La Receta

Una amiga arqueóloga encontró una antigua receta maya y me pidió que la investigara. El resultado fue extraordinario.

La Receta

Capítulo 1.

Isabel, la mejor amiga de mi pareja Paula era antropóloga y había descubierto una tumba Maya original, en la que había un montón de objetos raros, entre los cuales se contaban esqueletos de muchos animales, así como envases con lo que parecían pócimas, ya secas por supuesto.

Como soy profesor de Química Orgánica en la universidad local, ella había decidido enviarme todos los envases, así como lo que parecían algunas recetas escritas en un tipo de pergamino. El problema era que apenas se estaba empezando a descifrar el lenguaje Maya y no sabíamos interpretar lo que estaba escrito ahí.

La idea de Isabel era que, haciendo un análisis químico de los restos dentro de los envases, podríamos intentar determinar los elementos que contenían y de allí, deducir la formulación correspondiente. ¡Algo así como averiguar cómo se hace un pastel, a partir de los restos!

Desde luego que era muy difícil; pero si teníamos éxito, aunque fuese parcialmente, por lo menos saldría un montón  de publicaciones que servirían para impulsar mi carrera. O quizás hasta descubriríamos la receta de una torta maya que se pondría de moda en todos los restaurantes.

Al comienzo descubrimos numerosos componentes relativamente fáciles, como por ejemplo, los restos de las semillas de numerosas especies típicas de la región. Luego deducimos la presencia de sangre de varios animales, que junto con el análisis de los huesos, resultó de la fauna típica del lugar: ardillas, pájaros, conejos, murciélagos, etc.

También había restos de diferentes partes de dichos animales, como ojos, uñas, pezuñas, pelos, etc. No había duda alguna, nos habíamos topado con la tumba de una hechicera. Y digo que era “una” porque los huesos del cadáver indicaron que era una mujer.

Poco a poco empezamos a intentar relacionar las “recetas” con lo encontrado. Por ejemplo, había un símbolo que recordaba un murciélago y al lado había el símbolo correspondiente al número 2. Obviamente la receta requería 2 murciélagos. Luego descubrimos que no era todo el animal, porque había otro símbolo correspondiente a una oreja. Entonces, la receta requería 2 orejas de murciélago.

Así fueron pasando los meses y poco a poco fuimos reconstruyendo las “recetas” siendo que la mayoría parecían menjurjes diversos, típicos de los curanderos que aún hoy en día se consiguen en la región. La más evidente era una receta para dormir que utilizaba hojas de manzanilla y tilo.

Había una fórmula, sin embargo, que se negaba a aflojar sus secretos. Había dos o tres ingredientes que no habíamos logrado dar con ellos. Ninguno de los símbolos parecía decir nada y los resultados de los exámenes de dna de los restos, no mostraron equivalencia con ninguna planta conocida.

Finalmente, el mes pasado Isabel había encontrado una pista. Un día conoció una anciana en un lejano lugar de las montañas de Guatemala, que reconoció los símbolos misteriosos y que se había reído mucho de Isabel cuando ésta se los mostró, aunque nunca le dijo la razón. En cualquier caso, la anciana recogió unas yerbas y se las entregó a Isabel, diciéndole que esos eran los ingredientes a los que se referían los símbolos. Isabel le preguntó para qué servían, pero nuevamente ella se rió y le dijo que ya vería los efectos.

Las yerbas eran indistinguibles de las millones de otras,que se encuentran en las selvas de Guatemala. Ella trató de que unos botánicos especialistas le dijeran qué eran, pero ellos opinaron que parecían de una especie desconocida. Isabel les entregó una parte de las yerbas a ellos y me envió la otra parte a mí.

“Mientras los botánicos averiguan, nosotros también podemos ir probando”, me escribió Isabel, así que yo había decidido empezar a experimentar con las nuevas yerbas

Capítulo 2.

La tarde del jueves decidí comenzar. Primero corté una pequeña parte de una de las yerbas y junto con los símbolos que ya conocía, por ejemplo los símbolos de  “machacar”, “agua” y “fuego”, empecé a hacer una especie de té.

Pero entonces pensé que con sólo una yerba la cosa no iba a funcionar, porque si estaban tres símbolos desconocidos en la receta y yo tenía tres yerbas distintas ¿por qué iba yo a preparar algo con una sola?

Así pues, añadí las otras dos yerbas al agua y la herví por unos 10 minutos en una cámara cerrada para evitar que cualquier vapor venenoso se escapara y me hiciera daño. Al final obtuve un líquido oscuro, como un té fuerte.

Tomé una muestra y la llevé al espectrómetro para determinar qué tipo de componentes había.

El resultado era más o menos el esperado: numerosas cadenas de aminoácidos, probablemente proteínas más o menos conocidas, así como algunos minerales. Nada que pareciera sospechoso.

Luego llené un pequeño frasco con una muestra para dársela a una de mis estudiantes para que hiciera un análisis químico más minucioso.

Finalmente, me dirigí al laboratorio de biología y pedí dos ratones vivos. Me dieron un macho y una hembra y suficiente comida para cuatro días. Hoy era jueves y pensaba devolverlos el lunes (si no se morían, claro).

Me traje mis ratoncitos y metí al macho dentro de la cámara cerrada con el “té mágico”, como empecé a llamarlo. Destapé el envase y con la mano enguantada empujé los vapores hacia el ratoncito, al que llamé Iván.

-Vamos Iván, haz algo por mí y no vayas a morirte- le pedí.

Iván olió los vapores y luego siguió explorando la pequeña jaula donde estaba, sin mostrar ningún cambio de comportamiento.

Dejé a Iván en la cámara y me fui a mi escritorio a trabajar en otro proyecto. Luego de una hora regresé al laboratorio y  pude ver que Iván seguía bien, por lo que decidí pasar al segundo nivel.

Con una pipeta, tomé un poco del té mágico y se lo ofrecí a Iván, que primero lo olió y luego decidió que le gustaba.

-Un buen signo, por lo menos no sabe desagradable- pensé.

Después de beberse las dos o tres gotas del té mágico que le ofrecí, Iván volvió a caminar por su jaula sin cambios. Igual decidí volver a esperar otra hora a ver, saliendo nuevamente del laboratorio.

Mientras preparaba la clase de mañana, comencé a pensar en mi pareja Paula. En este momento nuestra relación estaba un poco tensa pues ella se estaba preparando para presentar su tesis doctoral  y no hacía más que estudiar, escribir y gruñirme a mí, cada vez que yo me aproximaba con intenciones de hacer el amor. El caso es que llevábamos 6 meses en los que habíamos hecho el amor ¿3 veces?

Por supuesto que yo la entendía perfectamente, pero eso no aliviaba en nada la situación. A los 30 años no me era fácil pasar varias semanas de abstinencia y menos si tu pareja anda en la casa con unos cortos shorts, una camisa de algodón y sin sostén. Sus deliciosas tetas moviéndose libremente debajo de la camisa…

Apenas pensé en eso, comencé a tener una erección, pero inmediatamente me arrepentí, no quería llegar a la casa todo alborotado y encontrarme de nuevo con que ella estaba de mal humor porque no encontraba la cita bibliográfica adecuada o por cualquier otra tontería relacionada con su trabajo.

Así pues, me concentré en mi trabajo y al cabo de la hora volví al laboratorio  pudiendo ver que Iván continuaba perfectamente. Así pues lo devolví a la jaula grande, junto con la otra ratoncita a la que llamé “Beatriz”. Inmediatamente ésta empezó a olisquearlo, pero nada más. Yo regresé a la cámara cerrada mucho más confidente de que el “té mágico” no era venenoso, pero cuando iba a guardar todo, tuve un momento de debilidad y decidí olerlo.

-¿Qué más voy a esperar?- pensé -Seguramente es sólo otra versión de té medicinal como los miles de bebedizos que hacen los hechiceros de todas partes del mundo-

Levanté el vidrio de la cámara y me acerqué a la cara elmatraz con el té. Lo destapé y con la mano empujé los vapores hacia mi.

Inmediatamente un agradable olor dulzón incidió en mi nariz.

-Hueles bien, té mágico. A lo mejor no eres un té medicinal sino un perfume- pensé.

Volví a olerlo y luego, cediendo a un impulso repentino, me acerqué el matraz a los labios y lo probé. Solamente un poco, apenas para sentir el sabor.

-Mmmm. También tienes buen sabor. Quizás eres una salsa para espaguetis, jajaja. No, los Mayas no comían espaguetis, eres... ¡una salsa para el pescado!-

Volví a colocar el matraz en una esquina de la cámara. Luego hice una nueva entrada en el libro donde llevaba toda la información, haciendo referencia a las agradables características de olor y sabor.

Por último, pasé a despedirme de Iván y Beatriz, que para mi sorpresa estaban copulando enérgicamente.

-Bien por ti Iván. A mí, en cambio, seguramente me espera otra noche de abstinencia- le dije un poco triste a mi ratoncito.

Regresé a mi escritorio y volví a la preparación de la clase, pero inmediatamente me vino a la cabeza la cópula de Iván y Beatriz y sentí como mi miembro reaccionaba.

-Coño, es lo que faltaba- pensé -Estoy tan jodido que veo unos ratones tirando y me excito. Jajaja-

Me acomodé el miembro en el pantalón y seguí trabajando.

Pero por alguna razón, seguía inquieto… y mi miembro seguía duro. Volví a acomodarlo. Me lo puse para el lado derecho (que no es mi lado natural), luego lo volví a poner en el izquierdo.

La verdad era que me estaba sintiendo muy excitado y la movedera del miembro de un lado a otro, no estaba ayudando mucho.

Finalmente, decidí sacármelo a ver si era que tenía alguna irritación o algo así. Pero primero me paré y me aseguré que la puerta de la oficina estuviese cerrada, luego me senté, me abrí el pantalón y me saqué el güevo. Pero no podía ver nada, así que me levanté y me bajé el pantalón y los interiores para verme mejor.

La verdad era que lo tenía en su máxima dureza y lo que me provocaba era acariciármelo. Me lo agarré con la mano y le bajé el prepucio para ver la cabeza, notando que estaba furiosamente roja, pero aparte de eso no mostraba ningún signo de irritación. Subí la mano otra vez… y la volví a bajar.

-Mmmm- pensé -No tengo nada raro, pero esto se siente de muy rico-

Y volví a subir y a bajar la mano. Todas las venas las tenía brotadas de tan duro que lo tenía.

