La putíta escondida
Primer relato de una seríe entre la realidad y la fantasia. Una amiga tímida y apocada de mi novia me da una gran sorpresa que va a cambiar mi vida.
Los relatos que escribo tienen parte de realidad y parte de fantasía. Algunos están basados en experiencias vividas, otros son experiencias que me gustaría vivir. Los escribo porque quiero hacerlo y no pretendo que tengan exactitud o enseñar nada a nadie. Tampoco quiero ofender a nadie, espero que gusten a quien los lea.
Mis tiempos jóvenes han pasado ya hace tiempo y esta historia es de esos tiempos, cuando empezaban los teléfonos móviles e internet apenas podía ser usada para algo más que enviar correos electrónicos. Físicamente no soy extraordinario pero creo que estoy bien y cuando sucedió esta historia estaba bastante mejor. Mido 1.86 y pesaba por aquel entonces 92kg de gimnasio al que, por mi trabajo, acudía habitualmente. Nunca ha sido mi obsesión tener un cuerpo perfecto pero si estaba bastante fuerte (y aún conservo algo).
Cuando esto sucedió era el año 98 y tenía por entonces una novia llamada María. Alocada, histriónica, caprichosa, siempre tenía que ser el centro de atención. Nuestras formas de ser estaban en las antípodas pero no estaba con ella por su carácter si no por… No era muy alta, poco más de 1.60, rubia con una melena rubia preciosa, una cara muy bonita con ojos azules y unos labios carnosos que prometían más de lo que me daban, voluptuosa con unas curvas impresionantes, un culo rotundo que me encantaba y unas tetas que podían hipnotizar a una habitación y a las que ella sacaba partido, ya lo creo que si.
María tenía éxito en su trabajo, tanto que le encargaron la apertura de una delegación de su empresa en México y allí se fue para 6 meses (luego fueron más) junto con un compañero suyo de trabajo. Aunque yo sabía que ese era el final de la relación y que se iba a follar a su compañero antes o después, decidimos hacer la tontería de mantener la relación a distancia.
No sé cuánto duró su fidelidad pero la mía duró poco más de un mes. María tenía una amiga, Mónica, una chica de pelo castaño, de 1.63 aproximadamente y muy discreta físicamente. Delgada, tetas pequeñas, buen culo, guapa pero muy normal, lejos del magnetismo de María. La familia de Mónica era de esas demasiado estrictas y la obligaban a vestir poco menos que como una abuela. Yo sabía que cuando Mónica salía por ahí pasaba antes por casa de María (las dos vivían cerca entre ellas y de mi) para cambiarse de ropa pero nunca la había visto con su ropa de “guerra”.
Mónica me caía bien: inteligente, con sentido del humor, por su aspecto no se diría que era una chica tan divertida… y picante. Un buen día recibí una llamada de Mónica: la madre de María había salido de fin de semana y no podía ir allí a cambiarse, así que me pidió ir a mi apartamento para prepararse para la batalla.
Cuando llegó estaba como siempre: unos pantalones y un jersey que no dejaban ver su figura. Yo iba a ducharme justo en ese momento, así que dejé la puerta de mi apartamento entreabierta y me metí en la ducha. Mónica entro y gritó un efusivo hola.
Estoy en la ducha, no tardo. Puedes cambiarte en el cuarto y ahora te dejo el baño.
Gracias – respondió Mónica.
Salí de la ducha y me dí cuenta de que no había cogido ropa, así que enrolle una toalla a la cintura y me dirigí al salón mientras Mónica se cambiaba en mi cuarto. La puerta estaba abierta y estuve tentado de hacerme “el distraído” y entrar en el cuarto para sorprenderla pero no lo hice.
¿Quieres tomar algo? ¿Una cerveza? ¿Coca cola? - pregunté
Ahora no, cuando termine de maquillarme te cojo una cerveza
Abrí una coca cola para mi y me senté en el sofá a esperar que Mónica saliera del cuarto. Cuando la oí salir me levanté y fui al cuarto a coger ropa. Estaba buscando unos vaqueros cuando la oí en la puerta del cuarto.
