo redondo y firme aunque algo caído, pero no dejaba de ser espectacular, mucho más cuando la mujer no dejaba de menearlo a un lado y a otro mientras se encontraba arrodillada abriendo la puerta del mueble.

Siempre has sabido mover el culo. –dijo el hombre observándola- Eso no es nada nuevo.

Cualquier cosa para complaceros, amo – respondió la joven, intentando ganar tiempo. Sabía que si el aquel hombre que disponía plenamente de ella perdía la paciencia su situación empeoraría. Sin dejar de menear su carnoso culo, buscó en la puerta de madera y sirvió sin que el amo lo viera un baso de bebida. Luego lo acomodó entre sus grandes senos y sujetándolos con fuerza se giró hacia su amo y comenzó a reptar hacia él.

El hombre, que a esas alturas tenía la polla instalada en lo más profundo de la garganta de la otra sierva a la que obligaba a persistir en su esfuerzo con ocasionales pellizcos, lanzó una carcajada. La mujer que le daba placer con la boca se apartó un instante para tomar aire y volvió al trabajo. La risa del amo podía significar muchas cosas, pero siempre significaba más placer para él.

Tienes razón, –dijo el hombre- podría usarlas de bandeja o quizás de cenicero

De lo que usted quiera, amo y señor –dijo la joven que ya había llegado de nuevo a los pies de su amo y alzaba sus pechos para que este cogiera el vaso. En el movimiento se derramaron unas gotas. Los ojos del hombre miraron furiosos a su esclava.

¿Así me sirves, inútil? –gritó

Sin mediar una palabra arrancó su polla de la boca de la mujer morena que, como un resorte. cayó de rodillas junto al sillón. Sin levantarse tomó de los pelos a la joven, que aún sujetaba la bebida con sus tetas, y la hizo levantarse y tomo el vaso tendiéndoselo a su otra esclava que lo recogió. Su cuerpo quedó completamente expuesto ante él. La obligó a girarse y comenzó a magrear su culo. La impresionante hembra que también estaba a su servicio seguía arrodillada con la vista fija en el suelo.

Sujetando a Mar por las caderas la hizo descender hasta que su culo quedó a la altura de su tiesa verga. La joven, anticipando lo que se avecinaba soltó por fin sus pechos y con ambas manos se separó las cachas. De nada servía oponerse a las intenciones de aquel hombre que la usaba y obtenía placer de su humillación,. Si iba a ser enculada era mejor facilitar las cosas.

A ver si eres capaz de usar las tetas para algo provechoso. Limpia lo que has tirado- dijo el hombre mientras atrayendo a la joven hacia su verga la obligaba a empalarse en ella-.

Mar sitió la penetración como un taladro que llegara hasta el mismo centro de sus entrañas y comenzó a moverse despacio para dar placer a aquel miembro que imponía su ley sobre ella. La posición era muy incómoda ya que tenía que tener las piernas semiflexionadas para que su culo estuviera a la altura adecuada para que su amo disfrutara de él. A medida que sus movimientos se acompasaban sentía como la polla de su señor crecía en su interior.

Te he dicho que limpies lo que has tirado – le recordó el hombre-

Como gustéis, mi señor – dijo la joven con la voz entrecortada- soy una sucia esclava y merezco un castigo por mi negligencia-.

Dicho esto, sus manos abandonaron las nalgas de las que tomó posesión su señor. Dobló la cintura hacia delante hasta que logró que sus colgantes tetas alcanzaran los zapatos del hombre que había recogido las piernas para facilitar un poco la labor de su esclavas. Empezó a frotar los pechos sobre los zapatos del hombre para limpiar el líquido que había caído sobre ellos. Las manos de su señor se aferraban a su culo como garras obligándola a aumentar el ritmo del enculamiento, mientras su propietario disfrutaba relajadamente sentado de los esfuerzos de su esclava. Pese a ello no parecía demasiado contento.

¿Y tu te vas a quedar ahí sin hacer nada? –le dijo a La mujer morena mientras recogía el vaso de bebida de sus manos-

La mujer ni siquiera contestó. Se arrojó al suelo y se introdujo entre las piernas de Mar. Por ahí reptó hasta que su boca logró alcanzar los huevos de su amo que colgaban más allá del borde del sillón mientras enculaba a la desgraciada joven que seguía aplicando sus tetas a los pies del hombre. Abrió la boca todo lo que pudo y los abarcó con la misma. Al instante comenzó a masajearlos con la lengua y a succionarlos con los labios.

No vuelvas a atreverte a pensar por ti misma –espetó el hombre a su sierva mientras la propinaba un cachete en una de sus maravillosas nalgas- Ya deberías saber que tu cuerpo me pertenece como todo lo demás y que sólo yo puedo decidir sobre él.

Si, amo. Soy vuestra. Ha sido un error imperdonable –Mar aumento el ritmo de su enculamiento, debía hacer todo lo posible para que su propietario disfrutara de su humillación y su castigo. Un chorro de liquido comenzó a caer a a través de sus hombros. El amo estaba arrojando su bebida sobre ella. La joven se apresuró a recogerlo frotando sus tetas sobre los zapatos y las piernas del hombre- No merezco vuestro perdón, pero si me dais otra oportunidad os demostraré que puedo ser la mejor esclava del mundo.

