La quemadura del sexo

Dos amigas de vacaciones se aparean cada una por su parte...sin que se confiesen sus lúbricas andanzas.

"LA QUEMADURA DEL SEXO"

Mi amiga Carla y yo, habíamos estado haciendo diversos planes para las vacaciones del verano. Disponíamos de 30 días en el mes Agosto y después de sopesar todos los pros y los contras, al final decidimos tomarnos un mes tranquilo, de auténtico descanso, lejos del ruido y la masificación de los lugares de veraneo muy solicitados y concurridos. Las dos coincidimos en que, después de un año intenso y estresante, nos apetecía cambiar de ritmo, desconectar de nuestro mundo habitual y marcharnos a una islita del Mediterráneo, apartada y casi salvaje. Así que después de un vuelo breve y una corta travesía, llegamos a la isla, nos fuimos directamente a una agencia inmobiliaria y alquilamos una casa en forma de bungalow, a unos cien metros de la playa.

La primera semana fue de toma de contacto, recorrimos toda la isla en bicicleta, hicimos algo de buceo, visitamos los lugares pintorescos, y nos acostumbramos a tomar el sol y bañarnos en una zona nudista que había cerca de nuestra casa. Por la mañana, disfrutábamos de la naturaleza y al atardecer después de comer algo, optamos por acomodarnos en un pub muy ambientado y cavernario, que era frecuentado por una clientela variopinta de tipos freaky, surferos, pintores. Allí en el pub "Coyote Bar", había una pequeña tarima en un rincón, donde los asistentes podíamos ponernos música de tragaperras y balancearnos al son de nuestros ritmos preferidos. La decoración era abundante en madera de ébano y hasta uno de los chicos que atendían la barra era un senegalés del mismo color que el entorno. Carla y yo, íbamos a la nuestra, conocíamos superficialmente a muchos, pero no hacíamos nada por ligar con nadie, lo cual no nos resultaba nada fácil, ya que la naturaleza nos había dotado de unos cuerpos mas que apetecibles, éramos dos treintañeras bastante atractivas, nuestra piel después de unos días de sol, había adquirido un tono tostado oscuro que acentuaba nuestra sensualidad. Carla una morenaza, bastante alta, con el pelo largo en cascada de ricitos negros sobre sus hermosos hombros, un busto altivo y exuberante y unas bonitas piernas que culminaban en un trasero prominente que le daba a su figura una ondulación que extasiaba a mas de uno. Su cuerpo era su mejor tarjeta de presentación, aunque su cara sin ser ninguna belleza, tenía el reclamo de una boca grande de abierta sonrisa y ojos muy expresivos, lo que le daban un aspecto entre simpático y exótico. Carla siempre me eclipsaba con su "sex appeal", pues aunque yo no estaba nada mal, no llegaba a su nivel. Me describiría por lo que percibía de los demás y por las observaciones que hacía de mi misma ante el espejo; me veía una chica de pelo trigueño, ahora largo, facciones suaves, mirada apasionada y a veces sensual, de cuerpo mas bien delgada, pero con marcadas formas, adornado de una piel tersa y aterciopelada que por aquellos días tenía una tonalidad marrón claro, por efecto del sol. Mi forma de andar era entre garbosa y elegante, casi un poco felina con un aire fruitivo e incitante. Tenía una gracia innata para mover mis glúteos al andar. Aparte de esto, me reconocía una suficiente dotación femenina, con unos pechos firmes y abundantes que conformaban una figura dotada de encantos y sensualidad, según podía leer en las miradas aviesas que mis amigos proyectaban sobre mi anatomía.

A los pocos días, Mich el camarero negrito, nos hizo la confidencia de que algunos clientes pensaban que éramos una parejita de lesbianas, luego entre nosotras nos reíamos por la confusión que habíamos provocado, nos parecía tan chocante que por puro cachondeo, decidimos seguir cierto juego de simulación. Nos poníamos a bailar juntas, tomábamos alguna copa de más y nos dedicábamos alguna carantoña entre nosotras, sin caer en intercambios exagerados, ni gestos que denotaran entendimiento de tipo sexual. Esta actitud nuestra, tan poco abierta, aunque era divertida, nos aisló algo desde el principio y nos evitaba tener que enrollarnos con ciertos moscones no deseados, que nos acechaban. De esta manera, nuestro principal interlocutor era Mich. El sabía muy bien que las dos éramos heteras, en estado provisional de reposo. Poco a poco tomó cierta confianza con nosotras y pasábamos muchos ratos de charla con él y a medida que íbamos tomando los deliciosos cócteles que nos preparaba, nos soltábamos cada vez más. La mirada de Mich despedía un brillo especial cuando miraba a Carla, recorría su escote y se perdía cuesta abajo por el sugerente canalillo. Un día le dije:

-Oye, Carla no se si te has dado cuenta de que Mich se te come con los ojos…. Te sonríe de una forma…..como que lo tienes babosito perdido!

-Si, ya lo he notado, creo que tanto tomar nos vuelve un poco loquitas y el está algo salido.-me contestó pensativa.

-Tu verás, no vamos a liarnos con el primero que se ponga por delante, es lo acordado….. salvo que se presente algo muy especial.

-Si, claro. Pero el caso es que no estoy segura de que Mich no lo sea…tiene un no se qué inusual, intuyo que debe tener mucha clase y buenos atributos.….Lo veo tan buena gente, que no me importaría aprovechar la ocasión y probar con él una experiencia que tengo pendiente –insistió Carla.

-Estás pensando en un buen kiki interracial..?

-Más o menos, Lucy!

