La Reconstrucción de Andrea (08)

Andrea prosigue recordando los primeros servicios que le exigió su propietario. Recuerda como era "la cuadra" de esclavas de su señor.

Resultó que los pisos estaban conectados por una escalera interior que ella desconocía. Durante dos años aquella puerta cerrada había sido un cuarto que se reservaba el casero. Ahora comprendía el motivo.

La cocina estaba en el segundo y a ella se encaminaron las dos jóvenes. Marisa caminaba en silencio, pero Andrea sabía que mantenía los privilegios de hablar con ella.

¿Por qué esos apodos si luego nos tendrá como quiera y nos obligara a servirle de todas las maneras?

No son apodos. Nuestros nombres de esclava exigen de nosotras un esfuerzo especial. El nos ha adquirido porque consideraba que ciertas partes de nuestro cuerpo estaban bien preparadas para darle servicio, para causarle placer. Él espera, exige, de nosotras no sólo obediencia y sumisión para cumplir sus deseos en cuanto los pronuncie, sino complacencia, que nos esforcemos en ofrecerle lo mejor.

Para eso están nuestros nombres de esclavas. Debemos ser obedientes con todo. Si quiere encularnos, poner el culo, si quiere follarnos abrirnos de piernas al instante, si quiere una mamada chupar hasta que su polla esté reluciente, si quiere una paja o cualquier otra cosa no descansar hasta que esté satisfecho y nos permita hacerlo. Si quiere golpearnos lo hará y le daremos las gracias, pero cuando reclame los servicios de su Culazo, su Coñete, su Chupa o su Tetazas recibirá más que sumisión, recibirá complacencia.

Exige que seamos originales, que busquemos nuevas maneras de servirle, de provocar sus corridas. Que pensemos en como usar lo que el considera mejor para darle el mejor servicio. Si lo hacemos recibimos la recompensa de su esperma en el rostro y una caricia como se gratifica a una perra, si no lo hacemos recibimos su castigo. Somos sus esclavas, tiene derecho a exigirnos que pensemos en ello continuamente.

Andrea se quedó helada. Su propietario no sólo las consideraba objetos que podía utilizar en la forma en que quería y sobre las que podía eyacular cuando quisiera. Las consideraba animales que debían responder a su amaestramiento y además debían comportarse como putas agradecidas que recompensaran a su amo con el mejor de los servicios posibles. Era una forma de humillación completa en la que él obtenía todos los placeres y ellas ningún consuelo.

Pasaron por delante de una estancia completamente vacía que ocupaba todo el cuarto piso. Las paredes y los techos estaban pintados de blanco y tan sólo había una televisor en el centro de la estancia.

Cuando llegaron a la cocina Marisa le indicó donde podía encontrar los útiles principales de cocina. Todo estaba troceado en la proporción adecuada. Las verduras, las carnes y todos los alimentos estaban cortados en diferentes formatos para cubrir todos sus posibles usos.

No hay cuchillos ni objetos punzantes en toda la casa - respondió Marisa a la muda pregunta de Andrea- No es que tenga miedo de que le matemos. Acabaría con cualquiera de nosotras de un golpe, aunque no lo creas. Tiene miedo de que nos de por estropearnos. Tiene que aprovechar sus inversiones.

¿Por qué el amo no tenía un coño?

Era algo que le daba vueltas en la cabeza desde que había prestado su último servicio. Era raro que no dispusiera de una esclava que aportara ese elemento tan connatural a la naturaleza del servicio.

Tuvo su Conejo. Se llamaba Gema. Hasta que escapó.

Pero dijiste que...

No lo logró. Ahora está en el sótano, la pobre.

¿Que clase de tortura estaría soportando esa mujer para que otra que tenía que lamer la polla de su amo en público y servirle con sus tetas en plena calle, se refiriera a ella como "la pobre"?

Mientras Andrea asimilaba su nueva condición de coñete esclavo de su dueño, este estaba solo en su habitación. Había mandado a todas sus esclavas a realizar tareas. Quería estar sólo. Siempre le gustaba que alguna de sus hembras estuviera junto a él dispuesta a servirle, pero ahora quería atesorar el recuerdo de Andrea. Su polla aún se mantenía tiesa y cuando comenzó a repasar los servicios que la joven le había proporcionado, cualquiera de ellos era extremadamente satisfactorio, sobre todo el de la escalera. Recordar ese culo bajo sus huevos era casi mejor que haberlo frotado con la verga hasta correrse. Pero lo que no podía apartar de su recuerdo, lo que quería atesorar era la expresión de la joven cuando se corrió en la bañera. Aquella expresión de placer. Iba a conseguir que la repitiera cada vez que estuviera cerca de él, cada vez que la tomara, cada vez que la follara.

