La Putita en Casa II
Comienza una nueva vida para las protagonistas...no sin sorpresas
LA PUTITA EN CASA II
Como dije antes, había llegado la hora de mudarnos. Habíamos conseguido un pisito en el mismo edificio que el de esta pareja y nos sentíamos muy contentas. No os he dicho en lo que conseguimos trabajo mi hija y yo, nos hemos hecho strippers y tenemos un acto lésbico-incestuoso que nos hace ganar muchas propinas diarias además de nuestro sueldo. A la pareja, que por cierto se llaman Elena y Juan, les contamos que conseguimos trabajo en una fábrica pegando botones y cociéndo pantalones por las noches. No sé si ellos se tragaron el cuento, pero como lo que querían era que nos mudáramos para que nos lleváramos “la presencia demoniaca” de su casa, aceptaron lo que les dijimos.
Cuando nosotras llegamos a vivir a la casa de Elena y Juan, ya os conté que ellos y yo nos veíamos iguales en edad, aunque el era un poco mayor. Pero la verdad que en esos meses ambos habían envejecido mucho. Se les notaba el stress en la cara porque querían convertirnos en santurronas y no podían. Oraban sin cesar por nosotras y nosotras seguíamos follándonos una a la otra y poniéndo la mente en blanco para que no nos la llenaran con su basura cada vez que comenzaba la charla. Mentalmente eramos mucho más fuertes que ellos y eso les había cobrado un peaje físico que se notaba. Nosotras por el contrario estábamos rosagantes, frescas y sobretodo yo, juvenil. A mis cuarenta años me veía muy pero que muy bien, es verdad que el sexo te renueva.
Bueno, llegó el momento de la despedida y se notaba en sus caras el alivio de ya no tenernos allí aunque se cruzaran con nosotros en el elevador o el pasillo. –Antes de que os valláis, queríamos hablar con vosotras, dijo Elena vísiblemente agotada. Juan se despidió y nos dejó solas a las mujeres, no sé por qué. –Claro, ¿de qué quieres hablar? –Mirad, se que hemos estado muy pesados con vosotras por lo de vuestra relación incestuosa, que hemos estado orando y haciéndoos la vida imposible con nuestras charlas pero algo que he notado es que seguís igual, haciéndo lo mismo y encima os véis mejor que nunca. Con lo cual se nota que nuestros ruegos no han surtido ningún efecto. Además de lo que ha pasado con vosotras, también he descubierto que el pastor de la iglesia a la que vamos está robando de las arcas de la iglesia. Yo soy la secretaria-tesorera de la iglesia y varios hermanos y yo, nos hemos dado cuenta. Algunos hasta dicen que se lo gasta el dinero en protitutas. Eso no lo se con certeza pero vamos que ha minado mi fé en lo más profundo todos estos eventos.
Por otro lado, mi marido y yo hace tiempo que no somos marido y mujer. Simplemente existimos en esta casa y el es un hombre muy religioso y puro y no le interesa tener sexo conmigo, por eso no hemos tenido hijos porque entre que parece que yo no soy muy fertil y que el no hace el amor conmigo como debiera, no voy a tener hijos nunca. Ya a esta altura, no sé si me interesa tener hijos pero si me interesa sentirme deseada. Desde el día que las ví teniendo sexo y disfrutando tanto, no se me ha quitado esa imagen de la cabeza. Por supuesto que he tratado de quitarmela, he reprendido al diablo, pero de nada ha servido y cada vez que recuerdo la imagen de las dos comiéndose, siento que me excito y la verdad es que no quiero, pero no lo puedo evitar. Ahí se puso a llorar y yo le di un abrazo. Luego me separé de ella y le dije; -Mira Elena vosotos os habéis empeñado en decir que nosotras adoramos al diablo y que somos satánicas por lo que hacemos. Yo lo único que te puedo decir es que en mi opinión, el diablo no existe, lo que nosotras hacemos es darle gusto al cuerpo y eso no es malo por donde quiera que lo mires. Además somos sinceras y coherentes con lo que queremos hacer y vamos a por ello. Por otro lado, no asistimos a una iglesia, porque pensamos que ningún hombre igual que nosotras, o sea, un ser humano, puede decirnos a nosotras lo que está bien y lo que está mal. Y esa biblia y ese dios que se han inventado los cristianos en general, no es para nada la palabra de Dios, es lo que han querido quitar y poner todos los que han tenido parte en ello. Así que nuestro dios está dentro de nosotras, nuestra religión es hacer lo que queramos, sin hacer daño a nadie y ya está. No esperamos santidad de nadie porque nosotras no somos santas pero no le hacemos daño a nadie y robar a los fieles de la iglesia, de lo que dan con tanto sacrificio, eso si es malo. Yo no te digo que te salgas de la iglesia, pero piensa en lo que es mejor para ti y para tu vida.
-Ya, si yo he pensado en todo eso, pero cuando le he propuesto a Juan dejar la iglesia me reprende y me dice que me he convertido en una satanica como vosotras. Que me he dejado arrastrar por vuestra lascivia y eso no es cierto. Aunque no puedo negar que me siento atraída por lo que hacéis. Cuando era muy jovencita, estuve con una chica una noche y recuerdo que disfruté muchísimo. La chica era mayor que yo y me hizo gozar mucho.
-Pues Elena, has lo que tu corazón sienta que debes hacer y lo que tu cuerpo te pida.
Dicho eso, Elena se levantó del sillón donde estaba, se acercó a mi y timidamente me besó en los labios. Yo le devolví el beso y me levanté rápidamente, quitándomela del medio. Elena, no quiero que me acuse tu marido de rompe hogares, además de satánica. Busca tu propio horizonte y en el tercero B estamos para lo que necesites. Cuidate. Salimos de la casa y nos fuimos a la nuestra a prepararnos para irnos a trabajar que esa noche tocaba.