Y comencé a masturbarme.

-No puede ser que me esté masturbando en mi oficina a las 3 de la tarde. Parezco un adolescente excitado-

Pero la verdad era que lo necesitaba, mi cuerpo ardía y tenía que aliviarme.

Me recosté en la silla y comencé a pensar mientras me masturbaba. Primero recordé brevemente los ratoncitos tirando. Luego me vinieron a mi mente mis alumnas, que estaban tan buenas… a algunas les encantaba sentarse en frente con minifalda para provocarme. Y yo hacía lo imposible por no mirar.

Luego pensé en Isabel, que también tenía lo suyo, y que venía mañana a visitarnos y a ver los resultados de los experimentos. ¡Cómo me encantaría cogérmela!. No podía claro, pero ahora haciéndome la paja, podía imaginármela desnuda…

Después, pensé en las tetas de Paula moviéndose libres bajo la delgada franela... los pezones duros… aceleré los movimientos de mi mano… ¡y exploté!

En el último instante tuve la presencia de ánimo de apuntar hacia adelante y no hacia mi. El primer chorro de semen salió disparado cayendo en el escritorio, el segundo cayó a su lado, pero los siguientes no alcanzaron el escritorio y cayeron al suelo delante de mí.

Recostado en la silla y mientras mi respiración se tranquilizaba, me miré el güevo que empezaba a aflojarse.

-¿Qué mosca me habrá picado para hacer esto?- pensé -¡Wow! Hacerme la paja a las4 de la tarde en la oficina. Eso estuvo bastante loco-

Finalmente, casi recuperado, me subí los pantalones, revisándome que no hubiese caído nada en mi ropa. Luego fui al baño auxiliar que tenía en mi oficina (ventajas de ser jefe), tomé un montón de toallas de papel, mojé un par con agua y limpié cuidadosamente el escritorio y el piso.

Después de arreglar todo, regresé a mi escritorio y traté de trabajar otra vez, pero estaba demasiado distraído. A pesar de haberme “aliviado” las imágenes sensuales seguían en mi mente: las alumnas, Isabel, Paula… Nada, no podía seguir trabajando. Lo más loco era que volví a sentir como que el güevo estaba empezando a ponérseme duro otra vez.

-¿Será posible?- pensé -¿Me acabo de hacer la paja y ya estoy otra vez excitado?-

En vista de que no podía trabajar decidí irme a la casa. Así que recogí todo, minimicé el computador y salí al laboratorio. Al pasar por al lado de la jaula de los ratoncitos, vi que otra vez estaban copulado.

-Vaya Iván ¿tú como que estás igualmente excitado como yo? ¿No te bastó la vez anterior? Jajaja-

Capítulo 3.

Llegué a la casa como a las 6pm y como siempre, Paula estaba sentada frente a su escritorio lleno de papeles, libros, dos pantallas de computadoras, etc. ¡Incluso había papeles en el piso!

-Hola, mi amor- le dije acercándome.

-Hmmm- me contestó distraída, sin volverse.

Me dio la impresión que esta noche me volvería a tocar una cena fría y una cama igualmente fría. Esto último era especialmente grave porque por todo el trayecto en el metro había seguido teniendo imágenes sensuales y mi miembro había estado erecto casi todo el tiempo.

Igual me le acerqué, me incliné y le di un beso en la mejilla desde atrás, mientras ella seguía leyendo en la pantalla.

Cuando la besé, sin embargo, algo pasó porque ella se estremeció ligeramente.

-Seguramente un escalofrío. Qué raro porque no hace nada de frío- pensé.

Ella entonces se volteó a verme con algo de confusión en la mirada y me saludó como si me viera por primera vez:

-Hola…- dijo con un tono de voz… raro.

-¿Has trabajado mucho?- le pregunté parado todavía detrás de ella y manteniendo mis manos en sus hombros, sobre la misma franela de algodón de esta mañana. No pude evitar mirarle las tetas y recordar las imágenes con que me había masturbado esta tarde.

-Tienes un olor raro…- me dijo.

Por un momento tuve el temor que no me hubiese limpiado bien y ella hubiese olido algo de mi semen que me hubiese caído en algún lado.

-¿Un olor raro?- le pregunté nervioso.

-Si… ven acá otra vez- me dijo halándome para que me agachara de nuevo a besarla.

Yo hice lo que me pedía y volví a besarla en la mejilla. Ella entonces acercó su cara en mi cuello y me olió.

-Si… definitivamente tienes un olor…-

-¿Huelo mal?-

-No, no, al contrario. Es un olor muy agradable… ¿te echaste algún perfume?-

-¿Perfume? No, no me he echado nada-

Ella seguía oliéndome y de pronto sentí su lengua deslizándose por mi cuello.

-Hmmm… Si, me gusta… No es algo que conozca… es como dulce, pero al mismo tiempo…-

Para mi sorpresa, Paula estaba de pronto buscando mi boca.

Mientras ella giraba en la silla para voltearse hacia mí, comenzamos a besarnos. Sus brazos buscando abrazarme, mientras yo me agachaba más para que ella pudiera alcanzarme.

Sin saber qué hacer con las manos o más bien sabiendo lo qué quería hacer, puse mi mano derecha en su teta derecha, descubriendo para mi placer que tenía el pezón duro y deseoso de caricias.

El beso se fue haciendo más y más profundo, nuestras lenguas danzaban una alrededor de la otra, primero en mi boca y luego dentro de la de ella, al tiempo que la respiración se nos iba acelerando.

Yo entonces le halé la franela para quitársela y ella se dejó, separándose de mí sólo lo suficiente para sacársela por la cabeza.

Después yo traté de volver a agacharme para seguirla besando, pero ella tenía toda su atención en mi pantalón, aflojándome la correa y bajándome la bragueta. Una vez logrado su propósito, me bajó el pantalón y los interiores de un solo tirón, con lo que mi güevo saltó prácticamente en su cara.

-¡Oh Dios… qué grande está- dijo mirándolo con deseo e inmediatamente se lo metió en la boca.

-Mmmm- gemí con delicia. Todo el camino desde la oficina lo había tenido duro y ahora por fin, me lo acariciaban. El placer fue tan grande que casi acabo inmediatamente y tuve que hacer un esfuerzo importante para contenerme.

Intenté pensar en los exámenes que tenía que corregir o en los informes que tenía que hacer y logré que pasara el primer impulso de acabar. Aún cuando Paula se aplicaba con sus caricias tragándome hasta llegar a su garganta.

-Mmmm… siii…- volví a gemir.

Pero entonces ella se lo sacó, me miró con una cara de lujuria que no ponía en años y levantándose de la silla, se agarró los pantalones y las pantaletas y se los bajó a la rodilla. Luego se volteó hacia el escritorio ofreciéndome el culo.

-Vamos- me dijo con voz ronca -Métemelo ahora mismo-

Yo estaba sorprendido, ella nunca era tan directa. Pero no me iba a quejar, así que me acomodé detrás de ella, me agarré el güevo y lo apunté a su vulva.

Primero lo deslicé a todo lo largo, mojando la cabeza con la abundante lubricación que tenía.

Ella se dobló más en el escritorio al tiempo que empujaba el cuerpo hacia atrás justo en el momento en que la cabeza del güevo estaba en la entrada de la vagina. Con su movimiento hacia atrás y la presión mía hacia adelante, el güevo le entró profundamente.

-Uuuurggh- gimió Paula cuando le llegó hasta el fondo de su cuerpo.

Por un momento me quedé estático disfrutando del calor de su vientre abrazando mi güevo.

Pero ella no estaba para juegos y comenzó a mover el culo para los lados para animarme, así que poniéndole las manos en las caderas para empezar a cogérmela en serio.

-Uuuurggh- volvió a gemir cuando después de retroceder un poco volví a meterlo hasta que mis caderas chocaron con su culo.

-Plaff-

Otra vez hacia atras y adelante y

-Plaff, uuurgghh-

-Plaff, uuurgghh-

-Plaff, uuurgghh-

Así seguimos por unos minutos y yo volví nuevamente a preocuparme por mi aguante. El placer era abrumador y sus gemidos y el movimiento de sus caderas, no hacían sino aumentar con el paso del tiempo.

-Uurgh… creeeo que… voy… a.. a… acabar… prontooo..- dijo Paula de repente.

Yo me sorprendí porque usualmente ella nunca alcanzaba el orgasmo tan pronto, pero igual me alegré, porque yo también estaba apenas resistiendo.

-UUUURRRRGGGGHHHH- gimió una última vez, al tiempo que se doblaba aún más para hacer que mi güevo le llegara más adentro, al mismo tiempo que empezaban los espasmos de un poderoso orgasmo. Sus músculos vaginales comenzaron a presionarme rítmicamente y sus piernas amenazaron con fallarle, por lo que dejó caer completamente su torso sobre el escritorio mientras el orgasmo le recorría todo el cuerpo.

Yo no me resistí más y la seguí inmediatamente, empujando todavía más adentro con toda mis fuerzas. Una explosión en mis bolas me anunció mi propio orgasmo y así empecé a vaciarme dentro de su vientre.

Por un tiempo permanecimos así. Ella doblada contra el escritorio y yo detrás, sujetándola por las caderas. Finalmente, y mientras mi güevo empezaba a desinflarse, ella volvió a revivir diciéndome:

-Espérate. No me lo saques todavía para que no se salga todo- me dijo refiriéndose  al abundante semen que le había depositado dentro.

Entonces se agarró las pantaletas, comenzó a subírselas y cuando estaba a la altura de mi güevo me dijo:

-Ahora-

Yo se lo saqué y ella inmediatamente se las puso.

-Déjame ir un momento al baño- me dijo con un anuncio un poco anticlimático, que arregló dándome un beso de despedida en los labios.

Mas tarde cenamos normalmente, como si nada hubiese sucedido, aunque quizás en un ambiente más distendido que en las últimas semanas ¿satisfechos los dos?

Después de recoger todo, yo me fui a ver la TV, esa noche había un partido interesante, mientras que ella se volvió a trabajar un rato más en su tesis. Al poco rato, sin embargo, ell vino al salón de TV, sentándose en el sofá a mi lado.

-No me pude concentrar mucho, así que finalmente lo dejé- me dijo con una suave y cariñosa voz.