Después de esta conversación, me di cuenta de que Carla estaba algo inclinada a romper con nuestro propósito de tranquilidad, que era lo que nos había traído allí, a pasar unos días sin hacer vida mundana. Así que, para facilitarle un poco el coqueteo, decidí por mi cuenta, que al día siguiente, mientras estábamos en el pub, yo haría por ausentarme y dejarlos solos. Era un lunes, mas de la medianoche, estábamos en la barra con él y de repente hice como que me había olvidado algo en casa y les dije que tenía que ir a buscar mi teléfono móvil, en el que tenía que recibir una llamada importante, precisamente sobre esa hora. Me marché del pub, estuve en nuestro bungalow haciéndome la remolona un buen rato y volví media hora después. Nos sentamos en un rincón para tomarnos unas margaritas, y me dijo Carla que en mi ausencia, le había comentado a Mich que no conocía la isla por la noche y que él se ofrecía para llevarla con su moto a un local que había en el puerto, en el otro extremo de la isla. Carla ya había decidido aceptar y después del cierre del pub el chico pasaría a recogerla. Algo después nos retiramos, nos fuimos a casa y estuvimos viendo TV durante un buen rato, sin hablar de la excursión nocturna que iba a realizar mi amiga. Poco después, escuchamos el ruido de la moto en la puerta del bungalow, por la ventana vimos que era Mich que estaba esperándola. Hacía mucho calor esa noche y Carla llevaba un pantalón pirata negro, muy ceñido, combinado con un top matador, que realzaba su espléndida figura. Al marchar me dijo que me fuera a dormir porque seguramente volverían muy tarde.

-Cuidadín….cuidadin, Carlita! Que aproveche…!-Le comenté con algo de sorna.

Ella me miró con una sonrisa intencionada y salió apresurada. Me quedé un rato mas delante del televisor y hacia las dos y media me fui a la cama. Después de acostarme, estuve despierta un buen rato, la deriva de Carla me había dejado algo meditabunda y estuve pensando que si mi amiga había decidido salir con Mich estaba segura de que no era por pasar el tiempo en naderías. En más de una ocasión salió la conversación sobre tener alguna aventura con hombres de color y ella se mostraba bastante inclinada a practicarlo y comprobar cierta leyenda existente sobre las bondades del sexo interracial.

En medio de estas elucubraciones me quedé dormida por completo, no se durante cuantas horas, hasta que el chasquido de la puerta me despertó con cierto sobresalto. Pude escuchar unos pasos, entremezclados con un murmullo de palabras y risas contenidas. La construcción del bungalow que ocupábamos era sencilla y de paredes endebles, por lo que cualquier ruido se escuchaba en el interior de la vivienda. Lo primero que me vino a la mente fue que eran Carla y Mich, miré mi reloj sobre la mesita de noche y eran las cuatro de la mañana. Mi inquietud se desvaneció cuando reconocí algo sus voces y me quedé tranquila pero expectante por lo que estaba pasando, de ninguna manera podía conciliar el sueño de nuevo; me sentía prisionera de una morbosa curiosidad. Estuvieron un rato hablando como en un forcejeo verbal, se oyó como un ruido de la mesita del salón al ser desplazada, luego mas risas a coro. Unos minutos después, alguien entró en el baño y luego encendieron la luz del dormitorio de Carla que estaba frente al mío, y se oyó el cierre de la puerta que enfrentaba a la mía. Ya no me cabía ninguna duda de que mi amiga había decidido llevar su aventura hasta el final. La presencia de Mich en su dormitorio, a esas horas, lo decía todo. Como la puerta de mi cuarto estaba solo entornada, pude prestar atención a lo que estaban haciendo. Se escuchaba la voz susurrante de Carla y el murmullo grave de Mich; poco después, ella soltó una exclamación con un noooo! de sorpresa, seguido de una risotada de su acompañante. Percibí desde mi aposento el ronroneo propio de un preludio hacia el éxtasis del sexo. Llevada de mi imaginación me parecía oír el roce de sus cuerpos, provocado por los movimientos ondulantes del cuerpo de Mich, agitándose sobre ella en la cama. Comencé a pensar, espoleada por una extraña ansiedad, en lo que estaban haciendo esta pareja a escasos metros de mí, como alucinando enfebrecida y delirante escenas de sexo salvaje, los glúteos firmes y prietos del hombre moviéndose con la precisión de un émbolo, impulsando su miembro para zambullirlo en las entrañas de su deseada hembra; ella recibía su enorme instrumento elevando su pelvis en busca de la fricción de cada puyazo. Ahora si que escuchaba realmente el traqueteo que producían sus vapuleos sobre la cama, cuyos sonidos se entremezclaban con los lastimeros quejidos de la hembra entregada y convulsa, así siguieron durante interminables minutos, esas vibrantes señales del infierno de lujuria que estaban viviendo. De repente, comencé a sentir un extraño desasosiego, mis pulsaciones se notaban mas aceleradas, tenia ganas de retorcer mi cuerpo sobre la cama…mi coño estaba dominado por un cosquilleo muy familiar, pensé que me había dejado absorber demasiado por la atmósfera de placer que me rodeaba y me había puesto tan cachonda que estaba perdiendo la cordura. Con un gesto dubitativo mi mano se deslizó hacia la entrepierna y alcanzó irremisible los labios temblorosos e inflamados de mi coño, dedicándole un roce tierno y cuidadoso, no tardando en introducirse mis dedos dentro de mi gruta carnosa y húmeda, accionando con tacto febril todas las atenciones que me iba pidiendo el cuerpo. Sentía un cálido temblor que me recorría la espina dorsal y me apremiaba hasta las vísceras. Mi excitación fue a más y en unos momentos mis gemidos de goce se confundían con los de Carla, casi llegaron a sincronizarse y siguieron la cadencia progresiva y tormentosa que lleva al climax sexual. Luego vino la calma, yo permanecí despierta, atenta y relajada y de la otra habitación solo llegaba el balbuceo de conversación laxa de dos seres que acababan de disfrutar de intensos deleites. Al poco rato, se abrió la puerta del cuarto donde estaban, luego la luz del salón y los pasos hacia la puerta, con un último arrumaco de despedida. Mañana será otro día, -pensé- y en esto me quedé dormida como un tronco.

