La putita maricona de mis amigos (2)
Mi amigo, mi macho, Pablo me da una ración de lo mejor y otra de lo peor.
En el capítulo anterior mi amigo Pablo me obliga a hacerle una mamada en el coche... pero acabo con ganas de más.
Bajé la ventanilla del coche y medio llorando dije:
- Pablo, por favor... quiero más...
Él ni tan siquiera se giró. Abrió la puerta de su casa y entró dejándola abierta. Por un momento no supe qué hacer, pero decidí salir del coche y entrar tras de Pablo. Avancé por el pasillo siguiendo la luz encendida del cuarto de estar. Pablo estaba sentado en el sofá mirándome. Me quedé bajo el quicio de la puerta, indeciso.
- ¿A qué esperas, maricona? - me dijo.
Me acerqué al sofá y me puse de rodillas entre sus piernas. Comencé a desabrochar su cinturón y los botones de su tejano. Metí la mano dentro de su calzoncillo y saqué su maravillosa polla. La acomodé en mi boca, aún en reposo y la fui rodeando con la lengua lentamente. Pronto comencé a sentirla crecer y en unos instantes la flacidez se volvió dureza y la verga de Pablo me llenaba de nuevo. Me volvía loco aquel enorme rabo y empecé a subir y bajar mi cabeza, pajeando a mi amigo con los labios. Estaba entregado a aquello y por los suspiros de Pablo adiviné que lo debía estar haciendo muy bien. Saqué su polla de mi boca y la aparté pegándola a su estomago, quería lamer aquellas enormes bolas a conciencia. Me las metía en la boca alternativamente hasta que decidí pasear mi lengua por la parte inferior, cerca del ano.
- Vuelve a la polla, puta. - me dijo - Que te quede muy clarito: aquí la única maricona que hay eres tú. ¿Yo qué soy?
No supe qué contestar. Pablo me agarró fuertemente la cara haciéndome daño.
Contesta, puto marica. ¿Qué soy yo? - me gritó.
Un macho - dije, pero el me apretó más y me zarandeó el rostro - Mi macho, eres mi macho.
Así me gusta, putita chupapollas.
Sí, Pablo, soy tu putita, y quiero tu polla en la boca, quiero que te corras en mi boca.
Pues ya tardas, hostia, te vas a hartar - y dicho esto me dió la vuelta apoyando mi cabeza en el sofá y violentamente me la clavó entre los labios taladrándome como un animal.
¡Puta, puta, puta! - me gritaba a cada embite.
Yo sólo emitía gruñidos y gemidos de placer sintiendo a aquel macho salvaje dominarme de aquella manera y por segunda vez en esa noche me corrí sin siquiera tocarme. Al poco rato saco su pollón de mi boca.
- Abre la boca, maricón.
Abrí mi boca sacando la lengua todo lo que pude y Pablo comenzó a eyacular abundantemente.
- Toma, guarra, qué mariconazo eres, jodeeeer.
Los chorros de semen cayeron en mi lengua, en mis ojos, en mi pelo. Yo me relamía encantado. Pablo se puso de pie y se quedó mirando el espectáculo de su amigo recogiendo el semen de su cara y su pelo para luego metérselo en la boca con deleite.
- Joder, - dijo - cómo se puede ser tan cerdo. Me das asco.
Abrí la boca para quejarme pero no tuve tiempo de hablar. Pablo me cruzó la cara de un tremendo bofetón y me puse a llorar. Intenté levantarme para salir de allí pero aquello no había acabado.
¿Dónde crees que vas, puta? - dijo mientras recibía una fuerte patada en el estomago.
Pablo, por fav... - pero él ya estaba fuera de sí. Continúo propinándome patadas y puñetazos durante no sé cuánto tiempo a la vez que seguía insultándome a gritos. No sé cuánto duró aquello, pero terminé perdiendo el conocimiento.
Cuando desperté... Bueno, eso lo contaré en una próxima ocasión.