-Que raro- le dije -siempre puedes hacerlo-

-Si, pero hoy es un día raro-

-¿Si? ¿Porqué?-

-Jajaja. No sé, dime tú. Un hombre perfectamente conocido sale en la mañana de mi casa y regresa otro distinto-

-¿Distinto? ¿Cómo distinto?-

-La verdad es que no sé cómo explicarlo. Por fuera estás igual- me dijo levantándose y sentándose en mis piernas, mientras yo me acomodaba en la silla para estar más cómodos los dos.

-Inténtalo- le dije. Ella se había puesto otra de sus “ropas cómodas”: otra franela de algodón y unos pantalones deportivos hasta los tobillos. Yo metí mi mano por debajo de la franela, acariciándole la espalda.

-Bueno, cuando te vi llegar en la tarde, parecías igual que siempre- inició -pero cuando te acercaste un olor curioso me llegó a la nariz-

-Si, me dijiste-

-No puedo decir exactamente qué es- dijo y entonces metió la cabeza en mi cuello y me olió sonoramente-

-Mmmm… todavía hueles raro-

-¿Y entonces?- le pregunté, aunque ya estaba excitándome y mi güevo empezaba a ponerse duro contra su cuerpo sobre mi regazo.

-Eso es lo extraño, apenas olerte... no sé cómo expresarlo, un deseo intenso se apoderó de mí. Quería besarte, quería comerte-

-Ciertamente- le dije empezando a sentir exactamente lo mismo.

-Luego. Cuando comenzamos a besarnos, el sabor de tu boca también me resultó extraño-

-¿Extraño?-

-Si, pero agradablemente extraño- respondió pasándome la lengua por el cuello, como para saborearme.

-Aún ahora, después de bañarte, sigues oliendo raro. Y sigues teniendo el sabor que te dije, más atenuado, pero está ahí-

Entonces subió su boca y comenzamos a besarnos apasionadamente.

Por supuesto, mis caricias inmediatamente se hicieron más urgentes. Con mi mano derecha no podía hacer mucho más que seguir deslizándola por su espalda, por debajo de la franela, pero para la izquierda tenía toda la parte de adelante de su cuerpo y sobretodo, sus dos preciosas tetas.

Así pues, mientras seguíamos besándonos, comencé a acariciarle las tetas. Las tetas de Paula son relativamente pequeñas, me caben perfectamente en la palma de la mano, pero son muy duras y con unos pezones que responden rápidamente a mis caricias, como era el caso ahora.

Luego de besarnos por un largo rato, ella se separó de mi para que ambos pudiéramos coger un poco de aire.

-Pero… ¿te gustan el olor y el sabor?- le pregunté.

-Por supuesto que me encantaron, jajaja- me dijo riendo -¡Y me siguen gustando!-

-Pues a mí me encanta también que te guste- le dije buscándole la boca otra vez mientras le apretaba duro el pezón haciéndola estremecerse -Además que creo que es contagioso. Contra más excitada estás tú, más me excito yo-

-Mmmm- gimió apretándose contra mí, sintiendo además mi güevo duro apretado contra sus caderas.

Después de besarnos y acariciadnos unos minutos más, me dijo separándose del beso:

-¿Porqué no nos vamos mejor a la cama y resolvemos esto más cómodamente?-

Para cuando llegamos a la cama, ya estábamos desnudos los dos. Sin dudarlo mucho nos montamos en la cama, ella boca arriba y yo sobre ella, y comenzamos a besarnos otra vez.

Luego de unos minutos, comencé a moverme hacia abajo pues quería comerme sus tetas un rato y luego bajar a comerle el coño. A mí me encanta hacer que ella acabe varias veces con mis dedos y mi lengua, además que me fascina el sabor de sus jugos.

Sin embargo, después de chuparle los pezones por un momento y cuando comencé a bajar hacia su vulva, me detuvo diciéndome:

-No, ahora no. Métemelo ya, que me estoy muriendo de ganas-

-¿No te gustaría que te coma tu conchita rica?-

-Ya sabes que me encanta, pero ahora lo que quiero es tenerte adentro-

Me gustó tanto su respuesta, que mi güevo palpitó repetidas veces, con la imagen de la intensa sensación que experimento mientras la penetro, mmmm.

Entonces me acomodé sobre ella, que abrió ampliamente las piernas, enganchándolas en mi espalda. Luego, ella misma me agarró y dirigió mi miembro hacia su entrada, penetrándola lentamente tal como lo deseaba.

-Uuuurghh- gimió mientras entraba.

Una vez que estuve completamente dentro, ella me empujó aún más, apretando sus piernas contra mi culo.

Sin poder retroceder, empecé a moverme lateralmente, haciendo que mi güevo girara dentro de su cuerpo, revolviéndole todo por dentro.

-Uuuurggghh…- volvió a gemir -Siii…. lo tengooo…. taaan… adentro…-

Entonces empujó con sus caderas contra mí y empezamos los dos a movernos. Primero un poco desordenados y luego con el ritmo perfecto que consiguen las parejas bien acopladas.

-Uuuurgggh- gemía ella.

-Mmmpfpfpf- respondía yo.

Abrí los ojos y la miré, ella tenía los ojos cerrados, concentrada en el placer que la abrumaba.

-Uuuurgggh-

-Mmmpfpfpf-

Entonces le pedí:

-Mírame- y ella abrió los ojos después de unos segundos.

-Uuuurgggh-

-Mmmpfpfpf-

-Te quiero- le dije.

-Yo.. urghh… también…- respondió y cerró de nuevo los ojos, pues el placer que se generaba en su vientre iba llegando a su clímax.

-Uuuurgggh-

-Mmmpfpfpf-

-UUUUUUURRRGGGGGHHH… AARRGGGHHH- gritó Paula finalmente cuando el orgasmo explotó en su cuerpo, empujando con sus caderas contra mí, con fuerza.

Esta vez yo no estaba listo todavía y seguí cogiéndomela apenas ella se dejó caer sobre la cama.

Como un martillo neumático, mi güevo entraba y salía de su vientre sin perder el ritmo, mientras sus espasmos se debilitaban… y se debilitaban… para comenzar de nuevo.

-Oohhh…. otraaa…. veez…. AAAAARRRRRRGGGH-

Y un nuevo orgasmo explotó en el vientre de Paula. No era común que ella tuviese dos orgasmos y este era ¡el tercero del día!… y me sentí muy bien.

Sin perder el ritmo, seguí cogiéndola, pero ahora yo también sentía que estaba cerca de acabar y concentrándome en el placer que invadía mi cuerpo, dejé que mi orgasmo explotara.

-MMMMMGGGRRRRPPPFFF- gemí empujando con toda mis fuerzas, mientras mi semen llenaba su vientre.

En la mañana me desperté con una sensación rara. Habíamos dormido desnudos y eso tampoco era habitual en nosotros, pero anoche había sido especial. Estábamos tan cansados del delicioso episodio sexual que simplemente nos habíamos dormido abrazados.

Pero ahora era otra cosa, que no lograba discernir. Sin abrir los ojos, primero busqué a Paula con las manos, pero lo único que hallé fue su pierna desnuda. Sin pensarlo la comencé a acariciar, subiendo la mano hacia su vientre, pero entonces me di cuenta que ella estaba al revés, que hacia arriba estaba su pié.

-¿Uh? ¿Porqué yo estoy acostado al revés?- pensé, creyendo que era yo el que estaba volteado en la cama.

Así que abrí los ojos y pude ver que yo estaba acostado en la dirección correcta.

-¿Porqué Paula está al revés?- me dije todavía medio dormido.

Entonces una agradable sensación de calor y humedad me llegó desde mi bajo vientre, específicamente de mi güevo.

-¡Oh! Ya entiendo-

Paula no sólo estaba nuevamente activa, sino que ¡me estaba comiendo el güevo!

-¡Pero hoy es día de trabajar, tengo clases en un rato!-

El sueño y las maniobras de Paula no me dejaban razonar bien. Claramente sentía  su lengua recorrer el borde de la cabeza de mi güevo, juguetear con el frenillo o metérselo un poco en la boca.

-Bueno, si esto es lo que hay, vamos a disfrutar, después veremos-

Entonces volví a buscar la pierna de ella y la halé hacia mí, al tiempo que me deslizaba por debajo de ella. Inmediatamente ella se dio cuenta de mis intenciones y colaboró con el acomodamiento. Pocos momentos después tenía la vulva de Paula en mi cara y sus dos piernas a lo largo de mi cabeza.

Levanté la cabeza y le besé la vulva que ya estaba completamente mojada y tenía un delicioso olor a sexo. Deslicé la lengua desde abajo, donde me quedaba el clítoris hasta arriba, casi hasta su ano. Sin embargo, para llegar más arriba tenía que esforzar mi cuello, así que busqué una almohada y me la coloqué detrás de la cabeza. ¡Perfecto, ahora tenía el acceso directo a todo su sexo!

Primero volví a probar mi alcance y pasé mi lengua plana lentamente desde el clítoris hacia arriba, sobre sus labios mayores y la entrada de la vagina, hasta llegar a su ano, donde jugueteé con la punta de la lengua con el anillo que cierra la entrada.

-Hmmmmm- protestó ella. No era muy amiga de que jugara con su culito, así que lo dejé así y regresé a lo seguro.

Con la punta de la lengua busque el clítoris y ciertamente allí estaba, hinchado y sobresaliente, buscando guerra. Entonces puse los labios como si fuese a silvar  alrededor del clítoris y chupé con fuerza.

-Uuuurgggh- gimió Paula, para entonces volver a meterse mi güevo en la boca más profundamente que nunca. Claramente sentí como le llegaba hasta el fondo de la garganta. Lo mantuvo allí unos segundos y luego se lo sacó.

-Aaahhhh- dijo aspirando aire -No es tan fácil-

-Jajaja. Me imagino que no-

-Un día de éstos te voy a dar uno de mis dildos para ver cómo te va- me dijo volviendo a meterse el güevo en la boca, pero sólo la parte superior y concentrándose de nuevo en acariciarme la cabeza con la lengua y los labios.

-Jajaja- le respondí, antes de volver a mis labores.

Comencé entonces a recorrer su vulva con mi lengua, abriendo sus labios mientras subía y bajaba. Luego me concentré en la vagina y sacando la lengua lo más que podía, comencé a “cogérmela” metiéndola y sacándola moviendo mi cabeza.

Así pasamos unos minutos, pero yo sentía que eso no era demasiado efectivo, así que volví sobre el clítoris. Puse mis labios otra vez a su alrededor y chupando un poco, lo estiré para poder recorrer su diminuta cabeza con mi lengua.