Al día siguiente, al encontrarme con Carla, después del saludo de buenos días, mi primera cuestión fue algo inevitable, que ella también esperaba.

-Y bien…?

-Ja,ja! Supongo que te hemos despertado esta madrugada a nuestro regreso a casa. No hace falta que te diga lo que pasó.

-Espero que haya valido la pena….!. Por el alboroto y el regodeo que pude escuchar, parece que hubo fiesta a lo grande, no? –Comenté yo.

  • Tengo que decirte que ha sido algo fabuloso. No te puedes imaginar que tío es Mich, bien equipado y generoso en la cama, es una máquina de follar implacable.

-Vaya, podemos decir que estás de suerte -le dije.

-Si, este chico es un filón, un chollo. Lástima que no tenga algún amigo como él para presentártelo.

Llevábamos ya consumidos unos quince días de nuestras vacaciones, y el relumbrante ligue de Carla, apenas había alterado nuestras actividades, durante el día seguíamos nuestro plan de vida, tomando baños de sol y agua en la playa por la mañana y por las tardes, hacía las tres, venía Mich cada día y se encerraban en el cuarto de mi amiga, hasta la hora de irse él a su trabajo. Yo, resignada a mi suerte, me hacía una buena siesta, luego leíamos o charlábamos un rato, y al atardecer nos íbamos a dar una vuelta, recalando más tarde en el Coyote. El siguiente sábado, Carla se fue a pasar la noche con su nuevo amor y no apareció hasta el domingo a media mañana. Los días siguientes, después de comer se sucedía día tras día la misma rutina, seguían retozando a diario y luego por la tarde, cuando estábamos solas, ella tenía la desfachatez de hacerme los dientes largos contándome algunos detalles de sus folladas. Parece ser que el negrito Mich, aparte de una persistencia nada corriente, tenía un pene algo desmesurado, mi amiga me decía no haber visto nunca nada igual, -¡tendrías que verlo Lucia, no parece de persona!-.

Frente a nuestro bungalow había una playa de tipo familiar, frecuentada por bañistas convencionales, a donde nosotras llegábamos por un estrecho sendero entre arbustos; una vez allí, seguíamos andando junto al agua hasta llegar a la zona de nudismo, en cuyo recorrido teníamos que pasar necesariamente frente a un pequeño chiringuito de madera, que estaba situado a poca distancia del lugar donde nosotras nos solíamos tumbar para tomar el sol desnudas. Este servicio de bar lo atendía un chico de unos 18 ó 20 años, que cada vez que pasábamos frente a él nos miraba como estupefacto, pues mientras estábamos sobre la arena salía del mostrador de vez en cuando, con cualquier pretexto, para espiar nuestra desnudez a cierta distancia. Algunas veces, cuando volvíamos hacía casa, ya vestidas, nos deteníamos en su bar para tomar algún refresco y el muchacho aprovechaba para congraciarse y a la vez desnudarnos con la mirada. Ese último sábado, le encargamos suministrarnos una lista de refrescos y bebidas para nuestro consumo de casa, lo cual nos prometió traer el mismo a la mayor brevedad.

A la mañana siguiente, domingo, Carla no había venido a dormir, yo recién terminaba de desayunar y mientras llegaba mi amiga, me di una ducha y después comencé a aplicarme leche protectora por todo el cuerpo, antes de posar bajo el sol. En esto, sonó el timbre de la puerta, y me faltó tiempo para arrollarme un pareo, atármelo al costado y así cubrir mi cuerpo desnudo. Abrí la puerta y era el chico encargado del bar de la playa, que venía cargado con el pedido que le habíamos hecho. Le hice pasar, guiándolo hasta el lugar de la cocina donde debía dejar su carga, le aboné el servicio, mientras conversamos, me preguntó si nos gustaba vivir en la casa, que decía conocer, por haber vivido allí la familia de un amigo suyo. Observé que estaba algo nervioso, pero no parecía tener ganas de irse, no sé porqué me caía bien y me inspiraba confianza, a lo que me dio por darle conversación. Se llamaba Oliver, su cuerpo de pocas carnes, sin embargo era de apariencia vigorosa, Buena estatura, pelo castaño ondulado, rostro risueño y unos ojos penetrantes como dos focos, que se proyectaban con extraña fijación. Se trataba de un estudiante, que durante el invierno residía en la capital y en vacaciones se ganaba un dinero explotando este puesto de playa, que pertenecía a su familia. Conforme avanzaba nuestra plática, al ver que yo estaba sola se fue tranquilizando, pero su mirada se mostraba atónita e insegura oteando mi cuerpo de arriba abajo. Por su forma de comportarse noté que no estaba muy ducho en tratar con mujeres hechas y derechas. No dejaba de observar mi cara medio empastada y me excusé diciéndole que me había pillado poniéndome protección antes de salir a la playa. Le aclaré que normalmente mi amiga y yo nos ayudábamos a untarnos la espalda, pero que hoy estaba aún por llegar.

-Si, no me extraña que tarde…. anoche estaba con el negrito, uufff!.

-Los has visto tu, acaso? –pregunté.

-Si, en un plan muy íntimo, siii! -contestó él.