No se si te la mereces –

Uno de los pies del hombre se apoyó en el culo de su esclava y la empujó arrancando la verga de su culo. La sensación fue tan fuerte como cuando había entrado. Al ver la polla de su amo libre, la veterana alzó las manos hacia ella sin abandonar el trabajo que con labios y lengua estaba ejerciendo sobre los huevos. La voz del hombre la hizo detenerse.

Esta maravilla no es para ti –sonrió el hombre- Al menos no en este momento. Aunque no se si esa mala puta se lo merece.

Por favor amo –suplicó la joven, que ya había recompuesto la compostura y se arrodillaba de nuevo frente a los pies de su propietario – Dejadme serviros, dejadme dar placer a vuestra maravillosa polla para borrar mis errores.

El hombre se inclinó un poco hacia delante y cogió las dos perfectas tetas de su servidora. La estrujo con fuerza. Mar aguanto inmutable y luego llevó sus manos a sus pechos para aplicarlos sobre el miembro de su amo. Comenzó a masajearlo. El amo se relajó un poco pero no soltó uno de los pezones.

Utiliza los pezones como dios manda ¿Es que no te he enseñado nada?

La chica aplicó el pezón que estaba libre de la presa de su señor al glande y comenzó a frotarlo. El hombre cruzó las piernas por detrás de la espalda de su arrodillada servidora y comenzó a marcarle el ritmo con los talones. Cada vez que Mar sentía que el talón de su amo se clavaba en uno de sus gluteos apretaba más su pezón contra el glande y frotaba con más fuerza. La hembra morena seguía trabajando en los cojones del hombre con la boca. Sabiendo que se acercaba el momento, comenzó a mordisquearlos suavemente al tiempo que los lamía.

La corrido llegó lentamente y el hombre casi ni se inmuto al experimentarla, pero causo un efecto demoledor en las dos esclavas. Mar se apresuró a juntar sus tetas para recibir en ellas todo el semen, que fue lamiendo y tragando a medida que llegaba, mientras que Andrea sin abandonar su posición bajo las piernas del amo comenzó a lamer la tranca para limpiarla desde la base hasta el glande y dejarla reluciente. Sus manos acariciaban los huevos de su señor.

El hombre se levantó y la hembra del corsé y las botas altas se apresuró a introducirse la polla completamente en la boca para terminar de limpiarla. Una vez hubo acabado la volvió a meter en el calzoncillo y besó el paquete. Mar permanecía arrodillada ante el hombre como una completa penitente que espera su castigo.

La veterana se alzó y ayudó a su dueño a desprenderse de los pantalones, manchados de bebida y semen, así como de la camisa, de los zapatos y de los calcetines. Luego le acercó una especie de fino albornoz.

Realmente mereces que no vuelva a follarte, mala perra –dijo mirando hacia abajo mientras se anudaba el cinturón del albornoz-

Eso no, mi amo, os lo imploro –se quejó Mar sin levantar la silla del suelo- Hacedme lo que queráis, pero por favor no dejéis de usarme para vuestro placer.

Me ha gustado encularte –contestó el hombre mientras acariciaba la larga cabellera de su otra propiedad que, de nuevo, volvía a estar arrodillada junto a él como una mascota- Por esta vez te perdonaré. Pero añadiré el coste de tu operación a tu deuda

¿Cómo gustéis mi señor? –por primera vez la joven pareció relajarse- ¿Me da su permiso para ausentarme?

El hombre hizo un displicente gesto con la mono y la mujer comenzó a arrastrarse por el salón en dirección a la puerta a través de la que Flavio había seguido toda la escena. Antes de alejarse besó los pies del hombre y a mitad de camino se giró para mostrarle el culo.

Si, menea el culo, perra – dijo el hombre riendo- Si no fuera por esa maravilla es probable que ya no te tuviera a mi servicio-

Mar alzó un poco más su portentoso trasero. Sabía que con ello se arriesgaba a que el amo quisiera volver a empezar a disfrutar de él. No hubiera sido la primera vez. Pero no podía dejar de hacer algo que estaba encaminado al placer de aquel hombre que exigía de ella que ese fuera su único objetivo en la vida.

Ya con el rostro en dirección a la puerta terminó su camino y, tras abrir la puerta sin alzarse, abandonó la estancia.

Flavia la vio pasar. Su expresión era algo triste, pero había más alivio que tristeza. No lloraba.

  • Haz entrar a nuestra invitada, Andrea –se escuchó la voz del hombre- Es probable que se esté aburriendo ahí fuera.

Al observar el magnífico culo de la mujer que se alejaba hacia la puerta, el hombre no pudo evitar excitarse de nuevo. Andrea le pertenecía por completo y eso era algo que no podía cambiarse, pero hubo un día que ese majestuoso cuerpo creyó ser libre. Hubo un día en el que él decidió hacerlo suyo. Mientras esperaba que la hembra destinada a ser su más reciente propiedad acudiera a su presencia, recordó como fue la consecución, la doma y el sometimiento de Andrea, su más sumisa y preciada servidora.