-Uuuurgggh- volvió a gemir Paula, perdiendo el ritmo de sus juegos conmigo.

Así pues, en vista del éxito seguí por un rato acariciándole el clítoris.

-Uuuurgggh… para… un poco… es muchooo…-

-Upss… tengo que cambiar de táctica- pensé, así que acomodé un poco los brazos para traer al juego mis dedos y despacio le introduje primero el índice y luego el dedo medio.

-Uuuurgggh- gimió.

Moviendo los dedos comencé a buscar su punto G y pronto lo encontré en la parte de adelante de la vagina. El de ella era muy fácil de detectar porque la rugosidad era muy distinta a la del resto de la zona. Allí apreté con fuerzas al tiempo que hacía vibrar la mano.

-Siiii…. esooo…- me dijo.

Para a continuación volver a meterse mi güevo hasta el fondo de la garganta y hacer un primer intento de tragárselo, de metérselo más adentro. El intento fue un fracaso y terminó tosiendo -Cof, cof, cof-  lo que le hizo estremecer todo el cuerpo.

-¿Qué pasó?- le pregunté sin dejar de mover mis dedos.

-No… puedo hacerlo pasar más adentro…-

-No importa- le dije.

-Pero… yo quiero-

-Bueno… luego lo intentas otra vez-

Yo mientras, pensé en otra cosa y me metí dos dedos de la otra mano en la boca para mojármelos en saliva, sin dejar de acariciarla. Luego puse esos dos dedos en su culito, lubricándole la entrada, mientras volvía a pasar la lengua por el clítoris-

-Uuuurgggh… no… no quiero… uuurgggh… sabes que no me… uuurgggh… gusta… uuurgggh que…-

Yo le hice caso por un momento, pero no pensaba olvidarme de su culito pues despacio seguía lubricándoselo y acariciándole el anillo que poco a poco se iba aflojando.

Por otra parte, era obvio que ella se estaba acercando al orgasmo y decidí hacer el asalto triple: chuparle el clítoris, presionar el punto G y meterle el dedo en el culito.

Apenas empecé a chuparle el clítoris en serio, ella empezó a mover todo su cuerpo.

-Uuuurgggh…. eeestoooy… tan ceeerca…- me dijo metiéndose otra vez mi güevo hasta el fondo de la boca.

Y yo seguí chupándola con fuerza al mismo ritmo que mis dedos presionaban su punto G y…

-UUUUUUURRRGGGGGHHH… AARRGGGHHH- gritó Paula explotando mientras su cuerpo se ponía rígido.

Por un instante temí que me fuese a morder el güevo, pero ella se lo había sacado de la boca justo antes de acabar.

Yo seguía con mis labios en su clítoris, pero sin moverlos y cuando los espasmos empezaron, esperé un momento de relajación y empujé el dedo que tenía en la entrada del culito.

-UUUUUUURRRGGGGGHHH… AARRGGGHHH- volvió a gritar, re-iniciando el orgasmo o empezando quizás uno nuevo, mientras mis dedos la acariciaban por dentro.

Para mi sorpresa, una montón de líquido salió de su vagina, mojándome la cara. No era lubricación pues era algo mucho más ligero, por un momento pensé que era pipí, pero no olía a nada.

-¿Squirt?- pensé, yo no sabía que ella podía hacer eso, pero me encantó.

-Me hiciste… trampa… - dijo al cabo de un momento, cuando el aliento le volvía al cuerpo.

-Me da mucha pena, pero siento que al final creo que se me salió algo de pipí...-

-No fue pipí- la tranquilicé -Creo que fue un squirt. Acabaste tan duro que eyaculaste-

-Ohhh…-

Yo seguía con mis dedos en su vagina y su culito y ella no estaba protestando, así que los dejé ahí, sin moverlos mucho, jajaja.

-Pero tú no has acabado todavía- me dijo ella entonces, volviendo a ocuparse de mi güevo que seguía sosteniendo en la mano, pero que desde que había empezado su orgasmo había dejado de acariciar.

Así pues, volvió a metérselo en la boca pero de una forma distinta, acariciándomelo con los carrillos, poniendo de cabeza un poco de lado. Y yo me concentré en el placer que me estaba ella proporcionando pues poco a poco empezaba a sentír la necesidad de acabar.

-Mmmm- gemí -Me gusta lo que haces-

Ella entonces volvió a metérselo más adentro, pero bombeando con la cabeza. Es decir, subiendo la cabeza hasta tener solo la punta entre los labios y luego, presionándome todo güevo con lengua y carrillos, bajándolas hasta que llegaba al fondo, para luego salir de nuevo.

-MMMM… siii… me guuusta…- le dije animándola al tiempo que me aproximaba al orgasmo.

Y ella aceleró más sus movimientos, subiendo y bajando la cabeza, pero además, con una de sus manos me agarró las bolas y comenzó a apretármelas. Justo lo suficiente como para subir un nivel más a mi rápidamente creciente excitación.

Yo seguía con mis dedos dentro de ella y sin perder concentración comencé a moverlos, empujando contra el punto G y contra las paredes de la parte interna de su ano.

-Mpfgr- murmuró ella sin para sus movimientos por lo que no pude entender lo que decía, al mismo tiempo que la vibración de la garganta se añadía al estímulo que ya estaba en el borde.

De pronto, ella movió la lengua de una forma rara y el obstáculo que formaba la parte de atrás de su garganta desapareció y mi güevo le entró más profundamente. ¡Tan adentro que su mentón chocó contra mi hueso púbico!

Yo apenas pude disfrutar de su éxito en tragarme completo, pues en seguida exploté y un chorro de semen salió de mi cuerpo para caer directamente en su esófago.

-MMMMMGGGRRRRPPPFFF- gemí empujando aún más mi güevo dentro de ella, empuje que ella resistió valientemente, mientras un segundo chorro salía disparado dentro de ella.

Y ya Paula no pudo aguantar más y levantando la cabeza, dejó que el güevo saliera de su garganta, aunque tuvo el cuidado de mantener dentro lo suficiente como para que yo siguiese eyaculando sin que ella perdiera ni una gota, tragándoselo todo con diligencia.

-Buenos días- me dijo al cabo de unos momentos, girando al mismo tiempo su cuerpo para quedar cara a cara.

-Muy buenos- le respondí buscando su boca que sabía a mí.

Luego de besarnos por unos momentos, me dijo entonces:

-¿No tienes clases hoy?-

-¡Upa! ¿Qué hora es?-

-No sé, pero creo que tendrías que apurarte...-

Capítulo 3.

Tenía un día complicado, a las 10am tenía dos horas de clases, después de lo cual almorzaría en el instituto. En la tarde había un laboratorio con otro profesor responsable, pero igual tenía que estar cerca por si necesitaban algo.

Finalmente, a eso de las 5pm llegaba Isabel, que iba a ver los resultados de los experimentos y después a visitar a Paula, así que se quedaría hasta el domingo en nuestra casa.

Con todo y el increíble despertar, logré llegar a tiempo y lo primero que hice fue pasar por el laboratorio a ver cómo estaba todo. El té mágico seguía igual, no parecía haberse descompuesto. No había ningún precipitado ni había cambiado el color.

Lo olí y lo probé con el mismo resultado de ayer.

A continuación, fui a ver a las ratas que le había dado por primera vez el té mágico. Inmediatamente allí me di cuenta que algo no estaba bien. Iván, el macho seguía junto a Beatriz, su compañera, pero ambos parecían agotados y se movían despacio. Adicionalmente, pude comprobar que no habían comido ni bebido nada.

Pero aún así, parecía que querían seguir copulando y de alguna forma recordé mi propia actuación de ayer y hoy. Primero me había masturbado, luego había hecho el amor con Paula a las 6 de la tarde, a las 9 pm y esta mañana de nuevo ¿le estaría pasando a Iván lo mismo?

Decidí separarlos, no sólo en jaulas separadas, sino en lados distintos del laboratorio. Cuando no pudieron olerse mutuamente, parecieron recuperarse un poco y empezaron a comer y a beber.

-Mmmm… esto es muy interesante- pensé -¿puede que Iván y Beatriz prefieran coger a comer y beber… como Paula?-

Pero ya no tuve tiempo de seguir pensando en eso. Tenía que salir a dar mi clase y justo en ese momento me di cuenta que mi güevo estaba duro otra vez.

-Mmm… no creo que se note mientras doy clases, pero no voy a arriesgarme, me voy a poner una bata de laboratorio-

No era extraño que yo diera clases con la bata puesta, pues a veces iba a las clases en medio de una serie de experimentos y simplemente me iba tal como estaba, así que me puse mi bata y me fui a clases.

Al entrar al salón, todo parecía normal. Yo llegué con un par de minutos de antelación y los estudiantes se mantuvieron fuera hasta que yo entré. ¿Fue una idea mía o las chicas parecían oler el aire alrededor?

Saqué mis marcadores y esperé a que todos entraran. Las chicas se pusieron al frente, como siempre, pero hoy tenía la impresión de que me miraban de forma extraña.

Era un curso de postgrado por lo que eran sólo unos 10 alumnos, 7 chicas y 3 chicos. Cinco de las chicas se pusieron en la primera fila, incluso algunas acercaron el pupitre un poco más.

Marta, la más lanzada de todas, que solía ponerse una minifalda muy corta y a la que le gustaba torturarme mostrándome sus piernas perfectas, se sentó más cerca de costumbre. Hoy no tenía una minifalda tan corta, pero en cambio tenía una franela muy apretada y seguramente no llevaba nada debajo. Aun así, juraría que se subió un poco la falda antes de sentarse para mostrar más las piernas.

Pero no sólo eso, sino que mi güevo lo tenía tan duro que casí me dolía y además necesitaba acomodármelo mejor bajo el pantalón, lo que obviamente no podía hacer. Además tenía que luchar contra el deseo que me estaba empezando a dar de no sólo quitarme la bata para que vieran lo duro que lo tenía, sino sacármelo y pedirles que vinieran a coger conmigo.

Por supuesto que no hice nada de eso, sino que, concentrándome en el tema que tocaba, me volteé a la pizarra y comencé a trazar dibujos. Usualmente no lo hacía, porque yo sabía que ellos tenían esos mismos dibujos en unas copias que les había repartido unos días antes, pero por mi sanidad mental y para evitar hacer algo inapropiado, me decidí por hacer los dibujos mientras hablaba.