Al hacer este último comentario sus ojos le brillaron, pícaros y atrevidos, mientras yo le respondía con una risa abierta y sensual, que acrecentó su confianza. Me miró a los ojos, seguro de si mismo, sonrió relajado y en tono retador se ofreció a untarme la espalda para suplir a mi amiga. Yo disimulé mi perplejidad y le sorprendí aceptando su envite; con ademán seguro le entregué la botella de leche solar que aún tenia en la mano y me senté en el sofá ofreciéndole la espalda. Después me arrepentí de mi consentimiento, ya que por mi parte no había calibrado que el favor del muchacho podía desencadenar algo imprevisible, pero una vez aceptado decidí seguir el juego a ver lo que daba de sí. Oliver esparció un tanto de protector en su mano derecha y se acercó a mi, inclinándose para deslizarla con un recorrido suave, tembloroso y acariciante, hasta que se fue entonando y pasó de untarme meticulosamente a aplicarme un voluntarioso masaje, ampliando su campo de acción hasta la nuca y los hombros, de los que pasó a impregnarme hasta la barbilla. Cuando su tarea parecía estar ya concluida, tomó más leche solar y siguió embadurnando mi espalda, introduciendo la mano por debajo del sedoso pareo, explorando con su mano lechosa todo lo abajo que podía hasta el límite de mi culo. Yo permanecía en silencio, quieta, encorvada y complaciente, acusando poco a poco el goce de su manoseo, él se pegó a mi para poder accionar hasta abajo. Su cuerpo se mecía contra el mío conforme iba moviendo sus manos y en su proximidad me pareció notar una prominencia endurecida que me corneaba el costado, cada vez de forma más evidente. Me volteé para mirar y él se quedó un poco cortado y arrebolado al verse descubierto y sin saber qué hacer. Oliver mostraba un abultamiento como una pequeña tienda de campaña en su entrepierna, llevaba puestos una playera y un pantalón bermuda, debajo del cual se adivinaba una fuerte erección. Esto me hizo valorar la situación, pensé, para mí, que aquello no tenía vuelta atrás y que al no cortar a tiempo sólo me quedaba dejarme llevar y ver a donde llegaba. Él, sin mediar más palabras, me miró con gesto rijoso y con una seña de la mano me preguntó si podía continuar por delante, yo le miré con cara de complicidad y asentí con la cabeza; se puso más producto, me encaró por delante, abordó la piel de mi escotadura frotando con mano ambiciosa, comenzó a friccionarme suavemente, con una larga caricia, lenta y extasiada, bajando cada recorrido un poco más por debajo de la tela que me cubría, llegó a remontar mis pechos, los rodeó cariñosamente, restregó su palma sobre los pezones hasta que consiguió ponerlos completamente erguidos y consistentes. Este tocamiento tan sensual me puso extremadamente cachonda, comencé a agitar mi pecho violentamente y en un arranque inesperado alargué la mano y agarré el bulto que tenía Oliver debajo del pantalón, exprimiéndolo como si fuera un limón, con el consiguiente estupor y embeleso de mi improvisado masajista. Él fuera de si, desató el nudo que sostenía mi pareo, lo jaló furioso sobre el sofá y se abalanzó sobre mí, excitado, impetuoso y desconsiderado, besando y chupando mi cuello y mis pechos, hasta que conseguí controlar sus actos y tomándolo por la cabeza le ofrecí mis labios, los encontró detrás de un jadeo entrecortado e inmediatamente percibí la humedad de su boca. Lo saboreé a conciencia y resbalamos sobre el sofá, juntos en nuestro beso ardiente, al que él respondía con inexperta pasión, que pronto se tornó en voracidad y aplomo, cuando mi lengua se entró a buscar la suya y se enzarzaron en una guerra de contacto, sellando nuestras bocas en un ardoroso y largo contacto. Casi nos estábamos comiendo los labios mutuamente. El contacto era perfecto, su pulsó se aceleró y me di cuenta de lo que iba a suceder en los siguientes instantes. Luego Oliver bajó su cara y comenzó a besuquear y chupar mis pechos nuevamente, con tal entusiasmo que mi cuerpo comenzó a sentir una agitación cercana al frenesí.

-Oliver, cielo….tu has estado alguna vez con una mujer….? -Le susurré con voz entrecortada.

-Pues… no, la verdad. Eres la primera Lucía!!

-Estás descontrolado del todo, por eso te lo preguntaba.

-Mmmmm! Siiii, perdóname! Me has puesto locoooo…!

-Eres muy apasionado, Oliver!

Él, incapaz de frenar su escalada se bajó la bermuda hasta los tobillos y me enseñó como un trofeo de guerra una polla insolente, tiesa y enrojecida en la punta. No esperaba que de aquel cuerpo, todavía insuficiente medrado por su juventud pudiera salir un espadón tan crecido. Tenía la pija achuchando junto a mis caderas, adornada con una cabeza gruesa y acapullada, amoratada y muy satinada por el estiramiento de su piel; se la tomé con la mano la oprimí con los dedos, empuñándola suavemente y de pronto, la polla cimbreante se irguió endurecida como una catapulta y mi mano notó unas sacudidas, despachando con fuerza varios chorros de esperma que salpicaron mi cuerpo y mi cara. La situación resultó de lo más cómica, nos quedamos mirando como pasmados y estallamos en una carcajada, yo sorprendida por la rapidez de su orgasmo y el compungido por su indeseado derrame.

-Ay, perdón…..como te he puesto…!

-No pasa nada, Oliver, la culpa también ha sido mía…por tocarte tanto!.

