La ratoncita mordió el queso de mi trampa
Una jornada de sexo voyeur me lleva a concebir un ingenioso plan para aprovechar la insatisfacción sexual de mi vecinita, la exhuberante Malena
Era una idea que llevaba madurando desde hacía tiempo; quería tener control absoluto también de mi casa y de sus moradores. Soy una persona controladora, he de reconocerlo, pero a mis 45 años ya hace un tiempo que he aprendido a aceptarme como soy y a convivir con mis contradicciones, pienso que es el secreto para ser feliz a ratos, que es a lo que aspiro, ni más ni menos.
La idea surgió a raíz de instalar unas cámaras de seguridad en mis negocios, ya que estaba teniendo fundadas sospechas de que algún empleado se cobraba día sí y al otro también algún plus no negociado; vaya, que me robaban.
Aproveché un puente para que una empresa que resultó ser muy eficaz y solvente me instalase un moderno sistema de vigilancia y alarma y, al mismo tiempo, una serie de cámaras ocultas por todo el recinto, las cuales vertían lo grabado en un poderoso disco duro sólo accesible en mi despacho.
Ni que decir tiene que los chorizos, pues eran varios y no uno como sospechaba, tardaron poco en caer, por lo que, ayudado por el material grabado, los puse de patitas en la calle, previa devolución de lo sustraído y sin pagarles ni un solo duro de indemnización, porque no tengo nada en contra de pagarle a un trabajador con el que no esté satisfecho y finalice su contrato, pero con los chorizos soy inflexible hasta la crueldad.
Como dije, el sistema me entusiasmó hasta tal punto que conecté el mismo a mi teléfono, con lo que podía saber lo que ocurría en mis negocios al momento, sin necesidad de estar presente, obligando también con esta vigilancia a que algún remolón moviera un poco más el trasero para ganarse el sueldo.
Maduré la idea y al cabo de dos meses propuse al chico de la empresa que me instalase otro sistema de vigilancia en mi piso, ya que vivo en el centro de la ciudad y cuando no es por trabajo es por ocio que nos vamos fuera y temo una incursión de los amigos de lo ajeno. Ni que decir tiene que aproveché para pedirle que me instalase otro sistema oculto por salón, dormitorios, cocina… excepto cuartos de baño, con la excusa de que sospechaba del servicio doméstico y quería salir de dudas. En mi dormitorio y en el salón le hice rizar el rizo, pues le dije que sospechaba que la zorra de mi fámula follaba en mi cama y necesitaba tener pruebas fehacientes de ello; el tipo me instaló un sistema que graba audio y video con una calidad impresionante; debo confesar sin sonrojo que estaba deseando probarlo con mi esposa y la experiencia me resultó de lo más gratificante, pues en la soledad de mi despacho pude solazarme con un increíble polvazo que nos pegamos, espoleado por mi parte por el morbo de sentirme grabado, en el que la follé en todas las posturas imaginables, dándole caña de lo lindo y provocándola para que en la calentura me profiriera toda clase de guarradas que solemos decirnos en el fragor de la batalla, todo con el fin de probar también si el audio funcionaba de forma óptima.
El polvazo me dejó exhausto, pero me fue casi imposible conciliar el sueño, pasé horas tendido boca arriba en la cama, junto a mi satisfecha esposa que dormía plácidamente con su conejito hecho unos zorros después de la follada; pero yo estaba impaciente y obsesionado con la idea de visionarnos en plan porno amateur.
Al día siguiente planifiqué mi jornada laboral de manera que nadie me molestara en mi despacho, para poder despacharme a gusto visionando el video almacenado en mi disco duro, pero a los cinco minutos de película comprendí que aquello necesitaba más preparación, porque la polla prometía estallar al ver superadas todas mis expectativas; así que hice una llamada y en media hora tenía ante la puerta de mi despacho a Gina, una zorrita de armas tomar que, previo pago, me iba a felar el miembro mientras yo me solazaba con el video, así no tendría que desgastarme masturbándome compulsivamente. Ni que decir tiene que la obligué a realizar su trabajo ataviada únicamente con un escueto tanga de hilo dental que a duras penas cubría su abultado coño y un antifaz de los que se usan para dormir sin ser afectados por la luz, al objeto de que no pudiera echar ni siquiera un vistazo al video de mi follada conyugal, por mi parte me puse mis auriculares inalámbricos de alta fidelidad y me despojé de toda la ropa, para estar cómodo.