Inclusive, contrario a mi costumbre, trataba de no voltear a mirarlos, pues cada vez que lo hacía lo que encontraba era la mirada atenta de las chicas de la primera fila. Por otra parte, juraría que este día estaban más inquietas que nunca, moviéndose nerviosamente en sus pupitres por alguna razón.

Yo continuaba concentrado en mis dibujos y en las ecuaciones que escribía en la pizarra, que se iba llenando poco a poco de incontables líneas.

De pronto oí la voz de un alumno que me llamaba la atención y me volteé a ver qué quería. Resulta que las ecuaciones las estaba escribiendo demasiado desordenadas y no se entendían bien, así que tuve que borrar una parte y concentrarme mejor para volverlas a escribir.

Una vez arreglado el problema, miré la pizarra satisfecho y me volteé a ver a los alumnos con el fin de preguntarles si todo estaba claro, cuando para mi consternación pude ver que Marta tenía los pezones duros y claramente marcados contra su franela y que además, mantenía el pecho como apuntando hacia mí, mostrando su excitación.

Estoy seguro que eso me hizo tartamudear un poco, cuando les hice la pregunta de si todo estaba bien. A pesar de mi voz, ellos respondieron afirmativamente.

Así pues me volteé a la pizarra de nuevo para seguir con la extraña clase, comenzando a sentir un ligero dolor en los testículos, producto seguramente del tiempo que llevaba con el güevo parado, sin poder ni siquiera acomodarlo de alguna forma, seguí con la clase, mientras a mi espalda, sentía la creciente inquietud de los alumnos.

Al cabo de un tiempo hice una nueva pausa y pude ver que todas las chicas de la primera fila me miraban de una forma extraña, parecían hipnotizadas y con cara de ¿deseo?. Yo estaba seguro de que era mi imaginación, pero entonces vi a Marta y pude darme cuenta que disimuladamente tenía una mano sobre su pecho y se acariciaba el pezón con los dedos.

-Coño, me estoy imaginando cosas- me dije -Creo que mejor termino la clase un poco antes-

Así pues, me volteé de nuevo a la pizarra y seguí, pero buscando un punto en que pudiera hacer un corte en la narrativa sin que fuese demasiado raro. Lo encontré pocos minutos después y volteándome le anuncié el fin de la clase a los alumnos, disculpándome por el desorden de la misma.

Ellos no se levantaron inmediatamente como siempre lo hacen, sino que siguieron más o menos hipnotizados por unos instantes. Marta seguía acariciándose con la mano y además su otra mano estaba peligrosamente cerca del borde de su minifalda, lo que me hizo imaginar que estaba a punto de masturbarse…

Comencé a recoger los papeles para irme y fue entonces que cuando los alumnos comenzaron a levantarse, pero para mí angustia, tres de las chicas, Marta y otras dos, que también se las veía un poquito excitadas, se acercaron a mí.

-¿Podemos hacerle algunas preguntas profesor?- me dijo Marta con un tono de voz mucho más bajo de lo habitual, un tono más apropiado para hablar de amor que para preguntar por una ecuación química.

-Hoy estoy un poco apurado Marta ¿podemos dejarlo para la próxima clase?-

-Claro, lo que usted quiera profesor- respondió ella sin yo poder evitar pensar que ese “lo que usted quiera” significaba mucho más.

Las otras dos chicas seguían mirándome con sus caras sonrosadas y los labios un poco abiertos. Yo estaba seguro de que estaban también pensando en otra cosa, pero no lo iba a averiguar.

Al fin, salí corriendo del salón de clase, entré en el laboratorio, luego a mi oficina y directo al baño. Me abrí los pantalones, me saqué el güevo y me empecé a masturbar. Me dolían un poco las bolas cuando el puño se movía hacia mí y tropezaba con ellas, pero no me importó. Tampoco duré mucho, creo que debo haber batido mi récord de la paja más rápida, porque al cabo de 30 segundos, estaba eyaculando en el lavamanos.

Al terminar, un poco más calmado, me lavé, me arreglé la ropa y salí del baño todavía sumido en la angustia por el papelón que había hecho en clase. Al mismo tiempo me consolaba pensando que por más que sea, podría haber sido mucho peor.

Capítulo 4.

Más o menos una hora después, sentí que alguien tocaba la puerta:

-Adelante- dije desde mi escritorio, consciente de que hacía rato ya le había quitado la tranca a la puerta.

-Buenas tardes profesor. Una señorita lo busca- me dijo uno de los bedeles, detrás del cual estaba Isabel arrastrando un carry-on

-¡¡¡Hola!!!- me saludo alegremente, entrando como una tromba.

-¡Bienvenida!- le respondí levantándome para saludarla.

Ella estaba vestida “de viaje”, unos blue-jeans demasiado grandes, una blusa clara y sobre ésta una chaqueta también grande, que ocultaba bastante bien sus formas. El pelo largo recogido recogido en un moño. Ella es preciosa, pero una arqueóloga viajaba mucho y ella prefería no llamar la atención.

Rodeando el escritorio, me acerqué a ella y nos abrazamos estrechamente. Yo me sentí un poco incómodo, no porque ella nunca me hubiese abrazado, sino porque me di cuenta que yo todavía estaba bajo los efectos de la excitación que me habían provocado las chicas de la clase, tenía otra vez el güevo parado e ¡Isabel me lo estaba apretando!

Yo no sé si ella se dio cuenta, pero tampoco hizo ningún gesto extraño, ni se separó de mi más rápido, ni más despacio de lo que lo hubiese hecho cualquiera otra vez.

-¿Pero qué te ha hecho Paula?- me preguntó sonriendo, todavía muy cerca de mi -Estás más buenmozo que nunca-

-Jajaja ¡y tú también!- le respondí.

-Jajaja. Tan amable como siempre- Y entonces volvió a abrazarme y esta vez me pareció, o quizás estaba empezando a ponerme paranoico, que me olía el cuello.

-Bueno, bueno- dijo entonces -Vamos a ver esos resultados que me contaste pero antes, déjame pasar por el baño para refrescarme un poco-

-Allí está el baño. Puedes dejar tu maleta aquí que nadie va a llevársela-

-Muy bien-

Cuando regresó, se había quitado la chaqueta y se había soltado el pelo, convirtiéndose de nuevo en la preciosa chica que yo recordaba. Ella era un poco más alta que Paula, con el busto y las caderas más pronunciados, pero perfectamente proporcionados a su tamaño.

-Bueno, vamos a ver esos resultados- me dijo de nuevo acercándose y tomándome del brazo.

-¿Es su busto lo que siento contra mi brazo?- pensé, mientras la conducía al laboratorio donde estaban los ratones.

-Primero te voy a presentar a Iván y a Beatriz- le dije enseñándoles las dos jaulas.

Ambos ratones estaban completamente recuperados. Habían tomado agua, se habían comido toda la comida y caminaban nerviosos cada uno en su jaula, que estaban bastante separadas.

-¿No me habías dicho que estaban juntos?- observó Paula.

No le respondí directamente, sino que seguí con la historia:

-Ayer, cuando le di de tomar el té al macho, a Iván, no mostró ningún cambio de comportamiento y como verás, ya han pasado ya 24 horas y obviamente no se ha muerto, así que, por lo que no el “té mágico” es venenoso-

-Jajaja, buen nombre, “té mágico”. Pero entiendo que tu también lo tomaste y tampoco parece que te hayas muerto- dijo Isabel medio abrazándome de nuevo.

-¿Otra vez sus tetas? Ella nunca había sido tan cariñosa- volví a pensar sintiendo mi güevo brincar con el placentero contacto de sus tetas contra mi brazo.

-Pero aquí viene lo interesante- continué contándole -Yo los había separado por si Iván tenía alguna reacción agresiva, pero apenas los puse juntos otra vez, ella se le acercó rápidamente, empezaron a olerse y enseguida empezaron a copular-

-¿Y eso no es lo que hacen siempre los ratones?-

-Cuando están en celo sí, pero se suponía que ella no estaba en celo, por lo que  presumo que el té podría haberselo inducido-

-Entiendo… pero el que tomó el té fue Ivan ¿cómo le va a inducir el celo a ella?-

-Tienes razón- le dije pensando que era muy cierta su observación. A menos que el olor… no, demasiado rebuscado.

-Lo extraño fue- continué contándole -que parece que estuvieron copulando tanto que se olvidaron de comer y beber. Cuando llegué esta mañana estaban desnutridos y deshidratados-

-Wow- dijo Isabel agachándose más a verlos, lo me me permitió echarle una mirada a su hermoso trasero y tuve resistir con todas mis fuerzas un irracional impulso de agarrarle el culo.

-¿Los ponemos juntos otra vez?- me preguntó entonces Isabel.

-Como tú digas- le contesté con la mirada perdida en su culo.

Ella misma abrió la jaula de Beatriz y tomándola suavemente, la sacó y la introdujo en la jaula de Iván. La ratoncita, apenas vió a Iván literalmente saltó de su mano y corriendo hacia éste se puso de espaldas y apartó el rabo, preparándose para la cópula, lo que Iván inició de inmediato.

-Jajaja- rió Isabel -eso fue rápido. Parece que les faltó tiempo, jajaja-

Entonces ella se irguió y volteándose hacia mí con una sonrisa en la cara, que la tenía un poco sonrojada. De pronto parecía nerviosa y sus pezones estaban claramente visibles, venciendo la resistencia del sostén y la blusa.

-¿Y el té? ¿Cuándo vamos a verlo?-

-Jajaja. Inmediatamente, sólo que me pareció más divertido mostrarte primero, a Iván y Beatriz -

Así pues, pasamos al otro lado del laboratorio, donde estaba la cámara con el preparado. Abrí la puerta de vidrio y sacando el matraz, se lo mostré.

-Aquí está-

Ella tomó el matraz, que por supuesto, era de vidrio transparente y observó el líquido que tenía el color del té-

-¿Puedo probarlo?- me preguntó.

-No me parece prudente, todavía no han llegado todos los resultados de los análisis-

-Ay vamos. Ya vimos que no le hizo nada a los ratones y tampoco a ti-

-No se… bueno, está bien puedes probar un poco. Huélelo primero, tiene un agradable olor y el sabor tampoco es malo. Como te dije, a lo mejor se trata sólo de la receta de una salsa para pescados. Jajaja-

-Jajaja- rió también Isabel, mientras abría cuidadosamente el frasco oliéndolo.