A partir de ahí, no me cabía ya la menor duda de que el chico era un alma y un cuerpo virginales víctimas de un ardiente celo sexual. Él siguió armado de su miembro aún a media erección, con un hilito de semen colgando, sin saber que hacer, momento que yo aproveché para levantarme y tomar de un pequeño aparador unos cuantos pañuelitos de papel. Me quité superficialmente el pringue de esperma de mi cara y resto del cuerpo y a continuación le limpié también el pene con esmero y delicadeza. Aún no había terminado mi faena, cuando sentí que aquello recrecía en mi mano, de nuevo se le había puesto dura y parada debido al contacto. Oliver, durante unos segundos se quedó envarado, encabritado, contemplando con mirada lasciva, toda la planta de mi cuerpo desnudo puesto en pie, pero al instante se lanzó sobre mi cuerpo, abrazándome por la cintura, apretados por nuestros pubis para sentir el calor de su sexo pegado a mi sexo, su verga tiesa como un palo se apretaba contra mi rinconcito. El calor de su abrazo y el contacto de su polla en la entrada de mi cuca, hicieron el resto; me buscó la boca para besarme de nuevo con ansia, ahora lo veía más templado por su manera de tocarme, una perdido el ímpetu desmedido del principiante. Me tenía entre sus brazos, nuestros pechos se pegaron agitados en una respiración fatigosa, señal de que nuestra excitación se había desbordado otra vez; entonces él doblándome el cuerpo, me empujó hacia el sofá para sentarme, pero antes de que se montara encima de mi le atenacé por la pija que blandía en robusta erección, lo atraje para que se sentara y en esa posición, sin darle tregua a otra cosa, me senté sobre él, de espaldas, y dejé que su polla se clavara dentro de mi vagina. Oliver se tornó otra vez en un macho furioso y violento, me tenía agarrada fuertemente por los pechos y me hacía subir y bajas sobre él con unos saltitos frenéticos, con ritmo casi paroxístico, mientras yo sentía un gusto febril cada vez que mis genitales chocaba con los suyos. Así, estuvimos varios minutos……hasta que estando casi en las puertas del éxtasis final, escuchamos el ruido de una moto que se detenía frente a la puerta y en medio de la agitación que me invadía, con la verga de Oliver metida hasta el tope, aún tuve la lucidez de pensar que se trataba de Mich que había venido a traer a Carla. Todos los fuegos que ardían en mi interior se apagaron de repente, salté hacia delante y me dejé al pobre Oliver con su polla al aire, empinada hacia el techo, toda congestionada ya próxima a correrse.

-Vamos rápido, Oliver tienes que irte…! Ha llegado Carla y no quiero que nos vea así.

Él se dejó llevar algo remolón, maldiciendo la visita tan inoportuna.

-También es mala suerte llegar en un momento así…! -Farfullo él, al tiempo que se subía la bermuda.

Le cogí de la mano y lo arrastré hasta mi dormitorio, cerrando la puerta tras nosotros mientras se me ocurría algo para resolver tan embarazosa situación. La ventana de mi cuarto estaba a una altura bastante asequible, subí la persiana, abrí la puerta y le indiqué el camino a Oliver para que saltara al exterior y se largara para salir del paso de la mejor manera. Me di prisa para ponerme un short que encontré a mano y salir al salón para ver entrar a Carla, como si no hubiera pasado nada en la casa.

Más tarde, estuvimos en la playa, sin pararnos en el chiringuito de mi reciente amigo, tomé un largo baño de sol bien protegida por la leche solar y los restos de la leche de Oliver.

Esa noche, estuve dando vueltas en la cama sin conseguir conciliar el sueño. Todo había ocurrido provocado en parte por mi dejadez y en parte por un inesperado impulso de atracción sexual; todavía sentía clavada su mirada inflamada patrullando por todo mi cuerpo, sus manos febriles y nerviosas modelando mi figura conforme iba extendiendo la leche solar sobre mi piel. Luego, la efervescencia de nuestros cuerpos, su hermosa verga, izándose rígida y cimbreante, apuntando hacia mí. Eran retazos de esa película que se había rodado aquí en mi misma casa, mientras yo arrebatada de excitación había permanecido desnuda sobre el sofá, abierta, entregada, esperando ser devorada por mi jovencísimo macho. Lamenté el forzado "coitus interruptus" que había tenido que practicar para evitar ser descubiertos en plena faena. Estuve revolviéndome llena de tensión, los pechos se me habían endurecido y mi sexo estaba lleno de estímulos lúbricos, solo de pensar en el reciente suceso, recordando la potencia y el fervor con que me había follado Oliver, algo diferente, no sabía si era su ingenua inexperiencia o su extremado celo, pero admití que era algo que deseaba repetir para culminar lo iniciado y compensar a mi chico por el sobresalto de una retirada tan desgraciada. De entrada, me parecía un compañero agradable, de aspecto sano, mirada soñadora y calenturienta, educado, que además parecía de esas personas obstinadas y osadas, cuando se removían las fuertes pasiones que albergaba dentro. Al final, caí en un profundo sueño hasta el amanecer.

De mañana, casi al alba, a causa de un instantáneo golpe de luz procedente de la ventana, desperté a medias, escuché un ruido como un leve chirrido que acabó de espabilarme y entonces ví que el chorro de luz que se proyectaba sobre mi cama procedía de la ventana de mi habitación que alguien estaba franqueando. Una sacudida de terror me impulsó a levantarme para evadirme del peligro; estuve a punto de dar un grito, abrí los ojos como platos y pude reconocer en el confuso contraluz la figura del intruso.

-Pschsss! No te asustes Lucía…..! Soy yo, Oliver! –Le oí cuchichear, mientras se ponía el dedo sobre la boca.

-Oliver…..pero, que haces aquí….!?

-He venido para estar contigo y seguir……. Me echaste cuando más estaba disfrutando…...!

-Pero, cómo se te ha ocurrido forzar la ventana y entrar así?

-Es que ayer al salir dejé la ventana mal cerrada. Lo tenía planeado.

-Nos puede oír Carla…..!

Acto seguido se echó sobre mí y comenzó a besarme y hacerme ansiosas mordidas labiales.

-No tienen porqué oírnos….o quieres que te amordace..?

-Qué loquito estás, Oliver….!