Hizo sonar el timbre de llamada y casi al instante aparecieron dos de sus esclavas. Gloria y Chupa se arrodillaron frente a él esperando órdenes.

¿Donde está Tetazas? –ninguna de las jóvenes respondió. El avanzó un pie hasta Chupa y esta lo besó. Habiendo obtenido el permiso para hablar contestó a la pregunta de su amo.

Está preparando la mesa para la cena, como le ordenaste, mi señor.

Se dio por satisfecho con la contestación y las indicó que quería vestirse. Chupa se encargó de bajarle los pantalones y los calzoncillos. En cuanto el miembro de su amo estuvo libre ella lo protegió con su boca. No succionaba ni chupaba, se limitaba a mantener la polla dentro de su boca mientras, sin mirar quitaba los pantalones y los calzoncillos a su dueño. Él no hizo ademán alguno de utilizar a la joven. Su hembra estaba protegiendo el miembro que regía su vida. De momento era suficiente.

Gloria le quitó la camisa. El pelo de la mujer caía sobre los hombros de su señor. Le besó la espalda en varias ocasiones y frotó sus pechos contra él, que echo los brazos hacia atrás y la sujetó por el culo apoyándola contra su cuerpo. Ante el requerimiento de más actividad, ella frotó el coño contra el culo de su propietario, dejó caer la camisa y deslizó ambas manos por delante de sus piernas para sujetar sus huevos. Chupa, percibió el movimiento, y comenzó a lamer el glande de la polla que reposaba dentro de su boca.

Tranquilas, Tranquilas –concedió, el hombre, dejando a Gloria que se separara.- No sabéis estar un instante sin servir a mi polla.

Así es, dueño y señor –respondió Gloria, frotando una vez más sus tetas contra el amo.

Completamente desnudo y con la verga reposando en la garganta de Chupa, el hombre esperó a que Gloria comenzara a vestirle. Le puso una camisa amplia de seda azul clara. Chupa comenzó a meter las perneras de los pantalones a juego por los pies sin sacarse la tranca de la boca. Cuando hubo de subir los pantalones soltó el miembro y lo introdujo dentro de la prenda. Una vez guardado dio un último beso al paquete.

Permaneció arrodillada y Gloria se situó junto a ella e introdujo en los pies el calzado del hombre.

Hoy tenemos visita, así que debe estar todo reluciente.

Las esclavas sabían perfectamente cual era su próximo cometido. Comenzaron a lamer los zapatos, al tiempo que se sujetaban las tetas y las colocaban alrededor del pie. Los lametazos se producían de forma sincrónica, fruto de las veces que habían servido así a su señor.

Al unísono se alzaron y comenzaron a cabalgar con sus coños sobre ambos pies para sacar brillo al calzado. El hombre lanzó sus manos hacia abajo y sujetó una teta de cada una, estrujándolas con fuerza. Ellas prosiguieron su labor, con los rostros pegados al paquete de su propietario. A lo mejor quería una mamada y era mejor estar prevenidas. Alternativamente besaban el paquete siempre duro que las oprimía y que las utilizaba sin descanso.

Tú vete –dijo a Gloria- será mejor que vayas preparándote para la cena -.

La muchacha obedeció y se marchó arrastrándose por el suelo hasta que desapareció de la vista de su amo. Chupa se quedó en la misma posición, aunque se apretó contra la pierna del hombre que agradeció la muestra de sumisión retorciendo brutalmente uno de sus pezones.

¿Tienes ganas de tenerla en tu garganta?

La chica no respondió. Se limitó a sujetar la cinta del pantalón con los dientes y tirar hasta que se desató. La vestidura cayó a los pies del hombre y el miembro golpeó a Chupa en la cara. La joven, sometida aún a la férrea presa de las manos de su señor sobre su espléndida teta, comenzó a excitar la polla del hombre. Chupa era la única de las domesticas cuyo uniforme escondía parcialmente sus pechos. Incluso Marisa era obligada por el amo a llevar un corsé que sujetaba sus tetas sin esconderlas, pero Chupa lucía una especie de top ceñido que mantenía su busto firme y cubierto hasta la mitad. Era la forma en la que su propietario quería "rediseñar" las tetas de su esclava, como él decía. En los meses que llevaba a su servicio lo había logrado parcialmente, dotándolas de una redondez que no habían tenido antes, como precio a agradar a su señor, la joven sufría la constante presión de la prenda que en muchos momentos la cortaba la respiración, especialmente cuando estaba dando servicio al hombre.