-Mmmm… huele bien realmente. No a perfume, pero… no sé-

Yo la observaba cuidadosamente pero no pude percibir ningún cambio en ella, aparte de que quizás se le ponía el cutis un poco más sonrosado.

Después tomó un pequeño sorbo y luego volvió a cerrar el frasco.

-Mmmm… si, tiene buen sabor. Quizás muy dulce para mi gusto, pero supongo que quizás podamos ajustar las cantidades de los diferentes componentes-

Entonces ella me entregó la botella y aunque la mano le tembló un poco, no le di ninguna importancia, era lógico que estuviese nerviosa.

-Bueno, ahora te voy a enseñar las anotaciones que hice mientras hacía la preparación y los posibles significados de los jeroglífos-

Después de poner el matraz en su puesto, cerré nuevamente la cámara y nos dirigimos a mi oficina. Isabel se volvió a agarrar de mi brazo para el corto recorrido, pero tampoco le di importancia.

Cuando llegamos a mi escritorio, tomé una silla para colocarla a mi lado y que ella se sentara y poder ver el computador juntos. Luego abrí el programa donde había escrito todo y comencé a mostrarle el procedimiento.

Mientras lo hacía noté que Isabel empezaba a oler un poquito diferente y que estaba sudando levemente por el cuello. ¡Tuve que hacer un esfuerzo para concentrarme y no lamerle el cuello!

Ella se había sentado tan cerca de mí que nuestros brazos, el derecho mío y el izquierdo de ella se tenían que cruzar para señalar cualquier cosa en la pantalla y frecuentemente sentía su teta izquierda apretada contra mi hombro.

Adicionalmente, mi güevo, que mientras estábamos en el laboratorio no había dejado de estar duro, ahora parecía que quería explotar y casi que me lo sacaba para masturbarme allí mismo frente a ella.

De pronto Isabel me preguntó:

-¿Dónde está el baño? Tengo que ir un momento-

Apenas le señalé la puerta, ella salió como una flecha, desapareciendo de mi vista.

Yo aproveché para acomodarme el güevo, aunque no había posición posible pues estaba realmente por reventar.

Y el tiempo pasaba e Isabel no regresaba.

-Más de lo necesario para simplemente hacer pipí- pensé.

Inquieto, me paré y empecé a caminar, más que nervioso estaba sexualmente excitado a un nivel casi insoportable y no podía hacer nada. Hasta me paré bajo la salida del aire acondicionado para ver si me “enfriaba” un poco.

Finalmente salió Isabel del baño.

-Perdóname si me tardé mucho- me dijo un poco desacomodada. Quizás la blusa no le encajaba en los pantalones del mismo modo. O se había despeinado, no estaba seguro. Sólo sabía que yo tenía que entrar al baño y masturbarme antes de que hiciera alguna locura.

-No te preocupes- le dije -pero ahora me toca a mí-

Ella me miró raro por aquello de que “me toca a mí”, pero no dijo nada y yo me metí en el baño, cerré la puerta y bajándome los pantalones me senté en la poceta. El baño olía a sexo, pero no tenía tiempo de pensar en eso.

Debe haber sido la paja más rápida de mi vida. Me agarré el güevo y le di apenas dos o tres sacudidas y ya estaba explotando. Menos mal que tuve la presencia de ánimo de apuntarlo donde no hubiese muchos daños con el semen que salía a chorros.

Unos minutos después recuperé la respiración y tuve la presencia de ánimo para limpiar todo, lavarme la cara y las manos y salir.

Cuando salí, vi que Isabel estaba en la computadora leyendo mis apuntes, ella no pareció darse cuenta que yo la miraba. Estaba mucho más calmada que antes, sea lo que hiciera en el baño le cayó bien y por un instante pensé:

-¿Habrá hecho lo mismo que yo?-

El hecho era que estaba más tranquila, pero no por eso menos deseable. Me parecía que tenía la blusa desabotonada más allá del inicio de los senos… y ¿dónde estaba el brassier? Con tantos botones abiertos debería vérsele el brassier…

-Estás imaginando cosas- me dije -seguramente estaba así antes, sin que yo me hubiese dado cuenta-

De pronto ella levantó la vista de la pantalla y me miró, enderezando un poco el torso hacia mí como diciendo: “mira mis tetas”. Nooo… no era posible.

-Ya vi todo lo que tienes aquí- me dijo -¿Hay alguna otra cosa para leer? ¿Alguna otra cosa que quieras decirme?-

La pregunta me sorprendió y más considerando que a pesar del pajazo todavía estuviese excitado. Inclusive, empezaba a sentir mi güevo otra vez poniéndose duro. Y en mi mente formulé una respuesta:

-Que ahora mismo te cogería hasta que se me secaran las bolas-

Para luego decirme -¿Pero qué estoy pensando? ¡Hey! Es Isabel, la amiga de mi mujer!!!-

-Ehh… no. La verdad es que eso es todo. Sólo faltan los resultados del análisis de macro-componentes que debe llegar el lunes o el martes. Después, no sé. Tú me dirás que quieres que hagamos-

-Bueno. Esperaremos hasta el lunes-

La voz de Isabel seguía uno o dos tonos más profundos que lo habitual en ella y parecía que resonaba profundamente en mis oídos, excitándome. Pero sobretodo era el olor, ese olor que otra vez empezaba a llegarme al cerebro...

Otra cosa extraña era que al acercarme, hubiese podido jurar que su nariz aleteaba. Sí, igual que la ratoncita Beatriz al olfatear a Iván. Yo nunca había oído de que las narices humanas aletearan, pero parecía que ¡ella me estaba oliendo a mi!

Definitivamente había algo raro en nuestros olores corporales.

-Ok- le dije entonces a Isabel -Vamos a recoger todo y nos vamos a la casa con Paula-

-Muy bien- dijo Isabel pasando por mi lado deslizando cariñosamente su mano por mi brazo. Otro gesto poco usual en ella.

Saliendo del laboratorio, yo tomé su maleta y ella se agarró de mi brazo para buscar un taxi. Cuando éste llegó, le abrí la puerta y ella entró dándome la sonrisa más bella del mundo. En el taxi, nos sentamos muy juntos en el asiento trasero y ella me tomó de la mano. Estábamos tan pegados que nuestras respectivas piernas se rozaban una contra la otra, a pesar de que había amplio espacio en el asiento.

También noté que el chofer nos miraba de una forma extraña, que no sabría explicar, pero inmediatamente la cercanía de Isabel y el roce de su cuerpo contra el mío, me hizo olvidarme de todo.

Cuando llegamos a mi edificio repetí la galantería de abrirle la puerta del carro a Isabel inclinándome un poco ante ella, a lo que respondió con más sonrisas y un:

-¡Muchas gracias, caballero!-

Mientras me dirigía a la puerta pude ver que el chofer del taxi nos seguía mirando de forma extraña. Igual sucedió con el portero que nos abrió y que luego de saludarme, se nos quedó viendo hasta que tomamos el ascensor.

Dentro del ascensor sentí más fuerte el olor de Isabel y estuve a punto de abrazarla y comenzar a besarla, a lo que ella seguramente accedería pues me miraba con los ojos un poco desorbitados de las mujeres que están a punto de tener un orgasmo.

Pero finalmente, llegamos al apartamento, abrí la puerta y dejé que entrara primero Isabel, mientras le avisaba a Paula que habíamos llegado.

-¡Llegamos!- dije en voz alta.

Paula se acercó visiblemente alegre, vestía una corta falda azul y una ligera blusa del mismo color… ¿sin sostén?

Apenas acercarse, Isabel se le echó en los brazos:

-Amigaaaa!- dijeron al unísono.

Pero después de unos segundos, Paula se separó un poco de Isabel mirándola con los ojos muy abiertos:

-¿Tú también?- le preguntó acercándose y metiendo su nariz en el cuello de Isabel.

-¿Yo también qué?- preguntó ésta.

-Tú también hueles… como él- dijo Paula soltando a Isabel y abrazándome a mí, al tiempo que me buscaba el cuello.

-Y… y tu olor está otra vez fuerte, esta mañana era casi imperceptible- dijo Paula nerviosa, con sus caderas apretadas contra las mías y empezando a deslizar su pubis contra mi.

-¿Qué olor?- le pregunté.

La cara de Isabel era de total sorpresa y entonces dijo:

-Si… yo también he estado oliendo algo extraño en su cuello- señalándomelo.

-Oohh… y yo te lo he estado oliendo a tí- dijo yo dirigiéndome a Isabel.

Entonces, para mayor sorpresa, Paula me agarró la correa y empezó a desabrochar el pantalón.

-Pero… Paula… ¿qué haces?- pregunté yo alarmado, tratando de impedírselo sin mucha convicción.

-Lo que evidentemente todos queremos hacer- respondió Paula bajándome el pantalón y los interiores en un solo movimiento. Mi güevo saltó libre y enrojecido de la excitación y ella me lo agarró con la mano.

-¡Oooh, perdón! Creo… que… yo mejor… me voy- dijo Isabel viendo lo que estaba haciendo Paula, aunque en realidad no se movía del sitio, sino que miraba fijamente la mano de Paula moviéndose lentamente arriba y abajo en mi güevo, masturbándome.

-No, no. Tú no te vas a ninguna parte- le dijo Paula y girándose un poco hacia Isabel y agarrándole el cuello con su otra mano comenzó a acercar su boca.

-¿Pero qué haces?- tuvo apenas tiempo de decir Isabel antes de que Paula empezara a besarla, primero como con cierta duda pero pronto con lujuria.

Yo las miraba asombrado.

-¿Paula e Isabel besándose? Que yo sepa ninguna de las dos es lesbiana, pero ohh, es un beso muy erótico- pensaba mientras empezaba a sentir que iba a acabar en cualquier momento, pues Paula no había dejado de pajearme.

Por unos momento, ellas sólo se estuvieron besando, pero Isabel pronto empezó a acariciar a Paula de vuelta, mientras que acomodaban sus cuerpos para estar más apretadas una contra la otra.

Finalmente, Paula rompió el beso jadeando, buscando aire.

-Vamos al sofá- nos ordenó a Isabel y a mi.

-Tú te vas a sentar aquí- le dijo a Isabel después de que te quite esos pantalones.