Como Gina es una chica lista, se limitó a meter en su bolsito mis 200 euros y a arrodillarse entre mis piernas, buscando a tientas mi morcillón miembro para empezar a acariciarlo con suavidad (por supuesto en mi despacho también había instaladas cámaras y la mamada estaba quedando registrada para la posteridad).
Es difícil expresar con palabras el placer que me proporcionaba ver a mi esposa chupándomela al mismo tiempo que Gina deslizaba su lengua por todo el tallo de mi polla, infatigable, derrochando saliva, la cual se aprestaba a recoger sobre mis encharcados testículos, engullendo uno y otro alternativamente. La verdad es que mi esposa chupaba algo peor que Gina, pero claro, esta chica era una auténtica profesional tragasables, mientras que mi esposa dependía del día, aunque en el video rayaba a gran altura, pues incluso hube de pararla en un momento dado, ya que se mostraba dispuesta a tragarse mi corrida sin rechistar, igual que en breve haría la putita de Gina.
Cuando llegué al momento en que mi esposa se ponía a cuatro patas y me ofrecía su jugoso coño mientras yo me aferraba a sus poderosas y apetitosas nalgas para arrearle polla al tiempo que le profería las más impensables y bajunas guarradas, tuve que pedirle a Gina que parase un poco porque no quería correrme tan pronto, a lo que me respondió:
-No te preocupes, cerdito mio, sube las piernas sobre la mesa de tu despacho y sepáralas bien, que te voy a matar de gusto.
Gina es una diosa del beso negro, algo que sabe que me encanta, así que obedecí y en un minuto me estaba taladrando el ojete con su puntiaguda lengua, al tiempo que entre ella y mi esposa me trasladaban al séptimo cielo, porque el video era fortísimo, con mi mujer pidiendo polla a gritos, palmeándose furiosamente el clítoris mientras yo le daba golpes de pelvis desde atrás, hundiendo mi polla hasta lo más profundo de su coño.
Por último decidí no luchar más contra mi natura, pues el desenlace de mi orgasmo cinematográfico y el del real estaban próximos, por lo que ordené a Gina que se aplicara con su no menos espectacular garganta profunda, tarea en la que se esmeró como siempre –siempre que estes dispuesto a primarla con 200 euros de vellón, claro-, al tiempo que comenzaba a dedearme con su dedo corazón en mi ensalivado trasero; no puedo por menos que describiros el placer que supone que te estén dedeando la próstata por vía rectal al tiempo que todo tu miembro se encuentra desaparecido en el interior de la boca de una magistral felatriz, dejando de vez en cuando escapar la lengua para no olvidar masajear tus cargadísimos testículos a punto de derramarse, que es a lo que se aplicaron como un torrente al minuto de estar recibiendo semejante “suplicio”
- Gina, chuponcita mía, aaaahhhhh.. sigue así, no te la saques ni un milímetro.. mmmmm.. me corrooooooo en tu boquita de putita.. aaaaahhhhh!!!
Qué placer notar cómo aquella puta engullía sin pestañear los cuatro abundantes disparos de semen que vertí directamente en su garganta, pues ahí era donde tenía alojada la punta de mi borboteante miembro; tras recibir las primeras descargas, con absoluta maestría para no atragantarse ni interrumpir mi copiosa corrida, se sacó mi miembro hasta la mitad y se aplicó a felarlo despaciosamente para exprimir hasta la última gota de mi eyaculación, tragándose todo sin desperdiciar un ápice. Lo dicho: ¡una auténtica profesional en lo suyo!