- Perdona, creo que se ha caído el lápiz de ojos por aquí
Se me abrieron los ojos como platos. Wow!! Allí estaba, de pie, con una especie de uniforme de colegiala, con una camisa blanca ajustada estratégicamente abierta para dejar ver parte de sus pequeñas pero redondas y firmes tetas, una minifalda que apenas era más ancha que un cinturón y unas botas de tacón alto que lle legaban por encima de la rodilla y que me recordaban a las de un actriz de una película porno que había llegado a mis manos hacía poco tiempo.
Joder Mónica! Estás… impresionante
Gracias. Así que la zorra de María se va a México teniendo esto aquí – dijo mordiéndose el labio inferior. Su voz me pareció la más sensual que había oído nunca y parecía que a ella también le gustaba la mercancía, lo que animaba aún más a mi polla.
Se acercó a mi con tres pasos insinuantes, creía que me iba a correr sólo con el sonido de sus tacones. Me hizo retroceder hasta casi la cama y entonces me quitó la toalla. Mi polla (estoy bien armado, no me puedo quejar) saltó como un resorte y a juzgar por la expresión de Mónica a ella le gustaba, y mucho.
- Así que decía la verdad esa zorra rubia, tienes una buena polla. Pensaba que era otro de esos “pues yo más” de la diva de tu novia. Con razón le daba miedo que la quisieras follar por el culo.
Pasó sus dedos suavemente desde mis cojones hasta mi capullo, como si valorase el producto que iba a comprar. Yo estaba mudo, no me salían las palabras.
- Me encanta – dijo Mónica – tan fuerte, tan duro y tan tímido.
Se sentó al borde de la cama y me hizo ponerme frente a ella, con mi polla empalmada frente a su cara.
Esa zorra no tiene ni idea de comer una polla, verdad? Lo sé porque las veces que hablamos de sexo siempre está con sus remilgos y ascos. ¿Cuánto tiempo llevas sin que te hagan un buena mamada? - decía una Mónica a la que no reconocía
Demasiado – acerté a decir.
Mónica agarró mi mástil firmemente, me miró y se metió mi polla en la boca de un golpe, todo lo que pudo. Sus babas caían sobre mis cojones calentándome aún más. Era una diosa de la felación, sus labios se ceñían al tronco de mi polla como si fueran una ventosa, su lengua jugaba con mi capullo y con las manos acariciaba mis huevos y mi perineo, deslizando poco a poco un dedo hacia mi culo y haciendo un circulo.
- ¡Fóllame la boca! - dijo sacándose mi polla y mirándome con una cara de vicio que jamás podré olvidar – fóllame duro, como en la películas porno, como la puta que soy-
No podía creer lo que oía, me costó reaccionar. Puse mis manos a los lados de su cabeza y ella abrió su boca todo lo que pudo y saco la lengua. Empecé a follar su boca con fuerza, como si fuera un juguete para mi disfrute. Ella babeaba y mi polla parecía nadar en su saliva.
Me dió un par de cachetes en el culo para que parase la violación de su boca y volvió a dirigir ella la mamada. Yo estaba en el cielo, a punto de correrme y la avisé para que parase antes.
Voy a correrme Mónica! Para!
En mi boca, cabrón! Lléname la boca de leche.
Volvió a mi polla y en unos instantes me corría gritando y jadeando, tenía la impresión de que me salían litros de leche de la polla. Ella siguió succionando hasta que mi polla dejo de escupir semen, entonces se levantó, me empujó sobre la cama, se puso sobre mi y con la boca llena de mi leche me beso. Metió su lengua en mi boca, compartiendo mi leche. Nunca había hecho nada parecido, unos minutos antes hubiera dicho que es de maricones (si hubiera sabido lo que iba a cambiar mi vida…) pero ahora… estaba cachondo y me hubiera bebido una botella de semen si ella me lo hubiera pedido.