Inmediatamente ambas se ocuparon de eso y en segundos, los pantalones y las bragas de Isabel terminaron en el suelo. Era la primera vez que la veía desnuda o semidesnuda y pude ver que tenía los vellos del pubis bien recortados y muy negros, contrastando con su piel blanca.

Cuando Isabel se sentó en el sofá, Paula se arrodilló entre sus piernas diciéndole:

-Muévete al borde, que te voy a comer ese coño tan lindo que tienes-

-Ooohhh- gimió Isabel haciendo lo que le pedía Paula.

-Y tú- me dijo volteando a verme -No te quedes como un bobo viéndonos. Arrodíllate detrás de mí y empieza a cogerme-

Entonces se agarró la falda con las manos y se la subió hasta las caderas. ¡No llevaba nada debajo! Sus caderas perfectas y su culito redondeado me hicieron reaccionar e inmediatamente me arrodillé detrás de ella, mientras ella metía su cabeza entre las piernas de Isabel.

Con la mano me agarré el güevo y empecé a deslizarlo por su vulva, mojándolo así con sus fluidos que brillaban en los hinchados labios. La primera vez bajando hasta su clítoris.

-Uhhhmmm- gimió Paula mientras ella a su vez, empezaba a comerle el coño a Isabel.

-Oooohhhhh- gimió Isabel sentada en el sofá y echando la cabeza hacia atrás.

Yo volví a deslizar el güevo una segunda vez por la vulva de Paula y luego una tercera, pero entonces ella se volteó y me dijo:

-¡Déjate de esa vaina y métemelo de un puta vez!-

No necesité una segunda indicación, puse la cabeza del güevo en entrada de su vagina y empujé hasta el fondo.

-Uuuurgggh- gimió cuando se lo metí.

-Plaff- sonaron sus nalgas al choque de mis caderas.

Retrocedí y luego volví a empujar:

-Uuuurgggh-

-Plaff-

-Uuuurgggh-

-Plaff-

Mientras, Paula movía su cabeza entre las piernas de Isabel. Yo no podía ver lo que hacía, pero desde luego ésta lo estaba disfrutando:

-Oooohhh…. siiii…. ahiii…. aaaahhh…- eran los sonidos que salían de su boca.

Por un momento me concentré en cogerme a Paula:

-Uuuurgggh-

-Plaff-

Pero después volví a levantar la cabeza y a mirar a las dos mujeres. Isabel estaba apoyada en sus codos, mirando como Paula le comía la concha, mientras ella le acariciaba la cabeza con una mano. Igualmente mantenía las piernas en el aire, dándole suficiente espacio a Paula para comérsela.

Y yo:

-Uuuurgggh-

-Plaff-

-Uuuurgggh-

-Plaff-

Seguía yo cogiéndome a Paula, tratando de meterle el güevo cada vez más hondo.

-Uuuurgggh-

-Plaff-

-Uuuurgggh-

-Plaff-

Para mi sorpresa sentí que no tenía demasiada urgencia de acabar y que iba a poder esperar que Paula lo hiciera primero.

Efectivamente, a los pocos minutos Paula empezó a retorcer el cuerpo, haciendo que mi güevo le revolviera sus órganos internos, hasta que finalmente se puso rígida, doblando la espalda en arco para que mi güevo entrara aún más y levantado la cabeza... exclamó:

-UUUUUUURRRGGGGGHHH… AARRGGGHHH-

Tanto Isabel como yo nos quedamos quietos, viendo todo el cuerpo de Paula tenso, para después comenzar a temblarle un poco. En mi güevo sentía las pulsaciones de su orgasmo: una, dos, tres…

Entonces, para mi sorpresa, se irguió de nuevo, haciendo que mi güevo se saliera de su cuerpo y levantándose me ordenó:

-Ahora tú sigues aquí- dijo señalándome la vulva abierta y mojada de Isabel -!Y no se te ocurra acabar antes que ella!-

Yo, que seguía arrodillado, comencé a moverme hacia adelante con el güevo en la mano.

Isabel primero intentó protestar:

-No… es necesario… yo no…-

-Déjame a mí decidir- le dijo Paula cortando sus protestas.

Isabel seguía con las piernas al aire, lo que indicaba que tampoco tenía demasiadas objeciones, por lo que terminé de recorrer el corto camino hasta colocarme entre ellas, puse el güevo en la entrada y le advertí:

-Ahí voy-

-Despacio, por favor…- dijo con voz queda -no tengo… mucha… experiencia…-

Y así, a diferencia de Paula que se lo había metido hasta el fondo en un sólo empujón, a Isabel empecé a metérselo despacio. Debo reconocer que efectivamente su vagina era considerablemente más estrecha y yo sentía cómo la estaba estirando por dentro.

-Oooohhhh- gimió Isabel conforme el güevo entraba centímetro a centímetro.

Cuando iba por la mitad, me detuve y traté de sacarlo sólo un poco, pero me equivoqué y lo saqué demasiado, saliéndose completo.

-Oh, no- gimió Isabel.

Pero enseguida volví a meterlo y esta vez fui un poco más rápido y… más adentro.

-Oooohhh…. es…. muy… grande…- gimió Isabel.

-Jajaja. Nada que ver querida- le dijo entonces Paula que se había sentado a su lado, le había abierto la blusa y le acariciaba las tetas -es cuando mucho, un tamaño promedio, jajaja-

Yo la miré como ofendido, aunque yo sabía perfectamente que no era ningún superdotado, aunque desde ayer me parecía que me había crecido tanto en largo como en grueso.

Pronto lo tenía metido casi hasta el fondo y entonces comencé a cogérmela despacio. Afuera y adentro, afuera y adentro.

-Oooohhhh… mmmm- gemía Isabel cada vez que llegaba hasta el fondo.

Mientras, Paula comenzó a jugar con las tetas de Isabel, comiéndoselas con la boca y apretándoselas con las manos.

Los minutos pasaban y ahora sí que empecé a sentir que iba a acabar, menos mal que Isabel se hallaba más cerca que yo, no sólo por mis esfuerzos, sino que Paula también le estaba acariciando el clítoris con la mano.

-OOOOOHHHH…. SIIIIII… NOOOO…. PUUEEEDO…. MAAASSS-

Y entonces Isabel explotó, estremeciéndose de placer. Yo hubiese querido parar mis movimientos por un momento para dejarla concentrarse de su orgasmo, pero ya no podía parar y seguí bombeándola hasta explotar. No sabía si ella estaba protegida o no, pero ya no había vuelta atrás.

-MPFGRGRR- gemí comenzando a acabar.

Mi semen inundó profundamente el vientre de Isabel una y otra vez. Salió tanto que sentí como si ella se llenaba como un globo y unos minutos después, cuando se lo saqué, un montón de semen cayó en el sofá, pero eso no nos importó.

-¡Wow! Eso estuvo super sexy- dijo Paula increíblemente orgullosa de mi perfomance -¡Casi acaban juntos!-

-¿No… no te importa que tu pareja me haya… me haya…- parecía que le costaba decir la palabra.

-¿Que te haya cogido divinamente? ¡En absoluto! Me pareció bello, excitante y me dieron ganas de hacerlo otra vez- respondió Paula.

-Pe… pero es tu pareja- protestó Isabel.

-Si, es mi pareja y seguirá siéndolo después que tú te vayas. Que haya estado cogiendo contigo hace un momento no cambia eso-

-Oh…-

-Nuestra relación va mucho más allá del sexo-

Yo la miraba sin dar crédito a mis oídos. Aunque yo pensaba lo mismo, nunca lo había compartido con Paula y ahora oyéndola, me di cuenta de cuán poco nos comunicábamos.

-¿Entonces no te importa?- volvió a preguntarle Isabel.

-No sólo no me importa. Me encanta verlo gozar y, de paso, a mí también me gustaría gozar contigo-

-¡Pero qué dices!- dijo Isabel alarmada por la propuesta de Paula, pero fijándome bien, pude ver que sus pezones que se habían bajado después de su orgasmo, volvían a erguirse.

-¿Qué les parece si discutimos esto en la cama después de asearnos un poco? Yo ya estoy empezando a ponerme cachonda otra vez y por lo que veo aquí, éste se está empezando a poner duro otra vez- dijo Paula agarrándome el güevo que, como había dicho empezaba de nuevo a ponerse duro otra vez.

Yo me metí en el baño auxiliar para lavarme un poco, dejándoles el baño principal a ellas, que probablemente necesitarán más… recursos.

Cuando salí, me dirigí al cuarto, desvestí la cama y me metí en ella, desnudo y con el güevo parado descaradamente.

Ellas salieron del baño desnudas, riéndose y abrazadas por la cintura. Así se acercaron a la cama y parándose al pie de la misma se me quedaron viendo:

-¿Qué te pareció entonces el güevo de Jorge?- le preguntó Paula a Isabel.

-Wow. Creo que ya te dije, me pareció divino, pero muy grande-

-Jajaja. No puede ser, es más o menos normalito-

Yo las miraba divertido, viendo cómo hablaban de mi anatomía como si hablasen de un pedazo de torta.

-¿Normalito?- pensé -Vas a ver-

Entonces me agarré el güevo y empecé a masturbarme apuntándolo hacia el techo para que se viera más grande, al tiempo que abría las piernas un poco para que las bolas ayudaran al espectáculo.

-Míralo, se está pajeando para nosotras- dijo Paula divertida.

-¿Le damos un pequeño show para que se divierta?- propuso Isabel.

-¿Un show? ¡Dale!- respondió inmediatamente Paula.

Entonces se volvieron una hacia la otra abrazándose y restregando sus cuerpos. Un espectáculo increíblemente erótico. Era obvio que se acariciaban los montes de venus una contra la otra, mientras se agarraban las nalgas mutuamente, apretándoselas con fuerza para después soltarlas.

Yo no perdía ni un momento sus juegos, comparando sus cuerpos. Las tetas de Isabel eran un poco más grandes, pero no tanto que colgaran. En absoluto, al igual que las de Paula, se mantenían firmes y duras. Los pezones no los podía ver porque estaban aplastados uno contra la otra, pero recordé de hace un momento que los de Paula parecían un poco mayores y un toque más oscuros.

Hasta ese momento, ambas me veían a mi, pero entonces Paula buscó la boca de Isabel y empezaron a besarse con pasión. Las bocas abiertas al máximo y por los movimientos de la cara, sus lenguas se hallaban en una encarnizada pelea.