-Tu me has vuelto loco, ……Lucy!! No sabes lo que estoy sintiendo…!

Yo me había quedado en la cama con la sábana enrollada sobre mi cuerpo, y solamente llevaba puesto un pantaloncito corto de pijama. En medio de este lío, confundida por la , sorpresiva presencia de Oliver en la intimidad de mi dormitorio, agradecí volver a experimentar las mismas sensaciones que cuando mis primeros escarceos carnales, esa sexualidad tan elemental, instintiva y directa, cuyo disfrute ya me había anticipado Oliver el día antes; -ahora volvía como una avalancha-, pensé que también tenía su encanto, solo que yo debería dirigir en cierto modo las acciones, para sacarle el máximo provecho para los dos. El apareamiento casi furtivo que íbamos a realizar, con sus inquietantes connotaciones de secretismo y desigualdad, resultaba otro añadido estimulante.

Él se despojó apresuradamente de su ropa, quedando completamente desnudo, pegándose a mi abrazado por encima del abdomen, haciéndome sentir las palpitaciones de todo su cuerpo de adolescente. Me susurró al oído que se había propuesto acabar aquello que empezaron costase lo que costase, y yo le respondí mimosa que también había soñado con culminar la obra incompleta. Estaba segura de que Oliver tenía un irrefrenable deseo de conseguirme, por las señales puramente instintivas que mostraba. Al principio, me atacó con furia, yo sin oponer resistencia, conseguí que se aviniera a un breve preámbulo. Exploré y jugué brevemente con sus partes más sensibles.

-Mmmm! Oliver, como te has puesto…cariño! Bésame y acaricia mi cuerpo……!

-Siiii, mi amor!

Con un embeleso febril, me destapó hasta la cintura, me estampó un beso con lengua, al que correspondí con la mayor maestría que pude, mientras sus manos amasaban mis pechos, tanteándolos con ardor, como algo frágil y delicado que se teme romper…oprimía mis pezones, con firmeza, mientras mordisqueaba mi orejita, lamía detrás de la misma, dándome el calor de su aliento; luego sustituyó las manos por su boca, cubriendo mis senos con insistentes besos húmedos y pegadizos, succionando su cúspide con vehemencia y pasión tal, que consiguió transportarme a un estado de emoción que provocó en él más agitación todavía.

Había transcurrido todo en medio de unos minutos de silencio, miradas llameantes, respirar entrecortado y la piel de nuestros cuerpos con todos sus poros en actitud receptiva, el contacto de su cuerpo caldeaba el mío, sentía cada uno de sus músculos forcejeando para arrollar mi suave tersura corporal, atenazándome con sus brazos fuertes y fibrosos. Alentado por mi entrega, de un brusco tirón retiró la parte de sábana que aun cubría los bajos de mi cuerpo, de forma que todo su paquete genital me frotaba sobre el exterior de mi muslo, imprimiendo una presión abrasadora. Impulsada por mi costumbre, tuve la tentación de inclinarme y degustar su polla, prenderla con mi boca y chuparle fugazmente el capullo para enardecerle aun más su erección, pero pensando en lo del día anterior, no era cosa de llevar su calentura demasiado allá y provocarle un orgasmo inoportuno; por ello, tuve unos segundos de titubeo. Sin embargo, la visión de su cara ávida y el tacto aterciopelado y cálido de su verga, me incitaron de forma irreprimible a ofrecerle mi primera felación. Su pulso latía a más de cien, el efecto de mi juego oral sobre su pene le producía un placer de éxtasis. Luego, le agarré su mano y la guié hacia los labios de mi panochita. Él, al notar el húmedo tacto de mis mucosas vaginales, comenzó a frotarlas con mimo y suavidad al compás de mis gemidos de placer, dejando toda mi concha abundantemente lubricada. De un brusco tirón, me arrancó el pijama y me quedé desnuda, igual que él. A partir de aquí, todo pensamiento se disipó en un estado de nirvana, sin más luz que la concupiscencia que espoleaba nuestros actos.

Nos pegamos un beso, reposado, saboreando nuestros labios y lenguas, yo le tomé la mano y la puse sobre mi panochita, sus dedos al contacto caliente y suave de mi mucosa vaginal, comenzaron a juguetear allí dentro. Yo con mi mano le guié los dedos inexpertos hasta que alcanzó mi botoncito, su frotamiento me produjo un ligero espasmo de placer, me hizo retorcerme de gusto.

-Cógeme ya Oliver……no es eso lo que quieres…?

-Mmmm! Eres divina, Lucy….! Te la voy a meter hasta que te salga por la boca!

Esas palabras calaron en Oliver, poniéndose completamente a tope, listo para regalarme lo que estaba deseando. Como ya mis fluidos le estaban anegando la mano, cambió de posición, se colocó sobre mi, entre mis piernas bien abiertas, acomodó su verga sobre la entrada de mi raja, apuntando con su rígida estaca entre los labios de mi vulva y me ensartó un brusco puyazo, me acometió con una única y soberbia estocada, clavándome su miembro en el interior de mi bajo vientre, al tiempo que me llenaba de lamidas y chupetones, besándome al fin en la boca para amortiguar mis grititos de placer. Comenzó a bombearme frenéticamente, a un ritmo de vértigo, en un acoplamiento perfecto de su polla al rojo vivo, dentro de mi encendido coño. Galopaba contra mi sexo, en un interminables traqueteo de mete y saca, que producía un amortiguado clac clac en la cama, denunciando que algo ocurría en mi recámara. Menos mal que Carla estaba dormida profundamente.

Después de un ratito las movidas violentas se tornaron algo más acompasadas, como degustando nuestra dulce y ardiente cópula, jadeando los dos como si hubiéramos corrido la maratón, luego, comenzó a sacudir su pija en un vaivén de vértigo.