Traga – me dijo y yo obedecí - ¿Alguna vez habías hecho algo así? Yo lo llamo un beso blanco
Nunca
Y… ? ¿te ha dado asco? - pregunto Mónica
Me he puesto más cachondo – respondí entre avergonzado y ansioso por repetirlo
Ja, ja, ja. Eres un vicioso, como yo. Me encanta, nos lo vamos a pasar muy bien tu y yo.
Se puso de pié y se quitó la blusa y el sujetador. Por primera vez pude apreciar esas pequeñas tetas, pequeñas pero perfectas, con unos pezones preciosos. Daban ganas de morderlas. Mordiéndose el labio se quitó la falda, no llevaba bragas, no me sorprendió. Iba a quitarse la botas cuando la detuve
Déjatelas puestas – le pedí
Mmmmm ¿fetichista?
No, nunca me ha llamado la atención pero reconozco que me das morbo con ellas puestas
Camino alrededor de la cama, contoneándose desnuda, sólo con las botas que le daban un aspecto de lo más vicioso y se tumbo en la cama, a mi lado, y empezó a tocarse el coño.
- Ahora, cabrón, comeme el coño – ordenó con voz sensual y firme.
Comencé a besar sus tetas, a juguetear con sus pezones, con la intención de ir bajando poco a poco cuando con el mismo tono sensual pero firme Mónica dijo:
- ¿Que crees que haces? Te he dicho que me comas el coño, cariño
Me dispuse a meter mi cara entre las puertas de vicio que eran sus piernas
- Espera – dijo ella – mejor ponte a gatas sobre mi. Quiero poder alcanzar tu polla y comerla si me apetece.
Hice lo que me ordenó y me coloque encima de ella dejando mi polla colgando sobre su cara para hundir mi cara en su depilado coño. Lo besaba, lamía, mordisqueaba, estimulaba su clítoris con mi lengua. Me aplicaba lo mejor que podía, presa del deseo, la excitación, la lujuria.
- Cariño, todo lo que hay ahí es para que lo disfrutes y me hagas gozar como una perra – susurró mientras yo seguía jugando vicioso con su clítoris, jaleado por sus gemidos.
Le metí un dedo en el coño que agradeció con un gemido más sonoro pero no era eso lo que ella esperaba y decidió explicármelo con un ejemplo. Se incorporó un poco y me escupió el ano, antes de volver a bajar para ofrecer su coño a mi boca. Extendió la saliva por mi ano con los dedos, jugando con él para relajarlo. Nunca me habían hecho algo así, estaba nervioso, quería que parase pero algo en mi interior deseaba que ocurriera.
- Relajate cariño, te va a gustar, ya lo verás – dijo mostrando una seguridad que parecía imposible que tuviera la jovencita tímida, apocada y de vestimenta aburrida que había entrado en mi apartamento.
Apreté los ojos, intenté relajarme y ella comenzó a hundir un dedo en mi culo. Su dedo pequeño y fino entró con más facilidad de lo que yo esperaba. ¡Y joder! ¡Me gustaba! Mi polla estaba más dura que nunca así que seguí disfrutando de su dedo mágico en mi culo e imitando a mi viciosa amante escupí en su culo y le metí un dedo. Sin delicadeza, sin miramientos, quería joderla.
- ¡Aaaaaahhhhh, siiiiii! - gritó ella – ¡fóllame el culo con los dedos y sigue comiéndome el coño, maricón!
Me aplique en su coño, que se iba inundando de jugos que me excitaban cada vez más, haciéndome sentir un guarro degenerado. Me lo agradeció introduciendo un segundo dedo en mi culo, ya completamente entregado a sus habilidades.
- ¡Joder! ¡Zorra! ¡Me encanta! - le dije. ¿Yo había dicho eso? Si, y nunca había sido más sincero.
La correspondí con un segundo dedo en su culo y seguí lamiendo su coño. Mónica se retorcía de gusto.
- ¡Era cierto lo que decía esa puta! ¡Comes el coño de puta maaaddreeeee! ¡Me coooooorrroooo! ¡Cómetelo toooooddddoooo!