Como ya no me estaban viendo, dejé de tocarme, no quería avanzar demasiado por ese camino. Seguramente iba a tener que cogerme a las dos otra vez y necesitaba de todas mis fuerzas. Ya no dudaba de mi erección, los últimos días me demostraban que estaría erguido todo el tiempo, pero si acababa demasiado pronto no sabía si tendría fuerzas para una segunda o una tercera tanda.

-¿Sabes?- dijo al cabo de un momento Paula interrumpiendo el beso después de coger aire -Creo que tengo un poco de hambre-

-¿Hambre?- dije yo pensando que quizás después de todo no íbamos a coger ahora.

-Yo también tengo- afirmó Isabel, agarrándole una teta a Paula y apretándosela sin misericordia.

-Mmmm… ¡qué rico!… mmm- gimió Paula cerrando los ojos y disfrutando de la caricia.

Después de unos segundos, abriendo de nuevo los ojos y mirando hacia la cama, le dijo a Isabel:

-¿Sabes? Creo que me voy a comer una salchicha ¿quieres compartirla conmigo?-

-¿Una salchicha? ¿No será más bien un salchichón?-

-Jajaja- rieron las dos mientras rompían su abrazo para montarse en la cama, cada una a un lado de mi cuerpo y acostándose de tal forma que ambas tenían sus caras a la altura de mi güevo.

-A ver- dijo primero Paula agarrándome el güevo y apuntándolo hacia Isabel -Pruébala tú que seguro que estás curiosa-

Isabel no le respondió sino que abriendo la boca se metió la cabeza del güevo en la boca y comenzó a acariciarlo con la lengua.

-Mmmm- gemí.

Por unos minutos disfruté de las caricias de Isabel que no eran demasiado experta, pero que lo compensaba con entusiasmo.

Finalmente, se lo sacó, se lo ofreció a Paula y ésta, antes de metérselo en la boca, le preguntó:

-¿Qué tal? ¿Cómo te pareció?-

-Yo no tengo mucha experiencia en estas labores, pero realmente me encantó- añadiendo luego -¡Coño estoy tan excitada!-

Entonces se metió la mano derecha entre las piernas y empezó a acariciarse.

-Yo también estoy excitada y ya nos lo vamos a coger otra vez, sólo te quiero enseñar algo que aprendí ayer- dijo Paula.

Entonces ésta se metió mi güevo en la boca y empezó a comérselo con la habilidad que me tiene acostumbrado, pero a los pocos momentos se lo apoyó en el fondo de la garganta y cogiendo aire, empujo y presionó.

Un par de veces el cuerpo la traicionó haciéndole dar arqueadas, pero ella insistió, con su honor en juego, y moviendo su lengua un poco más hacia afuera, su garganta se abrió lo suficiente para dejar pasar mi güevo y así su barbilla llegó hasta mi pubis.

-¡Wow!- exclamó Isabel que estaba viéndonos desde muy cerca -¡Te lo metiste todo!-

Paula se aguantó sólo unos segundos, luego levantó la cabeza y retomando aire ruidosamente, para entonces decirle a Isabel:

-Todavía me cuesta un poco, pero me excita mucho saber que me lo puedo tragar todo… ¡y de todas las formas!-

-¿De todas las formas?- preguntó Isabel sin entender.

-Jajaja. Si, no soy fanática, pero sé que a él le gusta y de vez en cuando lo dejo que me coja por el culito también-

-¡Wow! ¿Por el culo?-

-Si quieres, más tarde te dejo probar…-

-No way José- dijo Isabel -Si lo sentí grande cuando me los metió por delante, ni de vaina lo dejo meterse en mi culito-

-Jajaja- rió Paula -Está bien, pero ya iremos probando…-

-No creo…-

-Hey- dije entonces interrumpiendo la conversación -¿porqué no seguimos aquí…?

-Jajaja, pobrecito mío- dijo Paula. Acariciándome el güevo un poco, para dirigirse después a Isabel:

-¿Quieres ir tú primero?-

-¿Y tú?-

-¡Ah! No te preocupes, yo también voy a tener mi parte-

Entonces Paula me empujó suavemente para que me acostara completamente en la cama. Hasta ese momento yo había estado apoyado en los codos, viendo como me lo mamaban por turnos, pero ahora me eché hacia atrás y me dejé hacer.

Primero vino Paula, que se movió hacia mi cabeza y poniendo una pierna a cada lado de mi cuerpo, se bajó hasta que su vulva se posó sobre mi boca y yo empecé a comérmela.

Después, sentí como Isabel se acomodaba más abajo. Yo no podía verla obviamente, lo único que veía era el hermoso culo de Paula, pero pude sentir como Isabel se acomodaba sobre mis caderas y luego, agarrándome el güevo con la mano, se lo acomodó en la entrada de su vagina y comenzó a bajarse.

Nuevamente sentí como su apretada vagina cedía poco a poco y empezaba a abrirse.

Despacio, Isabel siguió bajando y bajando hasta que quedó completamente sentada y la cabeza de mi güevo en los confines de su vientre. Claramente sentía como su vagina y su útero se habían acomodado para recibirme.

-Mmmmm…. me sieeentooo… aaahhh… taaan… lleenaaa…- gimió temblandole la voz.

Mientras, yo seguía comiéndome a Paula. Ella controlaba qué era lo que tenía que hacer, moviéndose de forma que mi boca quedaba sobre su clítoris o sobre su vagina. En el primer caso se lo lamía o lo chupaba con los labios y cuando ella ya no podía más con el estímulo, se cambiaba. Entonces la penetraba con mi lengua en la vagina y le mordisqueaba los labios de la vulva.

-Uuuurggh… siiii…. asiií..- Gemía Paula cada vez más duro.

-Mmmmmgggrr- contestaba Isabel que primero había empezado a girar sus caderas sin sacarse mi güevo, haciendo que éste la revolviera por dentro. Pero después cambió, subiendo y bajando, haciendo que éste entrara y saliera profundamente.

Yo también empecé a gemir, aunque mis sonidos se perdían en la vulva de Paula, pero igualmente servían como un estímulo adicional por la vibración que le transmitía.

-¿Caaam.. biaaa…. mos?- preguntó de pronto Isabel.

-Noo… nooo… déjameee a...  acabar…. así y después…-

Pero no pudo terminar la frase, en ese momento estaba con el clítoris en mis labios y yo estaba gimiendo por lo que entre mi lengua y la vibración de mi voz…:

-UUUUUUURRRGGGGGHHH… AARRGGGHHH-

El gemido de su orgasmo hizo que Isabel se moviera un poco más duro y en unos pocos segundos explotó también en mi güevo:

-OOOOHHHH…. DDIIIOOOSSS…..-

De alguna forma yo no acabé, aunque estaba cerca, pero sentía que podía aguantar un poco más.

Por un lado de mi cara resbalaba un poco del líquido que había eyaculado Paula. Por otra parte, los músculos vaginales de Isabel me presionaban rítmicamente el güevo.

Un extraño silencio había en el cuarto y por los movimientos de Isabel y Paula me pareció que se estaban besando.

En cualquier caso, yo disminuí mis movimientos a un mínimo, esperando por ambas.

-Creo que ahora sí es el momento de cambiar- dijo finalmente Paula.

-Mmmm… estoy de acuerdo… aunque cada vez me gusta más sentir este pedazo de carne aquí tan adentrooo...- respondió Isabel girando una vez más las caderas con mi güevo hasta el fondo -Pero tienes razón vamos a cambiar-

Entonces como dos alegres compañeras de juego, se cambiaron de lugar unos minutos después yo me estaba comiendo el coño de Isabel, mientras Paula se empalabaen mi güevo.

Esta vez, sin embargo, no aguanté mucho más, después de unos minutos sometido a esta doble “tortura”, exploté profundamente en el vientre de Paula.

Ella se detuvo sólo el tiempo suficiente como para que yo “pasar la ola”, pero enseguida comenzó a cabalgarme de nuevo. Isabel sin embargo no se interrumpió y por eso terminó acabando una segunda vez, antes que Paula, que lo hizo sólo unos minutos después.

-¿Vamos a comer ahora de verdad?- preguntó finalmente Isabel -Ya tengo hambre-

-¿Con todo lo que has comido? Jajaja-

EPILOGO.-

El resto del fin de semana fue más o menos lo mismo. Estuvimos en la cama todo el tiempo, cogiendo tantas veces que quedamos agotados. Ellas acababan más o menos al unísono y con una frecuencia de aproximadamente el doble que yo.

Así, el viernes en la noche yo acabé 3 veces, Isabel 6 veces y Paula 7 veces. Dormimos todos en la misma cama y apenas nos levantamos empezamos otra vez y a lo largo del día yo habré acabado unas 8 veces y las chicas 15 o 20 cada una.

Hicimos de todo, inclusive sexo anal con ambas. Primero con Paula y luego con  Isabel, que quiso probar también.  La diferencia fue que Paula pudo acabar, pero Isabel no. Otras veces, cuando yo estaba muy cansado ellas hacían el amor entre ellas mientras yo las miraba. Unas veces una sobre la otra en un 69 y otras, vulva con vulva. En fin, no hubo lo que no probamos.

El domingo fue un poco más calmo, aunque también hicimos el amor varias veces. Además, llegamos a una conclusión:

-Tiene que ser la poción- dijo Isabel.

-¿Qué poción?- preguntó Paula.

-¿No sabes nada de la poción?-

-Una receta que consiguió Isabel en una excavación y que yo logré reproducir- le dije -¿No te acuerdas? Te lo conté varias veces-

-¡Ah, sí! Ahora recuerdo. Pero, no habían avanzado mucho ¿no?-

-Esta semana logré reproducirla- le dije

-¿Esta semana?-

-El jueves, específicamente-

-¿El jueves?... déjame pensar… sí, ese fue el día que viniste con ese olor que me volvió loca-

-Por cierto, creo que el olor se ha ido- dijo Isabel oliéndome.

-Si- comprobó Paula haciendo lo mismo.

-Parece que tiene una duración de 48 horas- añadí yo.

-Parece que cuando te tomas la poción empiezas a sudar un olor que enardece a las mujeres- dijo Isabel.

-¡Y a los hombres! Yo creo que he tenido el güevo parado ininterrumpidamente desde el jueves!-

-¡Y yo lo he disfrutado, jajaja!- rió Paula.

-¡Y yo también!- completó Isabel.

-¡Que viva la poción!- gritamos todos al unísono.

São Paulo

Julio, 2021.