Tras terminar de tragarse toda mi corrida y dejarme el pene limpio como una patena, Gina se aplicó a besuquear y masajear mis huevos con su lengua incansable, al tiempo que con sus manos aplicaba el mismo tratamiento a mis piernas y pecho, todo durante unos minutos hasta que comprobó que mi respiración se relajaba, tras lo que le autoricé a retirarse el antifaz, pues el vídeo ya había finalizado –con una no menos monumental corrida sobre las tetas de mi emputecida esposa-.
Gina se vistió y se despidió de mi, no sin antes recordarme que allí estaría siempre que las “tensiones” me perturbasen –y que estuviera dispuesto a aflojarle los consabidos 200 euracos, por supuesto-.
Como la mamada de Gina me había dejado sin ganas de trabajar ni de estar pendiente de mis empleados, decidí tomarme el resto del día libre y marcharme a casa, a ver si conseguía seducir a mi esposa con alguna escapadita para el puente que se acercaba, que lo cortés no quita lo valiente y a pesar de que soy bastante “travieso” es una muy buena pareja y compañera y me encanta salir con ella de viaje.
Acababa de entrar en el garaje del edificio, estacioné en mi plaza, detuve el motor y, con las puertas cerradas del vehículo, me demoré unos minutos en ordenar unos documentos que el día anterior había dejado sobre el asiento del pasajero y que no quería demorar más tiempo en tramitar. Pasados un par de minutos, la luz interior del habitáculo se apagó, lo que, unido a que también se había agotado el temporizador de la luz del garaje, me dejó a oscuras. Estaba a punto de accionar nuevamente la luz del habitáculo de mi coche cuando se encendió la del parking, escuché el sonido de la puerta del ascensor y contemplé cómo salía del mismo la vecinita de abajo, la hija del “coronel berrinche”, como apodaba yo a su padre, un militar de alta graduación, serio y estirado como un palo, severo a más no poder, eso sí, siempre muy correcto y educado en el trato, y con un verdadero encanto de esposa, que hacía muy buenas migas con la mía.
Malena, que así llamaré a la vecinita, era una nínfula con apenas diecinueve añitos, castaña tirando a rubia, un pelín metidita en carnes para el canon de la época que nos ha tocado vivir, pero no para el mío: carita un poco a lo Bridget Jones, guapisima pero un poco “peggy”, tetas rotundas pero bien puestas, nada caídas ni fofas, barriga plana y un culazo y unos muslos que estallaban los vaqueros las pocas veces que le cogía las vueltas a su padre y conseguía salir a la calle con vestimenta un poco más atrevida.
Aquel día venía ataviada con un vestido sobrio y largo, un poco entallado, que realzaba su figura exuberante, sonriente y con la melena suelta, estaba radiante Malenita, quizás debido a las caricias y arrumacos que venía haciéndole el garañón que tenía soldados sus besucones labios al níveo cuello de mi vecinita, cuyas muecas denotaban los estragos que el tratamiento estaba realizando en sus defensas.
Sonreí divertido al pensar en la cara que pondría el coronel berrinche si sorprendiera a su hija permitiendo que aquel jovenzuelo la sobara a conciencia, segundos preciosos que no me dejaron reaccionar a tiempo para denotar mi presencia encendiendo la luz de mi coche o abriendo la puerta del mismo; pero ya era demasiado tarde, pues la luz se apagó justo cuando Malena y su noviete llegaron junto al scooter de ella, que estacionaba frente a mi vehículo, pues las plazas de aparcamiento de su padre y las mías lindaban. Se encontraban a tres metros escasos delante de mi vehículo, que al tener las lunas tintadas impedía detectar mi presencia. A pesar de que la luz del garaje acababa de apagarse, la penumbra en que quedaba el recinto gracias a la luz que entraba por los ventanucos existentes para ventilación me proporcionaban una visión casi nítida de la pareja, que se acrecentaba a menudo que el ojo se iba habituando a la escasa luminosidad.