-Aaay! aaaaay…! aaaaaay..! aaaaaaay! –Gemía yo a cada achuchón.

-Así, asiiii, mi reina! No te imaginas lo que me haces sentir…!

Como si fuera un émbolo siguió achuchando contra mis entrañas, comencé a sentir de nuevo el relleno ardiente de su miembro, abandoné mis pequeñas embestidas y rodeándole la espalda con mis piernas me quedé fijada, fundida a su cuerpo, mientras él mordisqueaba y succionaba mi cuello con tal intensidad que me marcó un escandaloso moratón debajo de la oreja.

Era tal la consistencia de su polla acoplada a mi coño, que no pude resistir el unirme a su movimiento de mete y saca, elevando mi pelvis, acompañándole en sus meneos, a pesar de lo difícil que se me hacía debajo de su cuerpo. Poco después, Oliver se estremeció y no pudo reprimir por más tiempo su primer orgasmo dentro de mi cuca, descargó toda su leche dentro y siguió embistiendo, golpeándome con todas sus fuerzas hasta que me provocó una corrida increíble.

Nos quedamos respirando pausadamente, él extendido encima de mi, con la polla todavía dentro. Estuvimos un ratito en esa posición, relajados, luego sacó su pija de mi refugio, se bajó y estuvo tendido a mi lado. El intenso deseo y el calor de la mañana veraniega, mantenían la calentura de nuestros cuerpos, nos besamos, saboreando y mordiendo nuestros labios, enfrentando nuestras lenguas, parsimoniosamente, en un rozamiento terriblemente estimulante. Entretanto, yo ya le había sobado la polla y hecho unas carantoñas en los huevos, lo cual propició lar recuperación de su vigoroso instrumento, volviendo a tener la dureza de un mazo. Le tomé la iniciativa, me coloqué de rodillas junto a él, doblé la espalda hacia delante, separando mis piernas, para dejarle en exposición esa cuevita que estaba delirando por recibir nuevas caricias. Él, estuvo escrutando mi tesoro genital, decidió relamer los labios de mi vulva sonrosada e inflamada por el ardor de la anterior batalla, mientras yo me movía tremendamente excitada en un preciso vaivén para acercarle mi chochito a su lengua. Sin tardar, se dio cuenta de mis intenciones, ya que mi postura a cuatro, dándole la espalda, señalaba el punto de entrada que deseaba. Oliver puso su pene en posición ajustada, me penetró sólo la parte del glande, invitándome a sentarme sobre él y facilitarle la embestida definitiva y penetrarme en una prodigiosa clavada. En esta pose el ajuste era perfecto, se sentía el recorrido del pene en cada centímetro, hasta que se metió completamente en mi cuca. Montado sobre mi, comenzó a galoparme moviendo sus caderas y su pelvis con furia y esforzado brío, hasta el punto de hacerme perder el equilibrio y apoyar la cara contra la sábana. Estaba exaltado al comprobar que mis ansias de disfrute aún estaban insatisfechas, lo cual le dio mas ímpetu a sus escorzos, arreciando sus culadas mientras se doblaba con aprietos para tenerme agarrada de los pechos. Después de incesantes movimientos, llegamos al climax, él primero con un tembloroso latido de su polla al estallar en el fondo de mi estrecha vagina. El golpeteo de sus huevos sobre mi vulva acabó de hacer el trabajo y me hizo correrme provocando una extraña lasitud a todo mi cuerpo. Después nos quedamos en una zona de nada, recuperando nuestro latir normal, acostados mirando al techo, cogidos por la mano….

-Uuuuff! Oliver, hoy has batido el record de tu vida…!

-Si por mí fuera …….estaría el resto de la mañana. He disfrutado como nunca pude imaginar, eres genial Lucy!

-Prefiero que vuelvas mañana….quieres?-Insinué con una mirada incitante.

-Si, tengo que irme ya a abrir el chiringuito, pero te propongo venir cada mañana a la misma hora.-Me replicó con determinación.

-Hecho…cielo mío! Te esperaré cada día para tocar cielo juntos, sin que nadie lo sepa.

Acto seguido, me dio un beso lleno de cariño y saltó de la cama para vestirse y desaparecer por donde había venido.

Aún me quedé tumbada, reflexionando y rebobinando los detalles más salientes de la película que acabábamos de vivir. Pensando en Oliver llegué a la conclusión de que sentía un cierto afecto y agradecimiento por él, al haberme destinado los mejores momentos de su primera eclosión sexual, lo cual había sido un enriquecimiento de mis sensibilidades nuevo en mi hasta el presente. El haberme amartelado con este pipiolo locuelo y lascivo, pero considerado y discreto para mi seguridad, no dejaba de ser una experiencia morbosa e impresionante. Nuestro "affaire" era una mezcla de romance y de amancebamiento casual en estado puro y salvaje, pero sobre todo tenía su encanto porque me daba placer y me equiparaba a Carla de alguna manera.

A partir de ese venturoso día, Oliver me visitaba todas las mañanitas subrepticiamente, sin decirlo a nadie. Allí nos bautizábamos con las primeras luces del amanecer sobre mi cama caliente, cumpliendo nuestro rito de follar con encanto y lujuria, progresando en nuestra complicidad y acaramelado acoplamiento. Solo teníamos que cuidar de terminar antes de la hora de levantarse mi amiga. Oliver llegó a hacerse un experto amante de mí, que era la única hembra por él conocida.

A Carla tuve que despistarla cuando observó la moradura que tenía en el cuello, producto de un exagerado chupetón que me dio Oliver. Me había preguntado con aire retorcido que era aquello.

-Huy! Que es eso en el cuello? Parece que te haya mordido algún animal.

-Pues, si. Debe haber sido una medusa, noté un ligero picor y ahora me ha salido esta marca.