La muchacha llevó las manos a su espalda y comenzó a desabrochar la prenda. La presión del hombre sobre su teta había pasado a una dolorosa pinza sobre el pezón debajo de la ropa. Estaba claro que el amo quería libre acceso a las tetas de Chupa, para complementar su trabajo con la boca. Había adquirido una práctica inaudita en llevar a cabo esa operación sin dejar de dar gusto a su dueño. Desde que cayera en manos de aquel hombre, había pasado media vida con su tranca en la boca, tragando su semen.

El amo miró hacia abajo y sonrió mientras la joven comenzaba a aplicar, ya sin el top, sus tetas a los huevos de su señor para completar el servicio.

En muchos aspectos ella era su mejor creación. Había conseguido con el cúmulo de humillaciones que había arrojado sobre ella una sumisión absoluta. Todas sus siervas eran iguales en ese sentido. En ningún momento pasaba por su cabeza desobedecer, pero Chupa había alcanzado un grado más de refinamiento. Ella intentaba agradar para sentirse mujer. Había limitado mucho la utilización de su coño y de su culo. No es que no le parecieran atractivos, muy al contrario, le resultaban hermosos y apetecibles, pero había realizado con ella un experimento.

Chupa se había llegado a sentir en constante peligro porque creía lo que, sin duda, consideró al principio como una suerte, se había vuelto contra ella. Era poco follada y raras veces la tranca de su amo se albergaba en su redondo y hermoso culo. Al principio era una bendición, pero cuando empezó a ver cual era el destino de las que no lograban excitar permanentemente esa exigente polla comenzó a temer por su destino.

Además, las otras domésticas, la consideraban una privilegiada. Para ellas, cuya boca era sólo uno de los puntos de entrada de la tranca de su amo antes de servicios mucho más completos, que Chupa sólo sirviera de esa forma al dueño la colocaba en una situación de privilegio.

Así, el hombre que ahora comenzaba a menear rítmicamente la verga dentro de la boca de la joven, había conseguido que cada servicio de su mamona favorita fuera una súplica. Una suplica de que la penetrara, de que la follara por delante y por detrás. La chica había ideado formas realmente impresionantes de excitar a su amo con la boca en un intento de lograr que no pudiera resistirse a poseerla de otra forma. Así ganaría la comprensión de sus compañeras y aseguraría su futura supervivencia al estar segura de que su amo se sentía completamente satisfecho cada vez que la utilizaba.

El hombre volvió a sonreír al encontrar los ojos de Chupa atisbando hacía arriba para ver si el amo se excitaba con su trabajo. Había iniciado una de las mamadas que más gustaban a su señor. Con los dientes sujetaba débilmente el glande dentro de sus labios, mientras la lengua paseaba una y otra vez por la piel del prepucio. Con las tetas masajeaba los huevos y el resto del cipote. Era perfecto para él, que sentía varios puntos de placer a la vez en esta forma de mamada. Estuvo a punto de correrse cuando la joven llevaba diez minutos realizando su chupar rítmico y constante, pero se contuvo. Tuvo un ligero sentimiento de lástima por aquella muchacha que tanto hacía por complacerle sin recibir el premio ansiado, que no era otro que darle más satisfacción.

Sacó la tranca de la boca de su sierva y esta la persiguió con avidez arrastrándose por el suelo y con las tetas aún sujetas con las manos para volver a albergar el paquete de su amo.

Puedo hacerlo de otra forma que os reportara mucho placer. Por favor, no me castiguéis. Haré que os corráis en mi boca. Os lo prometo.

El hombre se inclinó sobre ella y le acarició las tetas que le ofrecía. Restregó la verga contra ellas y luego ordenó a su hembra que le guardara de nuevo la polla. Mientras lo hacía, varias lagrimas resbalaron por sus mejillas- Ella las enjugó en el pantalón al tiempo que besaba el paquete, ya recogido en el pantalón, pero aún duro.

¿Cómo te llamas? - preguntó el amo –

La pregunta pilló por sorpresa a la joven que dudó un instante antes de contestar. A lo mejor su dueño pretendía castigarla por haber hablado. Hacía tiempo que había dejado muy claro a la joven que ella tenía la boca para chuparle la polla y no para otra cosa. No sabía que contestar. Era posible que realmente la pregunta fuera sólo eso y no escondiera una promesa de un nuevo castigo y una humillación más.

Soy Chupa - dijo, al fin - Tengo la boca para daros placer y lo único que puede entrar en ella es el miembro de mi amo.

Eso ya lo sé - dijo el hombre sin alterarse - Quiero saber tu nombre.

Inmaculada

Parece apropiado. No te preocupes Inma. Dentro de un rato, cuando me bañe. Recompensaré tus esfuerzos. Ahora vete y dile a Gloria que prepare el baño.

Sí señor.