Trague todos sus jugos, al menos todos los que pude. ¡Era una inundación! Parecía que se hubiese meado (luego me enteré de lo que es el squirting). Intenté aumentar el ritmo de mis dedos en su culo pero era imposible con lo que Mónica se retorcía, así que metí mi pulgar en su coño de forma que la tenía agarrada “por los bajos”
¡Cabroooon!
Disfruta perra, ¿no era esto lo que querías?
Siiiiii
Ya no era yo. Me levante y me puse sobre ella dispuesto a reventarle el coño, se la metí de un golpe. Me paró, me agarró la cara, me lamió la boca
La quiero por el culo, maricón – me dijo con una lujuriosa expresión de guarra
Tu mandas
Levanté sus piernas con facilidad, metí un cojín debajo de su culo y me dispuse a meterla con cuidado.
- ¡Húndeme la polla, joder! - me gritó autoritaria.
Lo hice, sin pensar. La follaba todo lo fuerte que podía y ella no dejaba de pedir más y más. Era una guarra deliciosa y había sacado de mi una bestia que yo desconocía que estuviera ahí dentro. Yo manoseaba su coño, su abdomen plano y blanco, sus tetas pequeñas. Me echaba sobre ella para lamer su boca, para que ella mordiera mis labios. Me incorporaba y seguía taladrando su culo. Joder, ya sólo era un animal salido y vicioso.
¡Me voy a correr, puta! - mi polla estaba más dura que nunca. Hasta diría que era más grande y gorda que nunca.
¡Relléname el culo con tu lefa, cerdo! Hazlo y luego te daré lo que yo sé que quieres – me dijo mi diosa guarra del sexo.
Unas cuantas embestidas más mientra y mi polla comenzó a escupir leche a borbotones mientras ella apretaba su esfinter alrededor de mi verga y se masturbaba compulsivamente.
¡Sigue follándome, maricón! ¡No pareeeeess!
Te voy a reventar, puta. ¡Me encantas!
¡Me coooooorrrrooooo!
El coño de Mónica se volvió a convertir en una fuente que me empapaba haciéndome sentir sucio y deseado, cachondo como nunca. Me sorprendió que se levantará rápidamente, sus piernas temblaban y casi no la sostenían.
- ¡Túmbate! Y abre la boca - me ordenó.
Lo hice y ella se colocó en cuclillas sobre mi cara, relajó su culo y mi semen comenzó a salir de su agujero negro y cayendo dulce y lentamente en mi boca.
- Cómetelo cerdo, cómetelo – me decía burlona, con vicio, dominante – pero no te lo tragues todo.
Una hora antes me hubiera dado asco algo así y ahora estaba entregado a los deseos depravados de una mujer que, siendo físicamente la mitad que yo, me tenía completamente dominado. Cuando su culo ya no expulsó más leche, Mónica me beso en la boca y compartimos nuevamente mi lefa de nuestras bocas.
Vamos a la ducha, cariño – me dijo – mi coño aun no ha probado tu polla-
Mónica – dije acarciando su espalda – no sabía que fueras tan puta. Eres maravillosa-
Cariño, hay muchas cosas que no sabes. Muchas de ellas aún no las sabes de ti mismo. ¿Por qué estás con María? ¿Por sus tetas? ¿Por un culo que no te deja follar? Es idiota y lo sabes. Algún día enseñaré a follar a María, pero lo que quiero es estar contigo. Congeniamos, lo pasamos bien cuando hemos tomado un café juntos o hemos coincidido alguna salida de sábado. Una cosa: nunca haremos el amor, no me gusta. Me gusta follar, como hemos hecho. Y follaremos juntos y con terceros cuando sea posible, sin celos ni tonterías -
¿Estás enamorada de mi?
Desde que María te presento y no me hiciste ni caso ese día. Pero ahora ya sabes todo lo que hay. Tu eliges.
No tenía que elegir nada, ya estaba elegido. Nunca había disfrutado tanto. La acompañé a la ducha, dispuesto a darle a su coño su ración de polla.