En mi fuero interno me reía del cuento de la medusa, si Carla supiera que era una mordedura de amor, una quemazón del furor sexual de mi amante. . . . .Pero me había propuesto no confesar a nadie mi aventura y no pensaba volverme atrás. Carla me trataba con cierta compasión, pensando que me había quedado colgada, mientras ella con su ejemplo me hacía morir de envidia, disfrutando de los días que quedaba de vacaciones de manera tan desigual. No estaba segura si algún día después de volver a nuestro mundo habitual, le contaría mi secreta historia.

Los últimos días de nuestra estancia transcurrieron como una exhalación, rápidos y difusos, yo fingiendo hacer vida sana y virtuosa y Carla viviendo su explosiva fornicación con Mich.

El último día coincidió con un domingo, ya que al día siguiente lunes teníamos que dejar la casa y la isla. Quedamos en procurarnos un buen fin de fiesta, ya que hasta bien entrada la mañana íbamos a estar solos en mi casa.

Estuvimos retozando, haciendo el amor desesperadamente, alternando diversas posturas, apurando el cáliz de nuestra concupiscencia y regalándonos los más afectuosos arrumacos, pues después de dos semanas tan intensas nos habíamos encoñado algo mas de la cuenta. Oliver había tenido dos orgasmos prodigiosos, convulsos, acuciantes y agotadores, nos habíamos saboreado cada milímetro de nuestros cuerpos, yo había caido tres veces en los brazos alucinantes del éxtasis. En un momento dado, estábamos fundidos en un tórrido abrazo, con nuestros pubis pegados uno al otro, a Oliver ya se le había vuelto a encender la mecha por enésima vez, por lo que le pedí prestada su polla para realizarle una mamada de despedida que no tendría que olvidar nunca. Me emocioné tanto, que antes de rendirle a mis hábiles chupadas, le saqué la pija de mi boca y comencé a revolcarme con él por toda la cama. En uno de estos lances, él se quedó detrás de mí y tenía toda la verga encajada entre mis glúteos, la restregaba alrededor de mi perineo, como una travesura más inédita entre nosotros. Este juego me produjo una oleada de excitación que necesitaba ser atendida.

-Oye, Oliver, vas a penetrarme por detrás, mi culito hace mucho que no….participa.-Le dije con voz casi suplicante.

-¿Estás segura…? -Contestó él sorprendido.

Si, mi amor…! Porfa..!

Aceptó mi envite, emocionado, porque para él tal vez eso era atravesar el último umbral de la posesión, pero le encontré inseguro de acertar en la ejecución de este bizarro ejercicio de sexo.

-Hazlo con cuidado, cariño, que ese agujerito no está entrenado y es muy estrecho.

Él no se hizo de rogar más, enchufó su manguera hacía mi culito, sin mucha eficacia en dar en el diminuto orificio, por lo que tuvo que guiarse con la mano para colocar la punta de su glande sobre mi esfínter. Me despachó un suave achuchón….y no entraba.

-No sigas, por favor…!

-Perdóname! Te he lastimado?

-No…! Solo necesito que me prepares un poco.

-Me tienes que lamer bien el culito, eso te facilitará el trabajo y aliviará mi dolor.-Le dije ahogándome por la excitación.

Su lengua, obediente y anhelante no se demoró en nada, sus lamidas aceleraron el proceso de dilatación y siguiendo mi consejo introdujo un dedo y luego dos mojados con su saliva, haciéndome movimientos penetradores en forma de circulo.

-Inténtalo ahora…!-Le pedí, agarrándome las nalgas para separarlas mejor, con lo que seguro le daba una visión esplendorosa de ese rico agujerito, rosado y deseoso, que aún no había sido explorado.

De esta forma, con el acceso más despejado, apuntó con su miembro contra mi entrada anal, comenzó a introducirlo lentamente, con una presión suave y controlada, ya que se daba cuenta de que así era más placentero para mí.

-Mmmmm! Qué rico Oliver. Sigue….metiéndola!-Le animaba mientras atizaba mi trasero contra él, para disponer yo de la presión firme y contenida para esta cópula.

-Está bien así…?-Me preguntó complaciente.

Mmmmm! Siii, dale!-Respondí apremiante.

Por fin, logró meterme la cabeza de su pene, y yo ya espoleada por el deseo comencé a menear mi colita.

-Ahora siii..! Empuja más…dale!

Después de esto, los dos nos enzarzamos en una cópula distinta a las que habíamos mantenido hasta entonces. Su miembro se deslizaba mas suave en mi alojamiento lubricado, el movimiento ya no era doloroso, se había tornado en algo delicioso, para ambos, comenzó a achucharme, haciéndome temer que podría partirme en dos, pero desenfrenado continuó su mete y saca, le tomé la mano y la cobijé en mi conchita para que al mismo tiempo me acariciara el clítoris. Este fue nuestro último devaneo, yo suspiraba entre fogosos gemidos y Oliver rugía y avisaba de los últimos estertores de su impetuoso orgasmo.

-Ahí está rico…aaaahhh! –Gruñó, de forma ininteligible.

-Mmmm! Mmmm! –Susurraba yo embargada por el ardor.

Su verga había penetrado hasta la mitad en mi problemático agujerito, y cuando sintió que se iba a correr de forma imparable, arreció el trabajo de sus dedos en mi chochito y se me llevó con él a ver las estrellas…..Me inundó todo el culito con su esperma y se desplomó extenuado sobre mi espalda. Le invité a tomar un vaso de leche para reponerle fuerzas, nos vestimos y después de hablar un rato sentados sobre la cama, a pesar de que el insistía en buscarme más adelante en mi ciudad, le hice comprender que era mejor pensar que nos estábamos despidiendo para siempre.