Entre el beso de Elena, el acto lésbico en el trabajo y un par de niñas que se me insinuaron en el metro, venía con una calentura que no podía con ella. Irene también venía caliente y entramos a la casa y nos arrancamos la ropa y follamos como dos gatas. Irene había superado a la maestra y comía coño como una profesional. Me ponía a mil con su lengua sucia y dura. Me encantaba como antes de bajarse y meterme la lengua hasta el fondo, me chupaba las tetas primero y luego subía hasta mi oído y me decía…Dame de comer mami por favor…eso me ponía muy muy cachonda y comenzaba mi coño a chorrear enseguida. –Come perrita, eso le encantaba a ella, que le dijera así. De hecho, desde hacía un tiempo llevaba un collar de perrita todo el tiempo y cada vez que yo quería, le ponía la cadena y le hacía dar paseitos por casa. Cuando follabamos, no nos cortábamos en gemir y gritar tan alto como queríamos, para el segundo día que nos mudamos al piso, ya el edificio entero sabía que nosotras follábamos y que eramos madre e hija. Las señoras del edificio nos miraban con desprecio y los señores con ganas. Era super gracioso ver como se escondían ellas cada vez que salíamos y como sacaban ellos la cara para vernos pasar. Y el casero, cada vez que iba a cobrar la renta, nos miraba de arriba abajo con cara de vicio. Un día me dijo, -podía rebajaros el precio de la renta si me hacéis un show para mi solo. El sabía que eramos strippers y nos había ido a ver al club que trabajábamos. –Cuando quieras te hacemos lo que quieras le dije. –Pues si quieres, ahoa mismo te rebajo 300 euros del alquiler y me hacéis el show del club. –Por supuesto, le contesté. –¿Quieres una copa? –Si tienes Cognac te lo agradezco. Le serví la copa y fui a ponerme el vestuario, para hacerle el striptease lesbico incestuoso. Encendimos la música y comenzamos a bailar descaradamente para el casero, nos besabamos, nos tocabamos, nos fuimos quitando la ropa pieza por pieza y con los dientes en ocasiones. Luego mi hija se acostó en la mesa del salón y yo me senté en su cara y ella comenzó a comerme el coño mientras yo seguía moviéndome y tocándome las tetas. Cuando llegó el primer orgasmo, me doblé sobre ella para hacer un 69 pero antes le abrí el coño con mis manos para que nuestro cliente lo viera bien y le fui metiendo dedo por dedo hasta que le metí la mano entera. La follé con toda la mano y se corrío como perra y ahí fui a comermela haciéndo un 69 delicioso. Cuando nos corrimos las dos de nuevo, nos bajamos de la mesa y mi hija fue hasta donde nuestro cliente, le abrió la cremallera del pantalón y le sacó su miembro duro a punto de explotar y se lo chupó como una profesional. Luego le hizo que se levantara y se bajara los pantalones, le puso un condón y se sentó encima de el y comenzó a bailarle hasta que el hombre no pudo más y se corrió con un gran estruendo.
-Esto que habéis hecho vale más de 300 euros, de ahora en adelante no me pagáis la renta con dinero. De todas maneras os traeré el recibo como que habéis pagado pero quiero venir dos veces al mes el día que estéis disponibles ¿vale? –Si guapo, le contestó Irene con su vocecita de puta que pone.
Cuando abrimos la puerta para que se fuera Nestor el casero, nos encontramos con Elena, con la cara toda magullada a golpes. –Pero ¿Qué te ha pasado? –Entra mujer. El casero se fue con prisa y nos dejó solas. –Juan me ha hecho esto, porque me ha encontrado masturbándome en la cama que tu ocupabas Silvia. –Me ha dicho que soy un demonio tal como mis amigas y que me vaya de la casa.
-No te preocupes cielo, aquí te puedes quedar el tiempo que quieras. Hay dos habitaciones, pero nosotras sólo ocupamos una, así que te puedes quedar en la otra. –Gracias Silvia, eres muy buena. –No, simplemente estoy haciendo lo que se debe hacer en estos caso y devolviéndote toda la ayuda que nos habéis dado antes. La llevé a su habitación, le curé las heridas, le quité la ropa y la dejé que durmiera después de que le dí dos calmantes. Nosotras también fuímos a dormir que no habíamos dormido nada.
Cuando nos levantamos había un olor delicioso que provenía de la cocina. Elena se había levantado y nos había preparado la cena. –Hola, dijo timida, he preparado la cena temprano porque sé que os váis a trabajar y no habéis comido nada que yo sepa. –mmm que rico, tortilla de patatas, ensalada, chistorrita…como nos vamos a poner. Cenamos y tomamos café. –Todo estaba delicioso Elena, dijo irene. –Si, todo estaba divino y mejor aún que no lo tuve que cocinar yo porque Irene, quema el agua. –Pues no se hable más, mientras esté aquí, yo cocinaré y limpiaré la casa. –Trato hecho dijimos al unísono…Jajajajaja.. bueno Elena, nos tenemos que preparar para irnos. Irene ya se había levantado e ido a cambiar y estábamos Elena y yo solas en la cocina. Elena se me acercó y me besó en los labios, yo le devolví el beso y le dije, cuidado y no te estés equivocando. No quiero hacerte daño y tu estás muy necesitada de cariño y yo, de momento lo único que quiero es sexo. Bajó la cabeza y se fue a su habitación, yo también me fui a cambiar y al rato nos fuimos. Esa noche estuvimos geniales, pero a mi no se me quitaba Elena de la cabeza. Cuando regresamos a casa por la mañana…nos encontramos con una agradable sorpresa.
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