Lejos de volver a encender la luz o de montarse en la moto, la parejita se fundió en un apasionado beso de tornillo, acompañado de incursiones cada vez más osadas del noviete, que tenía a Malenita arrinconada entra la moto y el pilar de hormigón y ya le sobaba descaradamente los pechos con una mano, mientras la otra se afanaba con el redondo trasero de mi vecinita, todo ello por encima del vestido aún, al tiempo que devoraba a besos la oreja y el cuello de la chica, que literalmente estaba derritiéndose por momentos, con la boca entreabierta y apoyada sobre su moto para no desfallecer.
Yo me debatía entre el deseo que me despertaba el espectáculo que me estaban brindando ambos jovenzuelos y la zozobra que me producía pensar en ser sorprendido en tan incómoda situación, aunque si incorrecto era comportarse como un voyeur, peor sería la situación de Malena, dejándose sobar por su amiguito en el parking de la comunidad.
Digo sobar y digo mal, pues en el escaso tiempo que yo me entretuve con mi dilema moral, el osado jovenzuelo había levantado el vestido de Malenita y había pasado a mayores, sobando descaradamente el coño de la chica sobre sus braguitas blancas, lo que estaba provocando un calentón en la muchacha que le hizo perder la escasa resistencia que hubiera podido ofrecer a los avances de su amante, aunque todo hacía indicar que la chica había atraido a su galán hacia aquel recóndito escondrijo sabedora de que natura y sus encantos precipitarían aquella escena que se desarrollaba ante mis cada vez más excitados ojos.
El chico pasó a deslizar la blanca braga de algodón de Malena hacia un lado y a meterle mano al coño directamente, maniobra que hizo que ella arqueara la cabeza hacia atrás, presa del deseo, además de flaquearle visiblemente las piernas, lo que la obligó a aferrarse al hombro del chico para no caer al suelo; la paja estaba haciendo estragos, a pesar de que las manipulaciones del chaval me parecían un tanto toscas e impetuosas, pues los vaivenes de su codo adelante y atrás parecían más propios de una partida de futbolín que de un lance como el que les ocupaba. No obstante, Malena, en un respiro que le concedió el joven, se apresuró a bajarle la cremallera del pantalón y a liberar su excitado miembro, el cual no alcanzaba a divisar desde mi posición, ya que Malena se aferró a él con desesperación, comenzando a masturbarlo febrilmente.. ¡Qué vigor gastaban los dos en proporcionar placer al otro! Indiscutiblemente podrían haber multiplicado el goce del prójimo de haberse aplicado con más maestría y menos ahínco a la paja mutua, pero claro: “si el viejo pudiera y el joven supiera…” ¡Qué grande la sabiduría de nuestro refranero!
Malena decidió pasar a mayores y, apartando la mano del galán de su coño, recogió su vestido hasta la cintura, subió una maciza pero bellamente torneada pierna, de blanquísimo y rotundo muslo sobre el asiento de su scooter y acercó el miembro de su amante hacia su despatarrada entrepierna, que debía estar chorreando de puro placer, comenzando a masturbarse frotándose el prepucio del excitado jovenzuelo contra su coño, arriba y abajo como si estuviera encalando una pared, y a fe que blanqueado iba a quedarle pronto su encharcado sexo a juzgar por los mohínes que hacía el chaval, que con una mano amasaba el imponente culazo de Malena y con la otra crispaba sus dedos contra el perfil del pilar de hormigón en el que estaban arrinconados para protegerse de curiosos –je je je, qué incautos..-
Desde luego aquella faceta tan desconocida de mi vecinita me tenía sorprendidísimo y completamente excitado, lo que sucede es que no me atrevía a mover ni un solo músculo para que no fuese detectada mi presencia, pero a fe que, a pesar de la espectacular mamada de Gina, no habría dudado en pajearme a gusto motivado por la escena de sexo voyeur que aquellos dos calentones me estaban regalando en asiento de preferencia.
Malena se estaba partiendo de gusto con la monumental paja que se estaba autobrindando con la polla de su noviete, pero este parece que iba a más velocidad que ella, porque comenzó a gemir bastante más fuerte y a advertirle que se correría sin remisión en breve, a lo que la febril palillera respondió cesando en sus manipulaciones genitales, ordenándole que se pusiera rápidamente un condón, al tiempo que se despojaba ágilmente de sus braguitas blancas de algodón, que quedaron enrolladas a la altura de sus gordezuelos tobillos, al tiempo que dándose la vuelta se remangaba el vestido por entero, apoyando sus manos sobre el asiento de su scooter, dejando a mi vista una espléndida panorámica de su culazo blanco y redondo, de formas superlativas pero turgente a la vista, coronando unas piernas no menos formidables, fuertes y bellas, también blanquísimas y bien torneadas y un coño bastante peludo, pues en la penumbra acertaba a adivinar una mancha sombría donde habitualmente hoy día se acierta a ver la raja depilada. Malena comprobó que su inexperto amante se había colocado el pertinente preservativo, tras lo que le ordenó sin contemplaciones:
-¡Vamos fóllame, estoy caliente como una perra, métemela duro!
El chico se agarró a las poderosas caderas de Malena y de un violento empellón le mandó su miembro hasta lo más profundo que supo llegarle a la ávida jovencita, que, caliente como una perra en celo levantaba su culo e intentaba abrir sus piernas para facilitar el acceso de su garañón hasta lo más recóndito de su chorreante vagina, iniciando un movimiento de bombeo frenético que para mí, como amante más avezado, tenía un mal final, pues pensé: “Este chorlito se va a correr en menos de dos minutos y la va a dejar a dos velas..”; pues bien, me equivoqué, ya que el chaval no tardó ni un minuto en agarrar a Malena por sus bellísimos glúteos, hundiendo sus engarfiados dedos todo lo que le permitían aquellas carnes orondas pero muy prietas, al tiempo que lanzaba varios pollazos en los que parecía que se le iba el alma, al tiempo que visiblemente comenzaba a descargar golpes de semen en el receptáculo del condón.
Malena, que, presa de una excitación animal, meneaba su culazo atrás y adelante buscando verse satisfactoriamente ensartada por el miembro de su amante para así ver culminado su ansiado orgasmo, al principio no notó que este culminaba el suyo, pero inmediatamente el empuje del chico comenzó a disminuir, así como imagino que el vigor de su erección, fruto de la reciente corrida, al tiempo que se aferraba la base del condón, que corría el riesgo de perderse en las profundidades del prieto coño de la chica, inundándole los ovarios del indeseado esperma. Pronto la chica se dio cuenta de la situación y se dio la vuelta presa de la frustración:
-¿Yaaaaaaaa? ¡Joder, siempre me haces lo mismo!
El chico comenzó a acariciarle melosamente los muslos, al tiempo que la besuqueaba, intentando hacerse perdonar el disparo perdido, pero ella no estaba por la labor, ya que le apartó con brusquedad y se subió las bragas que conservaba enrolladas en sus piernas, se recolocó un tanto el pelo y la ropa y le dijo secamente:
- Vamos, que te llevo a tu casa, hoy no tengo más ganas de estar contigo, ya llamaré a alguna amiga para tomar algo y hacer tiempo, aunque de lo que tengo ganas es de volverme inmediatamente a casa a darme un baño y poder acabar lo que tú no has sido capaz de resolver.
Uuuufff.. La chica estaba echando humo por la nariz y no le faltaba razón, sólo de imaginar el calentón que llevaba daba miedo, y el inexperto galán aguantaba estoicamente el chaparrón, limitándose a ataviarse con el casco y mohíno a ubicarse en el asiento del pasajero, tras lo que arrancaron y abandonaron el sótano del garaje rumbo a casa de él.
Una vez me hube cerciorado de que no había moros en la costa, abandoné el interior de mi vehículo y me dirigí hacia el ascensor, aunque dentro de mi cabeza un plan comenzaba a tomar forma, porque parecía que nada ocurría por casualidad y aquel inesperado espectáculo que acababa de contemplar podía ser utilizado, con las adecuadas dosis de astucia e ingenio, en mi favor.. Quién sabe..